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I Don't Deserve You por Kris Kuro Angel

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Notas del capitulo:

¿Hola...? ¿Aun hay alguien hay?


Lamento esta larga ausensia, mis queridos lectores. Lamento mucho dejarlos en el abandono por tanto tiempo, no tengo escusas por ello. Solo diré que la universidad, mi salud y mi estado de animo no son los mejores en este momento.


No quiero abandonar en la nada mi fic porque me he esforzado mucho en hacerlo, he invertido tiempo y didicasión (por no decir pasión) a la hora de escribir, por eso trataré de escribir y actualizar cuando pueda entendiendo también que mis deberes de estudiante son un grillete en el cuello que no me puedo quitar.


Nuevamente pido una disculpa y espero que disfruten de este capítulo, y de los que vendran.

Capítulo 9. Dependiente de ti.


 


Su piel se erizaba con el rose de sus frías manos, su voz llegaba a sus oídos en forma de un profundo gemido. Deseaba morderlo, marcarlo, encadenarlo…


 


Se había hecho adicto a su tranquila presencia, a su piel perfumada, sus delicados labios y demandantes caricias. Decidió abandonarlo todo, dejar su mala vida atrás. Lo haría todo por él. Trataría de ser una mejor persona, conseguiría un trabajo honrado, compraría una casa para él en algún lugar muy lejos de allí, donde no los encontraran.


 


Delineó el rostro de su amante, lo notó pensativo, con esa encantadora mirada perdida tal como el día en que lo conoció. Besó su frente, sus parpados, sus labios. Sabía que era lo que pensaba y deseaba que ya no pensara en eso.


 


—Shuu–kun —su voz salió profunda de esos sonrosados labios—, esto debe terminar.


 


Despertó abruptamente con su cuerpo erguido en la cama, detallando los objetos en su habitación, que no eran muchos. Su garganta estaba reseca, su cuerpo sudoroso y su corazón palpitaba frenéticamente. Escuchó unos insistentes toques en su puerta y la voz de Kotaro se hizo presente desde el otro lado.


 


—¡Nijimura–san, el desayuno está listo!


 


—Enseguida bajo —contestó con su típica voz, intentando no hacer notar el dolor en su garganta.


 


Los pasos del rubio se alejaron por lo que Nijimura se echó nuevamente contra el colchón, mirando únicamente el pálido techo. Llevó el dorso de su brazo a su rostro, haciéndolo reposar sobre sus ojos, un largo y prolongado suspiro rompió el imperturbable silencio de esa habitación.


 


—Nunca vas a dejarme olvidarte —se dijo—. Tu recuerdo nunca va a dejarme en paz, Kuroko–san.


 


 


 


 


Tetsuya observaba como sus compañeros de equipo iban de un lado a otro, entrenando fuertemente, él podría estar haciendo lo mismo pero su brazo aún no estaba sano del todo. La entrenadora Riko les gritaba cada que cometían un error, pronto tendrían un partido contra otra escuela y estaba nerviosa. Sus ojos fueron hasta donde estaban sus amigos, Kise se veía un poco distraído y Takao muy tenso, presentía que algo les sucedía, hablaría con ellos cuando terminara el entrenamiento.


 


Dejó que su cabeza descansara contra la pared, sus pensamientos fueron nuevamente envueltos en la negrura de ese sentimiento que amenazaba con destrozar su corazón. Se sentía triste, sucio. Se sentía como un traidor. Estaba traicionando el amor que Reo le tenía, no quería enamorarse de Akashi, no teniendo aun a Reo como su pareja. Estaba mal pero su corazón no escuchaba razones, se estremecía por el más sencillo contacto que tuviese con Akashi, una sola palabra y lo demás dejaba de tener sentido.


 


Y cuando el hechizo acababa, volvía a pensar en Reo. Él lo amaba y sabía que Reo lo amaba de igual forma, pero habían estado mucho tiempo separados el uno del otro. ¿Y si todo había acabado por la distancia? ¿Si Reo se cansó de esperarlo? ¿Si ya no quedaba nada que los uniera?


 


No, no, no. Se negaba a aceptar que todo acabara, se negaba a creer que estuviera dudando de sus sentimientos. Trató de despejar sus pensamientos cuando un golpe seco llegó a sus oídos, todo se aglomeraban en el centro de la cancha, Kuroko rápidamente fue hasta ellos solo para comprobar que se trataba de su amigo Kise.


 


—¡Hay que llevarlo a la enfermería! ¡Rápido! —gritó la entrenadora. Kasamatsu no esperó ni dos segundos para tomarlo en sus brazos y llevárselo lo más rápido que pudo.


 


Kuroko y Takao tomaron sus cosas y fueron tras ellos, preocupados a más no poder por su rubio amigo.


 


Al llegar a la enfermería el sensei le indicó a Kasamatsu que depositara a Kise en una camilla, este así lo hizo, con cuidado de no lastimar al rubio. Kuroko y Takao observaban como el sensei examinaba a Kise y tomaba sus signos vitales.


 


—Volveré a la cancha, avisen si algo sucede —le dijo Kasamatsu a sus dos compañeros.


 


—¡Hai! —respondieron estos al verlo salir.


 


Esperaron por una media hora aproximadamente, el sensei terminó de examinarlo y escribía algo en un récipe. Kuroko y Takao se miraron silenciosamente, imaginaron que algo grave pudo haberle pasado a Kise.


 


—Sensei —se aventuró a decir Takao—, ¿le sucede algo a Kise?


 


—Al parecer su amigo presenta un cuadro de anemia por falta de alimentación, ¿pasó algo para que no se alimentara apropiadamente? —dijo el hombre de amables ojos.


 


—No que yo sepa. Sé que tuvo una discusión con su novio pero no creo que ese sea el problema. Quizás… quizás es su trabajo… se está exigiendo mucho y quizás no come por ello… yo…


 


—Calma —volvió a hablar el hombre—. Le daré un informe cuando despierte para que vaya a hacerse un chequeo completo a la clínica. Si es lo que creo, le proporcionaran vitaminas y suplementos para que vuelva a recuperar la vitalidad de su cuerpo y que no vuelva a desmayarse.


 


—Muchas gracias, sensei —dijo Kuroko posando su mano en el hombro de su amigo el pelinegro, ambos estaban muy preocupados por la salud de Kise y, si la situación lo ameritaba, ellos mismos lo llevarían a hacerse esos exámenes.


 


 


 


 


 


—¡Que les digo que estoy bien! —exclamó Kise.


 


—¡Nada de eso! —arremetió Takao.


 


—Te desmayaste, Kise–kun. Puede ser algo grabe.


 


—Pero no tengo nada —Kise estaba a punto de llorar, sus amigos le insistían en que debía ir al hospital pero él estaba perfectamente. Comía bien, se ejercitaba, dormía lo necesario. No entendía lo del desmayo pero sabía que no estaba sufriendo de anemia ni nada de eso.


 


Takao se colgaba de uno de sus brazos y Kuroko del otro, no pensaban dejarlo en paz hasta que fuera con ellos a hacerse esos exámenes.


 


Kagami esperaba a Kuroko en el auto como todas las tardes, y al verlo colgado de su amigo supuso que le pediría que los llevara a alguna parte. Oh, genial, tendría que cuidar niños.


 


Los tres amigos se reían muy fuerte, ya que Kise, a duras penas, cedió a la petición de sus amigos.


 


—Tetsu–chan.


 


Kuroko se detuvo abruptamente al escuchar aquella voz tan familiar, soltó el brazo de Kise y giró su cuerpo en la dirección de donde venía esa voz.


 


—Reo–kun —rápidamente fue hacia él, lo envolvió en un fuerte abrazo enterrando su rostro en su pecho—. ¿Cómo…? ¿Qué haces aquí?


 


—Quería verte. Te extrañe tanto.


 


Los ojos del peli celeste se cristalizaron. Sin importarle el momento ni el lugar, unió sus labios con los de Reo. El beso fue profundo pero no lujurioso, ellos eran conscientes de que no estaban en la intimidad de una habitación para dejarse llevar.


 


El sonido de una garganta hizo que ambos se separaran. Kuroko recordó que sus amigos aun aguardaban por él. Tomó la mano de Reo y lo instó a acercarse a Kise y Takao.


 


—Kise–kun, Takao–kun, él es Reo.


 


—Es un placer —dijo el nombrado haciendo una reverencia.


 


—El placer es nuestro, ¿no es así, Takaocchi? —pero el aludido no respondió—. ¿Takaocchi?


 


—¡Ah! ¡Sí! Es un placer —el pelinegro menor hizo una reverencia—. Kise y yo nos vamos adelantando, se nota que ustedes dos necesitan tiempo junto, ¿no? ¡Bien! Nos vemos —y cual bala, Takao se marchó lo más rápido que pudo halando el brazo de Kise, dejando a los demás algo confusos.


 


—¡Au! ¡Au! Espera, Takaocchi —el pelinegro seguía caminando y arrastrando a Kise hasta ver que se habían alejado lo suficiente de la escuela—. ¿Qué te ocurre?


 


—¿Lo viste, a ese hombre? —preguntó el sin mirarlo a los ojos.


 


—¿Te refieres a el novio de Kurokocchi? Pues sí, todos lo vimos.


 


—Sus ojos, Kise… sus ojos…


 


—No entiendo, Takaocchi.


 


Takao se perdió un momento en su cabeza, evocando aquel recuerdo que nunca olvidaría. Fue en sus vacaciones hace casi cinco años, aquel caluroso verano, aquella noche sin luna y aquel muchacho bajo la luz de una farola. Era muy tarde, él se había quedado jugando basket con los chicos de aquella ciudad, se le había hecho muy tarde y corría frenético por aquellas solitarias calles, aun no conocía del todo el camino a casa.


 


Fue ahí cuando lo vio.


 


Estaba tumbado contra la pared, la sangre escurría de su labio inferior y un moretón adornaba su pómulo izquierdo. Pudo haber seguido su camino, pudo haber tomado otra dirección, pero no lo hizo. Sacó una botella de agua y un pañuelo de su bolso. El chico no lo miraba, parecía no estar consciente de que alguien estaba frente a él ayudándolo hasta que sintió la humedad, el frío, que se alojaba en su labio.


 


—¿Estas bien? ¿Quién te hizo esto? —pero el chico no contestó, solo se quedó mirándolo—. Oye, si estás muy mal debes ir al hospital en vez de quedarte aquí y pescar un resfriado. ¡Debes cuidar tu salud!


 


El chico le regaló una diminuta sonrisa, entonces Takao pudo apreciar mejor al chico. Era hermoso pero sus ojos estaban vacíos, muertos. Era un chico roto. Estaba hablándole a un cascaron vacío de vida y esperanzas, no había nada allí tras esa mirada.


 


—B–Bueno —dijo carraspeando su garganta, de alguna forma estaba asustado—, ya me escuchaste, es mejor que vayas con un medico rápido.


 


Takao se dispuso a irse, no queriendo verse involucrado con ese chico, pero una fría mano se afianzó de su muñeca con fuerza, tirando de él. En un abrir y cerrar de ojos, Takao estaba contra la pared siendo besado y abrazado por aquel chico. Intentó zafarse pero no pudo, no era tan fuerte. Sentía como la lengua de aquel chico recorría toda su cavidad, tiraba de su lengua y masajeaba su paladar.


 


—¿Podrías quererme? —preguntó el chico luego de terminar el beso, apoyando su cabeza en el hombro de Takao.


 


El pelinegro quedó boquiabierto al escuchar esa proposición. ¿Quererlo? ¿Quererlo en qué sentido?


 


Su cuerpo se estremeció notablemente y lo apartó.


 


—L–Lo siento, yo… ¡Yo ya tengo a alguien! —dicho esto, salió corriendo no sin antes haber visto la expresión del chico; parecía dolido, desilusionado, como si aquellas palabras hubieran firmado su sentencia de muerte.


 


Takao jamás olvidara ese momento, ese encuentro, y las muchas veces que ese chico se detuvo al otro lado de su calle, mirando hacia su ventana como si añorara entrar a su habitación y abrazarlo otra vez. Tampoco olvidaría el terror de tener a alguien tan dependiente de él muy cerca.


 


—Kuro–chan —dijo volviendo a la realidad, deshaciéndose de aquel recuerdo— debería tener cuidado con él.


 


Kise no entendió lo que decía su amigo, pero un mareo hizo que ambos se olvidaran de la anterior preocupación para concentrarse en la salud del rubio.


 


 


 


 


 


La habitación estaba tenuemente iluminada con los pequeños rayos que se filtraban por las cortinas de la ventana, no era para nada cálido pero no tenían otra opción a parte de ir a un hotel. Estaban desesperados por tocarse, desesperados por estar unidos, desesperados por estar seguros en donde nadie pudiera juzgarlos con la mirada y el pensamiento.


 


Odiaba las miradas de reconocimiento que algunos hombres le habían dado en la calle, odiaba saber que su cuerpo no pertenecía únicamente a la persona que amaba pero su alma y su corazón si, y eso le bastaba para seguir adelante sin importarle nada.


 


Sus manos se movían desesperadas por el cuerpo de Tetsuya, reconociéndolo, mimándolo. Ya no habían moretones ni magulladuras en su nívea piel, ya no había dolor. Sus bocas no se separaban por muchos segundos, los besos eran largos, dulces y placenteros. La ropa rápidamente estuvo regada por el suelo, ellos ahora estaban desnudos devorándose en todos los sentidos. Reo clavaba sus uñas en la espalda de su amante, las embestidas eran feroces, pasionales. Por fin podía disfrutar plenamente del sexo, sin nada que lo molestase o irritase. No necesitaba usar protección con Tetsuya, podía ser plenamente libre con él.


 


—Termina… ahh… adentro —articuló cerca de su oído. Los brazos de Tetsuya se tensaron a su alrededor, la intensidad de las embestidas aumentaron y pronto se vio rodeado de una nube de éxtasis.


 


Ambos quedaron tendidos en la cama con la respiración agitada y sus cuerpos sudorosos. La cabeza de Reo descansaba en el pecho de Tetsuya, escuchaba como su corazón latía acelerado pero su cabeza estaba en otro lado.


 


—¿Qué ocurre, Tetsu–chan? —tomó su rostro acariciando sus mejillas sonrosadas.


 


—¿Esto es un sueño? —contestó con otra pregunta pero, esta vez, lo veía a los ojos con un extraño brillo en ellos—. ¿De verdad estas a mi lado?


 


—Sí, mi amor. Siempre voy a estar aquí para ti, siempre voy a amarte —le dijo besándolo, devorando sus labios con deseo.


 


—Te amo, Reo–kun. Te amo con toda mi alma —dijo casi con desesperación, sus piernas se enredaron en la cintura del mayor atrayéndolo así más a su cuerpo.


 


—Yo también te amo y nunca voy a dejar de hacerlo —contestó a su cuasi suplica. Tomó sus delgadas piernas que lo aprisionaban y las subió sobre sus hombros, dirigiendo así su miembro a la entrada del peli celeste penetrándolo lentamente—. Eres mío —susurró roncamente—, completamente mío.


 


Tetsuya se dejó hacer sumiso, se olvidó que debía cuidarse, se olvidó de Kagami que de seguro lo esperaba afuera del hotel. Se olvidó que en casa su madre y Akashi lo esperaban. Solo se dejó llevar por la pasión y el amor que le tenía a Reo, su Reo.


 


 


 


 


Takao daba vueltas en la sala de su vacío departamento, el que compartía con Midorima. Estaba preocupado, primero por su novio que desde hacía dos horas debía estar en casa pero aun no llegaba; también estaba su preocupación por el estado de Kise, no quería que su presentimiento se volviera realidad y por ultimo estaba Kuroko, esa relación que tenía con aquel hombre le perturbaba un poco.


 


El pelinegro se dijo que no era de su incumbencia lo que pasara con ellos pero, aun así, temía por su pequeño amigo. Aquellos ojos, aquella mirada, jamás podría olvidarse de esa sensación. No quería imaginarse a su amigo envuelto en una relación toxica y dependiente.


 


Su teléfono sonó trayéndolo de vuelta a la realidad. Lo tomó rápidamente pensando que era Midorima pero resultó ser Kise, extrañado por la repentina llamada solo atendió.


 


—¿Moshi moshi?


 


Me engañó —la voz de Kise se proyectó ronca, nasal, ahogada. Takao abrió los ojos de la impresión pero antes de poder decir algo el rubio continuo hablando, ahora completamente presa del llanto—. ¡Lo odio! ¡Aomine Daiki me estuvo engañando todo este tiempo!

Notas finales:

¿Alguien se esperaba esto? :o

Ahora, ¿que pasará con Aomine y Kise?

¿Les sorprendió el pasado de Takao? ¿O el de Nijimura?

Las cosas se pondran interesantes a partir de ahora. Un beso y un abrazo, nos vemso en la proxima /o/

 

No se olviden que los reviews alimentan mi alma<3


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