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Somos Hermosos por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!! Espero que se encuentren muy bien y que todos sus deseos se estén cumpliendo :)

Bueno, aquí les traigo un nuevo capítulo, espero que les guste :)

UNA PREGUNTA

¿Saben? Me gustaría saber cómo reaccionan cuando les agreden, ¿son de esas personas que se defienden? ¿Los que piden ayuda? ¿O simplemente se quedan perplejos y no hacen nada?

CAPITULO V: El romance de Andrés.

Todos mis angelitos terminaron bajo tierra, producto de la venganza de una mujer despechada. Mi papito termina de tapar aquel agujero, para luego observarme detenidamente por un par de minutos. -¿No te da vergüenza llorar como nenita siendo tan grande ya?- Me reprocha luego de su inspección, un tanto ofuscado por mi debilidad. Desde siempre ha detestado que lleve animales a casa, aunque terminaba aceptándolos, como lo ha hecho con mis nuevos amigos. –Además igual no murieron todos, ese de ahí sigue vivo…- Dice antes de entrar a la casa. Al voltear me encuentro con la mejor de las imágenes, a mi adorado Puchi caminando tristemente hacia mí, debe estar sufriendo mucho debido a la pérdida de sus amigos. Espero hasta que llega a mi regazo para refugiarse en mis brazos temblorosos, esos que se han desprovisto de toda fuerza debido a la conmoción.

Supongo que sucedió lo mismo de siempre, que mi pequeñito intentó competir con los otros perros por un poco de comida, solo que debido a su tamaño no logró alcanzar ni siquiera una miga. Por lo poco que he escuchado a lo lejos, Margarita lanzó un pedazo de carne envenenada y esa fue la causante del deceso de  mis mascotas. Tal parece que todos en el barrio piensan que Leandro y yo mantenemos una relación clandestina, que soy una mala persona que anda destruyendo hogares bien constituidos. Ahora además de tonto y gordo, soy un libertino, un hombre de dudosa reputación.

No como en la cena, me voy directo a mi cama y es que la tristeza impide que se desate mi gula. Por más que lo intento, no logro conciliar el sueño, las imágenes de mis paseos junto a mis perritos hacen que me acongoje, que los extrañe como un padre a sus hijos. Al rato siento la puerta abrirse, la luz ingresa a la habitación levemente y con ella, una figura petiza. –Últimamente me sudan mucho los pies y me apestan horrible… Huele, es asqueroso…- Es lo que dice justo antes de posar sus pesuñas en mi nariz, dejándole oler el hedor que emana de sus calcetines. Intento alejarme de ellos, solo que Leandro insiste en que compruebe su problema corporal. ¡Me dan unas ganas tremendas de golpearle! Sinceramente este sujeto logra que se genere ira en mi interior, cosa que nadie más había logrado en treinta años. Le empujo fuertemente, logrando derribarlo y dejarlo sobre la otra cama. –Eres muy desagradable. Ya es bastante el que tenga que soportar tus ronquidos, como para ahora tener que oler tu pestilencia…- Le increpo despojado de mi cordura, iracundo al ver lo inoportuno que se comporta el individuo. –Quería hacerte reír, pero supongo que todavía no sé cómo hacerlo… Aunque el verte enojado es mucho mejor que contemplarte llorando…- Replica increíblemente serio, como si buscara las palabras precisas para decirme, indagando un tanto nervioso mis reacciones. Como no puedo contener su mirada, decido esconderme entre mis frazadas nuevamente e intento dormirme. Por un momento me sentí desnudo, un tanto débil ante el corpulento de baja estatura. ¿Quién se cree? ¿Esa es su forma de intimidarme? ¿O hablaba en serio?

Enojado pude dormir hasta que el reloj marcó las cinco de la mañana. Me levanto a tientas, abriendo apenas los ojos debido al adormilamiento. Todo mi cuerpo pesa y es que me siento extenuado, tal como si mil rinocerontes hubiesen caminado sobre mi espalda. Camino hasta el baño cuando veo que la luz de ese cuarto se encuentra prendida. ¿Quién se ha levantado a estas horas? Me pregunto antes de abrir la puerta. Resulta que mi madre se encuentra sentada en el inodoro, con la cabeza tan gacha que logra tocar sus rodillas con la frente. A su lado tiene una botella de vino y en la otra, los restos de un cigarrillo fumado hasta el filtro. Supongo que estaba tan ebria que no pudo levantarse y se quedó dormida allí.

La despierto zamarreándola, logrando que abra sus ojos al rato. -¿Qué haces en mi pieza?... ¿Y tu padre?  ¿Dónde está?... ¿Por qué tengo el trasero tan frío?- Se encuentra totalmente desorientada, así es que le ayudo a levantarse las ropas y la dirijo hasta su cama, donde mi papito está durmiendo plácidamente, sin darse cuenta que su esposa ni siquiera durmió a su lado. En estos momentos me siento como si doña Carmen fuese mi hija, a quien debo cuidar y proteger debido a su fragilidad. La vida es así, en algún momento quienes te resguardaron necesitan que tú los salves, todo es un ciclo.

Luego de limpiar el despacho del doctor Eguiguren en la mañana, llego al centro comercial para comenzar con mis labores. Tras ponerme mi overol y sacar mis instrumentos de trabajo, salgo a los pasillos para eliminar la suciedad que aquellos cerdos crean. Estoy en eso cuando veo a lo lejos una silueta conocida. Aquel cabello castaño tan largo lo reconozco de inmediato, su figura menuda y esa piel tan pálida no pueden ser de nadie más si no que de la princesa de mi Andrés. ¿Debería hacer algo para juntarlos? ¡Madre mía! Eso no se pregunta, obviamente debo hacerlo. –Disculpa, no me conoces, pero sé que hay un chico de muy buen corazón que está enamorado de ti… ¿Podrías darle una oportunidad?- No, sonaría demasiado desesperado, como si buscara que le hiciera un favor a mi bebé. –Tú vienes conmigo, yo te presentaré a tu alma gemela.- Sería suficientemente grosero como para que llamara a la policía y no puedo caer preso, a los hombres como yo siempre los violan ahí adentro. Aunque con lo feo que soy, dudo que alguien quiera hacerme ello… De todos modos, mi madre siempre me ha dicho que no falta el desesperado que se coge hasta a los seres más horrendos. ¿Por qué Alberto no fue de esos? ¿Cómo estará? ¿Se habrá hecho millonario allá donde viven los canguros?

¿En qué estaba? Ah sí, debo buscar una forma de unir a la castaña con Andrés. –Soy el vidente Mepicaorejitaitengopipi y logro ver en su aura, que el amor de su vida se encuentra cerca… cerca como en la tienda quinientos ochenta y tres, pregunte por Andrés… Además puede llevar gratis una crema exfoliante por la compra de cualquier toalla de playa. Promoción válida solo hasta el viernes veintiuno, no sujeta a modificaciones ni demandas. Todos los derechos reservados por el dueño de la tienda. De ocurrir terremoto no hay desembolsos…- Ay mierda, ya me perdí.

De pronto me percato que una señora me observa detenidamente, con los ojos abiertos a más no poder, sorprendida con algo que todavía no entiendo. Es una mujer tan delgada que un palo de escoba tiene más carne, con una inclinación evidente hacia adelante, lo que provoca una prominente joroba en su espalda. Yo no soy la persona más bella, de hecho soy horrendo, solo que ella me gana, es lejos el ser que más mal parado estuvo en el reparto de la gracia de Dios. Auch, eso fue demasiado católico para mi gusto. –Oh vidente, siempre he esperado esta revelación… ¿Así es que aquel Andrés es mi príncipe azul? Entonces correré inmediatamente para encontrarle… Ah no, primero me depilaré el bigote… y me compraré ropa más ceñida al cuerpo… un calzón también, el que llevo ya está roto… ¡Por fin la vida me sonríe!- Veo a la mujer esquelética saltando como conejo en pradera.

¿Estaba pensando en voz alta? ¿Entonces la señora cree que esas palabras iban dirigidas a ella? Pobre de mi bebé, ahora tendrá que soportar los coqueteos de la fea. Esperen, ¿y si todo es parte del destino? ¿Y ella es realmente la mujer de su vida? Pienso en esa posibilidad por un momento, mientras sigo trapeando los pisos. ¡A la mierda! Mi muchacho se merece un mejor prospecto. Decidido a impedir aquella profanación, corro hasta la tienda donde trabaja para advertirle del peligro en el cual se encuentra.

¡Santa cachucha! He llegado demasiado tarde y es que el ataque del troll ya había comenzado. Detengo mi trote frente a las vitrinas de aquel local, a unos cuantos pasos de aquel espectáculo. La señora sin carne tiene entre sus brazos a Andrés, agarrándolo con tanta fuerza, que el pobre no puede huir. Con sus labios con pelitos, intenta besar la virgen boca de mi niño, quien busca por todos los medios de impedir aquella aberración. –El vidente lo ha dicho, tú eres mi hombre… Nuestro amor será recordado por generaciones… ¿O acaso te complica que sea un poquito mayor? Pues eso no importa, a mis sesenta me conservo como una colegiala… ¿a qué si?- Dice la desesperada mujer, intentando convencerlo. ¿Qué hago ahora? ¿Cómo arreglo este embrollo?

Un grupo de clientes rodean la escena, sorprendidos por la pasión que la señora expresa. ¡Esperen! Entre ellos se encuentra la castaña, la chica de la cual está enamorado mi Andrés. ¿Qué hace aquí? La contemplo embobado, deseo indagar en sus facciones qué siente al ver que mi muchacho es acosado por la anciana. La joven simplemente agacha la mirada y en vez de seguir su camino, da media vuelta y se marcha lentamente. ¿Está triste? ¿Eso quiere decir que ella también se siente atraída por el rubio? Esa violación pública pasa a segundo plano, ahora me concentro en seguir a la chica, no puedo desperdiciar esta oportunidad, es la perfecta para juntarlos.

-Disculpa, ¿puedo hablar contigo?- Le digo antes de posarme frente a ella, impidiéndole que continúe. Sus grandes ojos negros quedan perplejos ante mi petición. ¡Odio me que vean tan detenidamente! Siento que escudriñan en mis defectos, que en sus mentes están riéndose de lo feo y tonto que soy.  De todos modos me controlo, olvido mis miedos y me centro en Andrés, quien realmente necesita mi apoyo. –No es por ser entrometido, solo que… te he visto mirar al muchacho rubio de allí y me di cuenta que algo sucede en ti al contemplarle… ¿Será que te gusta?- Trato de ser directo y es que si nos demoramos mucho, la delgaducha se comerá a mi niño. De pronto todo el rostro de la castaña se ruboriza a tal punto, que un tomate parece verde a su lado. ¿He acertado? ¿Eso quiere decir que su amor es correspondido?

Caminamos hasta la tienda, allí donde Andrés sigue en los brazos de esa señora desesperada. –Disculpe… resulta que… que… él… es mi… mi… no… no… novio…- Tartamudea quien resulta llamarse Ángela. La convencí que debía rescatar a su amado, ya que él le correspondía. La castaña es muy tímida, su voz es baja y sus movimientos delicados, como una pequeña liebre que se asusta al ver a un humano. Con su tierna voz increpa a la de bigotes prominentes, quien queda impactada al saber que su príncipe azul tiene una supuesta relación. -¿Eso es verdad? ¿Me estoy entrometiendo en un noviazgo?... Oh por Dios, mi vida amorosa es siempre tan atormentada… Ambos hacen una bella pareja… Lo siento Andrés, tendré que dejarte ir, no quiero que esta pequeña pierda las esperanzas en el amor. Sé que será difícil olvidarme, y espero que algún día puedas mirarme como una amiga, no solo como un objeto sexual como lo has hecho hasta ahora… Adiós mi príncipe, jamás te olvidaré…- Sentencia la esquelética antes de marcharse, secando sus lágrimas con un pañuelo, como viuda en funeral. Si yo estoy loco, ésta me gana por tres manicomios.

-¿Tu novio?... ¿En serio quieres que seamos eso?- Le pregunta mi bebé a Ángela, luego que toda la confusión se disipa. Desde lejos veo como ambos disminuyen lentamente la distancia entre sus pieles, para finalmente abrazarse tiernamente, como dos niños enamorados. ¡Tengo ganas de llorar! Y es que eso es tan hermoso, como postal de Paris. Los espío detrás de un basurero durante unos minutos, mientras ellos simplemente se abrazan, sin siquiera decir una mísera palabra. ¿Tanto me esforcé por unirlos y ni siquiera me regalan un besito? ¡Santa cachucha! Yo quería ver la lengua de mi Andrés rozando la garganta de la castaña por lo menos.

Sigo con mi trabajo, dichoso de haber unido a dos almas puras, a dos corazones enamorados. Con un paño disipo el polvo que se ha guardado entre las rendijas de los barandales. Mi cuerpo se siente pesado  y es que tengo mucho sueño. Mis ojos comienzan a cerrarse involuntariamente, cuando de pronto veo a alguien llorando en las escaleras de emergencia. Me rompe el corazón al darme cuenta que se trata de la anciana que acaba de acosar a Andrés. ¿Debería consolarla? De hacerlo ella se enojaría conmigo, más que mal la engañé haciéndome pasar por vidente. O eso cree ella y es que solo estaba pensando en voz alta.

La observo desde lejos, mientras recuerdo mis pensamientos. Ella es la fea, la esquelética, la de bigote, labios peludos, la que tiene joroba. ¿Acaso no ha debido vivir lo mismo que yo? En mi caso es la piel morena, la gordura, la nariz grande, los ojos de ratón. ¿Será que los feos no tenemos derecho a ser felices? Me he portado mal con ella y debo disculparme. –Lo siento, todo fue mi culpa…- Le digo acongojado mientras me siento a su lado, en medio de la escalera que nunca nadie utiliza. La señora seca sus lágrimas con sus manos, antes de observarme para responder a mi disculpa. –Yo fui la tonta que te creí… Pensé que todo sería como una película romántica y que por fin llegaría el hombre de mi vida. Llevo sesenta años esperándole y creo que ya no llegará… ¿Será que las ilusiones que he imaginado todo este tiempo es lo único que tendré de amor?- Se sincera a mi lado, mientras me siento cada vez más miserable, no porque le haya dado falsas esperanzas, sino debido a que su historia es muy parecida a la mía. ¿Por qué seguir enamorado de Alberto si el jamás me corresponderá? Tal vez ni siquiera vuelva a verle. No me doy cuenta cuando comienzo a llorar.

–No llores, no tomes en cuenta mis palabras, solo ha sido un exabrupto… Seguimos vivos y mientras lo estemos, continuamos en competencia… Me mantendré buscando al amor de mi vida hasta que me muera, aun cuando tenga ochenta años, no descansaré hasta encontrarlo… y tú debes hacer lo mismo. No te rindas… ¿entendido?- Aquel cuerpo que creí esquelético, es el suave colchón que me protege mientras sollozo. La mujer me consuela como si fuese su retoño, abrazándome y acariciando mi cabello oscuro. Ella tiene razón, mientras tengamos vida debemos luchar. Si tú no vienes hacia mí, yo iré hasta Australia… Alberto. Claro, cuando pueda ahorrar un poco de dinero para el vuelo en avión… después de la operación de Andrés, tras arreglar la casa de mis padres… tras pagar la deuda de Orlando… luego de curar de adicción a mi mamita… Después de… Algún día iré, aunque me tome treinta años más.

Me seco las lágrimas con optimismo, todo gracias a la anciana que tan gentilmente me ha consolado. –Eso quiere decir que estás soltero ¿verdad?... Tal vez todo esto es una jugada del destino para juntarnos… ¿No crees que debemos intentar enamorarnos?- Dice de pronto la delgada mientras toma mis manos, con la única intención de acariciarlas. Me deja congelado debido a aquel cambio tan drástico. Está bien que quiera buscar a su enamorado, solo que no puede hacerlo conmigo. ¡Jamás! –A mí me gustan los hombres musculosos, rubios de ojos claros, con rostros delicados… y tú, bueno… no eres nada de eso. ¿Pero qué importa? Te amaré de todos modos, porque eso significa una relación ¿no?- Continúa a la vez que acerca su rostro al mío, si no detengo esto ahora, me besará irremediablemente. –No… no… es posible lo… nuestro… es que yo soy… gay… me gustan los hombres…- Trato de zafarme de su agarre, confesándole la verdad. -¿Cómo sabes que no puedes estar con una mujer? ¿Alguna vez lo has intentado?- Increpa apretando aún más mis manos, como si quisiera convencerme a la fuerza que debo aceptar un idilio con ella. Si no corro ahora, ésta me caza. –Mire, ahí está Brad Pitt…- Le digo apuntando a lo alto de la escalera. Para mi suerte, la mujer cae en la trampa y al estar desprevenida, arranco como amante luego de llegar la esposa a casa. No, no… no soy tan buena persona como para ayudarla en eso, que se las arregle sola.

Termina mi jornada de trabajo y me dirijo directamente a mi casa, deseo tumbarme en mi cama para dormir plácidamente. Eso quería, porque cuando llego me encuentro con una sorpresa. Leandro ha sacado al patio todos los muebles del comedor y es que está colocando un nuevo suelo de madera en la casa, uno tan bonito que hasta brilla como el sol. –Mira Janito, el chiquitito se comprometió a arreglar nuestra casa, dijo que no descansaría hasta que pareciera un palacio… Viste, te conviene casarte con él y vengarte así de la zorra de Margarita… Por esas casualidades, ¿no me trajiste un poquito de vino?- Se acerca mi mamita para contarme las novedades. Me quedo embobado viendo como el sujeto de espalda ancha y grandes manos trabaja diligentemente, hermoseando lo que siempre ha sido un desorden. ¿Por qué lo hace? ¿Será que es su forma de pedir disculpas luego que su esposa matara a mis mascotas?

Por largos minutos estoy parado afuera de la casa viéndole trabajar, como si fuese el espectáculo más hermoso de este mundo. Hubiese seguido en ello, si no fuera porque unas manos jalan mi cabello y me dejan caer estrepitosamente al suelo. –Contigo quería hablar, maricón de mierda… ¿no podías buscarte a otro hombre? ¿Tenía que ser el mío?... Te prometo que no te dejaré en paz nunca…- Son las palabras que Margarita me dice, sentada sobre mí, a la vez que me golpea con sus manos de chocolatera.

La veo agredirme mientras me paralizo, como siempre ha sucedido. Nunca he podido defenderme, cada vez que alguien intenta hacerme daño, simplemente me quedo quieto, esperando a que pase rápidamente el dolor. Es como si creyera que me merezco que el resto se aproveche de mi debilidad, como si supiera que por más que me defienda, jamás podré ganarle a nadie. Las manos de la mujer siguen dañándome hasta que escucho unos ruidos detrás. -¡Detente! ¡No le sigas haciendo daño!- Son los gritos de Leandro mientras toma a su esposa por las cintura para alejarla de mí. Tras un fuerte enfrentamiento, Margarita se aleja de mi rostro y encara a quien la ha abandonado. -¿Por esta mierda me dejaste? ¿Por esa cosa te olvidaste que tenías tres hijos? Pensé que eras un hombre de verdad, pero solo eres un maricón… Me vengaré de esta humillación, te lo prometo…- Y luego de proferir insultos, gritando como una demente, la mujer se marcha, siendo vitoreada por todos nuestros vecinos, quienes no ven con buenos ojos que el hombre esté viviendo en mi casa.

Me encuentro en el suelo, recibiendo las miradas acusadoras de todos quienes nos rodean, los que murmuran un sinfín de especulaciones sobre la desvergüenza que poseo. Trato de levantarme un tanto adolorido, cuando siento los brazos de Leandro abrazarme fuertemente, entregándome todo el calor que su piel puede producir. Nunca alguien me ha confortado, jamás me habían defendido de un agresor, ni siquiera mis padres, los que siempre preferían preocuparse por Orlando o Pilar. Siempre que me golpeaban en el colegio, o en los trabajos que he tenido, prefería esconderme en algún rincón apartado y oscuro, donde llorar tranquilamente para que nadie siguiera burlándose de mí. Ahora debería hacer lo mismo, solo que este sujeto no me suelta por nada del mundo, haciendo que me sienta débil y miserable, que quiera llorar en frente de todos nuestros vecinos, aun cuando deteste que me vean sollozar. ¿Por qué es tan cálido sentirse protegido? ¿Por qué siento tanta tristeza al sentir el latido de aquel corazón? –Lo siento… tendría que haber estado a tu lado cuando llegó Margarita… Perdóname por no haberte defendido…- Murmura Leandro a mi oído, haciendo que toda resistencia se desvanezca y llore como hace mucho no hacía, aún más fuerte que ayer, cuando mis perritos murieron. ¿Por qué este petizo me confunde tanto? Deseo pegarle, siendo que luego estoy a salvo en sus cálidos brazos. 

Notas finales:

Gracias por leer....

Respondiendo a la pregunta que les he hecho a ustedes, pues de la misma forma en que ha reaccionado Alejandro en la historia, así mismo suelo comportarme... No soy capaz de actuar, simplemente me paralizo y pienso en lo débil y estúpido que soy u.u ¿Lo bueno? Es que no me han agredido hace muuuuuucho tiempo :3


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