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Somos Hermosos por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!! Espero que se encuentren muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo....

 

Bueno... hace mucho quería comentarles que tengo una página en Wattpad :D y que he subido parte de las historias que tengo aquí... por si quieren leerlas nuevamente y es que me han dicho que por ahí es más cómodo xD además que subo una historia cortita... con un personajes parecido a Renato... SOLO QUE NO ES RENATO jajajjajaja :P

 

>>DESAFIO<<

Bueno... en vez de preguntar algo, quiero desafiarlos xD 

El primero que adivine mi signo del zodiaco le daré la oportunidad de CREAR UN PERSONAJE en esta historia.. ok, quizás no sea la gran cosa... solo que soy pobre y vivo lejos de alguno de ustedes e.e y no puedo entregar más jajajaj eso.... bueno e.e si no les importa.... me daré cuenta xD

 

A leer!!!!

CAPITULO VII: No puede ser todo una mentira.  

¿En qué finalizó la gresca entre mi mamita y Margarita? Pues, es difícil de relatar y es que acabó separándolas la policía. Como era de esperar, la ex esposa de Leandro, se hizo la víctima y quién terminó tras las rejas fue doña Carmen. –Voy a salir y te voy a sacar los pocos pelos que te quedan…. Porque eres puta, ¡¡¡Puta!!!- Gritaba desesperada la anciana mientras dos oficiales se la llevaban a la patrulla, moviendo sus piernas delgadas, desfigurando su tierno rostro ante la impotencia de ver la satisfacción de aquella víbora. ¿Qué debía hacer? No podía dejar que se llevaran a mi amada madre, tal vez qué cosas le sucederían tras las rejas.

-Discúlpame…- Es lo que le dije a la chocolatera cuando me acerqué. Me observó extrañada, sin entender qué me guiaba a decirle tal palabra. -¿Qué? ¿Quieres que impida que se lleven a esa vieja loca?- Bufó antes de enmarcar en sus labios una sonrisa burlesca, alegrándose de nuestro sufrimiento. –No…- No pude más que responder ello y es que todo mi cuerpo temblaba ante la idea que había cruzado por mi cabeza. ¡Fortaleza! Es todo lo que repetía en mi mente, no era un paso fácil, tan solo que debía proteger a mi mamita. Respiré hondo y acto seguido, golpeé con todas mis energías la mandíbula de Margarita. Fue tal el impacto, que vi como las piernas de la mujer se elevaban por los aires antes de caer estrepitosamente al suelo. No tenía otra opción, debía lograr que la policía me llevara a mí también, así podría acompañar a doña Carmen.

-¡Eso es Janito! Ahora móntate sobre ella y golpéala con esa piedra… No… no, mejor anda a buscar un cuchillo a la cocina… ¡¡Descuartízala!! ¡¡Quiero ver sangre!!- Respondió mi madre ante el espectáculo que había hecho. Acto seguido, fue a mí a quien llevaron a la patrulla, mas no hice escándalo, había conseguido lo que buscaba.

Ahora me encuentro en una comisaría, pasando la noche en la misma celda que un regordete de brazos tatuados y vellos en el pecho, junto a un ladrón con un tajo recién hecho en el rostro y por último, un extranjero cuyo único pecado es haber entrado indocumentado al país. Doña Carmen está en la celda de al frente, donde dejan a las mujeres. –Nunca he tenido una amiga prostituta… ¿Es cierto que no les gusta lo que hacen?... Cuando joven tenía las tetas igual de paradas que las tuyas, solo que las mías eran reales. Éstas son de plástico… mira, si ni se mueven…- Es lo que dice la anciana mientras le da palmaditas a los senos de una meretriz, una de las tantas que se encuentran allí detenidas por realizar su trabajo en la vía pública.

La noche ya ha caído y en este cuarto de concreto con barrotes, el frío comienza a atacar. –Necesito dormir abrazando a alguien… ¡Tú! El gordito, ven aquí que te usaré de almohada…- Grita el tatuado de abundantes vellos corporales. Volteo solo para comprobar que es a mí a quien llama. ¿En qué me he metido? ¿Qué me quiere hacer aquel mastodonte? Tengo miedo. –Mamita…- No puedo decir nada más, aferrándome a las barras de acero que me separan de doña Carmen. –Tú no te preocupes… Solo relaja el culo y abre bien las piernas. Yo te vigilaré desde aquí… Recuerda, por nada del mundo le muerdas el pepino cuando te lo meta por la boca…- Responde luego mi madre, como si estuviese dándome consejos de cocina. –Todavía recuerdo mi primer anal… no pude pararme erguida por una semana…- Comenta alegremente una de las prostitutas, dando inicio a una conversación en la celda de al frente, mientras yo soy secuestrado por el humano peludo.

Pasa la noche y despierto con todo el rostro babeado, es que el hombre que me usó como almohada, duerme con la boca abierta. Y eso no es todo, ya que sus ronquidos retumbaban en mi oído como gritos de bestiales lobos salvajes. No pude dormir nada y lo único que deseaba era salir pronto de prisión, espero que haber golpeado a una vecina chismosa, no tenga una pena muy elevada.

-Quedan libres, aunque con prohibición de acercarse a la afectada… Caso cerrado.- Es la sentencia que da el fiscal a cargo. Como si quisiera aproximarme a esa víbora, creo que finalmente se ha acabado la pesadilla y para ser sincero, fue en vano pasar una noche en prisión. Mi madre parecía más en una pijamada que presa. Con las meretrices conversaron durante largas horas, dándose consejos de cómo cuidar sus pieles, qué cortes de cabello les convenían más, culminando con un montón de relatos privados que jamás quise saber. –A mi esposo antes le gustaba que me disfrazara de monja, porque cuando pequeño asistió a una escuela de religiosas y desde ahí, quiso cogerse a una…- Son las palabras que se han quedado grabadas en mi memoria, las mismas que pronunció doña Carmen anoche, hablando de mi padre.

Salimos de tribunales con la satisfacción de volver a estar en libertad y de cierta forma, alegres por no poder acercarnos a la serpiente venenosa de la ex esposa de Leandro, quien también fue a acompañarnos. En realidad fueron todos mis amigos, desde Andrés hasta Jacinto, incluso doña Bernardita, la dueña del almacén del barrio. –Aunque no seas muy guapo, me gustó dormir contigo anoche… Cuídate…- Fue lo que me dijo el tatuado al encontrarme con él a la salida del edificio de justicia. Y todos quienes me rodeaban quedaron perplejos, creyendo historias que jamás sucedieron. –Entonces… eso… quiere decir… ¿te hicieron algo ahí adentro? ¿Se aprovecharon de ti? ¿Estás bien?- El esposo de Margarita lleva sus dos manos a mi rostro con tal de indagar claramente en lo sucedido. Debo reconocer que se ve realmente preocupado, por lo que le respondo que me encuentro en perfectas condiciones, tomando en cuenta que no me hirieron ni violaron, como se había imaginado mi mamita. -¿Entonces es tu amante? ¿Te gustan ese tipo de hombres?- El petizo se aleja un poco, mostrando ofuscación ante sus deducciones paranoicas. No tengo ánimos de combatir contra el enano, por lo que decido seguir con mi rumbo, añoro de sobremanera mi camita.

Tras dormir plácidamente, despierto con la sensación que alguien me necesita. Recién en este momento me acuerdo que Ángela se ha enterado que Andrés nació como mujer. ¿Qué habrá sucedido? ¿Ella lo habrá aceptado tal cual? Camino hasta la habitación que comparte con Leandro y le encuentro tendido en la cama, mirando fijamente un punto de la existencia que para nadie tiene importancia. -¿Está todo bien?- Pregunto mientras me siento a su lado, llevando mis manos a su cabello. Le acaricio grácilmente, esperando que no me diga que todo se ha acabado con su enamorada. –Sabía que esto sucedería. Ella es perfecta y jamás se interesaría de un anormal como yo…- Termina diciendo luego de unos minutos de espera. Cálidas lágrimas mueren en la tela de mi pantalón, luego de llevar el rostro de mi niño a mis piernas. No tengo palabras para consolarle, en este momento me siento miserable al no ser inteligente, al sentir que mi cerebro no es capaz ni siquiera de formular palabras que le consuelen.

-¿Alguna vez te has enamorado?- Pregunta de pronto el rubio. Todo lo que viene a mi mente es la imagen de Alberto, aquel rostro juvenil, esa ropa del chico que trabajaba en el supermercado. Suspiro hondo antes de contestar. –Nunca se lo había comentado a nadie… cuando tenía más o menos tu edad, conocí a un chico fabuloso. Era tan inteligente y a la vez tan atractivo… fue la primera persona que quiso ayudarme a hacer amigos… y él fue el primero de todos. Con él supe lo que era escuchar las penurias de un camarada, ayudarle y sufrir cuando él estaba apenado… Claro que nunca se llegó a interesar en mí, simplemente fui yo quien se enamoró… quien lo imaginaba besándome, caminando tomados de las manos por el parque… viviendo juntos hasta convertirnos en ancianos. Él tuvo que irse a Australia hace muchos años, pero me prometió que volvería para ayudarme… Desde su partida que le espero y siempre lo haré… porque le amo.- Termino apenado, hablando del más grande de mis secretos. Andrés solo se queda callado, debe estar pensando en su enamorada, esa que le rechazó por enterarse de la verdad. ¿Qué importa lo que tenga entre sus piernas? Si realmente se querían, no debería existir esta separación.

Tras tanto acariciar su cabello, mi niño se queda dormido. Lo arropo lentamente para que pueda descansar. Debe estar destrozado, con el corazón roto. Ahora más que nunca debo esforzarme para lograr que el doctor Eguiguren le opere, no importando que sea el esposo de mi hermana Pilar, omitiendo que a quien por tantos años admiré, Orlando, sea en realidad un estafador. –Eso es lo que se sufre en la juventud…- Aparece de pronto la voz gruesa de Leandro a mi espalda, quien ha estado observándonos quizás desde hace cuánto tiempo. –Eso sí, cuando llega el amor… se siente siempre igual… no importando qué edad tengas.- Sigue con sus frases filosóficas mientras me retiro de la habitación. No tengo ganas de hablar con él, prefiero ver un poco de televisión.

Busco escapar del cuarto cuando los brazos fuertes del petizo me cortan el paso en el umbral. Me observa detenidamente, mientras intento mirar a lo lejos, sin siquiera voltear para encararle. Su rostro se acerca al mío lentamente, aun cuando la diferencia de estatura es un impedimento. Siento su respiración morir en mi cuello, cómo inhala aquello que es mi aroma y no deja de hacerlo por un buen rato. –Mi pieza estaba en el segundo piso y desde ahí, veía el cielo todas las tardes, agobiado por los problemas que siempre creaba Margarita… La verdad es que nunca estuve muy seguro si me gustaban en realidad las mujeres o los hombres, solo que cuando estaba descubriéndome, tuve la mala suerte de dejar embarazada a aquella víbora…- Comienza a contarme su vida, alejando un poco su rostro del mío, aunque sin sacar el brazo del umbral.

-Todo parecía oscuro, cada día al lado de ella era peor que el anterior y mi único escape, era el momento en que veía por la ventana cómo el sol se escondía entre los tejados de las casas… Un viernes, mientras hacía eso… vi cómo alimentabas a sus mascotas, cómo les hacías cariños y los abrazabas… cómo dabas tanto amor a unos pulgosos que habías sacado de la calle. Lo primero que pensé es que estabas loco, que los rumores acerca de tu enfermedad mental eran ciertos… Solo que tras verte día a día, haciendo lo mismo, amando con tanta pasión… me di cuenta que no eras el loco, sino que el único cuerdo en un mundo que ha olvidado a amar. Te comencé a admirar y sin darme cuenta, pronto les tenía envidia a esos perros porque ellos recibían tu amor… y yo no.- ¿Qué está diciéndome? ¿Es una broma? En estos momentos ve detenidamente el suelo mientras busca en sus recuerdos qué más contar. –Hace cinco años que te veo todas las tardes desde las alturas de mi cuarto… hace cinco años que quería hablarte… hace cinco años que te amo y por eso ahora estoy aquí.- Levanta de pronto la mirada, buscando encontrar una respuesta en mi perplejidad. Entonces aquello de querer saber si es gay ¿era una excusa para acercarse? ¿Me dio mi primer beso estando ya enamorado de mí? ¿Se vino a vivir a mi casa pretendiendo estar cerca?

Me dan unas incontrolables ganas de llorar. Esas palabras son las que siempre quise escuchar de la boca de Alberto, una confesión que ideé por años en mis delirios románticos. Mientras creía ser invisible, miserable ante un mundo desolador, resulta que alguien me amaba en secreto, de la misma manera en que lo he hecho con mi amado. No, lo que acaba de decir Leandro no es mentira, en sus pupilas logro distinguir sinceridad. Sin saber el porqué, tengo la imperiosa necesidad de abrazar al petizo, de encontrar un calor desconocido en su pecho, de dejarme debilitar en el conforte de su aroma. Mis piernas se debilitan, mientras mi corazón se acelera. Es como si una fogata se encendiera en mis vísceras, ardiendo impetuosas y provocándome una espantosa fiebre.

No, no puedo hacer esto. El amor no es caer en las redes del primero que te confiese su amor, en doblegar un sentimiento que has cultivado por tanto tiempo. –Lo siento…- No tengo más que esas palabras qué decir y rápidamente me escabullo debajo de su brazo. Corro hasta el patio y me escondo detrás del antiguo limosnero. Al rato llega Puchi, el único de mis angelitos que sigue con vida. Como si supiese que me siento atormentado, comienza a lengüetearme el rostro. –No puedo hacerle esto a Alberto… no puedo hacerme esto a mí… No puedo enamorarme de Leandro…- Repito una y otra vez mientras acaricio el pelaje de mi cachorrito. Debo borrar esos pensamientos de mi cabeza, es serle infiel a quien por tantos años he idolatrado.

Nuevamente no puedo dormir en la noche. Los recuerdos de Alberto, las imágenes de pasajes creados en mi cabeza junto a él, unidas a las palabras del petizo, hacen que todo adormilamiento se desvanezca. Me levanto a las cinco de la mañana para irme a trabajar al despacho del doctor Eguiguren. Afortunadamente, no me encuentro con Leandro al tomar desayuno y me marcho raudamente, prefiero no verle por lo menos durante algunas horas. ¿Qué le debería decir? Nunca he estado en una situación así.

Mientras trapeo los pisos níveos de aquel despacho, no logro dejar de recordar las palabras que ayer escuché, es como una tortura que por más que ponga música no desaparece. Combato con mi propia mente cuando siento que un pequeño cuerpo tropieza conmigo. –Disculpe.- Una fina voz aparece allá abajo, la pequeña niña que me observa temerosa juguetea con sus dedos, como si yo fuese el más horripilante de los monstruos. –Es que me tengo que esconder.- Sus mejillas regordetas y sus pequeños ojos me conmueven, como si estuviese viendo a un ángel. Supongo que debe estar jugando al escondite con otros infantes, por lo que le ayudo a entrar en el pequeño espacio que hay entre la pared y un sofá. Luego de ello sigo limpiando el suelo.

Al tiempo veo correr por el pasillo a unos niños y me alegro al saber que deben ser los amigos de la pequeña con quien tropecé. Les veo a lo lejos, intentando divisar a la de prominentes mejillas. ¿Dónde estará? ¿Será que el escondite que le encontré es tan bueno que no la han encontrado? Me enorgullezco por haberla ayudado y así prosigo con mis labores.

Luego de una hora, regreso al pasillo donde ayudé a esconder al angelito de pequeños ojos y boca grande. A los otros chicos nos los he oído hace mucho, supongo que deben estar en el jardín del edificio. Debo sacudir los muebles y hago mi tarea con un paño naranjo. Primero quito el polvo de la mesita de centro, luego de los jarrones en la estantería para culminar con los sofás. Estoy tranquilamente en ello cuando oigo un estornudo. No, debo haber escuchado mal, así es que prosigo. La segunda vez que percibo aquel sonido intento olvidarlo y ya a la tercera entiendo que no puedo desentenderme, la pequeña sigue detrás del sofá. Me asomo a aquel espacio y me encuentro con lo que esperaba. -¿Qué pasó linda? ¿Todavía no te encuentran tus amiguitos?- Le digo mientras ella me observa fijamente, sorprendida de haberla descubierto todavía allí, luego de dos horas.

-Déjela ahí, no la saque…así no molesta.- Unos niños gritan a mi espalda mientras trato de ayudar a salir del escondite a la angelito. Volteo y me encuentro con dos enanos, muy bien vestidos como todos los ricos de este sector. Ambos me observan enfadados, supongo que me he entrometido en su dinámica y eso debe ser espantoso. –Lo siento, es que tu amiga ha estado mucho tiempo ahí… ¿no crees que deberían jugar a otra cosa?- Digo ante la mirada inquisidoras de esos chicos arrogantes. –No es nuestra amiga, es nuestra hermana y no nos gusta jugar con ella… menos que nuestros amigos la vean… ¿Acaso no la ves bien? Es down y no sabe jugar a nada, siempre arruina todo y nos deja en ridículo…- El mayor es quien me encara, intimidándome incluso cuando deba mirarle hacia abajo. ¿Cómo puede tener tanto poderío en el hablar si es un enclenque? Aunque lo que más me sorprende es la frialdad con la cual se refiere a su hermanita. –Déjala ahí escondida ¿entendiste?- Dicen antes de marcharse. Quedo congelado un par de minutos y es que no puedo dar crédito a tanto egoísmo proveniente de un alma tan joven.

Mi hermano era el más inteligente y mi hermana la más bella, siempre me enorgullecía de ellos, aunque nunca podía salir a jugar con Orlando y Pilar a la calle. ¿Será que ellos también se habrán avergonzado de mi estupidez? ¿Por qué recién a los treinta me doy cuenta de ello? A mi mente vienen todas las veces en que jugaba con un camión sin ruedas y un muñeco sin pelos, solo en mi cuarto, mientras escuchaba las risas de los niños divirtiéndose afuera. Deseaba con todas mis fuerzas el estar allá, reír y gritar como cualquiera de esos chicos, tener amigos y sonreírle tan solo al verles. ¿Eso mismo estará pasando la niña detrás del sofá?

-¿Quieres jugar conmigo?- Sonrío ampliamente a aquella hermosa princesa. Sus ojitos se abren ampliamente, sin entender qué ha sucedido. –Es que estoy muy aburrido y no tengo a nadie con quien compartir… ¿quieres ser mi amiga?- Y sin más una amplia sonrisa se dibuja en su rostro, haciéndola aún más preciosa. La ayudo a salir de su escondite y le limpio el pantalón que se ha ensuciado con el polvo de aquel escondrijo. ¡Madre mía! Creo que no he hecho muy bien mi trabajo últimamente. ¿En serio tiene síndrome de down? Yo la veo normal, aunque ¿qué es eso? ¿Será algún problema al corazón? ¿Al hígado? ¿Al cerebro? Tendré cuidado al jugar con ella, no vaya a ser que le haga daño.

Jugamos a la pinta, si yo la toco ella la lleva y tiene que correr para pintarme, teniendo que perseguirla luego yo para lo mismo. Corremos por los pasillos, obviamente debo fingir hacerlo más lento, porque como es pequeñita, corre despacio. –Pinta- Grita feliz tras tocarme el brazo, para luego correr por otro pasillo, riendo y mirando de vez en cuando hacia atrás para escapar de mí. Es extraño, pero lo que comenzó como una ayuda a mi nueva amiga, resultó ser un momento muy grato y es que… es la primera vez en treinta años que juego con otro niño. Nunca es tarde para ser chico, ¿o sí?

Algunas enfermeras que nos ven correr de un lado hacia otro, me observan desaprobatoriamente y es que supuestamente debería estar limpiando. ¡Qué me importa! Lo estoy pasando sumamente bien y es que es divertido cuando escapo de la pequeñita. –Mi nombre es Carlota ¿y el tuyo?- Me pregunta mientras tomamos agua, ambos exhaustos luego de jugar por más de una hora. –Entonces desde ahora seremos mejores amigos… ¿mañana también nos vamos a juntar?- Pregunta luego de decirle mi nombre. –Claro… así es que prepárate, porque esta vez te ganaré en la pinta.- Sonrío antes de marcharme, mi turno se ha acabado y debo correr hasta el centro comercial, no vaya a ser que doña Petronila me regañe nuevamente.

Gracias a Carlota tuve la mejor de las mañanas y dejé de pensar en Leandro, claro… hasta ahora que he vuelto a hablar de él. Es extraño, solo que realmente quiero que llegue mañana para poder jugar nuevamente con la niña. Creo que compraré un chocolate para compartirlo con mi nueva amiga, espero que les gusten los baratos que venden en mi barrio.

Entro al centro comercial por el acceso de empleados y entre los pasillos me encuentro con Andrés, quien conversa distendidamente con una muchacha. La reconozco, se llama Patricia y trabaja en la misma tienda que el rubio. Camino en su dirección, alegrándome que se encuentre mejor y ya no esté tan deprimido producto del rechazo de Ángela. Cuando estoy a punto de saludarles, ocurre algo que me deja perplejo y es que ambos se besan apasionadamente, tal como mi niño lo hacía con la castaña, con quien decía amar y ahora engaña descaradamente. ¡Madre mía! -¿Qué está pasando aquí?- Grito desesperado ante tal escena, logrando que ambos amantes se separen de inmediato.

Me llevo a Andrés a la calle, necesito entender qué ha sucedido en su cabeza. –Ella está allí, sabe lo que soy y aun así está interesada en mí… Es la chica a quien necesito.- Se defiende de esta manera, enfadado debido a mi intromisión. Nunca antes me había encarado con furia, como si le hiciese daño. –Tú estás enamorado de Ángela y no puedes jugar con los sentimientos de otra persona… debes esperar a quien amas, eso es amor…- Le digo ante aquel exabrupto, intentando que encuentre la verdad y no cometa un error del cual luego se pueda arrepentir. -¿Amor? ¿Tú hablando de eso? Si ni siquiera sabes lo que significa… ¿Qué es eso de querer a alguien que nunca te quiso? Amas a una ilusión, a lo bonito que era imaginarte con él y es que… ¿Quién puede corroborar tus historias? ¿No será que eres tan imbécil que has inventado todo? Tal vez Alberto no existe y has estado enamorado de tu propia estupidez…- No, eso no puede ser así. Él es real, es lo más bello que me ha pasado en este mundo y no puede ser producto de mi imaginación. Existe, estoy seguro de ello… Un día volverá y seremos nuevamente amigo… porque yo no lo inventé… eso no es posible. 

Notas finales:

Nos leemos!! Cuidense mucho y díganle  a sus padres que los aman... créanme, se siente verdad...

 

PD: no me refiero solo a los progenitores, sino que más bien a esas personas que los cuidan y quieren su bien... :D


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