Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Somos Hermosos por jotaceh

[Reviews - 151]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos!!! Espero que se encuentren muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo!!!!

Bueno, esta ha sido una semana completa para mí, porque en realidad me he sentido como un estúpido... como que no entiendo nada del trabajo y mi jefe me ve como.... ¿no entiendes, tonto? y bueno u.u no sé.... creo que es un proceso y que lo superaré, espero que eso suceda...

 

Lo bueno? es que esta semana me pagan!! así que tendré dinero jajajajajaj xD y en estos momentos el consumismo no es tan malo e.e el dinero no hace la felicidad... pero ayuda cuando uno tiene depre y quiere salir a comerse una vaca :( siiii, creo que engordaré D: jajajaja

 

Espero que no se preocupen por mi, son solo tonteras de alguien muy sensible :( en fin.....

 

A leer!!!!! porque este capítulo, es muy especial para mi... Lo dedico a todos aquellos hijos que aman incondicioanlmente a sus padres, sean que ellos los procrearon o todo aquel que haya desempeñado el papel de padre....

CAPITULO ESPECIAL II: Carlos

Nací en lo más profundo de las montañas, lo primero que recuerdo es el aroma que despedía la cocina de mi madre, esa que se llenaba de humo cada vez que encendía la estufa. Fuimos ocho hermanos, once en realidad, solo que tres murieron cuando solo eran bebés. Mi madre nos educó a todos, nos alimentó y cuidó como mejor pudo, aun cuando la comida escaseaba y es que mi padre era un simple peón de fundo. A él le recuerdo cansado, siempre ofuscado y es que tener que trabajar de sol a sol, no es la mejor vida para nadie. Cuando niño le temía, siempre era él quien me golpeaba con su cinturón, el que me regañaba por cualquiera error mínimo que cometía. Mientras fui creciendo, comencé a darme cuenta lo mucho que se sacrificaba por nosotros. Si no hubiese sido por él, no hubiéramos tenido qué comer. Es extraño, pero ahora que lo pienso, él ha sido mi más adorado héroe, aquel a quien quise imitar. Tuve suerte de tenerle, de recibir sus retos y es que si lo hacía, no era por gusto, sino que por amor, lo único que quería era que me convirtiera en un hombre de bien.

Lamentablemente mi viejo no vivió mucho. Cuando yo tenía quince, murió de pronto, dejándonos desolados y a la deriva, perdidos en el mundo del cual él siempre trató de protegernos. Mis hermanos mayores y yo tuvimos que dejar la escuela para comenzar a trabajar ahí, en el mismo lugar donde él se ganó nuestro pan. El sol quemó mi piel sin piedad, resecó mi cuerpo, pero por sobre todo, curtió mi alma. Es extraño estar agradecido de aquello que por toda mi adolescencia fue un suplicio y es que ahora siento que el campo fue el lugar que me convirtió en lo que soy ahora. Las penurias que viví en aquel entonces, me hicieron fuerte, me hizo comprender que cuando amas a alguien, eres capaz de realizar cualquier sacrificio con tal de protegerle, de la misma manera en que mi viejito lo hizo con todos nosotros.

Crecí y en medio de aquel campo, conocí a quien se convertiría en la única mujer a quien amaría. Carmen era una muchachita de largas trenzas negras, delgaducha y un tanto tímida, que escondía la mirada cada vez que alguien la contemplaba. Recuerdo que la veía recoger los tomates a lo lejos. De vez en cuando me descubría y yo simplemente seguía en mis labores, apenado por ser tan torpe, tan miedoso y es que ni siquiera me atrevía a saludarla. Al principio ella hacia lo mismo, se escondía debajo de aquel enorme sombrero de paja que su propia madre le tejió, solo que un buen día, en vez de sonrojarse, simplemente me sonrío. Sucumbí ante aquella hermosa imagen, ante ese ángel que se dejaba mirar por este pobre terrenal. Ahí me di cuenta que ella se sentía halagada con mi preocupación y que no tenía por qué temerle, esa sonrisa fue la confirmación de que ella también sentía algo por mí.

Durante toda una semana pensé en cómo acercarme casualmente para hablarle, para conocer aquella voz angelical. –A ver, me vas a hablar de una puta vez ¿o no?- Me dijo luego de estar media hora detrás de ella, gimiendo cada vez que me arrepentía de saludarla. Bueno, no era precisamente toda una señorita, me sorprendió que utilizara palabras que solo los borrachos utilizaban en la taberna. –A la mierda con eso, ¿acaso crees que no ha habido hombres que han intentado propasarse conmigo? Como vez soy toda una belleza… solo que no soy una cualquiera y por eso tuve que aprender a defenderme.- Me explicó durante nuestra primera cita. Quedé impresionado y es que a lo lejos parecía ser una chica tímida, incluso recatada, solo que al hablar eliminaba toda aquella ilusión. Resulta que su padre era El Jarro, ese que todos conocíamos como el borracho del pueblo. Siempre estaba tendido bajo los sauces, con una botella de vino y oliendo a rayos. Fue él quien le enseñó a defenderse y prácticamente, la convirtió en una marimacho. Teniendo aquel ejemplo en su infancia, puedo comprender que ella misma haya caído en tal vicio.

Comenzamos a salir, conversábamos largas horas luego del trabajo y poco a poco, nos enamoramos perdidamente. Nos casamos muy jóvenes y luego de ello, hicimos realidad el sueño que habíamos formado juntos. Dejamos el campo y nos fuimos a la gran ciudad, allí donde podríamos salir adelante y dejar de ser tan pobres. Con el pasar de los meses, ocurrió lo inevitable, Carmen quedó embarazada. Para nuestra suerte, conseguí un buen trabajo en una fábrica y ya nos alcanzaba para arrendar una casita. Así nació Orlando, aquel niño que se convirtió en la luz de mis ojos. La primera vez que lo tomé entre mis brazos, sentí un calor tan grande, una dicha que jamás olvidaré. Desde pequeño demostró su inteligencia, le gustaba arreglar aparatos conmigo, me ayudaba cada vez que se descomponía el refrigerador. Parecía respetarme, admirarme como yo lo hice con mi padre. Sí, por el me sacrificaría, haría hasta lo imposible con tal de cumplir sus sueños.

Al rato mi esposa quedó nuevamente encinta y esta vez parió a una bella niña: Pilar, esa que siempre fue alabada por su angelical imagen. Mientras crecía se convirtió en el vivo retrato de Carmen, cada vez que la veía sonreía al poder recordar en sus ojos, nuestros años de juventud. Aquellos años fuimos muy felices, éramos una familia unida y nada parecía ir mal, nos deparaba un buen futuro, lleno de bendiciones. Aunque claro, nada de eso se concretó.

El tercer embarazo fue imprevisto, mi mujer fue al médico para que le implantara un tratamiento anticonceptivo, solo que este falló. Un nuevo hijo siempre suponía mayor felicidad, yo quería tenerle y formar una familia aún más grande, solo que era Carmen quien se sentía incómoda, no deseosa de aquel ser que crecía en su vientre. Me confesó luego que había intentado abortar, que ninguno de sus intentos fue satisfactorio y luego de nueve meses, conocimos el rostro de nuestro hijo menor. Para él tenía algo especial, un regalo que le entregaría a aquel pequeño y es que quería que fuera fuerte, aguerrido y determinado, como aquel que llevó su nombre antes que él, así le llamamos como mi padre: Alejandro.

En aquel entonces el país se sumió en una profunda crisis económica, muchos perdimos el trabajo y así, la comida comenzó a escasear por todos lados, incluida nuestra casa. Fueron tiempos difíciles, solo que no me rendiría tan fácilmente y lucharía para sacar adelante a mis amados. Carmen no lo vio de esa forma y enceguecida por la idea que nuestro hijo menor era el culpable de tanta mala suerte, cayó en una fuerte depresión. La vi sucumbir ante sus ideas, marchitarse poco a poco debido a su propia culpa. Todo acabó el día en que intentó, con sus propias manos, acabar con aquel a quien hace poco había parido. Lo ahogó sin compasión, sin pensar en lo que estaba haciendo y cuando despertó, ya era demasiado tarde. Desde ese momento Carmen no volvió a ser la misma, y yo tampoco.

¿Cómo podía querer tan fácilmente a quien causó tanto daño a mi amada? Ella prefirió olvidar lo sucedido y alejarse lo más posible de Alejandro, así como lo hizo, yo también. Fuimos débiles y preferimos ocultar los problemas antes que enfrentarlos. Escondimos en el olvido a nuestro hijo, buscando replicar nuestros días de felicidad solo en Orlando y Pilar. Fuimos egoístas y tal vez haya sido el peor error que hemos cometido, solo que éramos débiles, estábamos asustados y el pavor nos encegueció.

Nuestra situación mejoró, conseguí trabajo y me sacrifiqué con la única intención de llevar a Orlando a la universidad. Aquel ha sido mi mayor logro, de aquello de lo cual puedo vanagloriarme libremente y es que aquel hombre de mundo es exitoso gracias a lo mucho que trabajó su padre. Debo reconocer que de cierta forma, hubo egoísmo en mis intenciones, y es que quise que todo aquello que yo no pude lograr, lo consiguiera mi hijo mayor, quizás por ese motivo siempre le alenté a ser el mejor. –Eres mucho más inteligente que el resto y eso debes saberlo. Naciste para ser grande y no debes dejar de nadie te detenga…- Solía repetirle en su niñez, intentando que tuviera confianza en sí mismo, que entendiera sus posibilidades.

Mientras él fue guiado por mis sueños, Carmen se dedicó a consentir a Pilar, a aquella hermosa muchacha, idéntico reflejo de su madre. Recuerdo las largas horas en que mi esposa le cepillaba el cabello con tanta dedicación, como si estuviera embrujada con la hermosura de nuestra hija. Intentamos que fuera a la universidad, incluso su madre quería comenzar a trabajar nuevamente, solo que ella se reusó. –No tengo posibilidades allí, mi camino va por otro lado y ustedes siempre lo han sabido…- Refutó en aquellos años, y aunque quisimos acallar esas voces, en realidad siempre supimos que su gran arma era su belleza.

Orlando comenzó a trabajar en una gran empresa, su perseverancia le llevaron al éxito. A la vez que Pilar se enamoró de un amigo de facultad de su hermano, un estudiando de medicina que provenía de una familia adinerada, creo que su nombre es Rodolfo. Se casaron, tuvieron hijos y ya nunca más vimos a nuestra pequeña. No la juzgo, tampoco creo que se avergüence de nosotros. ¿Acaso no es normal que los hijos se vayan de las casas de sus padres? Es lo mismo que nosotros hicimos. Ahora ella tiene dinero, solo que no la criamos para que nos mantuviera, no podemos exigirle nada, eso sería sumamente egoísta.

Mi hijo mayor es un caso aparte, porque tiene tanto trabajo que no importa que no tenga familia, le entiendo al no poder visitarnos hace mucho tiempo. Un hombre con un cargo tan importante, no puede darse el lujo de venir a ver a su familia. Ambos están bien, tienen dinero y éxito, ¿cómo no puedo estar feliz por ellos?

-¿Tu hermano ha llamado el día de hoy?- Es lo primero que le pregunto a Alejandro tras despertar. Le veo sentado en la silla frente a mi cama, mirándome detenidamente, sonriendo con esa cara de torpe que siempre ha tenido. ¿Qué le lleva a siempre estar feliz? ¿Acaso no ha sufrido ya lo suficiente? Hay algo en el brillo de sus ojos cada vez que me observa, que me hace rechazarle, como si aquella preocupación que demuestra hacia mí fuera mentira, el castigo que me ha entregado el destino luego de una larga vida ignorándolo. –Sí, llamó recién… solo que le dije que estabas durmiendo. Está muy preocupado por tu salud, pero tiene tanto trabajo que no puede venir…- Responde tal como lo hizo ayer, y anteayer, y pasado. Quiero creer que es verdad, que no me miente y que Orlando si se ha preocupado por este viejo postrado, por esta carne arrugada que ya nada puede entregarle.

Dejo de pensar en ello y es que Alejandro se levanta para ir a buscar un jarrón con agua, jabón y unas toallas. –Bien papito, ahora a levantar el potito…- Grita alegremente, como si lo que tuviera que hacer fuera una gracia. Luego del accidente quedé parapléjico y aunque en un tiempo más podré andar en silla de ruedas, utilizar correctamente mis manos y ser un poco más independiente, por ahora no puedo ni siquiera ir al baño, debo utilizar pañales, como si fuera un bebé. Alejandro me destapa y saca aquellos trapos de mi entrepierna, dejándome desnudo, revelando el hedor que mi cuerpo ha producido. Cierro los ojos para no sentir la humillación de ver cómo aquel hombre me limpia, me quita la suciedad. Amago las ganas incontrolables de llorar, esas que nacen al sentirme inútil, una carga de aquel quien sin embargo, sigue sonriéndome, como si no se asteara de sentir mi pestilencia.

Tras cambiar los pañales, sigue lavándome el resto del cuerpo con un trapo húmedo. –Y ahora la carita, para que mi papito se vea guapo…- Y sigue sonriendo, como si fuera feliz con mi desgracia. ¿Hasta cuándo se burlará de mí? ¿Hasta cuándo se vengará por todo lo que le hemos hecho? Poco a poco comienzo a odiarle, a asquearme tan solo con tenerle cerca y es que prácticamente se ha convertido en mi enemigo, ese que con su veneno destruye lo poco que queda de mí. ¿Acaso no le basta con haberme dejado lisiado?

El día del accidente, aquel enano de Leandro se acercó en la cena para hablarme. –Don Carlos, hace mucho que quiero hablar con usted…- Es lo que tembloroso dijo al inicio. No podía imaginarme la razón de su acercamiento, jamás creí que escucharía tales aberraciones. –Su hijo y yo nos amamos, queremos ser felices juntos y para ello necesitamos su consentimiento. Quiero saber si me deja amar a Alejandro, porque para él, lo que usted piense, es muy importante.- Terminó revelando, al mismo tiempo que todo mi cuerpo sucumbió ante la ira. ¿Cómo pueden dos hombres enamorarse? Eso va contra la naturaleza y la moral que debemos proteger. Siempre supe de las inclinaciones de mi hijo, solo que creí que combatía contra aquel pecado, que nunca se atrevería a juntarse con otro varón. Ahí terminé de desilusionarme, me enteré que nada bueno podía salir de aquel a quien Carmen intentó ahogar. ¿Qué habíamos hecho? ¿Qué demonio habíamos creado?

Con todo mi ser repugné esa idea y saqué a patadas aquellos blasfemos de mi casa, ya se habían burlado lo suficiente de este viejo pobre y acabado. Discutimos en la calle, donde apareció mi esposa. No sé en qué momento Carmen sucumbió ante Alejandro, dejó de culparle de nuestras desgracias y decidió apoyarle en todo, como la madre que jamás había sido antes. -¿Por qué no puedes reconocer que nos equivocamos? Que rechazamos a uno de nuestro hijo sin razón, que nunca le dimos el amor que necesitaba y aun así se ha quedado a nuestro lado… ¿Crees que seguiríamos vivos si no fuera porque él nos ha cuidado? No sabes cuan sucia me siento… ni siquiera una perra hace con sus cachorros lo que yo hice con Alejandro… Era solo un bebé y yo… y yo… quise ahogarlo… Quisimos deshacernos de él porque nos estorbaba… Y ahora soy yo quien está demás… ¿Acaso debería morir?- Es lo que ella me gritó en medio de la calle, justo antes de ver cómo un camión se acercaba a su frágil cuerpo. No lo pensé dos veces y corrí a protegerla, porque ese amor que se gestó en nuestra adolescencia, sigue intacto, tan fuerte y rebosante como siempre. Si a ella le hubiera sucedido algo, no podría haberme perdonado. Ahora es Carmen quien se siente culpable y se ha internado en un centro de Alcohólicos Anónimos, quizás pueda sanarse de esa terrible adicción y podamos ser el matrimonio que siempre deseamos. Ese que se destruyó cuando Alejandro nació.

-¡Deja de burlarte con mi dolor! ¿Hasta cuándo te reirás en mi cara? ¡Eres lo peor que he hecho en mi vida, el peor error que he cometido!...- Le grito a aquel que se mofa de mi desgracia limpiándome como si le interesara. Veo al gordo abrir impresionado sus ojos, como si no se hubiera imaginado que tuviera aún energías para defenderme. Sus pupilas se vuelven brillosas, como si intentara llorar. Claro, quiere pasar nuevamente como víctima, como siempre lo hace. Estoy cansado de tener que vivir de su caridad, como si lo hiciera por cariño.

Alejandro se levanta y lentamente se marcha de la pieza, solo que antes de ello veo ingresar a David, el muchacho que ha acogido y quien se acerca a mí furibundo. -¿Quién se cree? ¿Por qué lo trata tan mal? ¿Por qué siempre él tiene la culpa de todo lo que le sucede? ¿No se da cuenta que si lo cuida es porque lo ama? ¿Se ha dado cuenta de todo lo que usted le ha hecho? Y aun así él sigue a su lado, intentando cuidarle, eso que usted nunca ha hecho por Alejandro… ¿Cree que sus otros hijos se preocupan por su salud? ¿Acaso es tan tonto como para creer en esas mentiras? Janito le dice que Orlando lo ha llamado, solo para no hacerle daño, porque la verdad es que a él no le interesa, se avergüenza de usted por estar viejo y ya no entregarle nada. Aquel por quien siempre se desvivió, ahora lo ha desechado como basura. ¿Y quién se quedó a su lado? ¿Quién trabajó como burro para alimentarlo? ¿Quién tuvo que renunciar para cuidarle todo el día? Ese a quien usted aborrece, ese a quien culpa de todas sus desgracias, es la única persona en el mundo que realmente le ama… ¿Por qué le cuesta tanto reconocerlo? ¿Por qué simplemente no puede quererlo aunque sea un poquito?- Grita el muchacho, aun cuando al finalizar su voz se entrecorta y es que unas lágrimas abandonan sus ojos. La furia que despide su cuerpo me altera, aunque son sus palabras las que me descontrolan aún más. Intento olvidar esas mentiras, esas patrañas que un imberbe ha inventado. Alejandro lo saca de la habitación para dejarme nuevamente solo, pensando en lo mucho que Orlando me quiere y en que no he cometido ningún error con el gordo, porque él se merece lo que le ha sucedido.

~*~

Duermo durante todo el día, hasta que escucho unos ruidos por la tarde. Esa voz la conozco, me es muy familiar, no puedo creer que esté aquí. A lo lejos siento que está Orlando, mi hijo ha venido a visitarme y mi corazón se acelera debido a la sorpresa. Espero por largos minutos a que venga a mi cuarto, solo que eso nunca ocurre. Por mi mente transita la idea que Alejandro le impide que me vea, que ha venido durante muchos años y que ha sido el gordo quien le ha impedido visitarme. Claro, siempre le ha tenido envidia y no soporta que su hermano mayor sea exitoso, mientras que él solo limpia los pisos de un centro comercial. Aun cuando todo mi cuerpo me duele, hago el esfuerzo de levantarme, quiero que mis piernas funcionen, solo que caigo estrepitosamente. El dolor es insoportable, mas nada me detendrá de ver a mi hijo. Me arrastro por el suelo hasta llegar a la puerta, la que con un par de golpes, logro abrir. Así se muestra ante mi todo lo que sucede afuera. Veo el comedor vacío y a lo lejos, a través de la ventana, observo cómo Orlando platica con el gordo.

-¿Para esto me hiciste venir? Me habías dicho que el viejo se había muerto, solo por eso vine… ¿Y resulta que solo está postrado en cama? ¿Perdí mi tiempo viniendo a este cuchitril porque el anciano está en cama?... Quieren dinero ¿verdad? ¿Por eso me llamaste? Pues les aclaro que no verán nada, no voy a mantener a un grupo de flojos como ustedes.- Es lo que alcanzo a escuchar. Esas son las palabras que nacen de la boca de mi hijo, de aquel que tantas alegrías me ha hecho pasar. –Él te extraña… nuestro papito será tan feliz si tan solo le vieras un ratito, solo cinco minutos, nada más te pido… ¿Bueno?- Y Alejandro sigue insistiendo, como lo ha hecho todo este tiempo. Recuerdo eso que me dice cada mañana, que su hermano ha llamado para preguntar por mí, solo que por estar dormido no puedo contestar. ¿Por qué lo hacía? Ahora me percato que lo único que buscaba al mentir era no dañarme.

Orlando busca subirse a su lujoso automóvil, mientras Alejandro le toma del brazo, insiste en que me vea aunque sea un momento, solo que el hombre de traje oscuro se ofusca de tal manera, que lo lanza bruscamente contra el suelo, tal como yo solía reprenderlo en su infancia.

Papito, ¿puedo ir contigo?

Algún día seré tan inteligente como Orlando y estarás orgullos de mí…

Papito, ¿verdad que nos parecemos?

Yo quiero ser como tú cuando sea grande

¿Estás bien papito?

¿Te puedo ayudar papito?

Papito… Papito… Papito…

Resuenan en mi mente todas esas veces que Alejandro se me acercaba y yo tan solo lo rechazaba. Las miles de sonrisa que me ha regalado y que yo he omitido. Ahora le veo tendido en el suelo, adolorido por los malos tratos de su hermano, de ese a quien siempre quise. Él solo quería verme feliz, encaró a ese hombre exitoso solo por cumplir mi sueño, tal como siempre ha hecho. ¿Qué he hecho? ¿Cuánto dolor le he provocado a mi niño? Ya no aguanto más y simplemente lloro, lloro por lo estúpido que he sido, por lo ciego, porque todo aquello que me gritó David es cierto y el error que he cometido con mi propio hijo, es el más aberrante de todos.

El llanto no abandona mi ser, sucumbo ante la debilidad por haberme sacada la venda de los ojos, por entender que he estado equivocado toda mi vida, porque he rechazado aquel amor que solo Alejandro puede darme, ese tan desinteresado, aquel que siempre he tenido y que aun así nunca aprecié. -¿Qué sucedió? ¿Por qué está en el suelo? Venga, vámonos a la cama…- Es lo que preocupado dice mi hijo al verme llorando postrado en el suelo. Sus cálidos brazos me levantan apenas, intentando llevarme de vuelta al catre, solo que no le dejo. Escondo mi rostro en su pecho, cuelgo mis inútiles brazos en su cuello y me refugio en su calor, ese que me reconforta. Me siento como un niño nuevamente, alguien indefenso y perdido. Como en aquellos años, tengo a mi lado a un hombre que cuida de mí. De la misma forma en que mi padre me protegió, ahora es su nieto, ese que lleva su mismo nombre, quien ahora se preocupa por mí. Levanto la cabeza y mirando ese par de ojos brillantes, pronuncio las palabras que nunca antes le había dirigido. –Te amo… Eres mi mayor logro, aquello de lo cual puedo estar orgulloso…- Beso el rostro de mi hijo, de aquel hombre a quien tanto debo, ese que se ha sacrificado por mi aun cuando yo le he rechazado. ¿Cómo he podido estar tan ciego? Tengo frente a mí al ser más hermoso, aquel que en las sombras ama, ese que aun cuando abandoné, siempre siguió a mi lado. No me importa cómo sea mi niño, prometo que desde ahora en adelante le amaré incondicionalmente e intentaré con todas mis fuerzas, ser como él. 

Notas finales:

Nos leemos pronto!!! cuidense!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).