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Somos Hermosos por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

espero que se encuentren muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo :3

Les escribo desde mi trabajo porque soy un muy mal empleado que utiliza su jornada laboral para escribir historias yaois e.e ooooh siiiii, algún día me despedirán u.u

jajajajajaj

como ya pregunté en Wattpad (sí, para quienes no sabían tengo una cuenta allí) pronto haré otra historia..... qué prefieren? comedia o suspenso?

Quiero saber sus opiniones!!!

 

CAPITULO XVII: Deseos y alucinaciones.

Es extraño pensar que se puede sobrellevar tanta tristeza, sin embargo, el paso del tiempo va decantando hasta las heridas más profundas del corazón. No es que pueda olvidar a David y seguir adelante como si nada hubiese pasado, solo que me he percatado que se debe continuar con la vida por respeto a quienes han partido. ¿Acaso mi niño hubiera querido verme triste y acabado? Claro que no y por eso, debo esforzarme día a día por demostrarle que seré fuerte, que sonreiré como antes lo hacía y esperaré de pie el momento en que nos volvamos a encontrar.

La casa debería estar vacía, luego de la muerte de un ser querido, todo un hogar se ve como si las luces estuvieran apagadas. Recuerdo la casa de mis abuelos, luego que el padre de mi madre falleció. Todo era helado y sin gracia, tal como si hubiese estado abandonado por largas décadas. Así por lo menos fueron los primeros días en nuestra morada, solo que luego de la detención de Margarita, todo cambió.

-¿Pueden mis hijos vivir con nosotros? La casa que arrendaba su madre ya no puedo costearla y no tienen ningún otro pariente que pueda cuidarlos.- Me dijo Leandro hace dos semanas. Debo reconocer que pensé muy bien en las consecuencias de aquel favor. ¿Los hijos de mi enemiga viviendo bajo mi mismo techo? Aunque, esos tres chicos son solo unos niños, ¿cómo podría dejarlos en la calle tan fácilmente? Ellos no tienen la culpa de los errores cometidos por Margarita.

El mayor se llama como su padre, típico en los casos de padres orgullosos por tener un primogénito varón. ¿Por qué será que mi papito no llamó a Orlando como Carlos? En fin, para no confundir a ambos, al menor le dicen Lea. Y aunque no lo crean, es el vivo retrato de su progenitor. Es pequeño para ya tener trece años, aun cuando su cuerpo sea robusto, como un musculoso en potencia. ¿Será que el mal que aqueja a su familia son las piernas cortas?

El de al medio parece adoptado. Es rubio, más alto que su hermano mayor, siendo que tiene diez años, de ojos profundamente celestes. ¿Por qué es así si sus padres son morenos y bajos? ¿Será en realidad hijo de Leandro? Creo que últimamente he visto muchas telenovelas, como ya no trabajo. Se llama Álvaro y de él, no he escuchado más que el hola al entrar a casa por primera vez.

Por último, está Mariela, la pequeñita de apenas cuatros años. Una regordeta de cabellos rizados al igual que su madre. La pobre pasa más tiempo en el suelo que de pie, y es que es tan atarantada al caminar que termina irremediablemente en el piso. ¿Es mi imaginación o ninguno de los tres gusta de hablar? Han estado aquí medio mes y solo los veo compartir entre ellos, jugando o separándose de los adultos, divirtiéndose en el patio. Parecen como tres pequeños gatitos asustados, que buscan esconderse de todo aquel que aparente ser una amenaza.

¡Adivinen quién intenta ganarse su cariño a como dé lugar! Pues resulta ser que Noah se ha convertido en la madre más madre de todo el país. Antes, ni siquiera sabía freír un huevo y ahora, se la ha dado de cocinero profesional. ¿Saben lo que es comer lentejas con trozos de cebolla cruda, extrañas migajas de pan quemado y cuadrados de pepino? Ha sido el almuerzo más asqueroso que he probado, sin mencionar que no tenía ni una pizca de sal y demasiada agua. Pues ese día, a mi primo se le ocurrió la brillante idea de sacarme de la cocina y probarle a sus “hijastros”, lo bien que podía alimentarlos. Entenderán que todo fue un desastre y los pequeños ni siquiera tocaron el plato.

-¿Por qué no me quieren? Si soy tan buena persona, lo único que quiero es que vean en mí una madre… no, no… disculpa, que vean en mí un segundo padre… eso….- Dijo luego de enterarse de lo mal que habían salido sus planes por conquistar a los tres gatitos asustados. Si hasta delantal se ha puesto y una gorra rosada para que no caigan cabellos en las comidas. Se ve de lo más cómico, aunque él está convencido que es de lo más sexy.

Pero claro, no solo intentó alimentar a esos niños, sino que también buscó asearlos. Ese si fue el acto del siglo. Noah, complementa mojado, con un jabón en una mano y una esponja en la otra, corriendo por la casa, buscando atrapar a los muchachos, quienes corrían despavoridos, agarrando sus ropas con todas las fuerzas posibles y es que si se descuidaban, iban a ser desnudados por su “padrastro”. Todo era un caos, gritos por todos lados, hasta que aquella caída enmudeció el ambiente. Mi primo terminó tirado en el suelo, adolorido y mareado debido al fuerte golpe que se dio en la cabeza. Le quedamos mirando detenidamente, hasta que los tres niños decidieron tomar venganza y lanzarse sobre el hombre caído. Creo que ese fue el final de la madre más madre de todas, porque tras los arañazos y mordiscos que le dieron, el pobre Noah les ha agarrado miedo. –Ese ya será problema de mi amor… Yo amo a su padre y tendrán que aceptarlo más temprano que tarde… Grupo de salvajes, casi me matan solo por querer bañarlos…- Comentó el otro día, rememorando el accidente.

En realidad, me gustan los niños, verles correr y reír me hace pensar en lo mucho que extraño mi infancia. No entiendo cómo hay gente que puede maltratarlos, siendo que lo único que necesitan es amor. De vez en cuando me detengo a observarlos y pienso en cómo Margarita podría haberlos tratado. ¿Los habrá hecho sufrir? No quiero pensar en ello, por muy mal que se ha comportado conmigo, no puede ser que dañe a quienes salieron de su propio vientre.

~*~

-¿Puedes ir a buscar al colegio a mis hijos?- Es lo que escucho al otro lado del teléfono. Leandro está trabajando y no puede hacerse cargo de ellos, mientras que Noah…. Bueno, él simplemente se fue de la casa, agobiado por quizás qué asunto, que su cabello ya no es tan llamativo como antes, o que los tres gatitos asustados no le quiere, o que ha engordado, o una de esas tantas razones por las cuales siempre está alegando. Se va en la mañana y regresa por la noche, como si nada hubiese sucedido. –Está bien…- Respondo secamente al pedido del hombre. No es una gran tarea, la escuela queda a dos cuadras y ya tengo listos los quehaceres del hogar.

¿Por qué se demorarán tanto? ¿Acaso llegué muy temprano? Me pregunto mientras estoy en la entrada del establecimiento, esperándolos como lo he hecho durante una hora. Primero aparecieron los más pequeños, pensé que estaría entre ellos Mariela, solo que nunca pude ver su melena rizada. Al rato aparecieron los más grandes. Tuvo que haber esperado a sus hermanos mayores, pensé ante la ausencia de la pequeña, solo que al pasar los minutos, ni siquiera ellos aparecían. ¿Dónde están? Ya no hay niños por los patios del colegio y ellos no aparecen.

Le pregunto a una profesora sobre el paradero de los chicos. Muy gentilmente, la mujer me lleva a hablar con el inspector del lugar. -¿Usted es pariente de los menores?- Pregunta antes de comenzar a hablar. Esta escena me recuerda a las miles que viví en el Centro de Menores, cada vez que pedía visitar a David. –No, solo soy un amigo de su padre… Él está viviendo con nosotros, debido a los problemas que han tenido con su madre… usted ya sabe, ella… está detenida…- Y comienzo a sentir un tanto de vergüenza, debido a que fui yo quien planificó su encarcelamiento. Veo cómo los bigotes del hombre se mueven de un lado hacia el otro, tratando de decidir qué hacer ante tal situación. Está bien, no soy pariente de los pequeños, solo que me dejaron a cago de ellos y debo velar por su seguridad.

-…Hace mucho tiempo que tenemos el mismo problema, ellos simplemente se escapan de clases y se van a quizás qué lugar. Hemos intentado hacer todo lo humanamente posible con tal de retenerlos, pero ellos parecen más hábiles… Al principio pensamos que era una falta de disciplina en su hogar, solo que tras investigar, nos dimos cuenta que sus problemas eran mucho más complejos… La menor llegó en variadas ocasiones con lesiones en sus brazos y piernas. A la hora de consultarle, simplemente se quedaba callada. Lo mismo sucedía con sus hermanos… Los tres prácticamente pasan juntos todo el día, sin interactuar con nadie más. El padre trabaja todo el día, ¿me podría decir usted quien podría dañarlos tanto sino la madre? Todavía recuerdo una mañana en que Lea se desmayó en clases… ¿sabe por qué fue? Debido a que no había comido en dos días…- Termina de hablar mirándome detenidamente a los ojos, como si quisiera acentuar la gravedad del asunto, intentando que me coloque en el lugar del chico. Me quedo simplemente sin palabras.

Camino bajo el sol abrazador, por estas calles de concreto. Me siento como si estuviera dentro de un horno, dorándome para ser devorado por un gigante hambriento. No hay ni siquiera un árbol que pueda entregarme sombra, y el viento simplemente ha decidido marcharse. Voy calle por calle buscando a esos tres gatitos desvalidos, sintiendo una opresión en el pecho, una que conozco muy bien, esa que siempre mantuve en mi interior durante la infancia.

A mi mente vienen recuerdos de esas tardes que pasaba dentro del armario, encerrado debido al rechazo que mis hermanos sentían hacia mí. Nunca querían jugar conmigo, pero como era tan insistente y siempre terminaba persiguiéndolos, en un juego que cuando pequeño pensé que era inocente, ellos decidían dejarme en aquel viejo ropero, bajo llaves, impidiéndome que escapara de casa. Ahí, en ese reducido espacio, jugaba con Alberto, ese amigo imaginario que me acompañó en los peores momentos de mi existencia y que incluso en mi adolescencia, seguía ayudándome.

También rememoro los fines de semana, esos en los que a mis hermanos les cocinaban los platillos que ellos deseaban, mientras que a mí nunca me daban la torta de chocolate que siempre anhelé. Incluso en los cumpleaños se notaba la diferencia de afecto, y es que aunque éramos más pobres que ahora, tanto a Orlando como a Pilar les celebraban con fiestas opulentas, donde venían todos los niños del pasaje. ¿Y a mí? Una simple cena con churrascos y ningún invitado. -¿Para qué quieres que vengan niños? Si tú no tienes amigos…- Es lo que me respondía mi papito cada vez que le pedía una fiesta como la de mis hermanos.

Ahora, conociendo la historia de esos tres pequeños, no puedo dejar de pensar que han tenido mi misma historia. ¿Acaso es justo que arruinen sus vidas siendo inocentes? Claro que no, no merecen pasar por las mismas penurias que a mí me han tocado. Levanto la cabeza para contemplar el cielo, aquel celeste magistral que da color a este barrio tan gris. El sudor recorre mi frente, hidratando mi piel cansada. Llevo dos horas buscándolos en cada rincón, y no he encontrado ni siquiera una pista de su paradero. Indago en mi corazón y me doy cuenta que anhelo ayudarlos, cambiar su infancia y darles aunque sea una pizca de felicidad.

-Ese juego de allá se ve mucho mejor…. Mira los colores de ese… Me gustaría subirme a ese y sentir cómo me mareo… ¿Esos son helados? Me gustaría tomar uno, hace tanto calor…- Escucho unos murmullos detrás de una pared. Son niños conversando distendidamente. ¿Serán a quienes busco? Ahora que lo pienso no he escuchado sus voces antes, por lo que no podría reconocerlos. Decido caminar por un estrecho pasillo hasta llegar al lugar donde provienen aquellos ecos. Ahí encuentro a los tres gatitos asustados, encaramados sobre unos cubos de basura, viendo por una pequeña ventana lo que ocurre al otro lado de la pared. Están justo detrás del local de entretenciones, donde todos los chicos del barrio van a jugar en los videojuegos o en los carritos chocones. Sin decir nada, me quedo contemplándolos, indagando en el brillo inocente de sus miradas, ese que nace al estar soñando cómo se sentiría estar en el mismo lugar que aquellos afortunados.

De inmediato toco mi bolsillo y me encuentro con el dinero destinado al almuerzo. Últimamente ha sido escaso en nuestra casa, los únicos que trabajan son Andrés y Leandro, siendo que son ocho las bocas que alimentar. Por un momento pienso en lo felices que serían esos niños si ocupara esos billetes para invitarlos a jugar. A veces, las acciones más pequeñas pueden cambiar la vida de una persona. Nunca subestimes el poder de una sonrisa regalada a un extraño, porque quizás sea el único rayo de luz que aquél pueda recibir.

-¡Los he estado buscando por cielo, mar y tierra!- Grito tajantemente, asustando a los hijos del petizo, quienes dan un pequeño saltito tan solo con el resonar de mi voz. Voltean asustados, viendo en mí una amenaza potencial. –Ustedes deberían ir al colegio, no estar perdiendo su tiempo aquí… Ahora nos iremos donde deberían estar y de allí no saldrán hasta que aprendan la lección…- Digo mientras frunzo el ceño, demostrando enojo debido a la situación. Pronto los chicos se bajan de donde estaban para caminar como cachorros regañados, siguiendo mis pasos con la cabeza gacha. Todo indicio de felicidad se esfuma de sus rostros y vuelven al silencio que les caracteriza.

Salimos del callejón estrecho y sentimos nuevamente los fuertes rayos del sol. Continuamos nuestro camino hasta la esquina, allí donde debemos doblar para ir a casa. Yo camino delante, mientras ellos me siguen. A mi espalda escucho murmullos, los gatitos apenados comentan entre ellos. –Dile tú…. No, mejor tú… Me da vergüenza…- Escucho levemente, omitiendo simplemente su desconcierto. –Em… Disculpe…  La casa queda por el otro camino…- Termina interpelándome Lea, quien al ser el mayor decide hablar por el resto. Le escucho, mas no le respondo y sigo el camino. Poco a poco nos acercamos a nuestro destino, impresionando segundo a segundo a mis acompañantes. –Y este es el lugar donde deberían estar… Les prometo que no saldrán de aquí durante toda la tarde…- Sentencio nuevamente con el ceño fruncido, mientras contemplo cómo lentamente los rostros de los niños cambian por completo. De una expresión de pavor al creer que serían regañados por mí, a la más completa de las felicidades, esa que solo un alma pura como las suyas puede expresar.

-¿Está hablando en serio? ¿No es una broma?- Escucho la voz tierna de Lea, sorprendido, sin poder creer que por fin entrará al centro de entretenimiento, ese que han visto muchas veces y que han deseado ingresar desde siempre. Claramente no me podría enojar con ellos y aunque sé que después tendré problemas, gastaré el dinero de la cena en ellos, en entregarles aunque sea por una tarde, la felicidad que todo niño se merece. –Sí, es verdad… ¿Por qué no caminan? ¡Vamos a comprar fichas!- Les menciono emocionado, tanto como ellos y es que la expresión en sus rostros enaltece mi alma de una manera impensada.

Mariela salta por todos lados, viendo los juegos y tocándolos, como si recién ahora se diera cuenta que son reales. Álvaro hace amistad con unos chicos de su escuela, tal parece que es el más extrovertido de sus hermanos. Lea se centra en una máquina de videojuegos, moviendo los controles con dificultad y es que nunca antes lo había hecho. Yo los observo desde la entrada, atento a cualquier incidente que pueda suceder. Es tanta la felicidad que siento, que pareciera que soy yo mismo quien está divirtiéndose por los juegos.

De pronto algo me parece extraño. El mayor de los chicos sigue en la cabina de los videojuegos, mientras que su hermano está con unos compañeros encestando en el arco de basquetbol, pero ¿dónde está Mariela? ¿Dónde se ha metido la pequeña? Salgo disparado desde la entrada hacia cada rincón de aquel galpón, llamando a la pequeña, ¿y si le ha sucedido algo? Grito su nombre desesperado, hace poco estaba saltando por aquí y por allá, mas ahora no la veo. Mi corazón late como si mil tambores fueran tocados al mismo tiempo. Las manos comienzan a sudarme y es que el pensar que le ha sucedido algo a la hija de Leandro, me pone completamente nervioso.

-¿Qué hace?- Suena una voz aguda a mi espalda. Y como por arte de magia, aparece Mariela. Todo aquel brío nacido en mi interior se desvanece de pronto, dándome ganas de llorar. Me agacho para alcanzar su tamaño y preguntarle dónde se ha metido. –Es que tenía ganas de hacer pis, así que fui al baño…- Se excusa un tanto tímida. -¿Y fuiste sola? Eso es muy peligroso, ¿acaso no te enseñaron que tienes que ir acompañada?- Respondo alterado, quizás qué pervertido pueda abusar de ella en aquel espacio tan reducido y alejado. Lo que escucho de su alma inocente simplemente me parte el corazón. –Es que siempre voy sola… mi mamá nunca quería acompañarme, decía que no soportaba mi olor…- Cuatro años, es eso lo que tiene la pequeña y me dice tales palabras, tan dolorosas para alguien que ya es adulto. –Usted nunca debe estar sola, ¿me entendió? Desde ahora me va a decir a cada lado que vaya y yo la acompañaré, mire que no quiero que le pase nada malo… no podría soportar que le suceda lo mismo que a… David…- Y recordando el rostro de mi amaño niño, no puedo contenerme y solamente me largo a llorar. Intuitivamente abrazo a Mariela, la acerco a mi pecho y me refugio en ella en aquel momento de tristeza. –Está bien, le avisaré para que me acompañe… pero no llore… que me da penita…- Susurra el angelito, devolviéndome en parte la alegría.

No me quedó otra que pedir fiado en el almacén de la señora Bernardita y quedarme callado, no quiero que me rete mi papito por ser tan irresponsable. –Este será un secreto entre los cuatro, ¿entendido? Nadie debe saber que les llevé a ese centro de entretenimiento, porque de lo contrario me regañarán mucho…- Sentencio a los chicos antes de ingresar a casa, recibiendo la feliz aprobación de mis gatitos renovados.

Al entrar a nuestra morada, siento algo extraño en el aura. Andrés, mi papito, Noah y Leandro están sentados a la mesa, callados y mirándome ingresar con los niños. Me quedo parado frente a ellos, presintiendo que algo ha sucedido, una noticia me quieren dar a conocer, pero están demasiado impresionados como para revelarla. Aprieto levemente la mano de Mariela, necesito un poco de fuerza y es que no podría soportar una nueva tragedia. ¿Sucedió algo con mi mamita? ¿Margarita ha salido en libertad? ¿Le hicieron daño a Arturo en el centro de menores? –Gracias por cuidar a mis hijos….- La voz del petizo se escucha extrañamente triste, mientras toma a su hija de la mano y la aleja de mí. Por unos segundos nuestras miradas se encuentran y logro ver angustia en sus ojos. Realmente ha sucedido algo malo, estoy casi seguro de ello.

Del baño proviene un sonido, de inmediato entiendo que alguien ha tirado la cadena del retrete. ¿Hay visitas? Claro que sí, todos quienes vivimos aquí nos encontramos en el comedor. ¿Quién será? Muero de curiosidad, más debido al silencio sepulcral que reina en todo el hogar. Finalmente la manecilla gira y mi corazón galopa agónicamente al estar a punto de saber de quién se trata.

Aquellos ojos marrones me son familiares, su piel pálida no me engaña y el negro de su cabello mucho menos, aun cuando el corte de cabello sea diferente. –Buenas noches… te he estado esperando desde la tarde, pensé que te escondías de mí…. Me recuerdas ¿verdad?- Dice el hombre alto que sale del baño. Como por arte de magia, el universo completo se detiene a mi alrededor y es que lo que estoy viendo es completamente imposible. –Soy Alberto, ¿recuerdas? El chico del supermercado…. Acabo de llegar de Australia a cumplir mi promesa. Aquí estoy… ¿me echaste mucho de menos?- No, no puede ser verdad, él solo era una creación de mi imaginación… un escape de mi soledad. ¿Acaso estoy tan loco que estoy viendo visiones? Mis piernas se sienten débiles, la mirada se nubla y simplemente caigo al suelo, perdiéndome de toda aquella extrañeza. Tal vez despierte y me dé cuenta que todo fue una alucinación. 

Notas finales:

Nos leemos!!!!


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