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Somos Hermosos por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Espero que se encuentren muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo... 

Quisiera disculparme por no haber actualizado la semana pasada, solo que estuve muy ocupado y no pude escribir nada de nada... Espero que el capítulo dehoy les guste :)

Nos leemos!!!

Los amo!!!

 

CAPITULO XIX: Más gente en casa.

Nunca pensé que me vería tan bien con el cabello rubio, y es que como tengo la piel morena, aquella tonalidad no encaja en mí. Me veo al espejo un tanto escéptico, sé que se trata de una peluca, de un juego que estoy siguiendo con los muchachos, solo que es otra cosa la que me obliga a no despejar la mirada de mi propio reflejo. –Desde hace una semana que te veo extraño, ¿acaso es por la pelea que tuvimos aquí afuera?- Escucho a mi espalda, resulta ser mi papito que se ha percatado de mi presencia en el baño. En ese momento recuerdo los golpes que Leandro le daba a Alberto y cómo este se defendía posteriormente, recuerdo la sangre que escurría de sus labios, las ropas sucias, aunque me es inevitable recordar dos frases que quedarán marcadas para siempre en mi mente. No voy a dejar que me lo quites, aunque me costó reconocerlo, me he enamorado de él… Te amo y esa es una verdad que nunca cambiará. Si tú me correspondieras, me harías la persona más feliz de este mundo…- La primera fue dicha por el petizo, quien sin importarle que Noah estuviera presente, confesó que verdaderamente se ha enamorado de mí; mientras que lo segundo fue susurrado por el australiano, a la vez que me abrazaba por la espalda y abría sinceramente su corazón. ¿De cuándo me he convertido en una persona tan popular?

Recuerdo mis cortos días de escuela, esos en los cuales me gustaba un muchacho de mi salón. Le veía a lo lejos, siempre perfecto, compartiendo con sus compañeros, riendo y jugando en los patios. Era un verdadero ángel, solo que al año siguiente llegó un joven aún más apuesto, alto como un adulto y dueño de una personalidad envidiable. Me gustaba su inteligencia, esa que le llevaba a tener siempre las mejores calificaciones. En ese momento mi corazón se dividió en dos, estaba indeciso, no podía elegir a ninguno de los dos chicos. Soñaba al llegar a mi casa, que ambos se me declaraban, que peleaban por mi amor y le gritaban al mundo entero que lucharían hasta la muerte por tenerme. Todo se acabó cuando llegó un pelirrojo al siguiente año y ahí decidí era demasiado vicio, que podría contener a tantos hombre en mi pequeño pecho. De todos modos, a los meses me retiré de los estudios y es que debía trabajar para aportar a mi hogar. Ahora que me lo preguntó ¿en qué estarán esos muchachos? ¿Estarán casados y tendrán hijos? Creo que a la tarde le pediré prestado su computador a Andrés, quizás en esa cosa de Libro de Caras pueda encontrar su perfil.

En mi infancia era todo un sueño, imaginación de quien ni siquiera poseía amigos, solo que ahora se ha convertido en realidad, a mis treinta años dos hombres se han peleado por mi amor. ¿Qué debería hacer? ¿Acaso hay uno de los dos que me gusta más? –Creo que sí…. Me siento especial, no a muchos le sucede lo que a mí, solo que a la vez, me encuentro perdido… No sé qué hacer ni decir, he estado toda esta semana evitándolos, pero no podré huir por siempre.- Termino respondiéndole a mi padre. Veo como su rostro cambia, de aquel siempre serio a uno amoroso, contemplativo, como si se alegrara con el vendaval que se ha gestado en mi interior. –No me había dado cuenta lo hermoso que eres… El amor te sienta bien, de eso no hay duda. Su corazón sabe de quién estás realmente enamorado y solo es cosa que dejes que hable por sí mismo. Decidas lo que decidas, quiero que sepas que estaré eternamente agradecido de aquel hombre que te ha hermoseado de esta manera. Nunca antes te había visto tan feliz…- Aquella sonrisa, sus palabras cálidas, aquella sensación de tranquilidad, como si don Carlos me hubiese abrazado sin siquiera tocarme, jamás podré olvidar esta sensación. Nunca antes me había dicho frases tan amorosas, mucho menos con esa mirada tan brillante, tan alegre.

El resto del día me lo paso recordando lo que me ha dicho mi papito y es que no puedo dejar de sonreír tan solo al pensarle. Él ha sido el hombre más importante de vida y el hecho que acepte mi amor, sea con quien sea, me repleta de dicha. Cuando estaba seducido por las mentiras de Leandro, él se opuso tajantemente, hasta tal punto que todo terminó en tragedia. Ahora las cosas han cambiado y me da pena el pensar que todo fue después de aquel accidente, que ahora mi padre esté postrado en silla de ruedas y mi madre internada en un centro de rehabilitación.

-Ahora el feo tiene a dos príncipes interesados en él… Debes estar feliz…- Escucho en el dintel de la puerta. Mientras picaba cebollas en la cocina, preparando el almuerzo, soy interpelado por Noah, quien no había salido de su habitación desde que fue humillado por el petizo. Su rostro se ve flácido, sus ojos hinchados debido al llanto y su voz se muestra cansada. La depresión se ha apoderado de él y ya no es el mismo de antes, incluso su cabello ha perdido aquel azul resplandeciente. -¿Y sabes lo peor de todo? Es que me alegro que te veas tan lindo…- Menciona finalmente, justo antes que me diera un colapso nervioso al sentirme culpable por su sufrimiento. –Da igual que mi relación con Leandro no haya resultado, supongo que podré superarlo en el futuro… Eso sí, lo único que te voy a advertir, es que si no eliges al guapetón de Australia, no te perdonaré jamás…- Cambia por fin su expresión sombría, por una mucho más cálida, como la de un primo que te quiere como hermano, que extrañamente se alegra por tu felicidad cuando antes pensabas que te odiaba. En todo su discurso, creí entender que deseaba que me quedara con el padre de los tres gatitos asustados, por lo que debo preguntarle sus razones a la hora de apoyar a Alberto. - ¿Cómo que por qué? El enano ese te utilizó, te mintió y todo para congraciarse con su esposa demente. ¿Quién te asegura que no esté fingiendo nuevamente? Está solo en ese mundo y tú eres mucho mejor partido que yo, saca conclusiones… Además no es solo eso, es que el otro machote es mil veces mejor. Es alto, fornido, inteligente, tanto que es arquitecto y tiene su propia oficina allá donde los gringos… Y desde lejos se nota que… tú sabes… es bien dotado el ángel… ¿quieres saber las cosquillas que me producía la cosita diminuta de Leandro? Eso sí que da pena…- Como por arte de magia, aparece el Noah de siempre. Respiro profundo debido a la tranquilidad que me produce el verle reconstruido. Supongo que entre todos los disparates que me ha dicho, hay más de una verdad. Cuando alguien rompe tu confianza, es muy difícil que la recupere, ¿cómo sé que el petizo está enamorado de verdad? La ocasión anterior era convincente, jamás podría haberme enterado que era una farsa.

Todos comemos a la mesa, como una familia feliz llena de dicha. –Esto está muy rico…- Comenta entre masticadas Mariela, casi devorándose su platillo. Me alegra verle tan animada, solo que al mirar a su lado, me encuentro con el plato vacío de Lea. -¿Quieres más comida? Cariño…- Le pregunto al darme cuenta que ha quedado con hambre. Me es imposible recordar lo que me dijo su director y es que Margarita ni siquiera era capaz de alimentarlo como se debe. Voy a la cocina y me percato que la olla se ha vaciado, ¿qué hago ahora? No puedo dejar a mi gatito sin comida. Ahora que lo pienso, últimamente no me ha dado mucha hambre y ni siquiera tengo apetito. Así es que tomo mi ración y se la entrego al pequeño. Sus ojitos se abren a más no poder al percatarse que le he dado mi comida. –Gracias…- Pronuncia bajito, un tanto apenado, aunque decidido a seguir alimentándose. Me alegre verle con más color en su piel, y al igual que a sus hermanos, me siento dichoso al saber que sus ojitos están brillando y sus risas escuchándose en el patio. David, ¿Tú jugarías con ellos?

Todo es tranquilidad en la tarde, hasta que llega Leandro ya entrada la noche. No puedo ni siquiera mirarle fijamente, es como si me diera miedo, se ha convertido en una amenaza. Siento que quiere que le dé una respuesta, que le diga si lo prefiero antes que a Alberto y eso es algo que no puedo decidir, me siento sumamente confundido. Intento evitarle lo más que puedo, sentándome lejos de él en la mesa, no platicando nada durante la cena y yéndome de inmediato a la cocina para lavar los platos. Todo iba bien, mis manos mojadas reflejaban la losa ensuciada, pensaba en qué cocinaría para mañana, la ropa que deberé lavar y la que después tendré que planchar, solo que de pronto, aparece mi peor enemigo. -¿Quieres que te ayude?- Y como un reflejo digo histérico que no, tanto que pareció más un grito de dolor que una respuesta cotidiana. No quería ser evidente, pero tal parece que eso no va conmigo. –Te amo, quieras creerme o no… Fui un tonto y lo tengo más que claro, solo quiero que me des una oportunidad, te prometo que esta vez no te defraudaré….- Toma mis manos mojadas y las resguarda entre las suyas, acariciándolas. Al levantar la cabeza me encuentro con su mirada profunda, observándome como si la vida se le fuera en ello. Mi corazón palpita a más no poder y siento como si toda la sangre se fuera a mi rostro.

Debería responderle, no sé qué, solo que debería decir algo coherente. Estaba a punto de hacerlo, cuando el sonido de unos toques en la puerta me distrae. –Lo siento, alguien busca, iré a atender…- Sea quien sea la visita que ha llegado tan tarde, le agradezco el haberme salvado de esa escena tan incómoda. Por lo menos tendré un día más para reflexionar qué es lo que realmente deseo.

Lo último que imagino al abrir la puerta es en quién me encontraré al otro lado, solo pienso en Leandro y su insistencia. Por eso me sorprendo de sobremanera al ver aquellas figuras paradas frente a mí. Como si fuese producto de un hechizo, me convierto en una estatua de sal, incapaz de moverse. –Buenas noches…- Es todo lo que escucho de la boca de esa mujer. ¿Qué hace aquí? Pensé que nunca más la volvería a ver, es imposible, debo estar soñando. -¿Pilar? ¿Eres tú?- Escucho a mi espalda. Mi papito ha reconocido a la ahora rubia y la ha llamado por su nombre, igualmente sorprendido. Ahí está parada mi hermana mayor, junto a sus tres hijos, esperando por una respuesta, una que de mi parte no llega debido a la conmoción.

-¡¡Ale!!- Grita Carlota corriendo para encontrarme. Siento el calor de sus pequeños brazos al abrazarme, dichosa al volver a encontrarme. La niña con quien jugaba en el despacho de su padre doctor, y quien finalmente resultó ser mi sobrina, es la única que logra despertarme de mi letargo. –Hermosa, tanto tiempo sin verte…. ¿Cómo te has portado?- Me centro en su rostro repleto de ternura, intentando olvidar que está su madre todavía a la intemperie. ¿Qué hace aquí? ¿Por fin se acordó que tiene una familia? No, claro que no, algo ha sucedido y por eso se ha visto obligada a buscar a las únicas personas que pueden ayudarle desinteresadamente.

Es don Carlos quien hace pasar a los invitados, mirándolos detenidamente y es que aunque llevan su sangre, son totalmente desconocidos para él. -¿Por qué vienes a visitarnos? Hija- Es lo primero que pregunta mi papito, saltándose el cómo estás y todo aquello de protocolo. Está sorprendido al igual que yo, esto no debería estar sucediendo y si ha ocurrido, es porque algo muy malo se avecina. –Me gustaría que mis hijos no escucharan esto, ¿podrían llevárselos a otro lugar?- Solicita la rubia, sin poder mirarnos a los ojos, avergonzada todavía por estar de regreso. –Lea, ¿puedes llevarte a los chicos a tu cuarto? Por favor.- Le digo al mayor de mis gatitos, para que no se enteren de quizás qué situación.

-Todo terminó mal… Rodolfo se enteró que Orlando le ha estado robando dinero todo este tiempo y decidió denunciarlo con la policía, quería que le devolviera lo que le ha quitado, solo que mi hermano al sentirse atacó con una pistola a mi esposo y… Él está muy mal en la clínica, está entre la vida y la muerte. Estoy aterrada, tengo miedo que Orlando decida vengarse de mí por no apoyarle… que me busque para matarme junto a mis hijos. Ustedes son las únicas personas que me pueden ayudar en este momento, dudo que él crea que vendré a buscar auxilio aquí…- Relata acongojada, dejando a un lado toda aquella soberbia que siempre le ha caracterizado, esa pose de señora de mundo que tanto ha cuidado últimamente. No puedo creer que nuestro hermano haya cometido aquel delito, que sea un ladrón y también un asesino, ¿cómo se ha convertido en ello siendo que siempre lo tuvo todo? Me cuesta imaginar lo que está ocurriendo, es realmente una pesadilla. -¿Entonces mi hijo está huyendo de la policía?- Don Carlos solo atina a preguntar por el paradero del hombre, notoriamente afectado y es que aquel que siempre le dio orgullos ahora está siendo buscado por las autoridades por ser un delincuente.

Lo único que espero que los uniformados logren capturar a Orlando, que él pague por todas sus culpas, que el doctor Eguiguren se salve de aquellas heridas y todo vuelva a ser como antes para mis sobrinos. La casa ya está repleta, por lo que los adultos tenemos que dormir en los sofás, dándoles prioridad a los niños, quienes deben dormir mejor que nosotros.

-Esta casa es horrenda, es un cuchitril… quiero volver a mi casa, no quiero dormir en esta cama llena de pulgas…- Recrimina María José, la segunda hija de mi hermana, una señorita sumamente rubia, de cautivantes ojos celestes y las mismas facciones encantadoras de su madre. Y como ella, posee esa arrogancia que la hace creerse superior al resto, incapaz de dormitar en una habitación de pobre como son las nuestras. -¿Por qué tuviste que pedirle ayuda a los amigos más podres que tienes? ¿Acaso son familiares de la sirvienta? Yo preferiría quedarme en un hotel o irnos a la casa de la playa…- Recrimina luego el hermano mayor. Facundo es de cabellera morena, piel pálida y ojos celestes, extrañamente parecido a su tío Orlando, tal vez es por aquella pose de chico inteligente, de quien solo con pensarlo es capaz de lograr todo lo que desea.

Mi papito está presente para oír los alegatos de quien bien sabe son sus nietos, solo que son ellos quienes no se han enterado de la verdad. ¿Será que Pilar ni siquiera ahora es capaz de decir la verdad sobre su origen? ¿Ni siquiera a sus propios hijos? Solo me hago el sordo, omitiendo aquellas frases de berrinche, típicas de niños mimados, de quienes siempre han tenido todo y nunca han debido combatir con la pobreza, con la escasez de dinero, mucho menos con la de amor. –A mí me gusta aquí, porque está mi mejor amigo…- Menciona Carlota mientras apoya su cabecita en mi hombro. Hace mucho que no la veía y me siento renovado al tener a este angelito nuevamente a mi lado. –Mañana iremos con los otros chicos que viven aquí a jugar a la plaza, ¿vale?- Le menciono para que se entusiasme, aun cuando sus hermanos mayores me contemplan con espanto, como si fuese el panorama más horrendo del mundo, típico de gente pobre.

La noche agitada transcurre rápidamente y un nuevo día comienza, incierto como siempre, aunque repleto de oportunidades. Mis gatitos se alistan para ir a la escuela, mientras mis sobrinos los observan desde sus camas, un tanto sorprendidos por sus prendas de estudio. –Esos pantalones están rotos y ese chaleco no tiene botones… Deberían comprarse ropa nueva, mira… esa camisa llega a estar amarilla de tanto uso…- Comenta María José viendo con desaprobación a los hijos de Leandro, quienes solo agachan la cabeza sintiéndose avergonzados, poca cosa ante aquellos que tanto tienen. Mi garganta se aprieta y mi corazón se acongoja, no puedo ver cómo mis gatitos sufren por ser tan pobres y es que yo siempre he debido enfrentarme a ello. Soy quien limpiaba los pisos que otros ensucian, el último eslabón de una cadena, ese que hace todo lo que el resto no acepta. Me dan unas ganas incontrolables de proteger a mis niños, de defenderlos de aquellos ataques, pero eso significaría enfrentar a mis sobrinos, quienes realmente tienen mi sangre y a quienes debería querer.

Llevo a los pequeños hasta el comedor para darles desayuno. -¿Y eso comen? ¿Pan con té? Si no se alimentan bien no crecerán, serán feos y negros para siempre… En mi casa siempre hay leche, cereales, frutas, yogures desnatados, jugos naturales, queques, postres y todo lo que queremos… ¿En serio siempre comen eso? Qué pena me dan…- Esta vez es Facundo quien comenta, especialmente después de ver lo desesperado que come Lea, y es que el pobre siempre despierta con mucha hambre por la mañana. Me da mucha pena cuando le veo dejar el pan en el plato, aguantándose el hambre para no avergonzarse ante aquellos chicos ricos. ¡Tranquilízate! Ellos no tienen la culpa, como siempre han tenido todo, creen que es normal tratar así al resto. – ¿Te lavaste el pelo? Si te rascas así es porque debes tener liendres…- Nuevamente la insoportable voz de María José se hace presente, hablándole esta vez a Álvaro, quien simplemente se ha tocado el pelo. –O tal vez son garrapatas…- Menciona el hermano mayor, riéndose luego con la rubia que se encuentra a su lado. ¡Ah no, esto no lo permito!

Camino hasta mi cuarto y tomo uno de mis más preciados tesoros. -¿Pueden ver esta foto? Es que ven ahí es su madre, con el mismo uniforme que usan mis gatitos… con la camisa amarilla, el suéter sin botones y los zapatos gastados… ¿Y ese de ahí? Ese es su tío Orlando ¿y este? Pues este es su tío Alejandro, y su abuelo Carlos y ella, su abuelita Carmen… Pues para que vean, su madre fue igual de pobre que estos muchachos y ustedes tienen la suerte de no haber vivido lo mismo, porque les hubiera correspondido… Nosotros somos roñosos y adivinen, ustedes también… porque aunque la mona se vista de seda, mona queda…- Y dirijo mi mirada a Pilar, quien no puede creer que le esté tratando de aquella manera. Eso sí que no lo soporto, que trate de esa manera a mis gatitos, cuando lo único que ellos merecen es amor. Qué gatitos digo, ellos son como hijos y no dejaré que nadie les haga daño, menos esos malcriados que osan a tener mi misma sangre. Si nadie defiende a mi Lea, a mi Álvaro y a mi Mariela, pues yo lo haré, quien los quiere como si fuera su padre. 

Notas finales:

Bye bye!!!


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