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Cuerda floja por Aomame

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Cuerda floja

Sobre las flores

Mi nombre es Ichiru Kiryuu. Y mi vida no es la gran cosa, y tampoco hay mucho que presumir. Estudio mi segundo año de preparatoria y asisto al club de ikebana. Nada más. Bueno, sí. La preparatoria es una de esas de elite en las que tienes que estudiar como condenado o ser muy inteligente para entrar y para mantenerte en ella. Y sí, que asista al club de ikebana es algo raro, ya que la mayoría de los asistentes al club son mujeres. Pero tampoco es tan extraño, mi familia se ha dedicado al ikebana por generaciones, es normal y hasta predecible que lo haga.

Sin embargo, por la misma razón, no se espera nada de mí. Quiero decir, saben que lo haré bien, y que lo que hago ahí es algo que hago todos los días, incluso, a un nivel inferior. No hay nada que contar, nada de que enorgullecerse.

Mi hermano es cosa aparte, sí, tengo un hermano y es mi gemelo. Él decidió hacer otra cosa, sin descuidar sus deberes con la familia. Practica kyūdō o tiro con arco japonés. Es un genio en eso, como en casi todo lo que hace. Hace unos días viajo a Osaka para competir en un torneo. Hoy regresa, y lo hace con el trofeo de ganador en su categoría.

Mi madre ha preparado un pastel, té y demás, a modo de festejo. Me ha puesto a ayudarle a preparar todo, aunque resulta un fastidio, la verdad es que eso no me molestó. Lo que de verdad me molestó fueron los invitados; y no todos, sólo uno. No me molestaba Takamiya Kaito, a él lo conozco de toda la vida, ni el vicepresidente del consejo, Ichijou Takuma, él es como un cero a la izquierda. Es el “noviecito” de mi hermano, el que me jode. Y me jode más, porque mis padres lo aceptan con tanta naturalidad que hasta “hijo” lo llaman. Me jode, me jode, ¡me jode!

—Ichiru, no te quedes ahí y ayúdame a llevar esto

—¡Tsk! ¿Por qué yo? —ah, eso no debía decirlo en voz alta.

—Porque lo digo yo y porque así me ahorras tiempo. Anda, toma— la lógica de una madre es irrebatible. Así que tome la bandeja que me daba con el té y me dirigí al comedor dónde los demás esperaban.

Dejé la bandeja sobre la mesa. Takamiya me dio las gracias y tomó su taza, el tarado del Kuran no dijo nada, siguió hablando con Kaito como si nada; el vicepresidente si se acercó a mí y esbozó una amplia sonrisa.

—Gracias, Kiryuu kun dos.

—Le dije que no me llamara así.

Él volvió a sonreír, tomó su taza y le dio un sorbo —Muy bueno —comentó ignorando lo demás.

Definitivamente, todos son unos cretinos. Pero en fin, son los amigos de mi hermano. Suspiré profundamente y me dirigí a la cocina. En el camino, la puerta principal de la casa se abrió. Me detuve a la mitad. Era mi hermano.

—¡Zero nii chan! —sonreí y fui a su encuentro. Procuré no hacer escándalo, no quería alborotar al gallinero de la sala.

Mi hermano también sonrió, dejó su maleta deportiva en el piso y me dio un abrazo —He vuelto, Ichiru.

—Bienvenido —me aparte sin dejar de sonreír —¿Y tu trofeo?

—Ah, lo deje en la escuela, después de todo lo pondrán en la vitrina de ahí. Me dio flojera cargarlo de un lado a otro — me dijo con total calma, mientras rebuscaba en su bolsillos—. Pero traigo la medalla —la sacó y me la tendió. Era una medalla de oro o al menos lo parecía. Era muy bonita. El campeonato regional era suyo, con eso iría a las nacionales. Y quizás, se convertiría en el mejor arquero de Japón.

—Es genial, nii chan.

—¿A qué sí? —mi hermano me guiño el ojo y yo le devolví su medalla —. Por cierto, Ichiru ¿a ti cómo te fue?

—¿Eh?

—¿Ganaste?

Ah, claro. Mientras él estaba en un torneo, yo estaba en un concurso. No era más que un concurso local de Ikebana. Tal vez demasiado local. Sólo entre unas cuantas escuelas. Nadie lo recordaba, ¡caray, ni yo!

—Sí—le dije y me encogí de hombros.

—¡Felicidades, Ichiru! —Zero dio un paso adelante y me estrechó entre sus brazos — ¡Sabía que lo harías! — me soltó y se acercó su maleta para extraer un pequeño paquetito, que a continuación me tendió —Son unos dulces de Osaka —explicó—son para ti, no le digas a nadie.

Me guiño de nuevo el ojo y yo asentí completamente encantado. Ese es mi hermano.  ¿A qué es genial? A nadie le importó el concurso de ikebana, hasta mis padres lo olvidaron. Nadie me preguntó cómo me fue, quizás ya lo daban por hecho, quizás no les importaba. Por supuesto que los logros de mi hermano siempre han sido mayores. Y aunque, sí que lo he envidiado mucho, también es cierto que lo adoro con el alma. Sólo él se acuerda así de mí. Sólo él me cuida y quiere de verdad. Y es por eso, que odio más a su patético y acaparador novio.

—Oh, Zero, estás aquí —mi madre salió de la cocina, probablemente para saber por qué me estaba demorando— ¡Felicidades, mi amor! —al igual que yo, ella lo abrazó. Pero esta vez, su voz atrajo a las gallinas de la sala.

En procesión se dieron las felicitaciones, abrazos y risas, palabras que ya no me importaban. Apreté el paquete de dulces que él me había traído. Y pensé que era más especial que todos esos, incluyendo al Kuran, porque a mí me había dado dulces, los había traído para mí, pensando en mí. Me hacía sentir especial.

+++

Cuando el pastel se terminó, Takamiya se tuvo que regresar a su casa y mi madre se retiró a su habitación a hacer no sé qué. De esa manera, sólo quedamos cuatro en la sala.

—¿Quieren jugar? — Sugirió mi hermano —Tengo el “play”  en mi cuarto.

—Sí, vamos— Kuran y Takuma san se pusieron de pie y yo los seguí arrastrando los pies

Jugamos, sí. Pero ya que sólo tenemos dos controles, tuvimos que hacer rotación de los mismos. Y en una particular ronda, dónde jugábamos Takuma san y yo, escuchamos algo raro detrás de nosotros, sobre la cama. Ni más ni menos que un besuqueo.

Tanto el vicepresidente, como yo giramos el rostro lentamente. Mi hermano y su estúpido novio se comían, literalmente, a besos.

—Te extrañé —dijo el Kuran entre un beso y otro.

—Qué tonto —mi hermano se rió —, sólo fueron tres días.

—Una hora ya es mucho.

Mi hermano sonrió y lo besó; yo rodé los ojos y suspiré. Pero vaya estupidez y que molesto. Estaba a punto de levantarme y cortarles el romance, cuando Takuma san me tomó del brazo, tiró de él hasta ponerme de pie y sacarme de la habitación.

—¿Qué hace, Takuma san?

—Vamos a darles algo de privacidad.

—¿Ah? No, no quiero.

—Vamos, Ichiru kun, pobres, ¿no ves que tienen síndrome de abstinencia?

—¿Está insinuando que van a… hacerlo?

Él se encogió de hombros despreocupadamente —Eso no lo sé. Pero, ¿por qué no? Yo lo haría.

—Pues de ninguna manera. No voy a permitirlo —hice amago de querer regresar a la habitación. Pero Takuma san me volvió a tomar del brazo y hacerme retroceder.

—No seas malo—dijo y sonrió—¿Qué tal si me muestras el jardín? Kaname siempre está diciendo que es una maravilla. Damos una vuelta pequeña y volvemos—añadió al ver mi cara de disgusto—. Vamos, Ichiru, no seas malo.

Suspiré y accedí. No tenía opción. Mi hermano podría quererme mucho, pero si lo interrumpía en algo como eso, no me lo perdonaría.

Salimos al jardín y lo guíe hasta la parte trasera, dónde estaba la parte más elaborada del mismo.

—¡Wow! ¡De verdad es hermoso! —exclamó—. Parece un jardín de Luis XV.

—Claro que es hermoso. Lo diseñó mi hermano.

—¿Zero kun?

—¿Te sorprende?

—Pensé que lo suyo era el ikebana. No los jardines. O en todo caso, algo rudo como el arco. No sé.

—Mi hermano quiere diseñar paisajes. El ikebana no es su prioridad.

El vicepresidente me miró con sorpresa en su cara. Yo no supe decir si era por lo que acababa de decir, o porque aún estaba impresionado con el jardín.

—¿Así que quiere ser un arquitecto o algo así?

Me encogí de hombros —Algo así. Para él es innato —avance hacia los arbustos que formaban el primer plano del diseño, después de estos florecían, rojas como sangre recién derramada, unas rosas bellas y enormes—. Claro que le ha costado trabajo, pero es bueno con las matemáticas, y dice que esto es matemático. En fin, él sabe lo que hace.

—Entonces, ¿tú te harás cargo del negocio familiar?

Lo miré y suspiré cansinamente.

—¿Qué pasa?

—Nada —me dirigí al porche y me senté en la plataforma de madera, él me imitó—. Sólo, no sé si pueda hacerlo. Sin duda, mi hermano tiene el talento y las características para ser el heredero. De hecho él debería de serlo. Sus flores son hermosas.

Takuma san frunció el ceño y miró hacia las rosas. Supongo que quiso negarlo o minimizarlo, pero era evidente que se había topado con algo prácticamente imposible.

—Mi hermano es un genio del ikebana. Pero como todo genio es excéntrico. Y no quiere hacer adornos florales. Quiere hacer estás cosas gigantes.

—¿Quién lo diría? Zero kun es vanidoso.

—No es eso. Quiere un reto. Él es así.

—Ah, pero estoy seguro que tus flores también son hermosas. Ganaste el concurso local ¿no?

—¿Cómo lo sabes?

—Sólo lo sé —me sonrió. Él era el primero que me decía algo con respecto al concurso, aparte de mi hermano—A ver, muéstrame tus flores, Ichiru kun.

Fruncí el ceño y sin siquiera moverme, le señalé el otro lado del jardín. Las rosas ahí no eran tan hermosas, es más,  muchas estaban marchitas.

—Yo planté esas. Como ves, son un desastre. Mi padre dice que sólo me falta práctica. Pero no es así, yo digo que las flores no me quieren.

Guardé silencio. Había dicho algo sumamente infantil. Y era muy raro que yo hablara de ello con tanta naturalidad con un -prácticamente- extraño. Él también se quedó callado. Se puso de pie y fue a examinar las flores. Miró las mías y las de mi hermano alternativamente, como si estuviera realizando un examen a consciencia.

—No es falta de talento —dijo—, tampoco lo es de habilidad. Podríamos decir que prácticamente son las mismas manos. Tiene que ver con la pasión, pero —enumeraba sus observaciones con los dedos. Que chico tan raro era—… tal vez es falta de amor.

Esto último lo dijo como una conclusión, o más bien, como una sentencia.

—No, yo amo mis flores —repliqué—. Me gustan, y me gusta trabajar con ellas.

—O h, sí. Eso no lo dudo —dijo, regresó a mi lado y se acercó —pero no dije que fuera amor hacia las flores lo que te hace falta.

—¿Entonces?

—Amor como el que tú hermano tiene. Como el amor que da. Supongo que el estado de ánimo influye. En cualquier arte japonés, ¿no es el equilibrio mental y espiritual lo más importante? El control y la conciencia de las emociones… saber canalizarlas es vital.

—Ah…sí…

—Y si es pasión y amor lo que te falta. Caray, dale amor y pasión a tu vida.

—No quiero caer en lo que mi hermano. Es lo único que no puedo admirarle.

—¿Por qué no?

—Es absurdo.

—Él lo disfruta.

—No, sólo soporta al tarado de tu amigo.

El vicepresidente torció la boca pensativo— Vi que hay una puerta de vidrio al jardín desde la habitación de Zero kun ¿verdad? —asentí, sin entender nada—. Sígueme —dijo, pero más que esperar a que lo hiciera, me tomó de la muñeca y me arrastró ahí.

+++

Era ridículo, pero ahí estábamos en cuatro patas escondidos entre las plantas.

—Esto no está bien —le dije mirándolo a él, sin atreverme a ver hacia la puerta de vidrio de la habitación de mi hermano —además, seguramente echaron la cortina abajo.

—Bueh… al menos lo intentaron—respondió él.

—Vámonos, no deberíamos…

—Mira, ¿dices que Zero kun sólo soporta? —me señaló con el índice hacia la puerta y yo, por reflejo, volteé a ver.

Ciertamente, la cortina estaba medio corrida, pero era bastante visible lo que pasaba ahí. Kuran tenía el rostro sumergido entre las piernas de mi hermano, era evidente lo que hacía. Mi hermano lo disfrutaba, claro que lo hacía. Echaba la cabeza hacia atrás,  respiraba agitadamente y crispaba sus dedos entreverando el cabello de su amante. Era el principio, probablemente, de una deliciosa sesión de sexo. Y el sólo darme cuenta de ello, el sólo hecho de ser consciente, hizo que los colores se subieran a mi rostro. Desvié la vista y me senté en el pasto dándole la espalda a la escena.

—¿Qué sucede? —Takuma san, se sentó a mi lado de la misma forma que yo—. Tu cara está roja—me tocó la mejilla con el dorso de sus dedos.

—¡Quita! —di un salto al verme sorprendido por aquel toque. Takuma san echó a reír— ¡No te rías! — le dije molesto.

—¿Ves? El amor se disfruta. Tú hermano tiene las mejores flores, porque hay amor en él. Lo transpira y lo respira. Cuando te pase lo mismo trasmitirás eso a tus flores.

Lo miré receloso —Tu teoría no me convence.

Él volvió a reír. Y no sé cómo ni porqué, pero tomó mi rostro con sus dos manos y me besó en los labios. Fue un beso rápido y somero. Pero suficiente para bloquear mis pensamientos.

—Tu cara está roja, Kiryuu kun dos

—¡Que no me llames así! —dije enojado. Pero él, él sólo rió y me dejo ahí.

+++

Después de un rato, deambulando por el jardín huyendo del vicepresidente, y pensando y repensando la razón de aquel beso. Regresé a la habitación de mi hermano, también lo hizo Takuma san. Mi hermano y su novio actuaron como si nada hubiera pasado, pero sus ojos los delataban mortalmente.  Pero, como era de esperarse, nadie hizo comentario alguno.

Takuma san rió y jugó con ambos como si tampoco hubiera pasado nada entre nosotros. Yo no le quitaba la vista de encima y cuando nuestras miradas se cruzaban, él sólo levantaba sus cejas pícaramente. Al final, él y su amiguito, que me cae en la punta, se fueron cuando ya era de noche.

Kuran no quería irse, decía que podía quedarse a dormir con mi hermano, pero, afortunadamente Takuma san tiró de él hasta sacarlo de la casa. Mi hermano los despidió en la puerta, y cuando el último grito de Kuran dejo de escucharse, cerró la puerta.

—Nii chan—lo detuve antes de que se fuera a dormir.

—¿Mmh?

—¿Se siente bien?

—¿El qué?

—¿El amar a alguien?

—Claro— me sonrió suavemente, su voz transmitía toda la verdad en esa simple palabra.

—Yo… siempre he pensado que es un distractor… estás pensado constantemente en esa persona, inviertes tiempo en estar a su lado, todo eso puede desviarte de las cosas que haces ¿no? El amor debilita, eso es lo que pienso, te vuelve vulnerable ¿Entonces, por qué se siente bien?

—Te equivocas, Ichiru —me dijo —. El amor te hace más fuerte. Cuando te enamores, tal vez si te sientas desorientado y vulnerable, pero es algo pasajero. Es como abrirte al mundo y conocer nuevos territorios, no es más que miedo a lo desconocido. Pero superar el miedo, te hace fuerte.

—Nii chan, cuando trabajas con tus flores ¿piensas en Kuran?

—Muchas veces.

Amor. ¿De verdad es tan maravilloso? 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado. Aún es una mera introducción, pero poco a poco irá fluyendo (eso espero) ;)

 

Hasta la proxima!

 

continuará...


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