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Letters por Jesica Black

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Capitulo 9
Convirtiéndome

 

                Luego de haber sido drogado por Radamanthys para que se calmara, le golpeó fuertemente la cabeza y lo encerró en la cajuela del auto. Era muy difícil moverse para él y no había logrado mucho. El viaje era más largo que los mil demonios y comenzaba a sudar por su estado. El rubio no tardó mucho en sacarlo de allí y abusar de él en la parte de atrás del vehículo, como la droga había sido demasiado fuerte, no había podido moverse durante todo ese tiempo y sólo sentía el frío de sus lágrimas recorrer su rostro.

                Luego de ello, había llegado a una casa frente a la playa y Radamanthys le arrastró a la que sería su nueva habitación. Invadido por una profunda tristeza y cólera de haber sido forzado no solamente a ir a ese lugar sino a tener sexo con ese hombre, se acostó en la cama y abrazó su almohada. Quedó así por unos días, no solía salir y mucho menos comer, estaba completamente agobiado de verse separado de sus hermanos mayores y sobre todo, estar en una mansión tan enorme a kilómetros de distancia junto a Radamanthys Wyvern. No le volvió a violar luego de ello.
Secó sus lágrimas en la colcha y se quedó dormido hasta la tarde del día siguiente. Se levantó y caminó hacia la cocina en busca de algo de beber, no encontró a nadie más que una mujer anciana que le atendió, pero comentó que el dueño de la casa vendría esa misma noche acompañado por su mujer, una señorona millonaria e igual de antipática.
No tardó mucho en conocerla, ella le miró con desagrado cuando se posicionó frente a él en la llegada al anochecer.

–¿Así que este es tu hijo? –dijo, la forma de hablar era de completo asco mientras le miraba, debía tener al menos cuarenta años o el maquillaje le estaba arruinando la piel, llevaba un tapado de piel, unos enormes aros y joyas, era atractiva, pero no tanto–. Es flacucho.

–Sí, querida –habló el rubio–. Párate bien, Jean –obedeció.

 

                La mujer caminó alrededor de él, tomó un mechón de cabello y lo olió, luego tomó el brazo y pasó su dedo sobre la piel, estaba examinándolo centímetro por centímetro, buscando algún detalle, hasta había checado con sus manos la cintura y cadera del más joven.

–Bueno, tiene el pelo grasoso y brilloso, además de piel seca…..pero no importa, parece tener buenas caderas para sostener un niño –mira el reloj de diamantes que tenía.

–¿De qué hablan? ¿Un niño?

–¿Pensaste que te traía aquí solamente porque me gusta ser padre de un mocoso? –Habló el rubio y le tomó del brazo–. Estás aquí para darme un hijo, con Anne lo  anotaremos como nuestro, tú solamente lo darás a luz.

–¿Q-qué? –Jean se separó espantado.

–Ni creas que meteré mi miembro en Alex o Camus, no, tú siempre has sido mi niño favorito, le conté a Anne sobre ti y quedó fascinada al saber que podrías engendrar un bebé para ella.

–Ni de broma perderé mi cuerpo por un mocoso –se acomodó el cabello–. Esta noche empezaremos, espero que tengas aguante cariño.

–¡No quiero tener un bebé! Soy demasiado joven y….–mira con terror a Radamanthys–. Tú eres mi padre.

–Durante la noche no seré tu padre –se acerca, Jean comienza a caminar hacia atrás–. ¿A dónde crees que vas?

–¡Lejos de ti! –grita y comienza a correr seguido de Radamanthys.

 

                Jean logra salir de la casa y continuar un camino hacia la nada, con solamente una playera que le llegaba hasta las caderas y un short de jean corto. Ni siquiera miró si los autos estaban andando o no, cruzó las calles como pudo esquivando una bicicleta que casi lo atropella. Llegó hasta la playa y continuó su recorrido, la luz del sol comenzaba a desaparecer y la noche se hizo presente. A partir de ahí empezó a caminar, mientras miraba las estrellas, le gruñía el estómago, debió pensar antes de salir huyendo como estúpido, debió abastecerse de comida.
Suspiró y salió de la playa pasear por la ciudad, probablemente lograría encontrar algo de comer pero no había nadie, la gente le miraba como si fuera un lunático, debido a que estaba lleno de arena en los pies y el pelo revuelto de tanto correr.
Se acercó a una plaza y se sentó en una fuente, miró aquel local de comidas rápidas que se encontraba justo frente a sus narices y como familias salían felices de allí. Se quedó un rato y sus ojos se iban cerrando, estaba bastante cansado.

–¡Oye….oye niño! –una voz masculina lo alertó, cuando escuchó unos dedos tronar se despertó por completo, delante suyo había un muchacho de cabellera negra y ojos verdes, llevaba una musculosa oscura muy ceñida al cuerpo y se venían varios tatuajes en el pecho, brazo y espalda. Tenía unos pantalones jean ajustados y rotos, unas botas de cuero negras y dos muñequeras con tachas. Estaba fumando un cigarrillo y exhalando por la boca y nariz el humo–. ¿Estás perdido?

–No, vete….–fue algo grosero, pero el muchacho no se apartó.

–No fue muy amable de tu parte ¿sabes?  –volvió a colocar el cigarro en su boca para inhalar el humo y luego exhalarlo–. Además no suelen haber chicos tan bonitos por aquí sin compañía de sus cuidadores.

–Tal vez no tengo cuidadores –susurró con la mirada baja.

–Bueno, si no tienes a nadie puedes venir conmigo –toma otra bocanada del humo y tira la colilla al suelo para pisarla con su bota–. Tengo un catre extra.

–No necesito limosnas de un pandillero –gruñó, era obvio que ese chico no era fácil de persuadir.

–Oye, puedes –se pasa la mano por debajo de la nariz– quedarte aquí y que te rapte algún extraño, o que la policía llame a tu mamá….o puedes venir conmigo.

–¿Cuál es la maldita diferencia entre un extraño y tú? –agregó Jean levantando la mirada.

–Qué yo te preguntaré antes de metértela, anda, ven, tengo algo de comer –se desacomodó el cabello y comenzó a caminar hacia la calle principal–. Sabes, no tengo mucho tiempo para perderlo en ti ¿vienes o no?

–Hmm….voy –se levantó y comenzó a caminar detrás de él.

–Y dime –murmuró mirando hacia atrás–. ¿Huiste de tu casa?

–Algo así –se acercó para quedar a su lado.

–Eres un idiota, huir sin dinero es de aprendices, yo antes de salir de mi casa le robé todo a mi estúpido y drogado padre –saca de sus jeans apretados unos chicles para ponérselos en la boca–. Te ofrecería pero lo mejor es que comas algo caliente.

–Hmmm….–voltea hacia otro lado sin decir nada.

–¿Cuántos años tienes?

–Quince.

–¿Quince? –le mira sorprendido–. Wo, eres demasiado joven.

–Si me haces algo puedes ir preso –alertó, el muchacho comienza a reírse.

–Jajajajajaja, ya he estado en prisión, tranquilo….–bosteza–. Me llamo Lean Daralas ¿y tú?

–Jean Diam…..Jean Wyvern –susurró esto último con repudio, ahora ya no era más Diamond.

–¿Wyvern? ¿Eres algo de Radamanthys Wyvern? –preguntó, el chico asiente con la cabeza.

–Soy su estúpido hijo –cruzó los brazos, Lean sonríe de costado.

–Vaya, un auténtico Wyvern, increíble….realmente increíble –sigue caminando mientras la sonrisa se ensancha más–. Pero no digas nuevamente tu nombre cuando entremos allí, tiene mala reputación.

–¿Hm? ¿Allí? –cuestionó sin entender.

–Mi casa –se adentró en un callejón oscuro–. Sígueme.

–Este lugar parece……terrorífico –se abraza a sí mismo, Lean sonríe de lo inocente que era.

–No te preocupes, yo domino este lugar…..–abre una puerta, más bien la tira abajo y continua–. Pasa, anda, pueden verte.

–¿Por qué tan rápido? –Ve como Lean cierra la puerta y le empuja hacia adelante por un pasillo–. ¿A dónde vamos?

–Ya te dije, a mi casa.

–Pero este lugar parece raro….–Jean comenzaba a sospechar que no lo llevaba a su casa y se imaginaba algunos títulos de diario donde la noticia principal era que habían encontrado su cadáver, pero intentó alejar esos pensamientos malsanos.

–Es una cocina de drogas, por eso está así –abre otra puerta  y lo hace pasar por efectivamente una cocina, veía algunos roedores caminar por allí, cosa que a Jean le dio asco–. Anda cariño, no tengo todo el día –Lean lo esperaba del otro lado con la puerta abierta.

–¿Estás seguro que éste es el camino? –preguntó, Lean sonríe.

–Claro que si, vivo aquí –le empuja ligeramente.

 

                En efecto, llegaron a un departamento con una cocina limpia, una mesa para dos, dos sillas, un sillón y dos camas pequeñas que se encontraban juntas. Al lado había un mueble lleno de libros, varios teléfonos celulares, bolsas con cocaína, cigarros de marihuana, licor, y varias armas, algunas de guerra que estaban debajo de la cama y otras más pequeñas pero con buena empuñadura. Jean tragó duro.

–Bien, ¿dónde quieres dormir, derecha o izquierda? –señala las camas, Jean no quiso dar la contra.

–La que me des estará bien –sintió entonces como unas manos abrazaron su cintura y el aliento golpeaba su oreja, a pesar de la diferencia de alturas.

–Entonces será izquierda –perfecto, un lugar estratégico, dado que era la cama contra la pared, imposible escapar sin que el otro se dé cuenta–. Te haré un sándwich –se aleja y abre el refrigerador pequeño.

–Y…..–se sienta en la cama–. ¿Qué haces de tu vida? Digo, aparte de vender drogas.

–Robo, mato gente por dinero –golpea con su pie una caja que se desplaza hasta Jean–. Ábrela.

 

                Al abrir la caja sus ojos se le iban, era una cantidad abrumante de dinero, joyas y oro. A Jean casi le da un ataque de ver tanta plata junta, era algo digno, pero luego recordó como se había hecho esa pequeña fortuna y alzó su mirada.

–¿Mataste gente?

–Gente mala, corrupta, no tengas lástima de ellos –saca de la heladera jamón y queso, algo de pan y comienza a prepararle un sándwich–. ¿Sabes que te vendría bien? Un aro en la lengua, ah y un tatuaje, tal vez no como el mío pero….

–¿Eh? –le miró sorprendido, el muchacho se acerca y le da el alimento para luego apoyarse en la mesa, Jean comienza a comer.

–¿Está bueno?

–Hmm….delicioso –susurró, Lean mordió su labio inferior y comenzó a jalarse la oreja derecha que tenía un pequeño expansor, muy pequeño, siquiera deformaba la oreja, por otro lado tenía un aro debajo del labio inferior y otro arete en la parte superior de la oreja izquierda–. Y, ¿por qué vives aquí?

–Me fui de casa a los dieciséis porque no soportaba a mi viejo, mi hermano era el señor intelectual y siempre me comparaban con él, lo quiero, pero odio ese tipo de cosas –comenzó a estirarse, su musculatura era digna de ver y Jean se quedó embobado–. Luego a los diecisiete empecé con esto de robar y así me fui haciendo mi dinero hasta que un viejo me enseñó lo que era la venta de drogas y me heredó su empresa ilegal.

–¿Y vives aquí a pesar de tener todo este dinero?

–Cariño, no sabes nada de dinero ¿verdad? –Sonrió de costado–. Te me haces que viviste en cuna de oro, no puedes tener esa apariencia siendo pobre.

–¿Eh? ¿Por qué?

–Uñas tupidas, cabello perfecto, buen olor, cintura y cadera prodigiosa.

–Viví en un monasterio toda mi vida –susurró, algo indignado.

–Oh, virgen –dijo aquello con una voz ronca, como si estuviera a punto de llegar al orgasmo. Jean no quería decirle que ya no era virgen, pero prefirió dejarle la ilusión de su castidad.

–Hmmm,….no lo digas de esa forma –terminó su sándwich y suspiró–. Estuvo delicioso.

–Gracias, soy el mejor en eso –se alagaba a sí mismo–. Y en muchas cosas….–se acerca hasta hacer que el más joven se acueste en la cama–. Dime….. ¿Te gustaría pasar una noche divertida?

–Hmmm…no sé….

–Podemos ir a robar juntos, eso me excita.

–¡No! –Inmediatamente le empuja, Lean sonríe–. No quiero robar.

–¿Matar te parece mejor? –habla emocionado, como un niño, Jean se horroriza.

–¡Claro que no!

–¿Y si tenemos sexo? –preguntó y caminó hasta donde tenía las armas, Jean le mira y se coloca una mano en el vientre, tal vez era suposiciones suyas, pero desde que Radamanthys le había violado tenía una sensación rara en su cuerpo.

–No….quiero…

–¿En serio? –toma un arma y empieza a jugar con ella–. Será divertido, me gusta lo divertido, podemos estar aquí un rato, fumarnos unos porros, tomar algo de alcohol y divertirnos a lo grande ¿qué te parece, muñeco?

–¿Cuántos años tienes?

–¿Cuántos años me das? –se relame el labio superior.

–¿Vienti……algo?

–Veintinueve –apoya el frio metal en la cabeza del muchacho–. Cuenta hasta tres, uno….dos…..–Jean cierra los ojos y aprieta las sabanas–. Tres.,… –se escucha un click y nada ocurre–. Jajajajajajaja.

–Ay dios ¡estas demente! –se levanta–. Casi me da un infarto….–se coloca una mano en el pecho.

–Jajajaja lo siento, quería saber que tan sumiso eres.

–¡CUALQUIERA ES SUMISO CON UN ARMA EN LA CABEZA, LEAN! –gritó, el pelinegro pestaño varias veces.

–Me llamaste por mi nombre –murmuró, dejó el alma en la mesa y se acercó–. Casi nadie lo hace.

–¿No te gusta?

–Si me gusta, me enciende –le toma por la cintura y le aprieta–. Eres digno de respeto, Jeancito.

–No me digas así, no soy un bebé…..

–Lo eres para mi, cuando naciste, yo tenía catorce y ya me drogaba con mi viejo –le lame el rostro suavemente–. Tengo unas ganas de hacerte mío…–le mira el rostro–. Hmm, pero no lo haré –lo suelta–. Iré a buscar algo de postre –toma otra arma, esta si se veía cargada y la coloca en su cinto, luego busca una chaqueta.

–¿Te vas? ¿Me dejarás aquí?

–Claro, ¿quieres venir?

–No ¡No! –se abraza a sí mismo.

–Bien, duerme un poco, volveré en un momento –abre la puerta.

–¿No tienes miedo que me escape?

–Jajajaja, seguro apenas y recuerdas como entraste aquí –salió azotando la puerta, ese tipo estaba loco pero tenía razón.

 

                Jean se acostó en la cama y se hizo un ovillo.

 

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                Los pétalos de rosa ya habían quedado en el suelo, la cama deshecha y abrigados con la colcha, dos cuerpos sudados que continuaban besándose y acariciándose. La mano del rubio pasó suavemente por los cabellos de tonalidades oscuras y rojizas mientras le besaba. ¿Cómo se habían conocido esos dos amantes ardientes que hoy tendrían a su primer hijo, juntos?

Fue durante una de esas convenciones que solía hacer Aeneas antes de comenzar con la política. Él siempre fue parte de enormes empresas que una vez al año hacían fiestas elegantes en alguna parte del mundo, entre ellas Francia, lugar favorito por su vino y las hermosas mujeres que yacían allí.
Como siempre, fue bien vestido, con saco y corbata, un rolex carísimo de oro y brillantes en su muñeca derecha, una hebilla de plata que sostenía un mechón del cabello que comenzaba a molestarle, una mirada ganadora entre tanta plebe. Sin más, era un muchacho atractivo, con al menos treinta y seis años, era uno de los hombres más codiciados en esa reunión, sus hijos: Kardia de dieciocho, recientemente se mudó de casa y el pequeño Milo de diez añitos, quien había nacido de una relación clandestina que no esperó dicho embarazo, pero amaba a sus dos hijos así sea de una extraña manera.

Últimamente todas las mujeres lo perseguían, y él, tratando de rechazarlas amablemente, colocaba sus manos frente a ellas y negaba con la cabeza, no sabía mucho francés porque era medio estúpido en los idiomas, pero algo había aprendido.

No muy lejos de allí, se encontraban los llamados “floreros” jóvenes mujeres y hombres modelos que estaban allí para hacer compañía, pasar tragos o conversar amenamente con los empresarios. Krest era uno de ellos, bastante diferente al Krest de la actualidad. Su cabello oscuro le llegaba hasta las perfectas caderas, era lacio y su flequillo estaba también sostenido por una hebilla de plástico para que se viesen sus dos hermosos ojos zafiro. Su cuerpo era escultural, aunque su desgracia es ser demasiado bajito, lo que hizo que comenzara a optar por zapatos con taco alto, así se viera muy afeminado los terminaba usando.
Tenía quince años en ese entonces y era un inexperto, pero sus ojos no se habían apartado del premio mayor.

–¿Qué tanto miras? –dijo Garnet, otra hermosa modelo de cuerpo escultural, era la mayor entre los modelos, muy elegante con su vestido negro al cuerpo que resaltaba sus enormes pechos, y un peinado digno de la realeza.

–Nada, nada –volteó la mirada y continuó sirviendo el vino.

–Te conozco Krest, serás una buena perra cuando crezcas –le acarició los cabellos–. ¿Estabas mirando a Aeneas Antares, verdad? –el muchacho no alzó la mirada, estaba avergonzado–. Aspiras demasiado cariño.

–Lo sé.

–Pero puedes lograrlo, tienes un cuerpo para eso, corazón –le cachetea las nalgas y Krest gruñe molesto–. Vamos, convídale un poco de nuestro exquisito vino, lo dejarás con la boca abierta.

–¿Tú crees? –en ese tiempo, Krest solía ser muy inseguro en cuanto su figura, no por nada había crecido con una madre que luego de ser abandonada por su padre, comenzó a engordar y él, viéndose reflejado en ella, adelgazar.

–Por supuesto, ¡no pierdas el tiempo! O una de esas putas te lo ganará –tomó una de las copas, se la entregó a Krest y lo empujó suavemente.

 

                El joven respiró profundo y se acercó hacia el hombre que miraba el escenario, tenía las manos en los bolsillos del pantalón y los ojos fijos en el micrófono. Se acercó hasta estar prácticamente al lado y le extendió la copa con el alcohol, pero el hombre continuaba concentrado, probablemente recordando a alguien.

–Ejem….–carraspeó, pero no hubo respuesta–. ¡Disculpe! –sonó más agresivo y ahí si pudo ver los ojos celestes del mayor observándolo–. ¿Desea probar nuestros vinos?

–Cla…..claro…–jamás se había quedado sin habla, pero esa belleza era digna de ello, tomó con temblor con mano la copa, nunca le había pasado, y bebió–. Hmmm, delicioso, ¿cómo se llama?

–¿El vino….? Pues…

–No, usted….–le tomó la mano acariciándole con sus dedos y le besó–. No he visto a nadie más hermoso que usted, mi…..ehm… ¿cómo se dice en francés? –Krest se sorprendió y comenzó a reír suavemente.

–Jejejeje, es muy gracioso –hace una reverencia–.Mi nombre es Krest Verseau, tengo quince años, cumpliré dieciséis en febrero, un gusto, señor Antares.

–¿Sabes quién soy? –preguntó soltándole suavemente.

–Todos aquí sabemos quién es…..pase una hermosa velada, mon sir (mi señor) –y con otra elegante reverencia le saludó.

 

                Aeneas quedó prendado ese día, pero le costó muchísimo conquistarlo dado que el joven era demasiado niño para un hombre como él. Tuvo que esperar hasta que Verseau cumpliera los diecisiete para poder tocar aquella piel que tanto deseaba y besar los labios, no por nada en ese tiempo Krest era por demás inocente y tímido. Con el tiempo y pasado los años la frustración comenzó a presentar batalla, y el sexo era solo un elemento más para ellos, pero no suficiente para lograr llenarlo, Krest quería ser su esposo y Aeneas no podía permitirse aquello aunque lo deseaba. El amor clandestino había llevado a Krest a la locura de hacer felaciones por trabajo, pero siempre con la imagen del buen Aeneas en su cabeza, llorando por las noches creyendo que había caído en lo que Garnet solía llamar como “Mundo de las zorras”. Fue víctima de abusos sexuales no consumados por su destreza a la hora de patear traseros, era lo único bueno que había heredado de su madre, en el mundo del modelaje muchas veces un “No” para alguien quiere decir un “Si” con fuerza abismal y tuvo que prepararse psicológica y físicamente para aquello.

 

–¿Estás bien, mon amour? –preguntó Aeneas mientras le vuelve a besar, Krest asiste con la cabeza.

–Sí, Cherry, estoy perfectamente….

–¿No quieres algo de comer? ¿Para el bebé y para ti? –acarició suavemente el vientre, se podía sentir duro.

–No, estamos bien –le tomó del rostro después de darse la vuelta y plantó un suave beso en los labios–. Gracias por tratarme como un rey.

–Lo mereces, haz aguantado tanto….–le acarició el cabello–. Hasta me has seguido aquí, a Athenas, donde no tenías nada….sólo por mí….

–Tú sabes que dejaría todo por ti….–le acarició suavemente el rostro.

–Ay mi amor, jamás encontraré alguien tan dulce, hermoso….enamorado de mi y sobre todo, solamente mío, como tú…..no sabes cuánto he esperado el momento para tenerte en brazos.

–¿Tú me amas? –preguntó, Aeneas sonrió.

–Más que a mí mismo, cariño, te amo……–le besa nuevamente y antes de poder seguir se escucha un ruido–. ¿Qué es eso?

–¡Ah! Mi celular –respondió y se dio la vuelta, estiró su brazo hacia el móvil que estaba en la mesa de luz y ve–. Es mi hermano….

–¿Tu hermano? –preguntó sin entender. Krest atiende.

–¿Hola? ¿Dégel?

¡KREST! –se escuchó un grito desopilante que hasta Aeneas, que se encontraba a una distancia prudencial, pudo escuchar–. Krest…..

–¿Qué diablos te sucede? ¿Por qué estás llorando?

Voy a tener un bebé, Krest –susurró entre sollozos, el mayor se sorprendió ante la noticia.

–¿De él? –preguntó, sabía que su pareja Aeneas era el padre de Kardia, por lo que no quiso decir su nombre.

Sí y no sé qué hacer –los sollozos eran cada vez más intentos–. Tú sabes la historia, Krest.

–Ay cariño…–se colocó una mano en la cabeza y se sentó en la cama, Aeneas le hizo masajes en los hombros –. ¿Tú no me contaste que fueron a comprar la píldora?

¡Sí! Pero como estaba con los condones saborizados de él no pude tomarla, me daba asco –se colocó una mano en el vientre–. Me siento mal ahora….

–Bueno cariño, debes empezar a pensar por dos, ¿ya lo sabe?

¡Claro que lo sabe! Tuve que echarlo de aquí….–ahora lleva su mano a la cabeza y tira su cabello hacia atrás–. No sé qué hacer, pienso en Seraphina y…

–Cariño, esa mujer ya está muerta, deja de pensar en los muertos y sigue tu vida….–mira a Aeneas que sonríe.

¿Cómo puedes decir que está muerta? –su voz sonaba espantada, como si Krest hubiera dicho una barbaridad.

–Tú mismo la viste morir, corazón……escucha, no puedes seguir así, que toda tu vida sea ella y su horrible hermano, ese tipo no paró de acosarte desde que murió su hermana y tú lo sabes –gruñó molesto–. Quiere que realices el sueño de ella así sea lo último que haga, ¡estupideces! Ella tiene que realizar sus propios sueños y no pudo, ahora tú eres dueño de TU vida, si quieres tirarte a tu escritor, ¡tíratelo! Si lo amas ¡ámalo! Pero no pienses en lo que creería adecuado ella….

Hmmmm.

–Y ahora debo colgar, estoy con mi “amante” y no quiero ser interrumpido ¡toma mucho ácido fólico, cariño! Nos vemos –cuelga.

 

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                Se levantó al día siguiente y miró a su costado, el muchacho había llegado bastante tarde y parecía agotado, estaba desnudo de arriba y mantenía sus jeans y botas. El más joven se acercó y miró los tatuajes con una precisión sobrehumana, los detalles eran muy pequeños y perfectos, le impresionaba la manera que había marcado su piel, sobre todo uno en particular que empezaba en el pectoral derecho y terminaba en el bajo vientre muy cerca de su entrepierna. Pasó su dedo por allí, lo que ocasionó una tensión en el cuerpo ajeno que le hizo sonreír.  Era la primera vez que tenía el control por sobre un cuerpo semi desnudo. Se posicionó entonces encima de las caderas y comenzó a apretar fuerte hacia abajo, pero no sentía nada, era extraño, cuando Radamanthys hacía caballito con él durante su niñez siempre recordaba que había algo duro debajo, pero en este caso estaba suave. Volvió a mover sus caderas pero no había reacción hasta que un gemido fuerte se exhaló.

–Oh, lo siento –murmuró pensando que le había hecho doler, el mayor abrió sus ojos.

–¿Qué haces?

–Estaba……–se detiene ¿qué estaba haciendo? –. No sé….no sé que hacía.

–Sabes, si quieres excitarme, lo estas logrando –sonrió–. Pero quítate ese short, es incómodo.

 

                Jean lo hizo, se quitó el short que tenía puesto dejando al descubierto sus bóxer de tela fina. Lean le pidió que volviera a sentarse encima y comenzara nuevamente haciendo esos movimientos, pero antes, bajó un poco su pantalón para también dejar expuesta esa zona con solo una tela delgada.
Comenzó a fregonearse por encima hasta comenzar a sentir esa dureza muy cerca de su nalga, gimió despacio, lo que ocasionó una más rápida erección. Todo con telas de por medio comenzaba la fricción, sentir esa sensación enriquecedora, lentamente Lean pidió que se detenga.
Se levantó, quitó sus botas y jeans, luego se desprendió completamente de sus bóxer para que el muchacho observara su órgano viril y le tomó de las caderas colocándolo en cuatro. Bajó los bóxer y metió su lengua allí entre las nalgas para lubricar aquella zona, Jean sintió con asco la saliva pero luego aquella humedad le empezó a provocar placer.

–Aaaagh…..aaagh…..Lean….–gimoteó, no estaba seguro de nada en ese instante.

–Tranquilo, tendré cuidado –se posicionó, estiró su mano para prender un cigarro de marihuana y fumar un poco antes de penetrarlo mientras masajeaba el trasero con ambas manos.

 

                Lentamente se fue adentrando en él, Jean sintió un intenso dolor que fue silenciado cuando todo, absolutamente todo, entró en él. Quiso borrar cualquier rastro que había quedado de Wyvern, por lo que aceptó todo aquello por más que le provocara esa sensación tan dolorosa. Comenzó con unos golpes rápidos para luego pausar y volver a un ritmo desengranado, colocó sus manos en las caderas del muchacho y movió las suyas arremetiendo, se sentía realmente delicioso estar dentro de ese quinceañero y lo mejor es que era completamente gratis, no tenía que pagar una puta para eso.
Cerro los ojos y volvió a poner el cigarro en su boca fumando sin parar mientras golpeaba contra él fuertemente, Jean sintió que su propia erección estaba cada vez más firme y comenzó a masturbarse a sí mismo, pero la falta de apoyo en una mano más los golpes fuertes allí detrás hizo que resbalara y cayera con la cabeza en la almohada quedando en esa posición.

Continuó con las embestidas hasta que sintió que Jean llegaba al orgasmo y su estrechez se apretaba contra su duro miembro, ocasionando que él también se viniera dentro. El semen lechoso salió de a poco hasta llenarlo por completo y lentamente las fuerzas fueron ganando. Lean pasó su mano por encima de las caderas y le acarició las nalgas.

–Eres la mejor follada que he tenido….no te dejaré ir –le plantó un beso en los labios. Jean sonrió de costado.

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Se levantó, tenía aquel extraño remordimiento, no solo con respecto a su hermano sino también con respecto a Milo. Había estado soñando durante toda la noche aquella borrachera y como había pasado todo, ¿por qué besó a Kardia? ¿Tan frustrado estaba que para Milo era solo una puta más? ¿Por qué le producía ese dolor? Había pasado al menos dos meses desde ese día, como también había pasado dos meses desde que su hermano desapareció. Se pudieron contactar con Radamanthys de alguna manera, pero sólo para recibir una desgarradora noticia: “Yo tampoco sé dónde está el enano y no me interesa”.
Al menso se relajaron un poco al saber que no estaba bajo las garras de Radamanthys.

En esos dos meses había pasado de todo, entre ellos, Kardia estaba muy deprimido y era Camus quien le intentaba levantar el ánimo, dado que Milo casi siempre se encontraba fuera por algún negocio referente a su banda. A Camus le hacía recordar mucho a sus hermanos menores, por lo que protegía a Kardia como si fuera un pequeño y éste le agradecía enormemente su atención. También en esos dos meses, Camus comenzó a tener problemas estomacales, vomitaba cada cosa que comía y se estaba volviendo histérico respecto a eso, el mayor de los Antares le proponía ir al médico por un chequeo pero el pelirrojo siempre decía que tenía muchas cosas que hacer, no insistía. Y era verdad, luego de la desaparición de Radamanthys y Jean, las cosas se habían puesto agresivas en el monasterio. Alexander había sufrido un accidente con su bicicleta y estaba enyesado desde entonces, Albafica acosaba a Manigoldo cada vez con más insistencia hasta el punto de volverse su sombra y respirarle en la nuca. Mu estaba deprimido y se refugiaba en las charlas telefónicas con un amigo que había conocido por chat, el mundo se desmoronaba.

Esa mañana, se despertó nuevamente con un asco, miró a su lado como Milo dormía, últimamente no habían tenido sexo y eso le preocupaba, pero no por el joven Antares precisamente, era él quien le imploraba no hacerlo, se sentía muy triste y mal como para andar con esas prácticas y misteriosamente el rubio lo respetaba. ¿Tendría otro amante? El solo pensarlo le daba asco y ganas de vomitar, demasiado asco y ganas de vomitar. Se levantó e hizo una maratón hacia el baño antes que Kardia, que caminaba por los pasillos, pudiera abrir la puerta.

–¿Otra vez, Camus? –Preguntó, suspiró pesadamente y cruzó los brazos–. Deberías hacer algo con eso, ya enchastraste todos los baños de esta casa.

–¿Qué sucede? –preguntó Milo acercándose.

–Tu novio vomita en el baño ¿acaso no te has dado cuenta? –Kardia parecía molesto, Milo no comprendía el porqué.

–Perdón, perdón, últimamente se ha quejado de dolor de estómago y mareos –se acerca y golpea la puerta–. ¿Necesitas algo, Camus?

–N-No….–pudo decir antes de volver a meter su rostro en el retrete. Milo y Kardia hicieron gesto de asco.

–Iré por unas toallas limpias –dijo Milo y salió corriendo, Kardia golpeó nuevamente la puerta y ésta fue abierta.

–¿Estás mejor? –preguntó y vio salir al pelirrojo, le puso una mano en la espalda.

–Creo que es la culpa –se coloca una mano en la cara–. La culpa por no decirle a Milo lo que pasó esa noche que nos besamos.

–¿Hm? ¡Pero eso fue hace dos meses, Camus! Hasta yo lo he olvidado, además sólo fue un besito, nada más –la mirada mortal del pelirrojo le hizo temblar–. Ya, ya, últimamente te cargas un humorcito, me recuerdas a Dégel.

–Ya, pero…..siento que engañé a Milo, traicioné su confianza –susurró y comenzó a caminar hacia la cocina, detrás de él viene Kardia–. Dégel ya tiene tres meses de embarazo ¿lo has visto?

–Sí, al menos ya dejo de vomi…..–se quedó helado–. Ay no…

–¿Ay no qué?

–Vómitos, mal humor, mareos….–se tapa la boca, Camus no comprende–. ¿No comprendes? Puedes estar embarazado.

–…..Jajajajajaja –rio bastante sonoro–. Tonto, yo uso pastillas…..las usé hasta hace unas semanas.

–Sí, pero usarla todos los días puede traer efectos secundarios, ¿no leíste el prospecto? –la cara de Camus ya había cambiado a terror–. ¿Estás bien?

–No…no…lo sé–niega–. No sé qué pensar.

–Pues piensa en que nombre le pondrás jajajajaja ¡Aay! –Kardia recibió un golpe en la cabeza–. Es solo una broma.

–No pensemos en eso ahora, Kardia.

–Pero…..

–¡KARDIA NO ME PONGAS NERVIOSO! –gritó, el peliazul se sorprendió, si, ese chico estaba embarazado–. Ay, lo siento.

–No, está bien……–suspiró–. Aun así, ¿te conviene tenerlo? Digo, tú sabes como es mi hermano, tan despistado y colgado, ni siquiera sabrá que hacer.

–Lo prefiero así –suspiró.

 

 

Continuará.

Notas finales:

¿Camus estará embarazado? ¿Podrán encontrar a Jean? ¿Jean seguirá con ese chico de mala muerte? ¿Radamanthys lo encontrará antes que Camus? Todo eso y más próximamente.


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