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Letters por Jesica Black

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Capitulo 10
Los meses no vienen solos.

 

 

                Camus estaba atareado, la desaparición de su hermano por un lado, su embarazo de ahora cuatro meses por el otro, y tener que continuar limpiando y fregando los pisos. Su hermano menor Alex llevaba hace tiempo el yeso en su pierna, se había deprimido bastante con la perdida de Jean y no quería hablar ni salir con nadie, eso le desgarraba el corazón al pelirrojo.
¡Tenía que hacer algo! Había pensado bastante en ello y hasta Kardia y Milo sabían lo del joven, pero a ninguno se le ocurría una idea para poder sacarle la custodia a Radamanthys Wyvern más que encontrar a Jean y que este por voto propio dijera que quería vivir con Camus, pero allí había otra variante, Camus tenía que tener dieciocho años para ello y apenas había cumplido diecisiete hace un par de meses, lo que significa que faltaban al menos cinco meses para sus ansiados dieciocho años.
Suspiró, terminó de pasar el trapo por la mesada y dejó allí el mismo, luego acarició su vientre con un pequeño bulto, estaba esperando el momento perfecto para decirle a Milo que serían padres, pero temía la reacción del rubio. Kardia, quien se había enterado en un primer momento, se lo veía feliz y dispuesto, deseaba que Dégel tuviera esa misma actitud con respecto a él, el pelirrojo pensaba que el escritor sería muy buen padre aunque seguía sin hablarse con el peliverde.

                Por otro lado, el buscar a su hermano también le imposibilitó aquello ¿cuánto tiempo había pasado desde que Jean se fue con Radamanthys? ¿Cinco meses? Estaba poniéndose nervioso y tiraría todo al piso sino tenía noticias de su hermanito menor pronto.

–¡Camus, Camus! –Milo llegó corriendo a la casa con una revista en su mano, en cuya portada se encontraba la imagen de Minos haciendo caridad en el monasterio donde había vivido, pero eso no era lo importante según el rubio–. Escucha, ¿recuerdas la editorial donde trabaja mi hermano?

–Claro que la recuerdo, llaman a menudo aquí  –habló con desagrado mientras se sentaba, últimamente se cansaba en exceso.

–Bueno, la editorial consumió a una pequeña compañía que hacía una revista de actualidad, ¡esta! –muestra la misma, Camus sigue sin entender.

–¿Y eso a mí qué?

–Estúpido, aquí siempre hay noticias de niños desaparecidos, podrías contar tu historia con respecto a tu hermano para que la gente que lo haya visto llame a la policía o de información –los ojos de pelirrojo se abrieron y se levantó de sopetón.

–¡Milo, eres un genio! ¡Nunca esperé algo así de ti!

–Gracias,  gracias, espera ¿qué? –Pero el rubio fue silenciado por un dulce beso de Camus en la boca–. ¿Ahora si podremos tener sexo?

–No, Milo, no me siento bien –le arrebata la revista.

–Escucha Camus, he estado siendo amable contigo y por obvias razones no te he obligado, pero debo sentirme mal por tu rechazo, está bien que no soy el más considerado de los amantes, pero comienzo a preocuparme que no quieras mantener intimidad conmigo y la última vez que lo hicimos estabas tan frío que parecías un cadáver.

–Milo, desapareció mi hermano –señaló la revista–. No puedo simplemente ponerme cachondo por eso.

–Pero el día que te enteraste estabas tan….

–¡Ya basta! –gritó–. ¡No estoy de humor!

–¿Pero qué te pasa? ¿Estás loco o qué? –gruñó el mayor, Camus no dijo nada pero entró Kardia a rescatarlo.

–Ya, ya…. ¿qué sucede aquí? –preguntó tomando a su hermano de los hombros con miedo a que avanzara al pelirrojo y le hiciera algo.

–Camus está raro, le traigo buenas noticias y me grita, quiero besarlo o tocarlo y no me deja.

–Camus es nuestro sirviente, no tu juguete Milo –regaña Kardia alejándolo.

–Pero Camus dejó de ser mi juguete hace mucho –suspiró–. Le estoy tomando cariño –Camus no podía entender porque Milo hablaba como si él no estuviera allí.

–Entonces respétalo.

–Pero me gustaría saber ¿por qué me rechaza así? Al menos quiero suponer que no es porque ya no me ve atractivo ¿o sí? –Milo se horrorizó ante esto y Camus, inevitablemente, comenzó a reír.

–Bobo, claro que no –suspiró–. Está bien, te diré que ocurre, pero prométeme que no te enfadarás.

–¿Hm? ¿Por qué debería? –preguntó sorprendido.

–Bueno…la primera cosa, es que…..–suspiró–. Bien, yo….estoy esperando….

–¿Esperando qué?

–Un bebé…

–¿Un bebé? ¿De quién? ¿Eres niñera?

–¡Que estoy esperando un bebé! –le dijo claramente, Milo pestañó.

–¿Y cuándo viene? ¿Cuántos años tiene? ¿Es tu hermano? –Kardia y Camus se golpearon la frente con la palma–. ¿Qué?

–Quiso decir que está embarazado, bobo –le zamarreo suavemente el peliazul.

–¿Qué? –sorprendido el rubio sonríe y se acerca–. ¿En serio? Espera, no sé si reír o llorar, no soy muy maduro –se señala la cabeza–. De aquí.

–No te preocupes por eso, maduraremos juntos….

–¿Por eso me rechazabas? ¿Por qué estabas en tus días? –le acarició el vientre gentilmente.

–Algo así….y ya que nos sinceramos –continuó Camus, Kardia desde atrás niega con las manos y la cabeza, Milo al estar de espaldas a él no pudo verle pero Camus sí–. Hay algo más.

–¿Qué más?

–Bien…..aaah…. ¡Hace-unos-meses-estaba-borracho-y-besé-a-tu-hermano! –habló tan rápido que no se le entendió, pero Milo levantó la mirada y frunció el ceño bastante molestó.

–¿QUÉ? –gritó con desagrado, Camus se fue hacia atrás–. ¿QUÉ TU QUE CON QUIEN?

–Tranquilo, tranquilo Milo –Kardia lo intentas detener pero Milo se aparta.

–No puedo creer que me hayan traicionado de esa forma…..–suspiró pesadamente y se dio la vuelta–. Iré a mi habitación –y partió.

–¿Qué fue eso? –preguntó Camus señalando la puerta.

–Milo es berrinchudo, le gusta el drama, déjame hablar con él….tú puedes ir a la editorial de la revista a hablar con los encargados para que te ayuden con la redacción del artículo para buscar a tu hermano, yo me encargaré del mío –Kardia acarició los cabellos rojos y se fue disparado hacia arriba.

 

                Ahora que recordaba, hacía mucho tiempo que Kardia no bebía y él sabía que era para acercarse más a un irascible Dégel, que ahora debía tener al menos siete meses de embarazo.

 

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                Si hablábamos de él, no se encontraba en las mejores condiciones. Dégel Verseau estaba más que deprimido, con un embarazo ya bastante avanzado se daba cuenta que todo aquello que pensaba y soñaba se estaba volviendo realidad pero sin Kardia. Acarició su vientre con delicadeza y cerró sus ojos, sentía los latidos debajo de su panza, también aquellas pequeñas contracciones, su niño le llamaba la atención.
Extrañaba horriblemente a Kardia, en esos tiempos sólo con su embarazo podía notar el vacio de su vida sino estaba el peliazul con él, además que las botanas que comía y las baladas que escuchaba no servían de mucho. Percibió un chillido y giró su cabeza para ver a su hermano menor Krest con un pequeño bulto en sus brazos, había tenido familia hacía unos pocos meses y el pequeño Zaphiri solía ser todo un príncipe a la hora de dormir. Con cabello oscuro como Krest y ojos azules como Aeneas, el niño era consentido por todos en su hogar, sobre todo por él.

–Pequeño Zaphiri, en media hora te toca tu mamila –murmuró Krest, se lo veía embobado con su niño, cosa que no había pasado nunca, se sentó en el sillón y abrazó suavemente a su hijo–. Eres un amor, bebé, el niño especial de mamá.

–Desde que Zaph ha nacido, te he visto como un idiota todo el día –rio Dégel mientras comía un poco más de pastel de manzana.

–Cuando tengas a tu hijo estarás igual y te lo remarcaré –recostó al niño en su pecho–. ¡Deja de comer! –golpeó con suavidad la mano de su hermano.

–Lo siento, cuando estoy nervioso ¡cómo!

–Cuando estas nervioso, cuando estas triste, cuando quieres dormir, cuando no quieres dormir, cualquier excusa es para comer y últimamente te has vuelto adicto a las manzanas –señaló una cesta que estaba repleta y ahora sólo había una.

–Las manzanas…..son las favoritas de Kardia –susurró mientras echaba a llorar, Krest niega con la cabeza y le acaricia la espalda.

–Ya, ya, chéri, cálmate….

–¿Y si llamo a mi hijo pomme (manzana en francés)? –Preguntó en voz alta mientras las lágrimas fluían por su rostro–. Es lo único que me une a él…

–No cometas locuras por tu depresión, Dégel –habló bajito–. Es como si yo le hubiera puesto “Zaphiri” a mi hijo porque Aeneas me regaló un anillo con zafiro.

–¡Lo hiciste! Y aun así me dices que lo que yo hago está mal –solloza más fuerte y se cubre el rostro.

–Wooo, vaya, eres intenso en todo ámbito con tus sentimientos, cariño….–le sigue acariciando la cabeza y la espalda–. Tal vez deberías hablar con Kardia, ya te he dicho, Unity es un estúpido, tú no deberías hacerle caso.

–Él me seguirá hasta por debajo de la cama si continúo con Kardia –suspiró–. Tú sabes cómo es él, lo hará.

–Unity está loco, ¡piensa que su hermana era una beata! No sé que tiene, ¿quiere santificarla o qué? Además que su hermana haya querido algo con Kardia no te imposibilita a que tú lo tengas ahora cuando lleva diez años de muerta.

–Siete.

–¡Es igual!

–Aun así ¿recuerdas lo que pasó cuando empecé a trabajar para Kardia? Fue como hace nueve o diez meses atrás –cruzó los brazos por encima de su vientre.

–Claro que lo recuerdo, yo estaba aquí –murmuró.

 

                Había sido un día como cualquier otro y ya era voice populy que él trabajaba en la editorial Zodiaco, donde era encargado de los artículos de prestigio. Pero esa misma mañana le había llegado la confirmación que dado que Sage había fallecido producto de una larga enfermedad, el editor más capacitado para controlar o domar a Kardia Antares era ni más ni menos que Dégel. La alegría de este al saberse nuevo editor encargado de su escritor favorito fue increíble, tal así que todo el vecindario se terminó enterando de ello.
Esa misma noche, estaba corrigiendo unas cosas de los últimos artículos que tendría en su poder. Krest se encontraba mirando las fotos de la revista en la que había salido, en ese entonces no estaba embarazado pero no faltaba mucho para que lo estuviera. El timbre sonó y el muchacho de cabellera castaña rojiza se levantó para atender. Al abrir la puerta su rostro cambió de feliz a agrio.

–Ah, eres tú –dijo desganado y le permitió entrar.

–¿Por qué tan tosco recibimiento? –preguntó Unity, un hombre de cabellera larga y grisácea, ojos celestes y cuerpo escultural, su mirada era fría como el hielo y sus ropas era formales, con una camisa manga larga celeste y unos pantalones de vestir negros.

–¿Quieres hablar con Dégel? –preguntó, el chico asintió–. ¡DÉGEL, TE BUSCA UNITY! –Se acercó hasta el cuarto donde estaba el menor–. El hermanito menor de la muerta.

–¿Hm? –Dégel se quita los lentes–. Krest, que mal gusto, ya voy –sonrió y apagó la computadora para ir a recibir a Unity con un abrazo, este lo estrechó un poco más fuerte de lo común, cosa que alertó al joven–…¿Pasa algo, Unity?

–Supe que serás editor de Kardia Antares, ¡felicidades!

–Aaaah, sí, estoy tan feliz por ello, trabajar con Kardia ha sido el mayor de mis sueños.

–¿De tus sueños o los de Seraphina? –y otra vez la burra al trigo, Dégel se separó lo suficiente para ver el ceño fruncido del muchacho, suspiró.

–Tú sabes que ella hubiera querido que yo me dedicara a eso, no entiendo tu actitud, Unity….

–Lo sé, pero hay algo que me molesta en este asunto y no sé que es –cruzo los brazos en su pecho y le miró–. Me incomoda un poco.

–Unity, tienes que estar tranquilo con ello, seguramente Seraphina está descansando en paz ahora en el cielo –suspiró y miró el techo–. La extraño todos los días, fue una gran amiga….

–Lo sé –se le queda viendo.

–Pero, debes estar feliz que no sufrió, Unity –vuelve a mirarlo y nota la intensidad de su mirada–. ¿Estás bien?

–Estoy bien –le toma del brazo–. ¿Recuerdas lo que acordamos, cierto?

–Claro que lo recuerdo todos los días….no me meteré con Kardia más de lo estrictamente profesional, por la memoria de Seraphina –afirmó, Unity sonríe y le vuelve a abrazar, esta vez más cálidamente.

–Gracias por querer a mi hermana tanto como la quiero yo.

–Ella me ayudó a enfrentarme a mis miedos y poder ser una persona un poco más sociable –le devuelve el abrazo–. Haré todo lo posible para alejar a Kardia de mi de no ser lo estrictamente profesional, así deba actuar como un patán.

–Eso me gusta –le toma de la barbilla, y se acerca.

–Ejem….–Krest cruza los brazos y luego deshace este gesto para señalar el reloj–. Es hora que te vayas, Unity.

–Sí –le miró con el ceño fruncido y se separó de Dégel para partir–. Nos vemos, Dégel.

–Adiós –saluda y le cierra la puerta apenas abandona la casa–. ¿Qué sucede contigo?

–No me gusta ese chico para ti.

–No eres mi madre, déjame en paz, él fue mi…..novio.

–Y Gracias a dios que no te tocó porque se las vería conmigo.

–Éramos pequeños, ni siquiera sabíamos que ser novios implicaba más que ir al colegio juntos –cruzó los brazos.

–Pero ahora veo que ya lo aprendió y quiere hacerlo contigo, prométeme que no te juntarás con ese tipo ¡Prométemelo, Dégel!

–Aaaay, ustedes dos con sus promesas…..lo prometo ¿ok?

 

–En ese entonces no te comprendía, Krest –suspiró Dégel acariciando su vientre–. Ahora si te comprendo, hay algo en Unity que no me gusta nada.

–Hmmm…..sí.

–Y cuando estoy embarazado lo percibo aun más, me produce cierto rechazo.

 

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–Milo….

–¡Vete! –su voz sonó apagada, como si una gran almohada le impidiera hablar con claridad.

–Milo, no te hagas el difícil…

–¡Te dije que te vayas! –nuevamente sonaba perdido entre las cobijas y mantas.

 

                Kardia no dudo en girar el pomo de la puerta y abrirla lentamente para dejar entrar la luz del pasillo al cuarto oscuro. Milo se encontraba con la cabeza encima de la almohada boca abajo, sus brazos rodeándola y su cuerpo tendido. Se acercó lentamente y paseó por la habitación mirando cada uno de los rincones, la guitarra tirada por un lado, los posters semi caídos, la ropa interior en el suelo, ese chico realmente necesitaba un orden en su vida.

–Milo, no lo hagas más difícil para todos.

–Eso ya me lo dijiste –apretó más su cabeza contra la almohada. Kardia sonrió, recordaba lo berrinchudo que era ese muchacho, digno de un escorpiano.

–Oye –se sienta en la cama y coloca su mano en la espalda–. ¿Estás así porque besé a Camus? Si es por eso, lo siento.

–Hmmm –se removió un poco, Kardia suspira.

–¿Te gusta Camus? –preguntó directo, sintió el cuerpo del otro tensarse y como negaba con la cabeza frenéticamente–. Y si no te gusta ¿por qué haces ese escándalo? –el rubio gira sobre su cuerpo para ver directamente a su hermano mayor, tenía los ojos algo hinchados y rojizos, la nariz sonrosada al igual que las mejillas por la presión que hizo con la cara.

–No es eso….

–¿Entonces qué es, Milo? –Cuestionó, se acercó como pudo y le acarició los cabellos–. ¡Te he criado diez años de mi vida para que me mientas ahora…!

 –No estoy enojado con Camus porque te haya besado borracho, estoy enojado conmigo mismo –Milo se intenta sentar como puede, aun recibiendo las caricias del mayor–. Yo, no me había dado cuenta de lo estúpido que fui con él hasta que sentí que lo perdía.

–¿Por un beso? Por favor, Milo –le da un suave golpe en la cabeza–. Necesito más que un beso para que ese chico se fije en mí.

–¡No! –gruñe–. No necesitas más, eres mucho mejor buen partido que yo, eres amable, sensato, eres…

–Alcohólico, detestable….–Milo le observa con una ceja alzada–. Dégel me dejó por eso.

–Bueno, Dégel nunca fue tuyo.

–Gracias por recordármelo, maldito enano –sonrió y le acarició más fuerte el cabello.

–¡Ya, ya….entendí! –Gruñó un poco–. Sólo que…..también esto de ser padre y….la responsabilidad, luego el beso….todo fue un revoltijo de sensaciones.

–Creo que estabas esperando una excusa para alejarte de tu responsabilidad como padre de ese bebé –Milo mira a su hermano, tiene razón.

–Sí, creo que es verdad. Pero, a la vez, quiero estar con Camus, en los últimos meses sentí una conexión, pero….a la vez siento que….lo lastimé mucho.

–¿Por hacerlo usar el vestido maid? Jajajaja creo que comienza a tomarle cariño a eso –rió suavemente, Milo niega.

–No, no, ¡me refiero a tratarlo como un revolcón! ¿Crees que sea demasiado tarde para invitarlo a salir? –Kardia sonríe y le acaricia más fuerte el cabello, revolviéndolo.

–Claro que no es tarde, ahora mismo se fue a la editorial que le recomendaste, pero cuando vuelva puedes proponerle una cita para empezar una relación ¿no crees? –preguntó, Milo afirma.

–¿No debería ser al revés? Antes de tener un hijo, salir.

–Sí, hermanito, pero tu vida siempre ha sido un desmadre tras otro…

 

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                Manigoldo se apoya en el marco de la puerta, su mujer había salido dado que tenía que ultimar los detalles para el nacimiento del bebé que estaba próximo y como si no fuera poco, aparece un adolescente en su puerta, de cabello celeste, hermosos ojos claros y dos enormes valijas a los costados. Intentó no echarse a reír ni a llorar, desde que ese joven apareció en su vida no había día que no se topara con él en la calle o le amenazara con mostrarle a su mujer las imágenes de su teléfono. Cuando intentó arrebatárselo, le comunicó que ya había hecho copias del mismo, por lo tanto estaba completamente atado de pies y manos.

–A ver, déjame ver si entendí…. ¿quieres mudarte aquí? –preguntó nuevamente, ya era la tercera vez que lo hacía. Albafica bufó molesto.

–¡Sí!

–¿Por qué?

–¡Por qué estoy embarazado!

–¡Ja! Por favor….ni siquiera me has mostrado una prueba de tu “presunto embarazo” deberías tener ya al menos tres meses o ¿dos meses? ¡Bah, qué se yo! –gruñó y le señaló–. Mejor vuelve a tu casa, niño, y deja de romperme las pelotas que ya las tengo lacias gracias a ti.

–¡No puedes dejarme aquí afuera!

–Ya te dije, vuelve a tu casa, ¡Vai a tu casa! ¿En qué idioma quieres que te lo diga, cariño? –señala hacia afuera.

–No tengo casa, ya te dije, tengo dieciocho años y no puedo volver al monasterio.

–Debiste pensarlo antes de cumplir los dieciocho –intenta cerrar la puerta pero Albafica no lo deja–. ¡Aaaahg! Bambino ¡Dannazione! (Maldita sea muchacho) aaagh –forcejea.

–¡No lo haré!  Tu sei l’amore della mia vita (tú eres el amor de mi vida) –habla en italiano, Manigoldo lentamente comienza a sentir que su cuerpo no forcejea más y ahora observa al muchacho sorprendido.

–¿Sabes italiano?

–Aprendí en el internado –susurró mientras se acomodaba el cabello–. Quise aprenderlo para leer tus libros en el idioma original.

–¿En serio? –El hombre no salía de su asombro, era la primera vez en su vida que se topaba con un chico que estudia particularmente su idioma para leer sus libros–. Aun así, no puedo tenerte aquí en mi casa ¿qué le digo a mi mujer?

–Que soy un primo lejano, puedo hablar en italiano para que me crea….–Manigoldo suspira, no era buena idea–. Ya sabes que tengo el video en mi poder.

–¡Ya lo sé! –Comienza a sonar el teléfono de la casa–. Mierda ¡Ya va! Ha cierto que es un teléfono –mira a Albafica y luego el teléfono para volver al muchacho–. Ok, pasa, pero  solo será hasta que tengas un lugar donde vivir.

–¡GRAZIE! –dice efusivamente y le abraza con dulzura.

–Ya, ya….Non essere cosí dolce (no seas tan dulce) –murmuró un tanto sonrojado–. Entra las cosas, yo iré a atender el teléfono.

–¡Va bene (bien)! –comienza a entrar rápidamente sus maletas.

–¡Súbelas, tu habitación es la segunda puerta a la derecha! –Gritó antes de tomar el teléfono–. ¿Si, quién habla? –Hace una pausa y su mirada cambia de una sonrisa pícara a una preocupación–. ¿Y cómo está?

–Manigoldo, ¿dove metto la mia roba? (¿dónde meto mis cosas?) –Comenta el muchacho, ya no traía las maletas sino más bien un sobre en sus manos, se detiene en las escaleras al ver que el hombre estaba completamente pálido–. ¿Manigoldo?

–Gracias por llamar, realmente, muchas gracias –cuelga, gira su mirada–. Mia moglie ha avuto un incidente (mi mujer tuvo un accidente) –se coloca una mano en la frente y tira el cabello hacia atrás.

–¿Qué pasó? –cuestionó bajando completamente las escaleras, algo sorprendido.

–Estaba haciendo sus compras en el shopping y se cayó por las escaleras, dice una señora que la ayudo que le salía sangre, llamaron a la ambulancia pero tenía contracciones –sale volando de allí tomando la llave de su auto–. Tengo que ir.

–No, non si va in quello stato (usted no irá en ese estado) –Albafica toma las llaves del auto–. Yo conduciré.

–¿Sabes conducir?

–Por supuesto, yo debía llevar a los niños del orfanato al hospital cuando no estaban los adultos y la anciana monja no podía por su pata de palo, vamos –salen de allí ambos.

 

                Durante el trayecto, Manigoldo parecía realmente angustiado. Albafica había dejado el sobre en su regazo y no emitía ninguna palabra. Al llegar, le comunicaron a Manigoldo la triste noticia, su hija había fallecido y su mujer se encontraba terriblemente angustiada. El embarazo siempre había sido riesgoso, pero en las últimas semanas del octavo mes, ella se había sentido bastante mejor y podía salir a dar pequeños paseos. En una de esas, un fuerte mareo producido por la presión de su hija en las caderas y columna le hizo desmayarse y caer de lleno dos metros contra el piso, pero la cosa no acababa allí, debido al golpe, tuvo problemas durante el parto y le tuvo que ser substraído su útero, por lo cual, el dolor era inmenso en aquella joven mujer. Manigoldo no podía con su propia angustia y caminaba como león enjaulado hasta que ve a Albafica acercarse, llevaba ese bendito sobre aun con él y caminaba directo. Allí cuando lo vio recordó aquella amenaza y por unos minutos sintió que ese muchacho le estaba arruinando la vida. Caminó hacia él y le tomó del cuello aprisionándolo contra la pared.

–¡TÚ! ¡MALDITO NIÑO! –Gritó en un gruñido–. ¿Qué hiciste? ¿Fuiste tú, verdad? –Albafica intentó quitarse las manos del cuello pero no podía.

–¿De…de qué…hablas? –murmuró como pudo.

–Te lo pregunto nuevamente, ¿Tú tienes algo que ver con esto? –Nuevamente, Albafica niega mientras dos lágrimas caen por sus ojos–. ¡LIE (Mentira), ERES UN MALDITO MENTIROSO, TÚ QUERÍAS QUE MI  VIDA SEA MISERABLE PARA QUE TU SEAS FELIZ!

–Aaaahj…..io ti amo….io….ti….a-amo….–habló entrecortado, lentamente sus manos perdían fuerza y el sobre cae al piso. Manigoldo pudo verlo por primera vez y al notar le sello del laboratorio lo suelta completamente–. Cof….cof…..cof….–tose.

–¿Qué es esto? –preguntó mientras levantaba el famoso sobre, lo abre con cuidado.

–Tú me pediste una prueba ¿verdad? Cof cof….–se toma la garganta por el dolor.

–¿Hm? –Manigoldo abre el sobre y efectivamente logra ver el resultado, Albafica iba a tener un hijo suyo–. ¿Estás seguro que es mío? –el más joven afirma y Manigoldo se sienta de lleno en la silla, intentando analizar lo ocurrido.

–Io…..io mi dispiace tanto (yo lo siento tanto) –bajó su mirada, Manigoldo no le creyó su perdón, pero quiso creer por un instante el dolor de una futura madre a una que no lo pudo ser, alzó la cabeza para ver los ojos claros cubiertos por la cabellera, esto era realmente doloroso para él y tendría que afrontarlo, quisiera o no, ese muchacho estaba ganándose parte de su corazón.

 

Continuará.

Notas finales:

Me dolió mucho haber matado a un bebé pero son las cosas que suelen pasar, ahora Manigoldo no sabe cómo hará para que todo esto del bebé y Albafica salga a la luz, pero bueno, veremos que piensa nuestro canceriano con respecto a esto. Mientras tanto, Dégel sigue bajándose la cesta de manzanas pensando en Kardia, tal vez en el siguiente cap ellos vuelvan a encontrarse. ¡Saludos!


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