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Letters por Jesica Black

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Capitulo 17
Milo y Camus

 

 

                Camus se encontraba en una absoluta melancolía, pues, nuevamente su hermano menor era arrebatado de una forma cruel de sus brazos. Su embarazo estaba al límite, pues la preocupación no paraba de agobiarlo. Milo intentaba reconfortarlo, pero ahora tenía que cuidar a un recién nacido y dos bebés que aprendían a caminar rápidamente, no sólo eso, acompañaba a su hermano a realizarse los estudios cardiacos.
Así pasaron unos días en los cuales la desazón gobernaba en la casa de los Antares. No tardó mucho en llegar a sus oídos la noticia que Unity les mandaba señal de vida de Jean, pero no de la mejor manera, lo había fotografiado y grabado en video de varias ocasiones, en una de ellas siendo “violado” por Unity, lo que provocó más llanto en Camus.

–Ese tipo me las va a pagar –gruñó el rubio golpeando con una almohada el sillón, Kardia se encontraba en una silla alzando al pequeño Eloy que se había quedado dormido y despertó alterado al escuchar el ruido.

–Tranquilo Milo, estas alarmando a todos aquí –sentenció y se levantó para comenzar a mecer suavemente al pequeño–. ¿Cómo está Camus?

–¿Cómo esta? –Preguntó con ironía–. ¡Devastado! Su hermano esta bajo vigilancia, en manos de un lunático que lo traviste y lo hace parecerse a Dégel, ¿qué diablos le pasa a ese sujeto?

–Ni yo sé que pasa por la cabeza de ese tipo –deja a Eloy en el piso–. Gael y Eloy no han visto a Jean en días, no podemos seguir diciéndole que se fue al supermercado, al menos no a Eloy.

–Sí –suspiró–. Y aun estoy algo angustiado por Camus, el doctor me ha dicho que no le haga más mala sangre o podría perder al bebé, estamos en momentos críticos.

–No pensé que te diría esto, pero has madurado muchísimo –Milo sonríe de costado y abraza a su hermano reconfortándose.

–Me gustaría volver a ser niño, tenía menos problemas –susurró.

–Pues piensa que estos dos, Gael y Eloy, son niños y aun así están viviendo una historia dura, donde su mamá está bajo las garras de un lunático.

–¿Sabes que es lo único que me hace sentir mejor conmigo mismo? Es que sé que Jean será fuerte, lo fue durante todo un año.

–Es verdad….–suspiró y le acarició la cabeza–. Aun así, ser violado y tratado como basura desquicia a cualquiera, ¿qué les ha dicho la psicóloga de Jean?

–Bueno, ¿te acuerdas que el primer mes fuimos con Camus para que nos dé el primer informe?

–Aja.

–Dice que está desequilibrado emocionalmente –se señala la cabeza–. Lo más probable es que estalle de alguna forma poco ortodoxa, por eso había que tener cuidado.

–Hmmm, es verdad, aunque ha estado muy tranquilo, ¿te acuerdas cuando lo trajeron el primer día?

–Jajaja, si, todo lo canjeaba por sexo –cruza los brazos y sonríe–. Extraño esas épocas.

–No seas un pervertido –Kardia le golpea suavemente la espalda.

–No es por eso, es que Camus se ponía más celoso cuando veía que Jean estaba encima de mí, eso me gustaba mucho…..ahora está llorando todo el tiempo….–suspira y mira el suelo–. Tenemos que encontrar a Jean sea como sea.

–No podemos entrar a la casa de Blueice, además si lo hacemos, Unity está tan loco que nos dispararía, ¿viste el video que nos mandó? Amenazaba a Jean con armas de fuego para obligarlo a doblegarse.

–Yo no sé qué pasará en la mente de Jean en estos momentos.

–Yo tampoco, pero puedo decirte que no es nada bueno….

–¡Milo! –el rubio se dio la vuelta para ver como Camus bajaba con los ojos llorosos, inmediatamente acude a él.

–¿Qué pasa, cariño?

–Tuve una horrible pesadilla –susurró y se aferra a él, el rubio lo abraza fuerte y acaricia su espalda mientras mira a su hermano justo detrás–. Jean estaba muerto….había mucha sangre….

–Tranquilo, Unity no se atrevería.

–¡No podemos perder el tiempo! –se separa–. Mi hermano….

–Camus, tranquilo, estás haciendo justamente lo que el doctor te dijo que no hicieras ¡preocuparte!

–¿Y cómo quieres que no lo haga? –Sus ojos se volvieron a inundar de lágrimas–. ¿Cómo?

–Tú ve a dormir, yo iré más tarde a velar por tus sueños –Milo le besa la frente muy gentilmente, Camus afirma y camina hacia su cuarto.

–¿Qué harás con él? –preguntó Kardia.

–Pues reconfortarlo, cuando pensábamos que nuestra vida volvía a tener un equilibrio, aparece ese bastardo –susurró, siente que alguien le toma de los pantalones y al bajar logra ver al pequeño Logan, su cabello rojizo y ojos celestes eran tan profundos–. ¿Quieres dormir? Ven con papá, vamos a levantarle el ánimo a Mamá.

–Suerte con eso –sonrió Kardia y ve como su hermano sube con su hijo a la recamara.

                No pasó dos minutos que su teléfono comienza a sonar, otro mensaje de voz. Al escucharlo, su mirada cambia radicalmente, toma a los pequeños de Jean para llevarlos al cuarto y pedirle a Milo que los cuide, él debía hacer una diligencia. Y se fue de allí a la entrada de la ciudad de Athenas, pues recibió un mensaje de Dégel.

 

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                Minos seguía con las compresas frías en su cabeza, los mareos le estaban matando al igual que los vómitos matutinos. Aiacos se encontraba con él, acariciando sus hermosos cabellos mientras le tranquilizaba. A simple vista, se notaba que ambos llevaban una relación por demás hermosa, hasta que, la puerta se golpeó rápidamente. Aiacos le pidió un minuto y se levantó para ir directo allí y encontrar al joven Sebastián, siempre con su cara de pocos amigos y llevaba un sobre en sus manos, en el mismo, había un logo del hospital al cual habían asistido días antes Minos y Aiacos, por lo que supo eran los resultados de los exámenes de sangre. El doctor pensó que debido a la edad y contextura física, Minos Verseau podía tener un cuadro anémico.

–Carta –murmuró Sebastián e ingresó, para arrojarle por la cabeza la carta de Minos, el hombre se levantó y con muy mal carácter la tomó.

–¿Qué te pasa? –cuestionó agrio, Sebastián simplemente le miró con más ira de lo que acostumbraba, pero no se corrió de allí.

–¿Necesitas algo más? –Aiacos parecía mucho más complaciente con él, y Sebastián negó con la cabeza.

–A ver ¿qué será? –el peliblanco abrió la carta y observó los estudios con estupefacción.

–¿Qué sucede?

–Según esto….estoy esperando un bebé –habló casi con un hilo de voz, Aiacos se sorprende, no pensaba que a la edad de Minos podía tener más criaturas, pero al recordarlo, el embarazo masculino se podía constatar hasta los cuarenta años y Minos tenía solamente treinta y ocho.

–Wooo, eso es genial –sonrió y se acercó al muchacho para darle un fuerte abrazo–. Seremos padres.

–Sí….–susurró, Sebastián se acercó a la puerta y la golpeó, permaneciendo aun adentro, cosa que alertó a ambos muchachos.

¿Y se quedarán con él o lo tirarán a la basura? –esa frase estrujó el corazón del platino, quien se levantó inmediatamente de la cama.

–¿Cómo….? –preguntó, quería saber como el muchacho sabía su historia, pero este le interrumpió.

–Veintiún años –se señala a sí mismo–. Veintiún años tenías para buscarme y jamás lo hiciste.

–¿De qué hablas, Sebas? –esta vez Aiacos intentaba poner paños fríos sobre el oscuro secreto.

–¡Ja! ¿Piensan que soy estúpido? –Señala a Minos y luego a Aiacos–. Ustedes dos, hijos de puta, me dejaron en su momento y ahora los veo tan felices por su bastardo….

–¡No hables de esa forma, jovencito! –interrumpió Aiacos colocándose entre medio de Sebastián y Minos.

–¿Y tú quien mierda eres para decirme eso? Ah, si….ya sé quién eres, el padre irresponsable que jamás me buscó.

–Yo….yo no sabía.

–¡Si lo sabías, lo sabías maldita sea! –Golpea de una patada una silla, la cual sale volando, Minos se aferra a Aiacos–. Ustedes jamás me quisieron….JAMÁS….

–¿Cómo te enteraste? –ya rendido, el pelinegro quería saber cómo era posible que ese chico supiera la verdad si ni ellos la conocían entera.

–Mis padres adoptivos me lo contaron –murmuró, casi en un hilo de voz y bajó la mirada–. Me dijeron que mi madre era un súper modelo de apellido Verseau, que era conocido por ser una puta y una fácil. Y mi otro padre, un drogadicto que quiso matar a mi madre en pleno acto sexual en el que fui engendrado –apretó sus labios, los ojos de ambos progenitores se abrieron.

–¿Estás seguro que tú….eres mi hijo? –Sebastián le mira dudoso–. Yo no recuerdo nada de ese entonces, siquiera recuerdo cuando naciste….intenté olvidarlo.

–¿Por qué…? –cuestionó, Minos miró hacia abajo.

–Porque fue muy doloroso para mi……

 

                Sebastián se acercó lentamente y toma un mechón de cabello de Minos, éste, creyendo que se lo iba a tironear, cierra los ojos, pero solo siente la dulce caricia del joven en ellos, intentando buscar la textura del cabello de su madre en cada caricia. Lentamente Aiacos fue desapareciendo, y tanto Sebastián como Minos quedaban frente a frente. El peliplata abrió los ojos y le miró directo, definitivamente esos ojos jamás los olvidaría, jamás los olvidó.

–¿Por eso no me buscaste? –preguntó.

–Ni siquiera recordaba que tenía un hijo hasta hace unos pocos años –se intentó acercar para abrazarlo, pero tenía miedo.

–¿Por qué él sí y yo no? –indagó señalando el vientre, Minos no pudo resistirse y le abrazó, estrechándolo en sus manos.

–Tú aun puedes….

 

                El silencio sepulcral advino a un fuerte abrazo, las lágrimas recorrían su rostro y aunque aun guardaba un profundo rencor, era necesario escuchar primero a esa “madre” antes de juzgarle, y es porque siempre es mejor, aunque su vida fue horrible, estar abierto a una nueva familia.

 

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                El auto se detuvo a un par de metros y Kardia le vio sigiloso, aun con temor que no fuera cierto. Se sacó las gafas de sol y las colocó encima de su cabeza para caminar con pasos firmes hacia la puerta abierta del vehículo. De allí salió un joven de cabello verde, lentes, y hermosos ojos amatistas. A pesar que otros seres estaban saliendo del carro, los ojos de Kardia solamente miraban a los de Dégel intensamente mientras avanzaba, estuvo así durante un instante y cuando pudo tocarle le dio una bofetada. Dégel se quedó estupefacto por ese recibimiento, pero antes que proteste fue abrazado fuertemente contra el cuerpo del muchacho que comenzó a llorar a viva voz, sin percatarse que un niño los observaba desde dentro.

–Ka-Kardia, no llores…..–susurró acariciándole la espalda, pero el hombre no respondió, simplemente lo aferró más hacia él.

–Jejeje, así que él es Kardia –la voz de un muchacho joven apareció, Kardia levantó la mirada–. Bonjour, soy Lauréense…..

–Oh, si…–se separó unos minutos Dégel mientras ayudaba al pequeño a bajar, Kardia se quedó mirando al francés–. Él es Lauréense, es un amigo y quien me ayudó en Francia y ella es su abuela Mary Ann –señala a la anciana mujer.

–Oh, mucho gusto –se inclinó ligeramente y ayudó a la señora.

–Y él es…..Lysander –murmuró presentando al pequeño, a Kardia le brillaron los ojos, y el niño quien a simple vista parecía no entender nada, también reaccionó igual a su padre.

–Hola Lysander –saludó amistosamente el mayor–. Soy tu papi.

–¿Papi? –preguntó dudoso, pero inmediatamente estiró sus brazos y le tomó, Kardia aceptó a ese pequeño de cabellos verdosos e intensos ojos celestes y lo acunó.

–Tenía tantas ganas de conocerte, cariño.

–Papi….–le abraza y llora, a Kardia se le partió el corazón y lo llenó de besos, Dégel no podía evitar pensar que separó durante mucho tiempo a dos personas que merecían estar juntas.

–Ya, mi ángel, ¿has cuidado a mami? –preguntó, Lysander se frega los ojitos con su manga y afirma, estaba rojo por la muestra de afecto del papá y se volvió a abrazar–. No llores cariño, ahora papá está contigo y nunca, ¿escuchas? Nunca te dejaré ir.

–Me alegra escuchar eso porque yo tampoco planeo volver a Francia –intervino Dégel, Kardia deja un momento lo que hacía para ver los ojos amatistas brillantes de su amado.

–Pues te has tardado mucho en darte cuenta que éste es tu hogar –explicó, Dégel asintió.

–Es verdad –susurró y puso una mano en el hombro a Kardia–. ¿Cómo has estado?

–Tengo el corazón roto, pero bien –Dégel no entiende el sutil sarcasmo–. Tengo insuficiencia cardiaca.

–No sabía eso –murmuró espantado, Kardia bajó al niño al suelo el cual abrazó una pierna de su madre.

–Bueno, así estoy….–pasa su mano por los brazos de Dégel–. ¿Y tú?

–Bien, ya sabes que el niño nació aquí en Athenas –pasó la mano del hombro hasta el rostro.

–Si se quieren besar, háganlo de una vez –protestó Lauréense, Dégel miró a su amigo y obedeció, aferrándose a esos grandes brazos que lo acunaban.

 

                El beso no se hizo esperar, y la lengua de Kardia degustó cada rincón de la boca del otro, las manos vagaron por sobre el cuerpo recordando esa noche de amor en la cual engendraron a su hijo. El calor aumentó, Dégel sintió como su enamorado masajeaba sus glúteos, inmediatamente se separó con tonos carmesí en su mejilla, Kardia amaba que Dégel siguiera siendo un niño a pesar de sus casi veintisiete años.

–Tonto –susurró más para sí que para el otro, intentó alejar esa expresión que tenía, pero el sonrojo le ganaba.

–Mami rojo –señaló el pequeño, Kardia lo vuelve a alzar.

–Sí, mami está todo rojo….jajajaja.-

–¡No es gracioso! –Explicó el muchacho y luego miró a sus otros dos amigos–. Bueno, vamos a casa, quiero ver a Krest.

–¿Te explicaron la situación?

–Sí, Kardia –susurró–. Me la explicó el mismo Krest y recibí las amenazas de Unity, iré a hablar con él, si me quiere a cambio de la víctima, que así sea.

–Pero… ¡No! –le toma el brazo, Dégel observa entonces a Kardia intensamente–. Esto no es un canje, esto es un loco desquiciado que necesita que lo frenen.

–Sé que Unity está loco, pero por mi culpa…

–¡Por tu culpa nada, no lo defiendas! –Gritó, asustando al más pequeño–. Es un loco que debe estar en la cárcel, es todo.

–Pero él me quiere a mí, él quiere…

–¡EL ESTA LOCO! –gritó nuevamente, Dégel afirma.

–¡Ya te dije que lo sé, está loco! Pero tiene a un chico inocente en sus garras y no puedo dejar que le haga nada.

–¿Prefieres que te haga lo que le hace él a ti? –Saca el celular y lo prende para mostrarle las imágenes, Dégel se cubre el rostro de la impresión–. No tienes que hacer esto, vamos a salvar a Jean, pero será inteligentemente, no metiéndonos a la boca del lobo.

–¿Qué propones entonces?

–Aguardar un poco más….sólo un poco más.

 

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                Después de levantarse, luego de dormirse llorando, Camus se duchó pensando y salió de la tina para secarse el cuerpo. Observó a Milo dormir junto a Logan, Gael y Eloy, sonrió y caminó hasta el escritorio para mirar su celular, había una cantidad enorme de mensajes pero se detuvo en uno, el de Alexander Diamond, su hermano. Lo reviso y sonrió, tenía la dirección. Se colocó la ropa y se acercó lentamente a Milo para besarlo. “Lo siento” le susurró y luego bajó por las escaleras y se retiró, sin el celular, sin nada, sólo con la ropa que llevaba puesta.
Media hora después Milo se levanta y al no ver a Camus se alarma, piensa que probablemente tomó una ducha pero al levantarse dejando a los pequeños en la cama, se asoma a la regadera y no lo ve.
Luego sale del cuarto y baja las escaleras llamándolo, pero tampoco consigue respuesta. Vuelve a su habitación y mira atentamente cada rincón, ve la ropa que anteriormente usaba el pelirrojo esparcida en la cama, y luego nota el celular en el escritorio.

–¿Qué es esto? –preguntó para sí mismo y notó el mensaje abierto de Alexander con una dirección–. No, ¡No! No creo que seas tan estúpido –gruñó, los pequeños comenzaron a levantarse somnolientos–. Mierda, ojala pudiera ir, pero tengo que cuidar a los chiquilines ¡Ya sé! –usa el mismo celular de Camus para marcar.

                Llamar a su hermano era la mejor opción en ese momento, pero detecto que el móvil de Camus no tenía carga, revoleó el mismo por el escritorio y buscó el suyo ante las miradas de los infantes, necesitaba llamar a Kardia lo antes posible y cuando localizó el teléfono propio comenzó a llamar.

–¡Kardia, por amor de dios contesta! –gritó y a los pocos minutos sonando se escuchó la voz de su hermano.

–¿Hola?

–¡Kardia, Camus se fue! –la desesperación imposibilitó a Milo seguir.

–¿A dónde?

–¡A la casa de Unity! Alexander le mandó la dirección –se dio vuelta para ver a los niños–. Estoy con los pequeños y no puedo dejarlos, necesito conseguir a alguien para que los cuide.

–¡Iré inmediatamente!

–No, ve directamente a donde está Unity y Camus, por favor, ¡ese tipo está demente! –Kardia quiso tranquilizar a Milo, pero por teléfono era difícil.

–Escucha, voy a casa porque aquí hay una mujer que puede encargarse de los chicos, Dégel llegó recién y tiene a Lys también –Milo logró tranquilizarse al escuchar que Dégel se encontraba allí–. Iremos de inmediato, tú tranquilo, porque pondrás nerviosos a los niños.

–S-Si….

 

                No tardó mucho Kardia en llegar y tranquilizar a su hermano menor, Mary Ann era una mujer atenta a pesar de su longevidad, y se encargaría de los niños, quien la tomaron como abuela y se adaptaron rápidamente. Milo ingresó al auto que conducía Lauréense mientras le dictaba a su hermano la dirección para que la pusiera en el GPS.

–Deprisa por favor –habló aturdido.

–Tranquilo Milo, no podemos ir más rápido o romperemos las leyes de tránsito.

–Pe-Pero Camus….–miró a Dégel con los ojos desencajados, el de amatista mirada le tranquilizó.

–Tranquilo, él estará bien.

 

                Por mientras en la casa de Unity, éste se encontraba levantándose los pantalones y viendo como el joven muchacho se retorcía del dolor en la cama. Sonrió y se acercó para tomarle el rostro, estaba más que satisfecho de tener un remplazo hasta que Dégel llegara a su vida, nunca pensó que esa puta que dormía en su cama fuera tan bueno abriendo las piernas, aunque más fue su devoción al sentir que le succionaba el miembro como si se pertenecieran; por otro lado ese odio que el joven iba sintiendo, aumentaba su nivel.
Pronto se escuchó un timbre, y Unity se separó de él para acercarse a la puerta y abrir, echó una nueva mirada lasciva a su víctima.

–Ya vengo –murmuró, y salió de allí.

 

                Como podía, Jean se incorporó para arrastrarse y ver por las escaleras quien había llegado, su angustia pasó a espanto cuando notó la cabellera roja de Camus. ¡No! Se dijo a sí mismo y corrió como pudo al cuarto, levantó el colchón y se colocó el arma en la parte de atrás de su vestimenta. Mientras que debajo, Camus miraba enojado a Unity, quien parecía sobrarlo.

–¿No escuchas, maldito psicópata? –gruñó–. ¿Dónde está mi hermano? ¡Lo quiero devuelta!

–Wooo, así me hablas a mí, pequeño Camus –caminó hacia él y le tomó el rostro–. Seguro embarazado de un bastardo Antares ¿no? Así son los de tu ‘raza’, se embarazan del aire.

–Reitero, maldita rata, ¿dónde está Jean?

–¿Jean? Aquí no hay ningún Jean….–cruza sus brazos.

–¡Camus! –la voz suave del menor resonó y el pelirrojo levantó su mirada para ver a Jean, estaba vestido con un babydoll, su cabello era verde y estaba descalzo, se le veía bien alimentado y no en las mismas condiciones que cuando lo encontró la otra vez.

–¡Jean! ¡Jean por dios, Jean! –le abrazó intensamente, el menor  le acaricia los cabellos.

–Ya, ya….–Unity, quien había tomado ese tiempo de emoción para buscar un arma que tenía en el living, los apunta con ella, Camus se pone en medio de Jean y Unity–. Aléjate de mi muñeca.

–¡Él no es tu muñeca, es mi hermano! Tú tuviste una hermana ¿cierto? Sabes lo que es perderlo.

–¡Si! Lo sé –sonrió y se acercó, apoyándole el arma en la quijada a Camus, quien tembló ligeramente–. Ahora, aléjate de él….–lentamente el pelirrojo se aparta de Jean.

–¿Por qué haces ésto? –preguntó temblando, Unity le mira desencajado dándole la espalda a Jean, quien lentamente apoyaba su mano en el arma que llevaba detrás.

–¿Por qué? Tú no tienes idea de lo que es vivir mi vida –susurró con las manos bien apoyadas en el mango del arma–. No sabes lo que es ver a tu hermana sufriendo.

–¡Sí lo sé! El género no representa una diferencia.

–¡SILENCIO! –gruñó y miró hacia afuera–. Tenemos más visitas, ¡adelante, Kardia, Dégel, Milo! –habló casi con sorna, los tres se adentraron a la vivienda, mirando como el muchacho pelirrojo era amenazado.

 

                Milo iba a hablar, pero no tuvo tiempo suficiente que vio como Unity tomaba a Camus del cuello y le ponía el arma en la sien. El rubio palideció al igual que todos allí y trató de avanzar un poco hacia su amado, pero Unity le amenazaba con que si daba un paso más mataría a Camus. Entonces se paró en seco.

–Unity ¿por qué quieres lastimar personas? –preguntó Dégel intentando calmarlo–. Tú no eras así.

–¡Era! Es la palabra justa, enloquecí cuando me dejaste por ese bastardo, enloquecí cuando murió mi hermana y seguiré enloqueciendo…..–sonrió desencajado.

–Po-por favor –habló Milo con el corazón en la boca–. No…no le hagas daño.

–¿Por qué? –preguntó–. Si quiero ahora mismo puedo violar a estos tres y ustedes mirarían solamente, ¿no será increíble que se la meta toda a tu noviecito….?–la mirada de repugnancia de Milo no pudo ser más notoria, y Kardia palideció del susto.

–Por favor Unity, ya has hecho demasiado….ya has lastimado a Jean y a tantos otros, baja el arma…–indicó Dégel.

–¡NO! ¿Qué gano si lo hago, eh? ¡Nada! –Apretó fuertemente sus puños–. Ustedes merecen lo peor ¡Lo peor!

–Por favor….Unity….baja el arma –Dégel se acercaba,  detrás estaban Kardia y Milo, aun asustados y temblorosos.

–¡NO!, ¡LO MATARÉ AHORA! –la mirada llora de Camus esperaba el momento, pero en ese instante la voz de Jean lo alertó.

–¡AGACHATE! –gritó a su hermano quien inmediatamente hizo la acción.

 

                Cuando Unity se dio vuelta para ver que ocurría detrás de él, recibió un tiro muy certero en el pecho que terminó en la pared. Milo, Dégel y Kardia se agacharon también, el rubio aprovechó a tirarse encima de Camus para protegerlo mientras toda el arma que manejaba Jean era descargada en Unity. Una vez que el silencio fue testigo de la caída estrepitosa y la sangre chorrear, el más joven tiró el arma al piso y se tomó la cabeza, agonizante, intentando ver qué era lo que ocurría en su mente y por qué reaccionó de esa forma.
No tardó mucho Camus en levantarse e ir corriendo con su hermano para verle llorando en el piso, le acariciaba el cabello gentilmente mientras intentaba calmarlo, pero no había nada que pudiera hacer, para la ley, Jean era un asesino.

–Está muerto –susurró Kardia al acercarse y medir el pulso, luego observó a Dégel quien con la boca abierta no entendía nada.

–El….–susurró el más joven–. Abu-abusaba de mi….todo…el tiempo…–sollozó, Camus lo abrazó con mucho cariño pero no había forma de calmar al muchacho–. Él….mandó….Rada….manthys mandó.

–¿Hm? ¿Qué ocurrió? –le acarició la cabeza.

–Él hizo….él hizo el test de sangre….para que….para que Radamanthys fue-fuera mi padre….–los ojos de Camus se abrieron.

–¿Entonces….? –preguntó–. ¿Unity estuvo detrás de esto todo el tiempo? –Jean solamente asintió mientras rompía en llanto.

 

                Una vez que la policía llego, Camus pudo estar asolas con su hermano y logró comprender algo de la historia. Unity desde el día que Dégel comenzó a trabajar con Kardia, intentó arruinar la vida de cada uno de ellos, primero inicio con Jean, dándole a Radamanthys el beneficio de ser el padre de ese chico, a sabiendas que no lo sería y que fuera violado más tarde. El disparo de Kardia fue lo más certero que hizo a la integridad física de cada uno de ellos y por último el matrimonio fallido que al no terminar como él quería continuó torturando a los demás.
Lauréense llegó algo tarde pero pudo ver la escena y notar como el más joven lloraba a lágrimas vivas. Una vez que fueron tomadas las muestras y el cadáver de Unity se retiró, un oficial se acercó.

–Señor Jean Wyvern, queda usted detenido por homicidio con alevosía, tiene derecho a un abogado que será otorgado por la corte –susurró el oficial y tomó las esposas–. Te pondremos en una celda aparte, un chico como tú será violado por los reclusos si te ponemos en celda normal.

–A estas alturas no me importa nada –murmuró Jean siendo esposado.

–¡No! Usted no entiende, mi hermano no quiso….–Camus se levantó e intentó sacarle las esposas, pero el oficial lo apartó y Milo por mientras hizo lo mismo.

–Él disparó y hay al menos cinco testigos aquí –explicó, mira a los empleados de Unity que llegaron apenas escucharon los disparos–. Además su hermano tendrá pólvora en sus manos y sus huellas en el arma, yo no me atrevería a decir que es inocente.

–¡Pero usted no entiende, él fue abusado durante años!

–Silencio –habló el oficial–. Todo lo que quiera decir, lo dirá en la corte….–toma a Jean del brazo y se lo lleva.

–Lo siento….–susurró el más joven, Camus volvió a romper en llanto, nuevamente el destino lo separaba de su hermanito.

 

Continuará.

Notas finales:

Nos acercamos al final :) Próximo capitulo ¡Unity! Sabremos más de ese tipo y se celebra el juicio.


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