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Letters por Jesica Black

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Capitulo 19
Sentencia.

 

 

                Aeneas había estado esperando durante un largo periodo de tiempo que el hombre se presentase, no dudó un instante que llegaría, pero probablemente lo haría muy tarde. Miró para los costados y notó esa mata de cabello rubio, se acercó y pudo al fin entablar una conversación con él, ya no desde el punto de opositores, sino más bien desde padres, desde personas. Radamanthys Wyvern se encontraba allí sentado, mirando a Aeneas hablar, la mitad de las cosas no le interesaban hasta que tocaron el tema de Jean y la muerte de Unity, debía admitir que era cuestión de tiempo para que el más joven explotara y el rubio inglés lo sabía desde hacía tiempo, pero jamás creyó que lo haría matando a alguien de esa forma cruda y fría.

–De acuerdo –habló el inglés mientras cruzaba sus piernas y bebía un poco más del te–. Yo muevo mis hilos, pero que conste que no deseo que vuelva a haber más reclamos de parte de él.

–Ya hiciste lo que querías, tienes dos hermosos hijos con él….–susurró–. Ahora, dale la mano, has algo bien por una vez en tu vida.

–¡Ya te dije que lo ayudaría! –Gruñó y dejó la taza en la mesa–. Nunca me cayó del todo bien Unity, y su padre siempre interfería en lo que quisiera hacer.

–¿Entonces…?

–No creo que sea difícil comprar al juzgado, la mayoría está caliente con Jean, sólo tiene que coquetearle a uno que otro y lo comprará, pero hay mujeres que odian al chico por esa facilidad de conquista –sonrió de costado–. Esas yeguas serán difíciles de complacer.

–¿Te lo encargo?

–Hmmm….–miró y frunció el ceño–. Dime, Aeneas ¿por qué deseas que Jean obtenga su libertad?

–Porque es el hijo de Coeur, y es lo máximo que puedo hacer.

–Tú no sabes si es hijo de Coeur o no –gruñó–. Míralo siquiera, no es pelirrojo como Camus.

–Pero tiene la belleza de los Diamond, yo conocí a toda la familia y él posee esos rasgos –sonrió–. Tal vez dentro de su corazón, sabía que su mujer quería hacerlo feliz de algún modo y sus tres hijos son suyos.

–Bien –gruñó nuevamente–. ¿Necesitas algo más o puedo retirarme?

–Nada más, aunque….–antes que Radamanthys se pudiera levantar de la silla, Aeneas lo detuvo–. Dime algo, ¿planeas recuperar a Mathias y Charisse?

–¿Cómo sabes eso?

–Lo escuché tras bambalinas, me parece un lindo gesto –el inglés resopló ante la intensa mirada del heleno–. ¿Qué sucede?

–Nada, nada –comentó y se levantó completamente–. Mi idea es recuperar a los mellizos, sé que Jean no quiso venderlos, por eso se los quitaré a Orfeo y Euridice, ellos ilegalmente compraron a los niños y merecen estar en la cárcel.

–Pero si ellos lo compraron es porque Jean los vendió ¿no pondrá eso en más problemas al chico?

–No, porque Jean es menor de edad y fue obligado por ese proxeneta de Daralas, igual, como si cambiara algo que pase unos años en prisión ese tipo, ha estado antes allí –dejó el dinero en la mesa y voltea a ver a su compañero–. Que conste que esto lo hago sólo por mi beneficio.

–De acuerdo.

–Hmm…–Wyvern se va de allí, mientras Aeneas sonríe, al fin ese rubiete hace las cosas bien.

 

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                En un cuarto cerca del juzgado, Jean no podía salir de allí y solamente recibía visitas de sus hijos o sus hermanos, nadie más podía pasar a verlo, además de su abogado quien contantemente entraba y salía. Los días en prisión habían sido por demás provechosos para que Jean se serenase, tenía asistencia psicológica todos los días y Nathanael había pedido que se haga una evaluación, para ver si su desequilibrio emocional podría hacer que se reduzca la pena.

 

–Estoy acabado –murmuró Jean mientras acobijaba en sus brazos a Gael, su hijo menor. Eloy estaba también cerca de él, hacía mucho que no tenía contacto con su mamá y eran pocos los horarios de visita.

–¿Y cómo te ha ido en la cárcel? Sé que estas en un sector que no es para los presos comunes –comentó Camus mientras se acomodaba en la silla frente al enorme escritorio que los separaba.

–Bien, los chicos me han acogido muy bien aquí –habló sonriente, aunque sus ojos permanecían triste–. Pero extraño a mis hijos, no puedo dejar de pensar si estarán bien o si comieron.

–Están bien, Milo, Kardia, Dégel y yo los estamos cuidando, tú debes tratar de comer bien por ese bebé….–señala el vientre de su hermano.

–Bueno, he estado pensando –se toma la cabeza con las manos–. Quiero abortar.

–Jean…–susurró bajito–. Ese bebé no tiene la culpa.

–¡Ya lo sé! Créeme que es una decisión difícil para mí, pero ¿qué haré cuando me pregunte por su padre? ¿Qué le diré? –Cuestionó, Camus asintió, comprendía a su hermano más que nada, pero no podía permitir que hiciera una locura–. También pensé darlo en adopción, pero siento que no podré.

–¿No podrás?

–Me costó muchísimo entregar a los gemelos, muchísimo, me tuvieron que dormir porque no paraba de llorar –con una mano se cubre el rostro–. Quiero recuperar a mis hijos, pero estoy en la cárcel y no tengo dinero.

–No te preocupes, haremos algo….–Camus le toma las manos, en ese momento la puerta se abre y se ve a Alexander, quien inmediatamente abraza a Jean.

–¡Mi niño! –Habló gentilmente estrechándole, Jean dejó a Gael con su hermano antes de recibir mayor–. Por amor de dios, te ha pasado todo….no entiendo por qué el destino fue tan cruel contigo.

–No te preocupes por eso, tengo cuatro hijos maravillosos y no me arrepiento ni un instante de tenerlos –sonrió al otro muchacho quien también lo hace–. Pensar que quería llegar virgen al matrimonio.

–Jajajaja –los hermanos mayores de Jean se ríen ante ese humor negro.

–Bien, hay alguien que quiere verte, pero no sabía si podría pasar así que le dije a los policías que era tu esposo –la mirada de Jean palideció–. Tranquilo, no es Lean.

–Oh, bien, hazlo pasar –murmuró.

 

                Alexander abre la puerta para mostrar a quien estaba del otro lado, Sebastián Garuda, quien ahora era hijo de Aiacos Garuda y Minos Verseau, se encontraba allí. A Jean se le paró prácticamente el corazón de ver a su primer amor frente a él, casi ni lo recordaba entre tantas idas y vueltas, había perdido la capacidad de amar cuando fue secuestrado con violencia por Radamanthys y ahora, que el muchacho de cabellos oscuros y ojos rojizos se encontraba frente a él, todo su organismo emocional despertaba nuevamente.

–Los dejaremos solos –Alex le hace una señal a Camus, quien toma a Gael y Eloy para retirarse rápidamente.

–Se-Sebas….–Jean se acercó y le tocó el rostro–. ¿Eres tú o es una ilusión?

–Puede que ambas –sonrió de costado, recordaba a Sebas como un muchacho agresivo y sin escrúpulos, en más de una ocasión había intentado besarle o tocarle en el baño, varias de ellas lo había conseguir muy por encima, pero ahora, el muchacho parecía más adulto y tranquilo, debía tener al menos veintidós años.

–Tanto tiempo –habló y le estrechó en brazos, Sebastián hizo lo mismo, sintiendo la calidez de ese cuerpo al que tanto había querido–. No sabes la falta que me hacían tus bromas.

–No pude protegerte….–musitó–. Lo lamento…

–No tienes que lamentarlo, eras uno más como yo, ¿qué ibas a saber que después de Radamanthys se venía la tempestad? –aun estaba contra el pecho del chico, sintiendo los bombeos de su corazón, que le relajaban.

–Han pasado tantas cosas, he encontrado a mis progenitores –Jean se separa para verle a los ojos–. Eran ellos, Aiacos y Minos.

–¿Minos Verseau? ¿El modelo? –preguntó curioso, Sebastián afirma–. Me alegra tanto, Seb, te lo mereces.

–Ellos tendrán un hijo en cinco o seis meses y me gustaría también tener el mío en algún momento –acarició el vientre de Jean con suavidad–. Tal vez esperé mucho para decírtelo, pero la verdad, yo te quería….no, creo que era más que querer, yo te amaba, no, te amo….y quería llamar tu atención, no fue la mejor forma pero es la única que conocía.

–Seb….–sonrió y se alejó para tomarle las manos–. Yo también te amo.

–¿En serio?

–Sí….yo….bueno, me casé con Lean pensando que le amaba, pero en realidad estaba siendo controlado por él….–baja la mirada–. Supongo que te buscaba a ti en cada rostro de los hombres con los que estuve….

–Hmmm…–mira hacia otro lado, algo enojado.

–Pero, antes de seguir y dar un paso más adelante, quiero preguntarte si estás dispuesto a aceptarme con mis hijos –habló Jean, Sebastián lo mira y arquea una ceja–. Tengo cuatro, digo cinco con el que llevo en mi vientre, créeme que no te martirizare si dices que no….es difícil de…

–Acepto…

–¿Hm?

–Que acepto –sonríe tenuemente, Sebastián no era mucho de sonreír, pero en ese instante lo hizo–. Son tus hijos, parte de ti, y si te amo….amo también a tus niños, creí que eso era obvio.

–¿Estás dispuesto a criar a mis hijos como si fueran tuyos? –cuestionó impresionado, Sebastián afirma–. ¿Estás seguro?

–¡Mierda, Jean! Claro que estoy seguro –le acaricia los cabellos–. Y me gustaría algún día, cuando te sientas preparado, tener los propios….

–Los tendrás –le abraza suavemente.

 

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                Una vez que su corazón se alivió al decirle a Luana sobre Albafica, la vida en la casa de Luchetti se había tornado por demás tranquila. Por un lado, Albafica se había adueñado completamente de la casa, su hija corría de un lado al otro con su andador. Luana normalmente se la encontraba tejiendo o jugando con Giannina, y Manigoldo, bueno, el borracho desgraciado de Manigoldo se lo veía escribiendo constantemente.
Bajó una tarde a merendar algo y se encontró con Luana y Albafica manteniendo una conversación, Giannina estaba dormida en brazos de Alba.

–Así que tú eras el misterioso anónimo que perseguía a Mani –habló Luana y comenzó a reír–. Nos llevamos un gran susto.

–Lo lamento mucho.

–No, no, está bien –comentó la mujer y miró a la niña–. Ahora estás más calmado.

–Bueno, ahora tengo al amor de mi vida conmigo….–acurrucó a la pequeña.

–¿Están hablando de mi? –preguntó Manigoldo bajando hacia la cocina.

–Sí –le dijeron desde el comedor.

–Vengan a hablar de mí a la cocina por favor –tanto Luana como Albafica se levantaron del sillón y fueron directamente donde estaba el muchacho tomando un refrigerio. Giannina siguió a su “mamá” muy de cerca, aun dormitando.

–¿Cómo va tu novela? –cuestionó la mujer mientras se sentaba y acomodaba su cabello rubio, Albafica tomó a su hija y la sentó en la sillita.

–Bien, se trata de un adolescente promiscuo con desordenes emocionales que mata a un tipo que lo violó jajajaja –comenzó a reír de su propio ingenio.

–Eso no lo creaste tú, lo sacaste de la realidad–reprochó Albafica.

–Bueno, la realidad supera a la ficción –terminó la frase el muchacho y se acercó a su hija–. ¿Quién es la nena más hermosa del mundo? ¡Tú lo eres Gianni!

–Saben, he estado pensando con respecto a esto –comentó Luana y suspiró–. Creo que es hora que me vaya de esta casa.

–¿Hm? Espera ¿qué? –Manigoldo dejó lo que hacía y miró a su ex mujer–. ¿Por qué?

–Creo que ustedes necesitan su espacio para su niña y el que viene en camino.

–Espera ¿qué? –volvió a repetir, pero esta vez miró a Albafica.

–…… ¡sorpresa! –susurró con una sonrisa fingida y luego miró con reproche a la mujer.

–¡Ay perdón! Creí que ya lo sabía –se cubrió la boca.

–¿Voy a ser papá nuevamente? –preguntó, Albafica sonríe y asiente, es entonces que el italiano se acerca y abraza al muchacho con fuerza.

–Ejem –Luana los volvió a la realidad y sonrió–. ¿Lo ven? Yo estoy de más aquí.

–Pero Luana, ¡nadie te está pidiendo que te vayas! –exclamó, pero la mujer continuaba con lo mismo.

–Escuchen, llega el momento en que les diga la verdad, yo te he amado mucho Constantino, y he sido muy feliz a tu lado, pero no puedo seguir siendo la piedra en tu camino para el progreso. Tú has decidido amar a este muchacho y has engendrado con él una hermosa niña y otro más por venir, ya es tiempo que tú continúes y yo haga lo mismo….

–¿Conociste a alguien? –preguntó Manigoldo, parecía enojado, pero Albafica le acarició la espalda suavemente para que relaje.

–Sí –sonrió, Manigoldo entonces ensanchó su sonrisa–. El tiene hijos, así que ya no quiere más, eso me ahorrará tener que decirle la verdad sobre mi estado.

–No te preocupes querida, eres la más hermosa de todas, no necesitan un hijo para que estés unidos a ellos –Manigoldo la abrazó con dulzura–. ¿Cuándo planeas irte?

–¿Ya me quieres afuera? –Bromeó.

–No, claro que no…–se excusó–. Sólo pregunto, para prepararnos todos.

–No te preocupes, vendré a visitarte, además, me he encariñado tanto con Giannina….

–Hmmm….–Manigoldo se hace a un costado para que Albafica pueda abrazar a Luana.

–Gracias Luana, por abrirme las puertas de tu casa, yo te traicioné en algún punto y lo lamento tanto, estaba tan ciego de amar a este hombre que me olvidé que tú también sentías dolor y angustia –susurró aferrado a ella.

–Soy complaciente, así que tranquilo.

–Gracias Luana, por estar siempre con nosotros….

 

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                Era el momento, después de varios días de juicio hoy salía la sentencia. Por una parte, Jean pensaba que si al menos seducía a los miembros del jurado, podía lograr zafar, pero dado que Sebastián estaba con él no quería perder la única oportunidad de ser feliz y prefirió ir a prisión antes de hacerle una felación a todo el jurado inclusive el juez.
Se colocó al lado de su abogado mientras el juzgado salía de su salón con una hoja de papel. Jean miró a André quien festejaba su victoria inminente, aunque los padres que Unity y Seraphina no estaban del todo de acuerdo dado que su nieto estaba en el vientre de ese muchacho, pero también sabían que su hijo había sido asesinado por él.

 

–Bien, todos de pie para recibir al juez Hakurei de Altar –anuncia el policía, todos se ponen de pie.

–Con permiso –Hakurei pasa hacia el estrado mirando a cada una de las personas allí, pero intensamente mira a Jean–. Bueno, jurado, escucho su veredicto –toma asiento.

–Por favor –el policía mira al jefe de jurado, un atractivo hombre de treinta años quien traía un papel en sus manos, se aclaró la garganta y empezó, mientras que Jean sudaba frío y tomaba las manos de sus dos hermanos.

–El juicio de La familia Blueice contra Jean Wyvern, el jurado declara lo siguiente –musitó y comenzó–. El joven, Jean Wyvern, de dieciséis años de edad, fue obligado en reiteradas ocasiones a prostituirse, a doblegarse ante la mirada de otros y drogarse, esto corresponde a una humillación que ocasionó un desequilibrio mental y emocional en el joven que atravesaba su adolescencia y ya de por sí, poseía un desequilibrio técnicamente biológico….

–Bien, continúe –afirma Hakurei.

–El joven, según su ficha médica, ha sido violado por el señor Unity Blueice y torturado como nos mostró el video proporcionado por Kardia Antares, además, se comprobó que la victima amenazaba al hermano del victimario con un arma de fuego en la cabeza en un intento de homicidio, lo que ocasionó un declive en el psiquismo del muchacho.

–Hasta ahora tenemos todas a favor –susurró Nathanael a su cliente.

–No obstante…

–Mierda….odio esa frase–murmuró nuevamente el abogado.

–Queda claro que el tomar un arma y esconderla fue una premeditación del asesinato que vendría después, aun así el joven no utilizó el arma hasta que vio en peligro a sus seres queridos, por eso este tribunal ha tomado el siguiente veredicto –Hakurei le mira intensamente–. Con respecto al homicidio agravado con alevosía, el jurado lo declara…..Inocente.

–¿Eh? –hubo un gran murmullo entre el público.

–¡Silencio, silencio! –Hakurei golpea con el martillo el estrado–. Continúe.

–Hemos declarado al acusado inocente, dado que creemos que fue en defensa propia y de un tercero, ya que el victimario era amenazado constantemente como se corroboró aquí, poseía un desequilibrio emocional también corroborado por un grupo de psicólogos y psiquiatras, y a la vez, fue víctima de reiterados abusos por parte de Unity Blueice.

–Bien….–mira al acusado–. Señor Jean Wyvern, levántese por favor –Camus le dio un golpecito en la espalda para que el chico reaccione–. Señor Jean Wyvern, usted es considerado inocente por el tribunal pero no puedo pasar por alto que ha matado a un ser humano, por lo tanto, deberá realizar 2000 horas de servicio comunitario y deberá asistir al psicólogo todos los días hasta que yo crea adecuado que le den el alta ¡Caso cerrado! –golpeó nuevamente con su martillo

 

                Camus se aferró a su hermano y comenzó a llorar, Alex prácticamente se llevó puesto a cualquiera que estuviera en medio para también fundirse en un abrazo con su hermano menor. Milo y Kardia observaban la escena con una sonrisa en su rostro, al fin ese niño podría ser feliz, aun quedaba apropiarse de la custodia de sus hijos mayores, pero eso lo lograría una vez que le dieran el alta médica en psicología, mientras tanto, debía ser cuidado por todos ellos.

 

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                Dégel se sentó en la cama, el juicio le había quitado el sueño al igual que todos los acontecimientos pasados. Estaba, al igual que Kardia, Camus y Milo, con asistencia psicológica por todo lo ocurrido en la casa de Unity Blueice.
Kardia salió de la ducha con una toalla en su cintura colgando y otra secándose el cabello, cuando Dégel se dio la vuelta y le vio, sus mejillas se sonrojaron tan fuerte que tuvo que voltearse nuevamente, a decir verdad nunca había estado conscientemente con un hombre y esa era la primera vez. Mordió su labio inferior intentando no decir nada.

–Qué bueno que Jean haya sido declarado inocente –susurró caminando hacia el mueble de su ropa que se encontraba justo del lado de Dégel, este bajo la mirada–. Ahora podemos estar más tranquilos.

–Aun así, me siento culpable.

–Ya deja de victimizarte, Dégel –se da la vuelta–. Esto no es culpa de nadie más que Unity, él era el loco que no nos dejaba en paz –toma unos bóxer y se quita la toalla–. Ahora tenemos que volver a nuestra vida diaria.

–Kardia, no deberías….–miró hacia otro lado pero observaba de reojo las nalgas bien duras de su amado.

–¿Hm? ¿Por qué? –Se dio la vuelta y ahora Dégel podía ver perfectamente el miembro de ese hombre–. ¿Te apena verme así? Dégel, deberías comenzar a mirarlo más porque será frecuente.

–Recuerda que nunca lo “hicimos” realmente –volteó para verlo de frente pero cada vez que hablaba, sus ojos iban para abajo–. Cúbrete eso.

–Oblígame.

–¡No seas un chiquilin! –Se levanta para huir fuera del cuarto pero es tomado de las caderas por Kardia–. ¡Suéltame!

–Oh vamos, Dégel, no puedes pedirme eso, te respeté todo este tiempo porque ¡obviamente estábamos en crisis todos! Pero ya es tiempo que le des amor a tu escritor favorito –le besa suavemente la nuca–. Sé que quieres.

–Hmmm….–suspiró–. Bien, si quiero, pero será como yo me sienta más cómodo.

–¡A lo echo pecho! –golpeó su pecho con el puño.

–Y si haces algo indebido, te pateo la cara.

–Uuuy como extrañaba tus golpes, mi amor…–le da vuelta y lo toma más fuerte–. ¿Me permites un beso?

–Todos los que quieras….–le agarró con sus manos el rostro y es Dégel quien toma la iniciativa.

 

                Dégel llevaba la relación muy despacio, demasiado despacio a decir verdad, pero Kardia no quería asustarlo, no por nada la única vez que lo habían hecho, fue por un descuido. Ahora, los dos estaban amándose intensamente como hubieran querido hacerlo desde un principio, las lenguas se entrelazaban y las manos recorrían la longitud de ellos. Dégel no se daba cuenta, pero lentamente Kardia lo estaba guiando a la regadera, donde a pesar de estar apagada, aun había agua allí.
Quiso levantar un poco aquella musculosa blanca que hacía juego con la tonalidad lechosa de la piel, y por más que la levantaba para tocar un poco más, el peliverde le volvía a bajar. Tal vez fue en la segunda un poco más brusco, pues al caminar hacia atrás el peliverde se resbaló y cayó de culo encima de un charco de agua que terminó empapándolo por completo.

–¡KARDIA! –gruñó cuando escuchó las risas del escritor.

–Jajajajajaja lo….jajajajajajaa sien….jahajajajaja to jajajajaja…

–¡Deja de reírte! –Dégel toma una esponja de baño y se la lanza en la cara al hombre desnudo, este la recibió y terminó silenciándose.

 

                Cuando la esponja fue a parar al suelo, Kardia pestañó y sonrió nuevamente para ayudar al muchacho a levantarse, ahora su mini short estaba adherido al cuerpo al igual que la musculosa, y el cabello pegado a él. Deslizó su mano hacia la canilla para abrir la lluvia y lentamente pasó sus manos por la cintura hasta hacer chocar al muchacho de espalda con la pared. Nuevamente volvió a lamer esos labios que le incitaban, el agua caía sobre sus cuerpos mojándolos completamente y esta vez, Dégel se dejaba tocar con más intensidad.
Las manos se posicionaron en las nalgas y comenzaron a masajearlas por encima de la ropa, y la cercanía le hizo comenzar a sentir la dureza entre sus piernas, entonces empezó a frotar para que haya más  fricción entre ambos genitales.
Los besos se iban volviendo más cortos, pues los gemidos intensos estaban batallando, las manos de Dégel comenzaron  a jugar con el cuerpo del otro, sintiendo por primera vez la gloria que significaba el sexo cuando estabas consciente.
Sonrió de costado y de un arrebato Kardia le bajó los shorts, el peliverde aprovechó para sacárselos completamente y de una patada lanzarlos lejos de la ducha.

–Aaaah…..aaah…..Ka-Kardia –gimoteó cerca del oído, mordiendo el lóbulo de la oreja, eso afloró la pasión en su compañero.

 

                Lo acercó un poco a la regadera y con sus dedos jugueteo con la entrada devorando aquel cuello blanco, su otra mano empezó a tomar ambos miembros para estimularlos a la vez, el menor sólo gemía extasiado ante tantas sensaciones, pero cuando un intruso se adentró a su cuerpo, una descarga electriza le hizo gritar en el oído de su amante.

–Shhhh –le silenció–. Vamos a alarmar a los vecinos….

 

Continuó estimulando entonces las virilidades ya duras y sus dedos comenzaron a juguetear dentro del cuerpo de Dégel, entrando y saliendo rápidamente, dilatando aquella zona. Nuevamente sonreía de la gracia que le causaba tener al chico a su merced por primera vez, y le dio vuelta apoyando la cara del joven contra el marmolado de la pared, le inclinó hacia arriba las caderas y tomó su miembro con una mano para empezar a entrar en él. Al principio Dégel no podía contener los gritos de dolor, y tenía miedo que Lysander, que estaba dormido en el cuarto de junto, escuchara sus gritos y entrara corriendo al baño, pero Kardia le tapo la boca con la única mano libre, y siguió entrando.
Era una sensación realmente aterradora pero placentera, sentir que se abría en dos mientras una maza de carne ingresaba por allí, apretó fuerte sus labios y unas lágrimas cayeron, no recordaba eso de su primera vez, aunque tal vez se debía a su ebriedad.

El dolor se hizo infinito, pero al sentir todo dentro ya no existía, suspiró y aguadó unos minutos a que su cuerpo se acostumbre, Kardia en eso era un príncipe, y una vez Dégel movió las caderas hacia atrás, el peliazul comenzó con las embestidas fuertes contra la cadera. Los gemidos ahora eran más fuertes, el menor intentó agarrarse de cualquier lado porque sentía que se partía cada vez que el hombre arremetía contra él. No tardó mucho en encontrar placer en aquel dolor, y cuando sintió un golpe en una zona erógena de su cuerpo, sus ojos brillaron intensamente de placer. Kardia salió por completo y lo dio vuelta para alzarlo con sus manos y adentrarse a él de parado, cargando a Dégel en brazos. Se movió profundamente sin miedo a caerse o resbalarse, la lluvia aun los bañaba y sacaba el sudor que comenzaban a sentir. La virilidad del menor se frotaba contra el vientre del otro, haciendo fricción y poco a poco comenzaba a largar aquel líquido pre-seminal.

No tardó mucho en sentir que las embestidas comenzaban a ser más y más fuerte, calando aun más profundo en él. Los quejidos se habían transformado en gemidos delirantes, y las uñas semilargas de Dégel se clavaron en la espalda de su amante para arañarlo, pues el placer era insostenible. Sintió entonces una potente descarga y como el semen de Kardia iba llenándolo de a chorros cortantes, lo mismo ocurrió con su propio miembro que descargó su semen en sus vientres.

                La respiración agitada y los besos comenzaron una vez Dégel pudo sostenerse con sus piernas, se limpiaron con el agua de la regadera y volvieron a la habitación completamente empapados. Kardia arremetió nuevamente haciéndolo caer en la cama a su joven editor.

–¡Kardia, tengo sueño, ya basta!

–¡Ja! Ni creas que te dejaré así luego que me tuviste casi dos años en sequía….

 

                Dégel pensó que probablemente no debió volver, pero al notar a su escritor dormido junto a él luego de una noche de sexo y locura, pensó que jamás se arrepentiría de eso.

 

Continuará.

Notas finales:

Bueno, espero que les haya gustado, ya quedó que el bebé de Jean es niña :)

saludos


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