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Letters por Jesica Black

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Capitulo 5
Cuando buscas, lo encuentras.

 

 

                Pasó toda la noche mirando la ventana,  asustado, ese muchacho le iba a dar un ataque al corazón, el tal “A.Z”, tenía que sacarlo de su organismo, por lo que tomó una chaqueta, bajo las escaleras y saludó a su esposa, quería irse al bar y olvidar al acosador, pero era imposible, cada vez que lo observaban tenía esa extraña sensación que sería el muchachito ese, aunque en realidad no sabía la edad, por la letra y la hoja de papel donde escribía daba cuenta que no debía tener más de dieciocho años.
Había ido más temprano al bar donde estaban toda la muchachada. Allí se encontraba Kardia nuevamente, aunque se sorprendió al no ver a Dégel con él. Estaba Calvera, la dueña de la taberna, Hasgard, el que servía la cerveza; entre otros. También allí se encontraba Afrodita, un hombre apodado así por su impactante belleza y a su lado otro mesero que trabajaba con él, su primo Valentino “DeathMask” Luchetti. Los saludó con amabilidad y se sentó junto a su amigo.

–¡Hermano! –saludó con la mano estrechándola–. ¿Qué pasó que no está Dégel a tu lado?

–No sé, no se apareció en todo el día, cuando le pregunto a Milo, él se sonríe.

–¿Hm? ¿Qué le hiciste? –alza la ceja.

–¿Y qué le voy a hacer? Ese chico me gruñe cuando le toco el hombro –susurró y tomó otro trago de cerveza–. ¿Y tú? ¿Qué haces tan temprano aquí?

–Ah…..pues quería huir de casa –mira al barman–. Hasgard, un tarro de cerveza bien fría.

–¿Problemas en el paraíso?

–No, bueno si….–suspiró pesadamente y miró hacia otro lado–. Es mi mujer, obviamente la llama de la pasión no se enciende desde que está embarazada.

–Sabes, me sorprendió raro que la dejaras embarazada, como siempre estás aquí borracho –Manigoldo le da un golpe suave en la nuca a Kardia–. ¡Ay!

–Tonto…

 

                El tarro llegó a su lado y Manigoldo comenzó a beber mientras hablaba sobre su vida. Afrodita se acercó para dejarle refrigerios a ambos escritores y luego se fue a la zona de atrás con DeathMask a “pasarle lustre a la botella”, como solía decir Manigoldo. Esos dos no aceptaban que le gustaba tener sexo juntos y obviamente debido a la homofobia de la familia Luchetti, lo común es que no aceptaran a alguien como Afrodita que vivía maquillándose para resaltar aun más su belleza. Pasó al menos una hora hasta que empezó a sentirse un poco mareado, ebrio.

–Oye Mani, oye…–habló Kardia–. Mira esa linda niña que te está mirando –Kardia estaba en su octava cerveza y obviamente al borde de quedarse dormido.

–¿Hm? –Manigoldo gira para ver una chica despampanante de cabello rubio y un vestido al cuerpo, que le miraba intensamente–. Hmmm, es hermosa.

–Jajajaja yo que tu iría a hablar con….e-….–Kardia no pudo siquiera seguir la oración dado que cayó de lleno contra la barra quedando completamente dormido.

                Dado a que su amigo de parrandas estaba desmayado y babeando en la mesa, Manigoldo aprovechó la situación para acercarse a la chica que le miraba. Por otro lado, Albafica había ido con una identificación falsa nuevamente a ese bar, había pedido sólo una gaseosa y se había quedado mirando al muchacho, en ese momento logra ver como Manigoldo se acercaba a una atractiva mujer que llevaba tiempo observándolo. Tomó su vaso de gaseosa y se levantó, llegando a la chica antes que el tambaleado hombre se acercara y muy, pero muy descaradamente le arrojó la gaseosa en la cara a la mujer.

–Ay, perdóname –dijo con dolor en su voz, llevándose una mano al pecho por el asombro, mientras a la muchacha se le corría el maquillaje–. No quise…

–Aaagh….maldito niño –gruñó la mujer levantándose y yendo directamente al baño de mujeres.

–Uy….se fue….–susurró Manigoldo al llegar a donde Albafica–. Bueno, no importa, tú también eres bonita….–y sin medir palabras le toma en brazos y le besa.

 

                Albafica no podía creer que su escritor favorito, ebrio como estaba, le besara confundiéndolo con una mujer. Sin mediar palabra el más joven lo aferró contra su cuerpo apretándole las nalgas, cosa que a Manigoldo se excitó por sobre manera y comenzó sin restricciones a acariciar todo el cuerpo del chico de forma descarada, pensando en su inconsciente que era una mujer.
La lengua, la cual tenía un fuerte gusto a cerveza, comenzaba a adentrarse en la boca del otro consiguiendo llegar lejos, acariciando y jugando con el inexperto joven. Al separarse los ojos de Manigoldo miraban hacia otro lado, cosa que Albafica logró direccionarlos a él cuando le tomó de la cara.

–Vamos a hacer el amor ¿verdad? –preguntó, a lo que Manigoldo volvió a tocarle las nalgas.

                El muchacho joven tenía la voz tan suave que el mayor no se dio cuenta que era un hombre, por lo que le tomó del brazo y lo llevó hasta los baños públicos. Usualmente el de damas era el más utilizado, por lo que cerró la puerta del baño de caballeros y acorraló al muchacho contra la pared, comenzando a tocar más su cuerpo. La pierna de Albafica estimulaba el miembro rígido y duro entre las piernas, mientras los gemidos se hacían notar. Para ese entonces el escritor estaba embriagado de la esencia del otro sin siquiera ponerse a pensar que aquel a quien estaba tocando de forma perversa y descarada era solo un estudiante de secundaria.
Le tironeó del cabello, lo que hizo lanzar un quejido, y Alba se lo devolvió de la misma manera intensificando el toque entre ambos.
El fogoso beso comenzó a calmarse pero las manos continuaban estimulando hasta que el pelivioleta decidió que ya era momento de sacar su órgano sexual, lo hizo con desfachatez bajando el cierre y tomándolo con la mano, mientras que la otra la usó para tirar la cabeza del chico hacia abajo, cosa que no tardó mucho en hacer.

–Chúpala, mami….–dijo con voz ronca.

                No tuvo que decirlo dos veces, Albafica comenzó a estimular el miembro con su lengua y boca, apretando fuertemente los testículos y paseando por toda la longitud. Manigoldo mira hacia abajo y aprieta más la cabeza del otro contra su pene para que se lo metiera todo dentro, movió sus caderas hacia él como si le estuviera embistiendo en la boca, un hilo de baba comienza a recorrer hasta llegar a la barbilla, los gemidos se hicieron mucho más sonoro a medida que chupaba, succionaba, lamía el caliente miembro. Pero Albafica se detuvo en aquel momento de éxtasis y se levantó, dejando a Manigoldo con una horrible sensación.

–¿Qué mierda….? –preguntó, pero el muchacho lo silenció dándole un beso en la boca y sacando de su camisa un pequeño tarrito de crema.

Bajó sus pantalones  hasta abajo junto a sus bóxer y untó un poco de aquel lubricante en su entrada, Manigoldo le observaba, como la camisa era larga no podía ver el miembro erecto del chico, y si lo hubiera visto, debido a su ebriedad no podía conectar neuronas, por lo que todo lo hacía Albafica. Se da la vuelta y toma el miembro del hombre para guiarlo en su entrada y penetrarse.

–Nunca….tuve sexo anal –habló Manigoldo como pudo, le tomó de las caderas y le embistió.

–¡Aaaagh! –gimió de dolor al sentir todo dentro.

 

                Debido a su poca experiencia en el sexo de atrás, Manigoldo comenzó a embestir descaradamente mientras Albafica se sostenía de la pared con una mano mientras que con la otra estimulaba su propia erección. Los movimientos eran cada vez más profundos y rígidos, la fuerza que le ponía era por demás satisfactoria. Como pudo, sacó del bolsillo delantero de su camisa un celular, y Comenzó a firmar como Manigoldo arremetía contra él de una forma violenta y excitante. El joven escritor tiró un poco con su mano derecha la camisa hacia abajo y mordió el suave cuello, observó el celular fijado en el rostro y le seducía más, por lo que embistió con más fuerza. 
El menor enfocó bien como el miembro entraba en su interior, así como pudo y la eyaculación que vino después, dejándole todo el trasero bañado con un líquido blanco. Él también tuvo un orgasmo, mucho menos revoltoso y cayó su semen en el suelo manchando parte de sus pantalones caídos.

Debido al alcohol y la fuerza, Manigoldo cayó de espalda al suelo. Albafica le miró y sonrió mientras se agachaba para chuparle el miembro nuevamente sin dejar rastro del semen que le había metido dentro, luego levantó el pantalón del muchacho y lo cerró, se secó con papel higiénico y salió de allí luego de acomodarse la ropa y el cabello, miró su celular con las imágenes escabrosas y se fue sonriente, mientras Manigoldo dormía en el frío suelo sin enterarse de nada.

 

                Unos cuantos minutos después, el ruido producido por una patada a la puerta de entrada del bar hizo que Kardia se levante exasperado, solamente para encontrarse con el ceño fruncido de Dégel.

–¡BORRACHO INMUNDO, VUELVE A TU CASA! –gritó, nuevamente lanzó una patada voladora que hizo a Kardia caer al suelo.

–Aaaagh,…..mi cabeza….

–Te dolerá algo más que tu cabeza sino te veo listo y radiante en cinco minutos –esa voz tan dulce no podía ser otra que la de Dégel. Kardia se levantó como pudo.

–¿Cómo supiste que estaba aquí?

–Te llamé a tu casa y tu hermano me lo dijo –cruzó los brazos–. Te dejo vía libre un día y ya estas bebiendo y…..agh, dios, ¡eres un asco, Kardia!

–Yo también te quiero –se fregó el lugar golpeado por la caída.

–Anda, tengo el auto fuera.

–¿Hm? ¿Y Manigoldo? –preguntó viendo para todos lados.

–Dios sabe, no sé que hacen tus amigos cuando estás ebrio babeando el local –le tomó del brazo–. Anda, vamos.

–Espera, me falta terminar este trago –señaló la botella a medio vaciar.

–Nada de eso, ya tienes demasiado, mira cuantas botellas te has vaciado ¿nunca aprenderás cuando son suficientes? –cuestionó.

–Tal vez si vinieras beber conmigo….

–¡No me gusta beber!

–¡Es porque eres una nenaza! Te apuesto mil a que no puedes beber un tarro completo sin embriagarte.

–No caeré, Kardia.

–Jajajaja eres un marica, ¡Marica, marica! –Dégel  apretó el puño.

–¡De acuerdo! Beberé el estúpido tarro –gritó y se sentó en la barra para ordenarle a Hasgard un tarro de cerveza.

–Así me gusta, al fin eres un hombre –le da dos golpecitos en la espalda.

–Vete a la mierda…–gruñó y Hasgard le dio el tarro lleno. Al principio no quiso beberlo, pero luego le tomó del mango y de un envión lo bebió todo.

 

                Ese fue su primer error.

 

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                Radamanthys Wyvern era el padrastro de los hermanos Diamond, por el simple hecho de ser hasta la fecha de su muerte, el amante de su madre. Cuando Camus cumplió los diez años de edad y poco después de la muerte de la abuela apareció con una gran sonrisa en el monasterio haciéndose cargo de los tres pequeños. Al principio y dada la emoción de tener un hogar, los tres aceptaron gustosos en ir con el hombre, y esto siguió hasta que su hermano pequeño se negó a estar más tiempo allí.
Para Camus fue una decisión muy difícil volver al internado, sobre todo una vez que comenzó el colegio normal y asistía a clases de piano como había querido. No entendía el porqué Jean había cambiado de opinión cuando fue el primero que se lanzó hacia el hombre rubio.

No tardó mucho en darse cuenta de los pequeños gestos que el niño hacía, luego de volver al internado aun continuaba bastante nervioso, hipervigilia y sobre todo no apartaba la vista de la puerta y ventanas. Además, se había hecho pis en la cama en varias ocasiones y tenía pesadillas contantes, eso no era normal ¿o sí?

Esa tarde, el hombre de ya treinta y ocho años se acercó hacia la recepción del internado donde Jean solía estar acomodando papeles. Tocó la campanilla y no tardó el joven de cabello castaño rojizo en ir corriendo a atender para darse cuenta que el hombre estaba allí con un sobre en las manos.

 

–Buen día, Jean –habló naturalmente, el chico dio un paso hacia atrás–. ¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Siete años? Haz crecido mucho –aunque el rubio hablaba con tranquilidad, Jean estaba nervioso.

–¿Qué quieres? –preguntó con un hilo de voz.

–Vengo a traerte una orden judicial –coloca el sobre en la mesada y se lo desliza hacia donde estaba el muchacho–. Para hacerte un ADN conmigo.

–¿Contigo? –Preguntó asustado, tomó el sobre y lo abrió para ver la notificación–. Pero aquí solo dice Jean E. Verseau ¿Y Alex? –Murmuró interrogante–. Él es mi hermano mellizo.

–Lo sé, pero yo quiero tenerte a ti –gruñó, sus ojos estaba afilados.

–¿Por qué? –cuestionó.

–¿Por qué no? –volvió a preguntar y sonrió–. Si tú eres mi hijo te vendrás a vivir a casa.

–¿Y Alex?

–Pagaré el internado para él –miró la pared con desprecio–. Después de todo, él debe seguir aquí.

–Yo quiero quedarme con mi hermano ¡no puedes llevarme! –golpea la mesada.

–¿A no? –Se estiró y le tomó de la camisa–. Si soy tu papá podré hacer lo que yo quiera y nadie me dirá nada.

–¡Suéltame! –Se zafó de él y frunció el ceño–. Tengo derechos, soy una persona.

–Sí, tienes derecho a estar callado y hacer lo que yo quiero –sonrió Radamanthys mientras acomodaba su cabello, Jean recordaba que era uniceja, pero ahora estas se encontraban depiladas–. No tienes idea de cómo he crecido en la política en los últimos años ¿no? Por lo que estar contra mí, es estar contra el gobierno.

–¡No puedes obligarme!

–Creo que no me entendiste, yo puedo hacer contigo lo que quiero y nada ni nadie podría detenerme –gruñó amenazante–. Es más, toma el teléfono y llama a alguien que le importe. Soy dueño de la policía y los juzgados.

–¿Y si no soy tu hijo? ¿Ah? ¿Qué harás? –preguntó con provocación, Radamanthys le miró y sonrió.

–Tengo planes sino lo eres, ten cuidado que tú mismo vendrás rogándote a que te lleve porque haré de tu vida miserable.

–¡Ya lo hacías antes! ¡Ya lo hacías cuando era un niño! –golpeó la mesada, Radamanthys aprovechó para tomarle fuertemente del brazo.

–Y aun me queda muchas cosas que hacer….–susurró muy cerca de él–. Tranquilo.

–Eres un hijo de…

–No digas malas palabras, enano –bramó y le soltó para chasquear los dedos, aparecieron dos mastodontes a su lado–. Adiós cariño, te veo en el laboratorio –se retira elegante.

 

                Jean mira la carta y reza porque cuando se haga el estudio, de negativo.

 

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–Estoy cansado, Milo –habló Camus escondiéndose en las cobijas de su cama, Milo golpeaba fuertemente la puerta del cuarto–. ¡Ya déjame en paz! –gritó.

–No hasta que salgas y te pruebes esto –miró el babydoll que tenía en las manos, era demasiado provocativo–. Anda, te quedará pintado.

–Estoy harto de ser la puta de turno a la que le pones ropa como una muñeca, déjame descansar que mañana tengo colegio.

–Oh, eso me recuerda que creo tengo un disfraz de colegiala, anda, ¡abre la puta puerta y déjame probarte vestidos!

–¡CLARO QUE NO! –gritó tapándose más, evitando escucharlo.

–Bueno, si no quieres no habrá dinero a fin de semana –suspiró–. Y yo que quería darte siete mil por tu amabilidad.

–Eres un hijo de….–gruñó entre dientes.

                Milo esperó unos segundos y la puerta se abrió dejando ver a Camus con el cabello desarreglado, una playera larga hasta por arriba de las rodillas y unos bóxer negros, completamente descalzo. El rubio ingresó al cuarto y prendió la luz para ver mejor al muchacho, aun cuando estaba con pijama se veía increíblemente follable, y no dudaba en sentir un dolorcito en sus partes nobles de solo pensarlo.

 

–Bien, acá está –tiró la ropa que había seleccionado mientras Camus comenzaba a acomodarse el cabello y tirarlo hacia atrás–. Te verás genial con esto. Recuerda, Lunes, Martes y Miércoles.

–¿Estás hablando en serio? –preguntó.

–Oh, vamos, no digas que no te gusta, hace dos horas estabas gimiendo como una puta y pidiendo más, debe gustarte.

–Claro que me gusta, pero….–se queda pensativo–. No sé, ¿me quieres trasformar en una mujer?

–Bueno, en realidad creo que te verías muy erótico como mujer, sólo pensarlo se me está parando –susurró Milo abrazándolo por detrás, pero recibió un codazo en el estómago–. Aaagh.

–¿Cuál te gusta más? –Cuestionó el pelirrojo mientras tomaba una de las prendas–. Hm, esta tiene portaligas, y ésta tiene…. ¿qué es esto? ¿Un sombrerito?

–Es un traje de enfermera, tiene todo lo que debes tener, hasta una jeringa –se relame la boca–. Será genial comenzar con una terapia de inyecciones en el culo.

–¿En el tuyo? –sugirió con una sonrisa, pero Milo niega.

–No bebé, la inyección es mi enorme pene, y el lugar donde te la meteré es entre tus nalgas.

–¿Vas a usar preservativo?

–Si tanto te gusta, puedes ponérmelo con la boca –pasa su dedo por encima de los labios del muchacho mientras lo hace apoyarse completamente de espalda a su pecho–. ¿Puedes sentirlo? Está despierto gracias a ti.

–Estoy cansado Milo, ya he tenido suficiente por hoy, además fui contratado para limpiar, no para ser tu puta.

–En el contrato dice una felación por semana.

–Y ya te hice dos –se dio la vuelta y le encaja los trajes en el pecho–. Ahora vete, quiero dormir, mañana tengo clases.

–Aburrido.

–Y ve al baño a encargarte de eso –señala las entrepiernas.

–¿No te sientes mal de desatenderlo? –preguntó, Camus le pone una mano en el pecho mientras lo guía hacia la puerta.

–No, ahora vete –le empujó hacia afuera–. ¡Y llévate todos los vestidos! Hablamos mañana –le revoleó la ropa y cerró la puerta.

–Es la última vez que contrate servidumbre levantándola de la calle –rió para sí mismo y se retira.

 

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                Eran las siete de la mañana y su despertador en el celular comenzó a sonar, probablemente sino hubiera sido el arrebato de la luz que golpeaba en su cara no le hubiera prestado atención. La musculosa ligera que siempre llevaba bajo su ropa estaba más grande de lo común y se deslizó la manga de su hombro. Sintió la boca pegajosa y húmeda, su cabello despeinado.
Se levantó de sopetón  y observó que no estaba en su cama, ni siquiera en su habitación, miró bien cada uno de los inmuebles que había, y se sorprendió al notar que esa habitación ni siquiera era parte del decorado que conocía. ¡Era un motel! Al sentir eso pudo percatarse del terrible dolor en sus caderas, que algo chorreaba de allí y sobre todo, que tenía un brazo encima de su vientre. Con terror en la mirada giró para ver y efectivamente lo que temió había pasado: Kardia Antares estaba a su lado.

–¡AAAAAAAAAAH! –gritó con espanto, lo que hizo que el hombre también se despertara exaltado y comenzara a gritar.

–¡AAAAAAAAAH! –Kardia le secundó, pero al verlo y pestañar varias veces se detuvo.

–No, nononono….no… ¡No! –Se tomó de la cabeza–. ¡No!

–¿Dégel? ¿Eres tú? –se preguntó mientras con su mano comenzaba a tocar el rostro del chico prácticamente poniéndole toda la mano completa encima de la cara, cosa que hizo que Dégel le golpeara–. ¡Ay!

–¡No, dime que no, Kardia, por favor dime que no! –le toma de los brazos y comenzó a zamarrearlo.

–¡Ay ya déjame! –gruñó–. ¿Qué cosa quieres que te diga que no?

–Dime: ¿no hemos tenido sexo, verdad? –se distanció, Kardia entonces evaluó la situación.

–Bien, a ver….–levanta la colcha–. Estamos desnudos –mira la ropa en el suelo–. Nos quitamos la ropa, estamos en la misma cama, mi pene está mojado, tu trasero húmedo, tu boca tiene….algo blanco.

–Ay no….–se tapa la cara.

–Lo siento, ¿querías guardar tu virginidad para cuando te cases? –Cuestionó con sorna, Dégel notaba ese humor negro y le golpeó en la cabeza–. ¡Ay!

–Eres un malito infeliz –se quitó las sábanas de encima y cuando colocó ambos pies en el piso y quiso levantarse, cayó de lleno–. Aaagh, mis caderas.

–¿Eso responde tu pregunta? –Murmuró riéndose, Dégel tomó como pudo una almohada, se dio la vuelta y se la estampó en la cara desde el suelo–. ¡Oye!

–No puede ser….de todos los borrachos que habían en ese bar justo me tuve que acostar contigo –se agarró del colchón para comenzar a levantarse.

–Bueno, es mejor malo conocido que bueno por conocer….

–¡Cierra la boca! Por tu adicción al alcohol estamos en esta situación, me provocaste para que tomara y ahora no recuerdo ni siquiera como llegamos hasta aquí –Kardia se levanta mientras Dégel se sienta en la cama nuevamente, se acerca a la ventana y sonríe.

–Tienes el auto mal estacionado–rio para sus adentros, Dégel intenta levantarse pero vuelve a caer.

–¡MALDITO! –gritó enojado, Kardia se acercó para ayudarlo a levantar–. ¡No….no me toques! –aunque parecía molesto, la expresión fue acompañada de un sonrojo dado que Kardia estaba desnudo y se encontraba con el pene flácido del muchacho a la altura de su cabeza.

–¿No quieres levantarte? –Se agachó y le tomó del brazo–. Yo tampoco recuerdo mucho lo que hicimos, pero ya lo recordarás más tarde.

–No quiero recordarlo…..aaagh, mi cabeza….–se toma la cabeza.

–Pues yo creo que querrás recordarlo porque lo hicimos muy apasionadamente –sabía que Kardia se estaba burlando de él y eso no le gustaba, pero al notar la cama y como habían dejado todo se dio cuenta que el sexo no había sido del todo tierno, sino más bien deseoso.

–Estoy cansado….

–Y si…–habló mientras le ayudaba a llegar hasta una silla al lado de la ventana–. Nunca lo habías echo.

–Te odio.

–No puedes odiarme después de tener sexo conmigo, lo necesitabas, aunque veo que te hizo peor, estás más gruñón que antes.

–Siento algo viscoso atrás –murmuró antes de sentarse–. Me duele la cadera, aaagh ¡Odio mi vidas!

–Tranquilo, no pasa nada.

–¿No pasa nada? ¿NO PASA NADA? –gritó, Kardia sabía que el chico no podía hacer mucho debido a su condición.

–¿Por qué estas tan molesto? –cuestionó.

–Tú no entiendes –miró hacia la ventana para ver su auto estacionado encima de la vereda, en vez de horizontalmente estaba vertical–. Kardia…..no le cuentes a nadie esto.

–¿Hm? Si así lo prefieres no lo haré –habló el muchacho. Dégel tragó de su saliva.

 

Continuará.

Notas finales:

Bueno, dos escenas de sexo duro jajajajajaja esta es la recompensa que tienen ¡Dejen coment si les gustó! Y sino les gustó dejen coment también :D


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