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Letters por Jesica Black

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Capitulo 7
Mala suerte

 

 

                En su sueño, solo recordaba el cálido abrazo, nada más, solo el corazón latiendo pausado.. Abrió sus ojos y lentamente fue recordando los sucesos de la noche anterior, como había ingerido más alcohol de lo normal y sobre todo, que no se encontraba arriba de un colchón precisamente. Cuando recuperó la consciencia sintió que unos pelos le picaban el rostro, y al girar pudo ver una cabellera azulada a la altura de su cabeza. No solamente eso.
Tragó duro y lentamente se fue moviendo para removerse. Intentó separarse.

–De-despierta….–susurró, notoriamente sonrojado, el muchacho debajo suyo comenzó a despertarse lentamente y notar la situación en la que estaba envuelto, se paralizó y luego de un salto salió de encima–. Lo siento….

–¿Eh?, ¿qué fue lo que pasó? –preguntó mientras se acomodaba el cabello, pudo notar entonces la posición en la que estaba–. ¡Ah! Nos quedamos dormidos.

–No….está bien –Camus intentó incorporares, llevaba la ropa puesta y no sentía dolor ni humedad en la boca.

–Menos mal que no me pasó como en la otra borrachera –suspiró y se sentó–. Aunque, creo fehacientemente que debo dejar la bebida.

–Sí, creo que yo también, aunque no bebía antes que me convidaras –sonrió.

–Sabes, hubiera deseado que Dégel se comporta así conmigo, que….–le acaricia las piernas–. Fuera dulce en lugar de agresivo….

–Tranquilo, no te golpearé si es que piensas que haré eso –cerró sus ojos para sonreír más ampliamente–. Lamento haberte besado, estaba muy efusivo.

–Bueno, estábamos ebrios jajajaja…..

–Es verdad….–se incorporó–. ¡Aaah! Milo llegará en media hora y aun no he acomodado su habitación….–sale corriendo.

 

                Kardia sonríe al ver esa vitalidad en el joven, le recordó tanto a Dégel y deseaba de alguna manera que el muchacho peliverde lograra ser así algún día, no por nada, estaba sintiendo que le amaba, pero Camus era diferente, se notaba que era un chico muy especial y Milo lo estaba desperdiciando completamente por sus rabietas infantiles.

–Milo tonto, estas desperdiciando un premio.

 

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                Hacía al menos unas semanas atrás, Jean había ido voluntariamente a hacerse el ADN para saber si era hijo de Radamanthys Wyvern. Rezó durante varios días para que el resultado fuera negativo, dado que si saliera positivo, Radamanthys había ideado todo un plan que le comunicó ese mismo día mientras viajaba en el auto. Le dijo que una vez estuviera legalizado los documentos que lo dieran como padre legítimo, se instalarían en una casa frente a la playa en un poblado griego, varios kilómetros alejado de Atenas. Allí nadie sabría de ellos ni de su relación padre-hijo, lo cual habría bastante el panorama.
Ese día durante la mañana, el hombre rubio caminó directamente a la recepción donde se encontraba Aiacos mirando los papeles del monasterio mientras sellaba, le observó detalladamente y luego golpeó la mesada para alertarlo.

–Oh, disculpe –habló Aiacos y se acercó–. ¿Usted es?

–Radamanthys Wyvern –explicó y mostró un sobre–. Vengo a entregarle los resultados del ADN a Jean.

–Oh, ya veo, están los resultados –murmuró curioso.

–Sí, y sepa usted que si da positivo me llevaré a Jean de los pelos de ser necesario –el pelinegro le miró espantado.

–Disculpe, pero necesita una orden para sacar a un niño de aquí –cruzó los brazos.

–No necesito una orden, soy candidato a gobernador ¿o acaso no me vio en las propagandas? –Preguntó con burla–. Ahora, llame a Jean.

–Hmm, si…. –se acercó a la puerta–. ¡JEAN, TE BUSCAN! –nuevamente volvió a la entrada para mirar al rubio.

–¡Acá estoy! –Gritó el joven corriendo, pero se detuvo en seco al ver a Radamanthys allí–. Ay, no –murmuró.

–Ay sí, tengo los resultados –y tomó el sobre para abrirlo–. ¿Quieres que te lo lea? Ejem –se claro la garganta–. La prueba de paternidad entre Radamanthys N. Wyvern y Jean E. Diamond da como resultado –hace una pausa y sonríe–. 99.9%

–¿E-eso que quiere decir? –preguntó espantado.

–Quiere decir que te voy a llevar arrastrando –fijó su visión y avanzó, pero Aiacos le detuvo con la mano.

–Le dije que no puede sacar al niño sin orden judicial.

–Puedes tragarte esto –saca de su saco otro papel, una orden judicial–. ¿Piensas que vendría sin estar preparado?

–¡No! Por favor Aiacos, por favor ¡haz algo! –Le toma de la túnica–. ¡No dejes que me lleve!

–Lo…lo siento Jean, pero…–mira la orden–. Esta orden es legítima, no puedo hacer nada por ti.

–Anda, ven con papá –dijo con arrogancia y lascivia en su voz, Jean estaba aterrorizado.

–Pero ¡Alex! Sí, Alex también es tu hijo ¡el vendrá conmigo!

–Claro que no, aquí la orden me posibilita llevarte a ti…–le tomó del cabello, Aiacos lo detuvo.

–No lastime al chico, señor Wyvern –habló con furia.

–Ahora es mío y hago lo que se me antoje con él ¡Policía! –Gritó  y dos uniformados entraron a los apurones. Los dos hombres tomaron a Jean de los brazos.

–¡NO, NO PUEDEN ALEJARME DE MIS HERMANOS….ALEX….AAALEEEEX! –gritó mientras se movía frenéticamente.

 

                Como si hubiera una campana en su oído, Alexander entró corriendo y observó como Radamanthys y dos uniformados se llevaban a rastras a su hermano, quien gritaba. Miró a Aiacos que leía una y otra vez la orden judicial buscando un mísero párrafo que lo hiciera detener aquello, pero no podía, estaba todo legal.

–¿Qué hacen? ¿A dónde se llevan a mi hermano? –gruñó en un arrebato y tomó el brazo de Aiacos.

–No…no lo sé ¡no lo sé! –estaba nervioso el hombre y Alex lo ponía aun más nervioso.

–¡NO SE LO LLEVEN, ES MI HERMANO! –gritó corriendo tras ellos pero un tercer policía lo detuvo–. ¡No por favor!

–Lo siento jovencito, pero la orden dice que Jean Diamond, ahora Jean Wyvern, estará a cargo del señor Radamanthys –habló el hombre, Alex no podía creerlo.

–¡No puede ser! –Se adentró nuevamente al monasterio–. Debo llamar a Camus ¡No puede ser! –gritó fastidioso–. ¿Qué hace ahí parado? ¿Dónde está el teléfono? –preguntó enojado, Aiacos le señala el cuartucho al lado de la entrada, Alexander se mete dentro,  Aiacos lo sigue y ve como marca compulsivamente.

–Tra-tranquilo Alex…

–¿Cómo puedo estar tranquilo? ¡Ese hijo de puta me….! –una voz se escucha del otro lado–. Disculpe ¿se encuentra Camus? –hace una pausa y escucha del otro lado, luego comenzó a oír una voz diferente–. ¡Camus, oh Camus! ¡Jean….Jean! Ese hijo de puta de Radamanthys se lo llevó….

–Tranquilo –murmuró Aiacos dándole un mansaje.

–¿QUÉ SE YO DONDE SE LO LLEVÓ? –Gritó, pero inmediatamente pidió disculpas–. Perdón, estoy tan nervioso…..tú sabes lo que él nos contó cuando empezó esto del ADN, ese tipo le…..le metió su…..–se tapa la boca, no podía hablar–. Tenemos que hacerles pruebas ahora a Jean….para que vean que en unos días….

–¿Qué sucede? –Aiacos no comprendía que pasaba.

–Sí, ya sé que si le hacemos esto es como si estuviéramos esperando que el tipo lo viole, pero ¡es necesario decir que Jean está en perfecto estado de salud antes que se lo lleve! –Respira entrecortado, como si le faltara aire–. Sí, haré lo que pueda, gracias Camus –cuelga e intenta irse pero es detenido.

–Dime ¿qué pasa? –le toma de los hombros.

–Se lo diré rápido porque tengo prisa –habló ligero–. Cuando nuestros padres murieron quedamos aquí a la buena de dios, la abuela pagaba, cuando ella falleció llegó Señor Wyvern diciendo que se haría cargo de nosotros. Camus y yo éramos mimados, pero sabíamos que ese tipo tenía una fascinación por Jean, aunque no pensábamos que tanto.

–¿A qué te refieres?

–Jean me contó que ese tipo lo tocaba, y hasta había intentado entrar en él, es más, lo hizo pero tuvo que salir porque Jean gritaba, luego mi hermanito dijo que quería que viniéramos acá, nosotros no entendíamos mucho porque dejar un hogar para venir a la nada….pero Jean lloraba mucho y quería venir….

–¿Era abusado?

–Abusado todo el tiempo –a Alexander se le cayeron varias lágrimas–. Yo….estoy realmente enojado, ¡ese hijo de puta tiene a Jean con él y se lo llevará!

–No te preocupes, haré todo lo posible para que Jean esté bien….

–¿Por qué?

–Porque es mi deber….

 

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No es que Manigoldo viviera aterrado, bueno, tal vez si vivía aterrado por causa del acosador, pero esto iba más allá de su propia mente perversa a la hora de hacer novelas policiales. Ese maldito lunático le daba ideas y por obvias razones no podía imaginarse la apariencia física del malhechor.
Pasó así todo un día, y al siguiente nuevamente se seguía observado, así sucesivamente durante todo el mes. Su mujer creía que se estaba convirtiendo en un paranoico, por lo que ¿cuál fue la mejor idea? Dejarlo solo todo un día en casa para que se le quitara el miedo. ¡Gran forma de atender a un fóbico!
Respiró profundamente y se la pasó toda la mañana escribiendo en su despacho, hasta ahora la novela iba tomando un gustillo que comenzaba a encantarle, sonreía y su editor Saga Gemini estaba realmente satisfecho, tanto que no solía llamarlo. Almorzó algo ligero y volvió a la labor, estaba tan concentrado que el simple timbre lo descolocó, soltando el cigarro y quemándose la pierna.

–¡AAAAGH! ¡FLIGIO DI PUTTANA! (hijo de puta) –se tomó  su pierna quemada por la ceniza y frunció el ceño–. ¡STO ARRIVANDO! (ya voy) –se sacude la ceniza como puede y se pone de pie para ir a la puerta la cual siguen tocando–. ¡Sto arrivando! ¿Non mi sentí? (Ya voy, ¿no me escuchas?) Agh, cierto, estoy hablando italiano ¡Ya voy! –Gritó y abrió la puerta para ver a un muchacho muy joven–. Si es para vender galletas de explotadoras, no quiero –intenta cerrar la puerta pero el muchacho la detiene.

–¡No, no….en realidad vengo a hablar con usted! –dijo el más joven, Manigoldo se le queda viendo, es realmente atractivo–. Me llamo Albafica, y lo he visto en el bar en varias ocasiones.

–¿No eres demasiado joven para un bar?

–Sí, tengo diecisiete, en dos meses cumpliré dieciocho –sonrió gentilmente–. Vivo en el hogar que queda cerca de aquí para niños huérfanos y desamparados.

–¿Haces una colecta? Hm, creo tener algo de dinero por aquí –se fija en sus pantalones.

–¡No, no! En realidad venía por otra cosa –esta vez la sonrisa fue más amplia–. Estoy embarazado.

–¿Hm? Bien por ti niño –le da unos golpecitos en la espalda–. Adiós.

–¡No! –le evitó cerrar la puerta–. Es suyo.

–Jajajajajajajajaja –comenzó a reír desenfrenadamente–. ¡Muy gracioso, cariño!

–Tengo un video que lo comprueba –busca su celular y lo encuentra en el bolsillo de la campera, Manigoldo comienza a temblar ligeramente–. ¡Aquí está! –prende el video y le hace ver por el celular una escena de sexo.

–¿Q-Qué es esto? –tomó el móvil en las manos y observó con asombro, ¡ese era él!

–Fue hace un mes en el bar que usted frecuenta –Manigoldo comenzaba a ponerse pálido como un fantasma–. Me ofrecí a ayudarlo y bueno, así terminó todo….

–Yo ¡no lo recuerdo! –le tira el teléfono–. Vete, antes que llame a la policía.

–¡No me iré! Me harán exámenes y sabremos quien miente….

–¡No puedo hacerme cargo de e….ese bebé! –señala el vientre plano del chico–. Tengo una familia aquí…

–¡Y aquí también! –se acercó y le tomó de la camisa–. Lo perseguiré hasta el fin del mundo de ser necesario…..

–¿Hm? –le mira, esos ojos celestes estaban rojizos–. ¿Tú eres A.Z?

–Adivino –sonrió–. He esperado este bebé toda mi vida y ahora que lo tengo, usted se hará responsable y viviremos felices para siempre….–Manigoldo le aparta las manos.

–¿No me escuchaste, figlio di puttana? ¡Yo tengo una mujer y tendré un hijo!

–¡También tiene un hijo conmigo! ¿Cuál es la diferencia? –gruñó.

–Que yo la amo y la conozco desde hace años, y a ti….–le mira de arroba a abajo–. Eres lindo pero no te conozco de nada, adiós….–intenta cerrarle la puerta pero Albafica se pone en medio.

–Gritaré que es el padre de mi hijo y será un escándalo, todos lo conocen y saben de usted.

–¡Tengo mujer e hijos!

–Pues ya no –sonríe–. Ella lo dejará…..y el bebé no nacerá….–se aparta.

–¿Qué? –preguntó sorprendido.

–Siéntese y mire como muevo mis hilos, mi amado Constantino Luchetti….–le lanza un beso con la mano y se retira, dejando a Manigoldo impactado y nervioso.

–¿Qué haré con este loco?

 

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–Gracias por ayudarnos –habló Aiacos mientras caminaba con una caja en sus manos, a su lado se encontraba Minos, quien también cargaba una–. Estamos realmente conmovidos con lo de Jean y no hemos tenido tiempo para hacer esto.

–Oh, no te preocupes, es todo un placer, además has cuidado de mi cuando estaba en una mala posición –sonrió, Aiacos también le devolvió la sonrisa–. ¿Y qué has sabido del pequeño pelirrojo?

–Aaaah, nada….–suspiró bastante indignado–. Ese tipo horrible se lo llevó, no sabemos a dónde, fuimos a buscarlo a la dirección que tenían Camus y Alexander de él, pero no estaba allí.

–¿Ah, no? –miró con asombro.

–Parece como si se hubiera mudado –suspira–. Pero bueno, ya la policía está trabajando en eso y yo suelo salir a las calles a repartir bolantes, espero que esté bien –pensativo.

–Espero que sí.

–¿Y tú? ¿Cómo estás? –le miró coqueto, Minos también le imitó.

–Bien, dentro de lo que se puede en el anoréxico mundo del modelaje –se acomodó el cabello con seducción mientras le miraba.

–¿Sabes? Deberías quedarte aquí y hacer colectas, ser un monje más….–sonrió con burla.

–Claro, de puta a monje sin escala.

–No digas eso –acomodó la caja en la mesada y la abrió, sacando el contenido donde había cantidades de harina y arroz.

–Lo digo porque lo soy, no es que me enorgullezca serlo –se colocó al lado de la mesa sentándose en ella–. Pero en este mundo, sino lo mamas bien, no tienes futuro.

–¿En serio? Vaya, debí ser modelo, aunque nunca se la he mamado a un hombre, bah, no sé, cuando estaba drogado hacía muchas cosas –ambos comienzan a reír.

–A todo esto, cuéntame ¿naciste aquí?

–Bueno, no del todo, soy de Nepal –acomodó toda la comida encima de la mesada.

–¿Nepal? Mira que bien…. ¿qué zona de Nepal?

–Katmandú, es la capital –se sienta y le señala a Minos la silla junto a él–. Es lindo, dentro de todo, pero mi mamá y yo decidimos mudarnos, primero a Francia donde comenzó mi desenfreno y luego vinimos a Grecia donde entré en rehabilitación.

–Wooo, yo nací en Noruega, pero viví toda mi vida en Francia, es más, soy modelo allí desde los quince años –cruza las piernas–. Luego vine aquí y…..

–¡Señor Aiacos! –un pelirrojo adolescente, mucho más llamativo que el de cabello corto hizo su aparición, no lo había visto nunca según Minos, pero parecía conocer a Aiacos.

–Camus ¿qué haces aquí? –preguntó sorprendido.

–Es por lo que Jean ¿tiene novedades? –cuestionó, Aiacos niega y ve que detrás del muchacho pelirrojo venía uno más grande de cabellera rubia.

–¿Es tu amigo?

–¿Eh? –Camus se da la vuelta y ve al joven–. Ah, sí, es el hermano de mi jefe, Milo. Insistió en acompañarme.

–¿Puedo saber que fue lo que pasó? –preguntó Milo ya más calmado luego de seguir a Camus de forma maratónica por toda la ciudad.

–Mi hermano fue secuestrado –explicó el pelirrojo–. Quería saber si había información –suspiró y miró al rubio–. Parece que no.

–Lo siento –habló Aiacos, haciendo que Camus le mire–. Puedes ir a ver a Alex y los demás chicos, están conmocionados con todo esto.

–Lo haré, Milo, si quieres puedes irte –le permitió, Milo niega.

–Ya te seguí hasta aquí, quiero conocer a tus hermanos….

–Bueno, conocerás sólo a uno –sonríe triste–, Jean no está aquí.

–Y será muy difícil sacarle la custodia a Radamanthys, ahora está sentado que es el papá legitimo de Jean –explicó Aiacos.

–Aaaagh ¿Por qué mamá se tuvo que acostar con ese tipo? –gruñó Camus agobiado y comenzó a caminar hacia dentro, acompañado por Milo.

 

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                Había decidido ir a la editorial, pues era el único lugar, luego de un mes desaparecido, donde podía encontrar a Dégel.  Después de su percance con Camus, la necesidad de ver al peliverde había aumentado drásticamente. Caminó por los extensos pasillos donde se encontró con los gemelos Gemini, una ironía del destino que cuyo apellido tuviera que ver con su ser, pero no quiso cuestionarse más sobre ello y le preguntó al mayor donde podía encontrar a Dégel Verseau. Tercera puerta a la derecha en el primer piso.
No usó el ascensor y directamente fue por las escaleras hasta encontrarlo, caminaba hacia un pasillo mirando de espalda a él, cargando unas hojas de papel. Habían otras personas allí, no solamente Dégel, por lo cual solía ser muy discreto, pero en aquellos momentos se encontraba enojado.

–¡Te llamas mi editor y en un mes ni has venido a mi casa una sola vez! –habló fuerte, Dégel se dio la vuelta al igual que muchos de los que estaban allí.

–¿Qué haces aquí, Kardia? –se acerca sigilosamente.

–Vengo por ti, desde que nos acostamos….. –Dégel le tapa la boca.

–Shhhh, pueden oírnos –habló frunciendo el ceño y luego se da vuelta para ver a sus pares confundido–. Jajajaja nada, debo hablar con mi escritor a solas….–le tomó del brazo y lo arrastró a una de las oficinas.

 

                El silencio reinó entre ellos y apenas entraron al cuartucho oscuro, Dégel golpeó la puerta con su pie, de ira, y le miró desafiante ¿acaso estaba loco? Gritarles frente a todos y decir que se acostaron, era digno para recibir un golpe de lleno en la cara.

–¿Estás loco, verdad? Dime que te drogaste con algo –gruñó, Kardia suspiró pesadamente.

–Eso mismo pensé de ti, ¡idiota! No has venido ni una sola vez en un mes ¿qué demonios te pasa? –también parecía enojado.

–¡No he ido porque tengo otros escritores!

–¡Vaya, ahora tienes otros! Hace unos meses me hostigabas para que termine un puto capitulo y ahora tienes “más escritores competentes” que atender ¿verdad? –gritó, Dégel golpeó la mesa con su pie haciéndola deslizarse–. ¿Qué mierda te pasa?

–¡Estoy harto de ti y tus chiquilinadas! Vete a escribir y deja de tomar, ya estoy cansado de arrastrar tu trasero borracho por toda la capital.

–¿Y por qué lo haces entonces? –cruzó los brazos y le miró punzante con sus ojos celestes.

–¡Por qué eres mi escritor! –golpeó la mesa que había corrido de una patada y le miró–. Porque eres creativo, eres el mejor en tu rama.

–¡Manigoldo también y Saga no le está encima! –tenía razón, Saga dejaba que Mani se emborrache a gusto y jamás le exigía nada.

–¡SAGA ES SAGA, YO SOY YO!

–¿Y POR QUE TE IMPORTA TANTO QUE TERMINE ESTE PUTO LIBRO? ¿ES SOLO POR EGO PERSONAL O REALMENTE TE IMPORTA LO QUE….?

–¡CALLATE, CALLATE! Tú no sabes nada –bufó, relajó un poco sus hombros–. No sabes lo que es admirar a alguien y dar lo mejor de ti para que ese alguien brille.

–Soy un borracho, sadomasoquista que le importa tres carajos la vida ¿por qué siguió importándote? –Kardia intenta acercarse pero Dégel se aleja.

–No….no puedo decírtelo –murmuró bajito–. Sigue tu trabajo Kardia, es lo mejor que puedes hacer

–¿Por qué no? –Le tomó del hombro–. Dégel, estas pálido.

–¿Hm? –le mira.

–¿Has estado comiendo bien? –preguntó, el muchacho peliverde negó suavemente–. Deberías.

–Mira quién habla –susurró.

–Bueno, nunca te había visto tan blanco, tus labios se están tornando violeta….–le acaricia los cabellos–. Debes ir a un médico, estarás peor sino vas.

–Deja de hacer eso –se apartó suavemente, Kardia sonríe.

–¿Hacer qué?

–Preocuparte por mi….–hizo una pausa–. Yo debería ser el que se preocupe por ti.

–Los editores también son personas –dijo Kardia, Dégel alza la mirada con la ceja levantada–. No me mires así….

–Me siento mal…

–Ya lo veo, ven, te llevaré al hospital…

–No Kardia, en serio me siento mal….–se toma la panza sintiendo un horrible asco.

–¿Estás bien? –inmediatamente y casi sin proponérselo, Dégel comenzó a toser y escupir, dado que no había comido, era una forma de vómito–. Aaaagh, Dégel, ¡mi camisa nueva!

–Me cago en tu cami….sa aaagh….–sentía unas terribles ganas de vomitar, pero dado a que no tenía nada en el estómago no podía.

–Dégel…..debemos ir al hospital –le toma del brazo pero el peliverde le empuja.

–¡Ya suéltame, no soy un niño!

–Pues deja de actuar como uno –le toma más fuerte y lo acompaña hasta una silla–. Hmm, estas pálido, no has comido bien, seguro tienes algo….llamaré a una ambulancia.

–¡No! Puedo ir solo al hospital, no necesito la ayuda de….aaagh….–se toma nuevamente la panza.

–Llamaré, no dejaré que vomites toda la editorial –toma el celular y comienza a marcar a emergencias–. ¿Hola? Llamo de la avenida Zeus 9945, tengo aquí un chico enfermo –hace una pausa–. Vómitos, y…–le toma de la frente–. No, no tiene fiebre pero se ve muy pálido.

–Ya no puedo más –susurró mientras desfallecía en la silla, Kardia le toma y solo puede escuchar cómo le grita al muchacho del teléfono diciéndole que vinieran rápido.

 

 

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                Camus llegó a la habitación para escuchar los gritos de Mu dirigido a su compañero Albafica, quien estaba sentado en su cama con los brazos cruzados, al entrar se dio cuenta que el más joven de ellos, el lemuriano “Mu”, quien huérfano como los demás solía ser la voz de la conciencia para absolutamente todos, estaba sermoneando a Albafica, seguramente se lo merecía, pues el muchacho no solía ser imprudente a la hora de hablar o gritar, siempre lo hacía con calma.

–¿Qué pasa aquí? –preguntó Camus sorprendido, Milo venía detrás y le impactó, esos dos chicos eran casi tan lindos como Camus ¿qué pasaba en ese lugar?

–Oh, Camus, al fin alguien que me puede ayudar con Alba –Mu se acercó y se abrazó a su amigo, pero al ver que el pelirrojo estaba acompañado por un atractivo adulto, simplemente se distanció y sonrojó–. Oh, hola…

–Hola –saluda, Camus les mira y frunce el ceño pero decide ignorar eso para concentrarse en Alba.

–¿Qué hizo esta vez? –se acercó con los brazos cruzados.

–¿Eh? –Mu, que se había quedado mirando a Milo, se concentra en Camus y vuelve hacia donde estaba Albafica–. ¡Cuéntale! Anda….

–Seguí a Manigoldo…–susurró frunciendo el ceño y con los brazos cruzados.

–¿Y qué más? ¡Anda, no te hagas el tímido ahora! –criticó Mu.

–¡Es la última vez que te cuento algo! –bufó molesto y miró al pelirrojo–. Le dije que estaba embarazado de él.

–Espera ¿Manigoldo? –Milo interviene–. Pero ese tipo tiene señora e hijo.

–Lo sé –gruñó Albafica–. Eso no me imposibilita a acosarlo sexualmente.

–Claro que si –señala Camus–. ¿Cómo se te ocurre decir esas cosas a un hombre casado? –el pelirrojo cruza los brazos bastante molesto–. ¿Qué más hiciste? Te conozco, Alba, y sé que tu obsesión por Manigoldo no tiene límites.

–Nada, en serio –miró hacia otro lado y luego concentró su vista en Milo–. ¿Tú conoces a Manigoldo?

–En realidad, nunca lo he visto pero mi hermano es su mejor amigo de parranda –Albafica se levanta y le mira–. ¿E…estás bien?

–Si tu le dices a Mani algo de esto juro que….–Camus lo detiene.

–¡No Alba, no! Milo no dirá nada…

–Eso, eso….apenas lo conozco jajaja –ríe nerviosamente, era más que obvio que Albafica daba miedo cuando se enojaba, ese chico era siniestro.

–Y….–murmuró una vez que Alba se apartó de ellos dos, Camus estaba en medio del peliceleste y Milo–. ¿Qué? ¿Estás….?

–¿Hm? ¿Embarazado? ¡Claro que no! Bah, no sé –mirando a Milo–. No me he hecho el test.

–Pues hazlo, si tuviste sexo sin protección con lo fértiles que somos, quedamos en cualquier circunstancia….–gruñó y cruzó los brazos–. No vuelvas a hacer más locuras, estamos atravesando momentos difíciles Alba, tú sabes que a Jean se lo llevó Radamanthys ¿no?

–Sí, lo sé –mira para otro lado–. Como también sé que al menos Alex y Jean te tenían, pero yo no tengo a nadie y en dos meses me tiran de patitas a la calle –Albafica parecía frustrado y triste, Milo y Camus lo sentían, hasta el mismo Mu que allí estaba.

–No te preocupes, cariño, te conseguiremos un hogar –alentó el pelirrojo colocándole una mano en la espalda.

 

Continuará.

Notas finales:

AAAAH!!! Se la creyeron jajaja pensaban que iba a hacer el Kardia x Camus jajajaja los engañé! No se preocupen solo fue un beso y se quedaron dormidos, los dos estaban muy ebrios. 

Bueno, lo de Alba es todo un show me encantó que sea tan psicopata XD

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