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Letters por Jesica Black

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Capitulo 1
La crueldad del destino

 

 

                No había dormido en toda la noche y no era para menos, rodeado de una humareda producida por sus cigarrillos, en la oscuridad de la noche había progresado verdaderamente muy poco.  Dégel le taladraba la cabeza cada cinco minutos y escuchaba aquella ágil vocecilla indicándole lo que tenía que hacer a cada momento del día. Esa noche apagó el computador y salió de la habitación, tomó algunos refrigerios ante la impactante mirada de Milo quien se alistaba para salir de fiesta y se dirigió a su cuarto, obviamente que antes echó una mirada al espejo del pasillo para verse desalineado, con una insipiente barba de dos o tres días, el cabello desarreglado al igual que su ropa y unas terribles ojeras. ¡Necesitaba dormir!

Y así se arrojó a la cama sin cambiarse, llevaba puesta la camisa y los bóxer que usó durante todo el día, mañana se encargaría de bañarse y cambiarse de ropa, mientras tanto el sueño le ganó y morfeo se apoderó de él.

No pasó mucho tiempo más que unas simples horas para que su celular comenzara a sonar, abrió sus ojos y lo vio vibrar encima de su mesita de luz, estaba brillando su pantalla y en ella la foto de Dégel. Dios, ese chico realmente era su pesadilla. No hizo caso y volvió a dormir, pero tampoco esperó mucho antes que el celular comenzara a sonar nuevamente, esta vez ya el sol ya iluminaba el cuarto, por lo que creyó debía ser pasada las siete y media de la mañana. Aun así siguió sin atenderlo. Poco a poco el sueño le fue ganando partido, pero la luz del nuevo día ingresó por la ventana más intensamente,  con ello se desperezó aun más en la cama y se cubrió con las mantas que tenía debajo de su cuerpo. Un fuerte golpe le hizo reaccionar y cuando se levantó levemente para girar y ver la puerta, esta se abrió de golpe dejando ver a ese muchacho jovencito de lindo cuerpo.

                Dégel Verseau estaba allí hecho una furia y no era para menos, le había estado intentando llamar toda la mañana y no había dado con él. Miró el celular que estaba cómodamente deposito en la mesa y luego observó al muchacho que se levantaba fregando sus ojos. La luz ya le dejaba ver completo el estado del hombre, necesitaba urgentemente un baño.

–¡Te he estado llamando toda la mañana y no has respondido! –gruñó, Dégel era hermoso en lo físico pero terriblemente detestable en lo psíquico y eso Kardia lo sabía a la perfección.

–Buen día, mi amor ¿me darás un beso?

–Aféitate, lávate los dientes, báñate, péinate, come algo y estate listo para las once, tenemos una reunión con la casa central de la editorial –dijo mirando el reloj–. ¡Anda, tenemos sólo una hora!

–¿Qué? ¿Me estás levantando a las diez de la mañana? –Kardia toma el celular y mira el reloj para constatar el horario–. Debes estar loco, te dije que después de las tres de la tarde funciono ¡antes no!

–¡Me importa una mierda! Levántate de esa cama y ponte a trabajar, ¡FLOJO! –inmediatamente toma una almohada que había quedado allí de la noche anterior y se la arroja en la cara.

–¡Agh, ya, ya! –gruñó y se levantó–. Iré a bañarme….–musitó ante la atenta mirada de Dégel.

–Y no empieces a jugar con tu patito de hule….si lo haces –señala su reloj–, lo sabré.

–Sí, lo que tú quieras bebé –inmediatamente entró a la regadera.

 

                Mientras se bañaba, pensó en como había ocurrido todos los últimos acontecimientos que lo llevaron a estar hoy en día en ese estado. La muerte de Sage fue una terrible desazón, pero inmediatamente fue restituido a su labor a manos de un joven editor que recién comenzaba.  Sin lugar a dudas en un principio se sintió privilegiado al tener un Adonis a su lado trabajando, hasta había ideado una forma de seducción para pasar la noche con él, pero pronto esos sueños se cayeron cuando conoció la horrible actitud del joven y sobre todo como sus ojos se volvían de un rojo escarlata cuando se hablaba de trabajo.
Se bañó, afeitó y colocó la ropa limpia que encontró para no decir la única. Se acomodó un poco el cabello y tapó sus ojeras con un maquillaje para luego ponerse algo de perfume y bajar. Cuando llegó a la cocina el desayuno estaba servido: jugo de arandanos, café, pan tostado, mermelada y frutas. Kardia le echó una mirada al joven que le daba la espalda dado que guardaba algo en las gavetas de arriba, un paneo rápido y comenzó a comer.

 

–Bien, tenemos la entrevista a las once, luego comeremos algo a la una, a las dos estaremos probándote ropa y volveremos a las cuatro aquí para continuar el trabajo ¿queda claro? –Dégel golpeó con su dedo el reloj y se dio la vuelta para ver como Kardia se había quedado dormido encima de su desayuno–. ¡ANTARES!

–¡Aaaah! –Se despertó de un sobresalto y miró para todos lados hasta que se encontró con la furiosa mirada Dégel–. Ah, ¿aun sigues aquí?

–¡Claro que sigo aquí! Tenemos una reunión en media hora ¡Apúrate! –cruzó los brazos y se apoyó en la mesada.

–¿Tú no desayunas?

–Lo hice a las ocho, cuando te llamé desde mi casa y no contestabas….

–Es muy temprano.

–La mayoría de los escritores están levantados a esa hora –respondió–. Si no vas a tomarte este trabajo en serio, lo mejor sería renunciar.

–Sí, sí…. “ser escritor es una responsabilidad”, claro…–bufó molesto mordiendo una tostada.

–Kardia, eres el escritor más talentoso que conocí, cuando estaba en la universidad leía tus libros y eras inalcanzable para la mayoría de los que estábamos allí –coloca sus manos encima de la mesa donde comía el otro–. Estuve años mandando curriculum a la editorial la cual perteneces para trabajar aunque sea sirviendo café….

–Que tierno –hablo con ironía y con comida en la boca.

–¡Mastica, traga y luego habla! Hasta un bebé sabe tragar –suspiró–. En esa época quería encontrarme con aquel escritor que cautivaba corazones –golpeó la mesa con el puño asustando al muchacho–. ¡Y ENCONTRÉ UN BORRACHO SADOMASOQUISTA ADICTO AL TABACO!

–Bueno, tú pusiste tus expectativas muy altas –nuevamente el más joven golpeó la mesa–. Oye, ten cuidado.

–Eres de lo peor….–la puerta se abre y los dos miran al recién llegado, Milo Antares, el hermano menor.

–¡Buen día Dégel! ¿Nuevamente regañando al escritor fundido…? –saludó amablemente mientras buscaba algo para comer.

–Me sacaría canas verdes sino es que tuviera cabello verde –gruñó y golpeó otra vez la mesa–. ¡Anda, traga, no tenemos tiempo para masticar!

–Al menos déjame acabar de comer, el desayuno es la comida más importante –Dégel le toma del brazo y lo levanta.

–Ya estamos tarde, abróchate el cinturón y agárrate de lo que sea, tendré que acelerar el auto…

–¡Milo, Milo, sino vuelvo, la contraseña de la caja de seguridad es….!

–No te preocupes hermano, la descubrí hace tiempo –murmuró–. Por cierto hoy vienen los nuevos sirvientes por una entrevista a las 15 horas.

–¡No estaremos aquí, encárgate tú! –le gritó Dégel, Milo los acompaña a la entrada y ve como el menor arroja al auto a Kardia en el asiento del copiloto y va directamente detrás del volante, se pone lentes de sol y empieza a acelerar.

–A…adiós….–mueve la mano.

 

 

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                Había pasado las horas y pudo dormir un poco antes que viniera Aioria a su casa. Le había comentado que cuatro bellezas se presentarían y debería escoger a una para que fuera la sirvienta de la casa, por lo que el castaño no dudo en acompañar a su amigo. Se instaló en el ante living que tenía una puerta corrediza que comunicaba la entrada con dicho lugar y a su vez otra puerta corrediza atrás lo comunicaba con el living. Colocó una mesa y varios papeles al lado, parecía muy elegante. Aioria abrió la puerta y le comunicó que habían llegado las personas, entre risas por lo que esperaba, pero Milo no le hizo caso y le dijo que las hiciera pasar de a una.

La primera era una mujer de ochenta años, por lo que Milo tuvo que preguntarle si aun podía hacer algunas cosas de limpieza, esa señora parecía más su abuela que una auténtica sirvienta por lo que la rechazó. La segunda era un travesti, y aunque Milo no tenía problemas con ello tal vez si lo tenía con verla en falda con las piernas peludas, por lo que volvió a rechazarla. La tercera si era una “sirvienta” de las que quería, pulposa, con grandes caderas y pequeña cintura, provocando con su mirada y lanzándole besos seductores.

 

–Creo que con ella ya está bien –habló Aioria.

–Pero falta una entrevistada….. ¿Camus? –Miró el papel–. ¿Será el apellido?

–Iré a buscarla –Aioria cerró la puerta y con la mirada intentó detectar donde estaba la chica, la joven sirvienta sexy señaló al pelirrojo a su lado e inmediatamente Aioria se disculpó y lo hizo pasar, pero antes le avisó a Milo–. Escucha, es un varón.

–Hazlo pasar entonces –murmuró mirando unos papeles, cuando el joven entró–. Bien, ¿cómo te llamas? –preguntó y alzó la mirada.

–Camus Diamond.

 

                La sorpresa que ambos se llevaron al verse fue privilegiada. Milo no podía dejar de sonreír al encontrarse con aquel sujeto que le había casi llevado por delante, mientras que Camus estaba pálido como un fantasma, pero intentaba disimularlo.

–Mira lo cruel que es el destino que te cruzó en mi camino –habló con rima mientras se acercaba, con una gigante sonrisa en su rostro–. ¿Cuántos años tienes?

–Diecisiete –contestó cortante.

–Aaaah, diecisiete –susurró más para sí que para el otro, Aioria le hacía señas que no indague más, pues la sirvienta sexy sería la empleada oficial–. Y dime, Camus, ¿aun sigues pensando que soy un viejo?

–Técnicamente si –respondió, cosa que hizo enojar a Milo y fruncir el ceño.

–Quedas contratado.

–¿Eh? –Ni Camus ni Aioria entendían la decisión de Milo.

–Mi-Milo, la chica, la chica despampanante –señaló la puerta–. No hay segundas oportunidades.

–Tampoco aquí –murmuró y señaló al pelirrojo–. Ahora eres de mi propiedad y me burlaré de ti todo lo que quiera, hasta quedar saciado, esto será mejor que el sexo vacio con una desconocida.

–¿Sólo me contratas para burlarte de mí?

–Son trescientos a la semana, techo y comida.

–¡Hecho! –Camus le da la mano a Milo y este se la estrecha.

–¿Estás de broma? Entiendo que el pelirrojo esta guapo pero ¡la chica de grandes curvas!

–Sí, dile que ya contratamos a alguien –explicó Milo a su compañero–. Te voy a mostrar la casa, sígueme Camus.

–Sí.

 

                Mientras Aioria no salía de su asombro, Milo le indicaba a Camus todos los sectores de la casa, comenzando por la cocina. Le muestra los lugares que debe limpiar de ahora en más, también como usar la estufa o prender el calefactor. Le explica que usualmente hace mucho frío allí y no es necesario un ventilador en los días calurosos pero que puede traer uno del sótano. Luego camina hacia la escalera pero antes le señala la puerta trasera donde hay un jardín:

–¿Sabes jardinería?

–No.

–Entonces tendré que contratar a un jardinero –habló y luego señaló el sótano–. Ese de allí es el sótano, necesita una limpieza, pero te llevará mucho tiempo.

–Entendido –masculló mientras le seguía, ambos subieron las escaleras del primer piso por los pasillos comenzó a señalarle los cuartos–. Este es el cuarto de mi hermano Kardia, él solamente estará aquí muy entrada a la noche hasta muy tarde en la mañana.

–Ya veo.

–Pasará más tiempo en el estudio, el cual es este –señala la puerta paralela al cuarto–. Casi siempre tiene la luz apagada, trata que cuando él duerma abrirla un poco y ventilarla, es bastante agobiante –continua hasta llegar a un cuarto–. Este es mi cuarto –abre la puerta, Camus nota que es algo rústico–. Puedes ordenar mi ropa algún día, tengo un baño allí atrás, la cama y el armario, nunca veas lo que hay en mis cajas ¿de acuerdo?

–Hm, de acuerdo –le echó un vistazo al cuarto y luego se retiró, Milo lo cerró y fue al cuarto de en frente–. Y éste es tu cuarto, es pequeño pero cómodo, tiene una cama y un armario para tus cosas.

–Perfecto –sonrió.

–Ah, en el fondo está el baño principal –lo acompaño nuevamente a la escalera y volvió al lugar de origen para ver a Aioria sentado y aburrido en los sillones–. Ah, ese de allí es el gato de la casa, es berrinchudo y tiene mal carácter pero hay que darle una buena cepillada de vez en cuando.

–¡Te escuché! –gruñó.

–Bueno, este es el living, ah por cierto, en el jardín hay una piscina, debes limpiarla cuando sea la época y llenarla, luego se le echa cloro y se le sacan las hojas en verano –camina hacia el escritorio y saca un contrato–. Firma ésto.

–¿Qué es?

–Un contrato –suspiró y le dio una lapicera, pero el muchacho se sentó para comenzar a leer–. No hace falta que lo leas.

–¿No creerás que soy lo suficientemente tonto para firmar algo que no he leído, no?

–Es como el contrato de seguridad del mail, nadie lo lee –susurró Milo, pero Camus no le hizo caso, Aioria se reía por detrás.

–¿Una mamada a la semana? –Camus miró a Milo con el ceño fruncido.

–Lo siento, pensé que serías mujer, ignora eso….–cruzó los brazos, Camus tomó la lapicera y firmó el contrato una vez leído todos los puntos–. Perfecto, ¿cuándo planeas mudarte?

–Pues, debo ir a buscar mis cosas al hogar.

–Entonces esta noche estarás durmiendo aquí –guardó el contrato–. Bien nos vemos a las siete.

–Nos vemos –saludó amablemente y se retiró.

–¿Estás borracho? ¡Es un chico! Desperdiciaste unas caderas y buen culo por él –gritó Aioria señalando la puerta donde se había retirado Camus.

–Ese chico me desquició, tengo que vengarme de él.

–¿Y cómo lo harás? ¿Dándole trabajo, casa y comida? –Aioria cruzó los brazos y le miró, Milo lo pensó.

–Tal vez lo haga vestirse con ropa sexy mientras limpia –sonrió para sí mismo–. Ya veré que hacer, tal vez lo moleste mientras duerme con una bocina de esas…..

–Eres tan infantil.

–¡El se lo buscó!

 

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–¡Aaaah! –Dégel se sentó en una silla fuera de un café mientras Kardia estaba tomando un batido con pajilla. Los dos habían pasado la mañana y parte de la tarde juntos, estaban cansados–. Se me entumeció la cara de tanto sonreír.

–No estás acostumbrado, no te esfuerces –indicó Kardia, Dégel le mira con el ceño fruncido.

–Ahora debemos volver a tu casa y continuar el trabajo que estabas haciendo, necesitamos ese bosquejo Kardia –suspiró, ya estaba cansado de gritarle y eso que hacía menos de dos meses se habían conocido.

–Ya lo sé –terminó su batido y sacó una cajetilla de cigarrillos, tomó uno y lo colocó en su boca mientras guardaba la caja y sacaba un encendedor para prenderlo, usaba su mano donde tenía unos anillos de metal.

–Deberías dejar de fumar, no es bueno para tu salud –Dégel tomó su café.

–Y el café te dejará un pésimo aliento, nadie querrá besarte con los dientes amarillos.

–¡Ay, ya cállate! –Gruñó y suspiró para mirar el líquido negro–. Eres realmente bueno escribiendo Kardia, deberías ser más considerado.

–Estoy en un bache anímico.

–¡Bache anímico mis pelotas! Desde que estoy como tu editor solo me haz traído dolores de cabeza –dejó la taza y comenzó a masajearse las sienes–. Que no puedo hacer esto, que no quiero hacer esto otro….

–Bueno, discúlpame por ser un escritor pretencioso –bufó.

–Ya te he dicho miles de veces, estoy trabajando para la editorial Zodiaco sólo por ti, en mi curso ansiábamos ser tus editores y estuve años mandando curriculum a la empresa para que me contrataran….

–Sí, me lo has contado una decena de veces desde hoy a la mañana, eres muy repetitivo –murmuró mientras seguía inhalando el humo.

–Y lo único que haces es beber hasta emborracharte, fumar como escuerzo y dormir durante largas horas de la mañana.

–Bueno, disculpa, pero dicen que la mente trabaja más de noche.

–¡La noche se hizo para dormir, Kardia! Debes estar fresco para el mediodía donde es la reunión de proveedores, recuerda que mientras mejor impresión des, mayor será tu popularidad ¿qué pasaría si la gente viera al increíble Kardia Antares como lo veo yo todas las mañanas cuando te despierto de patadas en el culo?

–Te escuchas como mi ex mujer y eso me da jaqueca –usa la mano donde tiene el cigarrillo para masajearse la cabeza.

–Dejaría de parecer tu ex mujer si comenzaras a trabajar como dios manda, estoy cansado de ir a tu casa a levantarte y prepararte el desayuno, es terriblemente agotador, creo que trabajo más aquí contigo que en mi casa –gruñó.

–Oye, nunca me has contado como está compuesta tu familia….–la voz sonaba a pregunta pero tenía miedo de responder y que sea solo una afirmación.

–Tú tampoco me has contado.

–Bah, no es tan divertida. Mi mamá murió cuando tenía ocho años y mi papá se casó con una puta, por eso mi hermano menor y yo tenemos diferentes edades –sonrió y volvió a acercar su cigarro a la boca.

–No deberías decirle puta a la mamá de tu hermano.

–Oh, lo siento –suspiró el humo–. Bueno, la cosa es que nació el enano y yo me hacía cargo de él, mi papá trabaja como diputado, siempre está rodeado de los placeres mundanos y creo que engaña a mi madrastra….o algo así…. ¿y tú?

–Soy hijo único o al menos eso creía hasta que un día apareció un chico cinco años mayor en la puerta de mi casa diciendo que era hijo de mi padre. Obviamente fue todo un escándalo en mi familia pero me llevé bien con él –suspiró–. Mucho no nos vemos porque está trabajando en París, hace producciones de fotos, aunque ahora está aquí no sé por qué tema.

–¿Es modelo?

–Sí, algo así.

–¿Cómo se llama? –preguntó curioso.

–Krest Verseau. Es famoso en Francia, tiene treinta años y es soltero, le gusta la buena vida, la riqueza, se ha juntado con personas poderosas –murmuró–. Ahora tiene un amante muy poderoso, él lo hace muy misterioso, creo que es casado.

–Si no te quiso decir es porque es casado y muy poderoso –hace una pausa.

–Debemos irnos.

–Agh ¿tan pronto? –Se relajó aun más–. Tengo sueño….

–Kardia, dormiste en el auto durante horas, vamos, levántate, tienes que trabajar.

–Sí mamá –se levanta y comienza a caminar–. Tengo suerte que mi cara no es conocida, sino todos estarían alrededor mío.

–Aun así cuando te hagan la entrevista en ese programa matutino, seguramente serás popular ¿estás seguro de ello?

–Siempre mi sueño fue ser un escritor reconocido, sería una ironía que dijera “no” justo ahora.

–Entonces levántate y haz algo por ello –cruza los brazos y se dirige hacia su automóvil.

 

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                Camus les comentó a sus hermanos que a partir de ahora iría a vivir a la casa de Antares Kardia, porque había conseguido el trabajo en el aseo de la casa. Inmediatamente Jean le felicitó, pero Alexander no entendía quien era ‘ese’ tal Antares hasta que le comentaron alguno de los escritos que tenía.  Y así fue como Camus se mudó, obviamente conoció a Kardia cuando éste llegó acompañado de Dégel, a quien también saludo, Milo lo comentó que esos dos se llevaban como perros y gatos, pero no podían estar uno sin el otro, dado que Dégel perdería dinero y Kardia la cabeza.
Una vez que se instaló completamente e hizo la cena, se dispuso a dormir así el día siguiente comenzaría con la limpieza. Debido a que era fin de semana, no tendría clases, por lo que aprovecharía a sacarle brillo a las habitaciones más sucias. Eran las seis de la madrugada y él se encontraba durmiendo, hacía mucho calor ese día y solo vestía una playera larga y grande, unos bóxer y su cabello atado. La paz nunca fue mejor aceptada hasta que un ruido horriblemente espantoso sonó justo en su oreja, haciéndolo saltar de la cama.

–Jajajajajajajajaja –rió Milo mientras se descostillaba de risa, Camus estaba alterado con los pelos parados y mirada de pocos amigos.

–¡No es gracioso! Casi pierdo la sensibilidad de mi oído izquierdo –se fregoteó dicho lugar mientras observaba al otro continuar con su ataque de risa–. ¿Por qué lo hiciste?

–Jajajajajaja no pude jajajajajaja evita….jajajaja rlo….jajajajajaja –se tomó el vientre de dolor por las carcajadas, Camus tomó una almohada y le golpeó con ella–. ¡Hey!

–Tú empezaste –bostezó y se quitó las sábanas de encima para luego sentarse–. ¿Qué hora es?

–Seis de la mañana.

–¿SEIS DE LA MAÑANA? ¿Por qué me levantas tan temprano? –bostezó de nuevo y se levantó, desde su posición en el suelo Milo tenía una vista privilegiada del cuerpo del muchacho, comenzaba a sentirse ligeramente excitado.

–Acabo de llegar de un bar y tengo hambre, prepárame algo de comer.

–Soy el que limpia, no tu esposo.

–Bueno, eso podemos solucionarlo –se levantó sin antes hacer un paneo entero del muchacho mientras se arreglaba el cabello con sus dedos.

–Ya deja de bromear –se encaminó hacia el ropero y abrió la puerta para buscar su ropa, pero al notar que Milo no se iba se dio la vuelta–. ¿Qué esperas para irte? ¿Planeas verme cuando me cambio?

–Sí, eso planeaba.

–¡Fuera! –señala la puerta.

–Disculpe, señor puritano…–camina hacia el lugar señalado–. Por cierto, tienes trasero gordo.

–¡Vete a la mierda! –golpeó suavemente el armario mientras Milo se iba de allí riéndose.

 

                Camus esperó un momento y luego observó sus caderas en el espejo del cuarto ¿No estaba tan gordo o sí?

 

Continuará.

Notas finales:

Bueno vemos un poco de todo ¿no? El próximo capítulo ¡Manigoldo! Uno de mis personajes favoritos jajajajaja. Saludos.


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