Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Monochrome por Ellie77

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Owari no Seraph (Seraph of the End) pertenecen a Takaya Kagami, Yamato Yamamoto y a Daisuke Furuya.

Advertencias:  AU ǀ  Yaoi (Boy’s Love) ǀ Yuri (Shojo ai) ǀ OoC ǀ Uso de sufijos honoríficos ǀ Contenido sexual.

Pairings: MikaYuu (Mikaela x Yūichirō) ǀ Secundarias: MitsuNoa (Shinoa x Mitsuba). KimiYoi (Kimizuki x Yoichi).

N/A: Escribir durante los pocos ratos libres que puedas tener da resultados :3

 

Ahogándome en sensaciones

Que corren desde la punta de mis pies

 

Pompand Circumstance Kenshō Ono

 

.

ǀ Monochrome ǀ

.

La nieve comenzó a caer.

Del odio al amor hay mucho más que un paso. Él recorrió kilómetros y tan solo había conseguido la amistad de la chica que le robaba el sueño, el habla y la respiración; suficiente por el momento pero sabía que con solo eso no podría vivir por siempre.

Varios días transcurrieron, días en los que el lazo entre la princesa y él fue afianzándose más y más. Saber el uno del otro ocurrió sin que se dieran cuenta, intercambiar palabras se convirtió en algo cotidiano y verse todos los días se volvió necesario. A veces hasta él mismo se sorprendía lo mucho que habían avanzado su relación en tan poco tiempo.

Quizá fue la presencia de la infante la cual provocó ternura en la princesa e hizo que tuviera que seguir en contacto con él para estar cerca de la pequeña; tal vez se debía al hecho de que su amada era mala en cuestiones de letras, números y conocimientos generales y por tal razón también acudía a él por ayuda; o podría tratarse de una cuestión más sencilla, cabe resaltar que se trataba de su opción favorita: la joven de ojos verdes simplemente le había tomado afecto.

Fuera cual fuera la respuesta a la interrogante, lo agradecía. Su sueño dejó de ser solo un espejismo y poco a poco adquiría tintes de realidad. Su realidad.

Hablar con ella, intercambiar cartas con ella, convivir con ella, caminar con ella… Estaba casi en la gloria. Todavía faltaba un no tan insignificante detalle.

Ya no estaba tan interesado en la envoltura sino más bien en explorar los terrenos desconocidos que se encontraban en el corazón de la muchacha. Lo que había entre sus piernas dejó de ser llamativo, ahora quería… no, necesitaba indagar en sus pensamientos, adentrarse y adueñarse de ellos tal y como ella ya lo había hecho con él. 

Que la princesa se entregara no solo en cuerpo sino en alma también.

 

Capítulo VII

Vals de invierno

 

A pesar de que admitía que se sentía aliviada con el distanciamiento definitivo entre Yuu y Mitsuba, Shinoa no estaba del todo cómoda con la situación. Aun cuando ese suceso no provocó la ruptura del grupo de amigos, tal y como había predicho en joda, o estaban con Yuu o con Mitsuba; y si por alguna razón ellos dos coincidían, Yuu se hacía el tonto y Mitsuba emprendía marcha hacia cualquier lugar lejos del moreno.

No negaba el hecho de que le alegrara que por fin Sangū se decidiera a superar a Yūichirō y su fallida relación. Sin embargo, aun cuando Hīragi aseveraba que Yuu no valía la pena y que solo era un hijo de puta con supuestas tendencias sodomitas, tampoco podía dejarlo de lado así como así, no cuando lo consideraba su mejor amigo.

No lo conocía de mucho y Yuu jamás podría competir contra la amistad que mantenía con Mitsuba, aun así Ichinose se había ganado un lugar muy especial en su vida. Su forma de ser tan simplona, su carácter tan voluble y temperamental que explotaba a la menor provocación, su voluntad férrea por proteger a los suyos y ponerlos antes que a él mismo y, a pesar de que se trataba de un defecto, su imprudencia era hasta cierto punto encantadora. No podía culpar a Mitsuba por haberse enamorado de él.

Por otro lado Mitsuba era su amiga de la infancia, casi su hermana, con la que no había necesidad de intercambiar palabras cuando podían decirse todo con una simple mirada, un gesto o un susurro bien disimulado; la conocía como la palma de su mano, desde sus pensamientos hasta las medidas de su curvilíneo cuerpo. También se trataba de la primera persona que le atrajo y de su amor platónico desde hacía algunos años. Y la quería, la quería como no iba a querer a nadie más en su vida. Un sentimiento que nada ni nadie iba a poder igualar.

Aunque Yuu fuese un imbécil y Mitsuba una mártir, no iba a elegir entre ninguno de los dos. Por el momento era mejor jugar para ambos bandos; las consecuencias de esa decisión vendrían después y por el momento no iba a desgastarse en pensar en ellas.

Y así como Shinoa les dedicaba parte de sus pensamientos a ambos, ahora a ellos les tocaba pensar en ella. Por eso no sentía para nada culpable de haberlos citado —con Yoichi y Kimizuki incluidos— en la cafetería de siempre, ni de obligarlos a coexistir en un mismo espacio.

La razón de sus acciones era de suma importancia después de todo: su cumpleaños número diecisiete.

—Entonces… ¿ya tienen planeado algo para la fecha? —preguntó Shinoa a la vez que acunaba su rostro entre sus manos.

Todos intercambiaron miradas entre sí, menos Mitsuba y Yuu.

—¿Tenemos qué hacerlo? —cuestionó Kimizuki de lo más despreocupado. Shinoa soltó un exagerado suspiro de frustración.

—Obviamente deben conmemorar la fecha, cada año me convierto todavía más en una bella señorita. Además este año me porté espléndida con cada uno de ustedes y les regalé cosas geniales en sus cumpleaños.

—Tus regalos son mierda —antepuso Yuu —. ¡Guren sigue burlándose de mí!

—Es vergonzoso tener ese camisón rosa en mi closet. —Yoichi también tenía algo qué alegar.

—¡Me regalaste lencería muy vulgar! —se quejó Mitsuba entre dientes.

—Y no hace falta ni que diga lo mío —finalizó Shihō.

Shinoa rodó los ojos.

—Son unos malagradecidos. Bien dicen que la intención es lo que cuenta.

—Puedes meterte tu intención por el…

—¿Qué te gustaría que te regaláramos, Shinoa-san? —interrumpió Saotome antes de que Yuu soltara alguna vulgaridad.

Shinoa se llevó la mano al mentón, adquiriendo una pose pensativa. No pasaron ni cinco segundos cuando su sonrisa se ensanchó y soltó en tono malicioso:

—Vamos a un bar.

No es que le causara gran curiosidad visitar un lugar como ese, solo que vagamente recordaba una conversación con su hermana mayor cuando esta tenía su actual edad. De vez en cuando, a pesar de su alto coeficiente intelectual y el apellido Hīragi, hasta ella dejaba de lado protocolos y etiquetas para realizar locuras comunes de una adolescente. Le contó de lo más emocionada la aventura que tuvo con su novio, el amor de toda su vida, donde ambos entraron de incognito a un bar y se emborracharon hasta perder la consciencia, también le comentó que tuvieron relaciones en los baños de aquel lugar pero en esa parte del relato no entró en detalles, después de todo Shinoa solo tenía ocho años en aquel entonces.

Quería vivir una experiencia parecida a la de su hermana —omitiendo la parte del sexo al menos por ahora—, saberse más cercana a ella aunque fuera un poco, sentir que volvían a ser tan unidas como en antaño. Shinoa a veces se sorprendía de poseer deseos tan estúpidos y sin sentido como ese, incluso lo que sentía por Mitsuba también podía clasificarlo en esa categoría. Era ahí cuando recordaba las palabras de su querida hermana mayor:

«Solo soy una chica, una chica muy enamorada».

El amor, en cualquiera de sus presentaciones, era algo irracional con lo que todos los seres humanos se veían obligados a lidiar, una obligación que todos parecían asumir gustosos a pesar del dolor que conllevaba, una dualidad necesaria en la vida al parecer.

Shinoa sabía que ya entraba en la misma clasificación. Solo era una chica que actualmente también estaba muy enamorada.

—¿Un bar? —repitió Sangū. Hablando del rey de Roma…

Por suerte la voz de su amiga trajo a Shinoa de vuelta a la realidad. Continuó la conversación con una sonrisa arrogante estampada en el rostro.

—Sí, un bar. Ya estamos en edad, ¿no creen?

—¿De qué hablas? ¡Sí somos menores de edad! —Kimizuki mencionó lo obvio —. Nunca podríamos entrar a un lugar así, al menos no a uno con buena reputación.

—Lo que sucede es que todos ustedes son unos cobardes y unos idiotas. Ya entiendo por qué yo soy la líder. —Antes de que alguno objetara, Shinoa tomó su bolso y comenzó a buscar algo en el interior; al haberlo encontrado, lo tomó entre sus dedos y se los mostró a cada uno de los presentes —. No hay necesidad de esperar a tener dieciocho para divertirnos como adultos.

Incrédulo, Yuu tomó la identificación, segundos después se la arrebató Kimizuki y a este se la quitó Mitsuba para también mostrársela a Yoichi. Aún y cuando Shinoa se encontrara en un rango bajo a nivel estudiantil, en muchas ocasiones había demostrado ser una persona astuta e inteligente, aspecto de su personalidad que únicamente salía a relucir cuando algo le interesaba de verdad; quedaba claro que la escuela no estaba entre sus prioridades.

¿Se le había metido a la cabeza la idea de visitar un bar? Entonces visitaría un bar y, como no le gustaba arriesgar el pellejo sola, arrastraría a sus amigos en el proceso; ¡incluso deberían estar agradecidos con ella! Les ayudaría a tener una gran experiencia en sus vidas y ya les había ahorrado gran parte del trabajo falsificando las identificaciones de todos por su cuenta.

—Eres un demonio, Shinoa —susurró Yuu.

—Eso serás tú, Yuu-san; yo me llamaría más bien «Diosa». —Aquel adjetivo evocó recuerdos que por el momento decidió ignorar —. No hay pretextos. —Con una sonrisa todavía más perturbadora, agregó —: les prometo que lo vamos a disfrutar.

.

.

.

Tal y como acordaron, el veinticinco de diciembre, Yoichi se dirigió al punto de encuentro [1].

Hace ya varias horas el sol se había ocultado y la oscuridad le daba un aspecto un tanto tétrico a las calles, nada que ver con la imagen que estaba acostumbrado a observar del lugar. Guardó las manos en los bolsillos y comenzó a tiritar, el frío calaba en los huesos. Su situación no podía ser peor.

Ni siquiera estaba del todo convencido en asistir; la idea de visitar un bar no le era en nada atractiva, al contrario, lo ponía nervioso el tan siquiera pensar que podía ser descubierto. Estaba seguro que su madre no se había tragado el cuento de la reunión en casa de los Hīragi para festejar el cumpleaños de Shinoa, menos que se realizara tan tarde. Ni él mismo podía creer en su mentira. Incluso Tomoe, ya dándose una idea de lo que en verdad iba a hacer, prometió encubrirlo y echarle la mano si llegase a necesitarlo.

Al vislumbrar el parque donde se encontrarían, supo que era demasiado tarde como para echarse atrás. Suspiró resignado para después adentrarse en el lugar. Sus dudas e inseguridades debían quedar de lado.

Conforme se acercaba, una a una las figuras de sus amigos se fueron haciendo más nítidas. Todas menos la de…

—¿Y Mitsuba? —No pudo evitar preguntar.

—Su familia organizó una cena para festejar la fecha —explicó Shinoa —, ya sabes, muy a lo occidental [2].

Yoichi asintió. Prefirió quedarse con esa versión a comenzar a hacer suposiciones locas acerca de que Mitsuba los estaba evitando para no estar cerca de Yuu.

Al verse todos reunidos, Shinoa sacó de su bolso las identificaciones y comenzó a repartirlas. Al tenerla entre sus dedos Kimizuki alzó una ceja mientras Yuu sonrió emocionado. Yoichi observó el carnet con sumo cuidado, cerciorándose de que estuviera bien hecho y pudiera engañar a los guardías que se encontrarían en la entrada; no tenía nada de ganas de meterse en problemas graves por locuras que ni siquiera eran suyas.

—¡Vamos! —canturreó Shinoa antes de que alguno pusiera objeción.

Yuu la siguió sin más, al parecer era el más entusiasmado con la idea. Yoichi le dio una rápida mirada a Kimizuki la cual este devolvió, al parecer el chico de gafas tampoco estaba seguro del todo. Aun así decidieron también seguir a Shinoa.

No tardaron mucho en llegar al bar al cual Hīragi le había echado el ojo. Mientras se iban acercando, la música se volvía más y más audible; canciones de idols del momento o de esos artistas yankee cuyas letras solo Yuu podía pronunciar.

Tomaron lugar en la fila de entrada, por suerte avanzaba rápido. Cuando menos lo notó ya se encontraban frente a un oficial de aspecto rudo y gran estatura como para tratarse de un japonés. Sin decir ni una sola palabra, el hombre solo extendió la mano; ninguno entendió lo que aquel gesto significaba. No fue sino hasta que el mismo oficial farfulló algo acerca de las identificaciones que entendieron el mensaje y las entregaron.

—Arata Kokonoe, Kōshi Sugawara, Miho Azuki, Rin Okumura [3]—recitó el mastodonte mirando a Kimizuki, Yuu, Shinoa y Yoichi respectivamente, deteniendo su atención en los últimos tres.

Saotome se arrepintió de haberse dejado influenciar por Shinoa. ¡Era evidente que iban a descubrirlos! De forma disimulada, pasó saliva. Lo sabía, ¡lo sabía! ¡No iba a funcionar! Quizá Kimizuki podría pasar como mayor de edad pero ni Yuu ni Shinoa ni él lo hacían, ¡habían sido nos inconscientes!

Sin embargo, contrario a cualquier pronóstico, el gorila se hizo a un lado permitiéndoles la entrada.

—Andando que no tenemos todo el día —rugió y los cuatro obedecieron.

Una vez adentro, Yoichi logró relajar los músculos, no obstante la tranquilidad le duró poco. Tan pronto como entraron al recinto, la música a todo volumen le crispó los cabellos de la nuca; el olor a alcohol y a tabaco cosquilleó tanto en sus fosas nasales que no pudo evitar estornudar; entre tantas personas y luces de neón apenas y podía seguirles el paso a sus amigos.

Y todo iba de mal en peor.

—¡Es una locura, Shinoa-san! —alzó la voz pero ni siquiera así la chica logró escucharlo.

Kimizuki encontró una mesa vacía y le siguieron para tomar asiento. Nada más sentarse, un mesero se les acercó; a gritos les pidió su orden.

—¿Qué tal una botella de sake? —sugirió Shinoa. Yoichi estaba por objetar mas Yuu parecía encantado con la idea y, para no quedarse atrás, Kimizuki también terminó por dale el visto bueno —. Bien, entonces una botella de sake será.

Una vez el mozo se retiró, Yuu se dirigió a Hīragi.

—Sabes, pudiste haber pedido algo mejor —mencionó a modo de reproche. Antes de que la chica pudiera contestar, Kimizuki se le adelantó.

—No te hagas el interesante, idiota. Estoy seguro que nunca has bebido en tu vida.

—¿Y tú qué sabes? Con Guren a veces tomo un par de tragos.

Y así comenzó una de sus típicas peleas. Sin embargo, Yoichi estaba bastante nervioso como para intervenir. Los dejó ser, por ahora no quería lidiar con sus amigos.

Minutos después llegó el mesero con la botella y cuatro vasos de vidrio; los puso sobre la mesa y abrió el sake. Después de que el grupo de amigos agradeciera, se retiró.

Yoichi apenas y era consciente de lo que sucedía. Entre Yuu y Kimizuki armaron una competencia para ver quién bebía más y más rápido, Shinoa alentaba el absurdo y todos quienes se encontraban alrededor también. Suspiró frustrado. Entre sus amigos se habían terminado el alcohol —a Shinoa también le tocó muy poco— y ahora peleaban por otra tontería que, según alcanzó a distinguir entre los gritos y la música, tenía que ver con quien tenía mejores pasos en la pista. Sentía vergüenza ajena.

Kimizuki y Yuu hacían el ridículo, Shinoa conversaba de lo más animada con un desconocido y él había pasado a ser el amargado del bar. Pensó en irse pero tampoco lo creyó conveniente; no podía dejar que Shinoa lidiara sola con Shihō y Yuu pasados de copas, menos en el día de su cumpleaños, así que decidió esperar, tarde o temprano sus amigos se aburrirían de ese ambiente y podrían irse a casa.

—¿Estás solo?

El llamado lo tomó desprevenido. Alzó la vista para encontrarse cara a cara con otro chico; su curioso color de cabello, parecido al de Shinoa, le pareció conocido. No necesitó esforzarse tanto por recordar: ese chico estudiaba en su mismo instituto, siendo un año mayor que él.

—De hecho estoy con unos amigos. —Yoichi fue amable.

—¡Qué coincidencia! También vine con unos amigos. —Sin previa invitación, el tipo se sentó en el lugar que le correspondía a Kimizuki; para rematar, apestaba a alcohol. ¡Peor suerte no podía tener! —. En realidad solo René es mi amigo, Mika solo nos acompaña de vez en vez —habló señalando algo detrás de él.

Yoichi dirigió su vista hacia donde su nuevo acompañante señalaba, las siluetas de los otros dos también se le antojaron conocidas. Con eso cualquier duda se disipó. Ellos sí estudiaban en el mismo lugar que él; el semblante serio de René Simm y la cabellera rubia de Mikaela Bathory le eran inconfundibles. Por ende la persona que tenía al lado debía tratarse de Lacus Welt.

Estaba por preguntar algo acerca de ello para poder hacer el rato más agradable, sin embargo Lacus se le adelantó.

—Por cierto, ¿cómo te llamas? Tengo la sensación de haberte visto antes.

—Soy Yoichi Saotome —contestó un tanto inseguro.

—Oh, Yoichi-chan —canturreó —. Mi nombre es Lacus, a secas. Te pido no seas tan formal. Entremos en confianza.

—Está bien, Lacus.

—¡Así está mejor!

Conforme pronunciaba esas palabras, comenzó a acercarse. Yoichi sintió la invasión a su espacio personal y se hizo hacia atrás. Welt rio e, ignorando la incomodidad del chico, rozó sus dedos con la mano del de cabello castaño.

—¿Quieres ir a un lugar más tranquilo? No vivo muy le…

No alcanzó a terminar su frase. Lacus fue jalado con tal rapidez que Yoichi apenas fue consiente del movimiento. Saotome despegó la vista del cuerpo de Lacus tirado en el suelo para enfocarla en Kimizuki, su salvador. Estaba por agradecerle el que lo hubiera ayudado pero justo en ese instante Shihō volvió a acercarse a Welt.

—No te le vuelvas a acercar —espetó el chico de gafas entre dientes.

Y volvió a ocurrir, aunque esta vez fue Lacus quien le lanzó un puñetazo a Kimizuki el cual este regresó tan rápido como pudo. Más golpes no se hicieron esperar.

Los jóvenes que se encontraban cerca pronto comenzaron a rodearlos, de nueva cuenta apoyando un acto tan estúpido como ese. Por el alboroto Yuu y Shinoa se acercaron y los amigos de Welt también. Al percatarse de que el pleito comenzaba a volverse más violento, Yoichi salió de su letargo e interfirió en el combate.

Como pudo tomó a Kimizuki de la espalda, alejándolo por completo del otro. Shihō soltó improperios y maldiciones, intentando liberarse del agarre de Saotome, aun así su todavía ebrio estado y la fuerza aplicada por Yoichi se lo impidieron.

—Suéltame, ¡voy a matarlo!

—¡No seas tonto, Kimizuki-kun!

—Nos hubiéramos ahorrado todo esto si no te hubieras hecho el difícil, Yoichi-chan. —Lacus sonrió ante la escena.

Aquella frase desató la ira de Shihō todavía más.

—¡No lo llames así! ¡Es mío, ¿entiendes?! ¡Mío!

Yoichi no pudo evitar sonrojarse, por suerte Kimizuki no se percató de esa acción. Lo dicho por Shihō le tomó tan de sorpresa que aflojó el agarre. Aprovechando el descuido, Kimizuki logró liberarse y se lanzó de nueva cuenta hacia Lacus.

Yuu, como buen amigo que era, también fue a intervenir, aunque en lugar de alejar a su amigo de la pelea se hizo partícipe de esta; tomó a Welt de espalada y por los brazos, facilitando que Shihō lo golpeara. Ante aquel acto tan injusto, los amigos de Lacus también intervinieron. René y Mika, mucho más sensatos que Shihō y Yuu, detuvieron la pelea; Simm auxilió a Welt mientras Bathory sometía a Yūichirō. Yoichi volvió a reaccionar y detuvo a Kimizuki esta vez siendo ayudado también por Shinoa.

—Esto hará mi cumpleaños inolvidable —comentó Shinoa para aligerar el ambiente. Aun cuando no surtió, que Kimizuki y Yoichi seguían ensimismados en su propia atmósfera, continuó —: así es como el príncipe defendió a su amada del peligro. Oh, Shihō-kun, ¡eres todo un héroe para Yoichi-san!

Kimizuki y Saotome la escucharon mas decidieron ignorarla.

René se alejó junto a Lacus y poco a poco las personas comenzaron a dispersarse. Los tres se acercaron de nueva cuenta a la mesa; sentaron a Shihō y, a pesar de la negativa, Yoichi comenzó a examinar sus heridas.

—A pesar de todo, no luce tan mal… —intentó animarlo.

—Da igual. —Kimizuki resopló, intentando por todos los medios no desviar la mirada.

—Cuando se te pase el efecto del alcohol ya sabrás si te duele algo o no. Por ahora, también hay que examinar a Yuu-kun por si acaso. —Yoichi se alejó de Shihō y miró a su alrededor, al no dar con su amigo, exclamó preocupado —: ¿¡y Yuu-kun!?

Shinoa también lo buscó con la mirada. No obstante, recordó que Mikaela fue quien lo alejó de Lacus así que no le sorprendió no verlo. Aquello terminó por corroborar lo que Mitsuba le había confesado.

—Y así es como el príncipe se olvidó de todo y todos y huyó con su amante —susurró tan quedito que ni Yoichi ni Kimizuki lograron escucharla.

.

.

.

—¡Mika, suéltame! ¡Mis amigos siguen ahí dentro!

Al guarura de la entrada no pareció importarle el escándalo; ignoró la escena  y continuó con su labor a pesar de los gritos de Yuu. Aun y con todo en contra, Mikaela no cedió; jaló el cuerpo de Yūichirō hacia la salida, soportando los manotazos que el moreno soltaba a diestra y siniestra.

—Yuu-chan, deja de moverte.

—¡Que me sueltes, te digo! —El aliento de Yuu le pegó de lleno al rostro; a pesar de que amaba tenerlo tan cerca, esta vez solo pudo esbozar una mueca de asco ante tan fatal aroma.

Ambos se dirigieron al estacionamiento. Mientras Ichinose seguía farfullando algo acerca de sus amigos, Bathory lo arrastró hacia su coche blanco —regalo de Ferid cuando apenas cumplió los dieciocho y que usaba muy de vez en vez—. Aun sosteniendo a Yūichirō del brazo, Mikaela comenzó a hurgar en su bolsillo buscando la llave del automóvil. Yuu aprovechó aquel momento para zafarse del agarre de Mika y emprender marcha hacia el bar, sin embargo debido al alcohol sus pasos eran torpes tanto que Bathory logró abalanzarse rápido sobre él evitando que se alejara.

—¡Deja de joder, Mikaela!

Cansado de su actitud, Mika lo tomó fuertemente por los hombros.

—¡Yuu-chan! —llamó. Como si una alarma se activara, Yuu volvió a ponerse a la defensiva —. Eres menor de edad, ¿te has puesto a pensar tan si quiera en las consecuencias? Usa un poco la cabeza, no puedes volver.

—¿Y tú quién te crees para prohibirme cosas? —contraatacó —. Es más, soy yo quien debería preguntarte qué haces tú aquí. No se supone que soy el único que te pone, eh, tu inspiración y no sé qué mierda más. Entonces, ¿por qué estás aquí?

—No cambies el tema. Es muy diferente. Yo sí soy mayor de edad y yo sí puedo lidiar con este tipo de situaciones —se defendió, remarcando los «sí» en su oración.

—¡Deja de dártelas de muy maduro, imbécil! ¡Me enfermas!

—¡Entonces tú deja de actuar de forma tan infantil!

Antes de que Yūichirō se defendiera, una tonada rompió la tensa atmósfera. Mika reconoció la canción como el tono de celular de Yuu. Fastidiado, Yuu sacó el móvil de su bolsillo trasero, no obstante, al observar el aparato, su ceño fruncido pasó a ser una expresión de preocupación.

—Es Guren… —susurró, ansioso, más para sí que para Mika.

—Qué bien.

Pasando de cualquier otra cosa que pudiera decir, Mikaela le arrebató el móvil. En efecto, la llamada entrante era de Guren Ichinose.

—¿Qué mierda haces, Mika? —A pesar de que intentaba aparentar tranquilidad, el leve respingo de Yuu delataba que se encontraba nervioso.

—A tu hermano tendrás que obedecerlo. Le diré que venga a por ti.

Irónicamente, ahora fue Yuu quien se arrojó sobre él.

—No lo hagas, ¡va a matarme!

 —¿Y dices que yo soy el exagerado? —bromeó Mika de forma ácida para después dirigir su vista al celular el cual dejó de escucharse para segundos después volver a timbrar —. No pasa de que tu hermano te dé un escarmiento, un escarmiento que bien merecido te tienes.

—Tú no entiendes. —Yūichirō lucía más inquieto de lo que debería; Mikaela se sorprendió de aquello. ¿No se suponía que Yuu, con ese temple y personalidad que se cargaba, era demasiado idiota como para tener miedo?

—Voy a contestar —amenazó Mikaela.

También ignorando por completo esa acción, Yuu se lanzó a abrazarlo. No le dio tiempo a reaccionar a nada cuando el moreno lo tomó por las mejillas para después plantarle un beso; un contacto de labios irregular y sin ritmo que aun así logró descolocar a Mikaela. Dejó que el aparato se le resbalara de entre los dedos  para poder abrazar a Yūichirō y acercarlo más a él.

No entendía nada y tampoco deseaba hacerlo. El celular continuaba sonando, el aire frío propio del invierno le golpeaba en las mejillas, Yuu tironeaba de su ropa a la vez que jugaba con su lengua. Todo iba demasiado rápido. El beso se volvía más y más demandante, como si Yuu tratara de comérselo, y si es que ese era su objetivo no iba a poner objeción alguna.

Se apartó un poco de Yuu para poder tomar aire y calmarse un poco, no era el momento para un ataque de hormonas. No obstante los planes de Ichinose parecían ser totalmente diferentes. Primero le sonrió, una sonrisa que nunca le había brindado, una que bien podría pasar por una mueca torcida y hasta considerarla sensual de no ser por la chispa infantil que siempre iluminaba su mirada. Después, sin decir nada más, Yūichirō se arrodilló. Mika pensó que quizá recogería su móvil pero al sentir cómo Yuu delineaba el borde de su pantalón, esa idea quedó desechada.

—¿Qué estás…? —comenzó Mikaela mas fue interrumpido por las acciones del otro.

No permitió que Mika dijera más. Se relamió los labios y desabrochó el botón de los jeans de marca de Bathory; el silencio que de pronto se formó fue roto por el sonido de la cremallera deslizándose.

El sonido del timbre del teléfono volvió a escucharse lejano. Tan solo podía concentrarse en Yuu y sus movimientos, en la forma en que lo miraba a los ojos a la vez que bajaba de forma un tanto brusca sus pantalones seguido su ropa interior. Creyó escuchar que Yūichirō le balbuceaba algo mas fue incapaz de escucharlo, en cuanto Yuu tomó su falo y lo envolvió entre sus dedos el mundo se desvaneció a su alrededor. 

Él jadeaba, parecía que de alguna forma también disfrutaba de la situación. Mikaela se dedicó a observarlo mas no pudo continuar haciéndolo; Yuu le dio un apretón a su miembro y se vio obligado a cerrar los ojos, después se dedicó a sentir y deleitarse con los movimientos de la mano de Yūichirō.

—Espera… Yuu-chan… no…

Yuu le miró con expresión aburrida.

—¿Por qué no debería si se nota que te gusta? —Ahora sonrió para luego agregar con burla —: ¿O te gusta tanto que no crees aguantar?

—Es demasiado pronto…

Por supuesto que deseaba a Yūichirō, después de todo se había acercado a él por mero interés sexual; sin embargo eso no significaba que, a pesar de los apasionados besos que ya habían compartido, estuviera mentalmente preparado para tener contacto más íntimo, mucho menos ahora que su perspectiva había cambiado en forma radical.   

Todavía no podían cruzar esa línea.

Puso ambas manos en los hombros de Yuu, dispuesto a darle un empujón. Ichinose pareció darse cuenta de sus intenciones ya que aceleró el ritmo de su diestra, provocando que los espasmos en el cuerpo de Mikaela se volvieran todavía más fuertes e intensos. Sentía las mejillas arder, se moría de vergüenza por la escena que protagonizaba y la situación en la que se veía envuelto; sumada la adrenalina de estar frente a un lugar público y que alguien pudiera descubrirlos. Los gemidos se le escapaban sin poder hacer algo para evitarlo. Yuu murmuró algo acerca de que se veía bien pero lo sintió más como burla que otra cosa.

—Déjate de mariconadas, Mika. —Se hubiera reído de eso si la situación fuera distinta. A final de cuentas quien estaba a punto de hacer «mariconadas» era Yuu y no él —. Te enseñaré a tomarme en serio, senpai.

—¡Espera, Yuu…! ¡Ah!

Los dedos del chico fueron remplazados por su lengua. Sintió los lameteos a lo largo de toda la longitud del tronco, desde la base hasta el glande, yendo despacio; arriba, abajo, abajo y arriba sin detenerse. Siendo incapaz de contenerse, tomó con fuerza el cabello de Yuu, hundiendo sus dedos entre los mechones oscuros.

—¿En serio nunca te la habían chupado? —bromeó Yuu en un momento que se vio obligado a alejarse —. En ese caso intenta no venirte sin avisar. —Habiendo declarado aquello, volvió a engullir por completo el órgano viril de Mikaela.

Le fue imposible no imaginarse a Yūichirō como protagonista de una película porno, siendo la estrella de esta. De no ser por sus jadeos hasta se hubiera reído de su pensamiento.

—Yuu-chan…

La cavidad bucal del moreno envolvía por completo a Mikaela. Era cálido, demasiado húmedo y muy caliente, no recordaba una sensación similar. Percibía la lengua de Yuu envolverle desde dentro; la succión que hacía a su miembro lograba descolocarlo, la sensación de la punta del falo chocar con la cara interna de sus mejillas rayaba en lo vulgar; y por si fuera poco, todavía haciéndolo perder todavía más la razón, las manos de Yuu no se quedaron tranquilas sino que se dedicaron a acariciar sus testículos. Joder, era demasiado.

Follarle la boca a Yuu era lo más erótico en lo que había sido partícipe en su vida. Aprovechando que tenía la cabeza del muchacho entre sus manos, lo acercó más, haciendo que la penetración fuera más profunda. Ichinose no puso objeción. Le dio un leve mordisco como anticipación para lo que venía. Las manos del moreno se deslizaron hacia el trasero de Mikaela y le dio un leve apretón. Dejó de lado el miembro de Mika y se dedicó ahora a lamer alrededor de este; le acarició los bellos púbicos, besó el frenillo y los testículos para después engullirlos también uno por uno.

Mikaela sonrió por el éxtasis. Reía, jadeaba y soltaba un montón de incoherencias debido al placer. Al final ya no distinguía con qué se entretenía Yuu: si con su falo, con la punta o cualquier cosa a su alrededor. Se sentía de nueva cuenta como un chico virgen emocionándose con todo aquello como si fuera la primera vez que se veía relacionado con el sexo, tan inexperto que parecía que iba a correrse en cualquier momento.

—Yuu-chan…

El aludido le ignoró, continuando ensimismado con su labor de chupar y lamer todo lo que se encontrara frente suyo. Mikaela le dirigió la mirada; juraba no haber visto nada más sensual en toda su vida. Las mejillas de Yuu estaban hinchadas y rojas, su rostro brillaba a la luz del alumbrado público debido a la suave capa de sudor, los sonidos que salían de la felación eran la melodía perfecta para complementar tan erótica imagen. De tan solo verlo le ponía mucho más. Mika entrecerró los ojos, siendo incapaz de seguir conteniéndose.

—Yuu…

Sin avisar, se corrió en la boca de Yūichirō.

Yuu abrió los ojos y se alejó tan rápido como pudo. Intentó levantarse y correr mas las arcadas no le permitieron llegar muy lejos. A unos metros del auto de Mika, escupió el líquido blanco; con la manga de su playera limpió el semen que se le escapó por la comisura de los labios, pareciendo asquearse al simple contacto.

—Detesto ese sabor. —Declarado eso, comenzó a vomitar.

Mikaela se acomodó la ropa en tiempo record para poder acercarse y auxiliarlo, sin embargo no pudo más que poner una mano en su espalda, dándole más apoyo moral que otra cosa mientras Yuu devolvía el estómago.

¿Tan desagradable era su semen? No obstante, antes de poder contestarse esa pregunta, una nueva surgió: ¿acaso Yūichirō ya…?

A decir verdad, era obvio.

—¡Yuu-san!

El grito de Shinoa Hīragi se escuchó más cerca de lo que hubiera querido. Mikaela se giró hacia dónde provenía, encontrándose también con la silueta de los otros amigos de Ichinose; el tipo castaño sosteniendo al chico de gafas quien apenas podía mantenerse en pie, de seguro también pasado de copas

Shinoa, alarmándose al notar el estado de Yuu, se acercó también hasta donde ellos. Mikaela quería replicar pero lo consideró inconveniente, un reclamo estaría de más tomando en cuenta la situación.

Ambos, Hīragi y él, esperaron a que Yuu se calamara para después levantarlo entre ambos. Yuu se veía agotado, los párpados parecían pesarle y muy apenas podía articular frases. A Mika le sorprendía que aún pudiera mantenerse en pie. Estaba por dejarlo apoyarse en su cuerpo, no obstante Shinoa tomó a Yūichirō por la cintura, acercándolo a ella.  

—Gracias, Mikaela-san. —Shinoa por fin se dirigió a él directamente.

—No te preocupes —respondió por cortesía —. Estuve en el momento y lugar exacto.

En parte era verdad. Sin embargo, a pesar de que siempre había sido bueno con las mentiras, al mirar a Shinoa, le dio la sensación de que ella no creía del todo en sus palabras.  

—Lamentamos las molestias que Yuu-san pudo haberte causado —mencionó tranquila, esbozando una sonrisa tenue, apenas perceptible. Mika supo interpretar esa expresión: efectivamente ella estaba fingiendo.

—Ya dije que no hay nada que agradecer. —No pudo controlar del todo su voz; el tono que usó salió más despectivo de lo que hubiese esperado. Para remediar aquello, agregó —: si lo desean, puedo llevarlos. —Dicho eso señaló su automóvil.

A pesar de que el rostro del castaño se iluminó por el ofrecimiento, Shinoa declinó la oferta. Miró a Yuu y después a sus amigos para luego sonreírle a Mika de la misma forma hipócrita que siempre lo hacía.

—No es necesario, Mikaela-san; podemos apañárnosla solos.

No le permitió decir más. Sin agregar nada, Shinoa comenzó a caminar junto a Yuu hacia sus amigos; una vez juntos los cuatro, comenzaron a alejarse a pasos lentos. A Mika le hubiera gustado alcanzarlos y volver a reiterar su propuesta, sin embargo la situación que lo envolvía y lo recién ocurrido le impedía cualquier acción. No podía levantar sospechas con los amigos de Yuu, dudaba de que este les hubiera comentado de su situación. Además, había algo más importante en qué pensar.

Su corazón volvió a acelerarse de tan solo rememorar. La mamada había sido maravillosa, lástima que no debía ser la primera vez que Yuu hacia algo así. No era el primero.

.

.

.

La luz que se filtró a través de las cortinas le dio de golpe en el rostro. Incómodo, Kimizuki tomó uno de los cojines que se encontraban en la cama para taparse la cara y así poder descansar un poco más. Lamentablemente ese rápido movimiento logró marearlo, tanto que sintió como si la cama comenzara a dar vueltas sobre su propio eje y le invadieran unas terribles ganas de vomitar.

Se revolvió un poco más entre las sábanas; la cabeza también le dolía horrores además de que sentía que su piel desprendía un agrio aroma. Como pudo se incorporó sobre el colchón. Todavía mareado y con la cabeza a punto de explotar, intentó entornar la mirada. Aunque no trajera puestas las gafas y todo a su alrededor se tornase borroso, fue incapaz de reconocer dónde se encontraba. ¿Dónde mierda se suponía que estaba?

Giró la cabeza de forma suave hacia su costado derecho; ahí había una cómoda. Tanteó con una mano sobre esta y para su buena suerte pudo sentir sus lentes sobre la superficie. Los tomó para después colocárselos. Ahora que su vista había recobrado la nitidez de siempre pudo darse cuenta que, en efecto, la habitación donde se encontraba no era la suya; esta estaba más desordenada, con el escritorio hecho un asco y también pintada de un color verde que no se le antojaba para nada familiar.

Se masajeó la sien para así poder menguar tan siquiera un poco el dolor que lo acongojaba. A pesar de las punzadas que sentía, intentó por todos los medios hacer memoria; necesitaba recordar lo sucedido y darse una idea de dónde estaba. Pronto las imágenes de sus amigos, las identificaciones falsas, el bar, el sake, la pista de baile y Yoichi junto a ese tipejo se asentaron en su mente, repitiéndose en esta como si de una película se tratara. Aun así faltaba recordar más.

¿Qué pasó luego de ver a Yoichi charlando con alguien? Poco a poco la siguiente escena fue abriéndose paso. Aquel chico se le acercó de más, Saotome claramente lucía incómodo; él, como buen amigo que era, fue a ayudarlo; aquel imbécil dijo cosas no muy gratas y terminaron en una discusión que llegó a los golpes; como no parecía darse por vencido, tuvo que gritarle que Yoichi era suyo para que por fin se rindiera…

De ahí en más no quiso recapitular nada, al parecer era de los que sí recordaba lo que hacía cuando estaba ebrio. Se odio por aquello.

Deteniendo de forma abrupta su lamento, escuchó el sonido de la puerta abrirse. Yoichi entró a la habitación sosteniendo una bandeja.

—Buenos días, Kimizuki-kun  —saludó al percatarse de que Shihō ya estaba despierto. Después se acercó hacia la cama y sonrío a su amigo —. Tomoe te preparó curry. También te traje un antiácido y una aspirina, por si lo requieres.

Shihō agradeció y tomó la bandeja. Antes de tan siquiera oler el platillo, tomó los medicamentos y los consumió tan rápido que se sorprendió a sí mismo; nunca había sido bueno para tomar pastillas. Después de pasarse todas las píldoras, comenzó a comer. Hizo una mueca después del primer bocado.

—Pica —tomó del vaso de jugo de naranja que también se encontraba sobra la bandeja. Ante eso, Yoichi volvió a sonreír.

—Según Tomoe, la comida picante ayuda a aliviar la resaca. Ella ya se ha embriagado así que supongo debe saber de eso.

Yoichi se sentó al borde de la cama, observando a Kimizuki con sumo interés, como si no lo hubiese visto en muchísimo tiempo; también se sentía nervioso, las manos le sudaban y el estómago se le revolvió un poco. Pero a pesar de ello también sentía una extraña alegría, algo difícil de explicar. Quizá, ahora, el final de una larga espera había terminado y sus fantasías no eran tan descabelladas después de todo.

Kimizuki había lanzado una señal y no podía estar más feliz.

—Llamé a tus padres y les avisé que te quedarías a dormir aquí. —Yoichi comenzó a relatar para romper el silencio que se había formado —. Fui discreto, no te preocupes, aparte no pidieron detalles. Y bueno, cuando llegamos mis padres ya estaban dormidos así que tampoco tuve que dar explicaciones. —Como Shihō seguía en lo suyo, y para aligerar un poco la atmósfera, agregó —: por cierto, pesas demasiado.

Shihō se atragantó con un pedazo de zanahoria. Con un par de palmaditas, Yoichi le ayudó a estabilizarse. Todavía algo ofuscado, el chico de gafas se dirigió a Saotome.

—¿Tú me cargaste hasta aquí?

Yoichi asintió, divertido.

—¿Quién más?

—¿Tú solo?

—Ajá. —No pudo evitar soltar una risa.

—Eres más fuerte de lo que pareces —soltó en un susurro. Debido a que estaba cerca, Yoichi logró escucharlo —. Gracias, supongo.

—No agradezcas. Eso sí, lamento no haberte cambiado de ropa pero no tengo nada que pueda quedarte. —Kimizuki también agradeció ese hecho. Hubiera muerto de vergüenza al saber que Saotome también llegó a verlo en paños menores.

Aunque pensándolo bien, a pesar de todo lo malo, algo bueno había salido de todo el asunto: haber dormido en cama de Yoichi. Directa o indirectamente estaba impregnado con la esencia de Saotome, siendo lo único que podría obtener, lo más cerca que podría estar de él. A pesar de lo desalentador que sonaba, se daba bien servido. Shihō se preguntaba en qué momento se había convertido en un puto mártir con respecto a sus sentimientos.

Yoichi, en cambio, más animado e ilusionado que nunca, también decidido a ser quien diera el primer paso, volvió a tomar la palabra. Si quería sacar el tema de lo declarado por Kimizuki durante la pelea con Lacus, él debía dar el primer empujón. Todo dependía de su valentía.

—Kimizuki-kun. —Sentía como si el corazón fuese a salírsele en cualquier momento. Estaba por retroceder pero el recordar lo sucedido le brindaba nuevos ánimos —, ¿recuerdas lo que pasó ayer en el bar?

El aludido detuvo el bocado a medio camino; dio un respingo pero supo disimularlo muy bien. Miró de reojo a Yoichi, quien sonreía ajeno a su desesperación de verse descubierto. Mentiría si dijera que una parte de él no se sentía aliviado, por fin tenía la oportunidad de gritar a los cuatro vientos lo que su amigo le provocaba. No obstante, por el otro lado, la parte racional, le gritaba que se abstuviera de cometer tal locura, que arruinaría su amistad con Yoichi y ya no podría estar cerca de él, ni siquiera como amigos.

Y como siempre, su parte sensata ganó la batalla.   

—No lo recuerdo. — Y como siempre, su parte sensata ganó la batalla —. Si dije algo estúpido, lo siento. Estaba pasado de copas.

No pudo seguir sosteniéndole la mirada a Saotome así que volvió a enfocarse en el plato de curry. Esperaba que el tema quedara al aire y que tarde o temprano ambos lo olvidaran.

—No te preocupes, no pasó nada relevante.

Decepcionado, Yoichi no preguntó más.

.

.

.

La mañana transcurrió lenta entre jugo de naranja, cereales y fruta de temporada. A pesar de la dulzura de su desayuno, Mikaela no podía disfrutarlo. A él los minutos se le pasaron mirando cada tanto su celular, esperando alguna señal de Yuu, señal que por desgracia no llegaba.

¿Guren lo habría reprendido? ¿Todavía estaba dormido? ¿Cómo llevaba la resaca? ¿Estaría avergonzado por lo sucedido, o peor aún, arrepentido de lo que hizo? Se odiaba por permitir que Yuu, estando ebrio, le realizara una felación —pero, ¡oh, qué bien la chupaba!—; no quería que eso arruinara la relación de amistad que por fin había conseguido con él.

Mika no pudo evitar preguntarse en qué momento todo cambió. Se suponía que eso era lo que tanto había ansiado conseguir cuando inició con todo ese asunto; desde que comenzó a acosarlo ese había sido su objetivo: tirárselo, deleitarse con él hasta que el interés se le esfumara. Y ahora, como mocoso virgen y samaritano, se sentía culpable de haber llegado a segunda base con Yūichirō cuando este no se encontraba en sus cinco sentidos.

—¿Podrías dejar de jugar con la comida? Impides que yo disfrute mi desayuno.

Por primera vez su tío Ferid le sirvió de algo, su voz lo sacó de sus cavilaciones. Le lanzó una rápida mirada al hombre para después ignorarlo y comenzar a comer; los trozos de manzana le sabían a cartón, con mucho esfuerzo logró pasar bocado. Estaba por dejar el plato de lado y subir un rato a su habitación para escribir cuando su celular comenzó a sonar.

La vibración del aparato provocó que el móvil se acercara al lugar de Ferid. Este, extrañado, alzó una ceja al mirar la foto del contacto. Un chico de ojos verdes y cabello oscuro, justo como Mika describía a todos los protagonistas de sus cuentos; curiosamente ese chico encajaba perfectamente con la descripción de…

—¿Miyu? —soltó sin pensar.

Mika no le dio tiempo a que hiciera alguna de sus molestas preguntas, tomó el celular y a paso apresurado se encaminó hacia su habitación. Al entrar cerró la puerta con seguro y, una vez que se aseguró de tener la suficiente privacidad, atendió la llamada.   

—Yuu-chan. —La voz le salió en apenas un susurro. Le gustaba hablar con Yuu más que nada en el mundo pero por el momento no se sentía cómodo, no después de lo sucedido entre ambos —, no sabes cuánto me alivia tu llamada, estaba muy preocupado por ti.

Lamento eso, de verdad, disculpa si te molesté con mis cosas. Tú no tenías por qué lidiar con eso.

—No, no, tampoco te estoy reclamando nada. —Casi podía imaginarse el rostro de Yuu acongojado, ni siquiera en su imaginación le agradaba verlo así —. En realidad, si tuviera que reclamarte algo sería que no te hayas comunicado antes.

Apenas me trajeron a casa me quedé dormido, tengo poco de haber despertado.

—¿Te sientes bien? ¿No tienes resaca?

Lo que tengo es mucha sed. También me duele un poco la cabeza pero Guren ya me dio algo para eso.

—¿Y cómo te fue con tu hermano?

Me dio un sermón pero ni siquiera recuerdo qué me dijo. Si me lo preguntas, me esperaba algo peor.

Mika se relajó al instante, se había preocupado por nada.

—Guren aún te ve como un bebé y por eso no te regañó, eres su hermanito pequeño —mencionó en broma, riendo un poco al final. Escuchó la risa de Yuu de forma un tanto distante, casi parecía que reía a la fuerza.

Sí, algo así —contestó sin más. Mika estaba por preguntar algo con respecto a ello cuando Yuu volvió a tomar rápidamente la palabra —. Disculpa pero tengo que colgar, el ambiente en casa está algo tenso aún y ya debo bajar a comer algo.

—Entiendo. Solo, antes de que cuelgues, quiero preguntarte algo. —se animó a sí mismo para continuar. Debía sacarse ese peso de encima sí o sí, saber qué pasaría después de lo sucedido, si eso cambiaba algo; si los alejaría o, aunque no de la forma que esperaba, los acercaría más —. ¿Recuerdas lo que sucedió?

De tan solo rememorarlo sintió cómo sus mejillas se arrebolaban y el calor se acentuaba en cada una de las partes de su ser. Los besos, las caricias, los labios de Yuu envolviendo su falo, succionando, y su cavidad bucal aprisionándolo…

Yūichirō carraspeó.

Lo recuerdo.

—¿Eso… cambia algo? —Mika se aventuró a cuestionar.

No sé a qué te refieres exactamente.

—A nosotros, a eso me refiero. Somos amigos y a pesar de saber cómo me siento con respecto a ti, tú ya no habías dado más indicios. Suponía que…

Te di lo que querías, deberías estar contento con ello. —Yuu fue tajante, demasiado seco para el gusto de Mikaela —. Lo que pasó no es importante, digo, sí lo es pero no le des más importancia de la que tiene. Después de todo, se supone que es lo que querías, ¿no? Así es nuestra relación.

En ese momento sintió que lo odiaba. Era como si Yūichirō se estuviera riendo de él en su cara y jugara con sus sentimientos como si de una pelota se trataran.

Mikaela suspiró. No sabía cómo sentirse luego de haber escuchado aquellas palabras; tal y como Ichinose dijo, se suponía que debería estar feliz, la relación estaba avanzando de la forma en que se suponía que esperaba. Yuu, por fin, estaba aflojando. A su pesar, eso era lo que buscaba y lo que ahora tenía. Por más frustrado que se sintiera con los resultados, era mejor eso que nada. A pesar de anhelar más de Yuu, debía conformarse por el momento.

—Sí, Yuu-chan, así es.

.

.

.

Próximo capítulo: La heredera olvidada.

Notas finales:

Aclaraciones:

[1]: Oficialmente el cumpleaños de Shinoa es el 25 de diciembre.

[2]: Al no ser Japón un país cristiano, la Navidad no tiene el mismo peso que en occidente. En lugar de pasar la fecha en familia, los japoneses suelen reunirse con su pareja y/o amigos. Se trata de una festividad meramente comercial.

 [3]: Arata Kokonoe (Zankyō no Terror), Kōshi Sugawara (Haikyuu), Miho Azuki (Bakuman) y Rin Okumura (Ao no Exorcist) son personajes a los cuales Kaito Ishikawa (Kimizuki), Miyu Irino (Yuu), Saori Hayami (Shinoa) y Nobuhiko Okamoto (Yoichi) han prestado su voz, respectivamente.

¡Hola!

Como recompensa por la larga espera, traje un capítulo laaaargo.

Muchas gracias por sus reviews; lamento no poder contestarlos esta vez pero todavía me falta tarea por terminar y tengo el tiempo encima. Me disculpo también por los posibles errores del capítulo.

Gracias por leer :3

Ellie…


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).