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Visión de verano por Aomame

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Visión de verano

 


 

Eso estaba mal, mal, mal, lo que se dice mal, pero muy mal.

 

—Pues yo no quiero ir—dijo Ichiru acostado en la cama con la cabeza colgando de ésta y viendo al techo.

 

—Pues dile que no quieres ir— le dije desde el piso dónde estaba sentado,  pasaba unas fotografías de la memoria de mi cámara a la computadora.

 

—Nii chan, ¿y si vas en mi lugar?

 

—Olvídalo.

 

Ichiru se giró sobre su estómago, pinchó mi mejilla con su dedo para llamar mi atención. —Pero nii chan casi no has salido de la casa. Se supone  que estás de vacaciones y no las has disfrutado.

 

—¿Y de quién es la culpa, eh?— aparte su mano y lo miré molesto. — No puedo salir porque capaz que me encuentro con tu noviecito y entonces sí, hermanito, se te cae el teatro.

 

—¡Por eso!— mi hermano bajo de la cama de un salto y al tiempo que aterrizaba, cerró mi laptop. —Es mi compensación. Diviértete en mi lugar.

 

—Oye, dime, ¿cómo voy a ocultar esto en las aguas termales?—señalé el tatuaje en mi cuello, hasta ahora había logrado evitar que lo viera pero esa suerte no duraría para siempre y menos en un lugar dónde te bañas completamente desnudo.

 

—Te atas una toalla al cuello.

 

Miré a Ichiru con desdén, y volví a abrir mi laptop; con eso le decía que me dejara en paz. Pero lo que hice fue acrecentar sus ruegos.

 

—¿Por qué insistes tanto? ¿Por qué no vas tú?

 

Ichiru se sentó de manera formal frente a mí y luego, se inclinó haciendo una reverencia.

 

—Me invitaron a la playa. No le puedo decir a Kaname, porque pensará que no quiero pasar tiempo con él y su abuelo. Por favor, nii chan.

 

—No, no me envolverás con eso. Rechaza tu visita a la playa y ve con él.

 

—¡Nii chan!—me atrapó el brazo, se colgó de él y volvió a rogar—¡Por favor, por favor! ¡Te juro que será la última vez! Piénsalo, su pobre abuelo quiere verte, eres tú quién le cae bien. Yo seguramente sería grosero con él, ya sabes que me aburro. ¡Por favor!

 

Es aquí donde digo que esto está mal, muy mal, ¿por qué carajos siempre cedo?

 

+++

 

 Kaname  llegó por mi (Ichiru, según él) muy temprano en la mañana. Dijo que su abuelo quería que llegáramos con tiempo suficiente para darnos un baño antes de la cena. Le di mi mochila de viaje y él la metió en la cajuela del auto.

 

—Gracias por aceptar—me dijo con una enorme sonrisa que me hizo sentir culpable. Asentí con timidez y di media vuelta para rodear el auto y subir a éste; pero me detuvo el brazo de Kaname, que me rodeó los hombros desde la espalda y antes de que pudiera hacer nada, me besó debajo del lóbulo de la oreja. Su toque me estremeció, subí mecánicamente el borde de mi cuello de tortuga. Y de nuevo, me dije que algo estaba muy, pero muy mal.

 

Subimos al auto en la parte trasera. El abuelo me saludó desde el asiento del copiloto y le ordenó al chofer que arrancara de inmediato. No tengo ni que decir que me sentí un poco incómodo durante el trayecto. Lo poco que sabía de Kaname era tan poco que a veces no sabía que decir, ni que hacer cuándo  él buscaba mi mano, o posaba su mano en mi muslo. ¿Cómo se suponía que reaccionaba Ichiru a esos acercamientos? Pero lo que más me preocupaba era el nerviosismo que me recorría cada vez que él me hablaba o tocaba, y que no tenía que ver con la farsa que representaba. De hecho, eran sensaciones tan genuinas que me asustaban.

 

—Ahh, por fin— el abuelo Kuran fue el primero en bajar del auto, se estiró y luego, apoyó su baston sobre la tierra del camino que conducía al balneario.  —Vamos muchachos, quiero darme un bañito.

 

Kaname y yo asentimos y lo seguimos junto con el chofer, quién llevaba nuestras maletas. El balneario no era muy grande, su arquitectura era tradicional pero se adivinaba que su costo no era para nada bajo. Me avergonzó un poco que pagaran por mí, era un invitado demasiado caro. Pero no dije nada mientras admiraba las pinturas que coloreaban los paneles de las puertas interiores del lugar.

 

Nos designaron dos habitaciones contiguas, una para el abuelo Kuran y otra para Kaname y para mí. Estaríamos ahí dos noches y evidentemente, no hace falta ni decirlo, me aterraba un poco quedarme a solas con él.

 

—Este lugar es genial—Kaname despidió al chofer y tiró de su maleta dispuesto a buscar aquello que necesitaba para ir a las aguas termales. —Te gustará. Mi abuelo está muy contento de que vinieras, quiere  jugar damas chinas contigo después de cenar, trajo su tablero.

 

—¿De verdad? Por mi está bien, quiero la revancha—Kaname se rió por lo que dije, me miró con un extraño brillo en los ojos, y en tanto, yo me senté en el tatami en flor de loto mirándole sacar sus cosas como si se trataran de regalos de navidad.

 

—¿Y tú? ¿No sacarás tus cosas? Mi abuelo no tarda en venir para arrastrarnos a las termas —me dijo poniéndose de pie, y empezar a desnudarse.

 

Aparte la mirada y asentí nervioso. Tendría que desnudarme, y aunque ese no era un problema, si lo era el tener que descubrir el tatuaje en mi cuello. Me mordí el labio inferior pensando rápidamente como ocultar la prueba de que yo no era mi hermano. Me puse de pie, tome una toalla y la colgué a mi cuello.

 

—Voy a cambiarme al baño.

 

—¿Para qué?—Kaname estaba ya desnudo frente a mí, sin pudor alguno. Enfoqué mi vista en sus ojos para no desviar mi atención. Me miró con una sonrisa en la que se adivinaba que no había problema con que me cambiara ahí.

 

—Ponte el yukata, exhibicionista.

 

Kaname rió de nuevo, pero no me hizo caso, caminó hasta mí y me abrazó. ¡Qué suerte que yo no estaba desnudo! Me cubrió la boca con la suya y sus brazos me pegaron un tanto más a su cuerpo. El interior de su boca estaba caliente, y sus labios ansiosos buscaban los míos de manera apremiante.

 

—Cámbiate aquí, así  frente a mí—me dijo al oído, después de romper el beso—quiero verte…

 

—Cállate—lo empujé con la palma de la mano y así hice espacio entre ambos —, me veras de todas maneras.

 

—No es lo mismo, si mi abuelo está también.

 

Lo miré con el ceño fruncido. De nuevo me encontraba en una situación desconocida. Me pregunté si Ichiru y él ya habían tenido relaciones. De ser así, ¿cómo era mi hermano en esas situaciones? Y lo que era todavía peor ¿cómo le haría para quitármelo de encima? Bien, sólo tenía que argumentar que su abuelo estaba en la habitación de al lado.

 

Y hablando del abuelo, éste llegó dos minutos después, con un yukata de lo más florido y una canasta con jabón y una esponja.

 

—Vamos, vamos—apuró desde la puerta. —Kaname ponte algo, no quiero ver tus miserias.

 

—Estas miserias son heredadas, eh, abuelo.

 

—Calla, calla, yo en mi juventud…

 

Mientras ellos hablaban, me escabullí al baño, dónde me quité la ropa, me puse el yukata y la bendita toalla (de la que no me pensaba desprender) en el cuello. Y envié una plegaria al cielo para que no descubrieran el tatuaje delator.

 

+++

 

—Ah, que rico—expresó el abuelo al sumergirse en el agua caliente, se puso la toalla en la cabeza y cerró los ojos complacido.

 

Kaname y yo lo miramos a un lado suyo. Unos metros más allá había otros hombres y niños, que nadaban jugando de un lado a otro. Pero él y yo estábamos demasiado cerca, demasiado. Mi brazo chocaba con el suyo y la humedad provocaba que se adhirieran de manera extraña. Y por más que intentaba hacer espacio entre nosotros, él siempre lograba salvarlo. Así que lo único que podía hacer era sujetar la toalla en mi cuello para que no cayera.

 

—Jugaremos después de cenar—dijo el abuelo con los ojos aún cerrados. —Se me antojó una caballa frita. ¿A ustedes?

 

—Un té frío—dije, siempre caía bien un té frío después de un baño caliente.

 

—Eso no es una cena, Ichiru—me dijo Kaname y volteó a verme. Estábamos muy cerca uno del otro y su mirada era muy... rara.

 

—Pero puede ser parte de ella ¿no?—giré el rostro, sólo para arrepentirme, lo tenía muy, muy cerca.

 

—Claro que puede—Kaname ladeó el rostro y un mechón castaño y húmedo tocó su mejilla. Me sonrió y sacó una mano del agua para apartar el flequillo de mi frente.

 

—Ejem—su abuelo nos miraba con un solo ojo abierto—, esperen a estar en su cuarto.

 

—¿Eh? No, eso…—intente defenderme pero la mano de Kaname había vuelto a caer dentro del agua, y había aterrizado en mi muslo, muy cerca de mi ingle, de hecho pude sentir el roce de sus dedos.

 

—Tranquilo, abuelo. Seremos pacientes.

 

Ambos rieron, pero yo sólo pude fruncir el ceño, congelado.

 

+++

 

Después de la cena y de un juego de damas chinas, que por obvias razones perdimos, Kaname y yo volvimos a nuestra habitación.  Una nueva y seca toalla volvía a ocultar mi tatuaje y nadie pareció percatarse de mi truco maestro.

 

Los futones estaban ya dispuestos sobre el tatami, y tras una rápida visita al baño me sumergí en él. Kaname entró después al baño, y lo escuche cerrar la puerta al volver, también apagó la luz, pero no hizo algo que debía hacer y eso era meterse en su futon.

 

—¿Qué haces?—le espeté en voz baja, cuándo lo sentí  detrás de mí, acomodándose en un espacio demasiado pequeño para dos —Tu lugar es allá.

 

—No seas frío conmigo, Ichiru—dijo pegando su cuerpo a mi espalda y rodeándome con un brazo. No tengo manera de describir lo nervioso que eso me puso. —Jamás hemos podido estar así, y hoy fue un día muy agradable.

 

—No lo arruines…

 

—¿Por qué debería? Este sería un perfecto final

 

—Tu abuelo está en la otra habitación.

 

Kaname rió bajo y sentí su frente en mi nuca.

 

—No le importara, Ichiru. Yo te quiero ¿sabes? Estar contigo así sería…

 

No terminó, para mi buena suerte se quedó dormido. Lo único malo es que quedé atrapado en su abrazo, aprisionado contra su cuerpo. No podía escapar, pero curiosamente, era tan cómodo que pronto y sin notarlo, también concilie el sueño.  Y soñé que en las noticias de la tarde, el periódico anunciaba que me había enamorado. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado, aquí estoy de vuelta después de un siglo. 

 

Hasta la proxima!

 

COntinuará...


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