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Una ida y vuelta en nuestras vidas por TheCollector

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Notas del capitulo:

Les recuerdo que los personajes no son mios si no de autoria exclusiva de Masashi Kishimoto; yo solo les doy uso para animar este relato. Saludos.


TheCollector

Naruto miró su nuevo dormitorio, que no era muy diferente al del piso de abajo, pero tenía dos ventanas y parecía más grande e invitador, aunque quizá eso último se debía a las lámparas color crema que daban una luz cálida a cada lado de la cama. Shizune les había dado la cena a todos antes de marcharse y había preparado las camas. Los ojos de Naruto se habían llenado de lágrimas por enésima vez aquel día al pensar en la amabilidad que les mostraban unos desconocidos. Como no era ningún inválido, se había puesto unos vaqueros con la camiseta y se había instalado en un sillón con Arashi. Menma y Kushina estaban en la habitación de al lado, saltando de una cama a otra, a pesar de que él les había dicho varias veces que dejaran de hacerlo. El doctor Uchiha parecía tomarse bien las travesuras de sus hijos, lo cual no era de extrañar, teniendo en cuenta su profesión. Sin embargo, había algo en él que indicaba que no se hallaba muy cómodo con la situación. Nada que el pudiera describir claramente, era más bien una impresión.

 

— ¿Cuántas habitaciones tiene la casa? — preguntó más por decir algo que por auténtica curiosidad.

 

—Veamos —dijo Sasuke, que estaba apoyado en la cómoda con los brazos cruzados—. Hay cuatro habitaciones abajo sin contar la zona de la consulta, y seis dormitorios y dos baños aquí arriban.

 

— ¡Dios!

 

Sasuke sonrió.

 

—Ésta había sido la casa familiar del doctor Sarutobi. Era el más pequeño de nueve y sus padres ampliaban la casa siempre que podían.

 

— ¿Y nadie de la familia quiso la casa a la muerte del doctor?

 

—No. Sus hermanos y sobrinos están ahora dispersos por todo el país.

 

— ¿Y él no tenía hijos?

 

—Sí. Se casó dos veces, pero solo tuvo un hijo. Pero este no quiso la casa, alegando que le traía demasiados recuerdos.

 

Naruto  guardó silencio un momento.

 

— ¿Y usted vive solo aquí?

 

—Sí.

 

— ¿Y por qué decidió ser médico rural? — preguntó el rubio.

 

Sasuke sonrió.

 

—Porque de niño estaba enfermo a menudo.

 

— ¿Usted?

 

—Sí. Alergia, bronquitis recurrente, un poco de todo. Cuando el doctor Sarutobi no estaba en la granja, era porque estaba yo aquí en su consulta. Así nos hicimos amigos y cuando empecé a mejorar de mis muchos achaques, él me llevó consigo en sus visitas y yo empecé a pensar que quería seguir sus pasos. —Sonrió.

 

—Mucha gente pensaba que estaba loco por querer un trabajo con pocos beneficios, muchas horas de esfuerzo y un sueldo inestable, pero nadie pudo disuadirme —miró su reloj —. Son casi las ocho, ¿quieres que acueste a los niños?

 

Naruto abrió la boca para decir que no, pero comprendió que había una gran diferencia entre estar sentado en una silla o luchar con dos niños sobreexcitados que no querrían acostarse.

 

—Se lo agradecería mucho.

 

Sasuke entró en la habitación contigua y Naruto lo siguió con Arashi en brazos.

 

—Sacad los cepillos de dientes de la maleta y lavaos los dientes —les dijo. Miró a Sasuke, que había sacado un pijama y un camisón de la maleta—. Están tan contentos con los abrigos nuevos que no me atrevo a decirles que los devuelvan.

 

—Pues me alegro —repuso él — porque ofenderías a Shizune.

 

Oyeron risas en el cuarto de baño, seguidas de un grito.

 

— ¡Uzumaki Menma! —Gritó el joven rubio—. Espero que no le estés escupiendo pasta a tu hermana.

 

— ¡No, papi! —más risas. Naruto suspiró y miró al médico.

 

—Supongo que tiene razón, pero...

 

—Si la situación fuera al contrario, tú habrías hecho lo mismo.

 

Los niños volvieron del baño con la barbilla empapada. Naruto se la secó con un pañuelo de papel y los pasó a Sasuke, quien se arrodilló delante de Kushina y esperó con paciencia a que se desabrochara sola la chaqueta. Cuando lo hubo conseguido y miró al hombre con una mezcla de victoria y adoración, a Naruto se le encogió el corazón.

 

— ¿Cree que podré ver a Jiraiya dentro de unos días? —preguntó. No sabía por qué lo había dicho, ni por qué eso le parecía una solución, pero así era. Sasuke se encogió de hombros.

 

—Supongo que sí. Buscaremos a alguien que se quede un par de horas con los niños y te llevaré a verlo.

 

—No necesito que me lleve...

 

—Yo voy al hospital varias veces por semana a ver a mis pacientes. No tiene sentido que vayamos por separado.

 

— ¡Oh! Supongo que tiene razón —él se lamió los labios—. Y si Jiraiya  dice que no le importa, me gustaría ver su casa. Sasuke frunció el ceño.

 

—Ya le he dicho en la cena que esa casa no está en condiciones para ti y los niños.

 

—Ya lo sé —suspiró el rubio—. Pero tendré que decidirlo yo —bajó la voz para que no la oyeran los niños, que hacían dibujos en la condensación de los cristales—. No podemos quedarnos aquí siempre y no podemos volver a la Aldea de la lluvia. No tengo dinero y no me gusta la idea de vivir en el auto. Además, antes tampoco vivíamos en un palacio y si nos quedamos en casa de Jiraiya, quizá él pueda venir a pasar la convalecencia en casa en vez de a ese sitio donde dijo usted.

 

Antes de que Sasuke pudiera contestar, sonó su teléfono móvil, que llevaba en el cinturón.

 

— ¿Sí? —Escuchó un momento—. ¿Cuánta fiebre tiene? —una pausa—. Bien, estaré ahí en menos de tres cuartos de hora... No, no, el tiempo va a empeorar otra vez, no tiene sentido que saques al niño con el frío y la lluvia.

 

Colgó el teléfono y miró a Naruto— ¿Estaréis bien?

 

—Claro que sí. Váyase tranquilo.

 

Sasuke les dio las buenas noches y se marchó. Y Naruto observó acostarse a sus hijos y pensó que, si Sasuke Uchiha estaba siempre tan ocupado cuidando de los demás, ¿quién cuidaba de él?

 

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Dos días después, Naruto había descubierto algo muy importante sobre Konoha, que los habitantes de allí se cuidaban entre sí. Aparte de los cuidados de Shizune, daba la impresión de que todas las personas de allí hubieran pasado por la casa para llevar un asado, una tarta, ropa o cosas de bebé que sus hijos ya no necesitaban, o para presentarse y decirle a Naruto que si necesitaba algo, no dudara en pedirlo. Y el ni siquiera podía recordar los nombres de todos. Se acercaba la hora de la cena. El doctor estaba en el hospital, así que Shizune había pasado por allí un par de horas para que Naruto pudiera ducharse. Había cambiado y dado de comer a Arashi, que dormía en un carrito que había llevado alguien el día anterior y que habían colocado al lado de la mesa de la cocina. Kushina se había quedado también dormida en el sofá de la sala, pero se despertaría en cualquier momento. Menma estaba sentado a la mesa con la cabeza apoyada en los brazos cruzados, y miraba a su hermana pequeña.

 

—Shizune por favor —dijo Naruto—. Por lo menos llévate el estofado de atún; ya tenemos tres. La comadrona se puso el poncho y levantó la tapa de la cazuela.

 

— ¿Quién ha traído éste?

 

—Ni idea.

 

Shizune levantó con cuidado la cazuela de barro.

 

— ¡Oh! Es de Mebuki Haruno, la esposa del pastor metodista. Una mujer muy amable, pero no muy buena cocinera. Mi consejo es que lo tires.

 

—No puede ser tan malo.

 

— ¿Has probado estofado de atún con nuez moscada y con chile?

 

Naruto retrocedió un paso.

 

— ¿Y por qué no le enseña nadie recetas nuevas?

 

— ¿Y herir sus sentimientos?

 

—Bueno, no sé. Es peor desperdiciar así la comida.

 

Shizune le pasó un brazo por los hombros y lo estrechó contra sí.

 

—Es más fácil encontrar comida que buena voluntad —lo soltó—. ¿Has llamado a Umino Iruka sobre la guardería “Arcoiris”?

 

— ¡Oh, no sé! —Repuso Naruto—. Dejar a Menma y a Kushina con extraños...

 

—En Konoha no hay extraños. E Iruka tiene un par de plazas libres ahora que se han ido los Mitarashi. Además, sabe que no podrás hacer tu parte en varias semanas y no le importa. Te agotarás con los tres niños, así que llámalo. Puede que sea algo alegre, pero no muerde.

 

Salió por la puerta de atrás y Naruto suspiró pensando que debía hacer algo con la cena. No sería difícil calentar uno de aquellos estofados en el horno para que estuviera listo cuando volviera el doctor. Abrió el frigorífico y miró la amplia variedad de cazuelas de todo tipo que lo llenaban.

 

— ¿Papi? Tengo hambre.

 

Naruto optó por una lasaña, la metió en el horno y miró a su hijo, sorprendido de lo deprisa que se había acostumbrado a tener comida cuando la deseaba.

 

—Falta media hora para la cena —dijo, consciente de que había tomado leche con galletas sólo una hora atrás—. ¿Por qué no vas a mirar un libro a la sala de espera?

 

—Pero tengo hambre.

 

—Cómete una manzana —señaló el frutero colocado en el centro de la mesa de la cocina.

 

Menma se subió a una silla y eligió una manzana verde, que mordió con entusiasmo. Naruto sonrió. Vio la radio pequeña que había en un rincón y la puso, pensando que sonaría música romantica como la que había oído esa mañana procedente de la cocina. Cuando vio que era música clásica la que sonaba, hizo una mueca y se dispuso a cambiar de emisora, pero cambió de idea y decidió escuchar un rato. Kushina entró en la cocina con el pelo revuelto y el pulgar en la boca. Naruto se sentó a la mesa y la niña se subió a sus rodillas.

 

— ¿Crees que podemos ver la tele? —preguntó Menma.

 

—Supongo que sí —repuso Naruto.

 

—No sé cómo se pone.

 

El chico se levantó con un suspiro, dejó a Kushina en el suelo y siguió a Menma a la sala de estar, una habitación amplia que parecía llena de ventanas. Al igual que en el resto de la casa, los muebles eran viejos y gastados, con los colores desteñidos, pero el sofá hacía juego con los sillones y la estancia estaba limpia. La televisión era más bien pequeña, sin control remoto, pero se veía bastante bien.

 

—No sé qué canales hay aquí —dijo. Fue cambiando de canal.

 

— ¡Ahí, papi! ¡Hay un programa de animales!

 

Naruto dejó a los niños sentados en el sofá y volvió a la cocina, donde dio un respingo de sorpresa al ver a Sasuke, que miraba con el ceño fruncido la colección de pasteles y platos de papel llenos de galletas de todo tipo.

 

— ¿De dónde narices ha salido todo esto?

 

—Ha pasado todo el pueblo por aquí —dijo Naruto—. Pero es una pena. No podremos comer todo esto antes de que se estropee. ¿Crees que podríamos regalar una parte?

 

El médico asintió. Llevaba todavía el abrigo.

 

—Déjame que lo piense. Tiene que haber gente que sepa apreciarla —sonrió—. Siempre que tengamos cuidado de no devolverle la comida a la misma gente que la ha traído. Eso podría ser un desastre.

 

Lo que podía ser un desastre, en opinión de Naruto, era el efecto que su sonrisa tenía en él. Cosa nada sorprendente teniendo en cuenta la situación de su vida y que él doctor era un hombre bueno y amable.

 

—Procuraré tomar nota de quién trae cada cosa —dijo—. Así de paso puedo enviarles notas de agradecimiento.

 

El médico asintió.

 

— ¿Cómo te encuentras?

 

—Muy bien —dijo el rubio—. Un poco cansado.

 

— ¿Arashi come bien?

 

—Sí.

 

— ¿Dónde están los niños?

 

—Viendo la tele —Naruto se ruborizó—. Espero que no le importe. No quiero que piense que le hemos invadido la casa...

 

Sasuke lo miró sorprendido.

 

—Sois mis invitados —dijo —. Podéis ir donde queráis y usar lo que veáis —abrió el frigorífico y lanzó un gemido—. Y comer lo que os apetezca. ¿Qué es esto?

 

Naruto se asomó a mirar.

 

—El estofado de atún de Mebuki Haruno.

 

—Menos eso —dijo él.

 

— ¿Tan malo es?

 

—Naruto, yo soy soltero y como de todo; de todo menos esto.

 

El joven sacó la cazuela con un suspiro y con intención de tirarla a la basura. Sasuke se la quitó de las manos.

 

—Tienes una cicatriz desde hace tres días. No quiero que hagas esfuerzos.

 

—Si hago menos esfuerzos todavía, dejaré de funcionar del todo —protestó el—. ¿Qué me dice de las campesinas y campesinos  que dan a luz en el campo y siguen trabajando?

 

—Esas campesinas y campesinos no pesan diez kilos menos de los que deberían ni están anémicas o anémicos. —Dijo con sarcasmo.

 

Naruto guardó silencio y se sentó a la mesa.

 

—Puede que ahora te sientas bien —dijo él—, pero todavía no te he dado el alta, así que quiero que descanses hasta que Shizune o yo te digamos que puedes hacer más cosas. ¿Entendido?

 

El rubio asintió con la cabeza. Sasuke tomó unas manoplas de horno.

 

— ¿Qué hay ahí dentro?

 

—Lasaña, la he metido hace unos minutos. Pensaba hacer una ensalada para acompañarla.

 

—Eso suena bien —dijo él—. Y yo puedo hacer la ensalada. Se acercó al frigorífico con los movimientos ágiles e indiferentes de un hombre que no sabía lo atractivo que era. Naruto cerró los ojos.

 

— ¿Estás bien? l volvió a abrirlos. Sasuke sacaba una lechuga, un pepino y tomates del cajón del frigorífico.

 

—Sí. contesto Naruto. El médico dejó la verdura en la encimera y Arashi eligió ese momento para dar un grito. Los dos se acercaron a ella.

 

—Seguramente habrá que cambiarla —dijo él—. Enseguida vuelvo.

 

Naruto frunció el ceño, pero no dijo nada. Poco después volvía él con una colchoneta pequeña que puso en la mesa, donde procedió a cambiar el pañal mojado de Arashi. Luego le sonrió, la levantó en alto y le hizo una serie de ruidos tontos antes de pasársela a su papi.

 

— ¿Por qué no tiene hijos propios? —preguntó éste, sin pensar. Sasuke no contestó. Sacó un bol de madera del armario y empezó a cortar pepino. Naruto se dispuso a dar de comer a la niña una vez más.

 

—Creo que ha llamado Umino Iruka —dijo él.

 

—Ha hablado con Shizune, no conmigo. Yo tengo que llamarlo de vuelta —repuso él. Sasuke echó el pepino en el bol.

 

—La guardería es buena y Umino la lleva muy bien —dijo.

 

En ese momento llamaron a la puerta de atrás y entró un hombre grande y musculoso vestido con vaqueros, camisa vaquera y botas camperas. Una sonrisa maliciosa iluminaba su boca y en la mano llevaba un plato tapado con un trapo. El parecido familiar era inconfundible. Naruto buscó algo con lo que cubrirse y eligió el único paño de cocina al que alcanzaba desde donde estaba sentado. No porque a él le diera vergüenza dar de comer a su hija sino porque, en su experiencia, a los hombres los ponía incómodos esa situación. Aunque en aquel momento no había duda de que la persona más incómoda de la cocina era el doctor.

 

— ¿Se puede saber qué haces aquí, Obito?

 

El otro seguía sonriendo, mostrando sus dientes perfectos y sus hoyuelos traviesos. Naruto supo instintivamente que era la clase de hombre del que las madres y padres intentan proteger a sus hijas e hijos.

 

—En una palabra... Rin—levantó el paño y mostró un pastel—. Me lo ha puesto en la mano y me ha ordenado no hacer nada hasta que lo entregara —dejó el pastel en la encimera y se puso serio—. Parece que alguien se me ha adelantado.

 

—La aldea entera se te ha adelantado — Sasuke señaló a su alrededor con el cuchillo—. Y cuando te vayas, por favor llévate una parte.

 

— ¿Para que Rin se enfade conmigo? Ni lo sueñes —se acercó a Naruto—. Ya que mi hermano parecer haber olvidado su buena educación, permítame que me presente. Soy Obito Uchiha. Naruto cambió a la niña de posición para estrecharle la mano, que era cálida y callosa. Mano de trabajador.

 

—Naruto Uzumaki —oyó que los niños entraban en la cocina a sus espaldas—. Encantado de conocerlo.

 

—Lo mismo digo —Obito levantó la cabeza y volvió a sonreír—. ¿Y a quién tenemos aquí? Los dos niños se acercaron inmediatamente a su papi.

 

—Mi hijo Menma y mi hija Kushina.

 

Obito se acuclilló delante de ellos y se quitó el sombrero para presentarse. Naruto notó que Sasuke parecía cortar la lechuga con más entusiasmo del que requería el trabajo. Un segundo después oyó un grito de alegría cuando Obito sacó una moneda de detrás de la oreja de Menma.

 

—A mí —pidió Kushina. Y Obito así lo hizo.

 

Y el doctor seguía cortando con violencia. Naruto terminó de alimentar a la bebe y Obito tomó la manta pequeña de la mesa, se la puso al hombro y tomó a la niña para sacarle el aire. El rubio terminó de abrocharse con discreción y, cuando Obito le pasó a la niña diciendo que tenía que marcharse, porque sólo había ido allí a instancias de Rin, su ama de llaves, el rubio, que era incapaz de no mostrarse hospitalario aunque no estuviera en su casa, le preguntó si quería quedarse a cenar ya que tenían tanta comida. Siguió un silencio espeso, cortado sólo por un eructo de Arashi. Cuando resultó evidente que nadie iba a secundar la oferta de Naruto, Obito dijo:

 

—Gracias, pero tengo que volver. Hay una yegua a punto de parir y no puedo alejarme mucho de casa.

 

—Otro día, pues —dijo el joven. Se levantó para dejar a la niña en el cochecito.

 

—Por supuesto.

 

Obito se despidió de los niños agitando la mano y retrocedió hacia la puerta, donde guiñó un ojo a Naruto antes de salir. Sasuke lo miró un momento, murmuró que volvería enseguida y desapareció detrás de su hermano.

 

 

Continuara...

Notas finales:

Espero sus comentarios, Gracias.

TheCollector


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