Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Juego final [SeKaiSoo] por FlyToXin

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Le di muchas vueltas a aquello. Y no a la sensación de asfixia ni al hecho de haberme dado la oportunidad de aceptar que lo que Jongin y yo sentíamos estaba muy vivo. Lo que llenó mi cabeza, mi pecho, mis miedos y mis inseguridades fue la certeza de que, en el final de lo nuestro, en el momento de inflexión que supuso la ruptura de Jongin, yo no me elegí a mí mismo.

 

Me había tenido por uno de esos chicos que saben más o menos lo que quieren, pero que siempre tienen claro que lo primero somos nosotros mismos. Yo, que me llenaba la boca poniendo en duda la viabilidad de dejar que otro hombre dominara la vida de uno..., yo había olvidado tomar una decisión que me tenía a mí como fin último. Porque Sehun y yo estábamos bien y le quería, pero lo cierto es que debíamos habernos tomado un tiempo entonces, cuando Jongin se desligó del proyecto, para cerciorarnos de que estar juntos era lo que realmente queríamos. Y saberlo..., me pesaba. Al principio pensé que era una tontería echar por la borda una relación que funcionaba por la creencia de haber necesitado un tiempo para mí antes de empezar, pero la sensación de inseguridad hacia lo nuestro se intensificó. Y allí estábamos...

 

Era consciente de estar a punto de ganarme el título de «pedazo de hijo de perra» del año. Víspera de Navidades y yo con aquello por decir. Era el Grinch. El jodido Grinch. Pero hay certezas que no son aplazables; en cuanto se tienen hay que actuar si lo que uno quiere es ser consecuente, feliz y dueño de su vida. Era necesario.

 

Sehun estaba haciendo la maleta para irse a casa de sus padres. Jersey de lana, vaqueros. Tan guapo como siempre. Si seguía pareciéndome tan mono..., ¿de verdad podía aquello no ir bien? ¿No debería provocarme rechazo estar con él? Imposible. Nunca lo haría. Era demasiado guapo.

 

Levantó la mirada hacia mí con una mueca.

 

—¿Qué te pasa a ti que me miras con ojillos de gacela?

 

Cogí aire para contestarle, pero para cuando yo aún estaba buscando las palabras adecuadas, él ya había salvado la distancia entre los dos y me estaba recostando en la cama.

 

—Ya sé lo que te pasa...

 

—No..., no... —musité, con sus labios recorriéndome el cuello—. Yo quería hablar, Sehun.

 

—Yaaa..., y yo también —contestó con las manos enredadas en los botones de mi camisa—. Me encanta escuchar cómo dices mi nombre. Dilo otra vez.

 

Gemí cuando me abrió las piernas y se acomodó. Se meció y la costura de su pantalón vaquero se me clavó en ese punto justo que me producía latigazos de placer. Joder.

 

—Con eso es suficiente. —Sonrió confiado.

 

Cerré los ojos. Ya no estaba tan seguro de lo que quería hablar con él. Ya no estaba nada seguro. ¿Y si...? ¿O es que no tenía cojones para sacar el tema? Y ahora, lo que estaba a punto de sacar..., no era nada de lo que conversar, la verdad.

 

El cuerpo es el cuerpo. Sehun era un chico joven, guapo, hábil. Llevaba saliendo con él medio año, si contamos esa época en la que fuimos tres. En resumen: conocíamos el cuerpo del otro lo suficiente como para saltarnos todo el papeleo y ponernos a follar como animales. Y lo cierto es que..., joder, me apetecía. Aunque no debía. ¿Cómo podía apetecerme si estaba planteándome muy seriamente hablarle sobre nuestra relación? Y no en plan «te quiero tanto que creo que deberíamos vivir juntos» sino más bien un «esto no funciona como debería». ¿Y si me había obcecado con la idea de Jongin y lo único que me pasaba es que añoraba tiempos más divertidos? ¿Y si me estaba complicando yo solo la existencia? Tenía una relación sana, tranquila y... normal. ¿De verdad no me satisfacía? Me dejé llevar, claro.

 

Pensé que quizá lo único que necesitaba era follar más y pensar menos. Le quité el jersey. Se le quedó enganchado en la cabeza y tiré de él con fuerza hasta que terminó encima de la lamparita de su mesita de noche. La puerta estaba entreabierta.

 

—Cierra —le pedí.

 

—Está en El Club, no va a venir.

 

Le quité también la camiseta con tanta prisa que no sé cómo no le dejé la marca de mis dedos. Él no me lo puso fácil, porque ya tenía uno de mis pezones entre sus labios. Me retorcí y le pedí que se desnudara. Se levantó, se arrancó la camiseta, que llevaba enganchada al cuello, y después se desabrochó el pantalón. Dios..., qué bueno estaba. Tiré de su ropa interior hacia abajo y él se lo quitó todo. Después me desnudó a mí. Me abrió las piernas y tanteó con su mano hasta encontrar mi entrada. Después empujó con sus caderas.

 

—Oh, joder... —gemí, arqueándome.

 

Él se movió dentro y fuera con rapidez. Buscó mi boca y nos besamos, pero no sé si podría llamarse beso. Más bien fue... un lametón. Empujó más fuerte aún con sus caderas, hasta que se clavó entre mis piernas. Lo espoleé para que acelerara. Quería correrme ya.

 

—Joder —bufó.

 

Me dio la vuelta en el colchón y levantó mis caderas, dejándome a cuatro patas. Después volvió a hundirse en mí. Apoyé la mejilla en la colcha y cerré los ojos. Estaba excitado y se colaba en mi interior con facilidad, golpeándome el sexo en el proceso. Tiró de mi pelo, palmeó una de mis nalgas y aceleró. No me hizo falta tocarme para acelerar el orgasmo. Era un polvo rápido. Un aquí te pillo aquí te mato. Un apaño. Era... un «me pica, me rasco». Era... de lo que había estado huyendo. Era algo que no tenía nada que ver con la catarsis que sentíamos unos meses atrás. Era una paja en compañía.

 

Sehun se dejó caer jadeante encima de la colcha y yo me quedé acurrucado a su lado, pero sin tocarle. Había follado más y pensado menos y el problema seguía allí. Ahora, además, me sentía peor y me parecía más claro aún que el sexo se había convertido en algo ordinario y poco especial. Volvía a tener una de esas relaciones que no me aportaban nada, esas de las que hablaba antes de cruzarme con ellos. Habíamos terminado convirtiendo la Coca-cola en un vaso de agua. ¿Quitaba la sed? Sí. ¿Era especial? Según la situación... y yo no me encontraba en medio del desierto. Rebufé agobiado.

 

El Grinch versión mantis religioso. Primero follártelo y después arrancarle el corazón y comértelo en vísperas de Navidad. Bien, KyungSoo. Cada día un poco mejor... Sehun levantó la cabeza, la apoyó en su mano y suspiró.

 

—Vale, cielo. Vamos a hablarlo.

 

—¿Qué quieres que hablemos?

 

—Esto. Lo que te pasa.

 

Vaya. Me sorprendió. Jamás pensé que fuera a darse cuenta. Creí que si llegaba el día en el que yo tuviese el valor suficiente como para confesarle que ya no sentía lo mismo, él lo negaría todo y lo achacaría al estrés. Pero allí estaba, aunque había dicho «lo que te pasa», como si no fuera con él. Yo tenía que sacar definitivamente el tema; me lo debía a mí mismo.

 

—No sé lo que pasa, pero es verdad que no estamos bien —le contesté—. Algo no funciona entre nosotros.

 

Sehun frunció el ceño y luego negó con la cabeza.

 

—No, KyungSoo.

 

—Claro que sí. ¿Es que no lo ves?

 

—No. No lo veo. Estamos muy bien.

 

—Estamos, lo que no significa que lo nuestro vaya bien.

 

—¿Qué quieres decir?

 

—Que nos comportamos como si fuéramos una pareja que lleva media vida y que no se plantea romper porque es demasiado trabajoso. Eso digo.

 

—Pero...

 

—Sehun... —Alcancé la ropa. No quería hablar de aquello desnudo. Me puse los bóxers, y me coloqué el jersey.

 

Él me miraba con el ceño fruncido, desnudo (gloriosamente desnudo, cabe añadir), como si no pudiera creer que lo que le estaba diciendo fuera cierto. Y podía ser cierto o no para él, pero para mí era verdad y con eso me bastaba. Dar el paso nunca es fácil, pero una vez que has tomado la decisión es absurdo alargar el momento. A veces lo aprendemos demasiado tarde. Se levantó, alcanzó su ropa interior y empezó a vestirse también.

 

—Es que no te entiendo, KyungSoo. No sé qué quieres de mí.

 

—No es eso.

 

—Y entonces ¿qué es lo que nos pasa? —preguntó, conciliador, abrochándose los vaqueros.

 

—¿Qué crees tú que es?

 

—Vale..., quizá..., estoy de acuerdo en que hay algo que no acaba de encajar. Pero por más que busco y que pienso, nunca sé lo que es. No sé si soy yo, si eres tú o si...

 

—¿O si qué?

 

—O si el que falta es Jongin.

 

Si aquello hubiera sido una escena de una película y yo un espectador, hubiera alucinado con el giro. Como estaba allí metido aluciné, pero tuve que disimular.

 

—Vas a tener que ayudarme, KyungSoo, porque estoy perdido —añadió cuando se dio cuenta de que yo no iba a contestar a aquello.

 

Era, con diferencia, la conversación poscoital más absurda que había tenido en mi vida. Y tenía dos opciones; parapetarme detrás de una excusa que retrasara el momento para cuando los dos estuviéramos más preparados o aprovechar el trampolín y saltar. Y saltar... por mí.

 

—Somos más amigos que amantes y los dos estamos decepcionados, aunque no lo digamos. Esto no funciona..., bueno, sí funciona pero no como debería hacerlo el amor.

 

—A lo mejor esperas más del amor de lo que el amor va a darte, KyungSoo. La vida no es una película romántica.

 

Me sentó fatal. Yo no era un niñato con sueños rosas. Yo..., yo sabía lo que se sentía cuando se quería tanto que crees que te has vuelto loco. Sentía cosas muy reales e intensas con otra persona. Ese no era el problema.

 

—Lo que insinúas no me deja en muy buena posición, ¿no crees?

 

—Lo que insinúas tú tampoco me deja en la mejor posición del mundo a mí.

 

—Esto no es una guerra para señalar un culpable —contesté secamente—. Esto es una relación sin magia. Y llegados a este punto creo que deberíamos...

 

—Espera... —Se colocó la camiseta y se me quedó mirando con el ceño fruncido—. ¿Romper? ¿No te estás pasando un poco?

 

—No.

 

—Piénsalo un segundo, KyungSoo. Quizá él..., bueno, quiero decir...

 

¿Él? ¿Estaba hablando de Jongin? ¿Por qué siempre estaba presente? ¿Por qué lo mencionaba?

 

—Él nada —le dije tajante—. Esto no va con él.

 

—¿Cómo que no va con él? ¡Él es justo el problema!

 

—El problema es que tú y yo como pareja no funcionamos.

 

—Claro que no. Tú y yo jamás nos planteamos ser una pareja al uso, KyungSoo, seamos realistas. Y eso es lo que nos pasa.

 

—Entonces estamos de acuerdo, Sehun. —Me encogí de hombros, sin saber qué más decir.

 

—Estamos de acuerdo en las razones, no en la solución. Quizá como dos no alcanzamos lo que fuimos los tres.

 

Oh-my-god.

 

—Tienes que estar bromeando —le dije riéndome, aunque no me hacía gracia.

 

—Lo digo completamente en serio. No había problemas cuando estábamos los tres.

 

—¿Es que no aprendimos nada del experimento?

 

—Sí, que funcionaba hasta que Jongin se asustó.

 

—Jongin no se asustó. Es que era una locura.

 

—¿Por qué? —y me lo preguntó completamente convencido.

 

—Porque éramos tres, porque no se puede repartir equitativamente el amor y no todos estamos preparados para ver a la persona que queremos con otra.

 

—¿Qué quieres decir con eso? Que yo crea en aquello no hace que te quiera menos —refunfuñó.

 

—No estoy diciendo eso. Y la verdad es que no quiero hablar de él. Tú y yo..., Sehun. Esto no..., no va bien. Aquello ya terminó.

 

—Y ahora quieres terminar con esto.

 

—Es que... —miré al techo—, piénsalo. Tú y yo..., tú mismo lo has dicho: nunca nos lo habríamos planteado de no habernos visto metidos en la relación que tuvimos. Él se fue y tú y yo seguimos por inercia. No nos preguntamos si estábamos..., si queríamos...

 

—¿Cómo no íbamos a querer? —Y a juzgar por la intensidad de su respuesta le había sentado como una patada en los cojones.

 

—Vamos a ver. —Me senté y me froté la cara—. Tú y yo nos queremos, pero no como se quiere una pareja.

 

—¿Entonces? Porque hermanos no somos.

 

Por el amor de Dios. Si aquella no hubiera sido una discusión de ruptura le hubiera soltado alguna bordería del tipo «nos queremos como la trucha al trucho, no te jode». Pero esperé a que se le pasara un poco y atendiera a razones. Llegados a aquel punto, no me iba a retractar. Yo sabía lo que quería del amor y no era conformarme. Era mejor estar solo.

 

—Vale..., vamos a hablarlo.

 

—Es lo que he intentado hacer desde el principio —le contesté.

 

Se humedeció los labios y la mirada que me lanzó no fue demasiado amable.

 

—Tú y yo nos llevamos bien, no peleamos, en la cama... —Señaló las sábanas desordenadas—. También nos va bien.

 

—No como antes.

 

—¡¡Porque antes éramos tres!! —insistió con mal humor—. ¡Tú mismo lo estás diciendo!

 

—La solución no es volver a meterse en una historia sin futuro, Sehun. Vamos a ser adultos y a darnos cuenta de que evitar algo no lo soluciona.

 

—¿Entonces?

 

—Esto no es amor. Es respeto y cariño.

 

Levantó las cejas sorprendido.

 

—¿No me quieres?

 

—Sí. Mucho. Pero tú y yo somos los follamigos perfectos.

 

—Entonces ¿lo que tú propones es romper? —preguntó.

 

—¿Y qué es lo que propondrías tú?

 

—Hablar con Jongin.

 

—Ni lo sueñes —contesté tajante—. Yo ya no quiero aquello.

 

—¿Y qué quieres?

 

A Jongin. La certeza me hizo un nudo en la garganta y me la apretó. Contesté lo más políticamente correcto que pude entre todas las cosas sinceras que tenía que decirle:

 

—No sé bien lo que quiero, pero sé lo que no quiero. Y la vida pasa por tomar decisiones. Ahora tengo que tomar la mía y estar solo. No quiero seguir sintiendo que somos una pareja que pierde gas. Yo te quiero pero..., pero lo cierto es que no soy capaz de plantearme contigo ir más allá de lo que tenemos. Creo que esto es cómodo para los dos, pero no es de verdad. Si lo piensas detenidamente..., te darás cuenta de que tengo razón.

 

—Bien —suspiró—. Entonces... ¿hemos roto?

 

—Como pareja sí.

 

—¿Qué significa eso en realidad?

 

—Somos compañeros de trabajo, amigos y vecinos. Yo no quiero que salgas de mi vida.

 

—Entonces ¿¡cuál será la diferencia!? —se quejó.

 

Joder, lo obtusos que podemos llegar a ser nosotros los hombres con los temas emocionales.

 

—La diferencia es que no habrá besos, que no dormiremos juntos y que no habrá más sexo. Y date cuenta de una cosa..., eliminando eso..., lo que nosotros teníamos era una amistad. Dos amigos que se follan.

 

—Joder, KyungSoo —gruñó—. Pero es que lo hacemos muy bien.

 

Aunque lo dijo serio, cuando cruzamos nuestras miradas no pudimos evitar sonreír.

 

—Sehun..., dime que estás de acuerdo, que te parece lógico, que...

 

—¿Cambiaría en algo tu decisión?

 

—No, pero sigue importándome tu opinión.

 

Se revolvió el pelo y después se frotó la cara con vehemencia.

 

—No lo veo como tú. Yo sigo pensando que...

 

—No me hables de él. Háblame de ti y de mí.

 

—No puedo hacer nada si ya has decidido que no quieres seguir conmigo.

 

—Por favor..., Sehun.

 

—A ver, no me estás diciendo que me dejas porque soy de otro planeta; suena cuerdo y muy pensado. —Se encogió de hombros—. ¿Es eso lo que quieres oír?

 

Yo qué sabía... Estaba rompiendo con él, que era guapo, atento, dulce, sexy, que me quería y con el que me llevaba bien. ¿De verdad no podía ser? Claro que no. No había dramas ni llantos ni gritos ni reproches y si no los había era porque los dos sabíamos que lo que nos unía sólo era el eco de lo que un día fue... y él no era el motor que lo hizo posible.

 

—Ven... —susurró mientras me acercaba—, despidámonos.

 

Pensé tontamente que lo haríamos con un abrazo y al principio fue algo así. Una ruptura amistosa, pensé con alivio. Pero en aquel momento Sehun agarró mi cara entre sus manos y me besó en los labios. Me cogió por sorpresa tanto el acto en sí como la pasión con la que lo hizo. Separamos los labios y le miré jadeante, sorprendido.

 

—Sigue aquí —susurró—. Y si Jongin estuviera dentro de esta habitación, los tres podríamos volver a...

 

—No. No, Sehun. —Me aparté.

 

—¿Es por él?

 

—Es por mí.

 

—Vale.

 

Apreté mis brazos a su alrededor durante unos segundos para dar un paso atrás después.

 

—Ya está —le dije.

 

—¿Y si...?


—No. —Le pasé el pulgar sobre los labios y negué con la cabeza—. Aquí acaba el experimento.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).