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Juego final [SeKaiSoo] por FlyToXin

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Era guapo. Mi cita a ciegas se llamaba SeokJin, era ingeniero aeronáutico y trabajaba para la empresa Boeing. También era simpático, divertido y muy educado. Hyuna no lo había hecho mal. Pero... como que no. Fui sincero muy pronto. Le dije que en realidad había aceptado la cita por razones equivocadas y que me arrepentía.

 

—Me puse celoso. Mi ex iba a quedar con una chica y pensé que debía hacer lo mismo. Pero lo cierto es que no. No es con él o con cualquier otro que me cuadre..., es con él o con ninguno, por más que me pese.

 

Él agradeció mi sinceridad y aunque insistió en que volviera a llamarle si me lo pensaba mejor, me invitó a esa primera copa de vino y me acompañó a casa. Me deseó suerte.

 

—Que se cure o que se arregle, pero no sufras demasiado. Eres joven para quedarte esperando a que la vida suceda —me dijo. Y me pareció una gran frase.

 

Mientras esperaba el ascensor le daba vueltas a cómo le habría ido a Jongin con la tal «Jihyun». Si le había ido bien, igual mataba a Hyuna y luego me suicidaba. Por imbécil. Todo por no entrar en su despacho y decirle que era el mayor gilipollas de todo Seúl y del resto del país, pero era mi gilipollas y yo le quería. Suspiré profundamente. Las puertas del ascensor,

que subía del garaje, se abrieron y... allí estaba Jongin. Me miró como un cordero de camino al matadero y después se giró y se dio con la cabeza en el espejo. Todo sin mediar palabra.

 

—¿Qué haces? —le pregunté.

 

—Soy un gilipollas.

 

Vaya. Me leía la mente.

 

—Sí, lo eres. —Le di la espalda—. ¿Qué tal tu cita?

 

—Un puto infierno. —Y seguía de cara al espejo, detrás de mí—. ¿Y la tuya?

 

—Genial —mentí—. Igual le vuelvo a llamar para el fin de semana.

 

Escuché dos golpes sordos contra el cristal. Esperamos en silencio en aquella extraña postura hasta que el ascensor abrió sus puertas en el cuarto piso. Nadie se movió.

 

—Es tu piso —escupí.

 

Vi su mano estamparse contra los mandos del ascensor y pulsar el botón de cerrar la puerta. El ascensor siguió subiendo y él se precipitó sobre mí. Juro que iba a asestarle un mochilazo en la cara, hasta que vi que no quería besarme como un asqueroso celoso que no soportaba que yo quedase con otros a pesar de no estar conmigo porque no quería. Lo que hizo fue casi

acurrucarse y abrazarse a mí. Existe una diferencia muy grande entre abrazar a alguien y que te abracen. Y allí estaba él, apoyado en mi pecho, agarrado a mi cintura.

 

—Joder. Lo siento.

 

Cerré los ojos con cansancio.

 

—¿Cuánto más va a durar esto, Jongin? —Lo aparté un poco de mí—. Yo no estoy aquí para cuando tú flaquees. Yo estoy aquí porque quiero estar contigo, pero bien. A mí las cosas a medias no me valen. Y ahora vete a casa y piensa sin creerte Kant y no termines moralizando, por favor. Y date una ducha, apestas a recién follado.

 

Abrió los ojos y me miró sorprendido. No sé exactamente qué es lo que esperan los hombres de mi, pero no me daba la gana averiguarlo. Ya tenía suficiente con preocuparme por saber lo que quería y esperaba yo de la vida. Y sí, me jodió como un petardo en el culo el hecho de que oliera al perfume de una tipa y a sexo. No soy de piedra. Pero quizá estaba en lo cierto

cuando me dijo que necesitábamos distanciarnos. Hay ciertas cosas que no estoy por la labor de tolerar.




Al día siguiente me costó un poco más que de costumbre levantarme de la cama, con lo que fui con retraso. Me acercaba a grandes zancadas a la parada del autobús cuando vi a Sehun apoyado en la marquesina, esperando. Iba abrigado y sin afeitar; el estómago me dio un vuelco. Creo que era el chico más mono con el que me había cruzado en la vida. Era guapo, dulce, atento, me quería..., ¿cuál había sido nuestro problema? Ah, sí. Que cuando

lo nuestro perdió la magia se hizo evidente que el ingrediente secreto de la relación era una persona que ya no estaba. Un gilipollas, por cierto, pero lo de gilipollas lo pensaba en aquel momento. Le saludé con una sonrisa, que él me devolvió con sus ojos azules bastante somnolientos.

 

—¿Sueñito? —le pregunté con sorna.

 

—Cuando ha sonado el despertador no me lo podía creer —me contestó.

 

—Ya, te entiendo.

 

—¿Mi hermana te lío también a ti para una de sus estúpidas citas a ciegas?

 

—Sí, claro. —Puse los ojos en blanco—. Es una chantajista emocional cum laude. Yo pensé que tú te salvabas, por eso de ser su hermano.

 

—Ah, qué va. A mí me insistió con más fuerza. Y me amenazó con un tenedor.

 

—A los hermanos hay que quererlos por obligación. ¿Qué tal fue la cita?

 

—Bueno... —Puso cara de circunstancias—. Hyuna me dijo que estábamos hechos el uno para el otro y al final lo único que teníamos en común es que a los dos nos gusta Lana del Rey.

 

—Qué lamentable —me burlé.

 

—Mucho. Era una tía así como oscura, con el pelo teñido de un negro muy oscuro y un tatuaje enorme en la espalda. Me lo enseñó, no es que tuviéramos oportunidad de vernos con poca ropa.

 

—¿Y qué era?

 

—¿Qué era el qué?

 

—El tatuaje...

 

—Ah. Una rueca. Me dijo que el papel de la mujer está manipulado por la visión que Disney nos había inculcado y que ella entendía que a la princesa Aurora se la condenara a dormir eternamente.

 

—Hostias..., no es que no tenga razón en parte. Pero nunca hubiera elegido ese tema para una primera cita.

 

—¿Y el tuyo?

 

—Pues el mío... —El autobús llegó y los dos subimos—. Era majo y muy guapo, pero la verdad es que no estoy preparado para conocer a nadie ahora. He conocido a demasiada gente en los últimos meses —bromeé.

 

—Ya —asintió con una sonrisa—. Oye..., fuera citas. ¿Quieres ir esta tarde a sacar algunas fotos? Podemos ir al teleférico.

 

Lo miré como si estuviera loco.

 

—Hace mucho frío y más en esa zona. Y será de noche.

 

—Sí. Es verdad. —Se encogió de hombros—. Dime entonces si te apetece un día ir a probar la cámara.

 

—El otro día hice unas fotos. Sube luego si quieres y te las enseño —le respondí, queriendo ser amable.

 

—¿Por qué no bajas a cenar tú? Seguro que a Jongin le hará ilusión.

 

Pues, la verdad..., tal y como lo había visto yo el día anterior y a juzgar por su humor cambiante, no sé si me hacía especial ilusión.

 

—La semana que viene es su cumpleaños —dijo de pronto.

 

—Ah, vaya. Lo había olvidado. ¿Quiere celebrarlo?

 

Se encogió de hombros y puso gesto mortificado.

 

—Bueno, dice que ha llamado a unos amigos de la facultad y que a lo mejor es una buena ocasión para juntarnos de nuevo.

 

—Y a ti no te apetece —me aventuré a decir.

 

—No mucho. Me parece gente bastante imbécil. Si dejamos de tratar tanto con ellos por algo sería.

 

Me hizo pensar mucho aquella conversación. Y en ninguna de mis hipótesis Sehun salía precisamente bien parado. Sonaba demasiado a aislarse del mundo llevando a Jongin con él... y ahora también a mí. No sé si Jongin se había dado cuenta o si había sido coincidencia, pero aplaudía su iniciativa de verse con más gente. Aunque fuera un poco gilipollas.



Cuando entré en el despacho, Jongin ya estaba allí y sonaba música, pero la puerta estaba entrecerrada. Dejé el abrigo en el armario y el maletín sobre la mesa. No llamó mi atención la nota hasta que no encendí el ordenador. Estaba colocada en el teclado, escrita de su puño y letra.

 

«Me he dado cuenta, mirando el reloj que me regalaste, de que ya no tengo ni ganas ni tiempo de comportarme como un imbécil. Perdóname. No soy así. Ojalá todo fuera más fácil para nosotros. Pero no lo es».

 

Era una bandera blanca. La petición de que hiciéramos las paces. Bufé. Estaba tan harto, tan cansado... pero lo cierto es que tenía que aceptar que si yo estaba a menudo confuso y frustrado, él también tenía derecho a estarlo.

 

Me levanté y llamé a la puerta.

 

—Pasa.

 

Cuando entré lo encontré detrás de su escritorio, bien peinado, arreglado. Impoluto. No quise hacer mención de la nota. Sé que a los hombres, por lo general, no les gusta hablar de sus sentimientos y más cuando han hecho el tremendo esfuerzo de ponerlos por escrito para otros. Así que solo le sonreí.

 

—¿Ya se nos ha pasado? —le pregunté.

 

—Espero que sí. Tenemos mucho trabajo.

 

—Me pongo a revisar la documentación de Nam, si te parece bien.

 

Suspiró. No le hacía gracia que me tuviera que ver con ese cliente, pero es que la vida es así. Asintió.

 

—Claro —cedió.

 

—Oye, me ha comentado Sehun en el autobús que vas a celebrar tu cumpleaños. ¿Solo chicos? / ¿Pura testosterona?

 

—No. —Sonrió—. Iba a decírtelo hoy. Quizá podríamos comer juntos.

 

—He quedado con Bora —le dije. Se mordió el labio superior y asintió, aceptando la negativa—. Oye, Jongin. Quería preguntarte una cosa sobre Sehun... y sobre ti.

 

—Dime.

 

—Me da la sensación de que..., ¿quizá estás diversificando tus amistades? —Quise ser lo más neutral posible en la pregunta. No deseaba que se pusiera a la defensiva ni que sintiera que me estaba inmiscuyendo en su relación.

 

—No es eso. Supongo que lo dices por lo de mi cumpleaños. Solo es que me apetece ver a mis amigos de la universidad y pegarme una juerga. Ya sabes.

 

—A lo mejor me meto donde nadie me llama pero... tengo una hipótesis.

 

—¿Y cuál es?

 

—Que te estás dando cuenta de lo dependiente que es Sehun y quieres imponer distancia.

 

—No creo que sea dependencia. Es complicado, piernas. Quiero ver las cosas con perspectiva, sobre todo porque tengo que tomar una decisión importante en la que él me polariza.

 

—¿Sobre qué?

 

—Sobre El Club. Pasa —me pidió.

 

Me senté en uno de los sillones que había frente a su mesa y me acomodé. No me pasó inadvertida su mirada a mis piernas.

 

—¿Qué decisión?

 

—Estoy pensando en vender mi parte del negocio.

 

—¿Y él... no quiere?

 

—No se lo he dicho aún, pero sé lo que contestará. Me dirá que venderá si yo quiero hacerlo, pero que no se explica cómo he podido perder tanto interés en unos meses. Y yo no se lo puedo explicar porque no tengo la respuesta; solo sé que ya no me llena. A decir verdad, me crispa bastante los nervios.

 

—Cuando te conocí querías hacer de eso tu vida. Esta oficina...

 

—Esta oficina sigue siendo lo que era: un medio para un fin. El fin es mi nivel de vida y el medio es el dinero que me pagan al mes. Ahora, además, te tengo a ti como ayudante y...

 

—Se ha vuelto más interesante —me burlé.

 

—Quizá.

 

—¿Puedo darte mi opinión?

 

—Claro.

 

—Creo que deberías vender. A decir verdad, los dos deberíais vender, pero él tiene que decidirlo solo.

 

—¿Por qué?

 

—Porque durante estos años le has ahorrado tener que tomar ningún tipo de decisión. Tú le has dado un sitio en el que vivir, un trabajo, un amigo, casi una familia. Hasta compartiste con él tu vida sentimental. —Le hice un gesto, dándole énfasis a lo que quería decir—. Es hora de que Sehun vuele.

 

Supongo que Jongin no fue consciente del gesto de pánico que se adueñó de su expresión. Él no quería que Sehun se marchara. Es posible que hasta aquel momento no hubiera tenido ni siquiera una motivación para desear que su amigo tomara sus propias decisiones. Así les era cómodo a los dos. Cómodo y normal. Pero... ¿qué hacer ahora que un agente externo formaba parte del juego?

 

—No creo que sea así —dijo mientras recuperaba su expresión serena.

 

—No quieres verlo, pero tiene toda la pinta.

 

Es más, tenía pinta de que inconscientemente Jongin quería desligarse de cosas que le unieran con él, como si compensase así el hecho de que nosotros no nos diéramos una oportunidad porque Sehun estuviese en medio. Pero eso no lo dije.

 

—Lo tendré en cuenta —dijo escueto.

 

—Entonces, ¿estoy invitado a tu cumpleaños?

 

—Claro. Díselo también a los chicos y a Bora. Cuantos más mejor.

 

—¿Y cuál es el plan?

 

—No sé. Me da igual. Yo solo quiero agarrarme un pedo y volver a casa cantando. Uno de mis colegas dijo que él lo organizaría, así que... ya os diré.

 

—El sábado que viene, ¿no?

 

—Sí. Voy a llamar a Nam para cerrar la reunión.

 

Y ahí terminó nuestra conversación personal. No estaba mal. Al menos habíamos enterrado el hacha de guerra.


Volví a mi mesa, guardé su nota en el primer cajón y me puse a trabajar. ¿Por qué las cosas con él siempre eran tan fáciles? Excepto hacernos felices del todo... porque Sehun se encontraba en medio.


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