Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Juego final [SeKaiSoo] por FlyToXin

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

—Entonces... ¿estáis juntos otra vez? —me preguntó Baek mientras daba vueltas emocionado a un cola-cao.

 

—Sí, supongo que sí. Aunque claro... con la peculiaridad de que tenemos que hacerlo con discreción hasta que se lo diga a Sehun.

 

—Ay, Dios. ¡Qué emoción! Es como en la canción aquella que cantaron Bisbal y Chenoa. Escooondiidoooos, solos por amoooooorrrr. —Se puso a cantar.

 

Me alejé del sofá y del horrible soniquete de mi hermano cantando (acto para el que no ha nacido capacitado) y escuché unas llaves meterse en la cerradura.

 

—¡¡¡La oscura habitación!!! ¡Tu cuerpo, el mío..., el tiempo de un reloooj!

 

—Pero ¿qué es eso? —preguntó Jongin asustado nada más asomar la cabeza.

 

—Es mi hermano cantando.

 

—Oh, Dios. —Hizo una mueca—. Bebé, cállate y ven aquí que te dé la enhorabuena y te abrace.

 

Mi hermano corrió hasta él y se le encaramó, intentando aplastarlo de un abrazo.

 

—Arg, joder, qué bien hueles, cuñao.

 

—¿Enhorabuena por qué? —pregunté. Después me quedé mirando a Baek y abrí la boca sorprendido—. ¡¡Te han cogido!! ¿Te han cogido y no me has dicho nada?

 

—Iba a decírtelo ahora. —Sonrió girándose hacia mí—. Me lo notificaron ayer por la tarde. Te llamé, pero... «no sé por qué» tenías el teléfono apagado.

 

—¿Y no me mandas un mensaje?

 

—Que a tu hermano lo hayan cogido en Google no es el tipo de noticia que se da en un mensaje —se quejó.

 

—Es genial. —Sonreí—. Y casi un regalo de cumpleaños.

 

—Ah, hablando de eso. —Jongin le pasó un paquete—. Felicidades. Por adelantado por tu cumpleaños y atrasado por tu trabajo.

 

—¿Solo uno? —le dijo él mirando el regalo.

 

Le aticé una patada y corrió hacia el sofá de nuevo para abrirlo. Jongin y yo nos besamos.

 

—Llama al timbre —le pedí después con una sonrisa.

 

—Pero qué celoso de tu intimidad te has vuelto —contestó en tono burlón—. Tienes razón. Lo siento.

 

—¡¡¡Me encanta!!! La paleta de todas la gama de colores de acuarela. ¡¡Te quiero!!

 

—No voy a volver a comprar eso nunca más —se quejó Jongin—. En la tienda me hablaban de cosas que no entendía. Fue... incómodo.

 

—No te preocupes. La próxima vez me regalas el iPhone 6 y andando.

 

—Sí, hombre. Tú pide por esa boquita —le recriminé.

 

—Yo pido por si cuela. ¿Y tu regalo?

 

—Mi regalo te lo daré el jueves en la cena de cumpleaños. Y ahora cuéntame lo de Google.

 

Aquella noche cuando me acosté lo hice con la sensación de que la vida, por fin, parecía encajar de alguna extraña manera. Si cuando toda esta historia empezó yo era una persona que no sentía ningún tipo de interés por una vida como la que llevaba la gente que me rodeaba, ahora me sorprendía a mí mismo con un trabajo de oficina, un novio y una casa bonita. Y lo que me sorprendía en realidad era pensar que todas aquellas cosas que de manera aislada y por naturaleza no me gustaban o no creía que fueran a completarme estaban haciendo que, por primera vez en mucho tiempo, me embargara una sensación de satisfacción un tanto desconocida. No había hecho falta una escalada en busca del Pulitzer ni entregar mi cuerpo al trabajo. No había hecho falta una relación extraña, solo Jongin cenando sopa thai casera mientras veíamos Kill Bill. ¿Qué había pasado? ¿Es que todo aquello que yo parecía rechazar en el pasado era de pronto lo que me completaba? No. Ahora sé que lo que me llenó entonces fue haberme parado a escucharme, a aceptar que no se tiene por qué ser perfecto y que una vida irreprochable es la cosa más aburrida del mundo. Hice las paces con mis errores. Me enamoré de mis fortalezas y había hecho migas con las flaquezas. El equilibrio dentro de mí propició que todo lo que viniera de fuera terminara encontrando un sitio, siendo manejado y procesado, sentido y disfrutado. Antes no estaba insatisfecho porque me faltara nada; lo estaba porque el que había desaparecido era yo.

 

Aquella noche Jongin y yo tuvimos sexo, pero un sexo... plácido. Una pareja normal que se mete en la cama un sábado por la noche y que como dice el dicho «sábado sabadete, camisa nueva y un polvete», así habíamos terminado con un poco de cuerpo a cuerpo. No hubo virguerías. Ni siquiera preliminares extensos. Unos cuantos besos. Unas caricias. Los dos

desnudándonos. Él encima, pero dentro de la colcha, que aún hacía frío.

 

Veinte minutos de colisión y fricción. Dos orgasmos.

 

Después él se quedó recuperando el resuello y yo fui al baño. Cuando lo vi dormido al salir me acordé de Sehun. Sí, Sehun. Que de pronto, no sé por qué, ya no era un problema. Bueno, sí sé el motivo: seguía siendo un problema, pero tanto él como Jongin le habían puesto una sábana por encima para olvidarse de ello. Me metí en la cama y le desperté con un codazo.

 

—Jongin.

 

—¿Qué? —preguntó atontado.

 

—¿Y Sehun?

 

—¿Sehun qué?

 

—No lo viste ayer en todo el día. Hoy has subido, te has dado una ducha, te has cambiado y has vuelto a mi casa. ¿No habéis hablado? ¿O es que le has vuelto a decir que habías quedado con Tiffany?

 

—No le he dicho nada, piernas. No es mi madre. No tengo que ir dándole explicaciones de dónde voy o no voy.

 

—Pero has dormido fuera dos noches seguidas.

 

—Como si fuese novedad.

 

—Ya, pero digo yo que llevarías tiempo sin hacerlo, ¿no?

 

—Por el bien de mi integridad física: sí, hacía mucho tiempo que no lo hacía —contestó tras un suspiro.

 

—Eras libre de hacer lo que te viniese en gana. No estoy hablando de eso ni estoy celoso.

 

—Entonces ¿qué te pasa? No lo entiendo.

 

—Intento hacerme cargo de la situación en la que estamos.

 

—El hielo aún es grueso, anda tranquilo.

 

Me quedé mirándolo con el ceño fruncido. Tenía los ojos cerrados y un brazo bajo la nuca. Parecía relajado.

 

—¿Sabes? Pareces el típico hombre casado que le dice al típico amante las típicas excusas de mierda. Y eso puede acabar como el típico caso en el que a él le cercenan la típica chorra.

 

—¿Tenemos que discutir hoy también, por el amor de Dios? Es la una.

 

—¿Y qué? ¿No es buen momento para hablar de esto? A mí me da la sensación de que nunca es buen momento para ti.

 

Suspiró y se incorporó, doblando el almohadón detrás de su espalda.

 

—Vale. Hablemos.

 

—Tú dirás —dije cruzando los brazos bajo el pecho.

 

—¿Cómo que yo diré? Eres tú el que parece necesitar preguntar cosas.

 

—¿Tú lo tienes todo controlado, no?

 

—Más o menos.

 

—A ver; cuál es tu plan.

 

—¿Cómo que cuál es mi plan? ¿Cuándo se convirtió esto en el desembarco de Normandía?

 

—Cuando decidimos esconderle a Sehun que habíamos vuelto.

 

—No tiene por qué saberlo aún. ¿Es que tiene que estar al día de toda mi jodida vida?

 

—¡¡Sí!! —contesté como si fuera una obviedad.

 

—Démosle tiempo.

 

—¿A él o a ti? Porque..., cielo, te recuerdo que él ya lo sabe.

 

—No lo sabe. —Se mostró molesto—. Y no vuelvas a decirlo. Me sienta fatal.

 

—¿Le consultaste lo de El Club?

 

—¿Qué de El Club?

 

—¡¡La venta!! —grité con tono agudo.

 

—¿Cómo se lo voy a haber dicho si he estado contigo todo el tiempo?

 

—Pues mañana te vas temprano y lo hablas.

 

—Joder, KyungSoo. Deja que haga las cosas a mi manera. Lo conozco desde hace diez años.

 

—Parece que esos diez años no han sido suficientes.

 

Se me quedó mirando con cara de indignación y se dio la vuelta en la cama.

 

—¿Ahora te enfurruñas? —le pregunté.

 

—Sí. Hasta mañana.

 

Me acosté y le di la espalda también, como estaba haciendo él con nuestro problema. Tener tiempo para pensar me convierte en una bomba de relojería. Así soy. Reflexiono y engordo pensamientos hasta hacer de ellos algo monstruoso que tiene que salir de alguna manera. Ojalá fuera uno de esos chicos deportistas que salen a correr y sudan todos sus problemas. Yo soy más de beber té hasta que tiemblo y la lengua me quema de cosas por decir. Y es entonces cuando, creyéndome muy hábil, hago alguna tontería que precipita la situación. A día de hoy sigo sin saber si me arrepiento de aquella tontería en cuestión.





El lunes fue un día excesivamente agobiante en el trabajo. Jongin andaba en mangas de camisa arriba y abajo, reuniéndose con los capos que tenían que pasarle una actualización de la lista de clientes. Yo iba a tope, haciéndome cargo de todo lo que se estaba quedando atrasado por culpa de las reuniones internas. Aquel día Jongin y yo fuimos jefe y asistente porque no tuvimos tiempo de más.




A las seis menos diez Osito Feliz se pasó por el despacho y después de bromear un poco conmigo sobre mi incapacidad de cerrar la boca cuando alguien me toca los cojones (por el tema del cliente al que había despachado sin morderme la lengua), anunció que Jongin debía hacer una pequeña intervención en el Comité Comercial.

 

—Me podíais haber avisado —dijo este abrochándose los puños de la camisa y alcanzando la americana—. Por prepararme algo y esas cosas. Ahora creo que tendré que bailar para impresionarlos.

 

Me guiñó un ojo, me dio permiso para que me fuera a casa y desapareció con su culito prieto. No pensar en su culito, KyungSoo. Pensar en eso que quieres comprobar. Llegué a casa, me puse cómodo y sin pensármelo demasiado cogí una toalla y... bajé al cuarto piso. Eran las siete y media cuando llamé al timbre de su casa. Por supuesto, me abrió Sehun.

 

—Hola —dijo con una sonrisa.

 

—Hola, Sehun. He tenido un día de mierda y se me ha antojado un baño. ¿Os importaría que usara vuestra bañera?

 

—Eh..., la de Jongin —señaló—. Yo no me baño desde los cinco años o así.

 

Me reí y abrió la puerta para dejarme pasar.

 

—¿Quieres una copa para acompañar el baño?

 

—Sería genial.

 

—Espera, te lo preparo yo. Jongin aún no ha llegado.

 

—¿Ah, no? —pinché.

 

—No. Últimamente está currando mucho. Pero supongo que eso ya lo sufres en tus propias carnes.

 

Nunca mejor dicho. Sehun desapareció metiéndose en el baño de Jongin y yo fui a la cocina, donde serví una copa de vino tinto.

 

—¿Quieres una copa, Sehun? —le ofrecí.

 

—Una cerveza mejor. Ahora voy.

 

El sonido del agua salió de allí junto a él. Lo miré cuando se unió a mí en la cocina. Llevaba una sudadera gris y unos pantalones como de pijama. Hasta así estaba tan... de revista.

 

—¿Qué miras? —preguntó sonriendo.

 

—Estás muy mono —dije antes de dar un sorbo a mi copa.

 

Sehun se giró y sacó un botellín de cerveza de la nevera y lo abrió con un golpecito en la encimera.

 

—Bueno, ¿qué te cuentas? —me preguntó.

 

—No mucho. Bueno..., ya sabes —insinué.

 

—Ya, ya sé.

 

Vale. Estaba evitando sacar el tema.

 

—Estoy feliz —le dije—. La vida de pronto vuelve a tener un poco de orden.

 

Se mordió el labio superior y asintió.

 

—Me dijo Hyuna que a ver cuándo nos vemos todos —cambió de tema.

 

—Claro. ¿Qué tal con la chica con la que te citó? ¿Habéis vuelto a veros?

 

—No, no. —Se rió—. Los experimentos de Hyuna mejor con gaseosa.

 

—Tienes que salir.

 

—¿Vas a presentarme a alguno de tus amigos? —Y el tono fue un poco más avinagrado de lo que él mismo esperaba.

 

—Bueno..., no creo que ninguno de mis amigos solteros sea de tu gusto.

 

—¿Y los casados? —bromeó.

 

—No estás tú para meterte en más follones. Mejor empieza de cero.

 

—Ah, sí. Tengo muchas ganas. —Sarcasmo a borbotones—. Voy a ver cómo anda tu bañera.

 

Le acompañé copa en mano hasta el baño. El agua llenaba ya la mitad y le dije que me apañaba. Se quedó mirándome fijamente. Pensé que iba a sacar por fin el tema, que me diría algo que hiciera que me quedara más claro aún que sabía lo que había, pero al final solo dio media vuelta y salió del baño.

 

Me desnudé, eché un poco de jabón en la bañera y me metí dentro. La piel se me puso de gallina con el agua caliente y los músculos se me destensaron al instante. Deseé que Jongin estuviera allí, jugueteando con los mechones alborotados de mi pelo. Metí la cabeza en el agua y al salir casi grité cuando la puerta se abrió de nuevo y Sehun entró.

 

—¡Joder, qué susto!

 

—Perdona. Pensé que igual te apetecería un poco de música.

 

—Gracias. Es usted muy considerado —me burlé. La espuma tapaba mi cuerpo hasta las clavículas. Una rodilla emergía también.

 

La situación empezó a parecerme un poco peligrosa. Si Jongin entraba, podría ponerse como loco y no hablo de celos. Hablo de si adivinase que yo había bajado para provocar una situación que él no estaba preparado para vivir. Yo quería sacar en claro qué sabía Sehun y quería saber cómo reaccionaría estando los dos solos, pero nunca pensé que se metería en el cuarto de baño conmigo dentro del agua. Sehun cogió su iPod y lo colocó en la peana, giró la rueda hasta elegir una canción, y Summertime sadness, de Lana del Rey, empezó a sonar. Por poco no me entró la risa. Y si no me entró fue porque Sehun se quitó la sudadera, la camiseta de debajo y después los pantalones.

 

—Esto... —dije dubitativo—. Sehun...

 

Cerré los ojos y apoyé la frente en mis rodillas flexionadas cuando un Sehun como Dios lo trajo al mundo se acomodó frente a mí, dentro de la bañera. Joder.

 

—Sehun..., estás desnudo en la bañera. Conmigo —apunté.

 

—¿Ah, sí? No me había dado cuenta.

 

—Sehun...

 

—¿Qué pasa?

 

—Pues que... tú y yo hemos sido pareja y que esto me parece raro. No creo que al chico con el que salgo le hiciera gracia.

 

—Me da que al chico con el que sales esto le parecería menos raro de lo que cualquiera pueda creer.

 

Abrí los ojos como platos.

 

—Lo sabes —le dije.

 

—No soy imbécil. —Y había rabia en su voz.

 

—¿Qué haces aquí metido? —volví a preguntar.

 

—Darme un baño contigo..., piernas.

 

Abrí la boca para contestar pero su sonrisa triste me descolocó. Tardé unos segundos de más en ordenar pensamientos.

 

—Vale, Sehun. No lo retrasemos más. Tú y yo tenemos una conversación pendiente.

 

—Vale. No lo retrasemos más. Tengamos esa conversación.

 

Me cogió de los tobillos y me deslizó hasta allí. Puse la mano abierta sobre su pecho y lo aparté.

 

—No va a venir hasta dentro de una hora —me dijo—. Relájate. Soy el primero que no quiere interrupciones.

 

—¿Qué coño haces, Sehun?

 

—Hablar contigo.

 

Lo miré a los ojos. Parecían más negros, menos marrones. Sus pupilas redondas relucían con los destellos que la luz arrancaba al agua.

 

—¿A qué has venido? —me preguntó—. ¿A qué estás jugando?

 

—¿A qué estás jugando tú, Sehun?

 

—Eso es lo que no entiendes. Para mí no es ningún juego. Yo quiero lo que tuvimos.

 

—Pero sabes que eso no es viable porque ni él ni yo queremos. Y sabes cuál es la situación.

 

—No. No la sé. ¿Cuál es, KyungSoo?

 

—No eres el malo, Sehun. Eso lo sé yo, lo sabe él y hasta tú. Pero la situación ahora mismo es insostenible.

 

—¿Por qué?

 

—Porque tú lo sabes, él finge que no y yo me jodo. ¿Hacia dónde vamos?

 

—Si tuviera alguna idea de hacia dónde va todo esto no estaríamos aquí.

 

Me moví para separarme de él y pasé por encima de una erección a media asta que me descolocó aún más.

 

—Quiero saber qué es lo que tú sientes. Quiero saberlo para actuar como mejor sea para los tres.

 

—Déjame decirte algo. —Y me miró muy fijamente—. Y esto se lo dice Sehun a KyungSoo, sin mediadores. A nadie le importa lo que tú y yo hablemos aquí dentro. Ni a Jongin. Yo quise lo que tuvimos. Lo quise de verdad. Te quise a ti, le quise a él y me quise a mí en aquella situación. Y te quiero mucho, lo juro. Pero me quiero más a mí y no voy a dejar mi vida por algo en lo que no creo. Voy a ser muy claro: no creo en lo vuestro. Caerá como cayó en su día lo enamorado que estaba de mi hermana. Le duró cuarenta y ocho horas.

 

Tragué saliva. No podía culparle por no creer en algo que no conocía.

 

—¿Y qué vas a hacer? ¿Mirar hacia otra parte hasta que esto se acabe? —le pregunté.

 

—Por ejemplo. Es la única manera que se me ocurre de que funcionemos. Me habéis puesto en una situación muy complicada.

 

—Sabes que no ha sido una cosa que hayamos planeado.

 

—Ah, sí. Espera... —suspiró, miró al techo acomodándose y dijo con ironía—, «así es el amor, Sehun. No lo planeamos. Simplemente sucedió».

 

No supe qué decir.

 

—¿Y sabes lo peor, KyungSoo? —continuó—. Que él sabe perfectamente que estoy al tanto de todo, pero le es mucho más cómodo mirar hacia otro lado.

 

Como a mí.

 

—¿Y en qué situación quedo yo?

 

—No lo sé. —Se encogió de hombros y jugueteó con el agua, cogiéndola con sus manos y dejándola escapar después entre sus dedos—. Y no sabes cuánto desearía que esto no estuviera pasando.

 

—¿Y qué propones?

 

Levantó los ojos hacia mí. Tenía el ceño fruncido.

 

—Hasta ahora solo se me han ocurrido dos cosas. Una es que hagamos como si nada. La otra es que volvamos.

 

—¿Volver? ¿Los tres?

 

—Sí.

 

—Pero tú no estás enamorado de mí —respondí.

 

Se acercó poco a poco, provocando que el agua de la bañera dibujara unas cuantas olas sin llegar a desbordarse. Se acomodó, sujetándose de los bordes, encima de mí. Nos miramos. Sehun y su cara de niño enfadado. Sehun y su expresión ceñuda. Sehun... que estaba perdido.

 

—¿Qué es el amor, KyungSoo? ¿Sabes decírmelo? Porque yo creo que el amor es ser feliz y sentir que alguien puede hacer que te estremezcas con solo desearlo. Tú podrías hacerlo conmigo con las luces apagadas y hasta estando lejos. Y él me hace estar en calma. Pero te diré más: soy el punto de apoyo que mueve su mundo y aún puedo hacerte sentir. Tú y yo nunca dejaremos de sentir esa conexión. Te lo dije en Tailandia, KyungSoo... Hagamos

nuestro cada minuto que vivamos juntos y podremos querernos siempre. Lo hicimos.

 

Sehun se acercó y me besó. Fue un beso dulce. Un beso casto. Corto. Le siguieron uno en la punta de la nariz y otro en la frente. Tras esto Sehun se levantó de la bañera. No pude evitar mirarlo de arriba abajo. Estaba más delgado que la última vez que lo vi desnudo y la piel se pegaba aún más a las formas de su pecho.

 

—Sehun... —le llamé. Él se giró hacia mí mientras se secaba y anudaba una toalla a su cintura—. ¿Ahora qué?

 

—Ahora tú decides. Puedes mirar a otra parte y esperar a que se solucione o hacer algo por nosotros.

 

—Sabes que no me va mirar a otra parte.

 

—Pues ya sabes cuál es mi opinión.

 

—No duraríamos ni dos días. Lo destrozaríamos.

 

—Pero al menos lo habríamos intentado.

 

Me quedé dentro de la bañera hasta que el agua me pareció más fría. Me vestí de nuevo y subí a mi casa sin decir nada ni a Sehun, que escuchaba música en su dormitorio, ni a Jongin, que estaría al caer. Y cuando caí en la cama, me di cuenta de lo que Sehun estaba dispuesto a hacer por conseguir lo que quería. ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar yo?

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).