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Juego final [SeKaiSoo] por FlyToXin

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Notas del capitulo:

Espero que hayan disfrutado de los 10 capítulo que he subido por ahora, hasta que recupereel resto ^_^ saludos!

POV JONGIN



Conozco mi casa. Uno aprende a distinguir esos pequeños detalles que alteran la atmósfera

habitual. La bañera húmeda, una copa de vino secándose junto al fregadero y algo cambiando el aroma habitual. KyungSoo, con todas sus letras. Se me encogió el estómago. Llamé al dormitorio de Sehun y tras un «pasa» lo encontré echado en la cama leyendo un libro de cuentos de Alice Munro que le había prestado su hermana.

 

—Hola.

 

—Hola..., esto..., pregunta extraña. ¿Ha venido KyungSoo?

 

—Sí. Dijo que estaba agobiado y que quería darse un baño.

 

—Ah. —Me quedé extrañado—. ¿Se lo dio y se fue?

 

—No, le tengo amordazado y retenido en el armario del pasillo —dijo Sehun tras levantar la mirada de su libro.

 

—Ja, ja, ja.

 

—Vienes tarde.

 

—Comité Comercial. Si lo llego a saber me aderezo el café de media tarde con cicuta. ¿Has cenado?

 

—No. Te estaba esperando.

 

—No vaya a ser que aprendas a cocinar —me burlé.

 

Fui a mi dormitorio y me puse cómodo. Sehun me comentó desde su habitación que Hyuna había preguntado si hacíamos algo aquel fin de semana.

 

—Invítala a cenar. Tengo ganas de abrir la botella de ginebra que nos trajo.

 

—También la podemos abrir nosotros.

 

—No, que luego me pongo pedo y te meto mano —bromeé.

 

Sehun me sonrió saliendo de su dormitorio; nos encontramos en el pasillo y fuimos juntos hasta la cocina, donde abrí la nevera y él se ofreció a ayudarme. Saqué dos cervezas y brindamos brevemente con el culo del botellín.

 

—¿Y qué contaba KyungSoo?

 

—Ah, pues nada en especial. Hablamos poco. Que teníais mucho trabajo y eso.

 

—Sí, está hasta arriba. —Suspiré—. ¿Te conté lo de la semana pasada con los de las perfumerías?

 

—¿La montó?

 

—En realidad hizo lo que yo llevaba años queriendo hacer, pero Osito Feliz nos echó una bronca de la hostia. Ya no llevo esa cuenta.

 

—¿Qué le dijo?

 

—¡Qué no le dijo! Se defendió como una gata. —Me reí—. Y bien hecho, no te creas. Disfruté

escuchándole.

 

—Es salvaje...

 

—Y tanto.

 

Nos miramos de reojo y me puse nervioso. Empecé a sacar cosas sin ton ni son de la nevera.

 

—¿Tortilla y ensalada?

 

—Joder, antes molábamos más.

 

—Antes éramos más jóvenes e inconscientes. Ahora tememos que nos llamen la atención en la revisión médica anual.

 

—¿Te acuerdas de esos bocadillos que nos hacíamos en la universidad? —me preguntó socarrón.

 

—¿Los que no podían ni cerrarse? Claro. Creo que si nos hubiéramos hecho un análisis de sangre por aquel entonces hubiera salido mayonesa.

 

Nos echamos a reír los dos. Recuerdos de noches de bocadillo grasiento, cervezas, cigarrillos y alguna película de culto que luego presumiríamos de haber visto pero de la que no escuchábamos ni palabra. Éramos muy de llegar hasta las tantas hablando, arreglando el mundo. Y después se nos echaban encima los exámenes y teníamos que ponernos de Red Bull hasta arriba para no dormirnos sobre los apuntes. Suspiré.

 

—Entonces ¿bocadillo grasiento? —le pregunté.

 

—Según..., ¿cuántas cervezas quedan en la nevera?

 

Me asomé y conté.

 

—Nueve.

 

—Adelante entonces con el «taponaarterias».

 

Volví a meter la lechuga, los tomates y demás y saqué bacón, queso, pollo..., ¡yo qué sé! Por lo que yo recordaba, aquellos bocadillos llevaban de todo, sin ton ni son. La cocina se llenó de un olor que hacía mucho que no albergaba y nosotros nos pusimos a hablar sobre una de esas pelis gafipastis que vimos en nuestros años de universidad. Una en versión original sin subtitular. Yo solo recordaba una secuencia en una especie de monte, con una mujer con velo corriendo en plan muy trágico. Sehun se partía.

 

—Y después tú te hacías el interesante diciendo cosas como: «Joder, es que era desgarradora», y a mí lo que se me desgarraban eran las tripas de no descojonarme en tu cara.

 

—La de gilipolleces que he dicho en esta vida por mojar el ciruelo. Aunque no te vayas a hacer el santo ahora, que tú utilizabas técnicas deleznables para follar en aquella época.

 

—Ah, sí, la del fotógrafo torturado. «Me encantaría hacerte unas fotos..., solo estaremos tú, yo... y el objetivo».

 

—Y ellas caían.

 

—Caían porque les apetecía, no por lo que yo dijera.

 

—Claro, por tu gran rabo.

 

—Mjolnir, el martillo de Thor.

 

Los dos nos descojonamos. A las doce, Sehun y yo decidimos ponernos alguna película, como en nuestra época universitaria, pero lo único sesudo que teníamos en casa era Léolo. Después de un rato, volvimos a olvidarnos de la televisión e hilando historias antiguas, sacamos una baraja de cartas y tratamos de recordar las normas con las que se jugaba a la escoba, que es como muy de señoras mayores que beben anís. Y dicho esto, decidimos que las cervezas eran una mariconada y nos servimos dos whiskys. No nos gustaba el whisky, pero nos los bebimos de un lingotazo. Y luego otro. Con el tercero todo sabía mejor y deseamos tener un paquete de cigarrillos para hacer más fiel aún aquella velada remember.

 

—¿Cuándo dejamos de fumar? —le pregunté con los ojos entornados. Empezaba a llevar una mierda como un piano.

 

—Creo que en cuarto o en quinto. Una noche te encendiste un pitillo, lo miraste y dijiste: «Puta mierda». Solo te he visto fumar en otra ocasión después de eso.

 

—¿Sí? ¿Cuándo?

 

—Pues este verano, en Seúl, el día que nos encontramos con KyungSoo y sus amigos.

 

Ni siquiera recordaba haber fumado, aunque me acordaba de aquella tarde. Lo odié por gustarme tanto, por sus piernas, por los tobillos a los que llevaba anudadas las sandalias. Hyuna nos dijo cuando se fueron que quizá podríamos hacerlo posible con él si nos esforzábamos y por aquel entonces la idea superó a la realidad. Miré mis manos y después a Sehun, que miraba al techo.

 

—Daría lo que fuese por volver a aquel momento —susurró.

 

—¿Por él?

 

—Por nosotros.

 

No lo entendí en aquel momento. Estábamos bien. Había sido una noche genial.

 

—Si piensas terminar la velada besándome, te diré que mejor no lo intentes.

 

—Ah no, que seguro que te gusta y luego quieres más.

 

Los dos nos echamos a reír y Sehun se levantó.

 

—Me voy a sobar. Mañana tengo que entregar los resultados del balance del último trimestre y lo tengo atrasado. Con resaca será peor.

 

—Cierra la puerta, no sea que me entren tentaciones.

 

Irguió su dedo corazón y se fue dándome las buenas noches. Yo me quedé un rato más...

pensando.




A la mañana siguiente tenía una leve resaca. Me escocían los ojos. Me pesaban las piernas. Me dolía la cabeza. La boca seca. Después de dos cafés mi humor no mejoró y cuando vi a KyungSoo con aquel traje, todo fue un poco peor dentro de mí.

 

—¿Qué? —le dije mientras cerraba la puerta—. ¿El baño de ayer bien?

 

Separó el vaso de té chai de sus labios. Me miró sin saber qué añadir y yo entré a mi despacho, pasando de largo. Le escuché levantarse y venir hacia mí. Me quité el abrigo y lo tiré sobre la silla de enfrente de mi mesa, después me froté la cara.

 

—Yo...

 

—Ni me lo expliques —le pedí—. No tengo ni idea de por qué lo hiciste, pero es que paso de

imaginármelo porque esto va a terminar en bronca y no me apetece.

 

—Jongin..., él lo sabe.

 

—Joder, KyungSoo.

 

—No, escúchame. Quería llamarte anoche pero sabía que te enfadarías porque bajé a tu casa a pincharle y...

 

—¡¡Es que no puedes estar quieto, dejar de investigar como si fueras un jodido agente secreto!!

 

—¡Escúchame! Te lo estoy pidiendo por favor..., él lo sabe. Me lo dijo abiertamente, Jongin. Lo sabe.

 

Le miré, con sus enormes ojos clavados en mí. Estaba nervioso y sé que había atajado

con mi sarcástico saludo una mañana eterna de él dándole vueltas a cómo abordar la conversación.

 

—Te dije que me dieras tiempo. Te pedí que me dieras tiempo.

 

—¡Ya lo sé! —contestó exasperado—. Pero es que, Jongin..., ¡él lo sabe! Y está mirando hacia otra parte, fingiendo que es imbécil porque de otra forma tendría que hacer algo. Me dijo que solo concibe la situación siendo tres o ignorándolo hasta que lo nuestro termine, porque sabe que va a terminar. Y añadió que no cree en lo nuestro y que se te terminará pasando como aquel fin de semana en el que creíste estar enamorado de Hyuna.

 

Le miré sorprendido. No recordaba haberle contado aquello jamás porque me avergonzaba haber estado a punto de cagarla por una borrachera, un subidón hormonal o Dios sabe qué. Me dejó fuera de juego.

 

—Sabes que te estoy diciendo la verdad.

 

—¿Sabes tú a qué suena, KyungSoo? Suena a novio que no sabe hacer las cosas si no es a su manera y que mete mierda entre dos amigos por inseguridad.

 

—¿Inseguridad de qué?

 

—¡¡Y yo qué sé!! —Me enfurecí.

 

Dio un paso hacia atrás.

 

—Pues mira, sí, tienes razón. Empiezo a estar inseguro..., inseguro de que me quieras lo suficiente como para hacer cosas incómodas que sabes que debes hacer. ¡Para mí tampoco es fácil! Pero tienes que aclararlo, Jongin. Con él, conmigo y contigo mismo. Esto se está convirtiendo en una mierda.

 

Miré al suelo y después acerqué mi silla y me dejé caer encima.

 

—Vamos a dejarlo estar. Es pronto y tenemos demasiadas cosas que hacer. No es el momento ni el lugar para hablar sobre esto.

 

—Nunca es el momento ni el lugar para...

 

—¡¡KyungSoo, sal y cierra la puta puerta!! —le grité.

 

—No vuelvas a gritarme en toda tu puta vida.

 

Él me dio la espalda y se marchó, no sin dar un portazo que debió escuchar hasta Sehun, unas cuantas plantas más abajo. No sé explicar qué fue lo que me puso de aquella manera. Frenético. Una oleada de calor me abofeteó y hasta tuve que quitarme la corbata y desabrocharme el botón del cuello de la camisa. La noche anterior Sehun y yo habíamos sido los de siempre y mi casa, un hogar. La vida era tranquila dentro de aquellas paredes y no tuve que preocuparme por nada. Todo fue... como siempre. Sin KyungSoo. Sin dolores de cabeza. Sin rencillas. Sin problemas. Una vida sencilla y cómoda a la que aferrarnos..., tan cómoda como para dejar de mirar hacia delante y a nuestro alrededor. No se me pasó.

 

No fue como esas ocasiones en las que KyungSoo y yo habíamos gritado como adolescentes discutiendo de una manera casi sensual. Los dos nos poníamos como locos y luego deseábamos matarnos a polvos. No. Lo que sentí entonces, durante buena parte de la mañana, fue una certeza horrible porque la idea de que mi casa era un hogar se transformó hasta mutar y aquellas cuatro paredes se me antojaron entonces un escenario en el que Sehun y yo representábamos a la perfección el papel de quienes fuimos, esperando que nada nos alcanzara allí dentro. Repetir bromas, muletillas, anécdotas... ¿o lo de la noche anterior no fue anclarse un poco más a un pasado que nos parecía mejor? Cuando Sehun y yo teníamos veinte años no dejábamos de pensar en cómo sería la vida cuando tuviéramos treinta. Ahora que los habíamos traspasado nos agarrábamos con uñas y dientes a la reconfortante sensación de la vida que ya conocíamos. Y no me gustaba.




A las doce y media le dije a KyungSoo que me iba y que si había alguna urgencia podría localizarme en el móvil. No dije nada más. Me marché sin dar explicaciones para meterme en mi casa, sentarme en el sofá y darle vueltas a la cabeza como un demente. Cuando Sehun apareció en casa con una sonrisa, hablando de prepararle a su hermana un gintonic que la dejara inconsciente y pintarle cosas en la frente con rotulador indeleble, a mí algo me quemaba en la garganta. Casi no pude ni introducir el tema. Lo solté, allí sentado en el sofá, mirando hacia el televisor apagado.

 

—Sehun..., creo que deberíamos vender El Club.

 

Él salió de su habitación como si hubiera nombrado a la parca. Se quedó de pie junto al sofá,

mirándome con el ceño fruncido.

 

—¿Cómo?

 

—Que creo que deberíamos vender El Club. Nos ofrecen una cantidad muy digna y..., seamos sinceros..., ese negocio ya no nos ofrece nada más que una forma de vida que no nos llena a ninguno de los dos. Vendámoslo. Siempre has querido viajar. Pide una excedencia y gasta tu parte en dar la vuelta al mundo.

 

Sehun se humedeció los labios y a mí el corazón me bombeó rápido cuando lo vi a punto de dar una respuesta. Allí estaba... porque después de lo que dijera, dependiendo de lo que dijera, la balanza se tendría que inclinar hacia una u otra parte. Tragó saliva y después de un suspiro dijo:

 

—No creo que sea el mejor momento. No quiero vender El Club ahora.


Y allí estaba.

Notas finales:

Déjenme en comentarios ^^

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P.D.: he dejado la lectura de fanfics hace ya dos años, quisiera retomar la lectura >//< ¿me podrían recomendar algún fanfic?

 


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