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Juego final [SeKaiSoo] por FlyToXin

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Notas del capitulo:

Aquí les dejo la segunda actualización <3 

Disfruten y me cuentan qué les pareció dejandome reviews ^^

les aseguró que los leo todo pero xD no tengo tiempo de verdad ;-; si no no estaría actualizando cada X día ><;

Me sentí bastante estúpido aquella noche. Había pasado todo el día pensando en cómo contárselo a Sehun porque esperaba, por su parte, una respuesta explosiva y más después de su breve referencia a nuestro pasado la última vez que nos acostamos. Sehun podía parecer muy pacífico y metafísico, pero en el fondo tenía un carácter bastante polarizado. Para él las cosas o eran blancas o eran negras; por mucho que le gustara jugar con las sombras en sus fotografías, no existía la escala de grises. Y ¿por qué me sentí estúpido? Pues porque le encantó saber que me habían ascendido a assistant y que trabajaría codo con codo con su mejor amigo. Y examante. Y examor de mi vida. Y ex «te prometo que me casaré contigo si un día quieres hacerlo». Sehun me abrazó, me dio la enhorabuena y quiso que bajáramos a su casa a brindar con Jongin. Juro que el primer pensamiento que me cruzó la cabeza fue un enorme «este tío es tonto».

Luego me di cuenta. De tonto nada. Muy al contrario. Es hora de que pongamos las cartas sobre la mesa. Yo seguía sintiendo algo por Jongin; eso está claro. No creo que nadie haya pensado lo contrario en ningún momento, ni siquiera ellos. Sehun y yo estábamos muy bien como pareja, pero yo echaba de menos a Jongin y él..., también. Con el tiempo fui consciente de la verdadera naturaleza de su relación. A lo mejor voy a decir una barbaridad, pero creo que las relaciones de amistad entre chicas son completamente diferentes a como establecen los hombres. Nosotros somos más... ¿pragmáticos? No, quizá la definición sea «menos románticos (algunos)».

Nosotros queremos con la fuerza de los mares, con canciones apasionadas. Y algunos no. Algunos son el hilo musical de una sala de espera. Fui marcando una equis mental en cada una de las diferencias que localizaba entre los principios sobre los que se basaban mis relaciones de amistad y la suya, y al final llegué a la conclusión de que la primera piedra sobre la que se había cimentado todo lo demás era la dependencia. Los dos dependían enfermizamente el uno del otro hasta niveles que ni siquiera sabían. Para Jongin era una cuestión emocional; necesitaba tener a alguien, agarrarse a ese «no hermano» al que podía abrazar y sentir como algo suyo. Sehun era él y toda su extensa familia, pero sobre todo... él. Y..., ojo, diría que Jongin ejercía además un papel de padre postizo.

Sehun también dependía de Jongin. La dependencia de Sehun me parecía mucho más peligrosa. No soy quién para juzgarlo, pero me daba la sensación de que se había cogido con uñas y dientes a todo lo que tenía en común con Jongin y no con ilusión de construir algo nuevo, sino porque de esa manera no tendría que decidir. No más opciones. Él fingía tomar decisiones, pero no lo hacía. Se dejaba llevar. Se mecía. Trabajo, vivienda, proyectos, futuro y hasta pareja. Durante un tiempo todo estuvo ligado a Jongin, que, seamos realistas, era el fuerte. Sehun no era débil..., solo es que no le apetecía ser fuerte por sí mismo. Él cedía el control de sus cosas, fingiendo que no lo hacía. No creo que ninguno de los dos se diera cuenta.

Y un día los tres rompimos..., bueno, Jongin se desligó de aquel proyecto en común, quizá buscando tener algo suyo propio por primera vez en mucho tiempo. O buscando que Sehun lo tuviera, no lo sé. Y ya no éramos tres y de pronto Sehun tenía que gestionar algo él solo. Una relación. Y nos iba bien, pero porque estábamos en esos primeros meses en los que todo es nuevo y no había caminos que tomar ni opciones entre las que debatirse. Pero ¿qué pasaría en el futuro? ¿Estaba yo en lo cierto cuando pensaba que Sehun también añoraba a Jongin cuando estaba conmigo? No hay que infravalorar la costumbre como fuerza de motivación. Y claro, partiendo de esa situación, que yo volviera a acercarme a Jongin, a Sehun le venía estupendamente. Y yo me pregunto..., ¿cómo alguien que había reaccionado tan mal al hecho de que Jongin y yo nos viéramos a solas cuando empezamos con nuestro triángulo amoroso podía ser de pronto tan ajeno a los celos?

Jongin alucinó pepinillos cuando nos vio aparecer y Sehun le abrazó para darle la enhorabuena.

—¡¿Cómo no me lo cuentas antes?! ¡¡Es genial!! Por fin te han dado un equipo y... ¡es él!

No supo ni qué cara poner. Después de unos segundos de incertidumbre, dibujó una sonrisa amplia y amable. Es lo que a partir de la semana siguiente yo conocería como «sonrisa comercial». No había cliente que se le resistiera porque comunicaba aprecio, honestidad y simpatía..., con un único inconveniente: no era del todo sincera. Era una postura. Yo lo sabía porque le había visto sonreír de verdad.


Aquella noche brindamos por el proyecto de equipo que formábamos los dos y el resto de la semana, mientras recogía y cerraba cosas pendientes, tuve que soportar las miradas del resto de la plantilla. Sobre todo de las mujeres. Mucha sonrisita, mucho «vaya, vaya, enhorabuena» bastante envenenado. Lo comprendo. Hacía seis meses que había entrado en la empresa, siempre me habían visto cerca de Jongin y de Sehun y ahora me trasladaban a la planta noble. Supongo que yo también habría sido un poco bruja y si fuera otro el que estuviera en mi posición habría considerado el cum laude en mamadas como uno de los méritos que lo había ensalzado.


El viernes por la mañana Jongin y yo subimos las cajas con archivadores y material a nuestro nuevo despacho. Cuando la puerta del ascensor se abrió, aluciné. Adiós a la moqueta roñosa que había vivido tiempos mejores. Suelo de linóleo brillante y parqué. Paredes de madera. Grandes ventanales.

—¿Por qué Osito Feliz no tiene el despacho aquí arriba? —le pregunté a Jongin.

—Porque tiene fobia a los ascensores y no quería subir tantas escaleras — me explicó—. De todas formas vive a caballo entre Seúl, Busan y Jeju. No le importan tanto estas cosas.

—Pues él se lo pierde.

Nuestro despacho era bastante grande. Estaba dividido en dos estancias, una más amplia, donde se instalaría Jongin, y una un poco más pequeña, en la antesala, para mí. Su habitáculo se parecía mucho a su anterior despacho, pero era todo mucho más bonito. Hasta la luz que entraba era más cálida y acogedora. Mi mesa estaba de frente a la entrada del despacho, de espaldas a la mesa de Jongin. Tenía unas estanterías detrás, un gran armario delante, unos sillones bajos que daban la sensación de formar parte de una salita de espera a la derecha y a mano izquierda una amplia ventana. Luz natural; no me lo podía creer.

Pasamos buena parte del día colocándolo todo. Mis cosas estuvieron en nada, pero Jongin tenía que trasladar una cantidad importante de documentación archivada. Lo tenía todo por duplicado porque, aunque sabía de la importancia de tenerlo todo guardado en el servidor de la empresa, él necesitaba trabajar en papel. Y tenía su propio sistema. Cuando terminé con mis cosas fui a ayudarle y... allí comenzó mi aprendizaje.

Empezamos a hablar de clientes, de relación comercial, de métodos de trabajo. Jongin se ponía muy serio con el trabajo. Muchas de las carpetas sobre las cuentas que llevaba fueron a parar a mi escritorio, porque una de mis labores para los próximos días era aprender todo lo que pudiera sobre ellos. Me dio una clase rápida sobre conceptos económicos que yo no
controlaba y aclaró todas mis dudas, lápiz en mano, esbozando esquemas para que yo entendiese de una puñetera vez lo que era el ebitda, entre otras cosas. Me tranquilizó comprobar que tenía mucha paciencia. Me sentía como un niño de secundaria cuyos padres le asignan como profesor de apoyo a un guapo universitario.

Por último repasamos la agenda para la semana siguiente. Tendríamos reuniones en las sedes de algunos clientes el miércoles, jueves y viernes. Eso me asustaba un poco, pero tendría tiempo de ponerme al día. Cuando dieron las tres, Jongin dio una palmada y así finalizó nuestra primera jornada.

—Ya basta por hoy. Han sido muchas cosas nuevas. El lunes más.

—¿Puedo llevarme las carpetas a casa para leer los dosieres de los clientes? —le pregunté.

—No. Es normativa de la empresa que no se pueda sacar documentación confidencial de la oficina. Y es fin de semana. Tienes que despejarte, la semana que viene va a ser fuerte.

Cogió la americana que tenía colgada en una percha dentro de un pequeño armario en un rincón y se la colocó. Su sonrisa se ensanchó, pero la sincera, no la de trabajo.

—Lo estás haciendo muy bien.

—Sí, ya. Ármate de paciencia. Soy un poco inútil con los números.

—Estoy seguro de que no lo eres, pero te tranquilizará saber que vas a tener que lidiar muy poco con ellos. Además, ¿para qué estoy yo?


Cerramos el despacho con llave y caminamos juntos hacia el ascensor. Nos cruzamos con un par de ejecutivos que saludaron con efusividad a Jongin, que era el más joven de la planta con diferencia. Me hizo sentir un orgullo que hasta me incomodó. Cuando bajábamos me quedé mirándolo mientras se abrochaba el abrigo de paño cruzado, concentrado en palpar que tuviera la cartera, el móvil y las llaves del coche. Ladeó la cabeza hacia mí y se sorprendió al ver que tenía los ojos clavados en él.

—¿Qué pasa?

Que eres muy grande, muy listo, muy guapo y muy... jefe.

—¿Te importaría que pusiera plantas en mi parte del despacho?

—Claro que no. Pon lo que quieras.

—¿Un jardín japonés?

—Bien —asintió con media sonrisa.

—¿Y guirnaldas de colores? —me burlé.

—No te pases. —Las puertas se abrieron y él me cedió el paso—. Gentleman's first.

Insistí en ir en autobús a casa pero él no encontró motivo para que yo tuviera que ir en transporte público teniendo él el coche en un parking cercano; sin embargo, el motivo nos encontró a nosotros. Dos compañeras de departamento (aunque debería decir excompañeras) nos vieron andando juntos y nos saludaron entre risitas. Yo agaché la cabeza.

—Nunca bajes la cabeza —dijo Jongin entre dientes, no imponiéndolo, sino como un consejo—. Es el gesto que aprovechan para meter estocada. Siempre barbilla alta. No tienes nada que esconder.

—Yo diría que sí lo tengo... —Pateé una piedra.

—Eso es tu vida privada. No has matado a nadie. Viviste durante unos meses una situación sentimental poco cotidiana que no tiene nada que ver con el trabajo.

—¿Poco cotidiana?

—Alternativa. —Me miró de reojo y sonrió—. No me vas a sonsacar otro adjetivo.

—Bien. Pero no creo que ellas hicieran esa lectura si lo supieran.

—Lo primero es que no lo van a saber, lo segundo es que no debería interesarles y lo tercero y más importante es que a ti no debería afectarte lo que ellas piensen. Creía que eso ya lo teníamos superado.

—Bueno, sí, pero con esto del «ascenso»... —Hice el gesto de las comillas con los dedos y añadí—: He suscitado algún que otro comentario en el corrillo del café.

—No seas suspicaz. Y si lo comentan, que lo comenten. Pero predica siempre con el ejemplo. Que sus vidas privadas no te importen. Mi padre siempre decía que hay que comportarse con los demás como queremos que otros nos traten... o algo así.

—Ah, eso me recuerda una cosa..., «viste siempre como quieres que te traten». ¿Tengo que comprarme ropa más seria?

Llegamos al coche y abrió con el mando y una sonrisa condescendiente en los labios.

—Esa es una pregunta capciosa, piernas.

—No entiendo por qué. —Me reí.

—Porque sabes que no, pero una respuesta afirmativa por mi parte justificaría que te dieses un caprichito..., ¿no?

Me senté en el coche y le miré fatal. Me había pillado.

—Cómprate ropa nueva. —Se abrochó el cinturón y puso el coche en marcha—. Ve a hacerte un masaje. Sal a cenar. Piernas..., haz lo que quieras, pero nunca te justifiques ni ante ti mismo.

Jongin. El maestro.

Notas finales:

Subo la historia también por wattpad: http://w.tt/1KE6cYwr32;
Para más noticias del fic en mi página de Facebook: https://www.facebook.com/FlyToXin


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