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Waiting for u por Aquarius No Kari

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5.- Aquél que murió.

 

I thought I could love you better,

And we're always together,

If we took some time apart,

You would finally know my heart.

 

Es lamentable cuando pierdes a un ser amado, pero es aún más lamentable perder a alguien que se ocupó de ti, y que no puedas sentir el mínimo de dolor que te inspira el reencontrarte once años después con el tormento de toda tu vida. 

 

No pude derramar una sola lágrima por Death Mask o la forma en que le destrozaron la yugular, sin embargo, mis pensamientos fueron torturándome toda la jornada por tí, Milo, por tu aspecto lúgubre que helaba la sangre y por lo cerca que estuviste de matarme también, si no hubiera sido por el camafeo que heredé de ti. Supongo que simplemente cumplió su propósito después de once años, aunque no de la forma que nos hubiéramos imaginado.

 

Llegué a creer que de mis ojos no brotaría ni una lágrima más, y aunque me encuentro frente a la tumba de Death Mask y desearía que este líquido de dolor fuese por él y no por ti, no me es posible contenerme. 

 

Muchas veces creí que si no era contigo no quería saber nada más de la vida. Hoy sé que aunque tú no estés conmigo tengo una razón para seguir en pie; tal vez cuando te fuiste de París no la entendí, hoy debo tatuarla en mi mente y finalmente en mi corazón: la venganza será mi motivo a partir de hoy.

 

Shura y el grupo de cazavampiros se han ido ya. La nieve ha podido conseguir que abandonen la tumba de Death Mask, con la promesa en puerta de matar al responsable o a cualquiera que parezca implicado; mientras que yo permanezco de pie ante ella con los ojos clavados en el epitafio, como si esperara que ellos me brindaran alguna respuesta a lo sucedido ayer, pero su silencio no hace más que apremiar el dolor en mi corazón. La opresión es tan intensa que por momentos creo que no podré volver a respirar nunca más. El sueño ni siquiera puede acudir en mi auxilio para argumentar que continúo dormido…  

 

La nieve lleva largo rato cayendo, y aunque el clima de esta ciudad no es tan frío como el de San Petersburgo, tengo que apretar las manos contra mis brazos para transmitirle a mi cuerpo un calor que nunca llegará. 

 

—Gracias, Angelo…— Recuerdo cuántas veces en el pasado él me pidió que lo llamara por su nombre, sin embargo yo no podía hacerlo. No podía tener la misma familiaridad o confianza. Nunca le mostré amor, pues no lo sentía, ¿Él me amaba? Nunca me lo dijo, pero supongo que en sus pequeños sacrificios lo hacía.

 

No tengo remordimientos respecto a él y a mí, porque él te conocía a través de mis recuerdos, fui honesto pese a todo. 

 

—Descansa en paz…— Murmuro haciendo una cruz con el dedo, sobre la fría nieve que comienza a cubrir su tumba. Sé que es la hora de retirarme porque el sol está por caer y no es bueno que ande por ahí solo. El clima propicia que los vampiros salgan aunque la noche no se haya puesto todavía. 

 

No sé cuando volveré a pisar este lugar, pero sé que a donde vaya sus enseñanzas estarán conmigo. Él me brindó su ayuda, sus conocimientos y un amor que nunca retribui… Mi deber es seguir sus pasos y llegar con Milo hasta las últimas consecuencias, sin importar que mi cuerpo humano se desgaste y que mi corazón salga pedazo a pedazo cada vez que luche en su contra. 

 

A penas lo he decidido y ya estoy por dar un paso lejos de la tumba de Death Mask, cuando, al levantar la vista, observo a una figura de ropaje negro acercarse a mí… No me toma demasiado tiempo descubrir su identidad cuando su cabello dorado sobresalta entre el lúgubre paisaje.

 

Sé que mi cuerpo buscará la forma de reaccionar ante este encuentro, pero mi corazón humano y estúpido no me lo permite. 

 

Si lo que pretendía era hacer pasar lo de anoche como una pesadilla o un mal recuerdo, este nuevo encuentro me viene a tirar la verdad en la cara como si se tratase de una bofetada. Y aunque ya no quiero hacerlo, porque creí que jamás volvería a ello, mis ojos comienzan a desmoronarse en lágrimas que no puedo contener. El pecho me duele, y aunque trato de calmar el dolor con una mano sobre él, lo cierto es que el dolor es tan intenso que me obliga a colocar las rodillas sobre la nieve mientras tiemblo de rabia. 

 

¿Por qué? 

 

¿Qué quiere de mí?

 

¿Intenta tomar mi vida otra vez?

 

Llorar no debería hacerme menos fuerte. Llorar no debería hacerme sentir como si estuviese cometiendo un pecado mortal… 

 

Él está aquí, cerca de mí… aún no lo suficiente como para que alguno toque al otro, pero su olor a sangre es tan nauseabundo, que aunque intente buscar el del antiguo Milo, siento que jamás podré encontrarlo. 

 

—Camus… — Y apenas el nombre sale de sus labios, yo reacciono: mi mano rápidamente saca una daga de plata, y al tanto que me incorporo busco tajarle el cuello, pero… el arma se queda pegada a la piel muerta de su cuerpo. Sus ojos antes tan azules y tan vivos ahora lucen opacos… tan muertos como el ser frente a mí. 

 

Normalmente el vampiro es sagaz, Milo parece no desear moverse. 

 

Sus manos frías tocan las mías, y aunque intento retirar el contacto, él se aferra a dejar el puñal pegado a su cuello. 

 

—Hazlo—. No sé si es un reto, o si realmente está hablando en serio. Quiere que le corte la cabeza, y yo… no puedo permitirlo. 

 

—¡Suéltame!— Exclamo desesperado, moviendo mi brazo hacia atrás para quitarlo, pero su fuerza es tal, que la daga avanza hasta que el filo provoca una ligera fisura que pinta una línea carmesí sin forma, por la nívea piel del vampiro ante mí—. ¡Basta! ¡Basta ya!— Es mi otra mano la que clama libertad, y la exige con un golpe que nunca llega a su rostro, pues hábilmente la ha detenido con la que a él también le sobra. Y nuevamente forcejeamos, yo por librarme del frío de la muerte en sus dedos, y él por buscarla de mi propia mano. 

 

Y es en medio de todo donde él finalmente me deja ir, pero lo hace únicamente para atraerme contra su cuerpo y besarme… 

 

Ojalá fuesen los mismos labios suaves y carnosos de antaño los que me diesen este saludo… Quisiera que la sensación de rendirme y perderme ante ellos fuese similar, pero ya no lo es. Es el sabor putrefacto de la sangre lo que cambia todo… lo que cambia la dulzura, la calidez, la humedad, la belleza, la respiración suave y calmada que ya no existe, y que se reemplaza con su muerte, y lo que complica nuestro amor y todo lo demás. 

 

Los movimientos de mi cuerpo se detienen por la sorpresa, y vuelve su funcionamiento cuando intento forcejear para obtener mi libertad, a pesar del como su boca se abre paso entre la mía, dejando que mi cuerpo reaccione como en un pasado muy distante lo hizo. Mi corazón se acelera y sé que él lo sabe, sé que puede escucharlo mientras profana mi boca con su lengua, encontrando mi debilidad como respuesta, y mi rendición a nuestro encuentro, dejando que la daga caiga y que todas mis fuerzas se drenen por él….

 

Y debería ser yo el que se alejara, el que empleara distancia entre su cuerpo y nuestros labios… pero es Milo quien finalmente me ha soltado y a puesto un metro de separación entre él y yo... 

 

—No puedo… ya no…— Dice. El susurro llega hasta mi corazón como la daga que ha caído enterrada sobre la nieve; y son sus ojos envueltos en sangre los que perforan mis entrañas y me hacen retroceder: debo aceptarlo, sin importar cuanto lo ame, él ya no es el mismo de antes. Nuestro destino a partir de su muerte se ha vuelto maldito. Él seguirá cumpliendo los deseos de su condición vampírica, y yo más temprano que tarde he de abandonar este mundo. 

 

Mis ojos copian el gesto silencioso y doloroso de los suyos envueltos en lágrimas de sangre. Mi cabeza se inclina y decide que no quiere volver a verlo. No puedo perder la imagen del muchacho risueño al que tanto amé, y que aún atesoro como si la muerte no se hubiese puesto en nuestro camino. Si lo miro una vez más la perderé… El Milo delante de mí es una realidad a la que yo vestiré con la capa de la ilusión.  

 

¿Qué haré entonces con los deseos de encontrarlo y volver a verlo?

 

Tal vez mi cabeza pueda forjar una realidad lo suficientemente creíble para olvidarme de esto...

 

—Saberte vivo es lo a mí me mantiene fuerte—. Sus palabras atraen mis pupilas hacia las suyas: el hilo carmesí sobre sus mejillas me llama a limpiarlo con mis manos, pero tan pronto como trato de hacerlo él se aleja un poco más. Me detengo. Tal vez ya no deba acercarme… 

 

—No será para siempre—. Respondo apretando los puños junto a mis piernas—. La longevidad tarde o temprano me atrapará...

 

—Lo sé… y he llegado a pensar que tal vez tú…— Reconozco hacia donde va con esas palabras, así que como respuesta, meneo la cabeza cuando él me ofrece su mano.

 

—¿Qué tal vez acepte convertirme?— Una risa irónica y fría abandona mis labios mientras me inclino para levantar la daga y regresarla al sitio donde siempre suelo guardarla—. Ahora soy un cazavampiros, Milo. Tú sabes cuál es la respuesta.

 

—Yo deseé convertirme en uno...— Puedo notar amargura y pesar en sus palabras.

 

—Pero no lo hiciste—. Mi reclamo llega cargado de resentimiento, hiriéndole; lo sé por la forma en que me devuelve la mirada. 

 

Sus pies lo devuelven cerca mío.

 

—¿Crees que esto es lo que yo quería?— Recrimina, colocando una mano sobre su pecho— ¿Crees que preferí convertirme en uno de ellos antes que…?

 

—¿Por qué no volviste a París?— Lo interrumpo groseramente, porque en mi cabeza hay muchas preguntas todavía, preguntas que otros intentaron resolver por él, por su ausencia—. ¿Por qué preferiste ir a no sé donde antes que volver conmigo?

 

—¡Lo intenté!—  Exclama él desesperadamente. Sus dedos pálidos y alargados como la misma muerte se ciernen con fuerza sobre mis brazos cuando la frustración se apodera de él, pero eso no me hace temer, retroceder o revocar mis palabras. Mis ojos le miran con dureza como si esperaran una explicación, aunque ya no sabía sí la quiera. 

 

—Yo te esperé… no una, ni dos veces. Ni siquiera sé sí cien es un número suficiente o un millón demasiado exagerado— Tengo que decírselo, lo he estado guardando para que él conozca mi pesar—. No volvía una vez al año, ni una vez al mes…. Volvía cada vez que un tren nuevo se acercaba desde Alemania… ¿Tienes idea cuántas personas pueden reencontrarse en una estación de tren?

 

—O cuántas nuevas puedes conocer...— Su indirecta me deja mudo, y sorprendido al mismo tiempo. Sin embargo, una parte de mí sabe que es imposible que él lo supiera. Mi silencio le da pie a continuar—. Eras feliz, ¿No es cierto? Yo te ví con él...

 

—¿Volviste a París?— Pregunto ante mi asombro y mis dudas.

 

—Por supuesto que sí. Te dije que lo haría y cumplí.

 

—Mentiroso—. Esta vez intento librarme de su agarre, pero él no me permite escapar.

 

—No quería que me vieras convertido en… esto…—Noto repugnancia en su voz—. Nunca volví a ser el mismo cuando partí, y sabía que no podría volver a serlo cuando presencié tantas cosas lejos de casa… Muchas veces me pregunté sí aún tenía una…

 

—La tenías—. Aseguro—. Siempre la tuviste—. Su respuesta es una sonrisa amarga.

 

—No te contaré con lujo de detalles lo que ocurrió en mi viaje, pero volví a París como un vampiro…— Trago saliva con dificultad al escucharle, pensando en el cuándo y el cómo pudo volver a pesar de eso, y sobre todo, ¿Cómo es que se convirtió?

 

Muevo la cabeza e intento liberarme otra vez.

 

Me buscó en algún momento y entonces me vió con él…

 

—Si hubiera sido feliz no estaría buscándote once años después…— Su agarre comienza a lastimar mi piel con sus uñas largas y afiliadas.

 

—¿Once? Para mí el tiempo ha perdido su importancia—. La frialdad en su voz me hace temer que realmente hubiera perdido por completo su humanidad…

 

Dicen que los vampiros una vez al convertirse olvidan todo cuanto fueron, y a las personas que los rodearon; incluso si las amaron el sentimiento muere, porque para ellos su única necesidad es alimentarse…. Muchos vampiros incluso matan a sus familiares y amigos más cercanos para olvidar su propia humanidad.

 

Pero ¿aún puedo dudar que exista rastro de ella? 

 

Tal vez deba comprobarlo...

 

—¿Y yo? ¿Ya no te importo?— Sus dedos suavizan el agarre hasta que libera una extremidad y siento su piel fría y cetrina sobre mi mejilla, tocando mi pómulo, mi barbilla y mis labios. 

 

Nunca pude olvidar sus caricias, ni la forma en que solía mirarme cuando estábamos solos o cuando hacíamos el amor; y, aunque ya no era suave su toque, cálido o dulce, y esta vez todo era doloroso y difícil entre nosotros, volví a experimentar una enorme necesidad por él… 

 

¿Cómo evitarlo? Siempre estuve enamorado de él…

 

—Más que cualquier cosa…— Responde. Sus palabras solo aumentan mis sentimientos, provocando que el dolor por lo que hemos pasado ambos se intensifique dentro de mi pecho. Se acerca lentamente a mis labios y puedo experimentar un vuelco en el fondo de mi estómago cuando su boca toma la mía. Mis labios tiemblan, y tengo la necesidad de prenderme a su cuello como si temiera que se alejara otra vez, sin embargo, no lo hago. Mi mano se suelta a un lado de mi pierna, mientras experimento el agridulce sabor de nuestro destino por su propia boca: amarga, oscura y letal—.  No tuve muchas opciones—. Susurra sobre mis labios, colocando su frente encima de la mía—. Era esto o no volver a verte jamás—. Abro los ojos y miro los suyos tan fríos con enorme tristeza—. ¿Crees que lo quería? Hubiera muerto antes que aceptarlo, pero entonces veía tu rostro en mi último aliento y la maldita necesidad de verte una última vez me arrastró a beber de su sangre...

 

Mis labios tiemblan incontrolablemente, pues no sé si odiarlo mientras me suelto a llorar sobre el pecho donde ya no hallaré un corazón latente, o prometerle que lo entiendo, que lo entenderé en algún momento y amarlo cada día de mi vida hasta que ya no pueda más.

 

Sé que él ya no es humano, pero también soy consciente que aunque la humanidad le haya sido arrebatada, su amor por mi es tan inmenso como la condena a la que tuvo que aferrarse para poder reencontrarnos… no importando que fuese la última vez...

 

Sus besos tal vez no sepan igual que hace once años, pero en ellos encuentro un sabor agridulce al que no quiero renunciar todavía. 

 

Sus manos rodean mi cintura, tocando suavemente mi espalda y las hebras de cabello rojo vivo sobre esta. 

 

—No lo cortaste...— Señala. Mi cabeza se mueve en forma negativa. 

 

—Dije que no lo haría...— Respondo. Él asiente silenciosamente. 

 

—Necesito que me hagas otra promesa—. Su voz se vuelve un susurro mientras sus labios se mueven hacia mi oído—. Mátame.

 

El tiempo parece detenerse junto con la nieve sobre nuestras cabezas, pues mis oídos no dan crédito a lo que recién escuchan. 

 

Trago saliva a través del nudo que se ha formado en mi garganta. Intento retirarme para poder mirar sus ojos y comprobar que aquello no es una broma cruel, sin embargo, su abrazo se vuelve posesivo impidiendo que me aparte.

 

—Milo…

 

—Promételo...— Insiste.

 

—No…— Respondo con obvia objeción.

 

—Promételo…— Insiste.

 

—No—. Responder con dureza. 

 

—Ahora tú y yo estamos destinados a ser enemigos jurados. No puedes negarte—. Insiste. 

 

Pero no, no puede pedirme eso por más razón que tengan sus fundamentos. Nada justificaría que yo tomara su vida, o su eternidad, mejor dicho… No puedo, y él no puede obligarme a hacerlo… No importa que momentos antes haya decidido hacerlo frente a la tumba de Death Mask, ya no lo deseo.

 

Aunque si se lo digo, si lo pongo a prueba, sé que encontraría la manera de obligarme a cumplir su petición. 

 

Él finalmente me libera y nuestros ojos se encuentran otra vez, su cabello está cubierto de nieve y sus mejillas pálidas y frías marcadas por la sangre que brota de sus ojos en lágrimas de dolor. 

 

—¿Tienes idea de lo que me estás pidiendo?— Le pregunto con incredulidad.

 

—¿Tienes idea de lo que siento?— Su tono de voz cambia mientras habla— ¿Tienes idea de cómo es esto? El hambre, la sed de sangre todas las malditas noches hasta el final de mis eternos días… el sentimiento de culpa que va desapareciendo, la inhumanidad que me acompaña mientras busco una presa y el cómo me voy olvidando de mí mismo presa tras presa… No quiero continuar matando a nadie, y sé que tarde o temprano ya no podré evitarlo. Si no hubiera sido por el camafeo, tú estarías muerto.

 

—Pero no lo estoy…

 

—Y si te hubiera encontrado desangrado igualmente habría elegido volverme cenizas al amanecer.

 

—Basta ya. No sucedió, y no sucederá, porque estoy aquí—. Los ojos de Milo se abren con sorpresa, y observo como mira sobre mi hombro y después hacia atrás. Aparentemente tiene miedo, y no sé porqué. Su mano toma la mía y me arrastra lejos de la tumba de Death Mask.

 

—Debes marcharte ya—. Ordena al caminar—. Es peligroso que continúes aquí. El sol se está ocultando y serás presa fácil para ellos...— Mi mano aprieta la suya, frenando su marcha.

 

—No quiero irme sin ti… No me obligues…— Milo vuelve a mirarme.

 

—Yo no puedo estar contigo, y lo sabes bien. Terminaría matándote tarde o temprano.

 

—Sé que no te atreverías—. Él me mira fijamente como si no diera crédito a lo que acabo de pedirle.

 

—Camus, no hagas esto.

 

—¿Por qué no? ¿Crees que no conozco los peligros de permanecer a tu lado?

 

—¡No!— Su tono exaltado me alerta, pero no me obliga a moverme o retirarme—. ¡Es que no lo entenderías! Los instintos de un vampiro son más horribles de lo que nunca te podrás imaginar. Tú puedes estar sin comer un día o dos… Yo por el contrario no puedo resistir la sed y si me quedara a tu lado acabaría mordiéndote… Ahora mismo no tienes idea del control inmenso que hago sobre mis instintos para poder estar junto a tí...— Sus dedos tocan mis mejillas y su lengua se desliza sobre mi piel congelada. El contacto me estremece, pero no me muevo—. Siento tu pulso y la sangre fluyendo por tus venas… Es demasiado para mí...— Mis manos tocan las suyas.

 

—Milo… Te amo...— Mis palabras atraen sus ojos a los míos, distrayendo vagamente su atención. No puedo leer sus pensamientos, pero sé que una respuesta igual pugna por salir de sus labios, y si no lo pronuncia es por lo doloroso y difícil que debe ser para él—. Nunca voy a aceptar ser un vampiro, eso tenlo claro… sin embargo…— Él niega frenéticamente y me suelta por fin. 

 

—Si te cortas y huelo tu sangre no lo resistiré… ¡Voy a morderte…!

 

—No lo permitiré—. Su dedo empuja mi pecho.

 

—Camus, deja de ser tan malditamente necio y márchate.

 

—No. No quiero perderte otra vez—. Él pierde la paciencia y me sacude por los brazos.

 

—¿¡Que mierda te pasa, Camus!?— Sus ojos cambian de color y sus colmillos se asoman de forma amenazante— ¡Te estoy pidiendo que te vayas! ¡Te estoy rogando que huyas ahora, y eres un testarudo! Ellos sabrán que estás aquí y vendrán por tí… ¡Maldita sea, lárgate!— Finalmente me empuja y yo tropiezo contra una tumba, hasta caer sobre una alfombra de escarcha. 

 

Si él estuviera vivo podría sentir su respiración acelerada y la exhalación de sus labios cálidos en medio de la nevada, sin embargo, sólo puedo sentir su rechazo, su ansiedad y su miedo. Yo no me levanto por unos momentos, ni siquiera lo miro mientras él está de pie frente a mí.

 

Finalmente decido levantarme.

 

—No voy a huir—, respondo en una especie de reto hacia él, y a los de su especie; tal vez incluso hacia el destino—, soy un cazavampiros, ¿Lo olvidas?— él coloca las manos en su cabeza como si perdiera los argumentos e intentara recuperarlos. Yo me limito a apretar mis puños y mirar en otra dirección. 

 

—Camus, esto no es un juego... No es como jugar ajedrez y saber que aunque hoy pierdas tu rey, mañana volverás a intentarlo. Si pierdes la cabeza, no hay punto de retorno.

 

—Lo sé. Pasé los últimos tres años rodeado de cazadores, y me lo pensé un año entero, aprendiendo de todo…

 

—Con él, tu amante—. Su reproche atrae mi mirada otra vez.

 

—Él…— Mis ojos giran hacia la tumba que ha quedado lejos de nosotros—. No sabes lo que significaba para mí…

 

—No es necesario detallar cuando yo los ví—. Noto el obvio recelo en su voz. 

 

—¿Por qué no te acercaste?— le pregunto.

 

—¡Porque creí que me habías dejado atrás! 

 

—¡Pero no lo hice!— Esta vez soy yo quien eleva la voz y se impacienta —Milo… fuiste tú la principal razón por la que acepté convertirme en esto…— Mi puño golpea mi propio pecho—. Eres tú la única causa de que al final quiera terminar con todos ellos sin importar nada más. Jamás pensé que terminaría asesinando a otra persona, cosa o lo que sea. Al final te estoy dando la razón… cuando te fuiste dijiste que no lo entendería, ¡pero sí lo hago!. Así que no. No voy a huir, ¡no me iré sin tí!—. Mi mano vuelve a tomar la suya desesperadamente. Él desvía la mirada.

 

—Realmente había olvidado lo testarudo que eres...— pero no era el único necio entre los dos, y él lo sabía bien. 

 

—Vámonos juntos—. Insistí. Milo movió la cabeza.

 

—No puedo, por última vez, no insistas con esa estupidez…

 

¿Debería rendirme y aceptar nuestro maldito destino?

 

No lo creo… 

 

Por haberme rendido en la estación de tren lo perdí para siempre.

 

Mis manos envueltas por los guantes toman sus mejillas pálidas y frías, mi nariz helada se coloca punta con punta con la de él.

 

—Querías ser un cazador, ¿No es cierto? Entre los dos podemos encargarnos de ellos—. No puedo saber exactamente lo que él piensa, pero estoy seguro que tiene mucho miedo, no por él, si no por mí—. Tú eres fuerte, rápido y sagaz... Sé que si nos unimos, ellos no podrán fácilmente en nuestra contra. Te estoy ofreciendo serlo a mi lado—. Su cabeza se mueve suavemente para negar.

 

—No quiero que me veas así… Quiero que siempre pienses en mí como el Milo que se quedó en París, ¿entiendes? No quiero que todo el amor que sientes por mi se convierta en odio después—. No puedo evitar suspirar, y por primera vez sonreír de un modo que solamente él puede provocar. 

 

—Sabes que no desistiré... Sabes que no voy a renunciar a tí otra vez...— Mis labios tocan los suyos, y sus manos recorren suavemente mi espalda como alguna vez en antaño, sin embargo se contiene y retrae los colmillos antes de lastimar mi labio y tal vez tentarse a realizar algo inevitable.

 

—Infeliz...— Sus ojos se entrecierran cuando me miran, y aunque me hace reír sutilmente con su pequeño insulto, me hace feliz cuando lo veo exhalar con resignación, pues esa era su forma muy frecuente de decirme que sí cada vez que yo ganaba alguna discusión. Sin palabras, ni gestos, sólo esa emanación bastaba para saber que yo era el vencedor.

 

Sé que podría usar su habilidad vampírica para hacerme desistir, incluso sé que podría morderme ahora para asustarme y obligarme a pelear con él, o incluso en nuestro camino hacer algo irremediable, pero quiero intentarlo… No quiero que este destino se interponga nuevamente entre nosotros. 

 

No sé si hago lo correcto, pero puedo afirmar  que tengo mucho miedo por ambos.

 

El anochecer se cierne sobre nosotros cuando decidimos partir. Milo no discute palabra alguna pese a su negativa, y mi parte más difícil será convencerle de que puede funcionar. No sé hasta cuándo, ni hasta dónde logremos llegar pero por el momento estamos juntos, y con su mano fría y huesuda aferrada a la derecha mía, nos alejamos a paso lento desde la tumba de Death Mask hacia un futuro incierto. 

 

Porque aunque el destino se empeñó en separarnos, yo elegí desafiarlo y quedarme “siempre” a su lado… 

 

“Fin”

Notas finales:

Gracias por su lectura!

Y disculpen la demora no estaba convencida con el final.

Gracias a Gea, Camil y todas las personas que me han apoyado. Saludos!!


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