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Roseland por Lukkah

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Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones! :D:D:D:D

Sí, ya sé que dije que esto era un one-shot, pero alguien me dejó un review y mi cabeza empezó a maquinar insatisfecha... Así que hice un pequeño epílogo xDDDDD. Si queréis agradecer, que sea a Childerika, porque ella es la que me metió el gusanillo porque no había lemmon en el one-shot, así que me devané los sesos para hacer una pequeña continuación. Espero que sea de vuestro agrado!

Y como persona que me descurbió el KillPen con sus fics (que son fantásticos), le dedico esta breve historia. Chilmuderika, va por ti amor! <3<3

Y sin más preámbulos, a leer! :)

La noche hacía rato que había hecho acto de presencia, acompañada de preciosas estrellas que iluminaban el firmamento junto a una luna menguante casi imperceptible de lo pequeña que era. Pero sólo unos pocos parecían haberse dado cuenta de ello, los que estaban en cubierta.


Un poco alejados del puerto, un barco pirata con una calavera enorme y un submarino amarillo muy característico descansaban en su propio mundo. Al parecer, la fiesta ese día tocaba en el barco de los Piratas de Kid. La primera reunión que tuvieron las dos tripulaciones juntas fue un desastre, un verdadero desastre, pero por orden de los capitanes, al final acabaron llevándose bien. No habían firmado una alianza ni una tregua ni nada por el estilo, simplemente se respetaban y consentían mutuamente. Los piratas bebían y cantaban canciones obscenas al calor de una guitarra que nadie sabía de dónde había salido, todos ya con un alto grado de alcohol en vena. Pero los altos mandos no estaban en cubierta esa noche.


-A-Ahhh, Killer… -gemía Penguin mientras clavaba sus uñas en la almohada-. Y-Ya estoy listo…


Pero el rubio no contestaba, estaba muy ocupado lubricando la entrada de su pareja con la lengua, humedeciendo bien la zona porque habían pasado un par de meses desde la última vez. El castaño, que estaba a cuatro patas sobre la cama del mayor, se revolvía impaciente por las ganas de tenerlo de nuevo en su interior. Apenas habían pasado dos meses, pero la espera se le había hecho eterna. ¿Cómo aguantar tanto tiempo sin ver a su rubio? Sí, su rubio. Ese rubio que ahora mismo le estaba lamiendo concienzudamente y él, en vez de resistirse, estaba en la postura perfecta exponiendo sus partes íntimas con total libertad. ¿Qué le había hecho ese maldito rubio? Antes no era así…


-Killer, p-por favor –volvió a llamarle el castaño-. Ya, ponla…


-¿Por qué tanta prisa, pequeño? –le contestó con sorna-. Tenemos toda la noche para nosotros, relájate y no te impacientes.


Penguin hundió la cara en la almohada, odiaba decir cosas tan embarazosas como aquellas. Pero no lo podía evitar, no cuando estaba en la cama con Killer. Era tal el placer que sentía que su cerebro colapsaba y dejaba de funcionar con normalidad, volviéndose una persona diferente y muy desinhibida. Pero el rubio pareció hacer caso a sus súplicas, a su manera. Dejó de lubricar la entrada del menor para lamer con calma su espalda, desde los omoplatos hasta la parte baja. Por el camino iba dejando dulces besos lentos y pausados, húmedas caricias que a Penguin le hacían derretirse. Cuando quería, Killer era tan cariñoso…


Mientras repasaba el recorrido de la columna del castaño con sus finos labios, el rubio introdujo dos dedos en el interior de éste por sorpresa. Penguin jadeó de una forma aguda, no se lo esperaba, pero ese jadeo sólo hizo aumentar las ganas de Killer de proseguir con su tarea. Sus gemidos eran tan placenteros, luchando por salir de su garganta a pesar de la vergüenza que le producía al moreno ser tan expresivo. Pero Killer le hacía unas cosas que le llevaban a la locura más infinita, al placer más carnal.


Pronto se unió un tercer dedo, pues el rubio también estaba al límite de poder aguantar teniendo a su pequeño tan necesitado. Cuando le empezaba a suplicar se volvía una tortura para el guerrero, pues quería complacerle de todas las formas posibles.


-K-Killer, no seas malo –susurró el castaño entre gemidos-. Házmelo ya…


El nombrado tragó saliva por la desesperada voz de su pareja, tan sensual y agitada. Pero aún tenía que aguantar un poco más, sólo un poco más. Dejó las hermosas vistas de las que estaba disfrutando y se acercó hasta la nuca del castaño y, con su mano libre, le agarró el cuello para obligarle a girar la cara y besarse de la mejor forma posible por la incomodidad de la postura. Sus lenguas viajaban a una velocidad frenética, recorriendo con total libertad la cavidad bucal del otro, bebiendo de su saliva y regalando la suya propia, fundiéndose en un único ser. De repente, los expertos dedos de Killer llegaron a un punto que hizo gemir mucho más fuerte a Penguin, un punto al que el rubio se había vuelto adicto.


-Me encanta cando gimes de esa forma –susurró Killer muy indecentemente-. Me vuelves loco.


-Y a m-mí me gusta cuando me folla –Penguin no pudo terminar la frase porque los dedos del rubio volvieron al ataque-. ¡A-Ahhh…!


-¿Cuándo qué? –preguntó lujurioso el pirata-. ¿Qué ibas a decir, Pen?


-P-Por favor, Killer… -el castaño sonaba desesperado, lo necesitaba dentro de él-. Hazlo ya…


El guerrero aguantó un par de embestidas más con sus tres falanges, pero cuando Penguin se ponía a gemir de esa forma perdía los estribos y tenía que hacerle suyo. Lo tenía que hacer. Tras un largo suspiro, al final aceptó la petición de su pareja. El mayor sacó los dedos y, moviendo al pequeño sin problemas como si fuese una muñeca de trapo, le dio la vuelta para poder verle directamente mientras lo penetraba. No quería perderse ni una de las eróticas expresiones que hacía. Killer agarró una de las piernas de Penguin y la pasó por arriba, apoyando el tobillo de éste en su hombro, mientras que la otra estaba en posición horizontal paralela a la cama, haciendo un ángulo de 90 grados casi perfecto. Penguin jadeó por la postura tan sensual, estaba completamente expuesto pero le daba igual porque necesitaba sentirle dentro de una buena vez.


-N-No aguantaré mucho –acertó a decir el castaño-. Tengo tantas ganas…


-No te preocupes, pequeño –le tranquilizó el rubio con una voz que le ponía los pelos de punta al menor-. Tenemos toda la noche por delante…


Y lentamente fue introduciendo su endurecido pene en el interior del castaño, quien gemía entrecortadamente por sentir el placer por fases conforme iba entrando el miembro. Maldito Killer, en vez de metérsela de golpe lo estaba torturando. Cuando sintió la totalidad del miembro dentro, el menor gimió de satisfacción al ver sus deseos cumplidos. Por fin lo tenía dentro. Por fin, después de dos meses, iba a perderse en aquel maravilloso cuerpo musculado de su enmascarado de los mares.


Sin un minuto que perder, Killer comenzó a moverse sujetándose en las piernas de Penguin para que no las moviera y pudiera penetrarle con total facilidad. Penguin, por su parte, se agarró a la almohada del rubio clavando sus uñas en ella, como si de un gato se tratara. Con cada embestida de su hombre sentía que perdía la consciencia, sentía como la sangre no le llegaba a la cabeza, como se secaba su garganta, como se quemaba en una hoguera carnal, como su vientre y su entrepierna palpitaban pidiendo más. ¿Por qué había tenido que aguantar dos meses para sentirlo de nuevo? ¿Por qué no podían estar juntos para siempre?


Las estocadas de Killer eran precisas y calculadas, siempre llegando a ese botón mágico que hacía vibrar a los dos. No apartaba la vista de su chico, ahí tirado en la cama completamente abierto y sin ser capaz de pronunciar dos palabras seguidas por la excitación. Veía su pecho agitado subir y bajar con rapidez, sus húmedos cabellos por el sudor pegarse a su frente y cuello, sus acuosos ojos castaños impregnados en placer, sus sonrosadas mejillas como fresas, sus carnosos labios llenos de saliva, su graciosa lengua que a veces mostraba demandando un beso que nunca llegaba… Uf. ¿Por qué tenía que ser tan perfecto?


-K-Killer, m-más despacio… -susurró Penguin con un hilo de voz-. No aguanto m-más…


-Vamos, Pen, córrete para mí –contestó Killer con una lujuriosa sonrisa, y movió la pierna que tenía apoyada en su hombro hacia abajo, dejándola paralela a la cama y abriéndole todavía más. Con la pierna ahí, se acercó a la boca del menor y le besó con ganas mientras continuaba embistiéndole sin parar.


Penguin recibió el beso gustoso y se encaramó al cuello de su amante mientras sentía como el orgasmo llegaba. Con los labios de Killer todavía pegados a los suyos, el castaño terminó corriéndose entre gemidos y jadeos silenciados por la juguetona lengua del rubio, que también se corrió al sentir la presión que ejercían las paredes del menor cuando se contraían y se expandían por el orgasmo. Maldito Penguin, eso había sido rápido. Salió de él con cuidado y se dejó caer en la cama mientras el castaño intentaba recobrar la cordura.


-Eso ha sido rápido –se rió el guerrero-. ¿Tantas ganas tenías?


-¡C-Cállate! –se ruborizó el pirata-. ¡Si no hubieses tardado tanto en prepararme…!


-Tranquilo, pequeño –Killer lo atrajo hacia sus brazos para envolverlo y besarle la frente cariñosamente-. La noche no ha hecho más que empezar…


Pasaban de las doce cuando Eustass Kid abrió los ojos. Se esperezó de mala gana, y acto seguido buscó al capitán de los Heart, quien estaba tranquilamente leyendo a su lado completamente absorto con la novela. El pelirrojo rodó hasta acercarse a él y descansó su cabeza sobre su regazo esperando unos pocos mimos por parte del cirujano. Éste continuó con la lectura sin inmutarse, pero le acarició el cabello de fuego queriéndole decir un “buenos días”. Al menor le encantaban esas caricias, pues sólo dejaba que Trafalgar le tocara su preciado cabello tan particular. Lentamente, fue quedándose dormido otra vez.


-Eustass-ya, tengo hambre –lo llamó el moreno, impidiendo que se durmiese de nuevo-. Prepara algo para desayunar.


-¿Por qué no te has ido a tu barco a comer algo? –inquirió el otro molesto, desde que le había confesado que cocinaba, Law no paraba de pedirle platos-. Lo tienes al lado.


-No es un barco, es un submarino –le corrigió el mayor dejando el libro en la mesilla-. Levanta de la cama, vamos, que yo llevo más tiempo despierto que tú.


Kid lo miró desafiante, con esos ojos ambarinos imbuidos de rabia, y molesto porque el otro no hacía más que joderle, tiró de él para enterrarle entre sus brazos y que se callara de una maldita vez. Cuando quería, Trafalgar podía ser muy impertinente.


-Espera un poco –dijo mientras acomodaba al mayor entre su pecho pasando sus brazos por la estrecha cintura de avispa del otro-. Vamos a quedarnos un poco más en la cama…


Law iba a reprocharle porque no quería más sexo, estaba exhausto de la noche anterior, pero al ver que Kid simplemente cerraba los ojos de nuevo con intención de dormir, se calmó. Sonrió sin darse cuenta, cuando quería, Kid podía ser realmente dulce. Hacía dos meses que no se habían visto, y a ambos se les había hecho duro, porque desde que se conocieron en aquella isla de verano hace ya un año, por casualidades de la vida, siempre habían acabado viéndose al cabo de dos o tres semanas. Al principio fue pura casualidad, pero desde que uno dijo que el otro le estaba siguiendo, aquello realmente se convirtió en una persecución a escondidas, pero unos días era Kid el cazador y otros lo era Law.


-Eustass-ya, ¿te sucede algo? –preguntó Trafalgar con suspicacia. No se le escapaba una.


-No… -contestó el otro con desgana, cerrando con más fuerza los ojos y apretando todavía más al moreno contra su pecho-. Duérmete otra vez, Trafalgar.


-No me des órdenes –suspiró el moreno. Era evidente que le pasaba algo, y pensaba averiguarlo costase lo que costase-. Eustass-ya, sé que te pasa algo. Será mejor que me lo digas cuando antes y acabemos con la tontería, porque ambos sabemos que tarde o temprano lo descubriré.


-Tsk… -el pelirrojo rugió resignado, Law tenía razón. Así que con muy pocas ganas, comenzó a hablar-. Después de abandonar esta isla… Viajaremos al Nuevo Mundo.


-Eso está muy bien –comentó el cirujano como si nada, pero en el fondo ese comentario había caído en su corazón como una roca pesada en el mar-. El Nuevo Mundo es peligroso, pero Eustass-ya es fuerte.


-No me refería a eso –gruñó el menor enfadado. No quería decirlo, porque sabía que Trafalgar lo sabía, pero le estaba obligando a pronunciar esas palabras que tanto le costaba soltar-. Ya sabes lo que quiero decir… -Law lo miró atónito, fingiendo no comprender lo que le estaba diciendo su pareja-. Joder, Trafalgar… Te… ¡Te voy a echar de menos, ¿vale?!


Law sonrió ladinamente y se revolvió entre los brazos del enorme pelirrojo inspirando su olor a hombre. Cómo le gustaba ese olor. De repente, comenzó a reír tímidamente por la confesión tan obvia que había obligado a decir a Kid. A veces se comportaba como un niño pequeño… Y así sólo podía quererlo más. Pero la risita de colegiala no gustó al menor.


-¿¡D-De qué te ríes!? –le espetó furioso y rojo como un tomate después de haberse confesado.


-De nada, Eustass-ya, de nada –sonrió el moreno, y estiró su cuello para besar a esa bestia que tenía por novio, una forma perfecta de calmarlo.


Estaba ya anocheciendo cuando las tripulaciones se despidieron, pues tuvieron que recoger los desperfectos de la fiesta nocturna, y estando de resaca, les costó más de lo habitual. Además, ninguno de los altos mandos salió de sus respectivas habitaciones, por lo que no recibían órdenes estrictas para que se dieran prisa. De hecho, ninguno quería separarse del otro. Pero eran piratas al fin y al cabo, y tenían que seguir su rumbo.


-Penguin –le llamó Killer antes de que desembarcara del barco para pasar al submarino, donde la mayoría de sus compañeros estaban ya-. Tengo… Un regalo para ti.


-¿Eh? –el nombrado se sonrojó por el detalle tan cariñoso, no se lo esperaba para nada-. ¿Para mí? No tenías que haberte molestado…


El rubio se acercó y, a pesar de que estaban en la cubierta y siendo el centro de atención de la tripulación de Kid (así como de sus capitanes, que parecían reticentes a separarse), sacó una pequeña cajita de madera con un corazón grabado en la parte superior. Penguin la recibió nervioso, era muy pequeña y no tenía ni idea de qué podía ser. Además, sentía las miradas de asombro de los piratas y la del propio Killer, que aunque llevaba puesto el casco, sabía que le miraba inquieto esperando una reacción por su parte. Tembloroso, el castaño abrió la caja y encontró una preciosa esclava de plata con detalles en oro blanco en la que se podía leer una inscripción. Con mucho cuidado, Penguin sacó la pulsera del estuche y la miró anonadado, era preciosa. Pero lo que de verdad le emocionó fue el detalle que tenía inscrito en el centro de la pulsera, donde se podía leer “K&P” en una preciosa caligrafía. Cuando lo vio, el pequeño sintió que se moría allí mismo y saltó a los brazos de su hombre llorando de felicidad.


-K-Killer, es preciosa –dijo entre sollozos el castaño-. ¡Te quiero, te quiero, te quiero…!


-Yo también a ti, pequeño –contestó el rubio mientras abrazaba a su pareja. No quería dejarlo marchar, pero no tenía otra opción. Pero sabía que era fuerte, así que estaba seguro de poder verlo en el Nuevo Mundo.


-Eustass-ya… -llamó Law por lo bajinis al pelirrojo, y cuando hubo captado su atención, le miró con ojos llorosos-. ¿¡Por qué tú nunca me regalas esas cosas!?


Al caer la noche, las tripulaciones se despidieron definitivamente, y el barco de Kid partió de la isla. Era una sensación extraña, pues a raíz de la relación entre sus altos mandos, todos se habían cogido un cariño especial y se iban a echar de menos mutuamente. Hasta Bepo no pudo resistir llorar un poco. Cuando el barco desapareció por el horizonte y todos los piratas Heart entraron en el submarino, excepto Penguin y Trafalgar.


-Debes sentirte afortunado –comenzó el moreno-, Killer-ya te quiere mucho.


-Sí… -suspiró el castaño mientras miraba aún incrédulo su regalo. Había decidido llevarla en la mano izquierda porque, al igual que con los relojes, no se la quitaría nunca-. Bueno, el capitán tiene a Eustass.


Law sonrió ladinamente y cerró los ojos por un momento. Podía imaginarse al pelirrojo llorando en su habitación sin querer salir por el comentario que le hizo entre falsas lágrimas de cocodrilo, pues el moreno creyó oír cómo se le rompía el corazón a su enorme bestia marina. Se rascó la nuca nervioso, ¿qué pensaría cuando encontrase la carta que le había dejado entre los papeles del escritorio antes de marchar? La mano de Penguin en su hombro le sacó de sus pensamientos, y viendo que le sonreía, Trafalgar se la devolvió feliz. Tocaba volver a la realidad, tocaba terminar los asuntos pendientes para ir cuanto antes al Nuevo Mundo. Porque ninguno de los dos, Law y Penguin, sabría cuánto tiempo podría aguantar sin su hombre.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido?

Ya sé que el lemmon no sale completo, pero tampoco querñia extenderme mucho (lo siento u.u).

También he contado algo más de Kid y Law, porque en sí están en la misma situación que Killer y Penguin. ¿Qué os ha parecido el detalle de la pulsera? Sentía algo en mi interior que me impedía dejar sólo la escena de sexo entre esos dos, así que mi parte más romántica se apoderó de mí y comenzó a escribir cursilerías que son jodidamente bonitas TT.TT *llora de emoción*

Espero que os haya gustado este pequeño epílogo, y espero escribir algo más de esta preciosa pareja, porque son <3.

Un besito amores! :):)


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