Zoro~
Corrí y corrí, el peso de Tashigi me cansaba mientras más tardábamos en llegar a la casa que me indicaba la chica de pelo negro, tenía miedo, estaba completamente aterrado, sentía la ansiedad carcomerme por dentro y pronto las lágrimas comenzaban a salir sin que yo pudiera detenerlas, en seguida se congelaban con el contacto del viento helado, sentía que quería llorar hasta quedarme sin más lagrimas por dar, pero no podría Tashigi debía verme fuerte, debía sentir que podía confiar en mí, eso debía pasar.
-Sígueme por aquí.- Me indico la niña, un tanto asustada, Tashigi simplemente se había desmayado frente a nuestros ojos y no podíamos entender muy bien el por qué.
-Claro.- Mantente fuerte, me dije a mi mismo una y otra vez.
Cuando llegamos todos se movían demasiado rápido, tomaron a Tashigi en brazos y se la llevaron a otra habitación, yo me jale, avente, me moví, no quería que se la llevaran lejos de mí, patalee y luche con todo lo que tenía.
-¡No me la quiten a ella también!- Grite al borde del llanto, de repente todo fue calma, alguien venía caminando por el pasillo y según parecía le respetaban mucho.
Era un viejo con el pelo blanco, una sonrisa amplia muy similar a la del niño que habíamos encontrado en el bosque.
-Cálmate, cálmate, ellos solo están tratando de ver porque la pequeña llego tan grave, volverás con ella, lo prometo ¿me acompañas? – Me dio unas palmaditas y me dirigido a una habitación cercana, ese abuelito me llenaba de confianza, lo seguí sin oponer mucha resistencia.
-Bueno, siéntate en donde quieras.- señalo toda la habitación con las manos.- No manejo gente muy dócil, por lo que regularmente se sientan en el piso o simplemente observan recargados a las paredes, no me voy a molestar por tus modales bwahahahaha, tranquilo mocoso, tengo que explicarte algunas cosas.- me miro de una manera que no sabía descifrar, me senté cerca a la mesa, recargado a la pared.
-¿Su… sucede algo malo?- Mi voz temblaba, mierda, tenía miedo de lo que él diría.
-Bueno, Robin ya debió haberte dicho algo, la noche de ayer fue dura para todos, primero debo decirte que ambos.- señalo con un movimiento de cabeza la dirección de la habitación de Tashigi.- han quedado bajo mi cuidado por orden de Koshiro, él quería que ambos estuvieran a salvo.
-¿Puede explicarme que paso?- lo mire con ojos anhelantes, quería saber, aunque me destrozara el alma, aunque me rompiera en mil en mi interior, quería saber, lo necesitaba.
-Bueno… mocoso, eso es…- Vi la duda que tenía, sin duda no eran temas que se hablan con los niños.
-Se lo suplico.- coloque mi cabeza en el suelo, me incline ante aquella persona, como nunca lo había hecho… debía saber que había pasado con aquellas personas que me habían amado tanto como yo les amaba a ellos.
El abuelo soltó un suspiro largo y pesado y después comenzó a narrar. –Está bien.- Dijo antes de comenzar a contarme lo que sucedió.
“Koshiro era un muy buen amigo mío, entreno a muchos de mis hombres, mocoso, no mal entiendas, no era un traficante ni una mala persona… todo lo contrario, acogió y ayudo a tantas personas como le fue posible, pero no todos saben valorar las segundas oportunidades que les da la vida, debes saber primero que yo soy el líder de una de las familias yakuzas más fuertes de todo el país por no decir que la más fuerte, Koshiro sano mis heridas cuando nadie si quiera se me acercaba, él fue… él fue… - por unos instantes pensé que el abuelo se pondría a llorar, pero se mantuvo fuerte.- él fue el único que creyó en mí todo el tiempo, hasta el final.
No tengo una familia como los demás, no trafico personas, ni nada de eso, nos dedicamos al comercio, transportamos vinos al país y exportamos sake, pero las grandes empresas no se pueden mantener sin ataques todo el tiempo, mi familia se encarga de cuidarnos, de evitar que nos hagan daño, todos se cuidan entre todos es algo muy divertido bwahahaha, pero bueno, me salí un poco de tema.
Koshiro y Kuina entrenaban a los más chicos de mi familia, sólo eran ellos y unos cuantos más hasta que llegaron ustedes, Koshiro me pidió que les permitiera quedarse bajo su cuidado, sin dudarlo acepte, Kuina siempre que venía hablaba muchísimo de ustedes, la última vez que vino a verme me hablaba insistentemente de lo fuerte que eran, ese mismo día me informo que había alguien vigilándolos, aunque no entendía muy bien el porqué, todo comenzó ahí, aparentemente sólo los tenían vigilados, cuidando cada movimiento que hacían, pero no fue así.
Aquella noche decidieron que estaban frágiles, debes saber que Koshiro era el propietario de 3 de las espadas más importantes de todo Japón, han pasado de generación en generación en la familia de Koshiro, son muy valiosas, fueron forjadas a mano hace mucho tiempo y este tipo de espadas ya no se encuentran en cualquier lugar, al contrario ni siquiera se fabrican en la actualidad, las personas que atacaron buscaban estas espadas, Kuina tenía una bajo su cuidado las otras dos las tengo yo, las espadas ni siquiera estaban en el dojo pero ellos las deseaban… quemaron el dojo desde fuera, el fuego estaba demasiado avanzado para cuando Koshiro lo había notado, le encargo a Kuina que los sacara del lugar, él los quería vivos, una vez que Kuina los dejo en el río volvió a el dojo.- El abuelo se quedó callado unos minutos, vi tantas emociones surcar su rostro que sentí formarse un nudo en mi garganta, sin duda se acercaba la peor parte y aún se debatía si debía decírmelo.
¿Sabes mocoso? La codicia de la gente la lleva a cometer muchos errores.
Asesinatos.
Matanzas a inocentes.
A destruirse ellos mismos.
Y no les importa en lo más mínimo, simplemente siguen deseando tener más y más cada vez, es como si algo les poseyera en aquellos instantes y no pudieran detenerse pesé a saber cuánto daño están causando, eso paso esa noche.
Esas personas desearon más y más, mataron a aquel que se les pusiera en frente.
Koshiro fue una buena persona.
Quizás demasiado.
Bueno, puede que no necesites los detalles aún, ve y cuida a la niña, cuando sea el momento terminare el relato.- El abuelo giro su silla y se quedó absorto mirando la ventana, cuando salí de la habitación observe de nuevo aquella silla que parecía mecerse con el viento, puede que simplemente vi mal… pero me pareció ver al gran e imponente Garp derramar un par de lágrimas.
Camine pesadamente a la habitación de Tashigi, ella estaba durmiendo, se acercó un pequeño niño de pelo color caramelo, ojos azules y un gran gorrito rosa, estaba colocando muchas cosas en una bandejita de metal, me miro durante unos instantes y comenzó a guardar las cosas más rápido para después tratar de salir corriendo.
-¿A dónde vas?- en cuanto lo detuve comenzó a ponerse ansioso.- Oye, tranquilo, no te voy a hacer daño.-me senté cerca del futon en donde estaba Tashigi.- Solo quiero saber cómo esta ella.
-Se mejorara.- dijo el pequeño castaño en voz baja.- Sólo fue un colapso nervioso.- después de terminar de decirlo salió corriendo de la habitación.
-Vaya niño.- gire la mirada de regreso a las largas pestañas de Tashigi, entonces la vi despertar lentamente.- ¡Vaya! Hasta que despiertas, mira que me diste un susto de…- antes de que pudiera terminar de hablar ella se lanzó a mis brazos y se aferró a mí de una manera completamente distinta a la normal.
-No te vayas Zoro, no me dejes, por favor, quédate conmigo, no me dejes sola, no quiero estar sola de nuevo.- Me gritaba al oído completamente aturdida y llena de lágrimas, sentí mi corazón retorcerse un poco, era doloroso verla en ese estado. La rodee con mis brazos y la abrace firmemente.
-No me voy a ir, me quedare contigo.- Acaricie lentamente su pelo, trataba de calmarla, de verdad que lo intentaba, pero ella no parecía más tranquila.
-Zoro…- sentí que finalmente se relajaba un poco.- ¿todo va a estar bien? – Esa misma pregunta había estado rondando mi mente una y otra vez, cerre mis ojos fuertemente, metí aire a mis pulmones y dije:
Todo va a estar bien, me asegurare de ello, yo te protegeré Tashigi.
Habían pasado ya diez años de esa promesas, y ahora cubro mi rostro con las manos, y siento las lágrimas escapar de mis ojos corriendo por ser libres por mis mejillas. No había cumplido la promesa… Y ahora nada puedo hacer.
Los días en aquel entonces pasaban de manera normal, habíamos visto al abuelo normalmente, con el tiempo habíamos comenzado a llamarle abuelo de manera afectiva, Luffy era el nieto de Garp y Robin una de las primeras chicas que llegaron bajo el cuidado de Garp cuando su casa fue quemada y toda su familia asesinada, según lo que nos habían contado ella no lograba llevarse bien con nadie hasta que llego Luffy, en un inicio sólo hablaba con Garp, pero ahora con Luffy cerca era mucho más sociable.
Tashigi se había ido acostumbrando al ambiente del lugar y finalmente la veía sonreír de nuevo, ya había pasado un año de aquella triste noche, constantemente le preguntaba al abuelo si terminaría de contarme el relato pero aseguraba que aún no era el momento, así que seguí esperando.
Un día los grandes portones de la casa se abrieron, Luffy se alegró mucho más de lo normal, alguien había llegado, alguien a quien no conocíamos.
-¡Hermanoooooooooooooooooooooo!- grito luffy mientras corría a los grandes portones.
Alguien cruzo la puerta, se quitó un sombrero extraño que llevaba, nos miró para finalmente sonreír y presentarse.
-Hola, yo soy Ace, un gusto en conocerlos.