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Estrellas fugaces y problemas de colores por Adriana Sebastiana

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Notas del capitulo:

Hola, ¿cómo les ha tratado la vida? Me imagino que bien >_< Enero está pasando bastante rápido, ¿no lo creen?

Bueno, otra vez vengo con un capítulo tierno, y avisándoles que participaré en la convocatoria KagaKuro con el día 14 y 28. Espero que me dejen reviews.

También quería decirles otra cosilla, con respecto a este fanfic. Me alegro mucho de haberlo subido, y estoy consciente de que tiene sus defectos y cosas medias tontas... pero me he divertido bastante escribiéndolo. Aún me falta experiencia para escribir algo "sublime". Pero bueno, al grano... en dos o tres capítulos más ya pienso darlo por terminado. Esos pequeños arcoíris me estaban matando con una sobredosis de ternura... Ok, no era por eso, sino por mi diabetes... Ok, tampoco era eso. [Lo sé, mi humor es un asco T_T]


Sin más que decir, les dejo leer el cap de hoy. Muchas gracias por sus lecturas.

Anggie-san... Muuuchas gracias por tus reviews. Son hermosos.

 

Todos los personajes de Kuroko no Basket son propiedad intelectual de Tadatoshi Fujimaki-sensei.

Capítulo XV

 

—Ahora sí, ¿vamos con Aominecchi? —insistió Kise tomando del brazo al peli celeste.

 

—Está bien, pero antes… necesito preparar mi pijama. No puedo dormir así. —¡La excusa perfecta! Sí, solo restaba desaparecer… ¡Pan comido!

 

—Es cierto. Kise podría usar una de las mías… pero contigo… ¡Vamos a tu cabaña! —Aomine tomó a Kuroko del otro lado.

 

El menor chasqueó la lengua en un gesto de disgusto, pero se dejó llevar por ese par. Estaba lo suficientemente cansado como para salir corriendo. Aunque si lo hacía, ellos lo atraparían en un dos por tres. Caminaron bajo un farol ubicado a unos tres metros del suelo, y vio como tres sombras se proyectaban en el suelo: dos seres humanos llevando a un alíen miniatura. ¡Exacto, ese ser desconocido del espacio exterior, era él!

 

—¿Podrían soltarme? —dijo con la cabeza agachada y la voz apagada.

 

—No~ lo siento Kurokocchi, pero desde hace tiempo nos dimos cuenta de que quieres escapar.

 

—No lo permitiremos.

 

—No soy su prisionero. —replicó el de orbes azul cielo.

 

—No, eres mi preciado Kurokocchi~ —sonrió con dulzura.

 

—¡Cállate Kise! Tetsu es nuestro amigo, y solo vamos a tener una pijamada. No seas empalagoso…

 

—Gracias Aomine-kun. A veces Kise-kun me asusta.

 

—Sí mi Tetsu, yo te protegeré. —acto seguido, lo acercó más a su costado. ¡Actuar como el buen amigo era bastante beneficioso a veces!

 

—¡Eh! Eso no es justo…

 

—Es solo que a veces exageras. —sonrió de nuevo, ligeramente —Pero me alegra saber que soy importante para ti, Kise-kun. —¡Y no sabe cuán importante!

 

—Kurokocchi~ —miró al pequeño, con los ojos cristalizados, enamorados, ilusionados, siempre vivos… para él.

 

—¡Tsk! —pronunció el moreno con algo de molestia, para luego girar la cabeza al otro lado… ¡Pero otras tantas, ser el buen amigo no era tan buena idea!

 

En cuestión de unos minutos llegaron a la cabaña de Kise, tomaron un par de cosas y una cobija amarilla de la suerte. Luego, se dirigieron a la de Kuroko, quien solo se armó de un juego de noche, ya saben, lo normal: pantalón, camiseta, pantuflas y protector de ojos.

 

—¡Ya es hora de nuestra Pijama Party! —anunció el rubio. Recibiendo los vítores del moreno, y una mueca del 11 de Seirin.

 

Será una larga noche.

 

—Bienvenidos, muchachos. —hizo una reverencia cómica Aomine al abrir la puerta de su cabaña y encender la luz.

 

—Está bastante desordenado. —replicó Kuroko al dar un par de pasos.

 

—Sí, incluso la cama está revuelta —secundó el rubio, algo desanimado por el ambiente.

 

—¡Ahora lo arreglo! —había olvidado por completo esos detalles. Como si fuese un Demonio de Tasmania, recorrió el lugar con suma velocidad, y dejó las cosas en un lugar más adecuado. Al cabo de unos segundos, y con una pequeña gota de sudor haciendo acto de presencia sobre su frente, dijo —¡Todo listo!

 

—Aominecchi es rápido~ —sonrió Kise, quien se abalanzó en la cama de tres plazas.

 

—Se ve divertido. —ahora fue Kuroko, que hizo lo mismo, manteniendo la distancia de su empalagoso amigo de Kaijô.

 

—¡Hice lo mismo en mi habitación! Se siente tan suavecito~ —se acercó al peli celeste con precaución, fijándose en que su anfitrión estuviera lo suficientemente lejos… en el baño, con más exactitud.

 

—Es la primera vez que me lanzo en la cama de alguien más. —dijo Kuroko sin darse cuenta de la cercanía del rubio.

 

—¡Kurokocchi~! —se aferró al menor con cariño, y se movió, probando la resistencia de la cama. —Se siente muy bien.

 

—Estás caliente, Kise-kun. —el de ojos ámbar se sorprendió, pero no se alejó. Tampoco es que estuviera encima de su amigo, pero sí lo suficientemente como para pasar por una pareja abrazada. ¿Caliente en qué sentido? Pasó saliva y le miró, sonrojado. “Ryôta, no cedas a tus impulsos” se repetía como un mantra. —Yo tengo algo de frío. —¡Era oficial, su corazón se le saldría del pecho! Con un poco de desconfianza, se acercó más a su amigo… no era un pecado brindarle un poquito de su calor, ¿no?

 

—¡K-I-S-E! ¿Qué le estás haciendo a mi Tetsu?

 

El resto de la noche continúo con risas y ciertos comentarios indecorosos, propios de jovencitos con brotes de testosterona. No había mucho que añadir, eran ellos mismos, pero en otras circunstancias. Un par de golpes y patadas voladoras entre Kise y Aomine, los reclamos de Kuroko por la forma tan infantil de actuar de ese par. Los abrazos sorpresivos de Kise y obviamente, las amonestaciones por parte del moreno. Y como el de orbes celestes había predicho… le trataron como un juguete, y apenas pudo dormir un par de horas.

 

Todos se acomodaron en la misma cama, al principio, manteniendo su espacio personal… pero con el tiempo. Las extremidades de ese trío estaban dispersas sobre las de sus compañeros. Aun así, se sentían cómodos por la experiencia. Quizás lo volverían a repetir… ¿no?

 

Quizás no…

 

 

—Kuroko… —susurró entre sueños, Midorima, tocando sus suaves cabellos, imaginando el olor característico del oji celeste. No era su costumbre ser cariñoso, pero se moría de ganas por abrazarlo… y ahora, estaba tan cercano, tenía que hacerlo.

 

—Shintarô —exclamó un poco sorprendido el Emperador, al notar como alguien lo tocaba con suavidad. Pero no era eso…  ¿Habían dormido juntos?

 

—¡Ah! —gritó el aludido, levantándose de la cama por inercia. —A-Akashi.

 

—No te preocupes. Después de todo, fui yo el que se quedó dormido en tu cama. —se desperezó con glamour y se puso de pie, estirando su cuerpo de nuevo.

 

—Eso fue raro… —musitó el peli verde, todavía apenado por lo sucedido. Esperaba, de verdad, que no haya dicho nada indebido… o peor aún, “tocado algo indebido”. Sintió su rostro arder, y fue al baño a refrescarse.

 

El reloj en la pared marcaba las ocho de la mañana, en punto. Akashi sonrió de lado por la exactitud, y se miró en el espejo de la sala de estar. Su cabello estaba desastroso, trató de acomodarlo, pero sería inútil sin un poco de agua, o uno de sus cepillos de cerdas de unicornio importados.

 

El sonido de su teléfono le distrajo, y con algo de prisa, lo buscó en el abrigo que llevaba puesto la noche anterior.

 

—Hola, Tetsuya. Es un gusto escuchar tu voz tan temprano. —saludó con una voz seductora y confiada.

 

—Akashi-kun… —respondió Kuroko al otro lado de la línea, con cierto nerviosismo. —Pasó de nuevo.

 

—Explícate, por favor. —sabía lo que quería decir, pero debía escuchar una confirmación antes de tomar cualquier medida.

 

—Aomine-kun…

 

—Ya veo, en ese caso…

 

—Espera, Akashi-kun… no es solo él. También Kise-kun. Ambos se encogieron.

 

—Voy en seguida. ¿En dónde estás? —había escuchado lo suficiente como para asumir que su peli celeste podría estar en algún otro lugar, y no en su cabaña. ¿De qué otra manera podría saber el estado en que se encontraban?

 

—Estoy en la cabaña de Aomine-kun. Ellos aún no despiertan. Tienen el sueño profundo. —acotó Kuroko antes de dar por terminada la llamada. —Gracias. Te estaré esperando.

 

—Nos vemos pronto.

 

La llamada terminó, y Akashi tenía un aura oscura, totalmente maligna, alrededor de su cuerpo. Ese par de idiotas habían convencido a Kuroko de participar en esa famosa Pijamada que llevaba pidiendo Ryôta desde hace tiempo.

 

—Shintarô, tenemos trabajo que hacer. —moduló su enojo en una especie de orden. Midorima apareció en el marco de la puerta que separaba al baño del dormitorio. Su semblante no decía nada bueno… “¿Otra vez?” pensaba, y soltó un poco de aire.

 

—¿Quién es ahora?

 

—Daiki y Ryôta. Ambos están con Tetsuya. —respondió mecánicamente, sin ganas de pensar en ese par con su amado peli celeste.

 

—Todo esto es muy raro ~nanodayo. —suspiró —No tenemos nada fijo… ¡genial! Nuevamente estamos en cero. —se rascó la cabeza, despejándose por completo antes de proponer que si quiera le dejara tiempo para cambiarse de ropa. No le gustaba salir con un pijama de cuadros. —Espera un momento, Akashi.

 

—No tardes, Shintarô. Tenemos algo muy interesante entre manos. —sonrió de forma suspicaz, Midorima, quien conocía más que nadie las intenciones de su mejor amigo, solo pudo suspirar, y de nuevo, seguirle el juego. Se sentía como el famoso Watson de las obras de Conan Doyle, claro, pero en situaciones mucho más ridículas.

 

Una vez, vestido con algo decente, y provisto de su Lucky Item, salieron en dirección a la segunda sección del resort. Rápidamente dieron con la cabaña del moreno. Hicieron notar su presencia, pero entraron con seguridad, como un par de agentes federales al irrumpir en una propiedad bajo sospecha policial. Saludaron, como siempre lo hacían; y miraron a los cuerpecitos desparramados sobre la cama de tres plazas. Piernas y brazos enredados con los del otro. Era una escena digna de una estampa. Aunque Midorima no lo acepte jamás en voz alta, le parecía en extremo tierno… era la primera vez que pensaba en ellos de esa manera, pues siempre los veía como unos diablillos descerebrados.

 

—Supongo que lo mejor será despertarlos. —musitó Akashi, con la mirada fija en Kuroko. Pidiéndole silenciosamente, alguna explicación por su presencia en ese lugar. Pero, al parecer, esa indirecta no cumplía su cometido. —¿Dormiste bien?

 

—No mucho, ellos se movían toda la noche. —aclaró y enseguida dio un bostezo —No pensé que algo así pudiera pasar. —Akashi levantó una ceja, intrigado… —Bueno, ya sabes… ambos a la vez.

 

—Es una novedad para mí también —replicó sin quitarle la vista en encima… —Como aun no desayunas algo, Tetsuya… ¿qué te parece esperarme en el comedor?

 

—¿No vienes conmigo? —el heterocromo negó.

 

—Tengo unos asuntos que atender. —explicó, refiriéndose a Murasakibara. —Shintarô, acompáñame. Esos dos dormirán otro rato… aunque, lastimosamente se quedaron sin desayuno. —dijo esta vez con una mirada siniestra.

 

—Claro, me muero de ganas por despertar a Murasakibara. —respondió irónico el de anteojos ante la “orden” implícita de su excapitán. Sí, tampoco estaba de humor ese día, sobre todo porque Cáncer estaba en el noveno puesto. —Además, Akashi. Supongo que quieres cambiarte de ropa.

 

—Es cierto, pero pensaba hacerlo más tarde. En ese caso, ve tú solo. —sonrió de nuevo. —Nos vemos al rato. —dijo alzando su mano al aire y saliendo del lugar para tomar una ducha.

 

—Yo iré contigo, Midorima-kun.

 

—¿Eh? —estaba viendo a Akashi irse lejos, con un poco de enojo contenido.

 

—Claro, si no te molesta. —acotó el peli celeste.

 

—No tengo inconvenientes con eso. —respondió mientras se acomodaba las gafas, como siempre.

 

—¿Son nuevas? —Shintarô sonrió imperceptiblemente.

 

—Veo que lo notaste, Kuroko. Las anteriores quedaron muy mal. —replicó, recordando ese altercado que inició para “secuestrar” a Kagami.

 

—Soy muy observador, Midorima-kun. —sonrió de igual forma, apenas una curvatura en sus delineados labios rosa.

 

Juntos salieron de esa especie de “guardería” y conversaron un poco durante el camino a ese lugar secreto donde dormitaba el titán de Yosen. ¿De qué charlaban? Bueno, Midorima, por centésima vez, le recalcaba la importancia de llevar un amuleto de la suerte a donde quiera que vaya, a lo que Kuroko siempre respondía que no era necesario, que no estaba de acuerdo con esa creencia y que aun así la respetaba. Además de hacerle sonrojar en un par de ocasiones… “Esa es tu gracia, Midorima-kun. Te hace único y de alguna manera, indispensable”, sonaba extraño, pero al peli verde le gustaban las cosas extrañas… No había remedio.

 

—Ya llegamos. —abrió la puerta y dio unos pasos al interior. Kuroko le siguió, y creyó sentir una especie de deja vu.

 

Muy similar al estado de Kagami-kun la noche anterior.

 

—Murasakibara, despierta. —insistía Midorima sin acercarse mucho a ese individuo durmiente. Él ya había vuelto a su forma habitual, así que ocupaba toda la cama. —¡Murasakibara! ¡Despierta de una buena vez! —alzó la voz, pero su objetivo apenas se movió y cubrió su cabeza con un par de cobijas.

 

—Mejor lo intento yo. —interrumpió el menor. —Murasakibara-kun, soy Kuroko… si no te despiertas, ya no te voy a querer. —Ok, eso le había dolido hasta al peli verde.

 

—¿No crees que estás exagerando?

 

—Solo espera y verás. —respondió, y con voz gélida se dispuso a continuar su plan —Hablo en serio, Murasakibara-kun. Si no despiertas… no te compraré ningún dulce de cumpleaños, ni comeré los que quieras darme. Así que esto es un adiós… Murasakibara-kun. —sentenció con frialdad.

 

—¿Kuro-chin? —musitó soñoliento el aludido. —Kuro-chin —se movió poco a poco hasta sentarse sobre el colchón, con las piernas apoyadas en la alfombra que cubría el suelo. —Kuro-chin, no quiero eso… —se restregó los ojos, como queriendo despertar por completo… o quizás, aguantando un par de lagrimillas de cocodrilo.

 

—Me alegra que hayas despertado, Murasakibara-kun. —le dedicó una sonrisita reconfortante —Lamento haber dicho eso. —Y se acercó hasta él, quedando frente a frente.

 

—Kuro-chin es cruel —musitó, con algo de tristeza en la voz. Esa “pesadilla” le había resultado en extremo escabrosa. —Yo quiero mucho a Kuro-chin.

 

—Yo también te quiero, Murasakibara-kun. —se acercó un poco más, abrazándole ligeramente. Debía admitir que se había pasado un poco de la raya. Pero sabía que ese plan era infalible. Lo había conseguido, ¿no?

 

—¡Cof! ¡Cof! —interrumpió Shintarô, que estaba apoyado en el marco de la puerta. Aún no creía que Kuroko fuera tan manipulador. Si Akashi era el Emperador, él definitivamente, era un Lord. Miró con algo de recelo esa escena, y agradecía ser una persona ordenada, con un sueño ligero, el 99% de las veces. Escuchar esas palabras, de él precisamente, le hubieran acribillado el corazón. —Es hora de irnos, tenemos que desayunar. —miró hacia otro lado, y con sinceridad prosiguió. —Es bueno saber que estás bien, Murasakibara.

 

—¡Hai~! Mido-chin. Gracias… y es cierto, muero de hambre. Quiero algo de mermelada… —sonrió como un infante y se levantó de la cama, bajo la atenta mirada de Kuroko.

 

—Pero antes, ponte algo decente, por favor. —señaló el oji verde sintiendo pena ajena. La ropa de niño que traía puesta su amigo, no era… la adecuada, por decirlo suavemente.

 

—Yo opino lo mismo, Murasakibara-kun. —secundó Kuroko, mientras le miraba levemente sonrojado.

 

El de orbes violáceos se miró en un espejo, que, para su suerte, reflejaba la mayor parte de su cuerpo y se dio cuenta de su gran desfachatez. Corrió al baño enseguida, donde Akashi, había dejado un cambio de ropa. Ya saben, su Absolutismo.

 

“Con razón sentía que algo me apretaba” pensó, una vez que cambió su atuendo por completo. Se sonrojó de nuevo, y decidió salir hacia donde se encontraban sus dos amigos, esperándole para comer algo delicioso.

Notas finales:

Gracias por su lectura. Y tengan una linda noche.

[Ecuador: 21H38 ]

 

See you next time~! (^O^)7


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