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Estrellas fugaces y problemas de colores por Adriana Sebastiana

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Capítulo XVII

 


Después de correr por media hora, Kuroko estaba con el alma en el piso, y la mirada perdida en algún lugar del espacio sideral.


 


—¡Oi, Kuroko! No te mueras, pequeño. —chilló Kagami para sujetarlo y evitar que el más bajo impactara contra el suelo.


 


—No… me llames… pequeño… —respondió entre jadeos, y con algo de molestia. ¡No era necesario que se lo recordaran cada jodido día! —¡Ya no avanzo!


 


—Vale. Tomemos un descanso. —le ayudó a llegar a una banca, que, para su buena suerte, estaba a solo unos veinte metros de dónde se encontraban. —Más tarde debemos continuar con el entrenamiento. ¡Ya sé! Aprovechemos la piscina de Akashi.


 


—¿Piscina?


 


—Sí, me lo había mencionado el otro día. Hay cinco, pero solo dos son cubiertas. ¡Podemos utilizar esas! —sonrió conforme el tigre de Seirin.


 


—¿Te lo comentó Akashi-kun? —eso era lo único que le había tomado por sorpresa.


 


—Sí, bueno… ya sabes. Desde que soy… —bajó la mirada, y con una voz apenas audible dijo — su botones. —¡Aún no se tragaba esa idea! Aunque debía admitir, que en los últimos días no le había sacado el aire.


 


—Ya veo. —asintió el oji celeste. —Entonces no creo que haya problema. Sin embargo, tendríamos que avisarle.


 


—Sí, luego sería problemático.


 


Charlaron un rato más y se dirigieron a sus cabañas para tomar una ducha relámpago. Si tenían éxito en su plan de nadar en la piscina, no era muy aconsejable que se mojaran tantas veces al día, y, sobre todo, en un tiempo tan frío como aquel. No había nieve, pero no se sentía que la primavera llegara pronto, aunque el calendario la veía a solo unas semanas.


 


Seguramente se están preguntando qué pasó con los pequeños Aomine y Kise, pero no es nada del otro mundo. Akashi se había tomado la molestia de advertirles (amenazarles) sobre lo que les pasaría si se comportaban de forma inadecuada. ¡Nunca estaba demás tomar precauciones! El rubio miraba al suelo, fastidiado, no se consideraba tan travieso como el moreno, pero admitía, que se dejaba llevar en ocasiones. Levantó la mirada cuando Akashi se disponía a marcharse, y con una pregunta rondándole en la cabeza, su expresión fue de lo más extraña.


 


—¿Sucede algo, Ryôta? —enarcó una ceja el heterocromo.


 


Kise no sabía si tentar o no a su suerte una vez más. Era claro que su excapitán tenía un aura oscura, y no se le pasaría pronto.


 


—No, no es nada. Ten un lindo día, Akashicchi~


 


—Está bien. Nos vemos después. Y ya saben, manténganse unidos. No quiero saber que se perdieron por algún lado. —sentenció, recordando con claridad lo que había pasado con Midorima y Kuroko el segundo día.


 


—¡Tsk! Como digas —repuso el moreno, quien se había mantenido callado hasta entonces. —Entonces seré el niñero de Kise. —el aludido solo pudo mirarle mal.


 


Ese par de pequeños hiperactivos se quedaron un momento en la habitación del de ojos azules, y después salieron a correr por quién sabe dónde. No veían a nadie conocido, y tampoco tenían muchos ánimos de buscarlos. Aunque siendo sinceros, no querían ver a Akashi el resto del día. Estaban conscientes de su desventaja como infantes.


 


—¡Vamos a buscar a Kurokocchi! —exclamó el rubio, cansado de lo que estaban haciendo.


 


—Si tú quieres… —respondió el otro, como quien no quiere la cosa.


 


Jugaron al típico “veamos quién llega primero”, y en un dos por tres, estaban tocando efusivamente la puerta de madera de la cabaña 3.


 


—Aomine-kun, Kise-kun… no sean tan ruidosos, por favor. —se dejó ver un lindo Kuroko de cabello húmedo.


 


No está demás decir, que los adorables niños se quedaron embelesados con aquella vista del de orbes celestes.


 


Un ángel.


 


—Un ángel… —dejó escapar Kise sin disimulo. Aomine le golpeó con el codo en su costado.


 


—¿Eh? —repuso Tetsuya, contrariado.


 


—No le hagas caso, Tetsu. —entró a la cabaña como si le perteneciera desde siempre. —Estamos aburridos, y para el colmo, tenemos que estar pegados como un par de mellizos. ¡Tch! Cuando vuelva a la normalidad, ese Akashi me va a escuchar.


 


—¿De verdad? —respondieron Kuroko y Kise al unísono, incapaces de creer las palabras del moreno, que, por obvias razones, no tenían fundamentos. Solo eran amenazas al aire.


 


Aomine solo miró hacia otro lado, derrotado, y chasqueó la lengua, molesto.


 


—Ya que no hay remedio… —exclamó el peli-celeste con desgano. —Vayamos a ver a Akashi-kun un rato.


 


—¿Akashicchi? —¿por qué? De todas las personas de este mundo…


 


—Sí. Kagami-kun y yo debemos seguir con el entrenamiento, y nos pareció una buna idea nadar un poco. Sería agradable que todos fuéramos. —dejó escapar una sonrisilla diminuta, que no pasó desapercibida para los pequeños galanes.


 


—¡Vamos rápido! —sentenció Aomine con los ojos brillantes. ¡Tetsu en traje de baño era demasiado estimulante!


 


—Solo quiero secarme el cabello.


 


—Puedo ayudarte con eso, Kurokocchi~


 


—¿Estás seguro? —le miró, incrédulo.


 


—Por supuesto, recuerda que soy modelo. —sonrió con confianza y buscó la secadora con esmero. ¡Bingo! Kurokocchi era bastante simple.


 


—Bien, como tú quieras. —tomó asiento en su cama mullida, y se dejó hacer. De inmediato sintió las manitas del rubio, y contuvo una carcajada. Ni en sus más locos sueños se hubiese imaginado algo así, que sus amigos arcoíris se hayan convertido en unos preciosos infantes. ¡Sí, todos y cada uno de ellos!


 


—El cabello de Kurokocchi huele muy bien… —susurró Kise casi en un delirio orgásmico.


 


Aomine, quien hasta ese momento se había quedado a la expectativa, le aventó un golpe. ¡El de ojos ámbar era muy obvio!


 


—Eso dolió, Aominecchi~ —se quejó, pero continuó haciendo su trabajo. —¡Bien! Ya está listo. —apagó la máquina, y la desconectó. Dejó un par de cepillos en su lugar y se dedicó a contemplar su obra de arte.


 


—¡Vaya! —dijo automáticamente el de orbes celestes.


 


—¿Qué? ¿No te gusta? —pronunció Kise con acentuada preocupación. ¡Desmedida, mejor dicho!


 


—No, no es eso. Es solo que pensé que me harías alguna cosa extraña. —miró al rubio y le acarició la cabecita como agradecimiento. —Eres muy bueno en esto, Kise-kun.


 


No está demás decir, que el alocado corazoncito del rubio estaba a punto de salírsele de la boca. ¡Un halago de Kurokocchi! Podría morir, e ir al cielo con honor.


 


—Ya, ya. Es mejor que nos apresuremos. —insistió el moreno, evadiendo todos los rayitos de luz que salían del ambarino. ¡Ugh! Desagradable.


 


Tomó la mano de Kuroko, y tiró de él hasta la salida. Kise se les unió de inmediato, y tomó su otra mano. El ahora más alto, solo pudo soltar algo de aire, indignado. ¡Esos dos nunca cambiarían! Lo bueno, es que ahora ya no parecía un alíen guiado por dos expertos de la NASA.


 


Llegaron a la cabaña del heterocromo, y los infantes aumentaron ligeramente la fuerza de su agarre. Kuroko los sintió algo temerosos, pero no hizo nada. No les entendía.


 


—Akashi-kun. —pronunció con amabilidad antes de tocar la puerta tres veces.


 


—Tetsuya, es un gusto… verte. —su sonrisa se había esfumado al ver el enlace que mantenía con esos pequeños engendros del mal. —Dime, ¿qué te trae por aquí?


 


—Quería pasar la tarde en alguna de las piscinas cubiertas. Contigo, y todos los demás. Me pareció una buena idea. —no era exactamente lo que iba a hacer, pero sabía que no podía venirle con un “solo te quería informar que voy a nadar con Kagami-kun. No es necesario que vengas”. ¡No! Sonaba muy mal.


 


—Es una buena idea. Llamaré a recepción para que aparten las dos piscinas solo para nosotros. —se acercó al de orbes celestes, pero fue interrumpido.


 


—Tetsu, tengo hambre. —se quejó el moreno, impidiendo que su excapitán pasara más tiempo con su “querida sombra”.


 


Corrección, querida ex-sombra.


 


Akashi sonrió de lado, tenebrosamente, cuidando de que el peli-celeste no le descubriera. Kise estaba a punto de interrumpir, pero pensando más inteligentemente, se tragó sus palabras, y se aferró un poco más a Kuroko.


 


—¿Te hiciste algo en el cabello, Tetsuya? —comentó divertido, tratando de alejar cualquier malestar.


 


—¡Ah! Kise-kun lo arregló por mí. ¡Es muy bueno! —comentó, alzando su pulgar en una muestra de aceptación.


 


Akashi pasó saliva y miró al pequeño rubio. Sus ojos no eran tan puros como antes, sino eran como los de un demonio. ¡Solo le hacía falta sacar una lengua viperina! Ryôta tragó en seco. ¡Nunca le había parecido tan aterrador!


 


—Nos vemos después, Akashi-kun. —sonrió imperceptiblemente, dejando al emperador pasmado y con las palabras en la boca. Le hubiese retenido más tiempo, pero no hacía falta. Pronto le vería de nuevo.


 


Kuroko se marchó con sus pequeños, y el heterocromo entró a su cabaña de nuevo, tomó su teléfono celular, y llamó a su querido Watson.


 


—Akashi —saludó el de anteojos, del otro lado de la línea. —¿Qué sucedió?


 


—Nada malo, solo quería invitarte a la piscina más tarde. —repuso con naturalidad.


 


—¿Solo eso? —le había tomado por sorpresa, era evidente. Y es que últimamente, no hacían otra cosa que inmiscuirse entre los demás, en planes locos que le sacaban de quicio. ¡Ah! Pero todos, por una buena razón. Aunque conocía perfectamente los sentimientos del pelirrojo, a pesar de que este se tildara de absoluto, tenía sus manías. —¿Me llamaste para que les avise a los demás?


 


—No, Shintarô. Yo me encargaré de eso, a su debido tiempo. —¡Y dale con esa manía de dejarle con la intriga! —Solo te lo quería informar, es todo. Así que nos vemos en una hora.


 


—¿Y si no quiero ir? —cuestionó el peli-verde. Si bien todo pintaba como una salida normal a la piscina, estaba consciente de que no podía confiarse. Su querida Oha Asa le había advertido que sea cuidadoso con los Sagitario. ¡Ah! Y que Géminis estaba en el primer lugar, mientras que Cáncer estaba en el quinto puesto.


 


—Shintarô…


 


—¡Iré! —colgó el móvil y dejó escapar un poco de aire. Se rascó la cabeza, y se acomodó los anteojos, como siempre. —¿Y ahora en qué estará pensando? —se preguntó, en un murmullo, antes de dirigirse a su armario y alistar lo necesario. ¡Ah! Y a su pequeño librito de poemas, su Lucky Item.


 



 


—Ahora debemos ir por Kagami-kun. Antes le llamaré, quizás ya esté en la piscina. —sentenció el peli-celeste, soltando la mano del rubio. Marcó el número y esperó a que el otro le contestara.


 


—Oi, Kuroko. ¿Pasó algo?


 


—No, ya estoy yendo. Solo quería saber en dónde estabas, porque estamos cerca de tu cabaña.


 


—¿Estamos? —el plural le daba mala espina.


 


—Sí, estoy con Aomine-kun y Kise-kun.


 


—¡Ah! “Esos”. Estoy de camino a la piscina, te espero allá. —respondió el pelirrojo, mientras su rostro mostraba una mueca bien definida.


 


—Kagami-kun, también invité a Akashi-kun. —colgó el móvil, pues esperaba una especie de chillido o protesta por parte del otro.


 


¡Y obviamente que protestó! “Paciencia Taiga, paciencia”, se dijo en un mantra y continuó con su camino.


—¿Qué dijo Kagamicchi? —cuestionó el rubio, volviendo a tomar la mano de su Kurokocchi.


 


—Ya está llegando, así que no tendremos que ir por él. ¡Ah! Por poco lo olvidaba, ¿tienen trajes de baño?


 


—No importa, Tetsu. ¡Puedo andar desnudo! —le dedicó una sonrisa pícara, pero no surtió el efecto que esperaba.


 


—Eso no es apropiado, Aomine-kun. —le miró, inocente. —Aunque supongo que Akashi-kun ya pensó en eso. —suspiró aliviado, era algo que asumía con total naturalidad. Sí, su excapitán lo controlaba todo. ¡O casi todo! No olvidemos la derrota del Rakuzan en la Winter Cup. ¡Qué bellos recuerdos para el de ojos celestes! —Solo vayamos hasta allá.


 


El “niñero” tenía una maleta de deporte sujeta a su espalda, y a cada mano, a uno de sus amigos milagrosos. Kise a la derecha, y Aomine a la izquierda.


 


¡Uf! Sería un día agotador, y más aún, considerando que no durmió bien por culpa de esa Pijama Party.


 



 


—Shintarô, Atsushi, Satsuki. Me alegra verlos a tiempo. —se acercó sonriente un reconstituido Akashi Seijûro.


 


Los demás asintieron, y le siguieron el paso hacia el complejo acuático. A la parte cubierta, para ser más específicos. Dos piscinas enormes. Una olímpica, y la otra de una considerable profundidad para practicar saltos acrobáticos.


 


—¡Wow! Hace calor aquí dentro. Se siente como si estuviéramos en una isla tropical. —chilló la peli-rosa, emocionada, una vez que todos entraron por la puerta de cristal.


 


—¡Ugh! ¡Hace calor~! Qué molesto… —se quejaba Murasakibara desde la parte de atrás. —¿Dónde está Kuro-chin?


 


—Seguramente, en las duchas, con Taiga, Ryôta y Daiki. Puedes adelantarte, si es lo que deseas. —le sonrió, y el de orbes amatistas le hizo caso, seguido de un ligeramente paranoico Midorima. Momoi hizo lo suyo, pero en la sección femenina.


 


—Espera un poco, Shintarô.


 


Sí, ya se lo imaginaba. Aquello era muy bueno para ser cierto. ¿Ahora qué tendría que hacer? Suspiró con pesadez, y se acercó al heterocromo, quien no dijo nada y avanzó hacia el otro lado del establecimiento. Hasta un lugar donde había flotadores coloridos, y demás insumos de aseo.


 


Akashi tomó algunos trajes del baño del mostrador, y una pelota de playa de color blanco con franjas carmesí. Midorima hubiese escogido la que tenía círculos verdes, pero al parecer, no tenía mucha libertad de expresión que se diga.


 


—¿Cuál te gusta más? —habló finalmente el pelirrojo.


 


—¿Eh? —aquella pregunta le dejó confundido. ¿Era eso?


 


—Sí, para Ryôta y Daiki. ¿Cuál te gusta más para cada uno?


 


—Supongo que el azul para Kise, y el negro para Aomine. Cualquiera está bien. —repuso algo molesto. ¿Solo para eso le había llamado? Akashi era muy extraño.


 


Y vaya, vaya… ¡quién lo decía!


 


 

Notas finales:

See you the next time~! (^o^)7


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