Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Estrellas fugaces y problemas de colores por Adriana Sebastiana

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Buenas tardes a tod@s!

Ha pasado un largo tiempo ~o~

No quiero decir mucho, sino que espero tener el siguiente capítulo más pronto. Si no resulta así, ya nada T_T

Gracias a las personas que están al pendiente de este trabajo. ¡Os amo!

Y gracias por los reviews del capítulo anterior... :v (ok no).

¡Disfruten la lectura!

Capítulo XVIII

 

 

—Ya veo. Aunque creo que el azul le quedaría mejor a Daiki. Resalta su tono de piel. —acotó Akashi tras la observación de su mejor amigo.

 

—¿Solo eso? —«¿Y para qué carajos me preguntó aquello si iba a escoger el color por sí mismo ~nanodayo?» se dijo internamente.

 

—Sí. Solo eso. —sonrió ‘dulcemente’ —Adelántate a los vestidores. Iré a buscar una red para jugar en la piscina.

 

—Como quieras.

 

El peli-verde sentía algo raro, pero ¿qué sería? No había una explicación lo suficientemente clara como para siquiera considerarla como verdadera. Aún inmerso en sus pensamientos, entró al vestidor de los chicos y se encontró con todos los demás, incluyendo a los infantes. Aomine mostrando su miembro sin pudor, quejándose por la desgracia de volver a ser un infante, y gritando cosas como “¡No se me para!” o “¡No puedo creer que a esta edad haya sido tan pequeño!”. Kise por su lado, estaba cubierto por una toalla de color amarillo patito, avergonzado por las palabras del moreno. Kuroko, solo esquivaba sus ojos del espectáculo, mientras su rostro se pintaba de azul. Murasakibara que estaba comiendo un maiubu de chocolate, dejó de hacerlo a los pocos segundos. El motivo era bastante obvio. ¡Le habían traumado al pobrecillo! Y Kagami, bueno, aprovechaba para burlarse un poco del infante.

 

—¡Cof! ¡Cof! Aomine, Kise, tomen sus trajes de baño. —se acercó a los menores y dejó las piezas de tela en sus manos. —Creo que también tengo que cambiarme. —repuso en un susurro, y se dirigió con elegancia a uno de los casilleros del fondo.

 

—Gracias, Midorima-kun. —resopló agradecido el oji celeste. No sabía por cuánto tiempo seguiría soportando la falta de pudor de su antigua luz.

 

—No hay nada qué agradecer ~nanodayo. —miró de reojo a Kuroko, y su corazón dio un vuelco de 180°. ¿Estaba sonriendo? Efectivamente.

 

Todos salieron de nuevo a la piscina, preparados para relajarse un poco y entrenar sus ociosos músculos. ¡Sería acogedor! Momoi les estaba esperando, sentada en el bordillo de la piscina olímpica, con los pies chapoteando la superficie.

 

—¡Ya era hora! —sentenció el Emperador, quien hasta ese entonces hacía acto de presencia desde algún lugar del planeta, materializándose de la nada.

 

Midorima le miró estupefacto. ¿En qué momento se había cambiado?

 

—Shintarô, tenía el traje de baño puesto debajo de la ropa. —sonrió de lado, consciente de que había dado en el clavo… de nuevo. El de anteojos que ya no tenía anteojos, porque los había reemplazado por unos de contacto, se limitó a mover la cabeza en señal de afirmación.

 

—Yes! A nadar. ¡Vamos Kuroko! —chilló el tigre, emocionado, y se lanzó a la piscina más grande, salpicando con descaro a la muchacha de cabello rosa.

 

—¡KAGAMIN! —gritó molesta y dejó de lado la sudadera que cubría la parte superior de su cuerpo que, por el salto intempestivo del pelirrojo, había quedado empapada.

 

—Momoi-san, disculpa a Kagami-kun, es muy idiota en ocasiones. —sonrió la sombra sutilmente y se lanzó con gracia a la piscina tras su compañero del Seirin.

 

No está demás decir que la muchacha se quedó hipnotizada y con la nariz a punto de dejar caer una cascada de sangre. ¡Tetsu-kun la mataría un día de estos!

 

—¿Eh? Yo también quiero nadar con Kuro-chin. —replicó con pereza el peli-morado, y de inmediato entró a la piscina por las escalerillas.

 

Kise y Aomine no se hicieron esperar y corrieron con todas sus fuerzas para lanzarse hacia la masa acuosa.

 

—¡A un lado, Satsuki! —gritó el moreno, antes de hacerle algún daño.

 

—¿Ah? —respondió desorientada, antes de moverse de su lugar y evitar la onda expansiva tras el impacto de aquellos cuerpecitos infantiles sobre el agua clorada.

 

Akashi y Midorima, que todo lo veían y nada se les escapaba, dejaron ir un poco de aire, imaginando el desastre que hubiese provocado el peli-azul en caso de impactar con la bellísima joven. ¡De la que se ha salvado! Ambos se miraron, y entraron a la piscina con los demás.

 

—¿Dónde está la red de la que hablabas ~nanodayo?

 

—Por ahí. —indicó con un gesto el heterocromo. —Más tarde jugaremos un rato. De momento, quiero practicar un poco…

 

—No hay que perder la forma. —continuó el de verde cabellera.

 

—Exactamente, Shintarô.

 

Los minutos pasaban cálidamente. Kagami le daba de largo a un cansado Kuroko Tetsuya, mientras que Mursakibara nadaba en otra dirección como un fantasma sin encontrarle sentido a la vida. Kise y Aomine competían entre ellos para ver quién era el más rápido, pero después de cinco vueltas, se habían agotado. Necesitaban muchas más brazadas que antes para atravesar la misma distancia. ¡Malditos cuerpos infantiles! Midorima y Akashi nadaban tranquilamente, practicando varios estilos, y evitando el escándalo de los ahora más bajos. Y bueno, Momoi por su cuenta, se dirigió a la otra piscina, mientras su mente maquinaba alguna clase de loco plan para acercarse a su querido Tetsu-kun sin que sus atributos le hicieran pasar un mal rato. Solo en ese instante se lamentaba el estar tan bien dotada, pues no podría abrazarle como siempre, con la plena consciencia de que eso facilitaría un skinship muy atrevido de su parte. ¡No! ¡No permitiría que pase lo mismo que la vez anterior! ¡No señor!

 

—Estoy… agotado… —murmuraba Kuroko con el corazón en la boca después de tanto esfuerzo, y es que treinta minutos de ejercicio extenuante en semejante piscina era lo suficientemente cansado para cualquier noble mortal. Se aferró al bordillo y dejó que la mitad de su cuerpo descansara sobre aquella superficie áspera.

 

—Yo también~ —replicó esta vez el rubio, mientras se acostaba sobre la superficie de la piscina, flotando por la cantidad de oxígeno en sus pulmones, y dejándose llevar por el movimiento del agua causado por los demás miembros.

 

—Yo también estoy cansado~ —añadió Murasakibara y se acercó a Kuroko para ayudarle a salir de la piscina y descansar él en el lugar dónde hace unos instantes se encontraba el peli-celeste.

 

«¡¿Cansado de qué?!» se preguntaban todos, pues era evidente que el titán no había hecho nada, a más de andar de un lado al otro como si de un monstruo marino se tratase.

 

—Kuro-chin. ¡Mira! Parece que Mine-chin está durmiendo con los peces. —habló con cariño, mientras que todos buscaron con la mirada al moreno, y en efecto, el pobre niño estaba flotando en la superficie, pero a diferencia de Kise, lo hacía boca abajo.

 

—Tenemos que sacarle de aquí. —exclamó ‘preocupado’ el de orbes esmeraldas.

 

Midorima se acercó al lugar donde ‘dormía’ el de vibrantes ojos zafirinos, y con sumo ‘cuidado’ lo cargó a su espalda como a costal de patatas y caminó hacia la escalerilla más cercana a Akashi.

 

—¿Sigue vivo? —preguntó Kagami con un deje de preocupación en la voz. ¿Quién más le iba a regalar unos tenis si los suyos se le desgastaban de nuevo?

 

—Por supuesto, Kagamicchi~ ¡Hierba mala nunca muere! —contestó el rubio, alzando el pulgar en señal de afirmación. —Aunque puede que haya tragado algo de agua. —repuso esta vez con la voz seria y calmada. Aomine era su camarada después de todo, aunque a veces se comporte como un idiota y le involucre en sus problemas.

 

—A un lado… —sentenció Akashi y se arrodilló frente al infante para tomar sus signos vitales. —está respirando, y como dijo Ryôta, es posible que haya tragado agua. Debemos hacer que la escupa, pronto. —Tronó sus dedos, y se dispuso a presionar su pecho.

 

—¡Espera, Akashi-kun! —exclamó Kuroko y de inmediato se acercó al otro lado de Aomine. —¡Yo lo haré! — «¡Es un alivio!» suspiraron todos a la vez, pues confiaban que al sexto hombre fantasma no se le iba a ‘pasar la mano’.

 

El estado del moreno no era grave, solo un pequeño susto, pero todos mostraban expresiones afligidas o preocupadas, incluso Murasakibara temía por el pobre cabeza hueca de su amigo. ¿Amigo? Sí, podría llamarle de ese modo a pesar de sus constantes fricciones. ¡No! Incluso podría considerarle como parte de su familia, una excéntrica familia multicolor.

Y eso exactamente, era lo que pensaban todos los demás.

 

Kuroko contaba con lentitud hasta el número tres, y daba suaves compresiones en el pecho del niño, aumentando la fuerza con cada intento. ¡Bien! Parecía funcionar. ¡Estaba abriendo los ojos! Y aunque su expresión no era muy agradable, se sintió satisfecho al contemplar aquellas gemas que Tetsuya tenía por ojos, así como su cabello húmedo goteando grácilmente sobre su frente, y sus manos ligeramente tibias justo sobre su corazón.

 

—Tetsu~ —sonrió apenas y volvió a cerrar los ojos como si estuviese disfrutando del mejor sueño erótico de todos. —Gracias.

 

Ok, eso no se lo esperaba nadie. ¿Es que acaso no iba a quejarse sobre lo que sea que le haya pasado hace unos minutos? Porque era obvio que aquel sustito no fue provocado por el Espíritu Santo. ¡Vaya alguien a creerlo! Ni siquiera por la Todopoderosa Oha Asa. ¡Algo físico y racional debió acontecer! Pues no había mejor nadador que Aomine Daiki dentro de la Generación de los Milagros. Individuo que había creado su propio estilo, poniéndole como nombre “Langosta”. Una extraña mezcla entre el “perrito” y el “mariposa”.

 

—¡Maldito! —Sí, ya era hora de las quejas. —¡¿Quién fue el idiota que me dio en la cabeza?!

 

Todos se miraron entre ellos, incluso Satsuki había acudido en la ayuda de su ‘hermanito’. Era evidente que Kuroko y Murasakibara no tenían nada que ver. Akashi y Midorima nunca fueron objeto de duda, así que desde el principio las sospechas no caían sobre ellos. Sin embargo…

 

—¡¿Por qué todos me miran así?! —chilló el rubio, asustado. —¡Yo no hice nada!

 

—Entonces… —dispuso Akashi con voz tétrica… Si ese pequeño de ojos ámbar no tenía la culpa, eso solo dejaba a una sola persona en evidencia. —¿Taiga?

 

—¡Eh! —miró de un lado al otro, con creciente nerviosismo. —¿Era tu cabeza? —miró al malhumorado moreno e hizo un par de reverencias con la cabeza. La mirada de Akashi, y de Murasakibara le estaban derritiendo el alma. —Lo siento mucho, Aomine… de verdad, yo…

 

—¡Cállate, bastardo! ¡Eso me dolió mucho! —pateó a Kagami de lleno en el pecho, con una técnica infalible de la WWE. —Casi me ahogo por tu culpa, ¡baka!

 

—¡Cálmate! ¡Agh! —se quejó el pelirrojo que para ese momento sentía como sus cabellos bicolores eran arrancados de su preciada cabecita. —No fue para tanto, y ya me disculpé. ¡Detente, Aomine…!

 

El pequeño de ojos azules pareció considerarlo un instante, y fijó sus gemas en el rostro adolorido de su presa. En efecto, el ahora más alto lucía arrepentido.

 

—¡Tch! —refunfuñó, aún sin quitarse del abdomen del pelirrojo. —Solo espero que no me dejes un morado, o verde, o lo que sea. —resopló, con toda la intención de dejarle libre.

 

—Pero Aomine, no se te va a notar en caso de que… ¡Kya~! —chilló de nuevo, y un par de lágrimas de cocodrilo brotaron de sus ojos salvajes y apasionados. ¡Sus pezones, sus queridos pezones! El bastardo de Aomine se los había pellizcado sin compasión. ¡Ese dolor era infernal! —¡Ayúdame, Kuroko! —rogó a su querida sombra, pero solo le vio sonreír sutilmente junto a los demás miembros de la Kiseki no Sedai. ¡Tenía su merecido!

 

«¿Es porque soy negro?» pensaba el infante mientras ejercía presión sobre los botones sensibles del pelirrojo. ¡¿Nunca acabaría el bullying hacia su persona?! «Desgraciado, Bakagami».

 

Los ánimos bajaron en cuestión de minutos, y Kagami se encontraba fuera de combate, con el pecho enrojecido y mechones volando por la atmósfera. Kuroko por su cuenta, se recostó sobre una toalla de color crema con un bordado de oro, y estiró sus brazos al aire, intentado aflojar sus cansados músculos.

 

—¡Waa! —exclamó Kise de repente. —¡Estoy aburrido! ¿Qué hacemos ahora?

 

—Yo quiero comer algunos bocadillos~ —respondió Murasakibara a lo lejos, con una sonrisa dulce en los labios y la mirada propia de un infante.

 

—Solo piensas en comida, Murasakibara. —se quejó Midorima de inmediato, apretando con los dedos índice y pulgar el nacimiento de su nariz. ¡Rayos! No tenía sus preciados anteojos. —Aunque a mí también me gustaría tomar algo.

 

Enseguida, tres muchachas de cabello azabache y ojos celestes entraron por la puerta más lejana del complejo y con suma rapidez, desplegaron una mesa blanca, para depositar mantel de color borgoña, y sobre él, servilletas de tela blanca con diseños al juego. En el centro, colocaron un arreglo floral de lirios blancos con un par de coloridas y extravagantes orquídeas. Al lado derecho, dos jarras de cristal llenas de jugo. Una de ella parecía de piña, y la otra… podía definirse como mora, o quizás de frambuesa o cualquier otro tipo de fruto rojo, o una combinación entre ellos. A continuación, sirvieron una variedad de pastelillos salados en un pedestal de tres pisos. Al otro lado de las flores, se encontraban dos estructuras más, pero de un color más llamativo que la primera, que era de plata. En estas, las jovencitas colocaban frutas y postres dulces bajos en azúcar, pero deliciosamente apetecibles.

Sin decir una sola palabra, hicieron una reverencia y salieron en fila india hasta desaparecer por la misma puerta por la que entraron.

 

—¿Qué fue eso, Akashicchi? —cuestionó Ryôta con los ojos desorbitados. ¿Eso había sido real?

 

—Es lo que ves. Muchachos, sírvanse lo que gusten. —replicó a su vez el excapitán de la Generación de los Milagros.

 

—Piensas en todo ~nanodayo. —agregó el peli-verde antes de seguir a sus amigos hacia dónde se encontraba ese pequeño pedacito de cielo según las propias palabras del jugador estrella de Yosen.

 

—Vinieron justo a tiempo. Imaginaba que su apetito despertaría por estas horas. Les conozco lo suficiente, Shintarô. ¡Y vamos nosotros también! Quizás Atsushi devore todo antes de que podamos ver la decoración. —le sonrió con cordialidad —Hasta Tetsuya se apresuró.

 

—Es una lástima que Kagami se lo pierda. —resopló antes de seguir los pasos del Emperador hacia la mesa. De verdad, sentía esas palabras. Comprendía que lo de hace un momento, fue un desafortunado accidente, y nada más.

 

 

—¡Uf! Eso estuvo delicioso~ ¡Aún me siento ligero! Hagamos algo divertido, Akashicchi. —suplicó el pequeño, haciendo uso de todas sus artimañas como modelo, cosa que no sirvió de mucho frente al joven pelirrojo, que no cedió alegando que “Recién habían comido y que, por lo tanto, no era saludable”. —¡Hmp! —resopló rendido. Si tenía que esperar una hora, lo haría. No era mucho tiempo después de todo, pero… ¿qué haría con ese aburrimiento que le sofocaba? —¡Kurokocchi! ¡Kurokocchi! ¿Vas a dormir~?

 

—Sí, Kise-kun. Estoy cansado, y la comida fue deliciosa. —respondió antes de lanzar un pequeño bostezo. —Y este lugar está muy cómodo~ —afirmó, antes de dejarse caer sobre la superficie de plástico, acolchada únicamente por su toalla blanquecina.

 

—¿Puedo acostarme contigo un ratito? —se ofreció tímidamente. Nunca estaba demás preguntárselo, aunque casi siempre le dijera que no.

 

—Como gustes, Kise-kun~

 

Los muchachos que escucharon la conversación entre esos dos estaban que no se lo creían. ¡¿Qué?! Solo podían llegar a dos conclusiones; la primera era debido al estado somnoliento del peli-celeste, lo que le hacía alucinar; y la segunda, y más probable, es que definitivamente Oha Asa le esté dando toda la suerte a Géminis según lo había previsto a primera hora de la mañana.

¡Sí! No se puede dejar de lado aquella posibilidad… ¿No es así, Midorima?

 

El precioso rubiecito se acercó velozmente donde su preciado Kurokocchi, y con cuidado, se fue haciendo un espacio entre los delgados brazos del oji cleste, quien, por su lado, ya estaba por el quinto sueño, sintiendo a aquel cuerpecito infantil como a uno de los juguetones osos de peluche que no visitaban su subconsciente desde hacía más de ocho años.  

 

—Kurokocchi~ —sopló en murmullos, y se acurrucó en el calor fraternal que le ofrecía el otro, perdiéndose en ese agradable olorcillo a vainilla y sudor imperceptible por el cálido ambiente interior.

 

Los muchachos arcoíris no salían de su asombro, y miraban con ‘disimulada’ irritación a los bellos durmientes mientras se repetían a sí mismos que eran muy jóvenes como para ir a la cárcel por homicidio premeditado.

Kagami Taiga, sin embargo, lejos de las preocupaciones reinantes en aquel ‘pacífico’ entorno tropical, dormía apaciblemente como solución al implacable dolor de sus preciados pezones.

 

—Solo será una hora… —repuso Akashi, mirando el reloj digital que se alzaba galante sobre sus cabezas mirando al Este. —Solo sesenta minutos. ¡Oh! Cincuenta y nueve.

 

Notas finales:

See you next time~! (^o^)7

Faltan solo dos capítulos para dar por terminado el fanfic.

*Capítulo XIX: Final.

*Capítulo XX: Epílogo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).