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Estrellas fugaces y problemas de colores por Adriana Sebastiana

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Notas del capitulo:

Hola... otra semanita más.

No tengo mucho que decir. He pasado bastante enferma y bueno, me la he pasado bastante mal en la universidad... perdí mi melodiosa voz >_< ya son dos días sin poder hablar, es frustrante...

Hoy es el MidoKuro Day, espero que lo hayan pasado bonito. Amo a esa pareja :3 ¡Aunque creo que salta a la vista!

Les dejo leer, y agradezco enormemente sus reviews :')

 

LOS PERSONAJES DE KUROKO NO BASKET SON PROPIEDAD INTELECTUAL DE TADATOSHI FUJIMAKI.

USO A LOS PERSONAJES DE KUROKO NO BASKET SIN FINES DE LUCRO.

Capítulo VII

 

—¡Mi querido Tetsu! ¡¿Qué te ha pasado?! Me tenías tan… preocupado. ¡Joder, Tetsu! —los lloriqueos de un vulnerable Aomine resonaban en todo el resort. Su persona amada había regresado. Nada podía ser mejor que eso.

 

—Aomine-kun. Buenos días —una cálida y débil sonrisa se formó en los labios del menor, al mismo tiempo que los latidos del moreno se volvían exponencialmente acelerados.

 

—Tetsu, no me hagas pasar por algo así de nuevo —abrazaba a Kuroko como si de un muñeco de trapo se tratase.

 

—Aomine-kun… no puedo… res…pirar

 

—¡Oi! Lo siento —su mano derecha se posicionaba tras su nuca mientras se disculpaba con su sonrisa característica de chico bueno.

 

—¡Cof! ¡Cof! —el peli verde estaba con una venita sobresaliente en sus sienes, ¡cómo Aomine podía tocar a su Kuroko de esa forma! “Bastardo” pensaba, antes de acomodarse los anteojos. —Estamos bien, gracias por preocuparte.

 

—Midorima ¿desde cuándo estás así? —acotaba sorprendido el susodicho.

 

—No sé a qué te refieres, sé más específico ~nanodayo.

 

—No te hagas el idiota. Me refiero a que ya no eres un mocoso debilucho —Aomine nunca tendría tacto con los demás. Dio unas cuantas palmaditas en uno de los hombros del ojiverde, toques que llevaban más fuerza de la necesaria, pues, a decir verdad, no eran muy amistosos que se diga.

 

¿Idiota? ¿Mocoso debilucho? Repetía esas palabras en su mente. ¿Cómo este ‘cerebro de balón’ podía siquiera atreverse a considerar algo como eso? Estaba dispuesto a reclamárselo, y con justa razón, pero unos murmullos angelicales lo elevaron a una especie de nirvana.

 

—Parece que se llevan muy bien —dijo el peli celeste entre risas.

 

—¿Eh? ¿Es que acaso lo dudabas, Tetsu? —sonrió de nuevo el moreno, abrazando a Midorima como lo hacen los ‘machos bien machos’ —somos buenos amigos, hasta compartimos revistas… de “esas”.

 

—¡Cierra la boca! ¡Yo no veo ese tipo de cosas vulgares ~nanodayo! —el peli verde se soltó del agarre y se alejó un par de centímetros.

 

Las dulces risas de Kuroko eran música para sus oídos, no podía estar molesto, pues todo a su alrededor se derrumbaba. ¡Como quisiera escucharlo reír para siempre! Casi nunca lo hacía, y por eso atesoraba con ahínco esos momentos. De hecho, ambos lo hacían… y el dueño de tales ‘caricias acústicas’ lo ignoraba por completo.

 

—Aomine-kun ¿dónde están los demás?

 

—Seguramente en la sala de estar. Ha sido una noche larga, casi no durmieron… y bueno… Akashi —Daiki miró hacia otro lado, tocar ese tema no era de su agrado, y aquella reacción no pasó desapercibida para ambos ‘náufragos montañeses’  

 

—¿Qué sucedió con Akashi? —la voz de Midorima era firme y no dejaba al descubierto ni un poco de emoción, aunque por dentro, un par de ideas locas (como siempre) lo torturaban. Conocía muy bien a Seijûrô, no por nada eran mejores amigos; y por eso comprendía lo impulsivo que podría llegar a ser, aunque increíblemente todo le resultaba a pedir de boca. ¿Podría haber sido el oso? “Akashi, espero que los de Vida Salvaje no te hagan daño… pero cómo pudiste hacerle eso a un pobre oso” pensaba. A veces su fértil imaginación para ese tipo de ‘catástrofes’ se disparaba a niveles nunca antes vistos. ¡En serio, por favor! —Espero que no sean problemas legales…

 

—No sé lo que estás imaginando, pero esa expresión me asusta —miraba el moreno a su interlocutor con un poco de temor. Era bien sabido que Midorima ponía esa cara cuando una de sus brillantes ideas llegaba a su aeropuerto personal llamado: cerebro. Es divertido escucharlo la mayoría de las veces, pero ahora todo era diferente. —Akashi no tiene problemas legales, ¿cómo se te ocurre? Él está bien, pero luce un poco diferente.

 

—Explícate mejor, Aomine-kun —insistió el menor con un poco de impaciencia. Aunque su rostro no lo demostrara, estaba muy preocupado por él.

 

—Es un niño. Amaneció así, aunque no dormimos y permanecimos juntos la mayoría del tiempo, no nos dimos cuenta cuando sucedió. —Aomine revolvía su cabello azulado mientras esperaba la reacción del par.

 

—Es la segunda víctima… —el rostro de Shintarô era sombrío, cualquier persona hubiese pensado que esa ‘víctima’ estaba relacionada con algún relato policial de Sir Arthur Conan Doyle.

 

La antigua combinación de Luz y Sombra lo miraron con un ligerísimo escalofrío recorriéndoles la columna vertebral. ¿Era un poco exagerado, no? Se miraron entre sí y lanzaron un suspiro.

 

—Creo que lo mejor es que les avise a los demás de que están sanos y salvos. Espérenme aquí, los traeré de inmediato —apenas terminó su frase emprendió carrera, dejando un par de palabras en la boca del peli celeste.

 

—Es muy rápido —Midorima hizo una observación, esperando respuesta del menor, pues la atmósfera no era tan equilibrada como antes.

 

—Así es… sin embargo no voy a esperar hasta que regrese, quisiera tomar un baño y cambiarme de ropa — Kuroko mantenía una mirada profunda, estaba seguro que Aomine se demoraría siquiera unos diez minutos en volver con los demás ¿qué iba a conseguir si continuaba parado sin hacer nada?

 

—Tienes razón, en ese caso… vamos. También quiero tomar una ducha.

 

Ambos emprendieron el viaje a sus respectivas cabañas, que vale la pena recordar, estaban bastante cerca. Paso a paso, se iban dando cuenta de que fue muy bueno el haber pasado la noche juntos, se sentían más cómodos con el otro. Esto alegraba enormemente al pequeño, pues Midorima siempre le ha resultado una persona difícil de comprender… y ahora no lo era tanto. Se alegraba también de que no le odiara, podría vivir en paz de ahora en adelante.

 

 

Sus ojos heterocromos miraban de un lado al otro, si ya regresaron, ¿en dónde estaban?

 

—Daiki, por tu bien espero que no me mientas —su voz infantil aun resultaba aterradora para el moreno.

 

—¡No mentiría con algo así! —reclamó el acusado. ¿Por qué no confiaban en él?

 

—Mine-chin los perdió de nuevo~ no creo que estén muy lejos, quizás regresaron a sus cabañas~ —interrumpía el Titán de Yôsen con un pequeño pelirrojo en uno de sus fuertes hombros.

 

—Andando —“¡Akashi-sama, sus órdenes son absolutas!”, cómo hubiese querido escuchar aquello… y cuándo no.

 

El peli morado avanzaba con normalidad, tener un niño de esa edad en sus hombros no le resultaba dificultoso en lo más mínimo. Le daba igual, después de todo, no le desagradaba ‘desobedecer’ las peticiones de su amigo…  y no era porque le tuviera miedo (quizás sea el único junto a Kuroko), sino porque incluso hasta le resultaba divertido. Y esta vez le resultaba de esa manera-, no todos los días se ve a un pequeño emperador en un trono andante. Pero volviendo al meollo del asunto…

 

—Se van a sorprender mucho. Akashicchi también es muy lindo~ ¡Kya~! ¡Yo también quiero encogerme! —“Para que Kurokocchi me mime todo el día” dijo esto último para sí, no sería bueno que los demás le escucharan, pues se armaría una batalla campal.

 

—Espero que sea así —el infante sonreía de medio lado. Definitivamente quería ver la expresión de ‘su sexto hombre fantasma’.

 

En el transcurso hasta las cabañas de Kuroko y Midorima, el Emperador pensaba sobre todo lo ocurrido: ¿en qué momento volvió a ser un niño? Siquiera la hipótesis de que fue maldecido por algún ente paranormal estaba fuera de discusión, porque era absoluto, y nada escapaba de sus ojos que ‘lo ven todo’. Estaba seguro que le pasaba lo mismo que a Midorima, así que tenía que hablar con él para saber más al respecto, quizás haya encontrado una cura o algo por el estilo… ¿y si duraba para siempre? Eso sería complicado…

 

—Daiki, ¿cómo se encontraba Shintarô? —soltó sin más, aún no había escuchado nada de él, tan solo que regresó con Tetsuya.

 

—Bien, supongo… aunque ya no era un niño. Se veía como antes —lo pensó un poco, pues después de semejante metamorfosis era probable que no haya recuperado su talla habitual, pero ese no era el caso… le pasaba con la misma cantidad de centímetros que antes.

 

El niño se sorprendió, las premisas estaban centrándose un poco más, “entonces no es permanente”, declaró al fin a su subconsciente. “Quizás dure solo un día, pero es muy pronto como para confirmarlo. También es probable que los demás pasen por lo mismo” meditaba una y otra vez, y sin embargo no encontraba ni siquiera una hipótesis que sostuviera el porqué de tan extrañas transformaciones.

 

—Ya casi llegamos. ¡Quiero verlos y saber que están bien! —el corazón de madre de Momoi seguiría alterado hasta verlos sanos y salvos.

 

—Atsushi, me tomé la libertad de colocar en uno de tus bolsillos unas tarjetas. Repártelas por favor.

 

—Como Aka-chin diga~ —Murasakibara buscaba sin prisa en los bolsillos de su pantalón de mezclilla, y tal como había indicado el infante, repartió las pequeñas cartulinas blancas.

 

—¿Para qué nos das esto, Akashicchi? —preguntaba el rubio mientras miraba confundido el número telefónico en la tarjeta. —¿Para qué necesitamos a un estilista?

 

—Creo que estas transformaciones no son esporádicas. Aún no sé qué causa este tipo de reacción, pero no faltará mucho para que lo descubra… sin embargo, considero vital que cuenten con el apoyo necesario en el caso de que les pase lo mismo que a Shintarô y a mí. —le resultaba algo obvio, pero nunca está demás una explicación.

 

—¡Muchas gracias~! Siempre estás pendiente de todo —chillaba emocionado Kise. Su imaginación volaba en este tipo de aspectos, le encantaba estar a la moda, y ¿por qué no estarlo en el caso de que se convierta en un adorable niño?

 

—Ya llegamos —Aomine que casi no prestaba atención a la conversación hizo notar lo obvio. Todos estaban tras la puerta de la cabaña de Kuroko, atentos a alguna muestra de movimiento.

 

—Atsushi, bájame. —y dicho y hecho, él lo hizo. Akashi caminó un poco hasta llegar a la cerradura e introdujo una llave para abrirla, antes la mirada acusadora de los presentes. —Tetsuya ¿dónde estás?

 

—Ya voy, un momento —unos pasos apresurados se escucharon desde el otro lado de la habitación y antes de que diera la cara — ¿Midorima-kun…?

 

—No, soy Seijûrô… —y habiendo aclarado aquello, el muchacho de cabellos color del cielo apareció frente a ellos con una evidente sorpresa reflejada en su casi inexpresivo rostro —… hay muchas cosas que explicar —su picardía brotó como si nada, la expresión de su amado le había resultado sublime, quería ver más.

 

—Buenos días a todos —saludó Kuroko tras recuperarse de su shock inicial. La pequeña figurita que encontraba frente a sí lo hacía desubicarse por completo. Era un niño vivaz y muy natural… típico en Akashi, pero esperaba notar algo de incomodidad en sus gestos, después de todo, no se vuelve a ser niño todos los días. —¿Cómo entraron a mi cabaña? Recuerdo haberle puesto seguro…

 

—Yo tengo una copia de seguridad, nunca se sabe cuándo pueda surgir una emergencia… como ahora —sonrió tan dulcemente que hasta su amado fantasma parecía derretirse, y no era para menos. “Tengo que sacar el mayor provecho a esta situación” se planteaba el heterocromo al descubrir el mundo de posibilidades que le otorgaba su actual condición. —Vamos a comer algo en… —se vio interrumpido por un par de lloriqueos histéricos tras de sí, por un momento los había olvidado.

 

—¡Kurokocchi/Tetsu-kun! Estás a salvo —chillaron al unísono.

 

Momoi se abalanzó sobre Kuroko, frotando levemente sus pechos en él durante el contacto. Kise hizo lo suyo del otro lado, dejando brotar un par de lágrimas de cocodrilo que tenía apartadas para esta situación.

 

—¡Me tenían muy preocupada! Casi no pude dormir anoche… y eso es muy malo para la piel —reprochaba la peli rosa — pero me alegra mucho que estés bien. —Volvía a abrazarlo, esta vez con más entusiasmo — ¿Cómo está Midorin?

 

—Está bastante bien —respondió con el rostro impasible que lo caracterizaba, aún con su rubio amigo pegado a él como una pulga.

 

—Me da gusto que hayan pasado la noche juntos, hubiese sido terrible que cada uno fuera por su lado —y ‘sin querer queriendo’, Momoi había dado la pauta para una Tercera Guerra Mundial.

 

—¡¿Durmieron juntos?! —repusieron al unísono Aomine y Kise. La sangre les hervía por dentro. Ellos se sentían más cercanos al peli celeste que Midorima, y aun así, él había compartido ‘cama’ con Kuroko primero.

 

El de orbes celestes miró hacia otro lado haciéndose el desentendido, aunque por dentro moría de vergüenza al recordar cómo se aferraba al cuerpecito del As de Shûtoku, y más aún, cuando recordó el haber despertado en los fuertes brazos de este. ¡Era demasiado vergonzoso! Se llevaría todo aquello a la tumba… aunque secretamente agradecía que las cosas se hayan dado de una manera tan íntima, le agradaba estar cerca del corazón de sus preciados amigos.

 

—¿Y Kagami-kun? —¡Necesitaba cambiar de tema de inmediato!

 

—Le pedí que me hiciera un par de favores —el ‘malévolo’ infante recordaba perfectamente los ‘trabajos’ que le había encomendado. Hasta a él le resultaba un poco cruel, pero era necesario, nadie resultaba impune tras haberse burlado de sus fabulosas frases de diva, ¡Nadie!

 

Y, en definitiva, ¿qué era eso tan ‘importante’ que necesitaba el Emperador? Pues nada que se pueda catalogar de esa manera, claro, a menos que un juego de adivinanzas lo sea; y con eso, me refiero a que lo mandó a un par de lugares en Kyoto para buscar mandados, que resultaron ser pistas o frases incompletas que debía descifrar. Como ya era costumbre, el tigre refunfuñaba ante su mala fortuna, lamentaba el día en que conoció a Akashi, nunca imaginó que le haría pasar tan malos ratos. Pero ¿por qué justamente ahora? Seguramente Kuroko había regresado al resort, ya sea por sí mismo o con la ayuda del escuadrón de rescate (resultaron una bola de inútiles, más tarde lo pagarían). Se moría de ganas por verlo y comprobar su buen estado de salud… ¡Pero ahora era imposible! ¡Debía terminar con esos acertijos de mierda! Como se lamentaba ser un ‘cerebro de balón’.

 

—Ya veo —no quiso preguntar más, pues la respuesta le saltaba a la vista, y no era algo muy agradable. “Qué hiciste ahora, Kagami-kun” se preguntaba, mientras mandaba un poco de ánimos mentales a su mejor amigo. necesitaría de toda la ayuda de este mundo si quería regresar el día de hoy. —Muero de hambre —Akashi sonrió, y si no fuese por su diminuta estatura, hubiese prestado uno de sus brazos al más puro estilo de los nobles victorianos.

 

—Pues andando, estábamos esperando por ustedes.

 

Salieron de la cabaña y fueron a la de Midorima, y por suerte, lo encontraron de salida con un balón de baloncesto en las manos.

 

—¡Qué bueno verte, Shintarô! —saludaba alegre el infante, mientras la pelota rebotaba a los pies de Aomine.

—Digo lo mismo, Akashi. Entonces era cierto… eres un niño ~nanodayo. —repuso el más alto mientras se acomodaba sus anteojos.

 

—Más tarde tenemos que hablar. Quisiera comprender un poco más esta situación y no hay nadie mejor que tú.

 

—Como quieras, aunque no sé mucho al respecto… tengo un par de teorías. —y con teorías se refería a estrellas fugaces que cumplen deseos.

 

—Será interesante escucharlas —respondía el pelirrojo como si su mente maquinara una especie de plan demente, incluso las yemas de sus dedos se tocaban entre sí, aumentando la expectativa en los demás, al mismo tiempo que el ‘azúcar’ de su sangre subía sin control. —¿Es tu objeto de la suerte? —añadió al ver el balón en las hábiles manos de Daiki.

 

—En efecto, Oha Asa nunca se equivoca ~nanodayo. Cáncer está cuarto en el ranking de hoy, y el objeto de la suerte es un balón de baloncesto…

 

—En eso estoy de acuerdo contigo —interrumpió el As de Tôô Gakuen, sonriendo como si le ofrecieran un reto digno de él, y no era para menos.

 

—Prepárate para la derrota, Ahomine (solo se refería así cuando estaba molesto) —resopló el peli verde tras percibir el olor a duelo.

 

—¡Yo también quiero unirme! Murasakibaracchi también está muy emocionado~ —Kise le guiñaba un ojo a su amigo, pero este lo ignoraba.

 

—Vi unas canchas por allá —comentaba el de orbes violáceos. Los demás lo miraron sorprendidos, no era una actitud propia de él. —las vi cuando fui a comprar dulces en el quiosco que estaba al lado~

 

Todos rieron un poco, era obvio que amaba el baloncesto tanto como ellos, pero aún se negaba a esa idea. Era tan transparente, como un ‘niño’ de verdad.

 

—Tetsuya, vamos —el pequeño Akashi tomó una de las manos de su actual niñero y caminó con algo de prisa en dirección del comedor principal. Los demás tardaron un par de minutos en darse cuenta de la desaparición de ambos, así que apresuraron el paso, quizás los alcanzasen pronto.

 

“Que manos más suaves” pensaba Akashi mientras se aferraba más a los dedos del más alto, y sin pedir permiso los entrelazó. Su contacto no fue rechazado, Kuroko se veía bastante cómodo. Sonrió y miró al frente de nuevo mientras seguía arrastrándolo a su antojo. Y con la intención de tocar más de su nívea piel cuando estén a solas, abrió la puerta del comedor y juntos se sentaron en la mesa del centro, la cual tenía todos los platos y cubiertos puestos en armonioso equilibrio.

Notas finales:

Gracias por su lectura, y nos leemos pronto.

 

See you next time~!

(^o^)7


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