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Estrellas fugaces y problemas de colores por Adriana Sebastiana

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Notas del capitulo:

Hola... ha pasado toda una semana. Me alegra volver con ustedes ^^

Estoy muy agradecida por los reviews que me dejáis, son un amor. Espero seguir leyéndolas (¿hay hombres también? Escriban >_<) Es todo un placer seguir este trabajo con su apoyo.


Las sugerencias que me dieron serán tomadas en cuenta en próximos trabajos, de momento, me concentraré en el argumento que tenía planteado desde un inicio. Cuidense mucho, y besos...

 

Les dejo leer el segundo capítulo ^^

LOS PERSONAJES SON PROPIEDAD INTELECTUAL DE TADATOSHI FUJIMAKI-SENSEI.

Uso a los personajes de Kuroko no Basket sin fines de lucro.

Capítulo II

 

Kise y Kuroko charlaron amenamente sentados en la cama del más bajo, hablaron del paseo más que nada, quién iría a recoger a quién, a qué hora se verían, en dónde, qué llevarían, cuánto duraría el viaje y su estancia en Kyoto… y bueno, un par de detalles más al respecto. Kuroko sacaba brillitos por los ojos, aunque el resto de su rostro seguía impasible como siempre, y obviamente, este cambio fue notado por el rubio.

 

—Kurokocchi, luces muy contento. Me alegra mucho~ Nos vamos a divertir a lo grande —dijo el mayor mientras se acercaba a su preciado amigo de manera sugerente— compartamos habitación ¿sí?

 

—Conociendo a Akashi-kun, tendremos habitaciones separadas. Pero si no es así, lo pensaré. Sin embargo…

 

—¿Qué sucede? —respondió Kise con su melodiosa voz.

 

—¿Podrías dejar de invadir mi espacio vital?

 

El rubio se quedó helado, nunca terminaría de acostumbrarse a tan cortante actitud… aunque esa era una de las cosas que más le encantaba de él. Rio por dentro, y cumplió la petición del más bajo. Esta vez le iba a dar gusto, no había llegado el momento para dar el siguiente paso. Todavía no. Quizás en Kyoto, bajo un manto nocturno de estrellas fugaces ¿por qué no? Se alegraba cada vez más por sus planes, siendo observado por Kuroko quien se preguntaba a qué se debía tal cambio de actitud, no era común en su acompañante. Pero esta vez, prefirió ignorarlo. Seguramente era alguna tontería, y no quería escucharlo hablar y hablar… y hablar al respecto.

 

La abuela de Kuroko llegó y trajo consigo un pie de limón, y como toda buena anfitriona, llevó dos porciones con algo de té a la habitación de su nieto para que los muchachos coman a gusto. A ella le encantaban las visitas del rubio, que si bien no eran tan frecuentes como quisiera, le sacaban una sonrisa, le gustaba su personalidad carismática, y quería que contagie a su querido Tetsuya de ella. Al rubio también le gustaba la compañía de la ancianita, era muy dulce, aunque no sospechaba que solo era así con él y Midorima. Sí, por alguna razón loca del destino lo conocía, ya que él nunca fue de visita a la casa de la sombra de Seirin.

 

Los chicos comieron a gusto, a Kuroko le encantaban las tartas que su abuela compraba, y más aun las que preparaba en casa, ella tenía un gusto exquisito; aunque claro… aquellas recetas que tenían vainilla eran sus favoritas, le haría una Oda al Crème Brûlée, o a su versión casera de malteada de Maji Burguer. Comió el postre que tenía al frente en pequeños bocados, mientras que vio como el del rubio desaparecía en un par de minutos junto a la bebida. Se preguntaba asimismo… ¿es que acaso era tan condenadamente lento? Sabía que Kise no tenía el estómago en forma de “agujero negro” de Kagami, pero tenía un buen apetito, o uno normal siquiera; pero él, era otra historia.

 

—Kurokochhi ¿quieres que te ayude a terminar?

 

—No gracias, ya lo haré —repuso el menor inflando levemente las mejillas mientras metía un bocado grande a su boquita de ángel, manchando sus labios en el proceso.

 

—No te presiones Kurokocchi~ —soltó el rubio en una disimulada risa, mientras sus ojos se abrían de par en par cuando el peli celeste relamía sus labios de forma ¿provocativa? Pasó saliva y sus mejillas se sonrojaron, quiso tomar un poco de té, pero se había acabado, así que bebió del de Kuroko, ganándose un reclamo por su parte.

 

—Eso no se hace, Kise-kun.

 

Tras ese incidente, Kise estaba más que decidido a poner en marcha su plan apenas amaneciese el día domingo. No esperaría a que llegara la noche, es más, intentaría ligar con él desde las 8H00 am, hora a la que decidieron reunirse. Haría hasta lo imposible para conquistarlo. “Solo espera por mí, Kurokocchi~” pensó una vez más, antes de despedirse de Kuroko para ir a su casa. Con lo que no contaba, es que los demás integrantes de la Kiseki no Sedai tenían algo muy parecido en mente. El pequeño fantasma no se iba a librar tan fácilmente de este aprieto.

 

El menor regresó a su habitación, ordenando un poco mientras alistaba algo de ropa antes de tomar una ducha. Había sido un día cansado para no tener entrenamiento. Se demoró alrededor de veinte minutos en el baño, pero aprovechó para vestirse en el interior, traía puestos unos pantalones grises de tela y una camiseta de manga larga de color celeste con diseños en gris que hacían juego con su parte inferior, en pocas palabras, su pijama. Su cabello estaba húmedo, así que aún tenía una toalla cubriendo su cabeza. Caminó alrededor de su cuarto, algo en su cabeza le decía que estaba olvidando algo, pero ¿qué era? Trató de recordar cada cosa durante el día, hasta que ¡Bingo! Había olvidado la petición de Kagami para acompañarlos en el viaje. Sin esperar más, apartó la toalla y puso a su oído su teléfono celular tras haber marcado el número de “esa” persona.

 

—Tetsuya, ha pasado tiempo. ¿A qué se debe tu llamada? —la voz de Akashi al otro lado de la línea era firme y jodidamente seductora. A Kuroko le ponía la piel de gallina escucharlo, pero por alguna extraña razón, estaba lejos de disgustarle.

 

—Hola Akashi-kun. Quería hablar contigo sobre el viaje y pedirte un pequeño favor —respondió el menor con tono neutral.

 

—Por supuesto, dime qué se te ofrece. Veré que puedo hacer por mi sexto hombre fantasma —eso era nuevo, el menor abrió los ojos sorprendido ante ese “mi” pronunciado por su excapitán.

 

—B-bueno, Kagami-kun dijo que quería acompañarme en nuestro viaje, y le dije que hablara contigo, pero, de todos modos, quisiera intentarlo yo también. No quisiera abusar de tu hospitalidad, pero creo que sería más divertido si vamos todos juntos —hubo un silencio incómodo por un par de segundos, antes de retomar la conversación— por favor, Akashi-kun.

 

—Está bien, Tetsuya. Permitiré que Taiga nos acompañe, pero con una condición. Quiero que él me lo solicite personalmente y que me prometas que no estarás con él todo el tiempo. Recuerda el objetivo de nuestro viaje —respondió con voz calmada, aunque en el fondo quería acabar con ese estorbo. Sus planes cambiaban, pero tratándose de él, no habría nada de qué preocuparse.

 

—Muchas gracias Akashi-kun, no lo olvidaré. Ahora mismo llamaré a Kagami-kun para que cumpla su parte. Nos vemos pasado mañana, descansa.

 

—Dulces sueños, Tetsuya —su voz definitivamente, iba más allá de lo sensual. A pesar de ambos ser hombres, a Kuroko se le pintaron las mejillas. ¡Cómo agradecía que sus reacciones no sean vistas por los demás!

 

Minutos más tarde, y en otro lugar no muy lejano, Kagami recibía una llamada por parte de cierto peli celeste. El motivo: el viaje con la Generación de los Milagros. Antes de contestar, supuso que se tratarían de buenas noticias. No estaba del todo equivocado, pero su carita de triunfo se desvaneció al escuchar la condición que había impuesto el Emperador de Rakuzan. ¿Ir a Kyoto a pedírselo en persona? Estaba seguro que era una excusa para humillarlo, pero no tuvo de otra. Cumpliría su palabra de acompañar a su sombra sí o sí.

 

Era sábado, y Kagami hacía lo suyo antes de visitar a Akashi. Debía tener todo listo para el viaje del día siguiente, lo suficiente como para una semana; y antes de arrepentirse, se tragó su mal presentimiento antes de subir al tren que lo llevaría con tan enigmático personaje. No había vuelta atrás.

 

Una vez en la mansión Akashi, las puertas se abrieron de par en par, dejando escapar un delicado aroma a incienso. Uno de muy alta calidad, debo agregar. Había flores en algunos muebles del amplio pasillo que llevaba a las escaleras. Una maid muy bien arreglada se acercó al tigre de Seirin y lo guio hasta la oficina de su joven amo. Estando tras esas hermosas puertas de roble tallado, se escuchó una voz firme permitiendo el paso al interior. Las ventanas al otro extremo dejaban un hermoso halo de luz que calentaba la acomodada habitación, posándose oblicuamente sobre un retrato del dueño de esta: Akashi Seijûrô. Kagami pasó saliva con fuerza, sí, estaba totalmente convencido de que su salud peligraba, ya que un aura asesina se levantaba con fiereza sobre el poseedor de aquellos ojos heterocromáticos.

 

Dejando aquella experiencia desagradable de lado, pudo convencer al “Señor absoluto” sobre el viaje, aunque todos sabemos que él ya lo tenía planificado desde un principio, pero en este punto nos preguntamos ¿qué le pidió a cambio? Simple, él sería su botones en lo que el viaje durara. No iba a gastar dinero en alguien como él, una molestia por donde quiera que se lo viera, y lo peor de todo, tenía el conocimiento del afecto que tenía por su hombre fantasma. Las iba a pagar caro. Su maquiavélico plan estaba tomando forma, lo único que faltaba, era un poco de brillitos mágicos por aquí, unas patas de rana por allá, y las palabras adecuadas para conquistar el extraño corazoncito del peli celeste. ¡Nada podía fallar! “Soy la certeza” se repetía como un mantra mientras sus labios esbozaban una pícara sonrisa.

 

Las horas pasaban, un nuevo día iniciaba con el sonido de la alarma despertadora en los oídos de los muchachos. Cada uno de ellos siguió su rutina habitual y salieron según lo habían acordado. Akashi iría por Murasakibara en su limusina, ya que era el único que no vivía en Tokio, además de él mismo. Midorima fue caminando hasta el parque más cercano a su casa, esperando a los demás. Era una suerte que el lugar de encuentro le resultase tan cómodo. Seguramente, Cáncer se posicionaba primero en el ranking de Oha Asa de hoy. Llegó a las 8H15 am, con cuarto de hora de anticipación. Algo muy común tratándose de él, pero como hacía un frío que le descalabraba los huesos, compró una sopa de frijoles rojos, esta vez, caliente hasta más no poder, mientras se acomodaba en una de las bancas del parque con su equipaje de color… verde. Kagami se había despertado tarde, así que salió de su casa con una tostaba en la boca mientras cogía un taxi para llegar al punto de encuentro, faltaban cinco minutos para que sea la hora. Aomine fue despertado por Satsuki casi de milagro, y salieron muy deprisa de casa, si no cogían un metro pronto, se retrasarían lo suficiente como para que Akashi vuelva a utilizar sus tijeras como lo hizo con el de cejas extrañas. Kise fue por Kuroko a las 8H00 am, se encontraron a unas cuadras antes de la casa del menor, y juntos fueron a la estación del subway para llegar con Midorima y los otros. Llegarían con cinco o diez minutos de anticipación. Lo suficiente.

 

El reloj de todos marcaba las 8H30 am., y solo Midorima, Kise y Kuroko estaban a tiempo. El peliverde se acomodó las gafas y soltó uno de sus comentarios “eruditos” antes de acariciar su lucky ítem de hoy, una zanahoria bebé. Los otros dos le miraron confundidos, pero era de esperarse tan extravagante comportamiento del As de Shûtoku.

 

—Midorimacchi~ esa no es una zanahoria bebé, está muy grande —comentó el rubio como quien no quiere la cosa, o simplemente, por buscar un tema de conversación, ya que, en todo ese tiempo, casi no habían hablado. Aquel silencio le resultaba más frío que el viento que le daba en la cara.

 

—Sí que eres un idiota, Kise. Es una zanahoria bebé, solo que conseguí la más grande para que mi suerte sea aún mayor. Es algo que jamás podrás entender. Tienes que darlo todo al destino, sino… —miró de pies a cabeza a su interlocutor, como si la respuesta fuese obvia, o al menos para él sí lo era. Necesitaría un lucky ítem favorecido, ya que conquistar a Kuroko requería que las fuerzas de la naturaleza estuviesen todas a su favor.

 

Diez minutos más tarde llegaron Kagami del lado izquierdo del parque, mientras que Momoi y Aomine lo hacían del lado derecho. Saludaron con muy poco entusiasmo y se sentaron junto al peliverde, sin mirarse o intercambiar palabras. ¡Hombres! Ni bien pasó un minuto, Aomine se estaba quejando de la falta de puntualidad de sus otros dos compañeros. “¡Con qué derecho!” Pensaba Kise mientras lo veía de reojo. Esperaron un par de minutos y apareció una larga limusina frente a sus narices, de quién más podría ser sino de su excapitán.

 

Akashi bajó con elegancia del asiento del copiloto, y se acercó a sus compañeros.

 

—Me alegro que hayan llegado a la hora que acordamos. Vamos, suban en la parte de atrás, Atsushi se encuentra conmigo —los muchachos agarraron su equipaje y dieron un par de pasos antes de ser detenidos— No se preocupen por sus maletas. Taiga se encargará de ello. Mejor entren y pónganse cómodos. Tetsuya, sube conmigo, hay suficiente espacio en la parte de adelante.

 

—Como quieras, Akashi-kun.

 

Kagami gruñó mientras el heterocromo le miraba con sorna cuando abría el portaequipaje. Kise y Aomine se reían con muy poco reparo ante lo que acababan de presenciar, el Emperador domando a un “salvaje” tigre. Momoi se acercó a Midorima con curiosidad por su zanahoria bebé, mientras que Murasakibara abría un nuevo dulce para disfrutarlo en el camino. Kuroko se sentó junto a Akashi como este se lo había indicado. Solo faltaba que el invitado sorpresa terminara de hacer su trabajo. Todos sabían que su excapitán haría algo como eso desde el principio, así que no se molestaron y guardaron su distancia. Después iniciaría la batalla campal, pero…

 

—Kuro-chin ¿quieres un dulce? —preguntó el peli morado antes de extender una barrita de caramelo a su “dulcecito favorito”— te va a quitar el frío.

                                                             

—Muchas gracias, Murasakibara-kun.

 

Los demás le miraron con un deje de molestia, pero nada más. Pronto Kagami entró a la Limusina y un enérgico Akashi dio por iniciado el viaje de campo de la “Generación de los Milagros y un colado”. Todos respondieron con un “Hai”, y el auto se puso en marcha, así como la implícita partida de su juego de amor.

 

Notas finales:

Gracias por la nueva visita, nos vemos el otro viernes.

Desénme suerte en la Universidad. Se acabó mi primera semana *casi mueriendo por el exceso de cosas que hacer... jajajaj ok no T_T pero hay mucha presión*

Lord Kuroko las bendiga. Cuidense mucho.

P.D. : en Quito-Ecuador es viernes (15:45) No sé bien eso de los husos horarios.


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