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Notas del capitulo:

Y llegamos al capítulo 30!!! Hola mis bellezas! Cómo están? Seguro se sorprenden de ver actualización tan rápido, ¿no? Me decidí dedicarle primero a esta historia porque sentía que necesitaba avanzar un poco. Sus últimos capítulos explicaron varias cosas que sucedieron en el pasado y la acción del presente quedó relegada. Así que me parecía justo darles un poco más para no dejarlos con tantas ansias. Soy buenita, ¿no?

Gracias Gaby por el consejo ;) denle gracias a ella que me animó a continuar primero aquí. Ahora sí, los invito a leer.

Capítulo 30: Infancia Llena de Dolor.

 

La noche anterior… Departamento de Londres.

 

Luego de un delicioso y relajante baño en conjunto, Clark y Bruce se encaminaron hacia su dormitorio y se acostaron en la cama para al fin poder descansar. Habían tenido un intenso momento de intimidad luego de aquella pelea sobre la peligrosa idea del mayor, y ahora que habían logrado aclarar un poco los miedos e inseguridades de cada uno, estaban más que listos para poder disfrutar de una noche de sueño en compañía del otro. Antes de por fin entregarse a los brazos de Morfeo, se acurrucaron con cariño, sintiéndose cómodos de estar en los brazos ajenos que les brindaba contención. Estuvieron así por varias horas disfrutando de estar uno al lado del otro, pero luego de un buen rato, la posición comenzó a incomodar. Más específicamente al murciélago, que sintiéndose acalorado, intentó removerse, inquieto, por culpa del sofocante calor. El cuerpo del Kryptoniano poseía una alta temperatura y lo tenía apresado con sus grades y fuertes brazos, tanto así que Bruce se sentía ahogado del calor que generaban sus cuerpos más lo aclimatado de la habitación. Trató de zafarse de ese afiance con discreción para no despertar al otro, y lentamente fue quitando los pesados brazos que lo tenían aprisionado como a una presa al cual el depredador no quiere dejar escapar. La cara de Clark se arrugó molesta por percibir como su pareja se iba alejando de su contacto, pero a pesar de todo, los actos de Bruce afortunadamente no terminaron de despertarlo. Simplemente el menor terminó dándose la media vuelta y siguió durmiendo profundamente como lo había estado haciendo hasta el momento. Bruce se puso al fin de pie una vez liberado y exhaló una pequeña risa por ver a su amante tan dormido que hasta refunfuñaba entre sueños probablemente por verse zafado de aquel contacto.

Sintiendo aún el calor que lo había sofocado, Bruce salió del dormitorio y se fue hasta la cocina para buscar un poco de agua fría. Se llenó un vaso hasta el tope con la jarra tomada de la heladera y bebió del mismo hasta acabar con el delicioso y refrescante contenido. Exhaló de su boca un sonido de placer y satisfacción al sentir como el frío lo iba aclimatando, y se sirvió otro vaso para llevarlo hasta su dormitorio. Mientras iba de regreso, sintió muy suavemente lo que parecía ser un sollozo cargado con mucha angustia proveniente de la habitación de la pequeña. Sabiendo que la misma se encontraba despierta y posiblemente sumergida en los recuerdos de la triste realidad, se encaminó apresuradamente hasta su cuarto y golpeó suavemente la puerta para anunciarse antes de entrar.

 

—Abie, disculpa. ¿Puedo pasar? —preguntó a la vez que abría con cuidado la puerta y se detuvo unos segundos en el umbral esperando a que la menor le respondiera.

 

La escena que vio le partió el alma. La niña se encontraba tumbada boca abajo, aferrada fuertemente a la almohada y su rostro enterrado en la misma mientras lloraba desconsoladamente. Su pequeño cuerpecito temblaba con mucha bronca y aflicción, y por momentos trataba con profundo esfuerzo calmarse dejando escapar algunos sollozos e hipidos, queriendo retener a toda costa la enorme angustia que poseía.

El semblante de Bruce se entristeció hasta sentir a flor de piel la desazón ajena y al ver a la menor tan adolorida. Cerrando la puerta tras de sí, camino silenciosamente hasta sentarse en la cama para intentar consolarla.

 

—Abie… lo siento tanto. —Acarició la espalda de la pequeña y ella se sobresaltó al sentir y oír al playboy en su habitación sentado a su lado.

 

—¿Bruce? —preguntó apretando con fuerza sus manitos y se levantó con dificultad hasta dar la media vuelta para confirmar que era Batman quién estaba ahí con ella—. ¡Bruce! —exclamó don desesperación y se abalanzó al millonario de un salto para aferrarse a sus brazos extendidos que la recibían con cariño.

 

—Tranquila, pequeña, aquí estoy —susurró dulcemente mientras le abrazaba con ternura y sobaba su espalda para intentar tranquilizar el terrible llanto que nuevamente se había desatado en cuanto lo vio.

 

—¡Bruce!... ¡Bruce! ¡Es mi culpa! ¡La muerte de mi padre… es mi culpa! ¡Buaaaa! —gritó con dificultad entre sollozos mientras se aferraba a la remera del mayor con una necesidad tan profunda que era desgarradora.

 

—No digas eso, no te culpes Abie. Lo que sucedió… no tiene nada que ver contigo. Solo… el destino cruel y la injusticia en el mundo tienen la culpa de todo esto. —Trató de consolarla con sus palabras, pero en verdad no sabía bien que decirle, porque en el fondo… la entendía. Muy en el fondo le recordaba que había sido así. El mismo se había culpado por la muerte de sus padres durante mucho tiempo, y a pesar de todo, aún a veces… así lo creía.

 

—No, Bruce… tú no entiendes. —Se separó con dificultad y miró acongojada al playboy que le devolvía el reflejo de sus mismas facciones—. En verdad… es mi culpa. —Se secó las lágrimas con el puño de su mano y se aferró con fuerza a las sábanas por el miedo y la culpa que sentía—. Yo… yo no te dije toda la verdad. Te he mentido, Bruce. —Agachó su cabeza con el llanto aún difícil de controlar y cerró sus ojos con fuerza. Se sentía avergonzada y con mucha culpa cargando sobre sus pequeños y frágiles hombros.

 

—Está bien, Abie. Todos mentimos alguna vez. No tienes por qué tener miedo. —Tomó con delicadeza su barbilla y levantó su pequeño rostro para secar algunas lágrimas que seguían cayendo de su rostro con el pulgar—. Estoy aquí para oírte. Lo que quieras decirme, lo que tengas ganas de contarme. Puedo escuchar todo lo necesites sacar. No voy a juzgarte, solo… déjame ayudarte. —Acarició dulcemente la mejilla de la menor, ella tomó la mano que la tranquilizaba y asintió levemente.

 

—Está bien, Bruce… voy a decirte toda la verdad —soltó en un susurro tembloroso, y la comisura de su labio se levantó de manera imperceptible al sentir como un alivio iba inundando su pecho al saber que al fin soltaría lo que tanto la estaba angustiando.

 

 

 

Varios días atrás. Sucursal de Wayne Medical. Londres.

 

 

El laboratorio de Williams y Gale se encontraba tan apagado que no parecía el mismo lugar lleno de vitalidad que hacía meses atrás desbordaba. Antes, el entusiasmo, las ganas de descubrir e investigar, la energía y la pasión por hallar la respuesta a sus dudas, inundaba el corazón de dos hombres visionarios que buscaban la cura de un mal terminal. Pero esa luz se apagó al estancarse la investigación y como resultado de sus peligrosas manipulaciones, descubrir que lo que intentaban curar se había transformado en una abominación capaz de crear un desastre global. Desde ese momento, todo el entusiasmo y el esplendor que hacía vibrar al laboratorio, desapareció por completo para jamás volver a regresar. Sumado a esto, el interés de Gale, su ambición y codicia, hizo que decidiera recorrer un camino peligroso extorsionando a su amigo para arrinconarlo a hacer lo que este creía que era una locura: Vender el peligroso virus en el mercado negro para así obtener una fortuna. Tal idea le parecía atroz a John, pero no le quedó más remedio que cooperar con Gale para salvaguardar su bienestar y, en especial, el de su hija, que en esos momentos se encontraba en peligro. Porque sí, Terry, su amigo y compañero de años, había decidido vender la información obtenida con o sin el consentimiento de John. Tanto así era su obsesión y apetito por el dinero que no le importaba amenazar a Abie de muerte con tal de obtener lo que quería.

Con la decisión de salvaguardar lo más preciado que tenía, el científico terminó accediendo ante las demandas del otro y optó hacerse a un lado, silenciar y esperar a que lo peor pasara. Desde ese momento creyó que lo mejor para la vida de Abie era alejarla de todo eso que lo rodeaba y contactó en secreto al doctor White, su fiel amigo de EE. UU, para encomendar a la más pequeña a su cuidado. Ya no le importaba sus estudios, no le interesaba más su investigación de años, solo quería proteger la vida de su preciada hija, nada más. Así que hizo todo lo que Gale le pedía sin desobedecer, esperando pacientemente a la fiesta anual de científicos que se hacía en Londres para apartar a Abie del inminente peligro que traería todo lo que Terry hacía.

A pesar de esta decisión que había tomado el padre de la menor, ella no estaba conforme y le reprochaba cada vez que podía que no podía permitir que su amigo le arruinara tantos esfuerzos de años. Y como en tantas otras veces, ese día había vuelto a insistirle.

 

—Pero papá, ya sé que me lo has explicado muchas veces, peor aun así no entiendo. No… no es justo que dejes tu investigación de años por culpa de Terry. Deberíamos hacer algo. Debería haber alguien que nos pueda ayudar. ¡Yo no le tengo miedo a sus amenazas! —reclamó la pequeña sentada al lado de su padre que miraba atenta como este iba preparando todos los archivos de su investigación en el disco duro de su ordenador.

 

El hombre que no dejaba de teclear, se detuvo un instante y con un suspiro, agotado, se dio media vuelta para quedar frente a su hija.

 

—Escúchame bien, Abie. —La tomó de los brazos con fuerza y la sacudió un poco para que la otra reaccione—. No me importa nada de todo esto, ¿entiendes? Nada. Solo me importas tú. Así que por favor deja de cuestionar. En unos días irás con el doctor Henry y estarás a salvo. Prometo que cuando todo esto termine iré a buscarte. —La abrazó con fuerza y la menor sintió como el pecho del otro se agitaba y se contenía para no llegar a llorar. Sabía que todo el asunto le estaba angustiando demasiado.

 

—Papi… prometiste que encontrarías la cura para que nadie más muera joven como mamá. Esta investigación es tu vida —soltó la menor llevando sus manitas hasta la camisa de su padre, agarrándola con fuerza.

 

John se alejó del abrazo y tomando la carita de su hija entre sus manos le dijo—: Abie… tú eres mi vida. Eres todo lo que tengo. Me diste la fuerza en mis momentos más débiles, igual que lo haces ahora. No me importa perder esto, puedo volver a empezar. Pero no puedo perderte a ti, ¿entiendes? No a ti. —Besó la frente de su hija con cariño y le acarició el cabello para luego ponerse de pie.

 

—¿Estás seguro, papi… qué esto es lo mejor? —preguntó con cachetes sonrojados y tomó la falda de su vestido para mirarlo a los ojos con un fuego abrazador.

 

—Sí, mi niña. Es lo mejor. —Le regaló una dulce sonrisa y se encaminó a la salida de su laboratorio. En esos momentos era de noche y estaban ellos dos solos terminando con los preparativos solicitados por Gale—. Creo que ya es hora de cenar, ¿no te parece? Iré a comparar algo para los dos, ¿qué dices? ¿Una hamburguesa te gustaría? —Le guiñó un ojo en complicidad y sonrió de oreja a oreja al ver la emoción despertada en la menor.

 

—¡Siiiii! ¡Hamburguesa! ¡Quiero papas también! —Aplaudió con sus manitos, contenta por ser consentida de esa manera. Usualmente su padre era muy estricto con la buena alimentación que ambos debían llevar.

 

—Sí, sí, está bien, hamburguesa con papas. En seguida regreso. —Rió suavemente, alegre de ver nuevamente la cara feliz de su hija, y salió del laboratorio para hacer las compras.

 

La pequeña sostuvo su ingenua sonrisa hasta ver a su padre desaparecer. Esperó unos minutos en silencio y su rostro repentinamente se puso serio. En seguida se bajó de su asiento y tomó el lugar que John había ocupado hasta el momento. Comenzó a escribir a una gran velocidad sobre el teclado del escritorio y abrió una serie de comandos que utilizaba con un conocimiento jamás demostrado a nadie. La niña sabía lo que hacía, era muy inteligente y siempre estudiaba, tenía acceso a cualquier computadora del lugar y con la práctica y viendo a otros, fue aprendiendo. Con solo seis años de edad, Abie se encontraba manipulando el sistema, la información de su padre a su antojo. Cada vez que podía, hacía secretamente todo un respaldo de la investigación que el otro iba compilando y encriptaba la misma al mismo tiempo. Había contactado en secreto al doctor White haciéndose pasar por su padre para enviarle, cada tanto, información sobre los códigos que estaba usando. Quería que, en cualquier caso si era descubierta, preservar todo lo que había hecho para salvaguardar la información. Desde que sabía que su padre había tomado la decisión de regalarle tantos años dedicados a sus investigaciones al codicioso de Gale, Abie había comenzado una carrera para rescatar todo ese esfuerzo de su padre. No iba a permitir que el otro se aprovechara de sus contactos en la policía para amenazarlos y llenarse los bolsillos.

Pero jamás pensó que su inteligente estrategia iba a costarle tan caro. Mientras ella iba codificando toda la data, se encontraba desconcentrada del mundo exterior y centrada en su tarea. Estaba tan ensimismada que en ningún momento sintió cuando alguien ingresaba al laboratorio y se acercaba a ella discretamente.

 

—¡¿Qué rayos crees que estás haciendo, niña?! —exclamó Gale girando la silla en la que estaba sentada la pequeña y la tomó de los cabellos para alzarla y tirarla al suelo—. Pero mira nada más la mocosa, ¡¿Intentabas embaucarme?! ¡¿Eh?! —Pateó la silla con bronca y miró nuevamente la pantalla mordiéndose los labios con furia.

 

—¡Esa información no te pertenece! —contestó la pequeña con energía poniéndose de pie con dificultad, sintiéndose un poco adolorida por ser arrojada así al suelo. Luego al ver repentinamente la mano del otro alzándose para pegarle, se achicó en el lugar con miedo.

 

—¡Alto, Gale! ¡No toques a mi hija! —la voz de John se hizo presente en el lugar y soltando las cosas que traía en mano corrió hasta su pequeña para abrazarla y tranquilizarla.

 

—La maldita niña estaba copiando toda la información. ¡Crees que soy estúpido! ¡¿Pretendían engañarme?! —escupió con bronca y sacó la pistola de su saco y apuntó a ambos.

 

—¡Ella no tuvo nada que ver! —defendió a su pequeña dedicándole una mirada llena de desprecio a quién antes consideraba su amigo—. Ella… no es responsable de eso. ¡Fui yo! ¡Fui yo quien decidió hacer una copia de todo! —Abrazó con más fuerza a su hija y la cubrió entre sus brazos. La misma miraba la pistola temblando, llena de terror—. No le hagas nada, juro que desharé todo. No habrá copia de nada. Tendrás compilada tu información esta misma noche.

 

—¡Pero papá! —exclamó la más pequeña, adolorida, por cómo estaban saliendo las cosas. John simplemente le negó con la cabeza para que dejara de pelear por algo a que no iban a poder ganar.

 

—¡Bien, John! ¡Ya deja a la niña que no le haré nada! ¡Vamos! ¡Termina con tu tarea si quieres que siga teniendo clemencia por ambos! —Terry señaló con la pistola hacia el ordenador y tomando con fuerza el brazo de la menor, la separó de los brazos de su padre—. Hoy nos quedaremos toda la noche si es necesario hasta que lo termines. Ya tengo a un comprador interesado que pagará mucho dinero. Así que ve apurando el trámite —demandó enojado y empujó a Abie hasta obligarla a sentarse en una de las sillas que se encontraba por ahí.

 

John simplemente tragó saliva con bronca y volvió a tomar su lugar para continuar con su trabajo. En esos momentos no podía hacer nada, la vida de su hija estaba en peligro y no iba a permitir que nada le pasase, tenía que ser paciente y terminar con lo que el otro le había ordenado para dejarlo conforme y que se olvidara de ellos de una vez por todas. Una vez que obtuviera el dinero con la venta, estaba seguro que al fin los dejarían en paz.

Mientras Gale rondaba a John de un lado a otro, como si fuera un tigre enjaulado que mira atentamente a la presa que está afuera, Abie se bajó de su silla discretamente y se acercó hasta su mochilita que estaba situada sobre una mesa no muy lejos de donde estaba. Cuando la obtuvo, regresó silenciosamente de nuevo hacia su lugar y sacó la Tablet que traía guardada adentro. Esta estaba conectada en red del todo el sistema del lugar y decidida a hacer lo que había planeado, ejecutó un virus en todo el ordenador que estaban usando. Había pensado mucho la decisión que al fin tomó. Creía que era lo correcto, que importaba más un bien mayor que el de ellos dos. Al fin y al cabo, tenía muy pocas esperanzas de que realmente los dejaran en paz una vez cumplidos los deseos del codicioso. Quizás con el plan frustrado, a Gale solo le quedaría negociar por el último vestigio de información que ella había encriptado.

Repentinamente la pantalla del ordenador de John se volvió roja y este asustado retiró sus manos hacia atrás negando con la cabeza desesperadamente.

 

—N-no… yo no…

 

—¡¿Qué has hecho?! —preguntó Terry al borde del colapso nervioso al ver como el sistema caía y toda la información se iba borrando poco a poco—. ¡Detén lo que sea que estés haciendo o juro que te mato!—. Le apuntó directamente a la cabeza y la niña se asustó poniéndose de pie.

 

—Yo… juro que no hice nada. ¡No sé lo que sucede! —se disculpó tomando de la camisa de Gale, sacudiéndolo para demostrar su inocencia—. ¡No tengo nada que ver con esto, Terry! —Señaló hacia el monitor y cayendo en la cuenta del responsable miró indiscretamente hacia la niña.

 

—¡No le mates! ¡No fue él! —Abie corrió al encuentro de su padre y se puso frente a este con los brazos extendidos para cubrirlo—. ¡Fui yo! ¡Si quieres recuperar la información tendrás que dejarnos libres! —exclamó valientemente con sus ojos llorosos como cataratas. Estaba terriblemente asustada, pero a sí mismo se repetía que debía ser fuerte.

 

—¡Mocosa del demonio! ¿Me crees idiota? ¡Tú no podrías hacer algo como eso! —Apuntó hacia la pequeña con bronca al creer que John simplemente la usaba como escudo. Presintió que, si presionaba a su amigo lo suficiente, haría que este parara al virus que había ejecutado—. ¡Le voy a matar, John! —exclamó con el odio inyectado en sus ojos, aterrando más a la niña que cerró sus párpados con fuerza—. ¡Deshaz lo que sea que hayas hecho! ¡O juro que la mataré! —Le dio una abofeteada a la niña que la estampó contra el suelo.

 

El temple pacífico del científico, que hasta el momento había adoptado una postura sumisa, se desató. Enardecido por ver como lastimaban a su hija, saltó de la silla y embistió a su amigo para asestarle una trompada a la cara. Podía meterse con él cuanto quisiera, amenazarlo y hasta torturarlo, John ya había hasta decidido abandonar todo lo que había luchado en años, pero jamás permitiría que volviera a lastimar a su hija, que le vuelva a poner un dedo encima o que siquiera le apuntase con una pistola. No más, ya no toleraría más los insultos y arrebatos de Gale, esta vez le haría frente.

Comenzó una lucha y un forcejeo entre los dos hombres. Se asestaron varios golpes y terminaron bastante parejos, pero el que poseía el arma encima, inevitablemente hizo lo que como desenlace todos ya sabemos: Terminó por disparar a quemarropa a John. Este cayó sosteniéndose el abdomen de espaldas y miró a Abie con mucha angustia. Sabía que era su fin, que solo tenía un minuto, tal vez dos con suerte. No quería dejarla sola, no siendo tan pequeña y con tanto futuro por delante. Le dolía en el alma partir en esos momentos que la veía llorando tan tristemente. Ella salió al encuentro de su padre y se aferró a su pecho con una congoja terrible.

 

—¡Papá! ¡Noooo! ¡Papá! ¡Por favor! ¡No mueras! —gritaba desconsolada mientras lo sacudía para no perder a su padre.

 

—No te preocupes por mí. Corre, Abie… busca… a Henry. —Tosió un par de veces y escupió sangre por la boca.

 

La niña no quería irse, no quería abandonar a su padre. Miró por unos segundos a Gale que estaba estático, parado en donde se había quedado, temblando por hacer lo que jamás pensó que haría: Acabar con la vida de quien consideraba su amigo.

 

—No me iré, papi… no te dejaré —dijo entre llantos e hipidos mientras le tomaba la mano con dulzura.

 

—Te amo, preciosa —gruñó con dolor y comenzó a temblar al ver como su vista se nublaba—. Por favor, vete, debes huir… Vive…. —pidió con un último hilo de voz y falleció entre los brazos de su hija.

 

Abie pegó un grito lleno de angustia y comenzó a sacudir a su padre exigiéndole que no le abandone. Lo zarandeó, y movió su rostro varias veces sin obtener respuestas. Sabiendo lo que realmente había sucedido, que su padre había muerto, se abalanzó sobre su pecho y comenzó a llorar sin control. Acarició reiteradamente el rostro de quien tanto la había amado mientras se agarraba a su camisa ensangrentada con fuerza.

 

—Bueno… que terrible desenlace —dijo al fin Terry que aún estaba ahí y miraba la escena con un poco de remordimiento. Reaccionando nuevamente, tomó su celular y dirigiendo su rostro a la pantalla esperó con un bufido a que del otro lado le contestaran—. Tuvimos un problema. Si… hay una baja. Manda a tu gente para que se ocupe… Si… la niña está aquí. Los datos… se borraron. Aún hay un respaldo encriptado… No… ¡Claro que no!

 

Al escuchar la voz del asesino, la pequeña abrió los ojos y se incorporó temblorosa. Lo miró lleno de odio y apretó sus manitos pequeñas en puño. Una sensación de absoluto desprecio se instaló en su corazón, pero era aún una niña indefensa que no podía hacer nada contra un adulto armado. Corría peligro estando ahí con ese hombre, sin lugar a dudas la usarían y luego la matarían.

Cuando se dio cuenta que el otro hablaba distraído mirando el monitor, sin prestarle atención a ella, se agachó hasta su padre y le dio un último dulce beso en la frente.

 

—Yo también te amo, papi —susurró adolorida y decidida se levantó con energía. Corrió hasta su Tablet para tomarla entre sus manos y volvió a correr hasta la puerta de salida.

 

—¡Oye, Abie! ¡No te haré daño! ¡Detente! —le gritó extendiendo su brazo para detenerla, pero ella no le hizo caso—. ¡Maldición! ¡La niña se escapa! —Salió corriendo tras la pequeña y cerró con código el lugar para que nadie viese lo que allí había sucedido—. Estoy tras ella. Envía a tu gente de inmediato. —Cortó la comunicación rápidamente y se guardó el arma y su celular en el bolsillo interno de su saco.

 

Pero, aunque con esfuerzo Gale trató de detenerla evitando llamar la atención de los pocos empleados que quedaban en el lugar, no tuvo éxito. Abie era demasiado lista e inteligente para ser atrapada en una carrera, ella más que nadie conocía de arriba abajo la instalación. La había recorrido desde que era pequeña y hasta conocía cada recoveco en donde ocultarse si era necesario. Prontamente Abie tomó el elevador para subir hasta la planta baja y salió corriendo por la puerta de entrada a toda velocidad sin prestarle atención a nadie de seguridad o a empleados que le gritaban preguntándole que le sucedía. No se detuvo para pedir auxilio, no llamó a nadie, sabía lo que debía hacer en esa circunstancia, lo había planeado con su padre por si algo malo llegaba a suceder. Jamás creyó que iba a necesitar huir como lo estaba haciendo, pero no podía detenerse a pensar, necesitaba estar concentrada y seguir cada paso planeado por su padre. No pedir ayuda, no volver a casa, esconderse y dejar todo atrás. ¿Pero qué tanto iba a poder hacer una niña de seis años sola? Por más inteligente que fuera, por más astuta, sin ayuda de un adulto no lograría esconderse por mucho tiempo, y es por eso que su mejor opción era contactar con el doctor White. Debía de avisarle, debía contactar con él y si no podía, tendría que ir de algún modo a la fiesta para encontrarlo. No tenía muchas opciones y su panorama parecía ser el peor. Durante un día y medio vago, escapando, corriendo, casi sin poder dormir, comer o descansar, hasta que tuvo la dicha en una de sus huidas de cruzarse con alguien a quién no le da vuelta la cara a los problemas, al que no deja que una injusticia se salga con la suya. Tuvo la suerte de cruzarse con Batman.

 

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De vuelta al departamento en donde Bruce escuchaba atentamente la verdadera historia de Abie, entre ellos dos se hizo un silencio que les partía el alma. Ambos con una infancia llena de dolor, compartían en esos instantes el sufrimiento de haber perdido a alguien por culpa de una desgracia.

 

—¡Entiendes, Bruce! ¡Fui yo quien lo mató! ¡Fue mi culpa! ¡Si yo… si yo no hubiera intentado hacer una copia, si no hubiera querido borrar toda esa información con un virus! —Apretó con fuerza sus rodillas y llevó su mentón contra su pecho sin dejar de llorar—. ¡El no estaría muerto!

 

—No, Abie, no digas eso. —Se acercó hasta volverla a abrazar con fuerza y dejó que la menor llorase en su hombro—. No te castigues por eso, hiciste lo que creíste mejor. Es más… tus actos, el que encriptaras la investigación y borraras esos datos, podría lograr que muchas personas se salven. ¿Te das cuenta? Nos has dado un tiempo valioso antes de que vendan la información en el mercado negro. —Acarició con cariño su espalda para intentar reconfortarla mientras dejaba caer sus lágrimas también. Porque compartía su dolor, compartía su culpa, porque… era igual a ella—. Eres… una heroína. Tu padre estaría orgulloso.

 

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En el laboratorio en donde Bruce y Tony se encontraban con el acceso al sistema entero de Wayne Medical, se había generado un silencio que les permitía a ambos héroes pensar y meditar lo que se había revelado. El mayor miraba atentamente al murciélago y podía notar en sus facciones la angustia instalada, obviamente sabía de su pasado y lo tan involucrado que estaba con este caso que le hacía rememorar los hechos tan dolorosos de su infancia. Por eso estaba tan enfrascado por ocuparse personalmente de este altercado, por eso lo hacía algo propio y personal; porque se veía reflejado en el dolor y en la culpa de la pequeña niña. Volvía a verse como el niño de diez años a quien un ladrón le había arrebatado a sus padres.

 

—Eso… eso es todo, Tony. Eso fue lo que realmente sucedió —terminó Bruce rompiendo el silencio, resumiéndole a su compañero toda la historia sobre lo que realmente había ocurrido con la muerte de John Williams.

 

—Vaya… que… terrible. Pobre niña —soltó luego de un largo rato mientras se rascaba la barbilla—. Ahora entiendo porque esta mañana estabas con ojeras y todo adormilado. Como dormir bien después de eso, ¿no? Por un momento creí que tú y el grandote tuvieron una noche insaciable de sexo. —Rió con compromiso y dijo todo aquello para lograr aflojar la tensión que había en el lugar. Y afortunadamente, su comentario tuvo la reacción esperada.

 

Bruce sonrió levemente y negó con su cabeza—: ¿Eso es lo único que ocupa tu cabeza? —Lo miró por unos segundos y luego regresó su vista al ordenador para continuar desencriptando la data.

 

—No, no. Eso… y muchas cosas más. Pero creo que no te interesarán los detalles. —Sonrió cálidamente y se acercó hasta su amigo para recostarse sobre el escritorio a su lado—. Ahora bien… deduzco entonces que la niña te dijo los códigos y ahora tienes acceso a la información.

 

—Efectivamente. Abie fue quién lo hizo y sabía cómo resolver toda la encriptación. —Sonrió victorioso al ver como al fin una vez cargados todos los códigos se le abrían las puertas a los datos—. Dime Jarvis… ¿Cuántas copias hicieron de esta información? —Miró atentamente al monitor y por dentro se repetía a sí mismo el número que deseaba oír.

 

Sola una, señor. Al parecer estos datos han intentado ser hakeados reiteradas veces sin éxito. Solo apenas pudieron realizar una copia de la información.

 

Un suspiro se escuchó de los labios del millonario y sonrió al ver como Tony le colocaba una mano en el hombro con complicidad antes de hablarle.

 

—Si Gale solo posee una copia, será cuestión de atraparlo y fin del problema. —Se incorporó y volvió a colocarse sus lentes de sol—. ¡El Dios de la suerte está de nuestro lado, compañero! —Aplaudió un par de veces y jugó con sus dedos mientras daba una vuelta por el lugar.

 

—Así parece. —Sonrió al ver las morisquetas que hacía el otro y con una mueca instalada en su rostro volvió a dirigirse a la I.A—: Jarvis, manda una notificación al laboratorio donde están los especímenes mutados y ordena que se queme todas las muestras de lo investigado. No quiero que quede rastro de los estudios realizados aquí. —Se levantó de su asiento y tomó el pendrive de la computadora.

 

En seguida. En estos instantes les está llegando un mail al departamento a cargo de los especímenes. Puedo confirmarle que, por las cámaras de seguridad del sector, ya se encuentran ocupándose de lo solicitado.

 

—Bien… solo queda asegurarnos de ver que cumplan con la limpieza. Ahora hay una última cosa por hacer, Jarvis. Quema el disco duro de todos los ordenadores en donde haya algo de información sobre esta investigación. —Se acercó hasta Tony y le muestra el dispositivo que llevaba en mano.

 

—¿Con eso hemos terminado? —preguntó el de ojos chocolate a la vez que se sentaba arriba de una mesa.

 

—Si. Solo faltaba que te entregue esto. —Le dio el pendrive al mayor y este lo miró extrañado alzando una ceja—. Ahí están los videos que implican a casi todos los responsables en todo este asunto. Es para que se lo des al capitán Rogers y el a su vez a los oficiales superiores que están a cargo. Sé que ustedes pueden tener mejor oportunidad para informar y notificar sobre esto que el millonario de Bruce Wayne.

 

—Yo me ocupo que le haga llegar a las manos correctas. —Lo guardó en su bolsillo y le guiñó un ojo.

 

_____________________

 

 

Fin del Flash Back. De vuelta al presente.

 

 

—Por esa razón Bruce estaba tan decidido en ir a la mafia cuanto antes. Si efectivamente hay una sola copia… una vez que dé con ella, habremos asegurado que no hay más peligro potencial de manipulación de armas químicas. —Steve se refregó la barbilla y se puso en alerta al ver como el Kryptoniano alzaba la cabeza y miraba hacia su izquierda.

 

—Está llegando el equipo de refuerzo que solicitaste —dijo Clark mirando con su visión de rayos “x” al oír como los pasos de varios hombres armados iban descendiendo por el lugar—. Me molesta que sigamos varados si saber qué hacer. Quizás lo mejor será que siga buscando. Con suerte pueda oír su voz o los latidos de su corazón. —Comenzó a elevarse con intenciones de marcharse de ese lugar para volver a buscar a su pareja.

 

—¡Hey! Hey, grandote. ¡Espera! —Tony hizo un gesto con sus manos para indicarle medio tiempo como en los partidos de algunos deportes—. Sabes que si lo encuentras no puedes intervenir, ¿no? Debes notificarnos a nosotros y todos tendremos que esperar una oportunidad para actuar.

 

—Obviamente —respondió con simpleza y fastidio. No estaba de humor como para tolerar nada, pero viendo al capitán Rogers que le negaba con la cabeza y le hacía gestos con la misma para que regresara al suelo, bufó con fastidió y volvió a descender—. ¿Qué propones? —Lo miró directamente sabiendo que algo iba a acotar.

 

—No te precipites, Superman. Aún tenemos una oportunidad. Hay un hombre que maniaté en la fiesta. Quizás si vamos hasta él, podamos interrogarle… —Se detuvo unos segundos al sentir una musiquita que lo comenzó a distraer, y tratando de no prestarle atención, intentó continuar—…y así obtener el lugar en donde… —Y repentinamente calló al distraerse con el rington del celular que había comenzado a sonar desde rato, no muy lejos de donde estaban parado—. ¿De quién es ese celular que está sonando?

 

Los tres héroes al detectar de donde venía la música, miraron directamente al doctor que se sorprendió al notar como todos lo observaban intrigados. Este alzó los hombros desconcertado por la proveniencia del sonido y también al percatarse que venía de él comenzó a revisar sus prendas.

 

—Yo… yo no traía celular. Al mío me lo quitaron cuando me trajeron aquí —dijo con ojos bien abiertos, y al descubrir el aparato en el bolsillo derecho de su prenda, lo sacó con mano temblorosa para presentársela a los héroes.

 

En seguida, Tony se apresuró para tomarlo y al tenerlo entre sus manos notó como un audio había sido enviado. Detuvo la música de la notificación, miró a todos por unos segundos y sin pensárselo más, le dio play al audio. Luego de unos breves segundos, la voz del hombre que había enviado el audio se dejó escuchar.

 

Lamento no haberlos esperado como prometí, pero si escucharon lo que el doctor tenía para contarles, quizás puedan entender por qué decidí irme y moverme solo. —Tony le puso pausa por unos instantes y alzó la vista a todos.

 

—Es… Bruce… —murmuró Clark con una pequeña sonrisa en los labios y se acercó más al millonario para mirar el celular.

 

—Este teléfono no es el mío. Es del hombre que intentó drogarnos para sonsacarnos información, se lo quitamos a él. Pero lo tenía Bruce. ¿Cuándo fue que lo colocó en mi saco? —preguntó extrañado el doctor al reconocer que ese celular era el primero que habían obtenido.

 

—Es rápido con las manos. El maldito te lo puso a escondidas para que no lo rastreemos en cuanto lo viéramos, doctor. —El millonario hizo una mueca enojado negando con la cabeza y en seguida le volvió a dar play.

 

No teníamos tiempo para debatir si esto es o no peligroso, o quizás si lo que voy a hacer me conducirá o no al lugar correcto. A estas alturas deben saber que la prioridad es evitar que la mafia se haga con la información del virus. —Hizo una pausa y se le oyó inhalar con fuerza para continuar—. Lamentablemente… no sé a dónde nos llevarán ni en donde estaremos escondidos. A Gale lo contactan en un punto de encuentro y a partir de ahí nos trasladarán a ambos encapuchados. Con suerte Gale aún conservará su celular y podrán localizarnos. Programé este audio para que les llegue aproximadamente a la hora de haber tocado suelo enemigo, debería de tener tiempo suficiente para saber si los datos están aquí. Trataré de alguna forma volver a contactarme con ustedes para reportarles la situación. —Otra vez se hizo silencio que dejó a todos expectantes—. Ahora… necesito que le pasen el celular a Superman. Tengo que comentarle algo en privado.

 

De inmediato, Tony puso el audio nuevamente en pausa y pidió a su I.A que comenzara a buscar la señal del G.P.S del celular del asesino, con suerte este estaría activado y podría darles esperanzas de encontrar el escondite de la mafia. Ya era hora de que pudiera localizar a su amigo y ver en qué situación estaba. Al terminar con eso, le ofreció el aparato a Clark, que no dejaba de mirar al mismo sintiendo como su cuerpo se estremecía ligeramente por los nervios.

 

—Anda, Boy Scout, quiere decirte algo solo a ti. —Agitó el teléfono enfrente de la cara del otro y este al tomarlo comenzó a elevarse para tomar distancia del lugar—. No me importa lo que haya dicho Bruce, igual escucharemos, Steve —le dijo a su pareja que se acercaba a la puerta para recibir a los efectivos que habían llegado y que se estaban aproximando a ellos. El rubio le hace un gesto de reproche como no admitiendo lo que el otro quería hacer—. ¡¿Qué?! ¿Qué tan privado puede ser? —Cerró su casco e incrementó el micrófono de su armadura para poder enterarse de lo que el playboy tenía para decirle al reportero.

 

Una vez que héroe de Metrópolis se alejó lo suficiente para que no lo escuchasen, volvió a darle play al audio e inhaló con fuerza cerrando suavemente sus ojos. No quería imaginarse que tendría el otro para mencionarle en privado; su cabeza se disparaba para muchas opciones y ninguna era buena.

 

Clark, sé que si no viniste a mi encuentro en cuanto desperté, es porque intentaste encontrar mi pulso y no pudiste oírlo. Seguramente mis latidos cambiaron ligeramente por culpa de la droga que me aplicaron para dejarme inconsciente.

 

—Mentiroso. No es por eso solo —refunfuñó molesto y apretó con fuerza el celular entre sus manos. La anemia también tenía la culpa de todo lo que le sucedía, afectando su corazón. Superman lo sabía, aunque el otro como siempre, tratara de minimizarlo todo.

 

Pero aun así, soy consciente de que si te concentras lo suficiente… mi voz resaltará sobre las demás. Sé que de esa manera puedes encontrarme en cualquier parte de la ciudad. Por eso no dudaré en llamarte en cuanto te necesite. Lo haré, lo prometo. Tal y como te dije… sí sé que no puedo solo, si necesito tu ayuda… diré tu nombre para que me escuches, para que sepas que soy yo quién te llama. Solo… sé un poco más paciente, por favor. Confía en mí.

 

El audio terminó ahí, ya no había nada más que decir, no al menos en esa situación donde probablemente Bruce había grabado ese audio junto a Gale; porque claramente todas las variables apuntaban a que ese celular le pertenecía a este último. Además, podía darse cuenta como la vibración en sus palabras oscilaba en altos y bajos para tratar por todos los medios ser lo más discreto posible. Bruce se notaba cansado, con un timbre de voz seguro que claramente hacía un enorme esfuerzo por mantener. Obviamente no iba a demostrarse débil ante ninguno y mucho menos bajo esa circunstancia. Eso era algo muy común en él.

El reportero se llevó el aparato al pecho con congoja y apretó sus párpados con una tristeza que le hacía temblar. Bruce sabía de antemano que él lo había intentado localizar buscando sus latidos, pero también había tratado de encontrarlo sintiendo su voz. ¿Por qué en un principio no lo había podido escuchar? Las razones podían ser muchas, pero simplemente era porque Superman estaba tan desconcentrado que no conseguía prestar atención y concentrarse por lo múltiples sonidos que abundan en la ciudad. Su cabeza estaba ida, perdida en la preocupación, abstraído por la ansiedad, y simplemente cada vez que lo había intentado buscar, era justo el momento en que Bruce callaba. Era el destino cruel que les hacía pasar una mala jugada, que los quería ver llegar al límite de la desesperación, ver hasta donde podían ser capaces de resistir.

Más abajo Steve ya había hablado con los oficiales que se hicieron presente y estos ya se encontraban trasladando a los implicados a la prisión. Un grupo de paramédicos también los esperaba en el piso superior y llevaron al doctor White para que lo asistieran; aunque este insistía en que se encontraba bien y que no necesitaba atención médica. Dejó de resistirse y accedió a irse en cuanto escuchó hablar al capitán, que le decía que en ese mismo momento él se encargaría de que lo llevaran junto a su sobrina postiza en cuanto acabaran de revisarlo. Stark esperó de manera impaciente caminando de un lado a otro a que Jarvis le diera la localización del G.P.S del celular, pero se desilusionó al darse cuenta que este se encontraba apagado y que simplemente le indicaba la última posición en donde había quedado encendido.

 

—Buenas y malas noticias, musculitos. No sé exactamente donde está el escondite, peor no debe encontrarse muy lejos. Tengo aproximadamente el paradero del lugar. Al menos es un comienzo —dijo Tony en voz alta para que el menor que estaba levitando varios pisos arriba lo escuchara, pero este parecía no inmutarse ante sus palabras, simplemente permanecía en silencio con los ojos cerrados.

 

Especulando lo que el otro podría estar haciendo, Tony alzó su brazo derecho hacia el Kryptoniano y le disparó un pequeño aparato que se adhirió a su bota al instante. Este comenzó a titilar en un color rojo y el millonario chasqueó la lengua rumiando lo que él otro intentaba hacer por su cuenta.

 

—¿Qué fue lo que le pusiste? —preguntó Steve al verle lanzarle algo a Clark y se acercó hasta su pareja para mirar hacia arriba y observar lo que Tony miraba con ojos extraños.

 

—Es un rastreador, tengo la impresión que en cualquier momento él irá a… —Y abrió grande los ojos al ver como el más fornido salía volando rápidamente, disparado como una bala hacia el cielo, llevándose consigo el concreto de los últimos tres pisos que conformaban el edificio—… irá a salir volando… ¡Cof! ¡Cof! …al encuentro de su pareja. Ya lo oyó. —Sonrió de lado y miró a Steve con una luz iluminando sus ojos.

 

Los pequeños escombros que cayeron sobre el soldado y el millonario, hicieron que se levantara polvillo nublándoles un poco la vista y haciéndoles sacudirse. Steve al entender de qué se trataba lo que había sucedido, le gritó a su novio antes de que más concreto les cayera encima y los separara—: No pierdas tiempo, Tony. ¡Ve tras él! —Le hizo señas con su mano para que se fuera de inmediato—. Ya no queda nadie aquí. Yo me encargo del resto.

 

—Perfecto. No me extrañes, cariño. En seguida regreso. —Le guiñó un ojo y cerró su casco para salir volando rápidamente detrás del Kryptoniano, que seguramente con suerte, había localizado el escondite de la mafia.

Notas finales:

Espero haberles dejado con un lindo sabor de boca!!! Jajaja Sé que aún está en el mejor momento y que ya quieren saber lo que pasa con Bruce, pero ya al menos estamos en la puerta de llegar a él! Nuestro Supys ya lo oyó y está en camino!!! ¡Yeeey!!! A mi emociona igual que a ustedes.

Como siempre les agradezco a todos y todas sus lecturas y bellos comentarios. Siempre es lindo conversar con ustedes e intercambiar opiniones.

Nuevamente les pido mucha paciencia para su continuación. No se me pueden quejar, les he traído actualizaciones de varias historias seguido. Pero… mañana regreso al trabajo y ¡puff! chau tiempo libre. Igual seguiré escribiendo cuanto pueda. Los quieroooo les mando mis saludos y buena energía para arrancar la semana. Muack!!!


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