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Notas del capitulo:

Hola a todos mis amores! Sé que los estoy malacostumbrando con las actualizaciones tan seguidas, pero debo aprovechar mientras aún me queda algo de vacaciones, jeje. Luego no sé qué tan seguido será y no quiero dejar ésta historia tanto tiempo en pausa nuevamente.

J Estoy contenta por traerles nuevo capítulo, y crucemos los dedos para poder seguir teniendo tiempito de escribir, que tanto me gusta.

 

Los invito a leer y espero que sigan disfrutando de la dulzura que emanan estos dos enamorados. *3*

Capítulo 34: Haremos que Funcione.

 

 

El agua salada salpicando para todos lados hizo que Bruce tuviera que entrecerrar sus ojos para poder ver. Clark seguía corriendo hacia dentro del mar con él a cuestas y con una sonrisa tan amplia que tentaría a imitar a cualquiera que lo viera. Los corazones de ambos amantes latían con mucha fuerza, repletos del amor que se tenían, llenos de una magia irrompible que los abrigaba en aquel paraíso tropical.

 

Clark le había pedido matrimonio a Bruce, y éste, le había dicho que sí.

 

Para ser un hombre con un súper oído desarrollado, a Superman le llenaba de dicha y felicidad ese sonido palpitante en su pareja; porque lejos de aturdirlo, el mismo se mezclaba con el suyo que se escuchaba igual de agitado por la enorme felicidad. Y aunque Bruce no pudiera percibir de la misma forma, sentía aquellas aceleradas vibraciones que se transmitía a sus dedos simplemente por apoyar una mano en aquel fornido pecho.

 

Estando a una considerable distancia dentro el mar, Superman lanzó en alto a su pareja por el aire unos cuantos metros hacia adelante. El millonario sorprendido, cayó al agua haciéndose una bolita que salpicó hasta bañar el rostro del reportero por la cantidad de agua levantada. Éste seguía riéndose con ganas y esperó impaciente a que emergiera del agua para poder abrazarlo y comerle la boca.

 

Pero Bruce no lo hizo.

 

Las olas del mar eran suaves, tanto, que casi el agua lucía quieta. Y a pesar de eso, no notaba movimiento alguno debajo de esta. Clark seguía oyendo ese latido que antes vibraba fuerte, calmándose poco a poco, ralentizándose hasta un ritmo más pausado. Miró bajo el agua y no lo encontró.

 

—Oye. Vamos, Bruce. No juegues conmigo —pidió sintiendo una sensación de ansiedad que se mezclaba entre la risa y la inquietud.

 

—Te merecer un castigo —le contestó Bruce saliendo del agua por su espalda, tomándole el traje de baño entre sus manos para bajárselo hasta por debajo de las rodillas.

 

Obviamente Batman era experto en muchas disciplinas, y nadar y bucear, entraba entre los diferentes entrenamientos físicos que tenía dentro de su amplio bagaje de experiencias. Si el otro quería bromear, el también podía hacerlo.

 

Un suspiro de alivio se escapó de Clark al notarlo detrás. En cuestión de segundos se subió el short y dándose media vuelta lo atrapó por el frente, pegándose a su cuerpo y entreverando sus piernas con las otras.

 

—Eres malo. Mi broma fue más inocente. —Llevó sus manos para rodear la cintura ajena y notó como el millonario alzaba las suyas para envolver su cuello—. Querías nadar, ¿no es cierto? Lo mejor era sumergirte de una en el agua —le susurró cerca de sus labios al ver como el otro se iba acercando lentamente para besarlo y quiso reír.

 

—Shhh, Clark, deja de hablar. Justo ahora me dieron ganas de otra cosa. —Acortó de una buena vez esa breve distancia que tenían y tomó sus labios con mucha calma.

 

Era un hermoso espectáculo de ver. Ambos héroes besándose mientras el sol continuaba escondiéndose en el firmamento, bañados por el agua de ese mar cristalino. Se sentía tan perfecto. Sus bocas se movían amplias y lentas, sus lenguas degustaban el sabor salado impregnado en los labios más la mezcla de sus propias salivas. Bruce tomó con ansias el perfil de su amante y lo atrapó con fuerza mientras intensificaba ese beso.

 

Lo deseaba. Demasiado.

 

Ese hombre, que ahora era más suyo que nunca, le hacía sentir cosas que jamás nadie le había hecho sentir. Quería aprovechar cada instante que lo tenía a su lado para sentirlo más presente en cuerpo, en su corazón. Sabía que cuando volvieran a sus tierras, toda esa magia se apagaría. Ya no tendrían tanto tiempo, ya no habría total libertad, volverían ser quienes eran. Y quienes eran, los distanciaba inevitablemente.

 

Clark se separó de sus labios y lo miró ladeando su cabeza confundido.

 

—Se sintió… a una despedida —le dijo al notar el sabor amargo al final de ese beso—. Se supone que serás mi futuro esposo. Aún lo deseas, ¿no?

 

—Sí, tonto. ¿Cómo me voy arrepentir después de decirte que sí? —Sonrió de manera inevitable—. Solo que no dejo de pensar que tan solo nos quedan dos días. Cuando regresemos…

 

—Haremos que funcione —lo interrumpió de inmediato—. Se lo que piensas. Tú no dejas de hacerlo. Nuestras obligaciones, el deber. Creo que aprendimos a manejarlo muy bien durante todo este tiempo, ¿no crees? Y si encima en un futuro vivimos juntos, más sencillo será. —Se inclinó a besar su cuello delicadamente, creciente de esa necesidad de más contacto—. Nuestra rutina será la misma, tendrás tu espacio cuando desees estar solo, y cuando quieras mi compañía, yo estaré ahí. Las cosas cambiarán para mejor. Aprenderemos a adaptarnos.

 

—Lo haces ver tan fácil —contestó mientras se abandonaba a aquellos deliciosos besos.

 

—Lo es. A ti solo te gusta hacerlo complicado. —Rió suavemente y esta vez fue a apresar la dulce oreja con sus labios.

 

—Hay cosas que no podremos cambiar… Pero acepto el reto. —Exhaló el aire cálido de sus pulmones sobre el cuello del mayor y dejó caer sus dientes para tirar suavemente de esa impenetrable piel—. Esto realmente lo quiero. Tú y yo. Juntos. Tienes razón, haremos que funcione. —Volvió a tomar el rostro de Clark entre sus manos y le dedicó una mirada tan intensa que hizo que el observado se sintiera débil desde las piernas.

 

—Dime que me amas —le pidió de manera necesitada. Llevó sus manos hasta su trasero y masajeó el mismo por sobre la prenda—. Dilo y pídeme que te haga el amor. —Sabía lo que el otro quería, desde que le había besado de aquella manera que sabía lo que quería.

 

Ya lo conocía muy bien.

 

Superman le devolvió la mirada de la misma manera, dejando ver en sus ojos azules el terrible deseo que tenía. Su amor y su entrega eran de otro mundo. Aunque podía ver todo lo que le había pedido en esa mirada ajena, aún así le volvía loco escucharlo. Amaba cada vez que Bruce se abría y decía aquellas palabras. Para un ser tan poco sociable, tan poco expresivo como lo era Batman, lo consideraba un privilegio tenerlo entre sus brazos y que fuera capaz de decir que lo amaba.

 

—Eres un arrogante, Clark. Si sabes lo siento. —Deslizó sus manos por la cadera y metió mano dentro de la ropa para acariciarle suavemente el vello púbico, y luego con mayor firmeza, al falo—. Y lo que deseo.

 

—De todas formas quiero oírlo —musitó perdiendo fuerza en sus palabras—. Vamos, Bruce. Compláceme —volvió a pedir, intensificando esos masajes a su perfecto trasero redondo.

 

Una pequeña mueca de satisfacción cruzó los labios del millonario. Oía tan necesitado a su pareja como él también lo estaba. Ambos deseosos por consumar esa pasión que les latía a cada instante. Las palabras… no eran tan importantes para Batman, él sabía lo que sentía y lo que sentía el otro. Pero entendía que por mucho tiempo había sido una coraza que no expresaba absolutamente nada, y Clark necesitaba oírlo más seguido. ¿Por qué privárselo?

 

—Te amo Clark —murmuró cerca de su oído—. Hazme el amor.

 

Y fue como si el bajo vientre de Clark se inundara de mariposas. Como con aquellas sencillas palabras podía provocar tanto en él. Tenía tanto poder aquel simple mortal frente a ese considerado un Dios que nadie se imaginaría de lo que estaría dispuesto hacer Superman por la persona que amaba. ¿Oscuro Batman? Si supieran lo que albergaba el corazón de Clark, sentirían miedo de ver lo tenebroso que podía llegar a ser. Sentía a Bruce como esa brecha que permitía dejar lejos a la locura de la razón.

 

Ay del pobre que intentara arrebatárselo.

 

Con el deseo quemándole las entrañas, Clark descendió suavemente el traje de baño de Bruce mientras le iba regalando pequeños besos sobre su pecho y luego su abdomen. Se aferró a ese trasero que tanto le gustaba y continuó bajando hasta sumergirse debajo del agua y dar con el miembro semidormido. Abrió su boca y comenzó a mamarlo como bien sabía complacerlo. Apretando sus labios con fuerza cuando subía, saboreando la punta para luego volver a bajar rápidamente; así en una rítmica y deliciosa oscilación.

 

El cuerpo de Bruce se inclinó de inmediato hacia adelante al no poder mantenerse erguido y se sostuvo de los hombros de su pareja para no caer. Las piernas le temblaban y sentía que el calor le invadía cada tramo de su ser. La maestría con la que Superman lo estimulaba era inesperada. Se movía demasiado de prisa haciéndole temblar y luego regresaba a un compás mucho más lento y tortuoso. Bruce apreciaba esa sensación del clímax invadiéndolo poco a poco y perdió la razón en cuanto su punto de placer fue invadido con dos grandes y gruesos dedos.

 

—Clark, ¡Clark! —lo nombró con fuerza, pero el otro no reaccionaba—. ¡Ahh! Voy… ¡Mghh!...  a correrme. —Lo tomó de los cabellos y tiró de estos con fuerza para llamarle la atención.

 

Siempre hacía eso y también siempre obtenía el mismo resultado. Cuando Superman deseaba algo era muy difícil de detenerlo. Bruce podía verlo casi perfectamente bajo el agua, sus movimientos, su boca y su propio pene siendo atendido de esa manera. Cada detalle le era tan erótico.

 

La combinación de estímulos en dos puntos tan sensibles lo llevaba a cantar una melodía hermosa de jadeos y gemidos. Estaba al límite y no resistiría ni un minuto más siendo atendido sin descanso. El reportero se deleitaba con aquella dulce canción, pero tenía pensado disfrutar aquel cántico a tan solo centímetros de distancia, pegando más su cuerpo con el otro.

 

Detuvo las arremetidas de su boca y dedos, y comenzó a ponerse de pie lentamente, dejando que el agua escurriera de su cabeza y todo su torso. Se peinó con sus dedos los cabellos hacia atrás y lo observó detenidamente por unos instantes.

 

Las manos del playboy se deslizaron por aquellos pectorales todavía buscando sostén y en seguida el Kryptoniano le ofreció sus brazos para que pudiera mantenerse erguido. El playboy respiraba aceleradamente y el color en sus mejillas era clara señal que la temperatura en su cuerpo estaba muy alta. Y ésta no tardaría en bajar.

 

—Luces tan erótico jadeando —dijo con un semblante que hizo que Bruce se sintiera derretirse y tragara saliva—. Esta noche no voy a dejarte descansar. —Le guardó tras su oreja un mechón de pelo.

 

—No quiero descansar —respondió cerrando al fin su boca, pero su pecho le delataba que aún necesitaba recuperar el aliento—. No dejes que me enfríe —insinuó que continuara con lo que tenía planeado antes de que su erección comenzara a dolerle más de lo que ya lo hacía.

 

Las manos de Clark buscaron los muslos de su pareja y lo alzó hasta por arriba de su pelvis sin ninguna dificultad. Para sostenerse mejor, el millonario le rodeó el cuello con sus brazos y la cadera con sus piernas. Luego pegó su pecho y descansó su barbilla en la unión del cuello y el hombro. Le respiró sobre su oído de manera necesitada y sin hacerlo esperar más, el reportero tomó su miembro firme e ingresó suavemente la punta en aquella abertura que estaba dilatada. Fue metiendo todo el largo de su extensión lentamente hasta que sintió que sus bolas chocaron contra las nalgas. El cuerpo de Bruce temblaba en sus brazos por el enorme deseo y comenzó a mover la cadera, ansioso por sentir esa deliciosa fricción en su interior.

 

—Vamos, ¿qué esperas? Muévete —le ordenó mirándolo al rostro y mordió sus labios en un ataque depredador para tentarlo.

 

—Me encanta cuando me lo pides así. Pero calma, Bruce. No seas ansioso. Esta vez será a mi ritmo —le dijo con una sonrisa seductora y se relamió los labios para besarlo de vuelta con la misma respuesta depredadora.

 

—Esta mañana fue a tu ritmo —se quejó en medio de ese beso—. Muévete o acabaré solo. —Se llevó una mano a su falo y comenzó a tocarse y a excitarse rápidamente, sin dejarle de ver a los ojos mientras lo besaba.

 

—Eres un manipulador. ¡Ah! —gimió al sentir como otra vez Bruce movía su pelvis y apresaba con fuerza su mástil endurecido con el apriete de sus músculos.

 

—Cuando quiero algo no me importa los métodos. —Volvió a morder esos deliciosos labios y luego fue por su cuello para hacerle lo mismo.

 

Superman sonrió y llevó su mano al miembro de Bruce. Hizo a un lado la mano de su amante que intentaba darse placer y comenzó a masturbarlo él mismo. Deseoso también por esa fricción, movió su cadera propinando estocadas duras y certeras, penetrando a su amante, amasando ese culo que tanto le gustaba con la otra mano libre. Lo atraía hacia él a la vez que llevaba su cadera con fuerza, golpeándolo de manera continua contra sus nalgas. Bruce tiró cabeza hacia atrás al sentir el placer que le causaba todo aquello y se sostuvo con fuerza mientras su boca jadeante expresaba todo lo que sentía.

 

—Maldición, Bruce. ¡Argh! ¡Me vuelves loco! —exclamó junto a un gruñido mientras enterraba su rostro en medio del pecho ajeno.

 

—No pares, Clark. ¡Mgh! Justo… ahí. ¡Ah! —gimió en alto al sentir como los labios de su amante apresaban su pezón izquierdo, mirándolo desde más abajo con esos ojos seductores.

 

Eso lo volvía loco.

 

En ningún momento Clark detuvo sus arremetidas, por el contrario, poco a poco las intensificaba cada vez más. Estaba perdido, embriagado por la celestial sensación que le invadía en todo su cuerpo. Era una constante ola de placer ininterrumpido. Mordió cada tramo de piel que tenía al alcance y depositó cientos de besos en donde no había tocado. La boca jadeante de Bruce fue tomada nuevamente. Adoraba sus labios carnosos y esa lengua cargada de humedad por la excitación.

 

Pronto un gruñido salió desde lo más profundo de la garganta del súper hombre cuando sintió cerca el orgasmo. Jadeó de manera incontrolable al lado del oído del mayor demostrándole su pasión y mordió su cuello con la fuerza justa para marcarlo sin lastimarlo. Bruce temblaba entre sus brazos y sintió aquellos jadeos, la constante fricción que alcanzaba todo el largo del mástil del Kryptoniano y su mano que incasablemente se movía, arrastrándolo cada vez más y más al borde del abismo. De repente, Clark apretó con más fuerza sus dedos en el cuerpo de Bruce y éste sintió como eyaculaba dentro abundantemente, dando varias estocadas más a la vez que temblaba mientras se corría. La mano de Superman se movió frenética sobre el pene de Bruce, buscando acelerar su clímax que estaba allí cerca. A los pocos segundos, el murciélago enterró su rostro en el cuello del menor y terminó acabando a la vez que apretaba con fuerza su mandíbula.

 

—¡Maldición! Haah, haaah, Eso estuvo fantástico —arrastró las palabras Clark mientras con cuidado iba saliendo de Bruce para luego soltarlo suavemente de los muslos, llevando su mano su la cintura para seguir sosteniéndolo cerca de su cuerpo—. Cada polvo contigo es increíble —murmuró cerca de su boca con el deseo de besarlo latiendo.

 

—Llévame a la cama. Ahora —pidió Bruce con esos ojos tormentosos, indicando que eso no iba a acabar allí, que deseaba más—. Aún no estoy satisfecho —aclaró a centímetros de su boca.

 

—No sé quién de los dos es realmente el insaciable. —Rió el reportero mientras besaba su mandíbula y arrastraba sus dientes sobre la misma.

 

—Definitivamente tú —respondió abandonándose a esos mimos, dejándose hacer por las caricias que le propinaban en su espalda y con su boca—. Vamos Kal —susurró de manera seductora y eso hizo estremecer al Kryptoniano.

 

Pocas veces lo usaba, pero cada vez que Bruce mencionaba su nombre proveniente de aquel planeta ya extinto, generaba que su corazón se agite de tal manera que todo su cuerpo temblaba. Superman sintió como Bruce nuevamente se colgaba de él, como rodeaba sus brazos en su cuello y sus piernas en su cintura; al igual que un koala que se aferra a un árbol. Eso lo motivó aún más a elevarse suavemente hasta salir del agua. Voló con su pareja en brazos y entró por la amplia venta de la habitación hasta dejarlo sobre las sábanas limpias.

 

Siempre el cuerpo desnudo de Bruce hacía que allí en su bajo vientre se prendiera esa chispa de fuego que luego era incontrolable.

 

Lo miró por unos cuantos segundos hasta que el dedo de Bruce, en un gesto muy seductor, lo invitó a que se sumara a su lado. El rostro de Clark era el de un hombre totalmente enamorado y entregado. Tenía justo ahí delante suyo a su futuro esposo, con aquel anillo azul en su dedo anular, símbolo que los unía más aún.

 

Las manos de Clark se pasearon por esa piel fría y húmeda mientras subía a la cama e iba trepando hacia los labios de su amante. Lo beso con calma y dulzura como quien disfruta del más delicioso manjar. Continuó con un reguero de besos en todo su cuerpo, centrándose en esas cicatrices, besando cada una con devoción y saboreando su piel saldada por el mar.

 

Esa noche hicieron el amor muchas veces, tantas hasta sentirse exhaustos y sin energía. Profesaron su amor en cada exhalación, en cada gemido y en cada orgasmo. Se conectaron a través de sus cuerpos, de sus voces, de sus besos. Abrieron sus sentidos para apreciar al otro hasta el más mínimo detalle. Se miraron con intensidad mientras danzaban, tocando cada músculo de sus cuerpos sudados, inundando el ambiente con sus aromas y oyendo aquellos golpes, aquellas exclamaciones y sus nombres dichos con tanto placer, como la mejor melodía tocada por los Dioses.

 

Terminaron entrelazados con las piernas, sus cuerpos de perfil mirándose mientras recuperaban el aliento. Clark llevó su mano hasta el rostro de su amante y acomodó sus cabellos hacia atrás. No podía dejar de mirarlo tan embelesado. Y aunque el semblante de Bruce era más abandonado de expresiones, se podía ver igual en sus ojos azules el brillo de alguien enamorado, también entregado al placer de simplemente estar abrazados.

 

—Cuéntame del anillo —pidió alzando su mano, mirando por un rato esa joya en su dedo y apreciando su belleza natural y al parecer única—. No parece a nada que puedas conseguir en una tienda común. —Los dedos de Clark se enredaron con los suyos y los llevó hasta sus labios para besarlos. Le encantaba ver como lucía el anillo en su anular.

 

—No lo es. Tiene una historia interesante. Fue forjado especialmente para nosotros —dijo con una sonrisa y comenzó a contar—: El día que tú y Tony fueron al laboratorio del señor Williams, Abie, Steve y yo fuimos a ver un anillo que me había gustado. Durante nuestro tiempo en Londres, estuve mirando varias joyerías buscando el ideal. Quería algo sobrio, sencillo y delicado. Sabía que no iba a haber algo que pudiera impresionarte, sé que a ti esas cosas no son de tu interés. Por eso buscaba algo que simplemente fuera especial. —Se acurrucó más a él con un ronroneo.

 

—Sabes que no hubiera importado el anillo. Hubiera dicho que sí hasta con uno creado de papel. —Sonrió al ver como los ojos de Clark volvían a mirarlo de aquella manera enamorada—. Tus ojos son tan transparentes. Cuando me miras así me desarmas. —Tomó uno de los cojines que tenía cerca y se lo estampó en la cara.

 

—¿Así cómo? Dime —le pidió riéndose a la vez que retiraba la almohada lentamente y dejaba simplemente sus ojos descubiertos—. Quiero aprender a desarmarte a cada hora.

 

—Así… con esa mirada de cachorro. —Terminó por arrebatarle el cojín de las manos para que dejara de esconderse—. De cachorro enamorado.

 

—Pero estoy enamorado de ti, Bruce. ¿Cómo quieres que te mire? Además, me enamoras más con comentarios como los de recién. Este anillo durará más que uno de papel. —Volvió a buscar su mano para tenerla cerca de su pecho. Para acariciarla mientras lo tenía a su lado.

 

—Bueno, termina de contar. Me interesa saber. —Apretó suavemente el agarre y lo miró fijamente.

 

—En verdad no encontraba nada de mi total agrado y supe que necesitaba una opinión más antes de decidirme. Le pedí a Steve que me ayudara, había visto uno que podía encajar con lo que estaba buscando y ese día los tres fuimos hasta la joyería para enseñárselo.

 

 

Varios días atrás…

 

 

—Woooaaah. Me gusta ese, Clark. No, no, ese es más lindo. ¡No! ¡Ese! ¡Ese! —Abie iba señalando cada anillo que veía, mirando con sus manos pegadas al cristal de aquella pequeña pero preciosa joyería.

 

—Tranquila, Abie. Quiero mostrarles uno en particular que vi. No podría costearme algo como eso que están allí —dijo abriendo la puerta del local y guiándola con un gesto de su cabeza para que ingresara.

 

Detrás de los dos los siguió Steve que miraba su celular a cada rato, frustrado por tener que estar contestándole a su pareja, qué estaba haciendo y en dónde estaban. Quería mantener oculto el asunto sobre el anillo, pero cada vez se le estaba haciendo más difícil. Aún y con la niña acompañándolos, el millonario no se estaba tranquilo dejando a los dos hombres solos.

 

—Buenos días, señores. ¿Qué se les ofrece? —preguntó muy amablemente un señor vestido de etiqueta y que se encontraba detrás de un mostrador repleto de diferentes anillos, cadenas, pulseras y diferentes joyas.

 

—Buenos días —contestó Clark y se acercó a él—. Hace unos días estuve por aquí y encontré un anillo de compromiso que me gustó. —Miró dentro del vidrio y señaló el que había elegido—. Ese era. Por favor, ¿podría enseñármelo?

 

—Con gusto —contestó el señor y enseguida retiró una llavecita de su bolsillo para abrir la puertita.

 

—Es bonito, Clark. Creo que iría muy bien para ustedes. —Sonrió la niña y abrió grande sus ojos al verlo de cerca—. Ay, ya quiero vérselos puesto —dijo con un chillido agudo y toda emocionada.

 

—¡Tony! Ya deja de molestar —trató de susurrar, pero fue imposible, su voz había sonado tan alta que hasta los que estaban a su alrededor lo escucharon.

 

—¿Sucede algo? —preguntó Superman acercándose a su lado y notó la cara de incomodidad de su compañero.

 

—Lo siento, tuve que decirle lo que vinimos a hacer. Promete guardar secreto ¡y lo hará! Solo que insiste en que quiere ver el anillo y darte su opinión también. Creo que es muy molesto, pero va a tener mejor idea de lo que le pueda gustar a Wayne que yo —dijo todo aquello en un tono afligido y repleto de vergüenza. Aún no se terminaba de acostumbrar a lo suelto que era su pareja para algunas cosas.

 

“Claro que voy a tener mejor idea. Por favor. Estamos hablando de una de las personas con mayor estilo” —se escuchó la voz del millonario de Nueva York a través del celular—. “Anda, Steve, dame vuelta para que lo vea” —pidió a su novio y este con un suspiro giró su celular para que Clark lo pudiera ver—. “Hola grandote. Enséñame ese anillo”.

 

—Espera, Stark. ¿No está Bruce contigo? —preguntó preocupado de verse descubierto.

 

“No, tranquilo. Le dije que necesitaba hablar por teléfono un momento y me alejé. Está muy concentrado con lo suyo, no está por aquí. Anda, muéstrame que elegiste.”

 

—Mira, aprecio tu opinión. Pero lo que yo estoy buscando es algo sencillo y delicado. Nada extravagante ni nada que se le parezca —le habló desde el móvil, cruzándose de brazos—. Prefiero que Steve me dé su opinión y listo. Creo que nosotros lo podemos resolver.

 

El dueño del local no entendía nada que de lo que estaba sucediendo, pero había reconocía la voz del famoso millonario y se refregaba las manos pensando que los que estaban ahí harían una buena compra. Abie que fue más atrevida, tomó el anillo entre sus manos y caminó hasta pararse delante del celular. Se puso en puntitas de pie y alzó en alto su mano para llegar a la altura de aquellos dos héroes. Gracias a ese gesto, Tony pudo ver el anillo y puso cara rara de total disgusto.

 

—Este es el que le gustó a Clark —dijo desde abajo la pequeña y volvió a regresar el anillo a su lugar.

 

“Gracias, preciosa. ¿Esto te gustó? Por favor, ¡no!”  —exclamó casi pegando sus labios a la cámara para que fueran éstos solos los que se vieran.

 

—¿Qué tienen de malo? Están bonitos —dijo Clark ya no tan seguro de su decisión.

 

“Mira, creo que no habrá mejor anillo que uno que hecho gracias a tus propias habilidades. Y mejor aún, porque éste no tendrá valor material, sino sentimental. Yo puedo ayudarte a hacerlo.”

 

Los ojos de Superman lo miraron confundido. Entendía lo que le estaba diciendo, pero aún no comprendía o no imaginaba como era que él podría crear un anillo desde sus propias habilidades. Stark claramente se tenía que explicar más para que pudieran entenderle.

 

—No logro comprender —dijo Clark llevándose una mano hacia la barbilla.

 

—Yo tampoco —aseveró Steve, girando el celular para ver cara a cara a Tony.

 

—¡Yo sí! —exclamó la niña, tirando del brazo del rubio para alcanzar a verlo.

 

“Tu eres inteligente como nosotros, Abie. Explícales y evita que compren cualquier cosa. Ahora déjame ver a Clark de nuevo, por favor.” —Abie le soltó el brazo a Steve y éste le volvió a enseñar el móvil a Clark con expresión de no entender bien de que iba la cuestión—. “Cuando todo esto termine, tú buscarás la materia prima y yo lo forjaré para ti. Ahí está regresando Bruce. Tengo que cortar”. —Y así como si nada, saludó con la mano y colgó.

 

___________________

 

 

—Vaya... —dijo Bruce asombrado mirando nuevamente el anillo—… Entonces sí es único en el mundo. Buscaste la piedra preciosa y el mineral por tu cuenta, ¿verdad? —preguntó adormilándose entre sus brazos. Clark ya lo tenía rodeado desde el hombro, y el cansancio de esa noche hacía mella en su voluntad para permanecer despierto—. Eres romántico hasta en esos detalles.

 

—Fue idea de Stark. No le voy a quitar mérito. —Besó su frente ronroneando nuevamente al sentirse tan cómodo y en paz por estar en esa posición—. Pero el diseño sí fue mío. Hasta tiene nuestros nombres grabados. —Se quitó su propio anillo y le enseñó por dentro.

 

“Bruce Wayne. Todo mi amor, toda mi vida”.

 

—No te digo que eres un romántico. —Acarició el anillo de Clark y se lo volvió a colocar en su dedo—. No te lo quites —le susurró muy cerquita de su pecho—. Quizás fue idea de Tony, pero todo lo demás es tuyo. —Miró secretamente su propio anillo aunque no pasó desapercibido para Clark, que le dio su tiempo para que lo observe y luego lo imitó.

 

—Tampoco te lo quites. —Tomó sus manos y le dio un beso en cuanto lo vio regresándolo a su lugar—. A pesar de por todo lo que pasamos, soy inmensamente feliz contigo, Bruce.

 

—Igual yo, Clark —dijo durmiéndose poco a poco—. Igual yo.

 

El hombre proveniente de otro planeta miró a su pareja dormirse entre sus brazos. Todavía no podía creer que le hubiera dicho que sí, que ahora estaban comprometidos y que en un futuro sería su esposo. Le gustó ver su soltura, su manera demandante de placer, el resistirse de forma juguetona a lo que quería oír y luego soltarlo sin más. Bruce había cambiado, muchísimo, al menos en la intimidad con él. Fueron años y meses de no bajar los brazos, de insistir, de ir de a poco como una gota de agua que cae en una piedra, de manera constante, hasta que la raja y se filtra. Había filtrado su amor en un ser que solo abrazaba la oscuridad, que solo creía que había un solo futuro.

 

Otros se hubieran preguntado: ¿Para qué tanto trabajo y esmero? ¿Por qué exponerse a sufrir tanto por un hombre así? Pero Clark sabía la respuesta. Mejor que ninguno. Lo amaba. Lo amaba por su humanidad, por su valentía, por la lucha contra sus miedos. Lo amaba porque era digno de confiar, porque era el primero en sacrificarse por salvar a otros. ¿Cómo no amar a un ser que estaba dispuesto a sacrificar su propia felicidad por los demás? Y aunque le dolía horrores y le aterraba ver eso en él, porque no deseaba perderlo, era algo que siempre había admirado.

 

Los brazos de Clark lo acobijaron más en su pecho y al fin cerró sus ojos. Adoraba ese palpitar vibrando como siempre lo solía recordar. Y así, a los pocos minutos, también cayó rendido al sueño.

 

____________________

 

 

Los dos últimos días pasaron con calma y tranquilidad. Los novios disfrutaron de la playa y del sol, caminaron por la costa gozando de su paisaje y se adentraron en los profundo de la pequeña isla para explorarla. Probaron algunos frutos de diferentes árboles y apreciaron la belleza de la naturaleza. Nadaron en hondas aguas, pescaron y vivieron aquellos días como una pareja de recién casados. Hasta hicieron el amor incontables veces en los muchos lugares que les ofrecía aquel paraíso. Pero todo tarde o temprano llegaba a su fin. Se habían marchado hacía varios días y debían volver a sus obligaciones, a sus respectivos trabajos.

 

La sensación de angustia, de saber que acabaría su tiempo de intimidad, rondaba en el ambiente de los enamorados. Pero ambos trataban de no pensar, de ver más allá de lo que les esperaba a partir de lo que estaban viviendo. Había muchas cosas hermosas que iban a comenzar a suceder una vez que regresaran.

 

En aquellas vacaciones acordaron formalizar su relación ante los demás, ante sus amigos más íntimos. No solo les contarían que eran una pareja, sino que también les darían la noticia de que estaban comprometidos. A Clark le entusiasmaba mucho la idea, no tanto así a Bruce. Pero éste entendía que el tener que fingir a toda hora era muy frustrante; también lo sentía así. A pesar de todo, aunque sus amigos estuvieran al corriente de su relación, Superman sabía que no podrían ser tan íntimos, porque su pareja sin lugar a dudas lo rechazaría. Batman era muy reservado con respecto a su intimidad, y más, enfrente de otros. Al primer intento de acercársele lo mandaría a volar con la Kryptonita en su cinturón sin pensárselo dos veces.

 

Faltaban horas para que llegara un helicóptero privado a la isla, que sería su boleto de regreso a la gran ciudad. Estaban empacando sus cosas en un silencio nostálgico. Cada tanto, Clark observaba a su pareja y no dejaba de llamarle la atención esa pequeña sombra de barba que le había crecido por los días. Sin pensárselo dos veces, dejó lo que estaba haciendo y rodeó la cama hasta abrazarlo por la espalda.

 

—¿A qué viene esto? —dijo Bruce con media sonrisa, dándose la vuelta para verlo de frente.

 

—Quiero abrazar a mi futuro esposo. ¿Acaso no puedo? —Envolvió sus brazos por la cintura y juntó sus manos—. Ya no tendremos total libertad para hacer esto a cada rato, quiero aprovechar hasta el último segundo. — Juntó ambos perfiles y acarició el del mayor con su rostro, disfrutando de la sensación rasposa en su mejilla.

 

—En verdad voy a extrañar esto. Pero también tenía deseos de volver. Hay muchas cosas de las que debo ocuparme, tanto como Bruce Wayne como Batman. Asuntos que dejé inconclusos.

 

—Lo sé —dijo con un suspiro y retiró su cabeza hacia atrás para poder mirarlo—. Podemos terminar de empacar luego. Antes, deseaba hacer otra cosa. —Tocó con su diestra aquella barba y sonrió.

 

—¿Qué cosa? —preguntó curioso—. Creo que ya hemos tenido sexo hasta saciarnos.

 

—Oh, no Bruce, no creo que algún día vaya a saciarme de ti. Pero tenía en mente otra cosa. ¿Me dejarías afeitarte? —pidió con un brillo en los ojos. La idea le parecía encantadora.

 

—¿Afeitarme? —Su ceja se alzó divertida.

 

—Sí, afeitarte. Me encanta tu barba, pero sé que te la rasurarás antes de marcharnos. Deseo hacerlo yo. —Le tomó de la mano y caminó guiándolo hasta el comedero. Retiró una silla y lo hizo sentarse—. Aguárdame aquí un segundo.

 

Los ojos de Bruce siguieron divertidos a su pareja y lo vio marcharse hasta el baño. A los pocos segundos, se apareció de éste cargando consigo crema y maquinita de afeitar, un vaso con agua y dos toallas. Dejó todo sobre la mesa y tomó una de las toallas para colocarla alrededor del cuello del playboy.

 

—Luces tan sexy con barba. Y eso que es solo una sombra. —Deslizó los dedos por la misma dejando que la sensación le invadiera el tacto. Bruce cerró sus ojos con un gruñido y saboreó la caricia.

 

—¿Debería dejármela crecer? —preguntó interesado por la respuesta.

 

—No te vendría mal. Para cambiar un poco el estilo. —Se rió suavemente poniéndose en cuclillas frente a él y sosteniendo sus manos—. Pero seamos sinceros, a ti nada te queda mal.

 

—Bueno, pero para un joven empresario, creo que debo seguir manteniendo mi porte regular. Además que sería muy raro que Batman se dejara crecer la barba justo al igual que Bruce Wayne. —Y exhaló pesadamente al sentir esta vez el revés de su mano acariciándolo.

 

—Claro, tienes razón. No lo había pensado —musitó en voz baja sin dejar de mover sus dedos, delimitando el rostro de Bruce.

 

El murciélago ante ese contacto volvió a cerrar sus ojos, y luego, al abrirlos, éstos se clavaron en los de Clark. Se miraron de manera penetrante por largo rato, diciéndose muchas cosas sin pronunciar palabra. Lentamente llevados por esa magia que los envolvía, sus labios se fueron acercando hasta encontrarse. El deseo les hervía en el pecho, y al chocar sus bocas se movieron suaves, pero ágiles, deleitándose con ese sabor del que nunca terminaban saciados.

 

Con suma delicadeza, el millonario llevó sus manos hasta los hombros de su pareja y lo separó con cuidado—: Concéntrate en la tarea. Sabes a dónde conduce esto si no paramos ahora. Y no nos queda mucho tiempo.

 

—Lo siento, me dejo llevar con facilidad. —Suspiró y acarició una última vez esa barba.

 

Luego se tomó su tiempo para preparar las cosas. Le aplicó la crema por las mejillas, el mentón y sobre el labio superior, y con sumo cuidado fue deslizando la maquinita de afeitar centrándose en retirar todo el vello del rostro. Clark se tomaba su tiempo, disfrutando con calma la tarea. Sostenía la barbilla de Bruce y la giraba de un lado a otro para tomar cada ángulo de su perfecto perfil. En cada recorrido que trazaba con el instrumento, limpiaba el exceso de la crema con la toalla que llevaba en mano y luego retiraba los restos que quedaban en el rostro. Una vez terminado de afeitar completamente la cara, volvió a acariciar esa piel libre de la sombra que antes la cubría y le regaló un casto y delicado beso.

 

—Listo. He terminado —dijo Clark retirándole la toalla del cuello y tomó las cosas que había agarrado para guardarlas en su lugar.

 

—Qué lástima que durara tan poco. Se sintió bien —comentó regalándole una mirada penetrante, volviendo sus pasos hacia la habitación para terminar con el equipaje.

 

El pecho del Kryptoniano se infló llenándose de aire y sonrió tontamente aferrándose a las cosas que traía en mano. Las vacaciones le habían resultado tan íntimas, especiales. Había sentido la convivencia mejor que nunca. Se buscaban para conversar, para pasar el rato, para estar juntos, tanto en la intimidad como en lo más superfluo. Él nunca se cansaba de estar al lado de Bruce. Lo consideraba un ser maravilloso y jamás dejaba de sorprenderlo. En su tiempo compartido habían jugado varias partidas de ajedrez y hasta habían pasado el rato juntos en silencio, leyendo algún libro o simplemente estando cerca compartiendo el espacio. Le parecía maravilloso todo aquello, apenas si recordaba lo hosco y distante que era Bruce, siempre manteniendo la distancia, teniendo el contacto justo y respondiendo de manera cortante y seca. Sabía que el tiempo y las cosas por las que pasaron le habían ayudado a cambiar, y le gustaba ver que en parte era responsable por eso.

 

Bruce Wayne había cambiado.

 

Clark se había enamorado tiempo atrás, pero conforme ambos iban progresando como pareja, cada día lo enamoraba más.

 

____________________

 

 

Tristemente las vacaciones llegaron a su fin. El transporte que Bruce había programado para retirarlos de la isla los fue a buscar en tiempo y forma como había solicitado. El piloto era alguien de confianza que siempre era contratado por Industrias Wayne para mantener todo bajo absoluta discreción. ¿Y quién no cerraría la boca si cada vez que requieren tus servicios eres recompensado económicamente con una cifra sustanciosa? Además, que todo empleado contratado para ese tipo de servicio especial, pasaba por una serie de pruebas y estudios personalizados para considerarlos si son aptos o no para la tarea.

 

Ambos héroes cargaron sus maletas en el transporte y en cuestión de minutos el piloto ya surcaba los cielos de regreso a Gotham City. Durante el viaje, Clark no dejaba de suspirar con un dejo de tristeza, sintiéndose un tanto melancólico. Bruce había vuelto a ser ese hombre frío y distante por la presencia del otro. Sabía de antemano que su relación sería así una vez estuvieran en público, pero le costaba asimilarlo aún después de haber pasado tantos días juntos como una pareja, sin tener la necesidad de resguardarse. No obstante y de manera inesperada, le sorprendió ver cómo discretamente el millonario deslizaba su mano para encontrarla con la suya y le regalaba un suave apretón a modo de hacerle sentir que estaba ahí con él. Eso le bastó al reportero para mantener su risa tonta durante todo el regreso a casa.

 

Luego de varias horas de vuelo, llegaron a uno de los helipuertos de Industrias Wayne donde Alfred los esperaba para recibirlos. Tenía un carrito para guardar todo el equipaje y un auto listo para llevarlos devuelta a la mansión. El piloto se marchó de inmediato en cuanto apagó el motor y los dos pasajeros esperaron a que el lugar estuviera completamente despejado para al fin descender.

 

En cuanto Bruce abrió la puerta para bajarse del vehículo, el aire y el frío húmedo de Gotham le golpearon el rostro. Tal sensación le hizo sonreír sutilmente. Aquella ciudad olvidada por Dios era su ciudad, a la que protegía con fuerza y vida. Se sentía bien estar de vuelta, ya ansiaba hablar con Dick y ponerse al día con las últimas noticias de los movimientos realizados.

 

El millonario bajó por las escaleras mirando hacia el horizonte, y lo primero que se topó al pisar el suelo firme del helipuerto, fue la mano tendida de su mayordomo con la palma hacía arriba como pidiendo limosna. Sin entender aquel gesto, lo miró extrañado levantando su perfecta ceja en señal de confusión.

 

—No tengo el equipaje conmigo, Alfred. Clark lo está por bajar. —No sabía bien lo que quería el otro, pero hizo su especulación.

 

—No es lo que le estoy pidiendo, señor. Déjeme ver su mano derecha, por favor —pidió con total naturaleza sin dejar que los músculos de su cara delataran algo de lo que sentía.

 

—Oh, ya veo —dijo Bruce con voz pícara levantando su mano donde relucía el hermoso anillo de compromiso—. Así que también lo sabías.

 

Los ojos de Alfred se enfocaron en el anular de su Amo y luego lo abrazó con fuerza.

 

—Felicidades, señor. No sabe cuánto me alegro por usted. —Se quedó un buen rato en aquella posición y los ojos de Bruce se abrieron enormes para luego cambiarlos por una mirada más suave. Alfred le regaló unas palmaditas y en seguida volvió a su postura impasible—. Tengo un auto abajo listo para…

 

—¡Alfred! ¡Dijo que sí! —exclamó Clark con alegría mientras bajaba con todo el equipaje él solo. Sin ningún tipo de esfuerzo.

 

—Es lo primero que averigüé, señor Kent. Felicidades a usted también. Hacen una fantástica pareja. —Le sonrió amablemente y acercó el carrito para que pudiera dejar todos los bolsos.

 

En cuanto el reportero terminó de guardar los bultos para ser transportados, el mayordomo arrastró el carrito hasta el elevador y se apartó de la vista de los dos héroes para darle un momento a solas. Los labios de Superman fueron de inmediato a tomar los de Bruce que lo miró sorprendido.

 

—Feliz primer día, mi futuro esposo. —Sonrió dulcemente y miró hacia la derecha, donde se veía un hermoso atardecer, totalmente distinto al de la playa, pero seguía siendo hermoso.

 

—¿Contarás todos los días? —interrogó rodeándolo de la cintura, cosa que volvió loco al reportero—. Te aburrirás pronto.

 

—Jamás. Contaré cada día desde que me has dicho que sí. Los atesoraré. —Besó su cuello dulcemente a modo de entregarle cariño—. Podríamos volver tú y yo solos. ¿Qué dices? Dile a Alfred que nos iremos por nuestra cuenta. Déjame llevarte, por favor —pidió necesitado, con muchos deseos de no apartarse de él. Todavía quería estar a su lado un poco más.

 

—Puedes volar y regresar a mi mansión cuando quieras, Clark. —Sonrió por dentro al saber lo que estaba sucediendo—. Pero está bien, puedes quedarte a cenar si también lo deseas —contestó complaciente el millonario y retiró su celular para enviarle un mensaje a su mayordomo—. Listo, podemos volvernos juntos.

 

—Gracias. Aún no me quería alejar de ti. —Lo tomó de la cintura y comenzó a elevarse bien alto para evitar ser descubiertos en aquel vuelo—. ¿Bailarías conmigo? —preguntó una vez que pasó la primera capa de nubes. El sol resplandecía mucho mejor allí arriba.

 

—¿En serio, Clark? ¿Aquí en el cielo? —Miró hacia abajo y luego subió la vista para fijarla en la ajena.

 

—Mjum. Aquí en el cielo. Yo te guiaré. Podríamos practicar para el día de nuestra boda, para nuestra fiesta —dijo un poco avergonzado y con miedo de estar empujándolo mucho a hacer algo que no deseara.

 

Los pies de Bruce se apoyaron sobre los de Clark y se sostuvo de su hombro con la mano izquierda y agarró su diestra la mano derecha. Dejó que Clark rodeara con más fuerza su cintura y se pegó a su pecho.

 

—Bailemos entonces —susurró sobre su oído.

 

 

Todos los poros de la piel de Superman se erizaron en ese instante con el aliento cálido acariciándolo el rostro. Se aseguró de estar bien afianzado a su pareja y como si fueran uno solo, su cuerpo comenzó a danzar. Le regaló esa sonrisa amplia que tanto le gustaba a Bruce y bailó en el aire siguiendo el compás de un precioso vals que se puso a tararear.

Notas finales:

Otro capítulo llegó a su fin. Me encanta, me encanta escribir de ellos así tan acaramelados. Sé que no es tan normal ver a Batsy actuar así, pero como se explica en la historia, el mismo Superman fue el que pudo lograr eso, jeje Con su amor. <3 Aunque también en gran parte fue que Bruce sintió que realmente lo había perdido en aquella explosión. Y eso lo sacudió fuerte.

 

Detalle  de la historia: ese baile fue inspirado en la preciosa imagen de la artista Haining.

 

Como mencioné antes, a estos dos enamorados aún les queda una prueba para superar. Lamento que el momento de azúcar se haya acabado. Sean fuertes para los capítulos que vienen que van a ser muy intensos, más de lo que fue cuando Bruce estaba en la mafia.

 

Les agradezco a todos y todas como siempre sus lecturas, comentarios y el gran apoyo que me vienen dando. Jamás me voy a cansar de repetírselos. Saludos y espero leernos pronto. Muack!


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