Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Quiero ser tu apoyo por Lure89

[Reviews - 214]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Llegamos al final de esta historia!!! Agárrencen fuerte!

Epílogo: Juntos hasta el Final.

 

La convivencia en matrimonio fue una pequeña revolución para el estilo de vida que acostumbraban a tener Bruce y Clark. Ambos tuvieron que hacer adaptaciones a su cotidiano, ajustes a sus rutinas y, como cualquier pareja que comienza a compartir un techo, muchas veces debieron aceptar o ceder, negociar y hasta mejorar hábitos para mantener una sana relación. Por cuestiones de practicidad para el caballero de Gotham, que no estaba dispuesto a abandonar a su amada ciudad, ambos resolvieron vivir en la mansión Wayne. La vieja casona era por demás amplia para albergar a los dos, y viajar de Gotham a Metrópolis no era ningún impedimento para Superman, que con facilidad podía llegar hasta su trabajo en un vuelo rápido. De este modo, y al fin con el deseo de vivir juntos, contrataron un camión de mudanzas para trasladar la mayoría de las pertenencias de Clark a la gran residencia. Simplemente mantuvieron la mueblería básica dejando un departamento casi deshabitado; aunque de común acuerdo, decidieron sostener la renta porque les gustaba la idea de que aquel lugar fuera como un refugio estratégico para salir de la rutina y despejarse cuando así lo sintieran. La verdad era que a los dos les costaba despegarse totalmente de los recuerdos vividos en aquel lugar. Por razones similares, le tenían un cierto cariño a ese espacio donde habían pasado por tantas cosas juntos.

 

Como parte de la convivencia y el aceptar que cada uno tenía formas de manejarse que eran intocables, Clark tuvo que aprender que muchas noches su pareja no ocuparía el lecho junto a su lado. Durante aquellas ocasiones, Batman se dedicaba a lo que mejor sabía hacer: sus patrullajes rutinarios en los días acostumbrados o sus investigaciones en casos de corrupción o delitos mayores. Si bien Superman sentía extraño encontrarse con la cama vacía al ir a dormir, era parte de lo acordado, y sólo podía pensar que aquello era necesario para dar el respiro e intimidad que cada uno necesitaba. De todas formas, no siempre amanecía en solitario. Cuando el firmamento oscuro llegaba a su fin y nacían las primeras notas de luz del alba, muchas veces Clark tenían su pequeño momento de encuentro con su pareja. Bruce llegaba usualmente cansado y adolorido, hasta a veces sumamente agotado a través del balcón. Caía pesado sobre el fino piso de su habitación y con movimientos letárgicos se retiraba su investidura, desparramándola en un reguero hacia la cama. Ahí se abandonaba sobre el cómodo y confortable colchón con un gruñido que denotaba lo fastidioso y exhausto que se sentía.

 

—Clark… estoy de regreso —murmuró Bruce con un gastado sonido de su voz. Su cuerpo buscando calidez se metía entre las sábanas y se acurrucaba junto a la fuente de calor que tenía a su lado.

 

El reportero siempre le escuchaba. No había forma en que su súper sentido ignorara cuando estaba cerca el latir del corazón de la persona que amaba. Eran pocas las veces en la que se encontraba realmente dormido; no porque no pudiera hacerlo por preocupación, aquello era algo que no dejaba de estar presente cuando pensaba en su esposo en las calles, pero eso no era suficiente motivo como para quitarle el sueño. Más bien, era su sentido en alerta que se encendía en cuanto lo tenía a su lado.

 

—Buenas noches Bruce. —Clark giró sobre su eje encontrándose con unos ojos cansados que le miraban con un brillo singular—. Me alegra que estés bien. —Y así como si su cuerpo supiera a la perfección lo que el otro necesitaba, lo rodeó con sus brazos y suspiró sintiendo alivio y confort.

 

—Mmmm —gruñó a gusto y aflojó lentamente sus agarrotados músculos—. Ahora estoy mejor. Que descanses. —Inhaló profundo, durmiéndose casi al instante de manera pacífica.

 

Junto a Clark cada noche podía conciliar el sueño y ahuyentar la mayoría de sus pesadillas. Ambos se sentían plenos y caían presas del encanto de Morfeo con mucha facilidad. Pero la vida en matrimonio no era siempre tan pacífica. Su actividad como héroes era algo que habían acordado en no inmiscuirse, sólo estaban habilitadas las intervenciones cuando uno lo necesitara y lo pedía, o lo más común, cuando Bruce se extralimitaba con sus largas noches de desvelo o faltas de atención necesaria a su cuerpo. La mayoría de las veces Clark era flexible con esto, porque sabía que jamás podría cambiar a Bruce y a su acostumbrado estilo de trabajo. Pero cuando creía que ya había cruzado un límite peligroso, no había vueltas en su decisión. Se encargaba que su esposo se ocupara de su propio bienestar, aunque a veces tuviera que recurrir a medios extremos.

 

—Muy bien, es suficiente —mencionó Clark cruzándose de brazos mientras miraba ceñudo a su pareja teclear en el gran computador de su cueva.

 

—No lo creo. Necesito unos minutos más —determinó Bruce haciendo una fuerza increíble para mantener sus ojos abiertos.

 

—Dijiste eso como tres veces desde que llegué. Ya hace días que estás metido aquí abajo trabajando en esto. No has visitado tus oficinas y van dos noches que no vienes a la cama a dormir. —Giró la silla del murciélago, obligándolo con tal acción a que dejara de hacer lo que estaba haciendo.

 

Batman bufó en desacuerdo mirando hacia otro lugar. Su esposo podía ser muy terco cuando se lo proponía. Ésta parecía ser una de esas veces.

 

—Lo entiendo. Y prometo que iré y haré todos mis deberes en cuanto termine esto. Estoy muy cerca, si me permites trabajar un poco más, quizás… 

 

—¿Quizás? Es lo mismo que me dijiste anoche y la noche anterior. Basta de peros y vueltas. Si no ocupas mi ayuda para resolver esto, continuarás mañana. Por lo que tengo entendido no hay vidas en riesgo, así que puede esperar. No le hará daño a nadie aplazarlo unas cuantas horas. —Recargó su peso sobre los apoyabrazos y le miró seriamente, dándole a entender que no negociaría con él.

 

—¿Y qué tal si me niego? —preguntó con una sonrisa socarrona al notar la determinación de su marido. Esta situación se le hizo muy familiar y divertida. Ya la imagen de su oficina y discutiendo con él regresó a su memoria—. ¿Qué harás?

 

—Así que de esta forma quieres plantearlo, ¿eh? —Se irguió con sonrisa triunfante y llevó sus manos hasta sus hombros. En un rápido movimiento, retiró su capa y envolvió a Bruce con ella para cargarlo como si fuera un saco de papas.

 

—Clark, ¿en serio? Bájame en este mismo instante —reclamó en un tono gutural mientras hacía un vano intento por soltarse.

 

—No lo creo. Lo haré cuando lleguemos a la habitación. —Se desplazó en un vuelo tranquilo, sin sentir remordimiento alguno por hacer lo que hacía. Hasta se puso a tararear una dulce melodía que invitaba a relajarse aún más—. Volverás a retomar una vida normal. Comes mal, duermes mal. Apestas. ¿Te has bañado últimamente? Luces desalineado y con barba. No debería tener que decir estas cosas. Eres un adulto.

 

—Y tú eres un idiota. —Dejó de resistirse y se relajó como peso muerto, sin un ápice de energía para seguir luchando. Supo que estaba más que perdida su batalla cuando el agotamiento y el sueño le llegó con un golpe de frente. ¿Tanto había pasado desde su última noche en cama?—. Juegas sucio. Te abusas de tu fuerza —recriminó en un murmuro torpe y pesado, sonando más a berrinche que otra cosa.

 

—Sí, sí. Soy el malo de la película. Pero si estuvieras con más energía habrías presentado mejor batalla. —Llegó hasta el dormitorio y depositó con cuidado el cuerpo de su pareja en la cama. Seguido, llevó sus manos a la cintura, chistando en negación—. ¿Qué haré contigo, esposo mío?

 

Bruce le miró medio perdido en la bruma del sueño. Se esforzó un poco para retirar uno de sus brazos y tendió su mano hacia el superhombre.

 

—Amarme, como siempre lo haces. —Su mano fue recibida y con la mínima fuerza que tenía le indicó con un pequeño tironcito que se acostara a su lado—. El idiota soy yo. Me disculpo por todo —confesó pegando su nariz al cuello de su pareja como solía gustarle.

 

—Sí, lo sé. Pero es bueno que lo reconozcas. —Se abrazó con cariño a ese cuerpo frágil y frío, que iba tomando temperatura con su contacto—. Deberías quitarte la ropa. No puedes dormir con el traje puesto.

 

Bruce masculló algo inentendible y se incorporó con mucha languidez. Clark suspiró con una sonrisa mientras desvestía a su esposo como si fuera un borracho que necesita atención.

 

—Baño —terminó por decir el empresario cuando tuvo la suficiente lucidez para hablar—. Apesto. —Se dejó caer hacia adelante, recargando su frente en el fuerte pecho de su esposo.

 

—No, no apestas. Te mentí. —Le obligó a acostarse nuevamente, sonriendo todavía más cuando fue abrazado y notó que en ese mismo instante había caído en un profundo sueño—. Buenas noches Bruce. Te amo —dijo depositando un beso sobre su coronilla, para luego disponerse a cubrir a ambos.

 

—También… te amo —balbuceó entre dormido, robándole una enorme sonrisa al hombre más fuerte del mundo.

 

Cada vez que Bruce se extralimitaba y era obligado a ir a la cama, recuperaba muchas horas de sueño. Solía levantarse muy tarde, cerca del mediodía, y con un apetito despierto que creía haber olvidado. Alfred siempre le esperaba con algo apetitoso para llenar su estómago, pero apenas si se tomaba un café rápido antes de salir en un vuelo a Metrópolis. No le gustaba ser descuidado con su pareja y acostumbraba a lavar las culpas que acarreaba su falta de atención. Clark siempre era ajeno a esas decisiones, se dedicaba a hacer su rutina laboral acostumbrada, escribiendo su reporte o viajando con su amiga a una locación que fuera de su interés para alguna noticia exclusiva. No había forma que se habituara a que su esposo se apareciera en su lugar de trabajo, envuelto en su sonrisa más coqueta para llegar junto a su cubículo con un ramo de flores frescas de un localcito al que le tenía en alta estima.

 

—Buenos días a mi reportero favorito —saludó Bruce galante, haciendo entrega del ramo a la vez que descansaba su cuerpo sobre el escritorio del kryptoniano.

 

—¿Bruce? ¿Qué haces aquí? —preguntó Clark acomodándose los lentes en un gesto nervioso.

 

Definitivamente nunca se terminaría de acostumbrar a verlo tan suelto delante de todos.

 

—Vine a buscar a mi esposo para salir a almorzar. ¿Acaso eso está mal? —Agitó suavemente el ramo que aún no era tomado, sin borrar su sonrisa radiante—. Estuve portándome mal últimamente. Déjame compensarlo.

 

Clark agarró las flores e inhaló profundo agradándole el aroma. No podía mentir que, pese a que le resultaba bochornoso ser el centro de atención, le encantaba que Bruce hiciera su esfuerzo por compensar los días que se mantenía aislado.

 

—No sé si tendré el permiso de mi jefe —susurró en complicidad sin quitarle los ojos de encima. Ignoró por completo el murmullo que se había generado desde que Wayne había ingresado, pues era inevitable que cuchichearan cuando el dueño del todo el edificio y en especial el Diario se aparecía—. ¿Quizás usted pueda abogar por mí?

 

—Creo que podremos hacer algo al respecto. —Se inclinó levemente hasta rozar sus labios y luego nada más le impidió tomar su boca con toda la fogosidad que poseía.

 

En esos momentos el kryptoniano sentía que su corazón podría saltarle del pecho. Le hacía sentirse tan vivo notar como Bruce actuaba despreocupado a su lado, sin contener sus intenciones de afecto o coquetería. Su relación hacía tiempo que había dejado de ser un misterio o un secreto, habían anunciado su matrimonio a todo el mundo en un evento. Clark le había acompañado en aquella ocasión, y hartos de mantenerse ocultos, dieron a conocer su relación a través de una exclusiva a Lois Lane, que les había acompañado en el secreto hasta ese entonces. El reportero seguía ruborizándose o comportándose torpe cuando estaban en público, y eso al empresario le encantaba. Quitarle suspiros, gruñidos de excitación, y saber que debía mantener una compostura tranquila, le era divertido. Más cuando aquello conllevaba que Clark no perdía oportunidad de arrinconarlo cuando estaban a solas y desquitarse por tenerse que aguantar las provocaciones.

 

Momentos para ellos a solas nunca faltaban. A veces les gustaba salir, pasear por algún lugar nuevo, comer en un tranquilo restaurante y hasta hacerse algunos pequeños viajes de tres días para estar a solas y lejos de todo el peso que tenían sobre sus hombros. Otras, gustaban de estar en la intimidad que les brindaba la mansión, compartían la biblioteca, recostados en algún cómodo sillón, juntos, mientras leían en compañía del otro; o tenían largas charlas en la piscina de agua templada, nadando para relajarse y hasta a veces jugando con pequeños roces, toques y besos; y no faltaban las noches de película, en donde disfrutaban de un gran tazón de pochoclos y algún estreno que reproducían en su propio cine particular. Esos días en casa eran los que más disfrutaban, podían ser ellos mismos, sin ocultarse, demostrarse tan íntimos como quisieran, sabiendo que nada les estropearía el momento a solas.

 

Cuando deseaban ver la película, Bruce solía encargarse de preparar lo necesario y Clark de hacer las palomitas. Luego se encontraban en la habitación y usaban el sillón doble para estar juntos, sentados en el mismo lugar. El que solía relajarse primero era el millonario, que gustaba de ir recostándose sobre el cuerpo de su marido, hasta el punto de terminar con la cabeza reposando sobre sus muslos. Para ese entonces, el aperitivo se hacía a un lado y el reportero le encantaba mimar a su pareja. Empezaba con algunas caricias sobre su abdomen y acababa colando su mano debajo de su prenda, tocando delicadamente su piel sin ninguna doble intención, sólo el disfrutar del contacto y de sus cicatrices que adoraba.

 

—¿Tienes sueño? —la pregunta nunca faltaba cuando sentía sus latidos y respirar más pausado.

 

—Estoy un poco cansado, eso es todo. —Bruce se giró para verlo y amó perderse en esos ojos de otro mundo, que siempre le miraban con cariño—. No te preocupes.

 

—Si quieres dormir, podemos pausar la película y terminar de verla mañana. —Su diestra no dejó de acariciar dulcemente el pecho de su esposo, con movimientos sutiles de arriba hacia abajo.

 

—Eres demasiado atento. —Se incorporó un poco sujetándose de la nuca para alcanzar esos apetitosos labios que le resultaron excesivamente tentadores—. Está bien, sigamos mañana. Pero quiero que me dejes exhausto, así puedo descansar en cuanto me acueste en la cama.

 

Y las pequeñas caricias luego comenzaron a ser cada vez más íntimas y con intenciones de levantar la temperatura. Los besos se volvieron más profundos, los suspiros más entrecortados; las prendas terminaron desparramadas por el piso y la piel caliente se unía en un férreo contacto. Los gemidos inundaban aquella habitación, el golpear de las nalgas de Bruce al cabalgar, o de la pelvis de Clark al introducirse profundo y rápido sobre su amante. El olor a sexo los embriagaba y seducía, los nublaba y transportaba el deseo y la lujuria, el sabor de la pasión y la entrega. Y luego volvían a repetirlo, una y otra vez, las veces que fueran necesarias para quedar saciados, llenos del otro, de la persona que amaban.

 

Héroes, esposos, empresario y reportero, vivían su rutina enamorados cada día más. No había otro día en que pensaran estar lejos del otro, en tener otra persona a su lado. Se sentían completos, felices, eran perfectos juntos, pese a todas las dificultades que se les presentaron en el camino. Claro, no todo era color de rosa, había veces que discutían y peleaban. Varias ocasiones Clark había abandonado la habitación enojado, para regresar luego como un cachorro triste, incapaz de estar mucho tiempo enfadado. Otras, Bruce se sacaba de sus casillas y le recriminaba a su pareja las imprudencias en las batallas, recordándole que no era un ser omnipotente y todo poderoso. Esto casi siempre terminaba en una peor discusión, porque Clark sentía que su pareja era más despreocupada en esas cuestiones que él.

 

—Ya… por favor, quita esa mueca tan triste —pidió un herido Clark, que estaba bajo una lámpara que emitía una onda similar a la radiación solar—. Lo siento. —Intentó alcanzar la mejilla de su esposo, pero de inmediato Bruce se le negó con un manotazo.

 

—No me toques. Déjame revisarte tranquilo. —Clark suspiró abatido—. Eres un imprudente, un insensato. Lanzándote así tan descuidadamente a una muerte segura. —Sus manos temblaban mientras terminaba de curar una de sus heridas en el costado izquierdo de su torso.

 

El súper hombre le miraba con tristeza y a la vez amor. Entendía su disgusto y preocupación, casi perdió la vida horas atrás.

 

—Lo siento. —Volvió a repetir, esta vez no quería discutir con él. No cuando lo percibía tan asustado. Y no era para menos, ya había sufrido por algo así que le había destrozado anímicamente.

 

En esta ocasión Clark se había arriesgado al intentar frenar la erupción de un volcán que tenía muchos restos de kryptonita en estado gaseoso y sólido. Como consecuencia, recibió numerosas quemaduras y casi terminó con los pulmones incinerados de tanto calor. Su cuerpo toleró lo mejor que pudo la alta exposición, pero inevitablemente, había quedado bastante malherido. Ahora ya consciente, sus heridas sanaban rápidamente, pero no sabía en qué estado había llegado a emergencias y lo que pudo haber presenciado Batman.

 

Clark le escuchó chistar enojado y bajó su vista para encontrarse con esas manos que no dejaban de estremecerse. Se apresuró a envolverlas con las propias y no permitió que las retirara.

 

—Eres un idiota. Te golpearía si no… estuvieras así. Desconsiderado. Siempre queriendo hacer el bien a costa de tu propia seguridad. —Terminó por vencer su enojo y se dejó caer hacia adelante, dejándose abrazar por Clark que de inmediato le rodeó con sus brazos.

 

—Eres igual a mí, no puedes recriminarme —sugirió en un susurro.

 

—¡Hoy no Kansas! —El grito de su pareja le hizo sonreír dulcemente mientras lo cobijaba en sus brazos.

 

—Todo lo que dijiste… tienes razón. Seré más cuidadoso. Lo prometo. —Suspiró al ser correspondido en el abrazo por uno muy fuerte.

 

—No quiero perderte.

 

—No lo harás. —Se apartó sólo para descubrir la máscara del murciélago y tomar ahora sí su mejilla con gusto, esperando borrar esos ojos dolidos—. No me iré nunca de tu lado Bruce.

 

Y la promesa se repetía siempre que sus vidas peligraban, cada vez que temían perder al otro. Primero estaban los enojos y reproches, luego se recordaban que no se dejarían vencer ante nadie. El saber que del otro lado les esperaba alguien que les amaba y necesitaba, les hacía más fuertes y no se permitían dejar caer sus brazos. Así como estas peleas que iban afianzadas por el miedo de perder al otro, también discutían por otras mucho más banales y a veces sin sentido.

 

Los celos no podían faltar nunca entre los dos. Era inevitable ya que Bruce, si bien estaba ante el mundo oficialmente casado y conquistado, no faltaba mujer u hombre que intentara seducirlo de alguna u otra forma. Y el playboy manteniendo la galantería y la amabilidad acostumbrada, no rechazaba a ninguno cuando le querían abordar; cosa que a Clark le hacía hervir la sangre. En aquellas ocasiones, el súper hombre se encargaba de dejar bien en claro en el cuerpo de su amante a quien le pertenecía, con noches intensas en la cama donde Bruce por momentos se sentía totalmente perdido en la lujuria y el placer. Y luego, divertido por los celos que creía irracionales, no se molestaba en ocultar los chupones y marcas para alejar a los indeseados y así mantener contento a su pareja. Cuando el millonario era el que celaba, que Dios se apiadara del pobre que intentaba cortejar a su pareja. Era capaz de hacer cosas impensadas para marcar territorio y espantar a cualquier atrevido que osaba intentar posar sus ojos en su esposo. Y si bien Clark se sorprendía por esta actitud tan llamativa en un hombre usualmente serio e impasible, no dejaba de disfrutar aquella parte posesiva en Wayne que gritaba a todos los vientos que sólo lo quería para él. Qué podía decir, al fin de cuentas, era igual a él.

 

El sexo y la intimidad nunca dejaron de disfrutar. Quizás con el tiempo los encuentros apasionados y fogosos no estaban tan presentes dado sus obligaciones, pero había un cuidado especial y atento a esa parte de su relación. Cada uno a su manera se reinventaba para que ambos disfrutaran y tuviera la chispa encendida en todo momento. A veces salía juegos interesantes y otras, encuentros en lugares exóticos; no podía faltar recorrer espacios nuevos de la mansión, aprovechar el departamento de Clark, o hasta las mismas oficinas del “Planeta”, donde se han vistos llenos de adrenalina, lujuria y fogosidad. Lo importante era estar juntos, dejarse llevar por la pasión y mantener sus cuerpos encendidos en el placer.

 

Y así fue como los años en matrimonio pasaron para ellos. Llenos de recuerdos, aventuras y vivencias hermosas.

 

Parecía mentira que pasadas las doce de la media noche acababan de cumplir su séptimo aniversario desde aquel atardecer en Kansas donde juraron sus votos de amor frente a sus amigos y familiares. Bruce se había acostado a tan solo un par de horas en la madrugada y dormía plácidamente sin darse cuenta del amanecer. Al regresar de su patrullaje, vio a su pareja descansar y no quiso molestarlo para felicitarle, simplemente se acurrucó como acostumbraba a su lado y dejó los saludos para cuando ambos estuvieran despiertos. Clark se contuvo esa noche en recibirlo en cuanto lo escuchó, porque quería celebrar aquel encuentro con toda la energía sin su esposo a medio dormirse. Fue así que el primero en despertar con toda la lucidez fue Clark, que en cuanto vio la luz del nuevo día ya alzándose en todo su esplendor se abalanzó sobre su marido y comenzó a llenarlo de besos por todo el rostro y cuello.

 

—Despierta Bruce. ¡Vamos! ¡Despierta! —dijo insistente sin dejar de acariciar con sus labios todo el largo de su hombro.

 

—¿Qué haces, Clark? Es temprano aún, quería dormir un poco más —dijo entre risas al causarle cosquillas sus insistentes besos. Abrió perezosamente uno de sus ojos y una pequeña mueca divertida se formó en la comisura de sus labios al ver la expresión radiante que le devolvía su pareja—. Luces feliz y lleno de energía. Qué envidia.

 

—¡Feliz aniversario! —Lo envolvió entre sus brazos y, cuidando de no aplastarlo con su peso, le arrebató el aliento con un profundo beso.

 

La boca de Bruce fue invadida con sorpresa, obligándolo a retirar cualquier rastro de adormecimiento. Sonrió en medio de aquel beso torpe e insistente, volviéndolo con calma en uno más profundo y deseoso. Gruñó tomando los cabellos de su amante a la vez que su lengua era invadida por la ansiada humedad y el calor desmedido. Lo separó solo un instante para encontrarse con un rostro deliciosamente colorado y un brillo sin igual en sus ojos.

 

—Feliz aniversario Clark —dijo con el aire un poco entrecortado, y fue incorporado por los brazos del superhombre que buscaron sentarlo—. Siete años —susurró con una paz que deseaba se mantuviera por siempre.

 

—Si, siete años de muchos otros. —Le volvió a sonreír y le abrazó—. Hoy es un día especial, vengo preparando mi sorpresa desde hace semanas. Así que más te vale que estés puntual aquí a las seis de la tarde, porque si no me voy a enojar mucho.

 

—Sí, cariño. Prometí estar a las seis. A las seis estaré. Todavía no puedo descubrir cuál es tu sorpresa, ¿me adelantarás algo? —Acarició su espalda y cuando Clark soltó ese agarre alzó su ceja con curiosidad.

 

—Nop, nada. Tendrás que aguantarte. Solo recuerda vestirte cómodo. Eso es todo. De lo demás me encargo yo. —Tomó la muñeca de su marido y lo instó a ponerse de pie—. Ahora tendremos una sensual ducha, desayuno abundante y a trabajar.

 

—¿Sensual ducha? —cuestionó el murciélago que se dejaba llevar sin problemas en dirección al baño—. ¿Vas a dejarme sin energías desde temprano, Kal?

 

Y aquel nombre hizo erizar la piel del kryptoniano. Al instante alzó en brazos a su pareja para apresurar sus pasos hacia el cuarto de baño.

 

—Sabes lo que me provoca que me llames así —susurró en sus labios dejándolo justo dentro de la ducha—. Realmente quieres que te deje sin energías para ir al trabajo. —Abrió la canilla de agua caliente y devoró los labios de su esposo.

 

Bruce sólo pudo sonreír en medio de ese beso fogoso. Bien sabía que botones presionar para encender a su pareja, más en esa fecha especial en la que todo el día se encontraba como un loco enamorado. Y a él le encantaba esas atenciones desmedidas. Se había acostumbrado a lo intenso que podía ser Clark cuando le instaba a serlo. Se aferró a la espalda de su amante con fuerza, sabía que ese día recién había comenzado y esperaba con ansias la sorpresa que le tenía preparada. Pero, para empezar, recibiría su primer regalo matutino bajo la ducha.

 

¿Qué más podía pedir?

 

Durante el desayuno, Bruce lucía despreocupado algunas marquitas que llevaba en el cuello, sentado tranquilamente con periódico en mano mientras leía los informes de la mañana. Por el contrario, Clark estaba rojo como un tomate. Se sentía tan satisfecho y complacido, que no dejaba de pensar en lo mucho que había disfrutado aquel encuentro en el baño. Y eso que se tuvo que contener, porque si hubiera sido por él, esa mañana no lo dejaba de salir debajo del agua para escucharle gritar su nombre una y otra vez. Sabía que la rutina laboral de ambos no la podían saltear, justo ese día tenían compromisos especiales, así que no le quedó más remedio que resistir su pasión para más tarde. Pero no por eso dejaba de mirar a su esposo por sobre su taza cada vez que bebía. Era una de las cosas que disfrutaba al desayunar con él, podía mirarlo a gusto mientras Bruce se encontraba distraído. Le gustaba apreciar ya las pequeñas arrugas en su rostro que se le notaban por el paso del tiempo y algunos cabellos grisáceos que él solo podía percibir. Se estremeció por lo sexy que era su pareja. Entrando en edad y volviéndose cada vez más maduro, parecía que su belleza se enaltecía.

 

—¿Qué tanto estás pensando? —preguntó el murciélago al descubrir que estaba siendo observado muy atentamente.

 

—Lo hermoso que eres —mencionó el reportero bajando su taza.

 

Amaba cuando sus halagos sorprendían al mayor.

 

Bruce le miró por unos segundos con ojos bien abiertos, luego sonrió sutilmente para dejar el periódico a un lado. Se acercó más a la mesa dispuesto a desayunar.

 

____________________

 

Llegada la tarde, Wayne suspiró sobándose la nuca en un gesto cansado. Había sido un día bastante ajetreado entre reuniones, revisión de documentos, llamadas extranjeras y firmas de algunos papeles importantes. Su oficina ya se encontraba vacía y sólo le quedaba terminar leer ese último contrato en mano para poder marcharse. Miró al reloj y eran cerca de las cuatro y media. Tenía tiempo suficiente para acabar con su tarea y regresar a su mansión para alistarse apropiadamente. Ya se había tomado el trabajo de avisarle a todo el mundo que pasadas las cinco nadie podía molestarlo, aunque cayera la bolsa y perdiera miles de dólares en inversiones; esa tarde sería para él y su pareja. Iba a continuar con su lectura cuando sintió que tras suyo alguien golpeaba el cristal. Aquello era imposible, estaban en la cima del edificio y el empleado que se encargaba de los vidrios sólo trabajaba por la mañana. Así que de un salto se levantó de su asiento y giró para encontrarse con un hermoso espectáculo. Superman sobrevolaba el cielo de Gotham, sonriéndole con esos labios llenos de amor. Parecía un Dios ahí flotando, con el sol que se lucía gracias a la altura, golpeando su espalda y haciendo parecer que tenía un halo dorado. La capa ondeante mostraba el fuerte viento que había afuera, pero que era inofensivo para aquel titán. El millonario se recostó sobre el escritorio y miró con ojos curiosos a su esposo, estaba por hablar cuando la puerta de su oficina fue abierta por su secretaria.

 

—Señor Wayne, ¿terminó con el contrato? —preguntó la mujer con papeles en mano para dejar sobre el escritorio.

 

La jovencita no llegó a ver como la estela de Superman desaparecía, mientras que Bruce se volteaba tranquilamente como si nada hubiera pasado.

 

—No. En unos minutos. ¿Y esto? —Apenas si estiró su mentón para ver lo que le había dejado sobre la mesa.

 

—Tranquilo, señor Wayne. Es trabajo para mañana. Podrá reunirse con su esposo sin problemas. —Le sonrió amable y le dejó un pequeño café para recomponerlo un poco tras el largo día.

 

—Gracias, te avisaré en cuanto lo corrija.

 

La mujer asintió profesional y se marchó dejándolo una vez más a solas. El murciélago suspiró aliviado y se encaminó al gran ventanal para apreciar un poco la bella tarde que se cernía sobre su amada ciudad. Ladeó su rostro al notar como algo imperceptible manchaba el cristal y se arrimó más para descubrir con sorpresa lo que era. Al estar bien cerca, sonrió como tonto. Dejó que su aliento cubriera el vidrio y su mano delimitó algunas letras escritas a dedo. Se leía un perfecto “te amo” bien discreto; regalo que Clark le había dejado antes de salir literalmente volando.

 

El regreso a casa fue amable. Agradeció que hubo poco tráfico y estuvo con tiempo de sobra de vuelta en su hogar. Se permitió de darse un baño reparador y se vistió de manera cómoda, sin dejar de lado su toque masculino y sensual: Camiseta y jogging con tonos sobrios, perfume como detalle y unas zapatillas para acompañar el look casual e informal. Bajó hasta la sala principal y ahí esperó que fuera el horario acordado. Clark no tardaría en acabar con su jornada laboral y se aparecería en cuestión de un parpadeo de regreso a la casa.

 

Cuando llegó el kryptoniano, literalmente éste le saltó encima una vez la puerta fue abierta por Alfred. Lo abrazó con cariño y luego lo miró de arriba abajo, deleitándose con la figura hermosa de su esposo.

 

—¿Estás listo? —preguntó, aunque era más que obvio que sí.

 

Bruce le observó por un instante y descubrió que su pareja ya vestía como para la celebración. Intuyó que antes de salir de su trabajo se encargó de enlistarse apropiadamente.

 

—Sí, lo estoy. Y veo que tú también. —Sujetó con sus largos dedos el cuello de aquella chomba y delimitó el contorno con su mirada sensual—. ¿Y qué tiene preparado mi esposo para esta ocasión?

 

—¡Ya verás! —Le besó castamente saltándose el coqueteo, ya que la emoción le dominaba—. Alfred, por favor —le llamó, y no tardó en recibir de parte del mayordomo un abrigo para Bruce y… algo que le pareció curioso.

 

—¿Crees que hará frío? —indagó intrigado dejándose poner la chaqueta—. ¿Tú sabes de qué va todo, Al?

 

—Lamento no poder informarle, mi señor. Tengo voto de silencio frente a la sorpresa del amo Kent. —Sonrió con picardía y se despidió antes de salir de escena—. Que tengan buenas noches, amos. Disfruten de su velada.

 

—Sigo sin deducir qué planeas. Estuve intentando averiguar, pero has cubierto muy bien tus pasos.

 

—Porque quiero que sea sorpresa. No tiene chiste si sabes de antemano de que se trata. —Le enseñó un pañuelo largo y negro—. Debo cubrirte los ojos. Iremos volando hacia un lugar especial, y necesito que no veas el trayecto que haré. ¿Confías en mí?

 

Bruce se cruzó de brazos a modo de indignación, aunque en su rostro se mostraba que estaba jugando.

 

—Me siento ofendido, señor Kent. Ya van para siete años de matrimonio y mucho más de amistad. Sabe todos mis oscuros secretos y detalles íntimos de mi vida. ¿Cree que a esta altura no puedo confiar? —Tiró del pañuelo que sostenían aquellos fuertes dedos y se los colocó hábilmente sobre sus ojos para cubrirlos—. Confío ciegamente en ti, Clark. A dónde sea que vaya, lo que sea que quieras hacer conmigo.

 

Clark suspiró enamorado con una sonrisa que expresaba su sentimiento. Se acercó a su amante y rodeó su cintura antes de tomar sus labios. Dejó que su boca explorara aquel lugar que le volvía loco, esa calidez, el aliento fresco, las terminaciones nerviosas sintiendo cada detalle del encuentro.

 

—Te amo Bruce. —Besó su mejilla y su cuello. Ronroneó justo sobre su oído complacido—. Es hora. Vamos. —Sujetó con delicadeza su mano y lo guio hasta cruzar la puerta de entrada.

 

Ahí mismo lo tomó en brazos y Bruce se sujetó cómodamente a su cuello. Por un segundo recordó aquella vez en que estaba ofendido con Clark e internamente batallaba por no sentirse a gusto en sus brazos. Ahora no ocultaba nada de lo que sentía, ni lo mucho que le agradaba tener ese amplio pecho como soporte y esos fuertes brazos asegurando sin problemas su peso. Sintió como comenzaba a elevarse, el viento sobre su cuerpo y el sol que aún se sostenía sobre el firmamento. El súper hombre apresuró un poco la velocidad y viajó con una sonrisa todo el trayecto, mirando a Bruce con amor y al horizonte, enfocándose de ir directo hacia su destino. Durante el viaje, el kryptoniano iba dándole conversación, intentando distraerlo. Le comentaba cuánto faltaba para llegar y lo emocionado que estaba para que pudiera ver su sorpresa. Bruce estaba atento con todos sus sentidos al tope, escuchaba el sonido a su alrededor pese a que la voz de Clark y el vuelo rápido le dificultaba la tarea. Su olfato también estaba inspeccionando el área, sintiendo cada vez más un aroma que le era inconfundible. Cuando Superman bajó la velocidad y pudo sentir las olas del mar, el playboy sujetó con fuerza los hombros de quién le llevaba y aspiró profundo ante la emoción.

 

El reportero sin dudas lo notó, aquel brinco en su corazón.

 

—Estamos cerca. ¿Ya sabes a dónde te traje? —preguntó con suavidad, relentizando aún más sus movimientos mientras descendía con cuidado hacia la blanca arena.

 

—Tengo una intuición —susurró ansioso por retirarse el pañuelo y descubrir sus ojos.

 

Cuando sintió la arena bajo sus pies, se apoyó firmemente sin soltar el agarre a su esposo.

 

—Puedes quitártelo —le habló al oído y acarició su nuca en un gesto íntimo.

 

Bruce tomó una de las tiras del pañuelo y el nudo se desató. Ahí mismo vio un paisaje que reconocía y que jamás olvidaría. Era aquella isla, con su costa preciosa, el mar ansioso moviéndose con fuerza por los vientos y el recuerdo de un amor eterno. Allí Clark le había propuesto matrimonio y él le había dicho que sí.

 

—Feliz aniversario amor. Quería hacer algo especial para los dos. Deseaba traerte el recuerdo de aquel atardecer cuando pedí tu mano. —Sujetó la izquierda de Bruce mientras éste miraba asombrado la mesa a unos pocos metros—. Alfred me ayudó a preparar todos los detalles. No lo hubiera podido hacer sin él.

 

El mueble tenía un precioso mantel sujetado estratégicamente para que no se volara con el viento; varias bandejas cubiertas dónde imaginaba que estaban todos los platillos de la cena; cubierto para dos, un par de portavelas de vidrio y un vino tinto añejo, que era uno de los pocos que realmente disfrutaba saborear; y no podían faltar algunas que otras decoraciones que hacían al estilo perfecto del inglés.

 

—Es hermoso Clark. Me encanta. —Se giró para verlo de frente y se estiró para tomar sus labios. Un beso delicado y profundo, que cargaba con todos los sentimientos que tenía dentro—. Feliz aniversario —respondió tras separarse apenas unos centímetros de su boca—. Por cierto… noté el detalle en el ventanal. —Le sonrió coqueto mientras su mano buscaba acariciar su oreja, presionando ligeramente.

 

—Sabía que lo encontrarías. —Rodeó sus brazos alrededor de su cintura—. Y dígame, señor Wayne. ¿Qué tiene deseos de hacer ahora mismo?

 

—Se me ocurren tantas cosas —mencionó sugerente—. Pero por ahora, podemos esperar un poco antes de cenar. Me gustaría darle vuelta a la isla junto a mi flamante esposo. —Le retiró los lentes que aún Clark conservaba y se los puso, para luego descansar sus manos sobre su pecho.

 

—¿Por qué a ti todo te queda endemoniadamente bien? —rezongó besándole el cuello. No era justo que el millonario siempre luciera precioso, se pusiera lo que se pusiera.

 

—Es ridículo lo que dices. No todo me queda bien. —Guardó los lentes en el bolsillo trasero del súper hombre y le ofreció su mano para que la tomara—. Anda, guapo, vamos por esa vuelta.

 

—¿Guapo? —Se sonrió mientras sujetaba su mano con cariño.

 

—Si, eres más que guapo. —Se sostuvo de él mientras con la izquierda se quitaba el calzado junto con las medias. Quería sentir la arena en sus pies—. Eres hermoso Clark. No me cansaré de decirlo. Además, mírate, un adonis andando, cerca de los cuarenta y no se te ve ni una arruga. No es justo. —Comenzó la caminata seguido por su pareja que no dejaba de mirarlo con amor.

 

—A mí me gusta lo sexy que te vuelves cada año.

 

—¿Es una muy buena forma de decirme viejo? —Le miró fijamente, pero en sus ojos se notaba la sonrisa oculta.

 

—Una muy buena forma de decir que la edad a ti te hace cada vez más irresistible. No es justo. —También bromeó.

 

Y así fueron bordeando la costa, conversando tonterías, deteniéndose a mirar las maravillas del paisaje y apreciar el atardecer cuando el sol justo comenzaba a ocultarse en el horizonte. Luego ya avanzados mucho recorrido, comenzaron a sentir un poco el frío de la noche que se acercaba, más el levantar de un viento revoltoso que hacía ondear sus ropas por su fuerza. El cielo perdió poco a poco su luminosidad y algunas estrellas curiosas se esforzaban por dejarse ver tras las nubes espesas que lentamente iban cubriendo el firmamento. Bruce miró al cielo y torció un poco su boca, no auguraba un buen tiempo, y la lluvia podía sentirla en el aire.

 

—¿Te fijaste el pronóstico de hoy? —preguntó dando unos pasos hacia la orilla, viendo como ya las olas azotaban con fuerza las rocas—. Parece que se acerca una tormenta. —Se abrazó a sí mismo al sentir el frío descendiendo considerablemente.

 

Clark hizo una mueca de culpa, abrazó a su marido para transmitirle su calor y ambos quedaron mirando cómo en la lejanía varios relámpagos iban iluminando ese cielo oscuro.

 

—La verdad que es un detalle que no tuve en cuenta. Lo siento —se disculpó realmente sentido. Quería que la velada fuera maravillosa, pero al parecer el clima no está colaborando.

 

—Olvídalo Clark, para mí sigue siendo todo esto increíble. —Sonrió al sentir los fuertes brazos que le rodeaban girarlo para quedar de frente y encontrarse con esos extraordinarios ojos azules.

 

Clark le besó nuevamente, con necesidad, presionando sus labios y dejando que su lengua se fundiera con la otra. Sus manos recorrieron la espalda firme de Bruce y se estremeció al escuchar un leve jadeo que hizo prender la llama que estaba latente en su cuerpo. No tardó en sentir unas pequeñas gotas de agua fría sobre su cabeza que, al paso de los segundos, se sentían cada vez más gruesas y pesadas.

 

—Maldición, ahora no… —murmuró entre los labios del playboy con mucho pesar.

 

—Un poco de agua no nos hará daño. —Le volvió a besar, más intenso, dejando que sus labios se apoderaran por completo de sus deseos.

 

Pero Clark recordó y se separó bruscamente.

 

—¡Diablos Bruce! ¡La comida! —exclamó tras sentir un trueno potente y la lluvia cayó con toda su intensidad—. ¡Oh, no! ¡No, no, no, no! —Hizo el ademán de salir volando al rescate de la cena.

 

El millonario sostuvo su mano para evitar que se marchara. Cuando sus ojos se cruzaron con los otros, le negó con una sonrisa. Quería que entendiera que lo que menos le importaba era aquel detalle.

 

—Está bien, Clark. No corras. —Su hermosa figura, empapada de pies a cabeza, se mostraba tranquila y relajada—. Quédate conmigo, cuando lleguemos, juntos levantamos todo.

 

El espíritu molesto de Superman pareció aplacarse, le sonrió comprendiendo y caminaron apresurados, con algunos pequeños trotes el tramo que les faltaba para llegar hasta la mesa. En tan solo diez minutos estuvieron ahí, justo frente a la cabaña donde podían refugiarse. Entre risas fueron recogiendo todo, llevando las cosas a dentro y dejándolas casi en el mismo lugar tras entrar la mesa, que fue lo último que acarrearon. El cielo bravo no dejaba de relampaguear y tronar con fuerza. Ambos estaban sumamente mojados, respirando acelerados por la emoción de la corrida y las risas que mantuvieron durante toda la tarea, como adolescentes que hubieran estado haciendo una travesura. Bruce se apoyó sobre la mesa que chorreaba agua y levantó una de las bandejas para tomar una porción de carne agridulce que se había salvado; la mayoría de los platillos se encontraban decentes al estar cubiertos por las tapas. Degustó con sus labios aquel bocadillo exclamando un sonido de placer.

 

—Debes probar esto. —Tomó otro bocado y se lo extendió a la boca de su pareja, que gustosa tomó toda la porción y luego le lamió los dedos de manera muy morbosa.

 

—Tengo hambre —mencionó subiendo al cuerpo del murciélago sobre la mesa, sosteniéndolo por debajo de sus muslos.

 

—Igual yo —exhaló el aire caliente que se condensó al segundo en forma de vaho.

 

—Tengo hambre de ti. —Sus manos fueron hacia su trasero, y apoyó su pelvis junto a la otra, en un movimiento tentador.

 

—Pues cómeme, Boy Scout. Porque ya no aguantaré más. —Se abalanzó a sus labios y saboreó aquel gusto agridulce que aún permanecía en su boca.

 

—Estás empapado —murmuró sobre los labios ajenos, llevando prontamente sus manos hacia ese abrigo para retirarlo hacia atrás.

 

—Mhm. —Se apartó de ese beso para quitarse la camiseta—. Tú también lo estás. —Arrugó sus dedos sobre su chomba volviendo al ataque con otro beso.

 

En medio de aquel encuentro entre sus labios, entre esas manos ansiosas por tocar y ser tocados, las ropas fueron abandonadas hasta quedar desnudos. El cuerpo de Bruce terminó recostado sobre la mesa y observó la lujuria en los ojos de su marido. Clark mordió ligeramente su labio ante el espectáculo que tenía delante y se inclinó para deleitarse lamiendo cada gota y humedad que encontraba. Se apresuró a levantar las piernas desde los glúteos y su lengua devoró aquella entrada, goloso, desesperado, anhelante de sentirlo temblar y gritar su nombre. El murciélago se deshacía en jadeos y suspiros, excitado, sumamente caliente y estremecido por las atenciones, por esa mano que no dejaba de masturbarlo a la vez que la lengua hacía el trabajo de humedecer y embeber en busca de dilatar.

 

—Clark… Clark —lo llamó irguiéndose sobre los codos. Adoraba todo lo excitante que estaba resultando ser el ser prontamente follado ahí, pero pese a que no quería admitirlo, ya no se sentía con la vitalidad de ser empotrado sobre la mesa—. Mi espalda —avisó sin vergüenza alguna. La intimidad que ambos tenían les permitía ser tan sinceros como se sentían.

 

—Yo me ocupo. —Relamió la comisura de sus labios, absorbiendo el líquido que se escurría por su boca. Rodeó ambos brazos tras la espalda del millonario y lo alzó levemente para transformarse en su sostén—. ¿Mejor así? —susurró sobre su oído, y no tardó en besar su cuello y arrastrar sus dientes hasta la nuez de adán.

 

—Sí… Perfecto —jadeó al sentir el pene duro de su compañero frotarse insistente sobre su entrada—. Estoy listo. Te quiero adentro. —Su voz salió a una súplica y Clark supo que ya no debía contenerse más; estaba más que caliente como para poder entrar.

 

Liberó una mano y llevó su falo al destino deseado. Apoyó la punta y presionó introduciéndose con cuidado, sin dejar de ver las expresiones que enseñaba su amante, atento a sus suspiros y al temblar de sus labios. Ya completamente abrigado por aquel interior, volvió a besarlo y a cubrirlo por completo con ambos brazos. Aquel beso se volvió juguetón, ardiente y necesitado. Buscaban darse en todo momento pequeños mordiscos, lamían cada reborde en forma de caricia para luego presionar con intensidad. Ambos buscaban fundir aquel acto en algo mucho más íntimo y no sólo pasional.

 

Bruce presionó sus dedos sobre la dura piel del kryptoniano, removiéndose, ansioso por sentir la fricción que le daría el placer. No tardó en sentirse complacido, Clark comenzó una oscilación de su cadera, buscando ir lenta y profundamente, entrando y saliendo sobre aquel cuerpo que no dejaba de estremecerse ante cada embestida.

 

Los besos y caricias no se detuvieron ahí, las manos de Wayne se deslizaban sobre aquella espalda mientras que Superman no dejaba de besarle el cuello y hasta el pecho. El golpeteo constante fue incrementando en su intensidad, subiendo la temperatura y haciéndoles sentir que sus rostros ardían. Los jadeos y gemidos de ambos eran acompañados por ese chapoteo incesante, por las voces ahogadas y el rechinar de la mesa que les servía de apoyo. Las manos de Bruce tomaron los cabellos de Clark, se vieron a los ojos mientras sus cuerpos se movían al compás de las penetraciones.

 

—Te amo Clark —jadeó con mejillas rojas y labios temblorosos—. Acaba conmigo. Me corro.

 

—Sí —murmuró rozando sus labios, dándole un pequeño beso sólo para apartarse y verlo llegar al clímax.

 

Amaba las expresiones que le regalaba Bruce en aquel instante de éxtasis y locura.

 

El orgasmo les sobrevino intensamente en medio de un último beso húmedo, recibiendo del otro esa conexión que les hacía únicos. Sus cuerpos temblorosos, el semen esparcido por sus pieles y el suelo, las gotas de sudor empañando sus pieles, expresaban el placer en su máxima expresión. Terminaron con el aliento trémulo y una sonrisita cómplice imborrable. No estaban satisfechos aún, pero la noche recién comenzaba y tenían tiempo de sobra para disfrutarse.

 

—¿Ducha ligera y cena? —preguntó Clark con una sonrisa imborrable, retirando su miembro lentamente y tirando los cabellos de su esposo hacia atrás sin dejar de verlo embelesado.

 

—Es una fantástica idea —respondió sentándose sobre la mesa, suspirando complacido por aplacar ese calor que se había prendido—. Pero antes… —mencionó tomando otro bocado de la mesa—. También tengo una sorpresa para ti.

 

Los ojos de Clark se asombraron y se enderezó sin quitar las manos que envolvían su cintura.

 

—¿En serio?

 

—Mhum.

 

—¿Y qué es? ¿Se puede saber? —preguntó entusiasmado y sumamente curioso.

 

—Quizás debí… consultarte antes. Puede que sea una decisión que también hubieras querido tomar conmigo, pero deseaba que fuera una sorpresa. —Lamió sus dedos y le miró un poco apenado por su decisión—. De todas formas, se puede corregir y hacer de nuevo.

 

—¿Qué cosa? ¿No entiendo? —Sintió repentinamente ansiedad, Bruce no solía hacer tanto preámbulo para contarle las cosas. Ahora sí que quería saber de qué sorpresa se trataba.

 

—Bueno… resulta que fui a ver un terreno que me gustó hace algunos días —empezó a narrar con cuidado obteniendo la completa atención de su marido—. Durante meses, estuve pensando en que tal vez sería bueno construir algo pequeño en Kansas, Smallville; no muy lejos de la casa de tu madre. —La sonrisa de Clark se fue ensanchando a medida que iba avanzando con su explicación—. Me pareció una buena idea tener un lugar para nosotros cada vez que la vamos a visitar y… bueno, para que la tengas cerca. Sabes que siempre será bienvenida en casa si algún día desea mudarse, pero sé que ella no abandonará su granja nunca. —Respiró contagiándose de su sonrisa y continuó para terminar—. Y bueno, como me gustó el lugar y está a tan sólo cinco minutos de tu casa, decidí comprarlo. Quería que ese fuera mi regalo para ti. —Le miró expectante para saber su respuesta—. Podemos diseñar juntos el lugar y la casa. Y si realmente no te gusta el terreno, podemos ver algún otro.

 

—¿Bromeas? Bruce, ¡¿qué dices?! Me parece sumamente maravilloso. —Le abrazó entusiasmado y le llenó de besos su mejilla.

 

—¿En serio? ¿Te gusta la idea? Pero si aún no has visto el lugar.

 

—¡Sí! ¡Me encanta! No me importa el lugar, Bruce, con que tú la hayas visto y te haya gustado, para mí es más que suficiente. ¡Qué alegría! Gracias por pensar en mí. Gracias por tan bello regalo. —Besó sus labios, una y otra vez, contagiándole el entusiasmo y buena energía.

 

—Me alegra mucho saberlo. —Rodeó su cuello y le sonrió enternecido. Superman realmente se veía muy feliz—. Gracias Clark.

 

—¿Por qué? —preguntó curioso.

 

—Por todo. Por amarme, por cuidarme, por mostrarme un mundo en el que puedo ser feliz. Gracias por todo. No imaginé esta vida para mí, un hogar, un matrimonio. Es más de lo que podría soñar.

 

—Gracias a ti por dejarme amarte. Por ser mi compañero, amigo y esposo. Contigo puedo ser quien soy y sentirme libre. —Acarició su mejilla dulcemente—. Siempre estás dándome las gracias, como si te hubiera salvado de algo.

 

—Pero es así.

 

Clark negó con la cabeza.

 

—Tú me has salvado Bruce. Aunque no lo creas. —Sonrió ante su cara de desacuerdo—. Me fue difícil pensar enamorarme de alguien y formar una familia al ser de otro mundo, estar junto a una persona que me acepte tal cual soy, que no me juzgue, con la que puedo ser totalmente yo. —Le miró con amor y besó sus labios—. Hasta que te conocí. Siempre fuiste especial Bruce.

 

—Y tú también. Has cambiado mi vida por completo, Clark. —Sus piernas rodearon su cintura y ambos brazos su cuello—. Y ahora sólo quiero ser feliz contigo. Será mejor darnos esa ducha, Boy Scout. Ya quiero comer los deliciosos platillos que pensaron para esta ocasión. —Besó su mejilla y soltó una suave risita—. Feliz aniversario. Te amo. —No se cansaría de decirlo.

 

—Feliz aniversario mi amor. —Lo alzó en sus brazos y caminó junto a él directo hacia el baño

 

Su relación siempre fue intensa y tormentosa, con un camino arduo, lleno de espinas y piedras, navegando en las más terribles tempestades. Pero cada prueba superada había tenido su recompensa. Se llenaban de un amor que sólo había sabido crecer y se había fortalecido como el más duro acero. Bruce al fin se había permitido ser un hombre de carne y hueso, se había permitido amar y dejar a otro entrar en su vida. Se había permitido ser feliz. Su vida había cambiado por completo, y ahora no se imaginaba estar con alguien más. Y Clark se sentía el hombre más afortunado, poseedor de uno de los corazones más valiosos en ese mundo. Bruce era muchas veces duro, frío, guiado por la pura lógica, pero también era un hombre noble, desinteresado y dispuesto a sacrificarse por todos. Y lo había elegido a él.

 

El futuro siempre era incierto, no sabían qué les depararía en los siguientes años. Pero de algo estaban seguros… Se amarían y estarían juntos hasta el final.

 

★·.·'¯'·.·â˜…FIN★·.·'¯'·.·â˜…

 

 

Notas finales:

Bueno, gente hermosa. Creo que la despedida de esta historia será difícil para mí. Espero no comenzar a lagrimear a medida que escribo estas palabras! Que ya me veo moqueando en unos minutos.

Tengo tanto para decirles, que no sé si me acuerde de todo o se me escape algún detalle importante… Pero trataré de ser lo más amplia posible.

Ante todo, gracias. Gracias infinitas por acompañarme en estos casi cuatro años con este fic. Como algunos sabrán, comencé en el mundo de los fanfics con esta historia. Realmente era muy torpe, con faltas de ortografía, redacción y hasta el uso de unos guiones de diálogo horribles!!! Jajajaja No digo que ahora soy la diosa de la narración, muy lejos de eso estoy, pero estoy gratamente satisfecha con todo el progreso que realicé; como fui mejorando y puliendo. No fue para nada fácil y, con una autoestima bastante baja, me he deprimido muchas veces, sintiendo que no era apta ni buena para lo que hacía. Pero tuve ahí a personas que me apoyaron, me ayudaron y me dieron fortaleza para hacer algo que amo y amé muchísimo.

Gracias a mi gran amiga Aldana, que ella fue la primera que leyó mi escrito y me dijo que estaba bien, que siguiera adelante. Sin su primer visto bueno, creo que todo hubiera sido distinto. Luego a aquellas personas que directa o indirectamente me animaron a escribir Superbat. Los amo con la fuerza de mil soles, y ellos dos se merecen todo el amor del mundo!!!

Gracias a los que me supieron corregir, a los que me alentaron con pequeños comentarios, y a los que me han dejado bastos y ricos mensajes que me hacían dar vueltas en la cama de emoción. Gracias a cada voto, cada pedido de continuación; su deseo por saber más de mi historia, me alentaba y daba enormes energías para seguir adelante. Gracias a quienes me rompieron el corazón y me hicieron más fuerte. Gracias también a aquella primera ficker que leí y que abandonó su historia, me enseñó a que no debía ser como ella y dejar ese vacío que muchos sentimos con un fic sin terminar.

A esta historia le tengo un enorme cariño. Es mi primer bebé, tiene mucho por ser corregido y retocado, y algún día lo haré. Pero me alegra poder decir con todas las letras… que llegó a su fin. Ambos personajes hicieron un increíble crecimiento. Siento que quizás Bruce más que Clark, que era el qué más se resistía a ser amado. Pudo entregarse a alguien, decidir qué podía ser feliz y hasta enamorarse. Clark fue un hombre paciente, lleno de amor para entregar, seguro de sus sentimientos y dispuesto a todo. Como dije, pasaron por cosas muy difíciles, sintieron lo que era perder al otro, discusiones y peleas, pero pudieron sobre pasar todo eso.

Bruce a veces se resiste a que los demás le ayuden, pero Clark consiguió convertirse en su apoyo.

Y bueno, eso es todo gente, si algo se me olvida haré posdatas de acá en adelante jejeje. Creo haber agradecido a todo el mundo, porque todos, de una forma u otra, me han ayudado a alcanzar este día. Gracias por su enorme paciencia y, sin dudas, su gran apoyo.

Nos estaremos leyendo en alguna otra historia y cruzando en algún otro grupo. Me despido de ustedes y les envío mi enorme cariño y muchos besos.

Gracias una vez más… hasta pronto!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).