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NO COMPRES; ADOPTA UNA MASCOTA. por hiruma chan

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Notas del capitulo:

Estos hermosos personajes han sido creados por: EIICHIRO ODA-SAMA-SENSEI!!!!

 

Antes que nada, una aclaración sobre el capítulo anterior: Nezumi-chi me pregunto ¿en qué momento Hakuba se enamoró de Bartolomeo?

La cosa va así: Cavage tiene personalidad multiple la cual (según ¨mentes criminales¨ y ¨sukisho¨ o al menos lo que les entendí) nace de un trauma físico o psicológico que es demasiado fuerte para que el cerebro se mantenga estable, por lo tanto crean una segunda personalidad que pueda soportar dicho trauma, sobre todo si este se repite, la segunda personalidad está para proteger a su huésped o creador (en este caso Cavage) y es su principal prioridad (en algunos casos) y al encontrar a alguien que cuiden de su huésped mejor que ellos tienden a desaparecer (o enloquecer matando a la fuente de medicina o alivio como quiera entenderse)

Como Bartolomeo no quería que Hakuba desapareciera les hizo entender a ambos que los amaría de la misma forma.

Y he ahí un meloso y raro final feliz como solo yo sé enredarlos  ¨w¨

¿Todo aclarado?

Ahora sí, a leer!! Espero les guste X3

Capítulo 27: Tenshin no tamashi.  (Alma de ángel.)

 

 

 

 

En una isla del este.

 

-¡¡Sensei!!... — Un niño corría por el camino que llevaba a la cima de la colina donde solían ir los niños que entrenaba el peliverde.

 

 

+++

 

 

Hacía ya cuatro meses que habían llegado a aquella isla y todos les habían recibido con los brazos abiertos, los alumnos de Koshiro, (sensei de Zoro que había cedido más que gustoso la dirección del dojo donde el peliverde había practicado en su infancia) eran muy dedicados a aprender y perfeccionar cada enseñanza, por ese aspecto el peliverde estaba más que satisfecho con la vida que tenía ahora, a pesar de que nunca había considerado la posibilidad de dar clases de kendo.

El que haya sido entrenado por Mihawk, hombre reconocido como experto mundial era motivo más que único y suficiente para que muchos más niños asistieran a tomar las clases del manejo de espada.

El renombrado espadachín era la mejor publicidad que nunca tuvieron.

 

Sanji, por su parte agradeció la tranquilidad del pueblo, siempre había sido una persona previsora y ese pueblo le parecía lo mejor para educar a su hijo y sobre todo las personas que lo trataban con la misma cordialidad que siempre había querido recibir de aquellos que lo conocían, aunque debía aceptar que extrañaba a los tipos del restaurante de su abuelo, pero también admitía que su salud no era la apropiada para convivir con aquellos hombres que lo trataban sin ningún cuidado.

 

Y eso mismo era lo que le venía preocupando desde hacía unas semanas, por eso había repasado una y mil veces más, aquel cuaderno de notas que le entrego Law desde el momento en que decidieron salir de Dresrosa.

Había identificado los síntomas de dolor y molestias que podría experimentar, había incluso memorizado las posibles causas y consecuencias, además de los tratamientos preventivos que debían ser tomados así como algunas medidas de descanso… consultó y práctico todos los tratamientos… todos a excepción de uno:

Reposo absoluto… lo más necesario para su condición actual.

Se negó a hablar.

Eso sería preocupar al peliverde, ni él mismo sabía la razón, simplemente había guardado silencio, era como no tener la confianza suficiente con su pareja; no le dijo a nadie sobre las molestias que sentía cada día, aquellas punzadas que le cruzaban el abdomen de un momento a otro.

 

Su subconsciente lo sabía y aun así no quería comprobarlo, aceptarlo y ni siquiera lo quería imaginar pero, cada dolor era un indicio de que el parto podía ser prematuro o mejor dicho, un indicio de aborto, por eso se había callado, un parto prematuro con la condición física que poseía era demasiado peligroso para él, la única solución para garantizar su salud y vida sería la interrupción del embarazo y eso nunca lo permitiría.

Nunca accedería a que le hicieran eso a su bebé, su vida ya había sido buena y prefería dejarle vivir aunque eso significase dar su propia vida y dejar de ver a su peliverde.

 

A pesar de todo, pensar lo peor era algo que no podía dejar de hacer y por eso mismo no tenía la calma que le era necesaria en esos momentos, su propia mente le atacaba los nervios y el cuerpo sin que Sanji se diera cuenta.

Hasta la fecha no había tenido problemas más allá de los dolores y le era casi un alivio el estar por cumplir los siete meses tan solo en dos semanas más, sin embargo el dolor punzante era cada vez más frecuente.

 

Su rutina era tranquila, se encargaba de la casa y daba algunas clases de cocina a las personas del pueblo que querían aprender de postres lujosos y comida deliciosa que él sabía preparar.

Por eso, aquella mañana que abría los canceles corredizos de madera, le fue imposible mantenerse de pie, el dolor que sintió era tan agudo que lo único que fue capaz de hacer para proteger a su bebé fue asegurarse de caer lentamente y recostarse de lado sobre la madera pulida.

Su respiración se aceleró por los constantes jadeos que le provocaba la desesperación de saberse solo en casa, el señor Koshiro había ido al otro pueblo a recoger algunas hojas de metal para hacer espadas y Zoro había salido desde la mañana a entrenar con los niños más allá del pueblo.

Estaba solo y ni siquiera su mente podía recordar un solo renglón de lo que había memorizado del cuaderno de Law, eso simplemente le enfurecía, por mucho orgullo que tuviese como hombre no era capaz de resistir un poco más.

El dolor era insoportable y agobiante mentalmente, por eso, no pudo mantenerse consiente por más tiempo, todo se volvió borrosa ante sus ojos y al final el cielo que veía se oscureció.

 

 

+++

 

 

Zoro había estado meditando cuando el niño que siempre llegaba tarde a las prácticas de kendo apareció delante de ellos, llego agitado y parecía demasiado asustado.

Todos se quedaron expectantes cuando el niño pudo recuperar el aliento por un par de segundos y gritó el motivo de sus miedos.

 

-¡¡Sensei, Sanji-san no despierta!!

 

No hubo más que decir, ni siquiera tiempo, Zoro corrió tan de prisa que ni siquiera sus alumnos le pudieron reaccionar o verle el polvo.

Todos los niños conocían a Sanji y le apreciaban demasiado como para quedarse sentados e indiferentes en aquel sitio; sin pensarlo se levantaron y salieron corriendo en menos tiempo del que pensaron, incluso un par de ellos tomaron las manos del que les había ido a avisar y casi le arrastraron hasta el dojo.

 

 

+++

 

 

Zoro llegó tan de prisa que ninguno de los hombres que estaban en la entrada del dojo, esperándole para que no se precipitara y cometiera alguna locura, logró detenerle y entró sin ningún problema hasta la habitación que compartía con el rubio.

 

Corrió la puerta de madera y papel con finos diseños de pétalos de cerezo y sin poder evitarlo recordó… cada vez que abría aquella puerta y lo que miraba en su interior era a un Sanji sentado frente a la mesilla donde escribía una nueva carta para su abuelo mientras le hablaba a su bebé y lo acariciaba dulcemente.

Aquellos recuerdos, cuando llegaba y podía ver a su amante sonriendo y sonrojándose cada vez que le hacía algún comentario alagándolo.

Cada mimosa caricia.

Cada recuerdo de amoroso.

Cada palabra dicha tratando de hacerse entender el amor que sentían el uno por el otro.

 

Fueron precisamente aquellos recuerdos los que le se volvieron cuchillas de hielo que se clavaron en su corazón provocándole una amarga sensación.

Al abrir la puerta de madera pudo ver el futón bañado en sangre y escuchó los débiles llantos de su bebé que descansaba en brazos de una enfermera, por un momento se alivió de saber que su bebé estaba bien pero, cuando sus ojos vislumbraron al rubio, sintió como todas sus esperanzas le cayeron sobre los hombros a forma de agua helada.

Su rubio estaba tan pálido como el papel, solo le lucían las ojeras que delataban su cansancio, cayó de rodillas delante de Sanji, nunca lo había visto tan demacrado y sobre todo ni siquiera podía entender como había llegado a esa condición en tan poco tiempo.

¿Tanto había descuidado la actitud del rubio?

No, no era eso…

Él lo había notado…

Y por no haber hecho nada…

Ahora mismo se arrepentía…

Por eso ahora mismo pasaba eso…

Por eso ahora sufría su rubio…

Había visto los repentinos momentos en que Sanji se quedaba inmóvil, había visto la sonrisa forzada que le mostraba cada vez que le preguntaba por su estado de salud.

 

-¨Estoy bien¨

 

Siempre le decía lo mismo y él siempre terminaba mordiendo sus labios para no gritarle exigiendo una razón, una verdadera respuesta y ahora se arrepentía de dejarle callar.

Ahora su rubio estaba tan débil que ese médico ni siquiera le daba esperanzas de que viese las estrellas de esa misma noche.

Sintió como su pecho se oprimía con un dolor insoportable.

Se mantuvo de rodillas sin moverse, solo sostuvo la mano del rubio entre las suyas.

Pasó todo el día y la tarde en la misma posición.

No dirigió una sola palabra a nadie.

Ni siquiera quiso ver a su bebé.

Si lo hacía tenía la seguridad de culparlo de la actual condición de Sanji y eso sería condenarse así mismo.

No le importo el pasar del tiempo.

Todo el dolor de su pecho aumentaba a cada segundo.

Ya no se sentía capaz siquiera de respirar pues el nudo en su garganta le impedía toda función que requiriese el aire.

Su mente se nublo, no podía pensar en nada que fuese coherente.

No era capaz de decir ni una sola palabra, si intentaba hablar estaba seguro rompería en llanto y eso no ayudaría en nada en estos momentos.

Se negaba a todo lo que no fuese seguir pendiente de Sanji.

No quería perder a su rubio y ahora mismo se sentía el hombre más débil del mundo, esa fue la sensación que más odio.

 

Con cada momento que pasaba se acercaba la noche y la indudable despedida de su rubio.

Desde sus labios se deslizó un hilo de sangre producto de la fisura que se había hecho con sus propios dientes al morderlos tratando de soportar lo que creían inevitable.

Quería gritar y suplicar que Sanji se quedase a su lado.

Quería gritarle por una razón para callar su dolor pero la misma descansaba a un lado suyo.

 

El médico le había dejado a su bebé con la mala noticia de que por ser prematuro tampoco sobreviviría.

El hombre creía que ese sería su límite pero, Zoro siguió guardando silencio.

 

Hace unas horas se regocijaba en un paraíso soñado con su rubio preparando un bento y el desayuno para que comiesen juntos y ahora solo el color y aroma de la sangre inundaban la habitación. Ahora debía soportar el no poder hacer nada.

 

Las horas pasaban, las personas llegaban con oraciones dirigidas al rubio pidiendo por el bienestar del joven que solo les había robado el corazón con su actitud tan única y con su hermosa apariencia de mejillas sonrojadas cada vez que le preguntaban por su convivencia con el peliverde.

Simplemente Sanji les había robado el corazón a cada habitante y ninguna de las personas podía dejar de preocuparse por el rubio pero, también sabían que el que peor lo estaba pasando era Zoro, nunca habían visto un signo de debilidad en el peliverde y ahora mismo no mostraba ningún gesto en su rostro y eso era lo que más les preocupaba.

El peliverde siempre se guardaba el dolor y ahora mismo el dolor que sufría era el peor de todos.

La persona que más amaba estaba sufriendo y él, por muy fuerte que fuera no podía hacer nada para ayudarlo… simplemente esperar… simplemente le quedaba rogar a un dios en el que nunca había creído… simplemente… quedarse sentado al lado de su rubio sosteniendo su mano y suplicando en silencio por que se quedará a su lado.

 

 

+++Cinco años después+++

 

 

Un hombre de cabellos negros y ojos dorados desembarco en una isla del norte, entre sus manos llevaba un ramo de flores, ¨Lirios blancos¨ perfectos para la ocasión, al menos así lo pensó.

Cruzó un pequeño arroyo* y sin saber porque razón se detuvo al ver a una pequeña figura practicando con la espada de bambú.

Un pequeño infante que no pasaría de los cinco años, piel clara y el cabello hasta los hombros y liso de un curioso color lima* ojos tan negros como la noche, mejillas rosáceas y a pesar de eso un cuerpo tan delgado que parecía romperse con su simple caminar.

Una figura tan pequeña y encantadora, sin embargo lo que llamó su atención fueron los sollozos que trataba de contener mientras seguía practicando sin detenerse un solo momento.

Al sentir la presencia de otra persona la pequeña figura miró por un momento al visitante, aquel hombre desprendía un aura amenazante pero no hizo más que ignorarlo y seguir con su entrenamiento moviendo una y otra vez la espada de bambú en forma vertical.

 

-Si te obligan a entrenar, no lo hagas.

-¿Hum?

-Un espadachín sin espíritu no es necesario en este mundo.

-¡¡Cállate!! ¡¡No sabes nada!!... — La voz de aquel pequeño se escuchó demasiado suave, para Mihawk era una sorpresa, nunca había escuchado tal suavidad al hablar ni siquiera en una niña pequeña y mucho menos considerando que estaba gritando.

-¿Me equivoco?

-¡¡Lo haces!! ¡Además no tengo porque escucharte!

-Habla de cualquier forma.

-… — por un momento aquella pequeña figura dudo en hablar —… M-mis padres no quieren que practique con la espada, dicen que es muy peligroso para mí.

-Tu físico es malo pero, aún falta para que crezcas, puedes volverte más fuerte.

-… ¿E-enserio?... — Era la primera vez que un adulto le decía que podía hacer lo que quería, sin duda era algo que no esperaba, aunque siendo un desconocido no le parecía del todo extraño.

-¿Sabes dónde vive Roronoa Zoro?

-¿Eh? Sí, le puedo llevar con él si gusta.

-Te lo agradezco.

 

Por alguna razón, Mihawk decidió desviarse de aquel tema, él no era la persona indicada para apoyar la rebeldía de un niño con sus padres.

Sin decir más siguió al niño que le guiaba, el pueblo seguía siendo tan tranquilo como aquella vez que lo visito cuando aún era joven practicante del kendo.

Luego de un momento logró divisar aquel dojo y a la persona que había ido a buscar, un hombre de piel morena y cabello verde.

 

-Mihawk, llegas antes.

-Roronoa… — Saludó el visitante con la voz grave que siempre poseyó.

-Rin, ¿Dónde estabas? Te dijimos que no debías salir.

-…

 

Ambos se quedaron en silencio cuando sin decir nada o mirar al peliverde que le había amonestado, siguió andando hasta entrar al dojo dejando el par de getas que usaba para entrar sin ensuciar la madera pulida.

En ese momento fue que el mayor recordó lo que había hablado anteriormente con ese niño, ahora podía comprender la negativa de sus padres a que practicase con la espada pero, aun así no dejaba de dar contra a esa opinión.

Mihawk lo sabía, aquellos días de desesperación que había pasado su sobrino.

 

 

+++Hace cinco años+++

 

 

La noche había llegado.

Aquella desesperación no podía ser más alarmante y opresora con su alma.

La lenta respiración de Sanji seguía presente, ni él ni su rubio querían separarse.

Sanji había escuchado el diagnóstico del médico y no había hecho otra cosa que mandarlo a la mierda, él no iba a morir y estaba más que seguro que aquel pequeño ser a su lado tampoco dejaría de luchar por sobrevivir y permanecer al lado del peliverde.

 

La noche fue angustiante, al igual que los dos meses que le siguieron, Sanji y el bebé, ambos resistían, no cedían ante la muerte pero tampoco tenían una gran mejora, seguían teniendo altas fiebres y aún no despertaban.

El cuerpo de Sanji se volvió frágil y demacrado.

Su bebé apenas lograba sollozar entre sueños a causa del dolor que experimentaba.

 

En aquellas semanas Zoro estuvo pendiente de ambos, dejó de dar clases.

Se dedicó completamente a cuidarlos.

Nunca los dejaba solos.

Y nunca se permitió derramar una sola lágrima.

 

Cuando Sanji se recuperó lo suficiente para poder abrir los ojos, ese fue el momento en que Zoro no pudo más.

Simplemente abrazó al rubio y dejo que todo el dolor, desesperación e impotencia liberaran su cuerpo en forma del más amargo llanto que nunca antes se había permitido.

 

Ese fue el día que Sanji se prometió así mismo nunca volver a preocupar a su amante.

 

Sin embargo, ninguno de los dos espero que aún faltara lo peor.

El año que siguió, su bebé enfermó demasiado, la alimentación que podía consumir le era insuficiente y lo peor era que no podía comer más un pequeño vaso de leche al día.

Su cuerpo no alcanzaba a asimilar tanto alimento y cuando consumía más de lo debido su propio cuerpo se enfermaba así mismo.

Así fue como paso su primer año de vida y como resultado su cuerpo creció débil ante las enfermedades.

Debían ser muy cuidadosos en el invierno, el menor resfriado le ponía en peligro de muerte y en el verano las fiebres de o la insolación daban peores resultados en su cuerpo.

 

Ambos vieron crecer a su bebé con esa frágil salud llegando ambos al grado de impedir en más de una ocasión los deseos e intereses de su niño.

Lo más preocupante para ambos fue cuando al cumplir los tres años comenzó a mostrar un interés en las clases de kendo que daba su padre peliverde.

Por mucho que le quisiesen impedir estar en las clases, siempre encontraba la manera de escapar de Sanji y presenciar las prácticas.

Al final decidieron cambiar de estrategia, consideraron que al dejarle ver las repetitivas prácticas terminaría aburriéndose pero, no fue así.

Adquirió un gusto mucho más claro con respecto al uso de las espadas.

 

 

+++Presente+++

 

 

Ahora hoy en día, esa era la mayor dificultad que tenían, con los cuatro años cumplidos sabía perfectamente que quería aprender a usar una espada, pero su salud seguía siendo preocupante.

E incluso comenzaba a creer que debía abandonar su sueño de superar a su padre.

 

Permaneció al pie de la ventana observando el cielo que se cubría de nubes para comenzar a llover.

 

-Lo que ellos pasaron fue muy difícil, sin embargo…

-¿Eh?

-Ninguno de los dos puede decidir por ti, tú debes decidir lo que quieras hacer y no rendirte.

-¡¡…!!... — El par de ojos negros miraron a Mihawk con mucha ilusión, esas palabras eran las que siempre decía Zoro a sus discípulos y ahora aquel hombre se las estaba repitiendo dirigidas a su persona.

-Yo te entrenaré personalmente.

 

 

+++

 

 

-¡¡No puedes!!... — Sanji estaba furioso y gritaba con verdadero rencor a Mihawk.

-Mihawk… no… — Zoro no podía ni pronunciar una frase completa.

-¡¡Quiero ir!!

-¡¡Rin!! ¡¡No irás…!!... — Sanji ni siquiera podía considerar alejarse de su hijo pero fue incapaz de seguir negándole sus sueños, a él y a Zoro les habían hecho lo mismo y nunca permitieron que les forjaran un futuro diferente al que ellos querían, por esa razón fue incapaz de seguir negándole lo que quería.

-… — Por su parte, Zoro mordió sus labios impidiéndose opinar algo, para él ya era un orgullo que su primer hijo quisiese seguir sus pasos y el seguir negándoselo era aún peor para él, al menos estaba seguro de que con Mihawk no correría peligro su hijo.

 

 

+++

 

 

Se encontraban en el puerto de la isla para despedir y desear un buen viaje a Mihawk y a Rin.

 

-Nos veremos pronto, no causes problemas al señor Mihawk… — Sanji no dejaba de dar consejos y abrigar a su hijo.

-Cuídale, por favor… — Zoro se despidió de su tío con una mirada que le decía le estaba confiando uno de sus dos adorados tesoros.

-Volverá siendo el mejor espadachín... — Las palabras de Mihawk fueron dichas con voz gruesa que no dejaba duda alguna de sus palabras.

-… — Sanji se giró a ver al moreno.

-… — Zoro le miró sin entender de lo que estaba hablando.

-Soy una niña tío Mihi... — La pequeña figura fue quien le respondió.

-¿Eh?... — Mihawk casi se arrepintió de decir que él se encargaría de la pequeña criatura.

-¿No le dijiste?... — Sanji se giró a ver a Zoro.

-Nunca lo pregunto… — Respondió con simpleza el peliverde.

-¡¡Nos veremos luego papá, papi!!... — Rin se despidió de ambos mientras subía al barco jalando al moreno de su gabardina con una mano.

-Nos… vemos… — Alcanzó a susurrar el moreno.

 

Ahora sabía que definitivamente no debía meterse en los dilemas de otras personas, pues a causa de eso ahora debía cuidar de esa niña.

Sin duda esa niña sería una digna sucesora de su espada.

Aunque la alegría de esa pequeña sin duda le daría un poco de problemas, en fin no se daría por vencido al fin y al cabo, esas fueron las palabras que le dijo a Zoro.

 

 

 

Fín.

Notas finales:

*El arroyo donde solía entrenar Zoro cuando niño.

*¿Conocen las limas?, esas naranjas amargas, pues de ese color, verde claro casi amarillo.

 

Como experiencia personal, cuando era pequeña por mi forma de vestir, mi corte de pelo y manera de ser me confundían con un niño. (U–v-)

Creo que con este y el anterior epilogo, en vez de aclarar dudas estoy creando otras XD

 

Ayer que estaba por empezar a terminar los últimos detalles del fic tuve una revelación casi traumatica!!! (0,,,0) en mi trabajo ví a un Law-chan saludándome!!! Y pensé: ¨He enloquesodo!!! Ya veo Law´s-chan´s!!! y luego me dí cuenta de que era muy pequeño para ser un Law-chan  -_-U resultó ser el otooto de Ame-chan que iba por unas series que le prometí prestarle, resulta que aún estoy cuerda!!!! (TT_TT) me falta mucho para alucinar a un Law-chan y mucho más para alucinar a un Kid-chan!!!

 

Perdón por la tardanza… DX por cuestiones de salud, no pudé actualizar como regularmente pero les aseguró terminaré este fic así tenga que ser un alma en pena y posesionarme del cuerpo de otro mortal (°’v´°)7 !!!

 

Cuídense mucho!!! Mata-nee!!


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