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Luna Azul por gns

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Luna Azul

 

Capítulo 2

La orden

 

 

 

 

Sus orbes azules se maravillan con cada creatura que cruza frente a ellos, el mar era enorme, los peces de colores y tamaños. Con sus manitas toca el relieve del agua, sumergiendo sus dedos hasta tocar los peces, soltando risas por los alrededores. Hades lo observa desde una buena distancia, junto al dios se encuentra Poseidón, quien había permitido el juego del pequeño, siendo que solapaba la mentira del dios del inframundo o solo por diversión personal, se permite tal acto. Sin embargo el dios de los mares, no era tan anegado al juego, presiente algo, ese brillo en los orbes de Hades lo delataba, algo no andaba muy bien.

 

-Saga, no te alejes. Obedece –dice Hades desesperado

 

El pequeño corre de regreso a su progenitor, sus manitas cerradas en un puñito, mismo que pone enfrente de los zafiros del de cabellera oscura. Con una sonrisa el pequeño abre sus palmas para dejar ver un pequeño pececillo de color  plateado con líneas lilas, que se sacude por la falta de agua.

 

-Es hermoso amor pero necesita volver al agua –le dice Hades señalándole la enorme masa de mar a su lado- no puede respirar el mismo oxigeno que tú y yo. Morirá

 

Saga pone un rostro serio, sus pupilas azules con espesas pestañas miran con detenimiento al animalito, cubriéndolo nuevamente con sus puños para correr a prisa y poder regresarlo de nuevo al agua; no entiende la palabra morir pero no le agrada como suena. Se queda de pie, observando hasta que sus ojos se prendan de algo más enorme, un sonido hermoso emite el enorme animal, el pequeño sonríe, quiere tocarlo.

 

-No Saga –le reprende Hades ya cansado de lo mismo- es una ballena y mide más de 50 veces tu tamaño –el pequeño lo voltea a ver con un puchero en el rostro.- No puedes tocarlo. Prohibido –enfatiza

 

El dios del averno se cruza de brazos como último mandato y no iba a dar su brazo a torcer. Frunce el cejo y voltea en otra dirección. Saga resopla con resignación, teniendo a un lado unos camaroncitos que nadan justo frente a sus ojos, que logran robarle una sonrisa y su obsesión por tocarlos, haciéndole cosquillas en las palmas de las manos. Suelta una risa infantil, misma que atrapa a Hades.

 

-Te encariñas con el caballero de Athena –menciona Poseidón seriamente, logrando una mirada de enojo por parte del otro-, tarde o temprano ella lo encontrará, y te lo arrebatará

-No. A menos que desee verlo muerto –afirma Hades con gran seguridad

 

El emperador de los mares mueve con negación la cabeza, no sabe qué planes tiene Hades pero ayudarlo con su mentira tiene sus beneficios, Hades era agradecido con los que lo ayudaban y Poseidón por mantener la boca cerrada y hacer el papel de buen tío le había concedido a sus generales. Los siete pilares se encontraban de pie, solo era cuestión de esperar un poco más para que sus fuerzas estuviesen en su límite y atacar, después de todo ya sabían cuál era el eslabón débil y era justo allí donde no dudaría en atacar.

 

 

 

Diez años después…

 

 

Un fuerte estruendo se escucha por las montañas, los ojos de los aldeanos se centran en esa dirección. Los niños se asombran de ello pero los adultos ya están acostumbrados, el santuario queda en esa dirección y los caballeros entrenan arduamente para la protección de la Tierra y de la diosa Athena.

 

-Eso es todo,… pensé que un Géminis era más poderoso –lanza Aioros mordazmente

-No deseo lastimarte –dice un peli azul limpiando su rostro

-Dame con todo, Kanon –sonríe Sagitario-, demuestra el poder de la tercera casa

 

Una sonrisa se dibuja en el rostro de Kanon, el caballero dorado de Géminis, el caballero que años atrás faltaba para completar la orden dorada. Shion mira con determinación el combate de entrenamiento, hace años que cuando el elegido fue raptado, tuvo que regresar con la misión fallida pero Dohko había puesto una solución; Géminis eran gemelos por algo, si uno faltaba, el otro debía de tomar su lugar y así fue. Kanon era el menor de los hermanos por lo que fue educado y entrenado como tal hasta convertirse en el custodio de la tercera casa zodiacal.

 

-Maestro –habla Leo –me encuentro listo para mi misión

 

Aioria era el caballero dorado de la quinta casa de Leo, un joven de cabellos castaños y hermano menor de Sagitario, Aioros. Siendo que el arquero era uno de los mayores junto con Capricornio, sin mencionar a Libra, al que llamaban maestro. Shion le da las instrucciones al joven castaño, era sencilla pero no por ello menos importante, una bestia molestaba  a unos aldeanos del sur, y estos asustados y preocupados fueron a pedir ayuda, ese demonio les causaba demasiados estragos en sus vidas.

El castaño de la casa de Leo mejor conocido como el Leonino, se apresura a cumplirla llevando consigo la armadura dorada sobre la espalda, el camino no era largo pero si algo complicado por las montañas. Fue difícil pero no imposible, la aldea era pequeña, los hombres gente humilde que vive de sus cosechas y las mujeres del tejido. Todos los lugareños prendan sus miradas en el apuesto joven, las jovencitas sueltan risas a espaldas del caballero pero este solo las ignora hasta llegar con el líder. Un hombre mayor que con ayuda de un bastón daba sus pasos siendo acompañado de su sucesor.

 

-Aparece de noche, nadie lo ha podido ver de frente, cosa que se agradece y bastante –explica el hombre mayor-. Se escuchan los ladridos y el chillido de los animales, somos temerosos por lo que nadie sale cuando el tumulto se suelta –Aioria comprende

-¿Hace cuánto tiempo? –Pregunta

 

El hombre parece meditar por una respuesta, lo que preocupa al castaño.

 

-No lo sabemos pero sí que todo ha empeorado en el último mes –aclara el anciano- las cosechas fueron mal obradas, el poco ganado que poseemos ha estado desapareciendo. Hoy solo nos queda una vaca preñada, el resto fue despedazado –El leonino levanta el cejo-, al parecer solo acaba con ellos, no los come, los riega por las cosechas

-Bien, hare guardia esta noche –dice el joven- solo pido comida y un poco de descanso hasta en la noche

 

El anciano afirma y pide de inmediato que le lleven los alimentos al caballero, una jovencita de cabellos celestes es la encargada de dicha tarea. Aioria inspecciona el humilde cuarto, no puede quejarse, no era delicado para lujos, esos a los cuales no poseía ni envidiaba en lo absoluto. La mujer es atenta que cuida el más mínimo detalle en la atención del joven pero este no cruza palabras con ella, solo tiene un objetivo y es cumplir la misión, recibir la modesta paga y regresar al santuario para rendir informes.

 

-Lyfia, me llamo Lyfia –dice ella con una amplia sonrisa

-Es un gusto conocerte Lyfia –dice el castaño sin mirarla de frente- gracias, puedes retirarte –terminando de comer

 

El joven caballero se recuesta en la dura cama, mira un rato el techo hasta que decide dormir un poco, no era extraño escuchar por los alrededores cosas misteriosas pero tampoco imagina gran cosa. Quizá un animal salvaje, en las montañas habían mucho de ellos, aunque fuera lo contrario él tiene la misión de detenerlo.

 

Cruzando las montañas, a unos cuantas leguas, hay un bosque, mismo del cual varios sombras lo cubren. Los ojos brillosos se esconden entre las ramas y arbustos. Unos pasos leves pisan las hojas secas de los otoños pasados, que cubren la tierra como una alfombra marrón, la cabellera platinada brilla con los escasos rayos del sol. Deteniendo el paso, la figura delgada se siente frente a un árbol para jugar con una mariposa purpura, que se posa en la punta de su dedo índice.

 

-Prometan que hoy no abandonarán el bosque –dice- el viento dice que el santuario fue llamado a tomar cartas en el asunto. –Explica- La orden de Athena se encuentra cerca, a mi padre no le agrada escuchar su nombre, por su culpa mi padre Aspros nos abandonó y murió por su culpa

 

Los ojos brillosos se cierran y se ocultan en las sombras, solo muestran las siluetas de unas patas y el vapor de sus fosas nasales. Saga ya no era aquel pequeño de rostro redondo, ahora era un jovencito de facciones finas y delicadas, sus cabellos de plata habían crecido varios centímetros, sus mejillas seguían siendo pálidas con un ligero toque carmín, sus zafiros eran iguales a los de Hades pero con más brillo y sus orbes más grandes, y hermosos, cubiertos por espesas pestañas oscuras. El joven casi alcanza los quince años, los cuales siempre había permanecido en aquel bosque, solo en ocasiones de paseo por el mar, con su único pariente que conocía, Poseidón.

 

 

 

 

 

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