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Drops of madness por Laia16

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Notas del capitulo:

Hola a todos mis lectores...

Lamento actualizar tan tarde, pero es que es un capítulo largo como el anterior de 20 páginas.
¡También quiero agradecr a todos los comentarios que recibí! :D
Por cierto: ESTE es el último fic de Junjou Romantica que hago, lo siento, pero quiero hacer fics de otras series como Viewfinder.

Naturalmente también intentaré terminar los otros proyectos que tengo activos en este momentos.

Gracias por leer y espero que os guste este capítulo.

Cuando llegué al ala de pediatría pregunté a un enfermero en que habitación se encontraba ese niño, me dijo que se encontraba en la última habitación de ese pasillo. Toqué la puerta y su habitación pero nadie respondió, no sabía si era correcto entrar sin permiso, realmente quería saber como se encontraba aquel muchacho. Decidí entrar.

La habitación se encontraba a oscuras a excepción de una muy pequeña luz proveniente de una pequeña bombilla que iluminaba la cama del pequeño, el niño se encontraba profundamente dormido, su flequillo caía suavemente por su rostro y sus mejillas, su pecho subía y bajaba despacio. Un impulso me llevo a querer acariciar aquel cabello, tenía aún muestras del reciente accidente como por ejemplo algunos cortes, arañazos o moretones, en el rostro, hombro y cuello. Seguramente tendría más marcas y cicatrices por el resto del cuerpo.

Aparté mi mano de ese suave cabello, esperaba y deseaba con todas mis fuerzas que ese niño pudiera recuperarse pronto, había sido mi primera operación y rezaba por haberle sido de utilidad a ese pequeño. Me alejé unos pasos de esa cama, pensé que quizás era mejor retirarme y dejarlo descansar en paz. Salí de la habitación.

Camine por los pasillos del hospital, no quería regresar a casa pero en esos momentos estaba de baja y no podía ejercer como medico, quizás había sido mala idea pedir la baja laboral. Me dirigí al bar-restaurante del hospital, tenía un poco de hambre y no me apetecía cocinar.
Cuando llegué pedí un sándwich y una ensalada, esperé unos minutos y tomé mi pedido en una bandeja, luego me dirigí en una mesa desocupada. Comencé a comer mi sándwich, de repente vi a una joven que me hacía señas con las manos.

Recordaba aquella chica, era la misma que había entrado en mi despacho para hablarme de su amiga e invitarme a esa reunión. Me pidió permiso para sentarse a mi lado, naturalmente acepté, quería hablar con alguien.

- Eres la chica del otro día – dije al reconocerla de inmediato.

- Si, lamento esa absurda conversación – me dijo un poco avergonzada – Fue cosa de mi amiga...

Me di cuenta que esa muchacha no era nativa, seguramente era extranjera, la curiosidad pudo más y no dude en preguntar.

- Tu...no eres japonesa, ¿cierto? - pregunté con curiosidad – Si es un pregunta molesta no es necesario responderla...

- Soy de México, siempre quise venir a Japón pero no pude en mi adolescencia, por eso aproveché una beca de enfermería – me explicó la chica con una sonrisa – Lamento mi mal japonés.

Estuvimos hablando un rato más, me parecía una muchacha muy agradable, era distinta a las chicas japonesas, ella siempre reía y no le molestaban las preguntas personales, eso facilitaba el mantener una conversación.

- ¿Como te llamas? - como ella había venido a mi despacho supuse que ya sabía mi nombre.

- Elizabeth, pero me puedes llamar Eli, todos me llaman Eli – de nuevo la joven volvía a sonreír.

Confirmo mi impresión inicial, esa chica era realmente agradable, mire mi reloj, era temprano, la chica miro su propio reloj y se sobresaltó.

- Es tarde y estoy en mi turno, debo regresar... - la muchacha se levantó – Te espero esta noche en la puerta del hospital, ¡No vuelvas a cancelar nuestra reunión! Iré con unas amigas a un “izakaya”.

No me dio tiempo a replicar, de todas formas, le debía una, era cierto que la otra vez no me presenté pero ahora debía cumplir, además, solo era tomar un par de copas y podría regresar a casa. Aunque me di cuenta de algo y es que posiblemente Tsumori se unía a todas las quedadas que se hacían en el hospital, de nuevo, me encontraría con él y la idea no me agradaba.

Suspiré con resignación, me levanté y lleve mis platos vacíos hasta una pila, luego me dirigí a la salida de ese bar. Estaba tan acostumbrado a trabajar por largas jornadas que cuando no tenía que trabajar me sentía raro. No quería malgastar mi dinero, tampoco sabía donde ir ni que hacer para no aburrirme. Si fuese un día normal y Hiroki estuviera bien seguramente me sentiría bendecido por poder disfrutar de unas vacaciones, pero en esas circunstancias era tedioso e incluso aburrido.

Decidí salir del hospital, iría a dar una vuelta por los alrededores y seguramente mas tarde regresaría y visitaría a Hiro-san. El viento soplaba con fuerza pero no me molestaba ese clima frío, las calles seguían decoradas, era triste no poder disfrutar de ellas con la persona que amaba. En la distancia pude distinguir a Usami Akihiko, el primer amor de mi pareja, iba acompañado por el castaño que había visto anteriormente, creo recordar que era un estudiante de mi pareja, parecían felices, la envidia me carcomía por dentro

Odiaba ese sentimiento de soledad, la vida no era justa, yo también quería disfrutar de la navidad con él y no podía hacerlo. Respiré con fuerza y me sorprendí de lo egoísta que me estaba volviendo, Hiro-san no podía estar conmigo, no por qué no quisiese si no por qué estaba en coma, con esos pensamientos sólo lo estaba culpando a él.

Caminaba sin rumbo, intentando mantener mi mirada baja. Pensé en comprarle algún regalo a mi pareja pero no sabía el que, primero pensé en un anillo o algo así, pero Hiro-san no lo podría disfrutar, quizás fuese absurdo regalarle algo en ese estado. Aún así seguí ese pequeño impulso que me pedía regalarle algo. Me decidí al final por comprar un anillo.

Busque una buena tienda pero estábamos a finales de diciembre, seguramente solo quedarían los restos de stock que no se había podido vender en Navidad, quería que el anillo fuese hermoso y especial, pero sin llegar a caer en lo vulgar.
Miré varios aparadores, visite varias tiendas pero solo confirmaban mis sospechas, quedaban muy pocos anillos, aquellos que aún seguían disponibles era por qué eran realmente feos o demasiado llamativos, ninguno me convencía.

Seguí caminando pero esta vez me desvié por caminos secundarios, pensando que quizás encontraría una tienda en alguna callejuela que no hubiese sido “saqueada”. Pero lo único que encontré fueron calles malolientes y sucias, pero nada mas. No quería darme por vencido, estaba convencido que encontraría lo que andaba buscando.

Entré en una tienda, era pequeña, estrecha y parecía empotrada contra la esquina de esa calle, pero al menos no olía mal, el interior parecía decorado con el terciopelo de un burdel, realmente me daba escalofríos, de todas formas, no perdía nada en mirar el interior del local.
Cuando entre en esa tienda me atendió una mujer madura de unos cuarenta y tantos años, parecía ser una vendedora experta.

- ¿En que puedo ayudarle? - me preguntó con su elegante voz.

- Estoy buscando un anillo – respondí mirando todas las joyas que estaban expuestas en pequeñas vitrinas.

- ¿Es para un hombre o para una mujer? - preguntó directa y sin tapujos.

- Para un hombre – le respondí de igual modo.

Salir con un hombre no era nada de que avergonzarse, había sido una decisión mutua y los dos eramos adultos, por lo tanto no tenía que sentirme avergonzado.

- Entonces supongo que buscas algo simple, sencillo pero elegante... - adivinó la mujer con una coqueta sonrisa.

- Exacto – volví a responder.

La mujer me mostró unos tres anillos, todos eran sencillos y color plateado, pero en verdad ninguno me convencía, quizás estaba siendo demasiado exigente.

- ¿Le gusta alguno? - preguntó como si estuviera adivinando mis pensamientos.

- No, lo lamento... - contesté con sinceridad.

Esa mujer guardó los anillos y pensé que aquí terminaba nuestra conversación, pero pareció abrir un cajón y sacó de el otras dos pequeñas cajas, una de color azul oscuro y otra de color negro, ambas de terciopelo.

- Seguro que estos si le gustarán... - adivino ella con antelación.

Yo esperé a que abriera esas dos pequeñas cajitas aterciopeladas, la primera contenía un pequeño anillo dorado, la segunda cajita tenía en su interior un anillo de un color plateado, pensé que quizás era oro blanco.

Los dos eran preciosos pero solo el segundo me llamó verdaderamente la atención, aunque tenía que pensar en el precio, ahora yo era el único de encargarme de pagar todos los costos del alquiler donde vivía con mi pareja, no podía permitirme lujos desorbitados ni excesivos o no podría pagar la luz o el agua, pero ese anillo...Realmente lo quería.

No pude controlar el impulso de preguntar el precio de ambos anillos, la mujer vio en mi la oportunidad de vender y sabía que dijese el precio que dijese yo iba a aceptar. Por eso decidió poner un precio alto. Unos docientos dólares cada uno, no me importó, ya estaba predispuesto a comprar ese anillo antes de saber su precio.

Pagué la cuantía pedida por la mujer y tomé entre mis manos esa pequeña caja aterciopelada de color azul oscuro. Ese sería mi presente para Hiro-san, ojala estuviera consciente así podría ver la sorpresa en sus ojos, seguido de un notorio sonrojo. Pero de momento debía conformarme con imaginarme cual sería su reacción.

Mi intención era regalarle ese anillo en el último día de año este año. Año nuevo sería una perfecta ocasión para ponerle el anillo, para mi sería un anillo de compromiso pero para Hiro-san seguramente no sería nada, no importaba, no iba a deprimirme con ese tipo de pensamientos. Salí de la tienda satisfecho con la compra que acababa de realizar.

Miré mi reloj y apuntaba a la una y ocho minutos del mediodía, seguía siendo temprano pero me decidí por regresar a casa, total, mataría el aburrimiento haciendo mi propia comida. Puse rumbo a mi departamento, caminaba despacio con la mente en blanco. No me di cuenta que el semáforo estaba en rojo así que recibí la advertencia de un furioso conductor antes de seguir su camino. Me pareció reconocerlo pero de inmediato le resté importancia, seguí caminando y finalmente llegué a casa. Apoyado en la puerta estaba mi “senpai”, Tsumori. Pensé que seguiría en su turno así que no entendía que hacía ahí en mi casa.

- Vine a comer contigo, odio la comida prefabricada del hospital – dijo tan pronto como me vio.

Mi mente me decía que debía alejarme, Tsumori solo había dicho una ridícula excusa y por eso mismo no le creía, pero mi educación me impedía dejarlo fuera y sencillamente girarme como si no le hubiera visto, mis pies caminaron directo hasta donde estaba mi compañero.

- No mientas... - no quería regañarle pero en cierta forma me molestaba un poco su pesadez.

Abrí la casa de mi apartamento y lo dejé pasar, eso ya se había vuelto algo habitual. Tsumori se dirigió a la cocina yo lo seguí hasta el salón. Quería poner tierra de por medio con mi amigo pero con esa actitud tan insistente que el tenía me era imposible. Tampoco era posible terminar de raíz con esa amistad y compañerismo, me sentía realmente confundido.

- ¿Que quieres que cocine hoy? - me preguntó mientras se arremangaba la camisa de finas rayas azules.

Por un momento pensé en excusarme y retirarme a mi habitación sin comer, pero decidí mejor quedarme y comer con mi amigo.

- Prefiero cocinar yo... - le respondí.

Tsumori salió de la cocina, en su lugar entré yo, no tenía demasiado claro que cocinar, además, su presencia apoyado en la barra americana. Sentía como me miraba fijamente y eso me incómodaba.

- ¿Cual es el menú de hoy? - preguntó senpai con una sonrisilla.

- Aún no lo sé – respondí abriendo la nevera.

En ella sólo habían pre-cocinados que solamente se tenían que calentar en el microondas, también había ensalada de repollo, unos pocos huevos y en el congelador papas fritas. Decidí tomar esos tres ingredientes y prepararlos, seguramente iría a comprar esa tarde.
Después de preparar esa simple comida llevé los platos hasta la mesa.

Los dos tomamos asiento, uno frente al otro, en total silencio, ninguno sabía que decir en esos momentos, por ende comimos sin hablar, enfocando nuestra atención en la comida.

- Nowaki, ¿te incómoda o molesta mi presencia? - preguntó de repente mi amigo.

Quería responder afirmativamente, me incomodaba bastante, en verdad se me hacía raro convivir con otro hombre que no fuese mi pareja, el hecho de comer, cenar o pasar el rato junto a otra persona que no fuese “Hiro-san” no me agradaba demasiado, en mi interior pensaba que lo estaba traicionando o reemplazando.

- No es eso, prefiero no hablar del tema... - intenté evadir la pregunta, no quería ofender a mi amigo.

- Prefiero que seas claro conmigo, Nowaki – insistió Tsumori.

- Eres mi amigo, pero últimamente siento que te estás inmiscuyendo en terreno personal – respondí intentando no faltarle el respeto y siendo respetuoso.

- Siempre he sido así, comprendo que ahora te esté presionando demasiado... - sentí su voz un deje de tristeza.

- Tengamos la comida en paz... - repetí, no quería fastidiarle la comida.

Al terminar la comida, los dos recogimos los platos sucios, “senpai” insistió en limpiar el los platos y yo acepté y me retiré de la cocina. Me dolía un poco la cabeza, esa situación me superaba, de repente tenía que lidiar con mi pareja en coma, mi amigo el cual había entrado en mi vida, mis propios pensamientos los cuales me traían a corto plazo problemas.
Camine por el apato sin saber muy bien que hacer, sumido en mis pensamientos.

No me percaté de cuando Tsumori salio del departamento, me sentía un poco culpable, ni siquiera lo había despedido o acompañado hasta la puerta. Revise los libros de mi pareja, pero todos eran escritos por Usami Akihiko, me pregunté por un momento como se sentiría al enterarse del accidente que había sufrido “Hiro-san”. ¿Acaso se preocuparía? ¿Se entristecería? Quizás ni siquiera le importase.

Tampoco sabía si debía decírselo o no ya que en verdad apenas si había cruzado un par de palabras con ese hombre, no le tenía mucha confianza y aunque Hiroki fuese su amigo de juventud tampoco el escritor había mostrado mucho interés en él. Pero seguramente Hiro-san hubiese deseado avisar de su estado a su viejo amigo, debía meditar bien que hacer y en cualquier caso como decirle a ese hombre que Hiroki estaba en coma.

Descubrí los últimos apuntes que mi pareja había tomado, eran de la universidad, no podía comprender el porque mis ojos estaban llorando, quería que Hiro-san se recuperase pronto y volviese a su rutina normal, pero me daba cuenta que cada vez ese deseo, ese sueño, ese anhelo quedaban sencillamente en eso, simples ilusiones. Guardé los apuntes de nuevo en la estantería y salí de su habitación.

Miré mi reloj y eran apenas las tres de la tarde, quizás debía hacerle una visita al escritor, desechó de nuevo esa idea, prefería salir a pasear. Tomé mi abrigo y salí del departamento. El clima era sumamente frío, quizás no había sido buena idea salir justamente esa tarde. Caminé por las cercanías del apartamento, no tenía idea de que hacer o donde ir, solamente quería distraer mi mente.

Caminaba por el centro de la ciudad pero la mayoría de las tiendas estaban cerradas debido a las festividades de esa semana, era realmente aburrido caminar sin ningún sentido. A la distancia vi a un muchacho corriendo, a medida que se iba acercando me percaté que era el mismo niño que vi ese día en la universidad, la cercanía me permitió ver que estaba llorando, cuando pasó por mi lado lo tomé del brazo para detenerlo, nunca me gustó ver a ningún niño o chiquillo llorar.

- ¡Suéltame! - me pidió con un grito sorprendido.

- ¿Estás llorando? - era una pregunta estúpida pues era bastante evidente que lloraba.

- ¡No te importa! ¡Suéltame! - insistió el chiquillo mientras intentaba zafarse.

Lo arrastré a la fuerza hasta una zona bastante aislada y solitaria, me interesaba saber a que se debían esas lagrimas.
- ¿Porqué estas llorando? - pregunté con curiosidad.

- No te importa, ni siquiera te conozco... - repetía el chico un poco asustado.

- Solo quiero saber a que se debe ese llanto, normalmente la gente no va llorando por la calle... - intenté persuadir al muchacho con suaves y tranquilas palabras.

El joven chico pareció pensárselo un poco antes de volver a caminar, me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiese y así lo hice. Los dos caminamos, yo intentaba mantener cierta distancia para no presionarlo, podía darme cuenta como intentaba limpiar sus lagrimas con fuerza. Ambos llegamos a un pequeño parque infantil, a esa hora estaba totalmente desértico, como si estuviese abandonado. El menor tomó asiento en un columpio.

Me miró durante varios segundos, quizás incluso un par de minutos, al fin suspiró con resignación y comenzó a explicarse.

- Pensé en pasar el último día del año con mi “novia” - hizo una pequeña pausa y prosiguió – Pero ella se niega a salir de casa, nunca tenemos citas convencionales...¡Estoy harto! Mientras mis compañeros de universidad tienen novias y salen juntos los fines de semana yo debo quedarme en casa, no sé lo que es ir a un parque de atracciones, al cine, pasear por los infinitos jardines japoneses que existen...

¿”Novia”? Yo recordaba a un treintañero bastante cascado, pero quizás el chico intentaba no “asustarme”. De todas formas continué concentrado en sus palabras.

- ¡Es un idiota! Siempre me preocupo por el...¡ella! - corrigió de inmediato – Pero de nada sirve, este año me propuso pasar ese día tan especial con mis padres, ¡ni que fuera un mocoso de quince años! Yo también tengo mis prioridades y no me gusta que me trate como un niño...

Las lagrimas volvieron asomarse en esos bellos ojos grises, comprendía como se sentía, en el pasado yo también me había sentido así con mi pareja, eso se debía a nuestra diferencia de edad, pero con el tiempo pudimos compensar esa diferencia hablando cara a cara de nuestros temores.

- ¿Has intentado decirle cara a cara tus miedos a tu “novia”? - pregunté con seriedad.

- ¡Claro! Cada día, constantemente, pero...

- Me refiero a hablarlo y no simplemente gritarle enojado tus preocupaciones – ahora me tocaba a mi explicarle mi experiencia – En el pasado yo me encontré en muchas ocasiones en tu misma situación, yo también tengo una “novia” y ella es mayor que yo, pero decidimos hablar nuestros problemas para evitar más en el futuro...

- ¡Tu ni me conoces! Yo no le grito, intento hablar pero se niega a tratarme como un adulto... - repitió el chico sin poder contener el llanto – Lo amo y solo deseo ser su pareja perfecta, que me vea un hombre adulto, en lugar de eso me propone siempre citas que no me gusta, ir a una biblioteca, ir a una tienda de libros usados o simplemente quedarnos en casa

- Huyendo cuando no consigues o logras tu objetivo no te hará ver como un adulto, ni a ojos de tu “novia” ni a ojos de nadie, debes enfrentar de cara esos mismos problemas que te atormentan, es cierto que no te conozco, pero puedo ver a un chiquillo asustado que teme perder a su pareja a corto plazo por no compartir los mismos gustos o las mismas aficiones, eso no es así, no lo perderás por qué no compartan los mismos hobbies – quizás me estaba metiendo en un terreno que no debía importarme.

El chico dejó de llorar y enfocó su mirada en mi, por fin había conseguido mi objetivo, me alegraba ver que ya no lloraba, quizás era el momento propicio para darle un par de recomendaciones.

- Eres joven y seguramente podrás darte cuenta de lo que te estoy diciendo, solamente no huyas, habla con “ella” pero no grites, no ganarás nada insultando, gritando y al final huyendo para no tener que enfrentar tu realidad, seguramente podrán encontrar un termino medio, ¿quieres ir al cine? No importa cual película sea o veas, simplemente disfruta ese tiempo con tu pareja, ¿quieres ir al parque de diversiones? Lo compensas con otras aficiones suyas, no lograrás que cambie sus gustos y si esa es tu intención, entonces si lo perderás...

El joven bajó su mirada avergonzado, seguramente se sentía como un crio en esos momentos, pero tampoco era mi intención reprenderle, al fin y al cabo no tenía derecho a regañarle, solo deseaba darle un par de consejos.

- No te sientas avergonzado – me arrodille en el suelo arenoso de los columpios para quedar a su altura – Hasta hace relativamente muy poco, yo también actuaba así, me daba miedo perder a mi pareja, pero ahora ya no...

- No me siento avergonzado, es solamente que nunca nadie me había reprendido de esa forma, normalmente siempre salgo corriendo aún sabiendo que “ella” nunca me seguirá y correrá tras de mi...

- ¿Eso crees? ¿Realmente crees que no te estará buscando? Lo dudo, al fin y al cabo eres su pareja – tomé su pequeña y delicado mano entre las mías – Ven, seguramente te estará buscando preocupado

Dije “preocupado” apropósito para que se diese cuenta que yo sabía la verdad, no se trataba de ninguna mujer, pero pareció que el chico no se había dado cuenta. Tiré suavemente de su mano para levantarlo de ese columpio, el joven se levantó y camino mientras yo sujetaba su mano y regresaba a las calles centrales de la ciudad. No me equivoqué, a varias manzanas de distancia, vi al profesor compañero de mi pareja, un pensamiento infantil cruzó por mi cabeza, rodeé los finos hombros de ese rubio con mi antebrazo sorprendiendo al mas joven. Quería darle un poco de su medicina.

Los dos continuamos caminando y fue entonces que el otro adulto se percató de donde se encontraba su joven pareja, cuando se dio cuenta que yo le estaba abrazando sus hombros su rostro cambió a uno de enojo yo respondí a esa mirada de advertencia con una pequeña sonrisa, los dos intercambiamos unas miradas de advertencia. No quería problemas, me había bastado con ver ese rostro de enojo para quedarme satisfecho.

- Estuvimos hablando, parece que ya está mas calmado – le dije mientras me alejaba un paso del menor – No deberías hacerlo llorar de esa forma.

- NO es de tu incumbencia – me dijo tomando con fuerza la muñeca del menor.

Esa forma tan brusca de tratar al pobre niño no me agradó, pero ese tipo tenía razón, no era de mi incumbencia, no era asunto mío.

- Es cierto – le respondí mientras me encogía de hombros.

No deseaba discutir, pero seguía pensando que ese hombre era demasiado viejo para alguien tan joven, además, me parecía un brusco, quizás tenía ese tipo de pensamientos por qué casi estuvo de besar a mi pareja, pero no me caía bien, ese tipo no me agradaba. Me di la vuelta y me fui, me daba lastima como era tratado ese niño, al menos mi pareja jamás fue así de brusca, ni intentaba imponerme sus gustos, por lo visto ese hombre no sabía ni siquiera como mantener una relación estable.

Camine por las desiertas calles, decidí acudir al hospital, quizás era buena idea visitar a ese pequeño chiquillo que había sufrido el accidente de auto. Cuando llegué al hospital me dirigí al ala de pediatría, en la habitación del menor solo habían enfermeras cambiando las sabanas de la cama, pero no había rastro del niño.

Me acerqué a ellas y vi que se trataba de Elizabeth “Eli” y otra compañera suya.

- ¿Donde está ese niño? - pregunté preocupado.

Elizabeth pareció dudar un poco, como si tuviera miedo a decirme que ocurría o estuviera preocupada en demasía.

- Sufrió una arritmia, como recientemente pasó por una operación a sido trasladado a la “UCI”, allí estará hasta que se recupere... - me dijo con la cabeza baja preocupada.

Yo también me asusté y preocupé, ese niño era como una pequeña luz en mi vida, salí corriendo de la habitación y me dirigí a la unidad de cuidados intensivos. Pero había todo una fila de habitación, no sabía en cual estaría. En la primera habitación habían descansando un par de ancianos, cerré esa puerta y abrí la segunda puerta de esa fila, pero ahí solo había un joven, cerré la puerta, decidí saltar la tercera habitación, algo me decía que se encontraba en la cuarta habitación.

Abrí la puerta y sí, ahí se encontraba ese niño totalmente inconsciente, recordé a Hiro-san cuando lo vi, esperaba y deseaba que ese niño pudiera recuperarse. Me acerque a su cama y de manera inconsciente le acaricié el cabello, fue entonces cuando el menor abrió sus ojos color azul, una leve sonrisa apareció en mi rostro, seguro que ese niño se recuperaría pronto.

- ¿Papá? - llamó muy bajito como le costase hablar.

Me sentía un poco mal, yo no era su padre, no sabía que decirle ni que responderle.

- Papá vendrá pronto... - le mentí, su padre había muerto en el accidente.

Continué acariciando su suave castaño cabello para calmarlo. Me pregunté a mi mismo si quizás la situación con Hiroki sería distinta si yo lo hubiera atendido personalmente cuando llegó con ambulancia, quizás no estaría en coma, quizás a estas alturas ya estaría recuperado. Pero en verdad todo eso solo eran sandeces, Hiro-san se encontraba en coma no por culpa de la ineficiencia de mis compañeros, ni por que ellos no hubieran hecho bien su trabajo, era solamente por culpa del destino, el cuerpo de mi pareja sencillamente no había podido soportar ese fuerte impacto, sólo eso. Culpar a mis compañeros era un acto egoísta y estúpido.

Salí de la habitación, tenía una fuertes ganas de llorar, ni siquiera me percate que era fijamente observado por Tsumori, nada a mi alrededor tenía importancia. Me apoye en la pared pero retuve mis lagrimas. Mi amigo se acerco a mi y me dio un par de palmadas en el hombro.

- ¿Ya has perdido la esperanza? - preguntó con una pequeña sonrisa.

- Nunca – le respondí calmándome un poco.

- Te invito a un trago, esta noche – dijo de repente sorprendiéndome.

- De acuerdo – acepté sin pensar.

El resto de la tarde me la pase dando una vuelta por las cercanías del hospital, tenía mucho frío, pensé en regresar a casa pero prefería esperar a Tsumori cerca del hospital. Eran las nueve de la noche y Tsumori seguía en el hospital, en verdad no me extrañaba, seguramente habían bastantes pacientes que atender. Cubrí mi rostro con el cuello de mi abrigo, realmente hacía mucho frío.
Veinte minutos después, vi salir a mi amigo del hospital, tenía un semblante bastante serio.

Me acerqué a el y lo salude, me devolvió el saludo pero sin cambiar ese rostro pensativo, me preocupaba verlo así pues siempre reía o sonreía por cualquier cosa, no era alguien pensativo o que se preocupase por temas triviales.

- ¿Sabes? Mejor bebamos en tu casa, voy a por el coche – me dijo mientras me daba la espalda y se dirigía al parking.

Lo esperé solo un par de minutos y detuvo el auto frente a mi, no lo dude ni medio segundo y subí. Era cierto que esa noche era un mal día para salir a beber, hacía frío y soplaba fuertemente el viento, seguramente incluso los izakayas estarían cerrados. Nos dirigimos a mi apartamento en total silencio.

Cuando llegamos, Tsumori seguía con el mismo rostro de preocupación, yo no me atrevía a preguntarle nada, temía molestarle con mis preguntas. Abrí la puerta y lo dejé pasar. El interior estaba oscuro y procedí a encender la luz del pasillo. Me dirigí a la cocina y tomé de la nevera un par de cervezas, recordé en ese momento que había olvidado ir a comprar.

- ¿Ocurre algo? - me decidí a preguntarle con una sonrisa mientras le lanzaba su bebida.

- Es solamente...alguien murió en mi turno, me sentí mal, pensé que había sido mi culpa – me dijo abriendo la lata y dando de inmediato un largo sorbo.

¿Entonces se debía a eso su preocupación? Algo me decía que era por otra razón, pero prefería seguirle la corriente y evitar comenzar una discusión innecesaria.

- Bueno, normalmente yo solo trato con niños pequeños, es por eso que no puedo opinar, pero seguramente sea normal asustarse o sentirse mal por la perdida de un paciente... - le respondí mientras tomaba asiento a su lado y abría la lata.

- Me hizo pensar en la vida misma, ¿que sentido tiene amargarse constantemente? ¿preocuparse por un destino que ya está escrito de antemano? Murió delante de mis narices y no pude hacer nada, en aquel momento me quedé paralizado – siguió explicando dando pequeños sorbos a su bebida.

Sabía que tenía razón, últimamente yo andaba medio amargado y preocupado, quizás el destino de Hiro-san ya estuviese escrito de antemano pero era algo que me negaba constantemente a aceptar. Quería pensar que el destino se podía modificar o cambiar, solo podía aferrarme a esa pequeña ilusión.

Seguí bebiendo, no sabía que responder, excepto...

- Pero los seres humanos somos así, pensamos en todo y nos preocupamos por tonterías, no se puede evitar, desde que descubrimos el fuego o como utilizar el agua no hemos parado de pensar en autenticas chorradas, así es la vida, llena de preocupaciones y complejidades...

De repente giró su rostro y me miró fijamente yo le devolví una mirada confusa, no me di cuenta cuando fue pero pude sentir sus húmedos labios encima de los míos, apenas nos rozamos, no fue un beso pasional, ni siquiera sé si puedo llamarlo beso, en ese momento no sentí nada en absoluto pero tampoco lo alejé. Fue mi propio amigo quien se alejó un poco de mi rostro, fue entonces que sus ojos estaban llorosos pero sin llegar a derramar lagrima alguna.

Tsumori siempre fue una persona graciosa y divertida, me preguntaba por qué hoy estaba en ese estado, no lo entendía, era la primera vez que lo veía con semejante expresión en el rostro, quería saber la verdadera razón de su preocupación.

- Dime la verdad, ¿que ocurre? - le pregunté al fin.

El no me respondió, no me extrañó, seguramente era algo personal que no quería decir o comentar a los demás, pero un impulso repentino nació en mi, sin darme cuenta le removí el cabello, igual que hacía con Hiro-san cuando estaba preocupado o disgustado por algo o por alguna razón. Mi amigo dio otro sorbo a su bebida, por suerte no volvió a “besarme” y simplemente pensé que se había debido al alcohol.

- Nowaki...

Dijo mi nombre en un susurro, yo dirigí mi mirada a el, pero no dijo nada más, siguió bebiendo hasta terminar esa lata de cerveza. Después de una hora, Tsumori había bebido dos latas enteras de cerveza, me preocupaba su salud en ese momento pero parecía que estaba bien.

- Me duele la cabeza, estoy cansado... - me dijo de repente.

- Has trabajado muy duro, bueno, en verdad siempre trabajas muy duro – le replique con una sonrisa.

- ¿Puedo quedarme a dormir? - me preguntó enfocando su mirada al suelo.

No podía hacerle conducir después de haber bebido, sería demasiado peligroso y temerario. Decidí aceptar, pero por primera vez le propuse dormir en la cama de mi pareja, no era justo permitirle dormir en el sofá.
Se sorprendió, pensó seguramente que debería dormir en ese estrecho mueble pero le había invitado a dormir en una cama que yo consideraba “sagrada”.

- No, está bien, puedo dormir en el sofá, total, solo es una noche – insistió apretando la lata con fuerza.

Yo replique e insistí, era mi amigo, también era una noche gélida, en el sofá pasaría muy mala noche, seguramente no podría ni dormir, pero Tsumori siguió presionando para poder dormir en el sofá, al final cedí y acepté. No quería discutir, si prefería eso, entonces por mi estaba bien.
Le presté un par de cobijas gruesas para cobijarse del frío.

Después me dirigí a mi habitación, esa noche me dormí pensando en el tacto de los labios de mi amigo, era raro, no había sentido nada en ese momento y tampoco lo sentía ahora, pero por alguna razón no podía evitar pensar en ello. Con esos pensamientos en mi mente me quedé profundamente dormido.

****

A la mañana siguiente, Tsumori pareció haber recuperado su vitalidad habitual, volvía a sonreír y no paraba de hablar cual cotorra, me explico algunos chismes y yo apenas lo escuché, mañana me reincorporaría al trabajo y eso era lo único que me preocupaba en ese momento.

Cuando se fue del departamento me sentí un poco aliviado, pero el recuerdo de ese beso volvió a mi cabeza, ni siquiera sabía por qué le daba tantas vueltas al asunto, Tsumori iba borracho y solo rozo apenas mis labios, pero no fue un beso, no lo fue, ni siquiera duró dos segundos ese contacto, por lo tanto no podía llamarse beso, un beso era lo que yo hacía con Hiroki, algo íntimo y profundo, no simplemente posar sus labios encima de los de otra persona.

Decidí lavar la ropa, me prepararía ropa de repuesto para mañana, seguramente sería un día duro. Durante esa semana apenas había visto a Hiro-san, por alguna razón, evitaba en lo posible tener que verlo. Pronto sería fin de año y yo deseaba entregarle mi regalo a Hiroki, pero sabía que de nada serviría. Por un solo segundo pensé en tirar el anillo, pero mi pareja no se merecía esa clase de pensamientos, el había hecho mucho por mi, me había dedicado mucho tiempo a mis estudios y mis problemas, yo ahora le dedicaría mi tiempo a la persona que más me necesitaba.

Guarde la ropa limpia en mi mochila deportiva, frote mi sien con fuerza, quería comenzar a trabajar ya, quizás así podría distraer mi mente de tonterías, podría concentrarme en mi trabajo y olvidarme de todo lo demás.

Al mediodía Tsumori no vino a comer, no me extrañe, seguramente tendría muchos pacientes, era la última semana de este año, la gente solía comer y beber en cantidades insanas, por lo tanto siempre llegaban pacientes a última hora de la tarde o al mediodía. Suspiré resignado a comer solo, aunque en el fondo no me molestaba, podría disfrutar un poco más de mis últimas horas de tranquilidad y reláx.

Recordé justo en ese momento que no había ido a comprar. Desde ayer había pospuesto el tener que ir a comprar y todo por culpa de la pereza, normalmente no me importaría ir a comprar, pero es bastante aburrido tener que comprar la comida por uno mismo, esa tarea la hacía con Hiro-san, los dos íbamos a comprar juntos, él se mantenía siempre bastante serio pero yo siempre intentaba sacarle una sonrisa, ahora esa tarea se volvía aburrida y tediosa.

Tomé mi billetera y las llaves, no necesitaba nada más y salí de casa. Iría al supermercado que estaba abierto las 24h del día, tenía una lista mental de lo qué debía comprar ese día. Caminé por varios minutos y al fin llegué al supermercado, era un local de tamaño mediano, tampoco era excesivamente grande ni demasiado pequeño. Entré en el supermercado y me dirigí a la zona de verduras, tomé un paquete de repollos, después tomé otras verduras.

Lo último que compré fueron unas papas congeladas, odiaba tener que pelarlas y limpiarlas yo, prefería comprar ese tipo de comida ya hecho, total, el único que se iba a comer eso iba a ser yo, ya no tenía sentido cocinar ni lucirme si nadie más lo iba a probar. Decidí regresar a casa con mi compra.

Llegué a casa y estaba muerto de frío, el viento había comenzado a soplar con fuerza empujando a todas las incautas personas que aún seguían caminando por la calle. Al abrir la puerta un fuerte pero agradable olor a sopa de ave me recibió, olía delicioso pero no recordaba haber dejado nada en el fuego, me quité los zapatos corriendo y cuando llegué al salón-comedor vi a “senpai” en la cocina, me pregunté como había podido entrar en el apartamento.

Pareció leerme los pensamientos pues se giró y con una sonrisa respondió a mi pregunta mental.

- Le pedí a tu casero una copia de la llave, le dije que eramos amigos y compañeros de trabajo, él aceptó en abrirme la puerta mas no en facilitarme la llave, dijo que eso debías hacerlo tú... - comentó removiendo la sopa con cuidado.

No sabía si enojarme o alegrarme, naturalmente no me agradaba eso que acababa de hacer, al fin y al cabo ese era mi apartamento y el de Hiro-san y Tsumori se estaba metiendo a la fuerza, pero tampoco podía cabrearme con él, era mi amigo y entendía que estuviese preocupado, decidí otra vez y para variar restar importancia al asunto.

- ¿Has ido a comprar? - le pregunté mientras me dirigía a la nevera a guardar las cosas.

- Claro, tu nevera estaba llorando en soledad – bromeó sin dejar de atender la comida que estaba cocinando.

Cuando abrí la nevera estaba bastante llena, también había comprado bebidas y cervezas. Intenté buscar un hueco para poder guardar lo que yo había comprado.

- “Senpai”, ¿Porqué hace esto? Me refiero a esta actitud, antes de que ocurriese ese accidente no era tan insistente conmigo, recuerdo que eramos buenos compañeros de trabajo pero ahora...

- Ahora parecemos una pareja de recién casados, ¿cierto? - se adelantó a completar mi frase – Lo sé, pero eres mi amigo, antes te dejaba en los cuidados de Kamijou pero ahora no te queda nadie, sería injusto y cruel que yo también te diera la espalda, prefiero así...

“¿Prefiero así?” repetí mentalmente sin comprender del todo lo que acababa de decir, creo que se refería a que prefería esta situación a nuestra amistad de antes, pero yo en cambio prefería mantener un poquito más las distancias.

- Senpai... - solo pude decir eso.

Pocos minutos después, Tsumori sirvió un vol de sopa para cada uno, eso nos serviría para entrar en calor. Comenzamos a comer en silencio, era una situación un tanto incómoda al menos para mi.

- ¿Tienes planes para año nuevo? Seguramente las chicas del hospital querrán ir a tomar algo y será aburrido si el doctor más apuesto del lugar no aparece – comentó sin levantar la mirada de su plato.

- Quiero pasarlo con Hiro-san, creo que es lo normal, ¿no? Al fin y al cabo él es mi pareja – no sé por qué dije eso, quizás por qué quería dejar bien claro quien era mi pareja y ha quien amaba o quizás se debía por qué quería confirmarlo y recordármelo a mi mismo.

Por una milésima de segundo me pareció ver la sorpresa en los ojos de mi amigo, desde hacía días no era tan claro con mis sentimientos.

- ¿Mañana te reincorporaras en el trabajo? Tendrás que hablar con el director supongo – mi compañero cambió rápidamente de tema y en parte me alegró.

- Si, mañana vuelvo a trabajar, en realidad tengo bastantes ganas de regresar, nunca pensé que la soledad y el aburrimiento pudieran ser tan molestos y pesados, pero prefiero aguantar a un paciente ebrio a tener que volver a pasar otra semana tan aburrido – bromeé sonriendo por primera vez ese día.

Tsumori también sonrió al verme sonreír. El resto de la comida fue bastante tranquila, hablamos de las enfermeras del hospital, mi amigo alardeaba un poco de sus conquistas amorosas y yo solo lo escuchaba en silencio. Cuando terminamos, mi compañero se ofreció para recoger los platos y utensilios sucios, pero esta vez decidí lavar yo los platos.

- Nowaki, ¿puedo pedirte un favor? - preguntó cambiando su semblante a uno totalmente serio algo que me sorprendió.

- Claro, adelante – le respondí comenzando a lavar los platos sucios.

- Quiero que me des unos minutos de tu tiempo... - me pidió sin cambiar ese rostro serio.

- ¿Ahora? - pregunté extrañado.

- No, en año nuevo, es decir, el último día del año, naturalmente no te molestaré cuando estés con Kamijou, pero solo te pido que me prestes unos pocos minutos de ese día – Tsumori se cruzó de brazos esperando mi respuesta.

Era imposible decirle que no podría ni dedicarle unos escasos minutos, seguramente podría hacerle un hueco ese día.

- De acuerdo, no veo por qué no, no tengo ningún inconveniente – respondí terminando de lavar los platos y comenzando a guardarlos.

- Esta tarde trabajo hasta las seis, regresaré temprano – me dijo tomando su abrigo el cual estaba en el sofá.

“¿Regresaré?” Sin lugar a dudas nosotros casi nos habíamos convertido en una pareja de hecho, naturalmente no eramos una pareja completamente ya que no habíamos mantenido relaciones y tampoco lo deseaba, pero su forma de hablar y de comportarse me recordaba bastante a la de Hiroki, hablaba de “regresar a casa” como si este fuese su hogar o su apartamento. En mi interior comenzaron a sonar todas las alarmas.

Debía frenar eso antes de que Tsumori y yo llegásemos a cruzar esa delgada y fina linea que nos separaba de ser una pareja completamente. No estaba de acuerdo en eso, no conocía los sentimientos de mi amigo pero esa noche lo enfrentaría y le pediría explicaciones cara a cara, también le pediría mantener un poco las distancias. Intentaría no sonar demasiado impertinente ni demasiado borde, al fin y al cabo mi intención no era perder su amistad, tan solo recuperar un poco de mi espacio vital.

Decidí acostarme y dormir un poco, a partir de mañana ya no tendría tanto tiempo para relajarme y todo volvería a ser un caos y tensión. Me tapé completamente pues sentía mucho frío. A los pocos minutos logré quedarme dormido.

No recuerdo ni sé cuando desperté, pero cuando lo hice sentí todo mi cuerpo muy pesado, algo no iba del todo bien, recordaba que me había ido a dormir con un leve dolor de cabeza pero ahora incluso después de haber descansado mi cabeza me dolía horrores y no podía coordinar correctamente mis movimientos haciéndolos torpes y lentos.

Alguien llamaba al timbre de la puerta, no sabía de quien se trataba, intenté pensar quien podría ser, pero luego caí en la cuenta, ¡Tsumori no tenía las llaves! Había dicho que regresaría temprano, miré mi reloj pero eran las ocho, creo recordar que había dicho las seis y no las ocho, de nuevo, el trabajo le había impedido venir antes.
Intenté ponerme de pie pero tropecé y caí sentado de nuevo en la cama, era raro que sintiese un mareo tan fuerte hasta el punto de hacerme caer e impedirme ponerme de pie. Como pude, me dirigí con movimientos confusos hasta la puerta y la abrí, después me apoyé en la pared para no caer.

- ¡Nowaki! - gritó mi amigo sorprendido al verme.

Bueno, en verdad no sabía si había gritado o es que solamente me resonaba su voz el doble de alto de lo normal. Sentía nauseas y mi cuerpo ardía.

- ¿Que ocurre? - preguntó Tsumori mientras me ayudaba a caminar de regreso a mi habitación.

Me recosté de nuevo pero mi cuerpo seguía ardiendo, desconocía si tenía fiebre, pero era raro, los días anteriores me había sentido bien, incluso cuando me recosté en la cama horas antes me sentía bien, ni siquiera había mostrado síntomas de un resfriado, además, yo tampoco solía resfriarme.

- No te comas el coco, solamente es un resfriado, seguramente se deba a que pasaste muchos días paseando bajo el viento y el frío, quizás no lo notases pero ya estabas resfriado de días atrás, tranquilo, en unos días volverás a estar bien – me intentó animar mi amigo mientras se sentaba al lado de mi cama.

En esa situación no podía discutir, esa conversación debía esperar. Mis ojos me quemaban y sentía los parpados pesados, no quería tener a Tsumori a mi lado, al único que quería y deseaba tener junto a mi era a Hiro-san.

- Hiro...san – susurre en voz baja pero estaba seguro que mi amigo logró escucharme.

****

Después me quedé dormido otra vez.
Cuando volví a despertar, mi amigo ya no estaba a mi lado, por un momento pensé que se había ido, me sentía un poco mejor pero aún me dolía bastante la cabeza. Me puse de pie y me dirigí al salón, Tsumori, parecía absorto cocinando algo. Camine despacio hasta el.

- ¿Qué estas cocinando? - le pregunté en voz baja pues me dolía el cuello.

Pareció sorprenderse, sin percatarme mi mano se movió hasta su cadera, me acerqué un poco más a el.

- Lamento causarte tantos problemas – le dije sin dejar de “abrazar” su cadera.

- No son problemas, es mi deber como amigo y compañero tuyo – me respondió sin girarse pero yo lo notaba bastante tenso.

- ¿Qué hora es? - le pregunté mientras me dirigía a la mesa del salón-comedor.

- Creo que las diez de la noche, no es demasiado tarde pero deberías regresar pronto a la cama, lo mejor será cenar y ponerte a dormir – me aconsejó como si se tratase de mi madre.

- Lo sé, lo sé...aún me duele un poco la cabeza, espero mañana estar recuperado... - pensé en voz alta.

Tsumori trajo un par de platos y los depositó encima la mesa, luego tomó asiento frente a mi. Los dos comenzamos a comer, no sabía como o con qué tema comenzar una conversación. Decidí preguntarle sobre el trabajo en el hospital.

- ¿Has tenido mucho trabajo? Últimamente parece que hay más pacientes por la noche y por las tardes que por las mañanas, ¿cierto? - pregunté sin dejar de comer.

- En efecto, es un agobio, la mayoría son peleas de amigos provocadas por el exceso de alcohol, pero nada importante – me respondió quitando importancia al asunto – Por cierto, mañana es Año Nuevo...

Esta vez era yo el sorprendido, pensé que no podía ser cierto, pero luego hice un rápido cálculo mental y efectivamente, había pasado una semana desde Navidad, por lo tanto mañana sería Año Nuevo. Entonces mañana no podría pasar el día entero junto a Hiro-san, quizás solo tuviera unos pocos minutos para dedicarle.

- ¿Estás...pensando en “él”? - preguntó mi amigo al percatarse que me había quedado bastante callado.

- Si – respondí con sinceridad – Pensaba pasar Año Nuevo a su lado, pero mañana tendré bastante trabajo, siempre a sido así, incluso cuando Hiro-san estaba bien, jamás pudimos disfrutar ese día en paz.

Aparté el plato, se me había quitado el apetito, ahora solo pensaba en el trabajo y en como poder conseguir unos minutos a solas con mi pareja. Miré a mi amigo un momento y me pareció que su rostro estaba entristecido.

- ¿Ni siquiera terminarás de cenar? - me preguntó apartando el también su plato.

- No me malinterpretes, estoy cansado y prefiero dormir un poco... - me excusé con una fingida sonrisa.

Tsumori se levantó de la mesa y se acercó a mi, me acorraló contra la pared.

- No puedo comprender al cien por cien como te sientes en estos momentos, pero si puedo entender como me siento yo, me preocupas, mañana deberás reincorporarte y de nuevo solo pensarás en Kamijou, de nuevo y para variar volverás a estar despistado, con la cabeza en las nubes, ¿es ese la clase de pediatra que quieres ser? - preguntó con el ceño fruncido y enfocando su mirada en mi.

Esa frase realmente caló hondo en mi, no quería convertirme en un nefasto doctor, pero mi pareja estaba en coma, tampoco podía olvidarme de Hiro-san, todo lo que decía Tsumori tenía razón, cuando se trataba de mi pareja todo a mi alrededor carecía de sentido, pero me estaba convirtiendo en un pediatra que nada le importaba las vidas de mis pacientes, me mantenía ausente y eso no estaba bien, debía concentrarme en el trabajo.

- Pero Hiro-san me necesita – intenté excusarme – Sé que no puedo hacer nada en estos momentos, pero al menos mis pensamientos quiero dedicárselos a él.

- De acuerdo, pero no cuando estés trabajando, en esos momentos quienes te necesitan son tus pacientes, cuando termines piensa y haz lo que quieras – insistió mi amigo y entendía que tenía toda la razón.

Ambos dejamos de discutir, Tsumori terminó con la escasa distancia que nos separaba uniendo sus labios con los míos. Perdí la razón y correspondí, no solamente me dejé llevar sino también colaboré con ese tímido beso, él era el único que me había hablado con esa claridad, me había apoyado y animado desde que Hiro-san entrase en el hospital, mi corazón se lamentaba por traicionarlo de esa forma, pero mi cuerpo ya no podía más, necesitaba ese cálido y suave contacto. El primero en terminar ese beso fue mi amigo, se tocó sus propios labios y me miró un poco confundido, en realidad yo también lo estaba, no esperaba corresponder a ese beso.

- Olvida lo que acaba de pasar – me pidió casi arrepentido y un poco avergonzado.

Pero yo no podía ni quería olvidar, Tsumori no tenía la culpa o al menos no del todo. Cambié las posiciones y lo presioné con mi cuerpo contra la pared mientras volvía atacar sus labios. Esta vez el beso fue más intenso y profundo. Sentí sus dedos enredarse en mi cabello, mi mano se posó en su nuca para profundizar ese contacto.

Los dos nos abrazamos mutuamente pero sin ejercer demasiada fuerza, nos separamos unos segundos pero momentos después volvimos a besarnos con la misma intensidad, mis manos recorrían su cuello, su nuca y bajaban por sus hombros. Sentí las suyas rodear mi cintura, por alguna razón no me desagradaba esa sensación.

- Kamijou...- susurró Tsumori.

No debió nombrarme a mi pareja, presioné mi cuerpo contra el suyo, en esos momentos no quería pensar en Hiroki, sólo deseaba llegar más lejos, lamí su oreja y luego la mordí suavemente, el solo se dejaba hacer cerrando fuertemente sus ojos. Lo agarré de la muñeca y lo llevé hasta mi habitación.

- ¡Para! - gritó cuando lo empuje encima la cama.

Me detuve, no quería forzarlo, sabía que eso que estaba haciendo no estaba bien, intenté ponerme de pie pero me detuvo su mano. Ahora era mi amigo quien me empujó de regreso en la cama y se situó encima mío, por un momento pensé en protestar pero me tragué el orgullo y le permití continuar.

- Odio estar debajo – me dijo con una sonrisa burlona.

Volvimos a besarnos, nuestras lenguas se buscaban, nuestros dedos se entrelazaban, podía sentir nuestras respiraciones chocar, por unos momentos dejé mi mente en blanco y preferí no pensar en nada ni en nadie. Sus manos levantaron mi pijama por encima de mi pecho y su boca buscó mis pezones, sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo, su lengua jugueteaba con ese pequeño “botón”.

Entrelacé mis dedos en su cabello y lo acerque aún más a mi pecho, ahora sus dientes mordisqueaban y jugueteaban con mis pezón mientras sentía sus dedos estrujar el otro. Me encantaba esa sensación, Tsumori llevaba la iniciativa y yo simplemente disfrutaba de sus atenciones, era un poco raro y extraño ya que normalmente era yo quien llevaba las riendas de la situación cuando mantenía relaciones sexuales con mi pareja.

La mano de mi amigo se movió hasta mi entrepierna, comenzó a frotarla duramente por encima la ropa, a esas alturas ya estaba completamente excitado. Mi pene pedía atención y Tsumori no dudo en darme esas atenciones que tanto necesitaba. Deslizó el pantalón del pijama por mis piernas junto con la interior, sus labios fueron bajando por mi cuerpo dejando un camino de besos y saliva a su paso.

- ¿Te entregarás a mi? - me preguntó cuando llegó hasta mi miembro.

Yo solo pude responder afirmativamente, me volvería loco si ahora se detenía.

- Si – respondí mientras sentía sus labios estrujar mi polla con fuerza.

Su lengua se movía de arriba hacia abajo, en un ritmo constante e hipnotizante, con sus manos jugaba con mis testículos, era delicioso, cerré mis ojos para poder disfrutar mejor de esas sensaciones, mis caderas comenzaron a moverse en el interior de su boca.

Todo resultaba tan extraño, estaba teniendo relaciones con otro hombre que no era Hiro-san, pero era justamente esa sentimiento de traición e infidelidad lo que me excitaba tanto, para mi este sentimiento era una novedad, nunca había pensado y mucho menos imaginado que algún día me acostaría con otro hombre y le sería infiel a mi pareja.

Tsumori se detuvo abruptamente, me sobresalté, pues no lo entendía, pero pronto comprendí la razón, mi amigo se puso en pie y se desnudó con rapidez, yo me relamí los labios expectante. Con la misma rapidez que había usado para desnudarse ahora se sentó encima de mi pecho quedando su miembro a escasos sentimientos de mi boca.

- Chupa – me ordenó con una sonrisa.

Obedecí de inmediato su orden, con mi mano me masturbaba y con mi boca la mantenía ocupada haciendo esa felación, mi lengua se enredaba en la punta dando pequeños golpesitos con ella, mis labios se aferraban con fuerza en su falo, una y otra vez entraba y salía de mi boca hasta sentir el sabor del pre-semen.

- No quiero... - dije preocupado.

No quería ser penetrado, eso era un privilegio exclusivo de mi pareja. Tsumori pareció comprenderlo, me sonrió de manera tranquilizadora y yo me relajé un poco. Mi amigo fue bajando sus caderas hasta llegar a mi pene, lo tomó entre sus dedos y lo guió hasta su entrada.

- Aún no estás preparado – le dije pero no me hizo caso y comenzó a bajar sus caderas.

En medio segundo Tsumori se había empalado con mi polla, pero su rostro estaba contraído, sabía que debía dolerle por eso no me moví esperando a que se acostumbrara. Apoyó las palmas de sus manos en mi pecho y comenzó a moverse despacio, subiendo y bajando sus caderas. Su interior se sentía muy caliente, cálido y apretado, me preguntaba si esa era su primera vez en el rol de pasivo.

- Mueve...aahhh...tus caderas – me pidió sin detenerse.

Acaté su pedido y comencé a moverme despacio, de atrás a delante mientras el hacía el mismo movimiento de arriba a bajo, mis manos acariciaban sus nalgas y sus caderas, su piel era suave. Se inclinó y me besó, correspondí gustoso a ese demandante beso, nuestras lenguas se volvieron a unir en una frenética danza, se acariciaban mutuamente. Sentí todo el peso de su cuerpo recostado exquisitamente encima del mío, rodeé su espalda con mis brazos.

Nuestros movimientos se aceleraron, sus caderas chocaban contra mi ingle, mi pene se deslizaba en su interior con mayor rapidez y profundidad.

- Aahh...- gemí con fuerza contra su hombro.

- ¡Duro...Aaahh! Más – pedía mientras mordía con fiereza mi labio inferior y clavaba sus uñas en mi pecho.

Mis dedos también se clavaron su espalda, sentía su aliento cosquillear mi cuello, se irguió hasta quedar de nuevo sentado en mis caderas, sus movimientos se volvieron más erráticos pero al mismo tiempo precisos. Cambié de posición y lo recosté en la cama, seguí golpeando su interior mientras mis bolas chocaban contra sus nalgas.

- ¡Más duro! - gritó casi fuera de si.

Esos sonidos obscenos fruto del choque de nuestros cuerpos me excitaban, me hundía con fuerza en su interior, me incliné y mordí su pecho con fuerza. Senpai se aferraba a mi espalda encorvando la suya. Estaba a punto de venirme pero no quería terminar tan pronto. Hice un último cambio de posiciones y lo coloqué en cuatro.

Senpai siguió moviendo con insistencia sus caderas, mis dedos de clavan con fuerza en su culo dejando la marca de mi mano y esa zona enrojecida. Continué moviéndome en su interior, embestía con fuerza y dureza.

- Aahhh... - gimió mientras se masturbaba.

Puse mi mano encima la suya y lo ayudé a masturbarse mientras con la otra mano libre me aferraba a sus caderas. Golpeé un poco más su interior y sentí en mis dedos entrelazados con los suyos como llegaba al orgasmo con un último grito. Su recto apretó deliciosamente mi polla llevándome al punto sin retorno.

- Aahhhh – gemí por última vez antes de alcanzar mi propio clímax.

Salí de su interior y me dejé caer a su lado, me sentía realmente cansado, mis ojos ardían, mis parpados se fueron cerrando hasta quedar todo en una profunda oscuridad.

****

A la mañana siguiente cuando desperté apenas recordaba algo, miré a mi alrededor y justo a mi lado estaba mi amigo, me costó varios minutos comprender la situación. Fue en ese momento cuando recordé que habíamos pasado de amigo a amantes, me había dejado llevar por un impulso egoísta y me arrepentía, había traicionado el amor de mi pareja.

Sentí mi rostro palidecer, sentía frío en mi cuerpo. No podía creer lo que la noche anterior había ocurrido, justo hoy debía reincorporarme al trabajo y por ende pasaría largas horas con mi amigo, esa era la peor situación que podía vivir. Me levanté rápido sin importarme si despertaba o no a “senpai”. Me dirigí al baño y cerré la puerta con fuerza.

Abrí el grifo de agua fría y sin dudarlo me sumergí en la tina empapando mi cuerpo. Me sentía sucio, aún tenía todo tipo de fluidos de mi amante en mi cuerpo, su saliva, su sudor...¡Todo! Me repugnaba, me daba asco a mi mismo, odiaba mi debilidad y no pude evitar llorar, lloré con fuerza, lamentando esa traición. Mis lagrimas se mezclaban las gotas de agua.

Estaba demasiado furioso y enojado en esos momentos, ni siquiera me importó arañarme o lastimarme el cuerpo mientras lo frotaba con abundante jabón, quería limpiar todo rastro de pasión. Pero en mi interior sabía que esa noche de locura y desenfreno me pasaría factura, no podría olvidar tan fácilmente el recuerdo de esos besos, de esa lengua recorrer mi cuerpo, de esos dedos rozando mi pecho, no podría olvidar esa noche de sexo.

- ¡Joder! ¡Joder! - grité con fuerza.

Me lamentaba lo patético que era, no sabía con que cara mirar a mi amigo, no sabía como decirle que lo ocurrido fue un error, que todo había sido mi maldita culpa. Me sentía tan culpable y miserable que no me hubiera importado morir en ese momento.

Terminé de bañarme y salí del baño con una toalla larga atada en mi cadera. Entré en mi habitación nuevamente y ahí estaba mi amigo, con su espalda apoyada en la cabecera de la cama, sus brazos cruzados una mirada seria pero con una sonrisa sarcástica en el rostro.

- Buenos días – me saludó con su pose relajada.

Decidí no devolverle el saludo, estaba demasiado enojado y sabía que si abría la boca terminaría por herirle y no era esa mi intención.

- Escucha, entiendo que no quieras hablar pero no pongas esa cara de asesino psicópata o terminarás asustando a los niños – dijo mientras se levantaba de la cama.

- ¿Puedo pedirte un favor? - le pregunté con la mirada baja abriendo mi armario.

- Adelante – me respondió tomando sus ropas del suelo.

- Quiero que hoy me permitas estar unos minutos con mi pareja, olvida nuestro acuerdo – le pedí sonando demasiado borde pero tampoco me importó.

- De acuerdo, no me importa, es Año Nuevo y yo también estaré demasiado ocupado, pero déjame decirte una cosa, no te comas demasiado la cabeza, lo que pasó ayer se quedará en el pasado y punto, no te tortures demasiado o no podrás concentrarte en el trabajo – después de decir eso se dirigió al baño.

Tenía razón, ahora solo debía preocuparme del trabajo, ya nada podía hacer, sencillamente guardaría lo sucedido como un mal recuerdo. Terminé de vestirme, salí de mi habitación, en el sofá estaba mi bolsa deportiva y en ella la ropa para cambiarme. No necesitaba esperar a mi amigo, decidí adelantarme.

Corrí por las heladas calles, el suelo estaba resbaladizo pero no me importaba. Llegué al hospital y Elizabeth me saludó con la mano, mi respiración estaba agitada y me sentía un poco mareado por el esfuerzo, tuve que apoyar mis manos en mis rodillas para recuperar el aliento.

- ¿Ocurre algo? - preguntó preocupada la muchacha.

- Nada – le respondí con simpleza.

No deseaba dar detalles de lo ocurrido a nadie, tampoco me había recuperado de mi resfriado. Entré en el hospital y pude sentir la calefacción del lugar, era agradable.

- ¿Como se encuentra ese niño? - pregunté con curiosidad.

- Sigue evolucionando de manera favorable y pronto podrá irse a casa – me respondió con una gran sonrisa ilusionada y esperanzada.

- ¿Tan rápido? - me extrañé un poco pues la operación había sido bastante compleja.

- Bueno, necesitamos las camas y tenemos que dar de alta a los pacientes que solo necesiten recuperación – me informó un poco apenada bajando la mirada al suelo.

- Pero es muy pequeño, debería quedarse al menos otra semana en observación – insistí ciertamente preocupado.

- Eso deberás hablarlo con el director, quizás logres convencerlo, de lo contrario deberá irse en las próximas 48 horas – me dijo mientras se dirigía a recepción.

Era cierto, a primera hora tenía una reunión con el director para reincorporarme, aprovecharía y le comentaría el caso de ese niño. Caminé hasta los casilleros y guardé mi bolsa deportiva en uno, después me quité el abrigo y lo colgué en el mismo casillero, me puse mi blanca bata y salí del vestuario.

Me dirigí hasta el despacho del director y toqué dos veces hasta que recibí su permiso para entrar.

- He venido como acordamos – le dije cerrando la puerta.

- Toma asiento – me pidió señalando la silla frente a su mesa.

Obedecí y tomé asiento. El fue quien comenzó la conversación fijando su mirada en la mía.

- ¿Ya estás recuperado? Te veo algo pálido, ¿Seguro que estás bien? - me preguntó con falsa preocupación.

- Si, estoy perfectamente – mentí – Puedo regresar al trabajo.

- De acuerdo, entonces ya puedes comenzar a trabajar desde ya – me dijo con una sonrisa.

- Por cierto, hay un niño hospitalizado y me gustaría pedirle un favor, me gustaría que permaneciera unos días más aquí, tuvo un accidente de coche y no creo que sea lo mejor darle de alta – propuse bajando mi mirada a modo de sumisión.

Pareció pensarlo un poco, yo me mantuve en silencio esperando nervioso e impaciente su respuesta y decisión final.

- Lo siento, necesitamos las camas, la recuperación puede realizarse a casa, pero si encuentras otra razón lógica y válida entonces lo pensaré, por el momento, creo que podrá irse en las próximas cuarenta y ocho horas.

Esa era la respuesta que me esperaba de alguien como él. El director era frío y no se dejaba guiar por impulsos ni por lindas palabras, preferí no presionarlo. Me levanté, hice una reverencia y salí de su despacho. Ahora debía dirigirme a recepción y tomar la lista de mis pacientes.

Pero antes que eso quería ver a mi pareja, ese era el último día del año y quería ver su rostro, necesitaba verlo. Me dirigí a la unidad de cuidados intensivos, estaba por entrar en su habitación pero el llanto de una mujer me detuvo, pude reconocerlo de inmediato, era su madre. Dude varios segundos en si debía o no debía entrar y al final me decidí por el sí. Entré en la habitación, la mujer estaba sentada a su lado con su mano encima de la de Hiro-san entrelazando sus dedos.

Cuando se percató de mi presencia me miró fijamente y sin soltar la mano de su hijo me preguntó preocupada, dolida y destrozada:

- ¿Amas a mi hijo?

Notas finales:

¿Habéis leído hasta el final? ^_^
Lamento no haberos informado sobre el lemon de Tsumori y Nowaki, preferí que fuese sorpresa.

Por favor, no duden en dejar vuestros comentarios y opiniones.
¡Gracias!


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