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La Noche Del Cazador [KaiBaek] por NoemyJissel

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Baekhyun regresó al edificio Byun e hizo una visita rápida a su apartamento antes de subir hasta el despacho de su madre. Había comenzado a reparar las fisuras de sus escudos internos en cuanto abandonó la sede de los EXO, y cuando entró en la oficina, su corazón estaba aprisionado en unos escudos tan poderosos que no revelaba nada, ni siquiera cuando se encontró a Park Leeteuk acomodado en la estancia con Tiffany.

—Entra, Baekhyun.

Tiffany levantó la vista de la pantalla del ordenador en la que le estaba mostrando algo a Leeteuk.

—Hola, Baekhyun. Hacía tiempo que no te veía.

—Consejero Leeteuk. —Baekhyun inclinó la cabeza en señal de respeto.

Los ojos oscuros del cardinal se clavaron en los de Baekhyun. El hombre era alto, de cabello rubio y con la piel demasiado pálida. No aparentaba los sesenta años que tenía, pero Baekhyun era muy consciente del tiempo del que había dispuesto para perfeccionar sus considerables poderes.

—Tiffany me ha dicho que estás a cargo de tu propio proyecto.

A Baekhyun no le sorprendía que su madre hubiera compartido la información con el otro consejero. Leeteuk era un académico, no un rival en los negocios. Aunque eso no le hacía menos letal. No se podía bajar la guardia con los miembros del Consejo.

 

—Sí, señor.

Siempre se había sentido nervioso en presencia de Leeteuk. Quizá se debiera a que era un psi-tq fuera de lo común, con tanto poder telequinésico que podría aplastarlo sin tan siquiera pestañear. O quizá fuera porque lo miraba de un modo que parecía que pudiera ver dentro de su cabeza. Y no quería a nadie dentro de los confines de su mente.

—Confío plenamente en ti, al fin y al cabo eres hijo de Tiffany. —Salió de detrás del escritorio y lo miró de arriba abajo—. Aunque la genética parece haber tomado un rumbo inesperado.

—No posee deficiencias genéticas —apostilló Tiffany—. Escogí a su padre con sumo cuidado para mezclar nuestros genes. Y engendré a un cardinal.

Baekhyun intentó en vano comprender el trasfondo de la conversación entre ellos. A los psi se les daba bien guardar secretos, y Baekhyun estaba hablando con dos maestros en ese arte.

—Por supuesto. —Leeteuk esbozó una fría sonrisa—. He de preparar una conferencia, así que será mejor que me marche. Estoy impaciente por volverte a ver, Baekhyun.

—Sí, señor. —Mantuvo un tono de voz carente de inflexión y guardó silencio hasta que el hombre salió y pudo cerrar la puerta—. No es propio del consejero Leeteuk visitarte aquí.

—Quería hablar lejos de oídos curiosos. —El tono de Tiffany indicaba que el tema estaba zanjado.

—He de estar al corriente si voy a empezar a asumir más responsabilidad.

—No es necesario que sepas esto. —Su madre apoyó los brazos sobre la mesa—. Háblame del cambiante.

Baekhyun sabía que no era conveniente que siguiera insistiendo. La mujer que tenía sentada delante era parte de la sociedad más cerrada y secreta del mundo: el Consejo de los Psi.

«Es el Consejo. Está por encima de la ley.»

Había sido necesario un cambiante para que él abriera los ojos a la verdad. El Consejo era la ley en sí mismo. Cuando sus miembros hablaban, la PsiNet se estremecía. Y cuando sentenciaban a un individuo a rehabilitación, no existía ningún tribunal de apelación.

Mirando los impávidos ojos castaños de su madre, Baekhyun aceptó que, llegado el momento, Tiffany votaría a favor de internar a su hijo en el Centro antes que perder su posición de poder.

Aquellos que sentían emociones eran el enemigo, y a los enemigos no se les mostraba piedad.

—Es inteligentísimo —dijo sorprendido por su propia afirmación. Kai era uno de los negociadores más avispados y fríos que jamás había conocido—. Todas y cada una de las viviendas se han vendido por anticipado.

—Así que consigue sus diez millones.

—Nuestros beneficios serán sustanciosos a pesar de ello... existe una enorme demanda en el mercado.

—¿Estás sugiriendo que hagamos otro trato con ellos?

—Yo esperaría un tiempo. No sabemos si podemos trabajar con ellos a largo plazo.

Lo único que sabía era que se pondría en evidencia si mantenía relaciones comerciales con Kai y su gente, independientemente del tiempo transcurrido. Aquel día se había tenido que cambiar de botas. Mañana podría tener que cambiar su personalidad por completo. Era imposible estar cerca de la vibrante vida de los leopardos y no anhelar vivirla con ellos.

Y estaba Kai.

Era el primer hombre que conocía que revolucionaba sus hormonas. Cuando estaba con él, los años de adiestramiento psi parecían borrarse. Lo peor de todo era que no le importaba.

—Estoy de acuerdo —dijo Tiffany—. Veamos si cumplen.

—No me cabe duda de que lo harán. El señor Kim no me parece la clase de hombre que deja las cosas a medias.

—En tu ausencia, he descubierto algo muy interesante acerca de nuestros nuevos socios. —Tiffany abrió ciertos documentos con sus largos dedos utilizando la pantalla táctil del ordenador—. Parece ser que el pacto entre los EXO y los SnowDancer va mucho más allá de lo que se conoce públicamente. Los SnowDancer tienen una participación del veinte por ciento en un montón de proyectos de los EXO.

A Baekhyun no le sorprendía. A pesar de su encanto indolente, Kai tenía una voluntad de hierro capaz de impresionar incluso a los más implacables.

—¿Es recíproco?

—Sí. Los EXO poseen el veinte por ciento en un número proporcional de proyectos de los SnowDancer.

—Una alianza basada en territorio y beneficios económicos compartidos.

Eran unas circunstancias únicas tratándose de cambiantes de naturaleza depredadora, célebres por sus guerras territoriales. Esa debilidad hacía que a los psi les resultara fácil manipularles. Lo único que tenían que hacer para provocar un conflicto era simular una transgresión territorial. Pero Baekhyun tenía el presentimiento de que las cosas estaban cambiando... y la mayoría de su gente se sentía demasiado superior como para reparar en nada.

—No bajes la guardia con Kim.

—De acuerdo, madre.

Baekhyun tenía toda la intención de seguir el consejo de Tiffany. Kai no era solo un leopardo alfa, sino un hombre increíblemente sensual. Y era eso último lo que lo aterraba. Su psique fracturada reaccionaba a él de un modo absolutamente visceral.

Después de darle muchas vueltas, decidió que la única forma de librarse de esa necesidad voraz que presionaba contra sus escudos era satisfacerla en un entorno seguro. No podía ser tan difícil... había investigado, memorizado varios libros de posiciones y técnicas.

El corazón le dio un vuelco solo de pensar en lo que estaba considerando, sembrando dudas en él. ¿Y si no funcionaba? ¿Y si una vez que probara ansiaba más?

Imposible, se dijo. Todavía no estaba tan ido, no se había perdido del todo. Seguía siendo un psi, un cardinal. Y no sabía ser otra cosa.

 

Kai se reunió con sus centinelas más tarde esa noche. Repantigados al azar en su guarida, Suho, Xiumin, Kris, Mercy y Sehun eran los miembros más fuertes del clan. En una lucha cuerpo a cuerpo con él, todos ellos perderían. Pero juntos eran formidables. Tal y como le había dicho a Baekhyun, si violaba las leyes vitales del clan, ellos le depondrían y acabarían con él. Hasta entonces, le apoyaban con una fe ciega.

No todos los alfas eran merecedores de tal lealtad, pero él se la había ganado a pulso. Se la había ganado del modo más terrible: con sangre. Un puño apresó su corazón cuando el recuerdo de sus padres le vino a la cabeza. Siempre era peor en esa época del año, los fantasmas del pasado susurraban constantemente en su mente.

Les habían arrebatado la vida antes de que tuvieran oportunidad de vivirla y a él lo habían obligado a mirar. Como todos los niños, había crecido, pero a diferencia de otros jóvenes, se había convertido en un cazador alfa, con la capacidad para rastrear asesinos y la fuerza bruta para exigir justicia. Había crímenes para los que no existía el perdón, y la venganza era el único antídoto.

—Suho, tú primero.

Hizo un gesto con la cabeza al miembro con más experiencia del equipo. Suho llevaba cinco años siendo centinela cuando Kai fue ratificado como alfa de la manada hacía una década. Pero no había esperado a que el estatus de Kai fuera reconocido de forma oficial para rendirle su lealtad; había elegido aventurarse en el mismísimo infierno junto a Kai tiempo atrás, cuando este solo tenía dieciocho años, ganándose así su absoluta confianza.

—Hemos confirmado nuestras sospechas sobre los siete asesinatos en Nevada, Oregón y Arizona. —Una furia gélida iluminaba los ojos azules de Suho—. No cabe la menor duda de que se trata del mismo asesino.

—La mala noticia es que no tenemos nuevas pistas —continuó Mercy. La centinela era una pelirroja alta, capaz de luchar como la mayoría de los jóvenes más letales. A sus veintiocho años, llevaba solo dos en el cargo, pero se había granjeado el respeto de los otros cinco machos—. Los polis son totalmente inútiles como fuente de información... se niegan a llamarlo asesino en serie. Parece que ni siquiera quieren plantearse el tema.

No fue necesario que ninguno de los allí reunidos pusiera en palabras lo que eso podría significar. Los psi eran más que capaces de nublar el juicio de los humanos y cambiar el curso de una investigación si se empeñaban en ello. Había psi repartidos por todos los estratos de las fuerzas del orden, seguramente obedeciendo a ese fin.

 

—Por lo que Baekhyun ha dejado caer, estoy seguro de que la PsiNet no ofrece igualdad de condiciones —les dijo—. Hace algunos siglos que el Consejo se torea a la democracia.

Kai pensó en su sombra psi personal y se preguntó si él tenía acceso al corazón de la red, si era culpable de encubrir a un asesino. Por alguna razón, aquello no encajaba con la imagen que el hombre había dejado que un bebé leopardo le royera la bota. Byun Baekhyun no se ajustaba al perfil de los psi, y eso lo hacía único. Los términos «psi» y «único» eran contradictorios.

—No he podido averiguar nada más sobre esa maldita mente colectiva — murmuró Sehun sentado en el suelo—. Ni siquiera los drogadictos están dispuestos a hablar y, psi o no, venderían a su madre por otra dosis.

Kai estaba de acuerdo. Los psi tenían el mayor problema de drogadicción del planeta, pero mientras no intentaran convertir a los suyos en adictos, poco le importaba cuántos de ellos se matasen.

—He seguido a la madre de tu psi. —Xiumin cruzó la estancia y se apoyó contra la pared junto a la puerta, con su cabello ambarino. Era evidente que se trataba de un depredador. Lo que la mayoría de la gente no imaginaba era que no era un leopardo, sino un jaguar.

Adoptado por los EXO hacía más de dos décadas, con apenas diez años, era el mejor amigo de Kai y, posiblemente, el único macho capaz de mantener unido al clan si este moría a pesar de que, para los leopardos, no portaba el olor de un alfa.

Los jaguares se habían mantenido fieles a sus raíces animales: eran solitarios en su mayoría y no se atenían a las jerarquías. Pero Xiumin se había criado como un leopardo y Kai le consideraba otro alfa. Un alfa que le había jurado lealtad por decisión propia. Era, además, uno de los tres centinelas que habían estado presentes la noche en que Kai había teñido la luna de sangre con su venganza. El jaguar tenía diecisiete años por aquel entonces.

—No me gustaría encontrarme a Tiffany Byun en un callejón oscuro. —La expresión en los ojos de Xiumin decía que no bromeaba.

Kai enarcó una ceja. —¿Qué has averiguado?

 

—Ha conservado su asiento en el Consejo durante más de una década porque los demás psi, incluso los cardinales, le tienen pavor. La mujer es una telépata muy poderosa.

Se cruzó de brazos dejando a la vista el pequeño tatuaje que llevaba en el bíceps derecho. Una reproducción de las marcas que Kai tenía en el rostro, una muda declaración de en quién había depositado su lealtad. Todos los centinelas habían seguido el ejemplo del jaguar, aunque Kai no se lo había pedido. Kai llevaba en la parte superior de su brazo la imagen de un leopardo al acecho, la promesa de un alfa a su manada.

—Eso no es tan extraño como para que asuste a la gente —señaló Sehun. No había nada en él que indicase que era latente y todos habían aprendido a no mofarse de ello, porque cuando Sehun mordía, uno no sobrevivía.

—No —convino Xiumin—. Pero su don tiene un plus inesperado. Puede infectar otras mentes con virus.

—¿Puedes explicármelo? —Mercy se reacomodó en uno de los enormes cojines que servían como sofá en casa de Kai y se retiró el cabello, que le llegaba a la cintura —. ¿Un virus?

—Al parecer es como un virus informático, pero afecta a la mente de la persona a la que va dirigido. En la calle corren rumores de que Tiffany entró en el Consejo deshaciéndose discretamente de la competencia. —Tras la engañosa voz lánguida de Xiumin se ocultaba una férrea firmeza—. Varios cardinales sufrieron misteriosas crisis o murieron en extrañas circunstancias en la época de su ascenso. No se pudieron encontrar pruebas que la inculparan y el consenso general es que aquello solo sirvió para incrementar su prestigio a ojos de los entonces consejeros. El asesinato es una parte reconocida del arsenal de Tiffany.

Kai se paseó por la estancia.

—Siempre hemos asumido que el Consejo al completo estaba en el ajo, pero aunque estuviéramos equivocados y algunos miembros no lo supieran, la información de Xiumin hace que sea muy improbable que Tiffany no estuviese al corriente.

Y si Tiffany lo sabía, entonces era prácticamente imposible que Baekhyun, su heredero cardinal, no lo supiese. Le estaba costando aceptar la complicidad de aquel psi en el encubrimiento; la pantera estaba fascinada con Baekhyun y él no deseaba sentirse cautivado por la crueldad.

 

—Baekhyun es nuestro billete de entrada.

—¿Podemos quebrarlo? —Kris, que había estado sentado en silencio en el vano de la ventana, habló al fin.

Kai sabía lo que estaba preguntando el centinela. En el bando de los cambiantes nadie estaba dispuesto a continuar actuando pacíficamente, no después de que ocho mujeres hubieran sido asesinadas de forma brutal.

—Nosotros no torturamos. —Utilizó su voz como si fuera un látigo.

—Estaba hablando de sexo. —El centinela de treinta y cuatro años y piel oscura era el único, aparte de Suho y Xiumin, que conocía todos los detalles de la sangrienta noche en la que Kai había dejado de ser un joven para convertirse en alfa, en todos los aspectos salvo en el título—. Las mujeres y hombres se sienten atraídos por ti. ¿Puedes utilizar eso en su contra?

Sehun se echó a reír.

—Tú no conoces a los psi, Kris. Son tan vulnerables al sexo como yo a aparearme con una mujer de los SnowDancer.

Kai dejó que aquello penetrara en él. La idea de seducir a Baekhyun le resultaba extrañamente irresistible. Su cuerpo era consciente de él hasta el punto de que no tocarlo se convertía en un ejercicio de control. La pantera deseaba tumbarlo en el suelo y embriagarse con la esencia de su sensualidad, en tanto que el hombre deseaba hacer añicos el caparazón en el que vivía y descubrir al verdadero hombre. Lo que le hacía dudar era la posibilidad de averiguar que estaba podrido por dentro, que era digno hijo de una mujer que había matado con fría brillantez.

—Iremos despacio. No les avisaremos —dijo a sus centinelas—. Dejaremos que piensen que no somos más que unos animales.

Mala suerte que los psi hubieran olvidado que los animales tenían dientes... y garras.

Una vez que los centinelas se marcharon, Kai se transformó en pantera y se fue a correr. En cuanto se puso en marcha supo que uno de ellos lo estaba siguiendo. Los centinelas estaban para protegerle, pero no eran sus guardaespaldas; a ningún leopardo le gustaba tener niñera. Kris era lo bastante bueno como para haber ocultado su olor si lo hubiese querido. El que no lo hubiera hecho significaba que estaba pidiendo permiso para unirse a su alfa.

Volviendo sigilosamente sobre sus pasos, Kai estuvo a punto de caer por sorpresa sobre el centinela, pero este se apartó un instante antes de que el alfa saltara de la rama del árbol en la que había estado. Se saludaron con gruñidos guturales y se pusieron en marcha. Correr de esa manera, dejar que el aire nocturno le acariciara el pelaje, fundirse en la oscuridad hasta ser tan solo una sombra y Kris un borrón de color pardo era algo que no tenía precio.

Correr con sus centinelas era una de las cosas que todo alfa hacía para fortalecer los vínculos de lealtad. Kai no tenía por qué hacerlo con Kris. Al igual que Xiumin y Suho, el centinela estaba vinculado a él desde la noche en que habían dado caza y descuartizado en pedacitos a todos y cada uno de los machos de un clan errante de leopardos. Había sido justicia cambiante. Ojo por ojo. Venganza para dar descanso al alma de sus padres.

Ahora corría con los centinelas porque eran lo suficientemente fuertes, veloces y peligrosos como para representar un reto para él. Ningún alfa podía permitirse el lujo de descuidar sus habilidades. A pesar de que eran más civilizados que sus hermanos salvajes, el dominio de un alfa solo era aceptado siempre y cuando este fuera lo bastante fuerte como para dirigir al clan. Y esa fuerza no siempre era física.

Los psi creían que los cambiantes eran estúpidos porque sacrificaban la sabiduría de sus mayores en favor de la sangre joven. Los psi no sabían nada. Los centinelas abandonaban la línea del frente cuando envejecían porque, para ocupar ese puesto, tenían que ser físicamente invulnerables. Suho ya estaba buscando a su sustituto. Cuando abandonase el servicio activo pasaría a ser uno de los consejeros de Kai y su rango sería el mismo.

Si Kai conservaba el respeto de los nuevos centinelas cuando envejeciera, ellos asumirían las tareas físicas que él desempeñaba en el clan: impartir justicia y mantener la disciplina. Cuando eso se daba, aquellos que no comprendían sus costumbres a menudo creían que el más fuerte de los centinelas era el que se había convertido en el nuevo alfa. Los cambiantes no creían necesario sacarles de su error.

Pero eso pertenecía al futuro incierto. En esos momentos tenía que ser el más letal de todos ellos, el más salvaje e inteligente. Porque no solo el clan le vigilaba, sino también los SnowDancer. A la menor señal de debilidad en el clan EXO los lobos se abalanzarían sobre ellos con saña.

 

No podía permitirse que la inexplicable atracción que sentía por un psi le desviara de su objetivo. Había mucho más en juego que el mero deseo de saciar su sed de venganza. Cuando los EXO se percataron de la existencia de un asesino en serie que se ensañaba con mujeres de raza cambiante, habían advertido a los demás clanes que habitaban dentro del radio de acción del asesino. Todos los alfas quisieron lanzarse a la yugular, los lobos más que nadie.

Kai había insistido en llevar a cabo la misión de dar caza al asesino porque, a pesar de haber perdido a Kylie, él era el único alfa que aún podía pensar con claridad. Parecía que la sangre que le había bautizado también le había otorgado la habilidad de ver más allá de la vorágine de furia y venganza.

Los SnowDancer le habían entregado las riendas a regañadientes porque su clan había perdido a un miembro mientras que el suyo no. Pero su paciencia tenía un límite. Los lobos sabían que, tarde o temprano, el asesino también les atacaría a ellos. En cuanto eso sucediera, se acabarían las contemplaciones. Los SnowDancer emprenderían la caza de los psi y los psi tomarían represalias, conduciéndolos a una guerra de dimensiones catastróficas.

Kai se sumió en un profundo sueño después del esfuerzo de una carrera que había dejado exhausto incluso a Kris. Había esperado solo oscuridad, pero el placer más exquisito le dio la bienvenida en sus sueños.

Tumbado boca arriba, notó unos esbeltos dedos que descendían por su torso explorándole con tanto mimo que se sintió dominado. Jamás ninguna mujer y hombre había estado cerca de poseer a Kim Kai, pero en aquel mundo onírico dejó que él jugara. Después de un momento interminable, los dedos cesaron en sus caricias y notó el roce de algo húmedo y caliente sobre la tetilla. Su amante imaginario se estaba tomando su tiempo para lamerle, excitándole de forma febril. Kai abrió los ojos y enredó una mano en los sedosos cabellos que caían como la seda sobre su torso.

Él levantó la cabeza, y Kai se encontró con unos ojos negros cuajados de estrellas.

No estaba sorprendido. Desde el principio, la pantera que moraba en él había encontrado tentador a Baekhyun, y en aquel mundo onírico le estaba permitido dar rienda suelta a esa fascinación, satisfacer su curiosidad felina sobre un hombre tan excepcional. Allí no había posibilidad de que se desencadenara una guerra y él no era un emisario del enemigo.

—¿Qué crees que estás haciendo, gatito? —Dejó que su mirada deambulara sobre la piel desnuda de color miel.

Aquellos ojos se abrieron desmesuradamente a causa de la sorpresa.

—Este es mi sueño.

Kai rió entre dientes. Incluso en sus sueños él era tan terco como en la vida real. Había empezado a sospechar que, con Baekhyun, no todo se reducía a la eficiencia. No, a veces simplemente le gustaba enseñarle las uñas.

—Estoy a tu merced. Baekhyun dejó escapar un bufido y se sentó sobre los talones. —¿Por qué estás hablando?

Kai cruzó los brazos detrás de la cabeza, encantado de contemplar aquel fino pecho exhibido solo para él de un modo tan espléndido. Le gustaba aquel sueño. Incluso la pantera estaba complacida.

—¿No quieres que hable? —Hizo que aquello sonara como una tentación.

—Bueno... —Baekhyun frunció el ceño—. El objetivo es saborearte... imagino que tú nunca te estarías callado en la cama.

—Tienes razón.

Lo observó mientras Baekhyun hacía lo mismo con él. En sus ojos ardía tal deseo que Kai se sintió marcado. El alfa que había en él deseaba enredar los dedos en el oscuro triángulo de vello que quedaba al descubierto debido a su posición arrodillada, pero no quería poner fin a aquel extraño sueño.

—¿Puedo? —Recorrió con los dedos las marcas de su rostro mordiéndose el labio inferior—. ¿Me sientes?

Kai deseaba morder aquella boca sexy que le estaba provocando.

—Cada caricia.

Las marcas tenían gran sensibilidad y Kai era muy selectivo a la hora de permitir que las tocaran.

—He deseado acariciarlas desde que nos conocimos.

 

Baekhyun dejó escapar un suspiro y se inclinó para depositar un rosario de besos a lo largo de las cicatrices irregulares. El profundo ronroneo de Kai pareció sobresaltarlo, aunque de un modo agradable, pues sintió cómo se le endurecían los pezones contra el pecho ancho. Después de explorar su rostro a placer, se incorporó de nuevo y le deslizó las uñas por el torso.

—Más fuerte, gatito. No voy a romperme.

Baekhyun inspiró trémulamente e hizo lo que él le pedía.

—A los gatos les gusta que los acaricien —apostilló en un suave murmullo.

—Ya te he dicho que somos selectivos con respecto a quién permitimos que nos acaricie.

Su mano ascendió por la parte externa del muslo de Baekhyun, haciéndolo estremecer.

—¿Por qué iba a soñar con que me tocaras? Soy yo quien desea tocarte.

—Pero si estás soñando conmigo, ¿por qué no voy a tocarte?

Estaba encantado con aquel extraño sueño, que casi parecía real, salvo porque el verdadero Baekhyun jamás mostraría sus emociones de un modo tan manifiesto.

—Sí... sois muy territoriales. —Unas arrugas aparecieron en su frente—. Querrías marcarme. Mi subconsciente debe estar rellenando las lagunas.

Kai procuró no sonreír.

—¿A quién permites que te acaricie?

—A los psi no se nos acaricia. —Un resquicio de tristeza centelleó en aquellos ojos que estaba aprendiendo a descifrar.

—Quizá has estado frecuentando a la gente equivocada. —Acarició la curva de su trasero y se detuvo—. Para mí será un placer acariciarte.

Baekhyun exhaló entrecortadamente.

—Yo primero —susurró al tiempo que se inclinaba—. Este es mi sueño. Solo quiero probar—repitió—. Solo una vez, eso es todo.

Kai jamás se negaría a que le acariciara aquel exótico hombrecito que tanto le fascinaba. No cuando le miraba con ardor y no con expresión gélida. Apretó la mano sobre su trasero mientras él le mordisqueaba, lamía y succionaba la tetilla con el máximo celo. Baekhyun no le detuvo cuando sus dedos le recorrieron el muslo deleitándose con aquella piel melosa que deseaba saborear con la lengua.

Él se ocupó de la otra tetilla al tiempo que bajaba el brazo para ascender por su muslo, rozándole con las uñas. Alzó la vista cuando oyó que él dejaba escapar un profundo gruñido.

—¿Qué significa eso? —La mano de Baekhyun yacía ahora laxa sobre la parte interna del muslo de Kai, dolorosamente cerca de su dura erección.

Baekhyun ladeó la cabeza ligeramente y Kai recordó las preguntas que le había formulado mientras estaba en el coche. Era curioso que su subconsciente recordara aquel pequeño desliz por su parte, pero claro, el sueño ya era extraño de por sí... aunque no pensaba quejarse.

—Significa que continúes con lo que estás haciendo.

Kai desplazó la mano por su trasero y la deslizó ligeramente para masajear su entrada, apretada y caliente, impregnando el aire con el aroma del deseo.

Baekhyun jadeó y se apartó.

—Aún no.

Él estaba habituado a tomar el control, pero algo en aquellos ojos le dijo que Baekhyun desaparecería si lo presionaba. De modo que colocó de nuevo las manos debajo de la cabeza indicándole sin necesidad de palabras que podía jugar con él a placer... por el momento. Y como si Baekhyun le hubiera entendido, se desplazó hacia atrás y se colocó a horcajadas sobre sus piernas.

Kai se sació contemplando aquel sensual cuerpo masculino y supo que iba a marcarlo cuando lo tomara. Pero no de forma dolorosa. Tan solo un mordisco aquí y allá, en lugares donde nadie pudiera confundir su significado. Byun Baekhyun iba a ser su compañero, su hombre.

Aquellos ojos estrellados, oscuros como la noche, se abrieron desmesuradamente mientras rodeaba con una mano la protuberante erección, haciéndole estremecer.

—Más fuerte. Baekhyun apretó y comenzó a mover la mano arriba y abajo.

—¿Por qué esto hace que me sienta bien? —Su voz estaba cargada de ardor sexual y el aliento surgía entrecortado de su garganta—. No se menciona nada de esto en los manuales.

Kai sacó los brazos de detrás de la cabeza y lo atrajo aferrándolo de los muslos. Se acercó un poco, pero no lo suficiente.

—¿Qué?

—Te estoy acariciando y sin embargo soy yo quien siente... placer. —La última palabra surgió como un gemido cuando él aumentó de grosor en sus manos.

Kai estaba acostumbrado al sexo, a las mujeres y hombres sensuales que sabían lo que ambos estaban haciendo, pero aquel psi, con sus preguntas y su extraña inocencia, hacía que lo desease con tal desesperación, que comenzaba a perder la capacidad de pensar con claridad.

—Lámeme, gatito. Saboréame —ordenó bruscamente el animal que moraba en él. Baekhyun no se asustó y eso complació a Kai.—¿Saborearte? Sí... tengo que saborearte... tengo que saciar esta ansia.

Deslizándose por su cuerpo, se arrodilló entre sus muslos y apoyó las manos sobre las caderas de Kai. Luego agachó la cabeza y comenzó a saborearle, tal y como él le había pedido.

Kai enroscó una mano en su cabello obligándose a no retorcerse como su cuerpo le exigía que hiciera. Jamás había experimentado un placer tan intenso como el que le hacía sentir aquella dulce boca succionando su carne. Vio una especie de pequeños puntos de luz en su visión y supo que estos estaban pasando de humanos a felinos y de felinos a humanos. Únicamente un estado absoluto de excitación podía hacerle perder el control de ese modo.

Utilizando la otra mano para retirarle el pelo de la cara, contempló la cabeza de Baekhyun que ascendía y descendía sobre su dura erección, y aquella imagen le excitó hasta el punto de la locura. La necesidad de hundirse en el sedoso calor entre las nalgas de Baekhyun era un rítmico impulso incesante dentro de su cerebro, pero esa noche él estaba a su merced... y Baekhyun le quería dentro de su boca. Kai se corrió profiriendo un gruñido que reverberó en toda la habitación, aferrando todavía aquel denso y abundante cabello.

—Gracias, gatito —dijo.

 

No hubo respuesta.

Abrió los ojos frunciendo el ceño y se encontró en su guarida, agotado, saciado y solo. 

 

 


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