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Eros Farnese por Nayen Lemunantu

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Notas del capitulo:

¡Escribir este capítulo fue un verdadero parto! Creo que perdí totalmente la inspiración para escribir lemon, así que me excuso por la demora en la actualización, pero de verdad que se me hizo una tarea difícil.


Pues nada, ojalá les guste, y aprovecho de comentarles que ¡¡este no es el capitulo final!! Se me alargó un poquito más la historia. Así que nos vemos la próxima semana por estos lares. 

 

V —

 

Retrocedió un paso y pudo sentir como su espalda chocaba con el pecho duro y caliente de Aomine. Podía sentir, a través de las tres capas de ropas que los separaban, el latido firme de su corazón justo sobre el omóplato izquierdo. Y aunque era consciente de las sensaciones que causaba al hombre a sus espaldas, en ese instante, Kise no podía despegar la mirada de los iris rojizos de Kagami, encendidos como dos brasas vivas.

—Nunca creí estar viviendo algo como esto contigo —le dijo. Lo miraba con una mezcla de fascinación y sorpresa—. No creí que fueras la clase de persona a la que se le dieran los tríos.

—Siempre hay una primera vez para todo —le respondió—. ¿No es verdad, Aomine?

—¡No creerás que esta es mi primera vez! Ni con un trío ni con un hombre —empezó a decir con una tranquilidad perfecta, pero al ver la incredulidad en los ojos de Kagami, soltó una carcajada—. ¡¡Por favor!! Soy Aomine Daiki. —Estiró las manos a ambos lados de su cuerpo—. Si algo he hecho de bueno con mi vida, es gozarla.

—Entonces —dijo Kise—, dejémonos de charlas inútiles y pasemos a la acción.

Aomine sonrió con los labios posados sobre el cuello de Kise. A cada segundo que pasaba le caía mejor aquel rubio; ambos tenían un sentido de la diversión demasiado parecido. Deslizó las manos que mantenía alrededor de su cintura hacia arriba, levantándole la ropa, pero antes de hacer nada más, deshizo el agarre y de un movimiento rápido y preciso, le quitó los lentes sin prescripción médica que estaba usando esa noche.

—No veo las horas de comprobar por mí mismo de qué madera estás hecho, Eros —le dijo antes de arrojar sin el más mínimo cuidado los lentes al suelo—. Me pregunto si todo este atrevimiento no será fingido. ¡Me sentiría demasiado timado!

Kise sonrió, torciendo los labios en una mueca arrogante muy parecida a la que usaba tan a menudo el mismo Aomine. Ladeó el cuello y lo miró por sobre el hombro sólo con el ojo derecho. Esa noche, había un brillo anormal en sus ojos; era como si la pasión aclarara el dorado de sus iris, dando la impresión que se tratara de dos pozos donde se fundía el oro. Se dio la vuelta muy lento, como si dudara del curso de sus acciones, pero con la resolución tatuada en sus rasgados ojos de lince. Cuando pudo mirar de frente a Aomine, se lanzó a su boca y le robó el aliento con un beso arrebatador.

No se estuvo con rodeos. Sabía muy bien a lo que iba; todos lo sabían.

Aomine respondió de inmediato, enredando los dedos entre el cabello rubio de Kise para ladearle el cuello y tener acceso libre a su boca. Aplicó la fuerza justa para que ese agarre fuera brutal pero no violento, porque la violencia la aplicó en el beso, al tratar de equiparar el ímpetu de Kise. Le mordió el labio inferior con tal fuerza, que lo hizo soltar un gemido sostenido y grave; un gemido de dolor y excitación.

Kagami no pudo evitar apretar los dientes. Mentiría si decía que era agradable presenciar como besaban a Kise. Aún si hubiera sido un beso insípido y sin gracia, le habría resultado intolerable. Así que hasta ese instante, aun no se explicaba cómo había podido aguantar al verlo dándole ese beso tan cachondo a Aomine. Sin procesar bien lo que hacía, estiró el brazo izquierdo y sujetó la mandíbula de Kise para ladearle el cuello en su dirección. No tuvo ningún reparo en separarlos, y le atacó de inmediato las comisuras de la boca.

Antes de cerrar los ojos y dejarse perder en el beso, Kagami alcanzó a ver la sonrisa torcida y altanera de Aomine. No estaba enojado, así que supuso que todo iba por buen camino. Tampoco quería llegar a perder su inversión por culpa de ese juego.

Por la posición en que estaban, Kagami sólo podía besar la comisura izquierda de la boca de Kise, pero se dedicó a atacarla con tal arrebato, que éste jadeaba bajo sus labios tratado en vano ladear el cuello para besarlo de frente. Lo tenía sujeto de la cintura, por eso sintió al instante cuando las dos manos de Aomine se le unieron. Abrió los ojos de inmediato para ver la perversión brillando en los iris azules y fríos del contrario. Quitó las manos del cuerpo de Kise y rompió el beso. Había entendido el mensaje: Aomine lo quería desvestir.

Y Kise se dejó hacer con total sumisión. Si Aomine no estuviera viendo su mirada cargada de lujuria, ni el gesto sensual con que se mordía el labio inferior en la esquina derecha, habría pensado que se trataba de un ser indefenso. Pero Eros Farnese era todo menos indefenso, sobre todo cuando se tratada del juego de la seducción; donde de hecho, era un experto.

Dejó que le quitaran el blazer y luego levantó ambos brazos para que Aomine pudiera sacarle la camiseta con facilidad. Aprovechó la fuerza del movimiento para apegarse a la pelvis de Kagami. Pudo sentir sin lugar a equivocaciones, el bulto endurecido dentro de sus pantalones. Cuando se vio a torso desnudo, y tuvo que despegarse a la fuerza del cuerpo del pelirrojo para dejar que Aomine le bajara de un tirón los pantalones, aprovechó de rozarle la erección con los dedos de la mano derecha. Su gesto hizo que Kagami volviera a apegarse a su espalda y soltara un jadeo caliente, justo sobre su nuca. Jadeo que sin quererlo, le erizó la piel.

—He estado imaginándote sin ropa desde el primer instante en que cruzaste la puerta —confesó Aomine antes de arrodillarse frente a Kise y bajarle muy lento el bóxer que lo cubría.

Ahí, Aomine tuvo que morderse la lengua para reprimir un jadeo, cuando descubrió que el cuerpo de Kise estaba espléndidamente depilado.

—¿Y? —preguntó Kise sintiendo la abrazadora mirada azul de Aomine recorriéndolo de arriba abajo—. ¿Te gusta lo que ves? ¿He satisfecho tus expectativas? —preguntó aún sabiendo la respuesta. Kagami sabía que lo había hecho sólo para alimentar su ya inflado ego.

—No puedo evitar preguntarme, ¿cómo puede haber tanta perfección en una sola persona? —Aomine recorrió con las palmas de las manos extendidas, desde la cintura hasta los muslos largos y tonificados de Kise, descubriendo que no había parte de su cuerpo que no estuviera rigurosamente desprovista de vello. Y recorrer esa piel nívea y suave bajo sus dedos, se le antojó demasiado parecida al tacto del terciopelo—. ¿Cómo será sentir bajo mi lengua el sabor y la suavidad de cada parte de tu cuerpo? —volvió a preguntar, embelesado por la belleza del rubio.

Éste, sólo soltó una carcajada antes de agregar:

—¿Y qué esperas para descubrirlo? —Eso era un reto. La sola intensidad de su mirada era una invitación a descubrir los limites.

Kise aún no lo sabía, pero no había límite que Aomine Daiki no estuviera dispuesto a probar. Él no le tenía miedo a nada, menos aún a las experiencias nuevas.

Soltó una risa corta por la nariz y sus labios se torcieron en una mueca que se habría asemejado a una sonrisa, de no ser por la perversión que dejaba traslucir. Envolvió los dedos en torno a la erección de Kise, comprobando que la temperatura en esa zona era incluso más alta que la suya, y lo masturbó en medio de movimientos cortos pero fuertes. Kise cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, directo sobre el hombro de Kagami. No había dejado de masajearle el miembro, pero ahora, caliente y necesitado, le pareció insípido un contacto donde no podía sentir bajo sus dedos la piel contraria. Coló la mano dentro del pantalón y bóxer de Kagami y se dedicó a masturbarlo muy lento.

Kagami, quien nunca creyó que podía haber un lado voyerista en él, se dio cuenta en ese instante, que a Kise le bastó con un par de gemidos para poner en ridículo esa suposición.

No podía dejar de verlo: su boca jadeante; el sudor que le perlaba la frente por debajo del flequillo, porque su elaborado peinado ahora había desaparecido; sus manos que trataban desesperadas de asirse a algo que le diera estabilidad; el sonrojo de sus mejillas, evidente gracias a su piel tan clara. Y todas esas sensaciones, se las estaba provocando Aomine. Era retorcido sentirse así, excitado al ver a Kise vibrar de placer gracias a otro.  

Preso de la excitación, lo sostuvo de los costados del cuerpo y le besó el cuello. Aunque se moría por reclamar sus labios, no quería verse privado de la sensualidad de cada uno de los gemidos de Kise, así que se dedicó a intercalar besos, mordidas y lamidas calientes en su cuello. Pero pronto necesitó mucho más que eso. Se frotó contra su cuerpo, haciendo que la fricción entre su miembro y la mano de Kise, aumentara en fuerza e intensidad.

Aomine, arrodillado frente a la pelvis de Kise, no tardó en reemplazar los dedos por los labios. Capturó en su boca húmeda y caliente, el miembro endurecido del rubio, sintiendo bajo la sensible piel de sus labios, cada mínima variación de la erección de Kise: el arco en que se alzaba, con una levísima curva; las formas redondeadas de la punta; la piel húmeda del prepucio y las venas diminutas henchidas de sangre, palpitando al mismo ritmo que su corazón.

Apretó los labios, succionando con fuerza, y ahí descubrió que Kise recompensaba cada gesto brusco con un exquisito gemido. Sonrió con su miembro entre los labios al darse cuenta que a ese rubio se le daba lo duro; eran más parecidos de lo que había sospechado en un principio.

Aomine se daba cuenta de que la felación que le estaba haciendo lo ponía a mil, y en ese instante, Kagami era quien se veía directamente beneficiado. Kise se volvió loco tratando de tocarlo, y como era lógico, llegó el momento en que no pudo más.

—¡No! ¡Para! —Kise casi suplicó mientras se alejaba de la boca de Aomine, retrocediendo hasta quedar apegado al cuerpo de Kagami. Tenía las mejillas encendidas y la boca jadeante—. No puedo así… No puedo con tanto… placer…

Ni Kise ni Aomine habían apartado la mirada, era como si una especie de magnetismo se hubiera creado entre ambos. Aomine se puso de pie muy lento, no había dejado de sonreír desde que oyó el tono de súplica en la voz de Kise, pero no se imaginaba siquiera hasta el punto que lo había arrojado.

Kise lo tomó con fuerza por los hombros, y aplicando todo el peso de su cuerpo —de tan sólo 8 kg menos—, lo empujó hasta dejarlo sentado en un diván forrado en terciopelo azul rey. Le abrió el cierre del pantalón sin ningún tipo de preámbulos, y cuando terminó, quedó petrificado.

—Tú… —susurró muy bajito—. ¿No usas ropa interior?

El miembro de Aomine se alzaba ante sus ojos, más oscuro aún que el resto de su piel morena, en medio de una tupida, pero corta, mata de vello rizado.

—Lo considero un obstáculo —confesó sin el menor signo de timidez—. Sólo hacen perder el tiempo.

Kise le sonrió de medio lado. Recorrió en una caricia lenta el largo de los muslos de Aomine, subiendo hasta detenerse en sus marcadas caderas, descubiertas gracias al pantalón desabrochado. Bajó la cabeza sin despegar la mirada de los ojos contrarios y se detuvo cuando estuvo a centímetros de su miembro, haciendo que su respiración, cálida y húmeda, fuera como una caricia sobre su piel.

—¿Qué estás esperando, Kagamicchi? —preguntó sin tomarse la molestia de mirarlo. Kagami no supo si era porque le daba tan poca importancia o porque sentía algún tipo de vergüenza con él; lo cual, le pareció ridículo—. Te quiero justo aquí. —En su voz había cierto tono autoritario que lejos de ofender a Kagami, lo encendió—. Detrás de mí, dentro mío.

Kagami tragó duro, sólo para darse cuenta que tenía la boca seca. Se acercó a paso lento y echó una mirada al panorama que tenía: Aomine sentado en el diván con una sonrisa torcida surcándole el rostro, peinando con los dedos de la mano derecha los cabellos de Kise. Y éste, de rodillas sobre la alfombra entre las piernas de Aomine, le mostraba su tentador trasero.

Volvió a intentar pasar saliva, sin tomarse la molestia de recordar que ya no tenía, porque hace un buen rato no podía cerrar la boca. Aquel era el momento decisivo, hasta ese entonces aún podría haberse retractado. Pero arrodillándose detrás del cuerpo de Kise, se prestó a enfrentar la situación como había hecho con todo durante los 25 años de su vida: de frente.

Sostuvo a Kise de la cintura, por la posición en que se encontraba, ésta se veía más fina que de costumbre, tanto, que Kagami pudo ceñírsela casi por completo usando sus dos enormes manos. Le pasó los dedos por la espalda en una caricia lenta y sutil, viendo cómo la columna de Kise se contorneaba como la de un felino. ¡Cada movimiento suyo era un monumento a la sensualidad!

—Desvístete —ordenó Kise. Aunque no dijo nombre alguno y no hubo contacto visual entre ambos, Kagami sabía que le estaba hablando a él.

—¡Maldita sea! —dijo sin ningún tipo de fuerza en su declaración; una maldición que no era tal.

—Quiero poder sentir tu piel. —La voz de Kise ahora había vuelto a ser una súplica, y además, se tomó la molestia de ladear en cuello en su dirección.

El brillo caliente de sus ojos lo decía todo; ambos querían devorarse mutuamente, pero fue Kise quien lo dejó en evidencia primero. Se dejó caer sentado sobre la pelvis de Kagami, arrastrándose por su erección. Su acción hizo que el pelirrojo soltada un jadeo contenido antes de tomarlo con fuerza por la cintura para obligarlo a permanecer ahí, sintiendo bajo su piel desnuda el pálpito incesante de su miembro. Pero se vio tan necesitado de contacto piel con piel, que él mismo volvió a alzar a Kise, incitándolo esta vez a que terminara de recortar la distancia con Aomine, antes de empezar a quitarse la ropa.

Su gesto de cortesía hizo sonreír a Aomine, y por su mirada fija en Kise, supo que en ese instante ambos estaban compartiendo una sonrisa. La perversión de ambos había ganado la batalla por sobre sus aprensiones moralistas, lo sabía y lo reconocía, sólo por eso los dejaría disfrutar de su victoria.

Aomine se sacó la chaqueta y la camiseta que llevaba puestas, las dejó caer hacia atrás sin ningún tipo de cuidado, porque sus manos viajaron de inmediato a sostener los costados del rostro de Kise. Con el único movimiento suave que se le había visto esa noche, lo guio hasta su miembro y le penetró la boca.

Kise sólo soltó un jadeo suave cuando sintió que el pene de Aomine se introducía a la fuerza entre sus labios, pero se unió casi de inmediato a la acción. Tenía ambas manos sobre sus muslos, enterrando los dedos en la tela áspera del pantalón de jeans, cada vez que los movimientos cortos y parejos de Aomine se hacían demasiado fuertes. Miró furioso hacia arriba cuando sintió que con el último embiste le rozó la garganta, y tuvo que reprimir una arcada con pura fuerza de voluntad, pero el brillo frío del azul de sus ojos lo congeló: Aomine estaba encendido, y el juego de luces y sombras permitía delinear la forma perfecta de los músculos bajo su piel. Kise apretó los labios en torno a su erección y succionó con más fuerza. La sola mirada perversa de Aomine lo ponía a mil.

Sacó el miembro que tenía en la boca y dio una lamida larga, recogiendo con su lengua los restos de saliva que él mismo había dejado sobre la piel oscura y sonrosada de Aomine. Tenía los labios apretados con fuerza alrededor del glande, cuando tuvo que soltarlo para liberar un gemido repentino. Kagami, arrodillado y desnudo a sus espaldas, se había humedecido un dedo y lo había penetrado con un movimiento igual de limpio y parejo como doloroso.

—¡Ya estás húmedo! —le susurró. Kise no supo si de verdad estaba sorprendido. Se empujó contra la mano de Kagami a la vez que volvía a succionar el pene de Aomine.

—Hazlo más rápido, Kagami —ordenó Aomine—. Tal parece que lo que estás haciéndole le gusta. —A penas pudo reprimir el jadeo que las succiones de Kise le provocaban, sabía que la excitación que sentía lo hacían lamerlo con fuerza excesiva—. ¡Me está chupando la polla de una manera fenomenal!

—¡Cállate! —Kagami apretó la mandíbula, molesto, pero le hizo caso.

Volvió a llevarse la mano a la boca, al hacerlo, puso sentir en sus dedos el olor más íntimo de Kise, y sintió cómo su pene se tensaba sólo con ese estímulo. Se llenó los dedos de saliva y volvió a humedecerle la entrada, jugueteó con los dedos en círculo, intercalando suaves penetraciones con la primera falange, hasta que sintió que el cuerpo de Kise cedía poco a poco, estirándose para él. Volvió a introducir toda la longitud de su dedo medio, para acto seguido, unir un dedo más a su movimiento, jugando a hacer tijeras en el interior de Kise.

—Mi cuerpo se calienta… —confesó gimiendo suave, alejándose del miembro de Aomine para girar el cuello y mirar al pelirrojo por sobre el hombro. Sentía un vacío en la boca del estómago que subía como un calor hasta su pecho y se desvanecía de manera intermitente; era éxtasis puro—. ¡Hazlo! Hazlo ahora, Kagamicchi.

Kagami no podía apartar los ojos de Kise, su mirada, mezcla perfecta entre súplica y excitación, le resultaba hipnótica.

—Abre las piernas —ordenó con voz ronca, cargada de testosterona—, así es más fácil.

Kise le obedeció, separó ambas piernas, de rodillas en el suelo, y se afirmó con fuerza de los muslos de Aomine. Arqueó un poco la espalda y como respuesta, levantó el trasero, listo para ser penetrado. Kagami se relamió los labios antes de tomar su miembro con la derecha y dirigirlo hasta la entrada de Kise.

Lo embistió muy lento, abriéndose paso por su cuerpo con la delicadeza que siempre lo había caracterizado. Ellos sólo habían hecho el amor un par de veces antes de que todo se fuera a la mierda. Pero ninguno de los recuerdos que Kagami atesoraba le hacían suficiente favor a lo que estaba experimentando en ese instante. Kise era más estrecho y delicioso de lo que recordaba, mucho más de lo que cualquier hombre tuviera derecho a ser. De hecho, Kise parecía tan poco usado, que Kagami se sorprendió. ¡Qué engañadora apariencia de inocencia tenía! ¡Y que experimentada sensualidad exudaba con cada gesto! 

Empujó la pelvis con fuerza en un último movimiento, y se instaló hasta el fondo, sintiendo como sus testículos chocaban contra la piel suave y húmeda de Kise. Ambos soltaron un jadeo sostenido. Kagami lo tomó con ambas manos de la cintura y empezó un movimiento rítmico y frenético; lo único que quería era acabar en el cálido interior de su Kise.

Éste trató de ahogar sus gemidos mordiéndose el labio inferior, pero sus intentos eran inútiles. Resoplaba cada uno de sus gemidos sobre la piel de Aomine.

—Chúpamela —ordenó éste mientras se masturbaba lento sin dejar de ver la cara de Kise, contorsionada por el placer—. Quiero acabar en tu boca.

Y Kise lo obedeció de inmediato. Llevó una de sus manos hasta la base del pene de Aomine y lo levantó firme hasta apretarle la punta con los labios. Jugueteó con la lengua, haciendo círculos en torno al glande, tratando en vano de colarse por el orificio uretral y delineando toda la extensión de la erección del moreno. Mientras más firmes eran las embestidas de Kagami, más fuertes eran sus succiones al pene de Aomine; era su modo de calmar la ansiedad que le causaba la excitación.

De pronto, un gemido más alto de lo normal lo obligó a separarse del miembro de Aomine y curvar la espalda en un arco perfecto, recostando la frente sobre los abdominales marcados del moreno, los que aprovechó de lamer y morder a gusto mientras gemía sin control.

—¡Ah! Kagamicchi… ¡Ahí! —Kagami había dado justo sobre su próstata, por eso sentía que las sensaciones se apoderaban de él y transportaban su cuerpo a un lugar donde no existía la cordura—. No pares, sigue… ahí…

Y no hubo necesidad de que dijera nada más, Kagami lo embestía de una manera salvaje, apoyado sólo con una rodilla sobre el suelo para darse impulso, mordiéndose la boca para acallar los jadeos que le provocaba sentir el interior de Kise cerrarse en pálpitos alrededor de su pene.

Aomine no había dejado de masturbarse, demasiado excitado con el panorama que tenía ante sus ojos y el festín de jadeos que inundaban el salón. Su lado más pervertido estaba disfrutando con todo aquella situación.

—Voy a acabar —confesó mientras tomaba a Kise por el cabello para alzarle el rostro—. No te muevas.

Su mirada se conectó con los ojos transparentes de Kise, los que encendidos por la pasión, refulgían como oro fundido. Incrementó el movimiento de su mano, recorriendo todo el largo de su erección; la mirada caliente de Kise y el estímulo de sus gemidos eran aliciente suficiente para acabar sin la necesidad de ser tocado por él, pero a eso además había que sumarle ver su pene goteando líquido pre-seminal. Sintió que una corriente eléctrica le recorrió la columna vertebral hasta erizarle los vellos de la nuca y supo que estaba a punto de acabar. Se apretó la base del pene y apuntó directo hacia la cara de Kise. Eyaculó sobre su mejilla izquierda y su boca.

El rubio, presa de la excitación, se relamió los labios antes de succionar el miembro de Aomine y extraer de él hasta la última gota de semen.

—Ahora entiendo a Kagami —reconoció Aomine—. Cualquiera en su sano juicio se volvería loco por ti.

Kise sonrió aún con el miembro de Aomine en la boca y dio unas últimas lamidas antes de soltarlo. Se pasó los dedos por la mejilla y chupó el semen de sus dedos uno a uno.

—Tu sabor es casi tan intenso como tú mismo —sentenció sin despegar la mirada de los ojos azules contrarios—. Amargo y salado; fuerte.

Kagami se había detenido cuando se dio cuenta que Aomine estaba a punto de acabar. Sabía que después de él, Kise lo seguiría, así que salió de su interior y se dedicó a observarlos; no quería que el juego terminara tan pronto.

—¿Están listos para seguir? —les preguntó mientras se ponía de pie, masajeándose lentamente el pene, sólo para no perder la excitación, aunque dudaba que esto llegara a pasar—. La noche aún es joven y queda mucho por hacer.

Aomine soltó una carcajada y lo miró incrédulo.

—¡Y pensar que eras tú el que en un principio se hizo de rogar!

Kagami carraspeó incómodo antes de replicar:

—Eso fue porque no recordaba bien cómo era tener a Kise vibrando de placer.

Kise se puso de pie de golpe y se dio la vuelta sonriendo, tomó a Kagami por la mandíbula y lo besó en los labios, con urgencia pero con suavidad; un contacto que era a la vez demandante y tierno. Y Kagami no pudo evitar rodearle la cintura con las manos y atraerlo a su cuerpo, haciendo que curvara la columna en un ángulo más felino que humano.

—Quiero hacerte acabar —confesó. Lo volteó con un movimiento fuerte y rápido, y lo dejó de rodillas en el sillón, afirmado al respaldo con ambas manos—. Quiero que gimas para mí, sólo para mí. —Kagami se arrodilló en el sillón a sus espaldas y le mordió el pabellón de la oreja con suavidad. 

—Eso va a ser difícil —los interrumpió Aomine; su voz era más grave que de costumbre, casi peligrosa—, porque no pienso quedarme fuera de esta fiesta.

Kagami gruñó bajo, no podía disimular su fastidio, pero Kise se dio la vuelta y quedó mirándolos a ambos.

—Kagamicchi, espera —le dijo mientras le acariciaba el vientre bajo—. Quiero hacerlo con los dos. Quiero sentirlos a los dos dentro de mí. —Y dicho esto, su mano libre fue a acariciar el largo y musculoso bíceps de Aomine.

—¿Estás proponiendo que…?

—Quiero que me penetren los dos al mismo tiempo —respondió antes de que Kagami tuviera tiempo de concluir su pregunta—. Estoy tan caliente… —Kise se recorrió el torso con las manos, comprobando que su piel estaba pegajosa de sudor

—¡Eres un pervertido de lo peor! —dijo Aomine sonriendo—. Y eres el sujeto más encantador que he conocido.

Kise le devolvió la sonrisa, pero antes necesitaba de la aprobación de Kagami. Buscó su mirada, y en el brillo rojizo de sus ojos intensos, vio la resolución firmemente marcada. Sólo en ese instante, Kise lo sostuvo por los hombros y lo guio hasta dejarlo sentado sobre el diván, sin ningún tipo de preámbulo, se dejó caer a horcajadas sobre su pelvis. Le alzó el miembro con la mano derecha y lo ubicó en su entrada, dejándose deslizar hacia abajo en un movimiento exquisitamente lento. Cuando tuvo toda la cabeza del pene de Kagami en su interior, se detuvo.

—Es tu turno, Aominecchi.

—¿Así que ahora a mí también me llamas así? —preguntó el moreno mientras se ubicaba de rodillas a sus espaldas.

Con los dos pulgares, intentó dilatar la entrada de Kise, pero estaba tan estrecho que apenas consiguió hacerse espacio suficiente para los dedos. Sentía en sus yemas la presión de la carne de Kise, era una presión húmeda, caliente y palpitante… Lo más excitante que había probado en su vida.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó mientras llevaba su miembro hasta la entrada del rubio—. Te vamos a tomar con fuerza, y eres demasiado estrecho.

—No soy ni de cerca tan frágil como crees. —Esa fue la firme y única respuesta de Kise. Aomine no necesitó más.

Se posicionó en su entrada y empujó muy lento. Los tres jadearon con fuerza; Kise aferrado a los hombros de Kagami, y éste, sosteniéndolo firme de la cintura. Aomine embistió otra vez, sintiendo como la punta de su pene se rozaba con la de Kagami, ambos aprisionados en el cálido y apretado interior de Kise.

—Juntos… —gimoteó el rubio antes de buscar desesperado los labios de Kagami.

Y los otros dos le hicieron caso de inmediato. En un movimiento sincronizado, embistieron con fuerza hasta ubicarse de lleno en el interior de Kise. El jadeo fue sostenido por las tres bocas, pero era el rubio el que se llevaba la parte más dura, y el gemido que le desgarró la garganta fue una prueba de ello.

—¿Estás bien? —preguntó Kagami, y él sólo pudo asentir con la cabeza; los gemidos no lo dejaban responder.

Por la posición en que estaban, era Aomine quien guiaba el ritmo de las estocadas, y al experimentar una sensación tan arrolladora como esa, no pudo controlar su ímpetu. Embistió fuerte y rápido, en una serie de movimientos cortos y parejos, entrando y saliendo del cuerpo tembloroso de Kise. Kagami hacía lo suyo, intercalando la penetración con movimientos circulares de la pelvis.

Pero con tanto estímulo, ninguno de los tres pudo durar mucho más. Los jadeos se sincronizaron al igual que los movimientos, y la corriente eléctrica que surgió del punto de unión de los tres cuerpos, los recorrió por entero al mismo tiempo, así que el grito de placer que no pudieron reprimir, también fue sincronizado.

Los tres quedaron jadeando y temblando, víctimas de un orgasmo monumental como nunca habían probado en sus vidas; un orgasmo triple.

 

VI —

 

Kagami volvió a ser consciente de su cuerpo cuando un escalofrío lo recorrió de arriba abajo y abrió los ojos de golpe, asustado y aturdido; no sabía dónde rayos estaba. Se sentó y ahí descubrió que estaba desnudo sobre un sillón de terciopelo en una habitación por completo desconocida.

Los recuerdos de todo lo vivido la noche anterior vinieron a su mente de golpe. Aún recordaba los gemidos de Kise, podía sentirlos como un eco dentro de su cabeza; repetitivos e incesantes. Y directo sobre cada uno de los poros de su propia piel, tenía impregnado el suave aroma de los cuerpos ajenos.

Otro escalofrío volvió a recorrerlo, así que decidió ponerse de pie y buscar su ropa. No había nadie más en el salón con él. La luz de la mañana se filtraba por entre las cortinas de color damasco e iluminaban en una cálida penumbra el lugar. Se vistió rápido, no tuvo problemas en encontrar su ropa, regada por los muebles y el suelo. Lo único que no pudo encontrar fueron sus zapatos, en lugar de ello, sobre la mesita de centro, estaban las zapatillas de Aomine, justo al lado de un pequeño papel doblado en cuatro.

Tragó seco y apretó los puños a cada lado de su cuerpo mientras miraba con una seriedad imperturbable aquella hoja de papel blanco. Dio dos fuertes y seguras zancadas en su dirección y sin ninguna duda, tomó la nota. Aunque no había firma, sin lugar a dudas era de Aomine.

Quédate con las Jordan y con Eros… Eso sí, búscate otro socio, cabrón, porque después de lo de anoche, los negocios no habrían funcionado.

Soltó un suspiro hondo y dejó que el papel se deslizara entre sus dedos. Al final, pese a todos sus esfuerzos, perdió el negocio. Tatsuya lo iba a matar sin lugar a dudas…

Pero, por alguna razón, eso no sonaba tan mal después de todo. 

 

Notas finales:

Ya lo he dicho, agradecería poder recibir sus impresiones sobre la historia. Un fic no lo escribe sólo la Fanficker, parte importante del desarrollo es gracias a las personas que comentan.


Gracias por leer.


¡Besos!


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