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Por ti, cachorro. por OnlyYou

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-¡Quiero su cabeza ya mismo!- Gritó el castaño encolerizado, viendo con impotencia como los doctores que tenía en el castillo subían a su rubio preferido a una camilla para trasladarlo a la enfermería y poder curar la herida de flecha que un desconocido le había disparado a Seto y Joey había interceptado en su lugar. -¡Quiero que refuercen la seguridad en todo el palacio!- Gruñó, dándose vuelta y siguiendo a los médicos a la sala, quien trataba de soportar el dolor lo mejor posible para no preocupar a su príncipe, pues sabía que no estaría muy lejos de él.
Seto no podría estar más furioso, alguien se había tomado el descaro de esconderse detrás de la arboleda que estaba a la izquierda de su castillo y de dispararle a él. De no ser por Joey, la flecha le hubiera dado a él de lleno. Lo peor de todo eso era que cuando Wheleer se recuperara comenzaría a molestarlo con que lo había protegido, no había nada peor para su orgullo que necesitara que lo protegiera.
Entró a la enfermería con los brazos cruzados y el ceño fruncido, observando a Joey siendo sentado en la cama mientras el grupo de doctores le inyectaban una dosis de algún líquido, otro le alcanzaba un trapo para que mordiera. Otros dos sujetaron firmemente al rubio mientras que un tercero tomaba la flecha con su mano y la retiraba rápidamente, arrojándola al suelo a la vez que escuchaban a Joey gritar de dolor. El castaño tragó saliva al escuchar su grito, sintiendo la sangre hervir bajo su piel, ÉL era el único que podía hacer gritar al perro y sólo de placer. Sus jinetes ya estaban buscando al bastardo enmascarado, y cuando lo encontraran, se encargaría de hacerle una visita especial.
Sin perder el tiempo, los doctores desinfectaron la herida del rubio y lo cosieron, aprovechando que éste estaba anestesiado gracias a la inyección. Para terminar, vendaron el brazo herido, dejándolo reposar en la cama.
-Tendrá fiebre por las próximas horas y estará dormido, mi señor. El joven Wheleer es fuerte, no tiene que preocuparse por él.- Informó el jefe de ellos, haciendo una reverencia a Seto cuando éste le hizo una seña con la mano de que podía retirarse. Una vez que todos ellos estuvieron fuera, el castaño cerró la puerta para que nadie ingresara. Quería estar solo y cuidar por él mismo a su rubio.
Se acercó a él, retirando los cabellos de su frente con ternura, preocupándose al notar la alta temperatura y cómo comenzaba a sudar, además de la mueca de dolor que arruinaba su perfecto rostro. Su mente quedó en blanco mientras observaba el rostro de Joey, limitándose a acariciarlo y a disfrutar de la tranquilidad. Tenía todavía más ganas de ir a cazar, se desquitaría con algún animal de por ahí mientras su rubio se recuperaba lo suficiente… Seto sabía que para como era Wheleer, no permanecería más de un par de horas hasta que el efecto de la anestesia pasara, era demasiado inquieto y después de todo había sido sólo una flecha, mientras que ésta no hubiera estado envenenada o oxidada no pasaría a mayores. Aquello había sido un ataque demasiado directo, demasiado idiota…era una clara y abierta amenaza a él. Alguien quería que supiera especialmente que estaba tras su cabeza, y si ese alguien quería guerra, por los dioses que él se la daría.
Giró a ver la flecha en el suelo manchada con la sangre de su guardia preferido, apretando los labios al no encontrar algo que pudiera darle una mínima pista de su origen, pero seguro que encontraría alguien que supiera acerca de ese tipo de flechas, quien las fabricaba o quién era lo suficiente buen arquero para dar en el blanco desde tan lejos y a alguien en movimiento. De la forma que fuera, lo averiguaría.
Dejó la flecha sobre la mesa, dirigiéndose a la puerta dispuesto a dar más órdenes y conseguir soldados cuidaran a Joey y a Serenity, no podía permitirse el lujo de que la hirieran allí, significaría un gran problema para él. Abrió la misma, encontrándose con su prometida y su guardia a punto de tocar la puerta de la enfermería, esperaba que no les hubiera pasado nada…
-Princesa, ¿sucede algo?- Preguntó, volviendo a su acostumbrado semblante de seriedad, sin molestarse en demostrar preocupación. Vio a la castaña menor negar con una suave y amable sonrisa, bajando la vista a un recipiente con unas rosas que había conseguido para perfumar la habitación de Joey. Tanto ella como Tristán, a pesar de no haber pasado demasiado tiempo en ese reino y en contacto con sus habitantes, se habían hecho amigos rápidamente del rubio, con quien pasaban tiempo cada vez que podían. Los tres se llevaban muy bien y aunque Serenity sospechaba de una posible relación más estrecha entre su prometido y Joey, no se sentía molesta o traicionada. Ella quería a Seto, pero no de manera romántica, simplemente como se puede llegar a querer a alguien que respetas, después de todo él era alguien que para ella merecía admiración. El amor era el amor, no se podía elegir a quien amar, simplemente pasaba. El castaño sería su rey y, como todos sabían, éste podía tener todas las amantes, o amantes en éste caso, sin que la reina ni nadie pudiera decirle algo. Las cosas eran así.
-Vinimos a ver cómo se encontraba Joey, ¿verdad Tristán?- Respondió ella mientras el aludido asentía con la cabeza, esperando a que el príncipe se hiciera a un lado para poder ver a su amigo.
-Tenga mucho cuidado, le asignaré más guardias por su seguridad.- Le dijo, ignorando la mirada fulminante de Taylor, como si quisiera reclamarle por su decisión, más cuando Seto lo miró para encararlo, éste volteó rápidamente la mirada y silbó haciéndose el desentendido. –Wheleer despertará en unas horas.- Informó, saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de sí, yendo directamente a buscar a más soldados para que se concentraran en sus invitados y en su rubio.

 

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-¿Hiciste lo que te pedí?- La voz se escuchó como si estuviera lejos, aunque era casi imposible debido a las dimensiones de aquella casa completamente oscura. El hombre tragó saliva con dificultad, sintiendo su garganta seca.
-A-así es, señor. Escuché gritos, pero si hubiera permanecido para ver qué sucedió me hubiesen atrapado…- Contestó, mirando nerviosamente hacia todos lados, soltando una exclamación de sorpresa al escuchar cómo la bolsa con monedas de oro golpeaba el suelo junto a sus pies. De inmediato se agachó a recoger su pago, guardándolo bajo sus ropas. -¿Necesita que haga algo más?- Preguntó algo temeroso, sabiendo su posición delicada.
-Por ahora no, lo has hecho bien.- Fue la respuesta de la voz para la que trabajaba. –Vuelve al castillo ahora, que no noten que no estás allí. Te avisaré cuando vuelva a necesitarte, vigila a Kaiba, no hay que dejar que se case con la princesa Serenity.- Le dijo, quedándose en silencio luego de ello. La puerta que estaba detrás del hombre se abrió súbitamente, iluminando una silla que se encontraba a unos metros de él, donde ya no había nadie sentado. Volvió a tragar saliva con miedo, asintiendo varias veces antes de alejarse rápidamente de aquella casa en medio de la nada.
-Pronto será tu fin, Seto Kaiba.- Se escuchó por la casa, seguido de una serie de carcajadas que no demostraban nada más que maldad y deseos de hacer daño. 

Notas finales:

No olviden dejar comentarios.~

Gracias por leer.


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