El rey.
Capítulo 1.- La vida del rey.
Había comenzado como la más sana de las curiosidades.
“ Sinbad, ¿podemos hacer un trio? ”
Su adorable amante, casi pareja, le había soltado esa pregunta en un momento algo inoportuno. Justo cuando tenía una montaña de papeles sobre el escritorio. Fue más que obvio que su interés fue robado por el de ojos grises.
“¿Ja’far, eres consciente de lo que estás pidiéndome? No somos adolescentes que recién están experimentando. Compartir pareja es muy peligroso. ”
“ Quiero hacerlo, yo SÍ quiero experimentar. ”
El suspiro que había lanzado en aquél momento había sido legendario, incluso recuerda que Ja’far entró en nervios en ese mismo momento y seguramente casi flaqueó, pero como buen amante que era…
“ Entonces hagámoslo. ” Había aceptado.
Sin realmente quererlo, selló su destino, por decirlo de alguna manera.
¡O al menos muchas cosas sí cambiaron!
Dio una calada bastante profunda a su cigarro, sostenido en su mano izquierda, mientras la derecha acariciaba con sumo cariño la pálida piel de su acompañante en esa y más noches.
Suave piel, perfecta para estrujar. Estupenda para perderse por horas y horas en ella, la más perfecta entre todas. Tierna, suave, cálida. Perfecto contraste con su mano morena, esa suavidad era una bendición para las manos tan maltratadas de Sinbad.
— Deja de tocarme tanto… Mh… —Unos largos dedos acariciaron dulcemente su mejilla, Judal a duras penas abrió uno de sus cansados ojos rubíes para ver al hombre a su lado.
Ah, ¿y cómo olvidarnos de tan preciosos ojos?
Exóticos, nunca en su vida había visto ojos rojos como aquellos, y él que pensaba que los ojos dorados eran lo más extraños, todo eso fue antes de conocer a Judal.
— Sinbad, quiero dormir. Aleja tu jodida mano de mi rostro y abrázame.
— Ya, ya…
Deslizó sus dedos por la suave mejilla de su acompañante en dirección sur, con bastante seguridad le acarició el cuello y después la clavícula. Con la uña, recorrió todo el abdomen de Judal antes de finalmente posar su enorme mano sobre la cálida cintura de Judal, los estremecimientos del cuerpo ajeno llenaban a Sinbad de ese cálido sentimiento de ternura, y amor.
No se arrepiente para nada de aceptar tener aquél trio con su secretario, conoció a su persona ideal y no solo a un amante.
— Sinbad, tu alianza está fría.
— ¿Cuántas quejas tienes para este pobre recién casado?
— Las necesarias para hacerle la vida imposible hasta que me alcancen los días. —Una frase bastante larga para alguien que fue despertado a la fuerza, es obvio que Judal ya no podría dormir en un buen rato. Terminó por recargar su mejilla en su brazo flexionado y abrió ambos ojos. Alzó un poco el rostro y besó débilmente el pecho al desnudo que lo protegía. — Tú, pedófilo molesto.
Recibió una risa como respuesta a su comentario de parte de Sinbad, una bastante baja y aterciopelada.
— Judal. —Le susurró, Sinbad ladeó su cabeza para acariciarle con sus labios, secos pero cálidos, la frente, para poco después depositarle un beso. Decidió ahí que seria mejor apagar su cigarrillo antes de que su esposo decidiera volver a quejarse y botarlo al cesto de basura de metal, a un lado de la cama, convenientemente de su lado. Solo una vez que estuvo libre decidió hablar. — Te conocí siendo mayor de edad. Te pedí matrimonio siendo mayor de edad, y seguirás siendo mayor de edad hasta nuevo aviso.
— Fhé…
Para alguien con miedo al compromiso, pavor a las relaciones y demás, estar casado a los 37 años era un completo logro.
Apretujó el cuerpo ajeno a su cuerpo y bajó su mano desde aquella esbelta cintura hasta el generoso trasero de Judal, su mano era tan grande que realmente podía acogerlo todo en su mano y hacer que se desbordara por entre sus dedos, la mejor vista que El rey pueda desear.
Un gemido, una risa coqueta y un amistoso apretón en otra parte bastante divertida en el cuerpo de Sinbad a modo de venganza.
Pasaron algunas cuántas cosas interesantes antes de que ambos se dignaran a dormir, vaya que sí.
Bueno, de alguna forma debía compensarle que lo haya despertado.
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