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Baloncesto callejero por Fullbuster

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El chófer le esperaba en el portal de los apartamentos donde vivía Aomine frente a su lujoso coche para llevarle de vuelta a la oficina. Masaomi salió con su elegante traje, con la cabeza alta como si ese chico no acabase de tirarle al suelo y entró en el oscuro vehículo sentándose en aquellos asientos de cuero blanco antes de que el mayordomo cerrase la puerta tras él. El coche se puso en marcha cuando sonó el teléfono de Masaomi. Leyó el mensaje y entonces habló por vez primera con su chófer.


- Lléveme al hotel Kaijo – comentó.


- Enseguida, señor.


- Y toma el camino largo – añadió. Necesitaba algo de tiempo para que su malhumor provocado por la humillación que acababa de padecer desapareciera.


Masaomi miraba por la opaca ventana de su lujoso vehículo cuando sacó del bolsillo de su elegante chaqueta una fotografía de un niño pelirrojo con una pelota de baloncesto y la comparó con la fotografía que había sacado el detective del otro chiquillo pelirrojo, eran tan parecidos, algo le hizo ver a aquel chico como parte de su familia, le recordaba a Akashi cuando era niño salvo por la sonrisa. Akashi jamás había sonreído pero ese chiquillo lo hacía.


- Hemos llegado, señor – comentó el chófer y Masaomi guardó las dos fotografías con rapidez esperando a que el chófer bajase y le abriera la puerta.


Bajó del vehículo y entró en el hotel sin siquiera pasar por la recepción. De otro de sus bolsillos sacó una dorada tarjeta y accedió en el ascensor hasta el último piso. Iba a salir del ascensor cuando vio a Aomine salir del ascensor de al lado, lo que hizo que volviera a meterse intentando no ser descubierto.


No sabía qué podía hacer un chico como él en un sitio de alta categoría como ése. Entonces pensó en algo… él tampoco estaba aquí precisamente por trabajo, quizá Aomine tampoco. Salió del ascensor viendo cómo Aomine entraba en la habitación y pasando del tema, buscó el número de la suya entrando con la tarjeta.


Una exuberante mujer de cabello oscuro y ojos claros le esperaba allí dentro con un picardía de encaje y una gran sonrisa. Masaomi empezó a quitarse la chaqueta tras cerrar la puerta cuando la mujer se acercó a él ayudándole. Todas sus preocupaciones se marcharon cuando cayó en la cama con aquella mujer. Aquella mujer que llevaba años satisfaciendo sus más profundas necesidades se había convertido en alguien importante para él. Cuando su esposa falleció, no fue capaz de volver a amar a nadie y esa mujer le ofrecía precisamente eso… sólo sexo, sólo una mera satisfacción sin necesidad de sentimientos. Los sentimientos le daban alergia, no los soportaba, era una debilidad que él jamás se permitiría y cuando su hijo Akashi llegó hablándole hace catorce años de amor, lo sintió como algo estúpido, no podía haberse enamorado de aquel chico. Cinco años de relación le hicieron ver que iba muy en serio, una gran debilidad en la carrera de su hijo, una debilidad que ya no estaba en sus vidas gracias a aquella traición que su hijo le hizo.


Masaomi no se permitió ni siquiera jadear por el placer, se dejó llevar por la necesidad, hizo suya a aquella mujer y salió de ella dirigiéndose al armario del fondo aún desnudo. Sacó de allí una pastilla y le llenó un vaso de agua. Se lo pasó con suavidad pero no se movió hasta que vio cómo se tomaba la pastilla, no quería embarazos no deseados a estas alturas y menos de una mujer a la que ya le pagaba por sus “servicios”, lo único que le faltaba sería mantener a un bastardo.


Caminó hasta el mueble sacando de su chaqueta la cartera y abriéndola, dejó un fajo de billetes encima empezando a vestirse para marcharse. La mujer le miró mientras se vestía, siempre era tan frío y pragmático, era un completo témpano de hielo.


- ¿Qué tal tu hijo? – preguntó la mujer tratando de darle conversación.


- Estupendo, es un gran jugador de baloncesto.


- Ahora que ha vuelto… ¿No te preocupa que vuelva con su antiguo amor? – preguntó la mujer y Masaomi sonrió.


- Eso jamás pasará. Ya nos veremos, llama a mi secretaria para nuestro siguiente encuentro y que te apunte en la agenda.


- Claro – comentó la mujer aún sentada en la cama.


Masaomi salió de la habitación viendo cómo de la habitación donde Aomine se había encerrado, salía otro hombre muy bien arreglado que se recolocaba la chaqueta. Ambos coincidieron en el ascensor pero ninguno habló en todo el camino. Una vez salieron al vestíbulo, Masaomi lo siguió con la vista hasta su vehículo y memorizó la matrícula. Al subir a su coche, aprovechó a mandarle un mensaje al investigador con la matrícula, quería saber quién era esa persona que se había encerrado con Aomine en un cuarto de un lujoso hotel. Sentía que Aomine podría ser como esa chica a la que él llevaba todas las semanas para acostarse con ella, tan sólo sería eso para aquel hombre, un juguete. ¿Tan bajo había caído ese chico? Sonrió y es que eso podría ser una gran arma en sus manos, si Akashi intentaba volver con él… sacaría la gran bomba de lo que hacía su ex novio.


El detective en menos de dos horas, le mandó un informe detallado a su oficina con todos los datos de aquel hombre. Era dueño de un bar, concretamente del bar donde trabajaba Aomine y encima, era entrenador y fundador de un equipo de Slamball de esta zona. Iban en cabeza en la clasificación así que debía tener un buen equipo. Lo que no entendía era cómo Aomine había conocido a aquel hombre, quizás fue durante la época en la que estuvo jugando al Slamball, no estaba seguro pero lo averiguaría.


Salió de su oficina tras haber estado ese par de horas trabajando y pidió que preparasen su vehículo. Bajó pidiendo al chófer que le llevase a aquella destartalada cancha pero que se quedase a una distancia prudencial. Pasaba del medio día y si su corazonada era cierta, aquel chiquillo debería estar en la cancha. Acertó, allí estaba jugando con el antiguo amigo de su hijo, ese chico rubio, Kise. Le recordaba porque quería ser modelo y alguna vez lo había visto en alguna revista juvenil, las mujeres de su oficina se enloquecían mirando esas revistas y babeando por aquel chico.


Miró a su nieto jugar al baloncesto, era bueno, seguramente había sacado parte de la herencia genética de su hijo para ser así de bueno y aunque no quería reconocerlo, era muy posible que parte de la de Aomine, porque sabía que era un buen jugador aunque no hubiera llegado a hacer nada con su vida. Sonrió al ver la vida de Aomine… su máximo logro había sido trabajar en un bar para deportistas y convertirse en la puta de un rico empresario. Ese amor que su hijo decía sentir por Aomine pronto desaparecería para siempre, él ni siquiera tendría que hacer nada, Aomine ya se encargaría de ello.


- Lléveme a casa – dijo Masaomi hacia el chófer – ya he visto suficiente.


Desde luego… Akashi jamás se enteraría que ese hijo era suyo, ese secreto se lo llevaría a la tumba si era necesario y pagaría lo que fuera a ese detective para que mantuviera su boca bien cerrada en presencia de su hijo.


Tras su incidente con Akashi en uno de los pasillos, Aomine estaba muy alterado. Se encontraba cabreado con su ex-novio por su atrevimiento y por la forma en que le había tratado. ¿Cómo tenía la cara dura de besarle después de lo que le hizo en el pasado? ¿Creía que iba a caer rendido a sus pies e iba a olvidar todo el daño que le causó con un simple beso? Pues lo llevaba claro si pensaba que ese truco funcionaría con él, no iba a perdonarle tan fácilmente aunque, en realidad, no creía que fuese capaz de hacerlo nunca.


Maldijo a ese pelirrojo con todas sus fuerzas porque sus malditos besos aún eran capaces de hacerle temblar las piernas y se maldijo a sí mismo por dejar que le afectasen. Se rozó los labios con los dedos pensando en él, entonces vino a su mente la palabra “puta”. Así le había llamado hiriéndole más de lo que estaba dispuesto a admitir delante de él. Akashi no tenía ni idea de lo acertado que había estado al llamarle así... era la puta de su jefe.


Kagami apareció en ese momento junto a Daisuke en el pasillo donde estaba Aomine y se acercaron a él para dejar en el carro lo que habían cogido. Kagami notó enseguida el estado en el que se encontraba su amigo.


- ¿Te encuentras bien? - le preguntó preocupado.


- Sí, es sólo que... he tenido un encuentro desagradable con alguien del pasado – le contestó mirando con disimulo a su hijo que se había alejado un poco para mirar los productos del estante de enfrente.


Kagami entendió al instante que ese ''alguien del pasado'' era Akashi. Resopló al pensar en su antiguo capitán. Desde que había vuelto, parecía que lo único que hacía era merodear a Aomine porque se lo encontraban casi siempre en cualquier lugar, parecía un acosador.


- De acuerdo – le dijo y se inclinó hacia su oreja para poder susurrarle sin que Daisuke les escuchara – Después puedes contarme a mí o a Tetsu lo ocurrido, si quieres.


- Sí, mejor más tarde – le contestó en el mismo tono.


Continuaron con su compra aparentando normalidad para evitar que Daisuke se preocupara y tratara de averiguar qué le pasaba a su padre.


Tras terminar de pagar la compra realizada, salieron del supermercado y se dirigieron de nuevo hacia el coche de Kagami. Guardaron todas las bolsas en el maletero y Aomine y Daisuke se metieron en el interior del coche mientras Kagami dejaba el carrito en su lugar. Después, se sentó en el asiento del piloto y arrancó el motor para salir de los aparcamientos y conducir el camino de vuelta hacia la casa de Aomine.


Mientras manejaba el volante, Kagami miró un instante por el espejo retrovisor para ver a Daisuke en los asientos traseros. El niño estaba leyendo una revista deportiva que había comprado ese día y en la portada salía Akashi junto al titular ''La estrella japonesa de la NBA regresa a casa''. Aún no había tenido ocasión de leerla pero estaba convencido de que en las páginas interiores habría una extensa entrevista. De verdad que su antiguo capitán se les aparecía por todos los lados, sólo les faltaba encontrárselo en la sopa.


- Ey, Dai, ¿qué te parece si avisamos a Tetsu para que vaya a vuestra casa y comemos los cuatro juntos? Prepararé tu plato favorito - le preguntó animado.


Nada más escuchar esas palabras mágicas, apartó su mirada de la revista para enfocarla en el adulto.


- Sí, sí – le respondió con una sonrisa tan grande que apenas le cabía en la cara.


- Entonces decidido, hoy comeremos espaguetis con albóndigas y mi salsa especial – le dijo con el mismo entusiasmo que él.


Kagami aprovechó que estaban detenidos en un semáforo en rojo para sacar su móvil de su bolsillo y pasárselo a Aomine.


- Mándale un mensaje a Tetsu explicándole la idea – le pidió.


- De acuerdo.


Aomine había captado lo que quería decirle su amigo con aquellas palabras, tenía que avisarle que esa comida era una excusa para que pudieran hablar y así contarle lo que había pasado dentro del supermercado con Akashi. A los pocos minutos de escribirlo y mandarlo, recibió una respuesta de Kuroko. Decía que saldría enseguida de su casa e iría para allá. Tras leerlo en voz alta, se quedó con el teléfono entre sus manos hasta que llegaron a su casa, no podía devolvérselo a su dueño ya que estaba ocupado conduciendo.


Cuando llegaron al bloque de apartamentos donde Aomine vivía con su hijo, Kagami tuvo la suerte de encontrar un sitio para aparcar en la misma calle, casi frente al portal. Tras coger todas las bolsas del maletero, subieron por el ascensor hasta el tercer piso y, al llegar, salieron para dirigirse hasta el hogar de Daisuke y su padre. Nada más entrar, el niño salió corriendo hacia el salón para encender la tele.


- Bien, todavía no ha terminado – murmuró aliviado.


- Dai, apágala y ayúdanos a guardar las cosas – le ordenó Aomine.


- Pero papá, es que quiero ver el reportaje especial sobre Akashi y su carrera – le dijo con pucheros tratando de convencer a su padre.


La mera mención del nombre de Akashi en ese instante hizo que su cuerpo temblara de ira. No le apetecía saber nada de ese pelirrojo en ese momento y mucho menos escuchar sus logros... los periodistas no sabían lo que hizo para poder conseguirlo.


- Dai, te he dicho que...


- No pasa nada, sólo no le des mucho volumen, ¿de acuerdo? - intervino Kagami ganándose una mirada de reproche por parte de Aomine.


- No te metas en la educación que le doy a mi hijo – le dijo molesto.


- Lo que he visto no era cuestión de educación, estabas pagando tu enfado con Daisuke, tu hijo. Él no tiene la culpa de lo que te haya hecho ahora Akashi – le susurró para que el niño no les escuchara.


Aomine miró a su hijo sentado en el sillón viendo con mucho interés  y entusiasmo el reportaje sobre su ídolo y se sintió culpable por casi haber pagado su frustración con su pequeño.


- Tú guarda lo que vaya en el frigorífico mientras yo guardo lo demás – le dijo Aomine metiéndose en la cocina.


Kagami sonrió por la actitud de su amigo, a veces aún podía ver al antiguo Aomine en momentos como ése, siendo tan cabezota y no queriendo reconocer que él llevaba razón. Le siguió hasta la cocina para ayudarle a guardar la compra.


Cuando estaban casi terminando, tocaron a la puerta. Aomine salió de la cocina y abrió la puerta encontrándose el rostro inexpresivo de Tetsu y el sonriente de Kise. Miró extrañado a Kuroko preguntándole en silencio qué hacía el rubio allí. No es que le molestara simplemente no esperaba su visita, otra vez.


- Kurokocchi me ha dicho que Kagamicchi iba a cocinar y me he apuntado. Hace mucho que no disfruto de una de sus deliciosas comidas – le contestó Kise pasando al interior de la vivienda.


Aomine sonrió negando con la cabeza y se apartó para que Kuroko también pudiera pasar.


- Kise, ¿por qué no bajáis Daisuke y tú a la cancha y le ayudas a mejorar los movimientos que le has enseñado esta mañana mientras nosotros ayudamos a Taiga a preparar la comida? Así no os aburriréis – le sugirió Tetsu y entonces Aomine comprendió que por ese motivo Kuroko había llevado a Kise, para que pudieran hablar tranquilamente sin que su hijo pudiera enterarse de la conversación.


- Sí, sí – exclamó Dai emocionado – Tío Tetsu, lo has dicho en el momento perfecto porque acaba de terminar el reportaje que estaba viendo. Vamos, Kise.


A Kise no le dio tiempo ni de abrir la boca cuando el pequeño ya había ido a coger su pelota y lo arrastraba fuera del apartamento. Aomine se encaminó hacia la cocina seguido por Kuroko, así podrían hablar los tres mientras Kagami cocinaba.


- Ahora que estamos solos, ya puedes contarnos lo que ha pasado – le dijo Tetsu.


- Me he encontrado con Akashi en el supermercado y me ha besado de repente. Le he apartado… estaba muy cabreado. Me ha soltado que Daisuke podría haber sido nuestro... pero al decirle que seguí con mi vida y que no le quiero cerca de Daisuke, no sé por qué pero creo que ha pensado que estoy saliendo con Kagami y que Daisuke es nuestro hijo. No se lo he afirmado pero... tampoco se lo he negado – les contó preocupado.


- ¿Qué? - gritó asombrado el pelirrojo - ¿Por qué habrá pensado eso?


- Seguramente os habrá visto comprando juntos y se habrá llevado esa impresión – supuso Tetsu.


- Lo siento por enredaros en mis problemas. Podéis aclararle que Kagami no es mi pareja, así no habrá malentendidos.


- No, es mejor que le digamos que sí – respondió Kuroko dejando con la boca abierta a Kagami de la impresión.


- ¿Cómo? - soltaron los otros dos impresionados.


- ¿Por qué quieres hacerle creer que él y yo estamos juntos y que tenemos un hijo en común? ¿No es mejor que crea que Dai es tuyo y mío? - le preguntó Kagami a su novio.


- No, es mejor si te haces pasar por su novio y por el padre de Dai. Si ya se presentó en su trabajo es porque habrá investigado sobre lo que ha hecho durante todos estos años y puede que sepa que Daisuke es de Aomine, así que lo mejor es afirmarle que eres el padre también. Quizás así no trate de volver con él y le deje un poco en paz. Tampoco podrá pensar en la posibilidad de que él es el padre, no sabemos cómo puede reaccionar si se entera de la verdad y que ha estado separado de su hijo durante todo este tiempo.


- No estoy seguro... - le dijo Kagami.


- Por favor – le pidió Kuroko y cuando su novio centró su vista en él, no pudo resistirse a su mirada. Tenía su rostro igual de inexpresivo de siempre pero sus ojos reflejaban súplica y pena.


- De acuerdo, tú ganas. Seré el novio de Aomine – acabó accediendo derrotado.


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