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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Akashi regresó a casa hundido, las palabras de Aomine lo habían destruido junto a sus esperanzas. Una cosa era imaginar que Daisuke era hijo de Kagami y que había formado una familia con éste por obligación pero otra era escucharle afirmar que realmente era hijo de ambos y que amaba a su antiguo compañero pelirrojo. Ahí le confirmó que no tenía ninguna posibilidad de recuperarle, el amor de Daiki ya tenía otro dueño. Pero Aomine no sólo había destrozado su corazón sino su orgullo y hombría, le había dolido que le restregase que Kagami solamente necesitó una única noche de pasión para dejarle embarazado.


Miró una botella de cristal llena de whisky que había comprado para los invitados y le dieron ganas de tomar un trago pese a no haberlo hecho nunca. Tenía ganas de emborracharse por primera vez y olvidarse de lo miserable que era su vida pese a ser famoso y tener una gran fortuna. Se acercó hasta el estante donde descansaba la botella y la alcanzó con la mano, paseando pensativo sus dedos sobre el cristal. Iba a abrirla para servirse una copa pero cambió de opinión y dejó el whisky en su sitio.


El alcohol no era una solución, sus problemas seguirían ahí después de que se le pasara la embriaguez o puede que incluso los empeorara, no sabía cómo podía llegar a actuar bajo los efectos del alcohol ya que nunca se había emborrachado. No quería cometer alguna locura que agravara la débil relación que tenía con Aomine. Prefirió ir a la lujosa cancha de baloncesto que había construido en su mansión y estrenarla por fin. Quizás tirar a canasta y entrenar evitaría que siguiera pensando en las palabras de la única persona que había amado. Se encerró en la solitaria pista y practicó hasta que no pudo más tirándose al suelo para recuperar el aliento.


A la mañana siguiente, se despertó con frío y con los músculos agarrotados. Abrió los ojos mirando desorientado a su alrededor y se dio cuenta que se había quedado dormido en la dura superficie de la cancha. No le extrañaba que le doliera todo el cuerpo, esperaba no caer enfermo ya que hoy le presentaban de manera oficial en su equipo y comenzaría los entrenamientos con sus nuevos compañeros. Se levantó de un salto al recordar ese dato y buscó su teléfono en los bolsillos de la ropa que llevaba para comprobar la hora que era. Chasqueó la lengua con fastidio al ver que no tenía mucho tiempo para ducharse, cambiarse y conducir hasta su nuevo lugar de trabajo.


Llegó con la hora justa a las instalaciones oficiales del equipo, donde le prepararon para la rueda de prensa en la que se anunciaría su fichaje. Tras terminar de contestar las preguntas de los periodistas, se cambió de ropa para ponerse el uniforme nuevo con su nombre y número escrito en la parte trasera e hizo una pequeña demostración de sus habilidades para la prensa. Después, le presentaron al resto de jugadores, el entrenador y el equipo técnico y comenzaron su primer entrenamiento oficial.


Fue un día duro para Akashi, todavía tenía el cuerpo dolorido y, pese a estar muy ocupado, no podía apartar a Aomine de su mente. Sus palabras se repetían una y otra vez como si estuviesen en bucle atormentándolo sin parar. Trató que su estado de ánimo no se reflejase en su rendimiento, no podía dejar que su vida personal afectase a su trabajo.


Y así pasaron unos días. Akashi acudía a los entrenamientos tratando de centrarse únicamente en estos desde por la mañana hasta última hora de la tarde, aunque Aomine siempre estaba presente en sus pensamientos. Lo peor era cuando regresaba a su fría y solitaria mansión, ahí era cuando se ponía a meditar y se hundía al darse cuenta de lo vacía que estaba su vida sin la persona a la que amaba.


Le había dado muchas vueltas a todo el asunto de Aomine, él ya no le quería y era feliz junto a la familia que había formado con Kagami, por eso había decidido rendirse y apartarse. Le dejaría en paz porque no quería interponerse en la felicidad de la persona que amaba aunque eso significase renunciar a su amor y vivir con dolor el resto de su vida pero... se dio cuenta de que era mucho más duro y difícil de lo que pensaba. Quería verle, necesitaba tenerle en su vida aunque fuese desde la distancia... no podía vivir sin él.


Tras mucho cavilar, llegó a una conclusión. Seguiría con parte de la decisión anterior, no se entrometería en su relación con Kagami ni intentaría conquistarle porque sabía que jamás podría volver a ganarse un rincón en su corazón pero, sí que trataría de recuperar la amistad que una vez tuvieron y le devolvería la ilusión por el baloncesto aunque Aomine le hubiese dejado claro que no era su culpa por el que perdió el interés. Lo haría por su propio egoísmo porque le gustaba cuando Aomine jugaba y sacaba su carácter, quería volver a verle sonreír y disfrutar con los mates. No sabía qué le había pasado para que cambiase tanto, no era que le desagradase el actual Aomine pero quería volver a ver al antiguo, ése que rebosaba descaro y osadía.


Aprovechó que el fin de semana lo tenía libre para visitar la antigua cancha donde jugaba con sus amigos. Tenía la esperanza de encontrarlos allí, también quería recuperar el contacto con ellos y redimirse por sus acciones pasadas. Pero a los únicos que se encontró fueron a Kagami y a Daisuke practicando con la pelota. No pudo evitar sentir envidia al verles gastarse bromas mientras jugaban, deseaba tanto que Daisuke fuera hijo suyo y de Aomine... pero no era así y debía hacerse a la idea.


Padre e hijo detuvieron sus movimientos y se giraron cuando escucharon a alguien acercarse a ellos. La cara de Daisuke se iluminó en cuanto le reconoció contrastando con la de Kagami, su ceño fruncido y su mirada entornada indicaban que no estaba contento con su presencia.


- Hola, Dai – saludó con una pequeña sonrisa al niño y a continuación miró con seriedad al hombre frente a él – Kagami.


- Akashi – le devolvió el saludo con el mismo tono.


- ¿Quieres jugar con nosotros? – le propuso el pequeño sin ser consciente de la tensión que se había creado entre ambos adultos.


- Seguro que Akashi tiene prisa y debe marcharse ya. La vida de los famosos es muy ajetreada – intentó disuadir a Daisuke, quien miró a su jugador favorito con pena.


- Hoy es mi día libre por lo que acepto tu propuesta encantado – le contestó al niño sonriendo.


Akashi aprovechó que Daisuke gritaba y brincaba feliz para mirar triunfante a Kagami quien tenía cara de fastidio por no haber podido librarse de él. No le quedó más remedio que dejar que Akashi se uniera a ellos. Y entre tiros y dribles, pasaron la mañana.


Hubo un momento en el que la pelota salió disparada y se escapó por un agujero que había en las rejas, quedándose en medio de la carretera. Antes de que los adultos pudieran reaccionar, Daisuke ya había salido tras ella. Estaba a punto de cruzar la carretera sin mirar cuando Kagami le alcanzó y le agarró del brazo deteniéndole.


- ¿Cómo se te ocurre salir corriendo tras la pelota sin mirar por dónde vas? – le regañó cabreado y asustado.


- Lo siento – murmuró cabizbajo el niño – Pero por aquí no suelen pasar muchos coches – trató de excusarse.


- Me da igual que pase uno o que pasen miles, tu padre y yo te hemos dicho millones de veces que jamás cruces la carretera sin mirar – le rebatió alterado – Nos vamos a casa ahora mismo.


- No, por favor – le rogó desesperado – te prometo que no volverá a pasar.


Kagami observó con seriedad al pequeño y acabó rindiéndose ante aquellos ojos llorosos. Daisuke no era un chico que llorase fácilmente y verle así le demostraba que para él era importante seguir jugando con su ídolo.


- Está bien pero no saldrás de la cancha sin que yo te lo diga, ¿entendido? – le preguntó y el niño asintió – Espera aquí.


Iba a ir a por la pelota cuando un coche pasó por encima de ella destrozándola. Miró a Daisuke y éste entendió que quería dar por finalizado el entrenamiento pero no estaba dispuesto a ello.


- Puedes ir a casa y coger otra – le sugirió.


Kagami caviló dubitativo mirando al niño y a Akashi, quien se había acercado tras observar la escena y su lado paternal y protector. Taiga no quería dejar a solas a Daisuke con Akashi pero tampoco podía llevarlo a casa de Aomine, no quería que se enterase de dónde vivía. Al final decidió que iría en un momento a por otra pelota él solo y volvería enseguida.


- De acuerdo, tardaré lo menos posible en volver – le comunicó – Cuida de él mientras no estoy – le ordenó a Akashi.


Se marchó de allí corriendo dejándolos solos. Esperaba no haberse equivocado con su elección, no podía pasar nada en tan poco tiempo, ¿no?


Akashi cogió suavemente los hombros de Daisuke y éste miró hacia arriba encontrándose con la sonrisa de su ídolo. A Akashi le encantaba aquella sonrisa que siempre le dedicaba ese niño, el hijo de Aomine. Sentía un cariño especial por él y le recordaba demasiado al amor que ya había perdido.


- Vamos a sentarnos mientras esperamos a Kagami - comentó Akashi.


Ambos caminaron hasta el final de la cancha y se sentaron reposando la espalda contra una de las destrozadas paredes. Akashi sentía tanta lástima de ver aquella cancha en ese lamentable estado... era su cancha, la primera en la que jugó, la primera en la que hizo amigos, la primera en la que fue capitán por primera vez de toda aquella generación de milagros que había nacido y ahora... todo estaba hecho añicos.


- ¿Qué tal está tu padre? Quiero decir... Aomine.


- ¿Le conoces? - preguntó sorprendido Daisuke sin dejar de sonreír.


- Sí. Tus padres y yo jugamos un tiempo en el mismo equipo hace muchos años. Fue antes de marcharme a Estados Unidos por mi contrato en la NBA.


- Él está bien, o eso creo - comentó - Ahora al menos ya no le escucho llorar, hace mucho tiempo que no lo hace.


- ¿Lloraba?


- Hace años. Él no lo sabe pero cuando se escondía en su habitación diciéndome que iba a descansar un rato, le escuchaba llorar detrás de la puerta. Nunca me atreví a preguntarle para no molestarle. No quiero verle triste, así que le pregunté al tío Tetsu, era su mejor amigo y algo tenía que saber. Me dijo que era por un antiguo amor que le rompió el corazón pero que se le pasaría con el tiempo. Yo tenía seis años entonces. Por un momento pensé que era demasiado tiempo el que había estado sufriendo, al menos ahora parece que Tetsu tenía razón, le ha debido de olvidar o al menos ya no le duele como antes.


Por un momento Akashi entendió algo, Aomine era todo un mentiroso, seis largos años de su vida aún pensó en él y en aquella traición, le dolía porque le amaba. Quizá podía estar con Kagami, quizá sólo fue un revolcón de una noche en la que se quedó embarazado y Kagami tuvo que cumplir como padre. No estaba seguro de lo que estaba ocurriendo allí pero lo que tenía claro era que Aomine no le había contado toda la verdad al respecto. Decía que amaba a Kagami, que era todo un tigre en la cama, que le hacía disfrutar como él no podía hacer pero por las noches, durante seis años había llorado por él.


No hablaron mucho más, Kagami apareció al otro lado de la calle mirando a izquierda y derecha para cruzar sin peligro hacia la cancha. Akashi le miró por unos segundos, había sentido celos y envidia de él pero ahora mismo, no podía sentirlo, dentro de él aún quedaba una esperanza con Aomine, le había echado de menos durante años, incluso estando con Kagami había llorado por él, eso aunque le entristecía, le daba esperanzas. Quizá aún no era demasiado tarde para recuperarle.


Jugaron un rato más hasta la hora de comer. Daisuke, antes de marcharse, le preguntó a Kagami por su padre y éste le respondió que vendría pronto, estaba haciendo un encargo en una de las tiendas no muy lejos de allí. Daisuke sonrió y luego se giró hacia Akashi intentando convencerle que viniera más a menudo a jugar con él. Akashi sonrió y asintió pese al rostro de disgusto de Kagami.


Cuando giraron en la primera esquina y les perdió de vista, Akashi caminó por el barrio intentando encontrar a Aomine, quería preguntarle muchas cosas, quería preguntarle por aquella tristeza, por sus lágrimas, por el motivo por el que lloraba, quería disculparse por aquella traición, ni siquiera lo había hecho aún.


Caminó casi diez minutos pero ni rastro de Aomine hasta que le vio salir de una de las pequeñas tiendas del barrio cargado con una bolsa de papel marrón con algunas verduras y frutas.


Akashi intentó cruzar al otro lado pero era imposible, cada vez que iba a bajar de la acera un coche venía a gran velocidad y le tocaba subir el pie de nuevo a la acera para no ser atropellado. Chasqueó los dedos y corrió siguiendo a Aomine desde el otro lado de la calle. Quiso gritar su nombre, llamarle y comentarle que esperase pero se detuvo cuando vio que iba a cruzar la calle por uno de los pasos de peatones. Sonrió porque iba a ir hacia él, por lo menos la suerte estaba de su parte. Se esperó unos segundos mirándole fijamente cuando vio que Aomine bajaba el pie a la carretera sin darse ni cuenta que el semáforo para peatones estaba en rojo.


Akashi aterrado al ver el coche que iba en su dirección gritó su nombre sacando a Aomine de aquel trance en el que estaba, seguramente ni se había dado cuenta del semáforo por el sobresalto que se llevó al escuchar cómo alguien gritaba su nombre. Al girar la cabeza vio el coche prácticamente a su lado dejándole completamente paralizado en el sitio. Akashi asustado como estaba, ni siquiera se lo pensó cuando se lanzó corriendo hacia él cruzando por el paso de peatones sin mirar obligando a un par de coches a frenar en seco para no arrollarle.


Akashi se lanzó contra el pecho de Aomine empujándole hacia atrás hasta que el trasero de Aomine chocó contra la acera tirando la bolsa de papel que llevaba con las verduras al suelo y quedando Akashi encima de su cuerpo dejando que el coche pasase de largo sin tocarles.


Aomine se quedó unos segundos aún medio recostado en la acera, sintiendo el peso del cuerpo de Akashi sobre el suyo. Las manos de aquel pelirrojo estaban agarradas con fuerza a su camiseta sin mucho ánimo por soltarle. Aomine quiso decirle algo, quiso que le soltase pero se detuvo al ver cómo un par de lágrimas caían sobre su abdomen. Podía oír un ligero sollozo y supo que era Akashi, estaba llorando y jamás había visto a su capitán llorar. Se había asustado.


- Aka... - intentó hablar Aomine mientras movía su mano con cierta lentitud hacia aquel cabello rojizo tratando de calmarle. Le recordaba a un niño pequeño que había pasado el mayor susto de su vida.


- Idiota - le gritó Akashi aún llorando - Eres un idiota. Podías... podías haber muerto.


- Lo siento - susurró Aomine - Akashi...


Aomine no estaba seguro sobre qué tenía que decirle. No sabía cómo calmar a aquel chico pelirrojo que acababa de salvarle, que acababa de cruzar una calle entera llena de coches sin mirar por su seguridad, sólo preocupado por salvarle a él. Por un momento, vio al antiguo Akashi, aquel que habría hecho cualquier cosa. Aomine levantó la barbilla de Akashi uniendo sus labios a los suyos. Ni siquiera él sabía lo que le estaba pasando, sólo quería no verle llorar, por alguna extraña razón, no soportaba ver sufrir a ese chico pelirrojo, las ganas de protegerlo, aquel amor que aún sentía por él salió de golpe evitando que pensase lo que estaba haciendo.


Akashi se sorprendió de aquello abriendo los ojos como platos. Las lágrimas aún salían de sus ojos pero su mano se movió hasta la nuca de Aomine ejerciendo cierta fuerza en ella para unirle más a su boca y profundizar aquel beso que tanto había deseado.


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