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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Akashi estaba estático frente a la puerta del apartamento donde vivía Aomine, nunca se le hubiese ocurrido que pudiera haber estado cenando en un restaurante tan caro, no solamente porque dudaba que tuviese el dinero necesario teniendo en cuenta dónde trabajaba, sino porque sabía que no era fan de la alta cocina. Aomine siempre había preferido los restaurantes familiares o de comida rápida, recordaba que siempre se quejaba de la poca cantidad de comida que servían para lo cara que era y que aquellas minúsculas raciones no llenaban ningún estómago.


¿Por qué había tenido que ir precisamente el mismo día que su padre le tendía una trampa? Aquello era demasiado para ser simple casualidad. ¿Acaso era posible que su padre también estuviera tras la aparición de Aomine? ¿Pero cómo lo habría orquestado? Dudaba que su padre hubiese hablado con él o que Aomine hubiese aceptado ir, se odiaban mutuamente. Era posible que se equivocase al culpar a su padre también de ese incidente, quizás sólo había sido mala suerte.


Dejó a un lado esos pensamientos, ahora lo importante era tratar de explicarle a Aomine que Momoi no era su novia. Pensó en volver a tocar a la puerta, pero desechó esa idea casi al instante. Pondría la mano en el fuego a que Aomine no le abriría en ese momento, estaba demasiado cabreado con él. Lo mejor era marcharse y dejarle tranquilo por ahora, darle tiempo y espacio para que se calmara, ya intentaría hablar con él más tarde.


Salió del bloque de apartamentos y se metió en su coche para acudir a los entrenamientos. Suspiró al pensar lo tenso e incómodo que iba a ser reencontrarse con Momoi tras lo ocurrido la noche anterior. La había apartado un poco brusco debido a la sorpresa cuando le besó y después se marchó casi corriendo poniendo como excusa que no se encontraba bien. Quizás debería haberle aclarado en ese momento que no sentía nada por ella, que aquella cena formaba parte de un plan creado por su padre, pero estaba demasiado conmocionado como para razonar.


Sabía que debía dejarle claro que no había nada entre ellos ni podría llegar a haberlo, pero tenía dudas si era buena idea contarle toda la verdad. No le importaba que la reputación de su padre se arruinase o que cualquier negocio que tuviera entre manos con el padre de Momoi no llegase a buen puerto por su culpa, era lo mínimo que se merecía por meterse en su vida privada, solamente no quería hacer más daño del debido a Satsuki. Ya iba a romperle el corazón al rechazarla, ella no necesitaba que la humillase al decirle que le habían tomado el pelo, no tenía culpa de que su padre fuese un manipulador y la hubiese usado a su conveniencia.


Tras llegar a su destino y cambiarse la ropa en el vestuario, fue hasta la pista donde había algunos compañeros practicando tiros mientras esperaban a que llegase el resto del equipo. Iba a unirse a ellos, cuando una delicada mano le cogió de la muñeca impidiéndoselo.


- ¿Te encuentras mejor? - le preguntó Momoi preocupada.


- Eh... Sí, sólo fue una pequeña indigestión – le mintió.


- Me alegro – respondió aliviada – me quedé preocupada cuando te fuiste de repente, por un momento pensé que te marchaste por mí, por... el beso – murmuró sonrojada.


Akashi se sintió mal, no había pensado en cómo se habría podido sentir al dejarla allí plantada sin darle una buena razón. La cogió de la muñeca y se la llevó fuera de la cancha para tener un poco más de intimidad. No quería que hubiera espectadores cuando la rechazase ya que tenía la impresión de que Momoi acabaría llorando cuando lo hiciera y de esa forma, le evitaría el mal rato.


- ¿Por qué me has traído hasta aquí? ¿Pasa algo? - le preguntó la chica al verle más serio de lo habitual.


- Tengo que decirte algo.


Momoi le miró expectante y Akashi sintió por un segundo que se le atoraban las palabras pero pensó que lo mejor era ser directo.


- No pretendía darte falsas esperanzas pero, me he dado cuenta de que aún estoy enamorado de mi ex-novio. Lo siento.


- Oh – fue lo único que salió de la boca de la chica.


Akashi vio que le temblaba el labio inferior y que su mirada dolida y decepcionada se humedecía por las lágrimas acumuladas. De repente, Momoi le sonrió pero se notaba que era una sonrisa forzada aunque el pelirrojo prefirió callarse.


- No pasa nada, todos tenemos amores que son difíciles de olvidar.


- Yo...


- Qué cabeza la mía – le interrumpió – se me ha olvidado coger los papeles con las jugadas que vamos a practicar hoy. Será mejor que vaya a por ellos.


Momoi salió a toda prisa de allí dejando a Akashi solo en medio del pasillo. El pelirrojo sabía que era un pretexto para marcharse cuanto antes, había visto que ya tenía esos papeles en la carpeta que llevaba, pero no iba a detenerla o seguirla. Seguramente quería estar sola para desahogarse. Se sentía mal por romperle el corazón pero era mejor hacerlo ahora antes de que se ilusionara más con la mentira que le hubiese contado su padre.


Regresó a casa horas más tarde tras un incómodo entrenamiento. Momoi no había aparecido hasta media hora después de que comenzara y Akashi notó enseguida sus ojos hinchados y enrojecidos. La chica apenas le habló o miró, le evitaba a toda costa pero a él no le importó, pensaba que era lo más conveniente para ambos.


Tras ducharse y llenar su estómago con comida, decidió hacerle una visita a Aomine a su trabajo. Creía que le había dejado tiempo suficiente para que se calmara y no le tirara un botellín de cerveza nada más le viera cruzar la entrada del bar.


Después de conducir hasta allí y conseguir aparcar, entró al bar caminando directo hacia la barra esperando ver a Aomine tras ella, pero ahí solamente había una mujer rubia y un corpulento hombre que atendían a los clientes. Miró a su alrededor tratando de localizarle pero no veía su cabello azulado por ninguna parte. ¿Acaso era posible que hubiese faltado al trabajo?


- Disculpa – llamó al camarero que enseguida se acercó a él para tomarle nota.


- ¿Sí? ¿Qué te sirvo?


- Un Whisky doble y saber si Aomine tiene libre la noche – le comentó pasándole un billete por la información.


- Está dentro tomando un descanso – le susurró el camarero.


- De acuerdo. Gracias por la información.


- Ahora le traigo su Whisky.


Esperaría hasta que terminara el descanso de Aomine, entonces intentaría hablar con ese chico y aclararle que no había nada entre Momoi y él. Como no tenía nada que hacer mientras esperaba, se sentó en un taburete y se puso a mirar uno de los televisores que había colgados por el local que a veces transmitían partidos en directo de aquel pseudo-deporte que tanto adoraban los clientes de ese bar. Quizás si veía un poco podría entender qué le encontraban de fascinante a darse golpes brutales por una cancha con camas elásticas.


Pero en aquella ocasión sólo estaban mostrando imágenes de un único equipo. Parecía una recopilación de partidos, logros y jugadores que pertenecían o habían pertenecido a ese equipo. Observaba aburrido las bestias jugadas que llegaban a realizar en aquel juego cuando sus ojos se abrieron como platos al ver entre los jugadores un rostro conocido. ¡Aomine había jugado a Slamball!


Se había quedado demasiado asombrado, no podía creerse que alguien como Aomine hubiese abandonado el baloncesto por la brutalidad de aquel ridículo juego. Era imposible, debía haberse confundido pero se dio cuenta de que no era así cuando volvió a verle saltando en la cama elástica de aquella estúpida pista. ¿Cómo había acabado envuelto en aquello? Y lo más importante... ¿Por qué?


Estaba rebanándose los sesos tratando de entender los motivos de Aomine para unirse a ese equipo cuando cayó en algo. Seguramente la lesión de la que hablaban él y su jefe se la había hecho jugando al Slamball. ¡Menudo insensato era Daiki!


Se levantó hecho una furia de su asiento y se encaminó hacia la parte reservada para el personal, esa vez no se iba a librar de darle explicaciones y ya de paso, le reprendería por haber sido un cabeza hueca. Pero antes de que llegara, se detuvo al verle salir con las mejillas ligeramente teñidas de rojo y algunas gotas de sudor resbalar por la sien mientras se arreglaba la camiseta que llevaba. Estaba claro que acababa de tener sexo. ¿Acaso Kagami le había hecho una visita y habían aprovechado el descanso para follar? Su duda se despejó enseguida, ya tenía su respuesta aunque no le gustó nada.


Detrás de Aomine, apareció su jefe casi en las mismas condiciones que él, pero lo que dejó perplejo a Akashi fue cuando vio que el hombre le metía con disimulo un pequeño fajo de billetes a Aomine en el bolsillo trasero de su pantalón y posteriormente le daba una palmada en el trasero como si se hubiera comportado perfectamente, como si fueran a repetirlo en algún otro momento. ¿El orgulloso y terco Aomine Daiki se había rebajado a ser la puta de su jefe? Ahora empezaba a entender por qué había rechazado el trabajo que le había buscado, prefería dejarse follar por otros a cambio de dinero.


Akashi esperó hasta que su jefe se marchó y cogiendo a Aomine de la muñeca con fuerza, le metió de nuevo hacia el cuarto cerrando tras él la puerta y empotrando a Aomine contra la primera pared que vio. Apenas Aomine consiguió diferenciar aquel cabello rojizo que metía el rostro en su clavícula y besaba su cuello con lujuria, trató de apartarle sin mucho éxito en el intento.


- Akashi, para de una vez – le gritó Aomine.


- ¿Por qué? ¿No es esto lo que te gusta, Aomine? –le preguntó Akashi – Si el problema es el dinero no te preocupes, te recompensaré bien si te metes en mi cama.


Aomine abrió los ojos dándose cuenta de que Akashi estaba desvariando las cosas que seguramente había visto, ya conocía a Akashi celoso y no era para nada una buena opción enfrentarse a él en esas condiciones.


- Que te apartes – le gritó Aomine empujándole lejos de él – Eres idiota.


- Oh… sí, es cierto, puedo ser un idiota pero tú sólo eres una zorra – le gritó Akashi – te estás acostando con tu jefe por dinero. ¿Qué pasa con Kagami? ¿No es tu novio?


- Tú no sabes nada de mi vida – le recriminó Aomine.


- Lo que sé es que mientras tu novio está cuidando de vuestro hijo o trabajando, tú estás aquí follándote a tu jefe en las horas de descanso. ¿Lo sabe Kagami?


- No te metas en mi vida, Akashi – le amenazó Aomine agarrándole del cuello de la camiseta y levantándole unos centímetros del suelo.


- No lo sabe – sonrió Akashi – Sólo te has vuelto una zorra. Si llego a saber que para volver a tenerte en mi cama sólo tenía que pagar, hace tiempo que te habría tenido. ¿Cuánto quieres para acostarte conmigo?


- Lárgate, Akashi, estoy harto de ti, de escuchar tus estupideces. No pienso acostarme contigo.


- Te pagaré lo que quieras. El doble que tu jefe pero quiero ese trasero de vuelta en mi cama – le dijo Akashi apretando el trasero de Aomine con una gran sonrisa.


Aomine soltó la camiseta de Akashi inmediatamente dejando que sus pies tocasen el suelo nuevamente. ¿Cómo se atrevía ese desgraciado a tocarle el trasero sin su permiso? ¿Cómo era capaz de considerar la mera opción de pagarle para acostarse juntos? Aquel inmenso amor que había sentido por Akashi era demasiado fuerte, jamás podría aceptar dinero de aquel hombre pero no podía decírselo, no podía contarle que Kagami no era nada suyo, no podía explicarle por qué se estaba dejando manipular por su jefe.


Armándose de valor y cabreado por cómo le estaba tratando Akashi, alzó la mano apretando el puño hasta golpearle. Akashi se quedó un segundo paralizado, Aomine le había golpeado, jamás lo había hecho, Aomine no era violento.


- Te odio – le dijo Aomine – no sabes nada de mi vida. Te largaste a Estados Unidos, me abandonaste, me traicionaste por una maldita prueba y ahora vienes aquí como si nada hubiera ocurrido, vienes cuestionando mis decisiones y no sabes nada de lo que ha ocurrido estos nueve años en mi vida. No te atrevas a cuestionarme.


- ¿Cuestionarte? Lo único que veo aquí, Aomine… es que ya no eres el chico del que me enamoré, sólo eres una zorra. Vamos, voy a pagarte mucho dinero por acostarte conmigo, te daré lo que quieras – le sonrió Akashi – ¿Qué tienes que perder, Aomine? Te dejas follar por cualquiera con un par de billetes en sus pantalones, yo te daré mucho más por que toques otra cosa bajo mis pantalones – le dijo cogiendo su mano hasta acercarla a su miembro.


Akashi sonreía con prepotencia y Aomine se dio cuenta en aquel momento, con el miembro del pelirrojo en su mano, que estaba perdiendo la batalla contra él, pero no estaba dispuesto a perder la guerra, él era Aomine Daiki. Es posible que su orgullo estuviera herido, que aquella pantera negra como una vez le llamaron, estuviera demasiado cansada para pelear, pero tenía que hacerlo, tenía que herir a Akashi para alejarle. Le había llamado zorra sin saber nada de lo que ocurrió en su vida y no le iba a permitir que siguiera insultándole, no después de que él fuera quien abandonó a su hijo y a él, quien dejó que su padre se entrometiera en esa relación y la destruyese.


- ¿Sabes por qué no quiero tu dinero, Akashi? ¿Sabes por qué no me acuesto contigo aunque me pagases todo el dinero del mundo? – preguntó Aomine intentando despertar de nuevo aquella pantera que hacía mucho dormía – no tienes nada que ofrecerme, mi jefe me paga, sí… pero también me da el mayor de los placeres, grito como nunca tú conseguiste ni conseguirás hacerme gritar, no me acuesto contigo porque me aburrían las noches que compartía contigo, ni todo el oro del mundo podría compensar una noche tan aburrida.


El orgullo de Akashi cayó de golpe ante aquellas hirientes palabras de Aomine. El moreno sabía que le había dado donde más le dolía, en su hombría, él que se creía el Dios del sexo ahora estaba siendo herido. Aomine sabía que con aquello, Akashi no volvería a molestarle. Le consideraba una zorra y eso no iba a perdonárselo. Su relación se había vuelto una guerra por humillar al otro.


Akashi, cabreado por aquellas palabras, abofeteó a Aomine con la palma bien abierta, tal y como se le hacía a una puta como él. Justo al golpearle se dio cuenta de lo que acababa de hacer pero Aomine sujetándose la mejilla en la que le había golpeado, sonrió dándose cuenta también que le había llamado “puta” de la peor de las maneras.


- Te estoy pagando, Aomine – le dijo Akashi enfadado – coge el dinero como la puta que eres y bájate los pantalones para mí.


Akashi sacó un fajo de billetes ofreciéndoselo. Al ver que Aomine no lo cogía, se lo lanzó al suelo dejándole ver cómo se esparcían los billetes por el suelo.


- Me das asco – le dijo Aomine cogiendo el dinero que le había lanzado Akashi al suelo y golpeando el pecho de Akashi para que lo cogiera, pero no lo hizo – me largo de aquí. No quiero volver a verte en mi vida, Akashi, lárgate de una maldita vez, sal de mi vista para siempre. Yo nunca voy a volver a ser tuyo. Un día descubrirás por qué hago lo que hago y te arrepentirás de haberme insultado.


Aomine se marchó de allí abriendo la mano y dejando caer nuevamente los billetes de Akashi. Al salir al pasillo de nuevo caminó con rapidez hacia la salida trasera y cerró la puerta sentándose en aquel oscuro callejón. Por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas volvieron a sus ojos. No podía entrar así a trabajar, no podía volver tan afectado.


¿Cómo era posible que Akashi le hubiera ofrecido dinero para acostarse juntos? Él le había amado, había tenido relaciones con él siempre por propia voluntad sin pedirle nada a cambio pero él… le había tratado como una zorra y quizá tenía razón, lo era, se acostaba con su jefe por dinero, eso le convertía en una, pero no podía hacer lo mismo con Akashi, a él le amaba de verdad. Lloró como nunca antes lo había hecho, hoy definitivamente… había perdido a Akashi para siempre, él no querría volver a verle a menos que fuera para acostarse con él, jamás volvería a verle con los mismos ojos de amor y comprensión que antes.


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