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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Akashi se despertó al oír la vibración producida por su móvil sobre la mesita de noche, pero ni siquiera se molestó en cogerlo para ver quién le estaba llamando, solamente se giró dándole la espalda al aparato. Hoy tenía el día libre por lo que no podía ser su entrenador, así que quien fuese la persona que le estuviese llamando tendría que intentarlo más tarde. No creía que fuese importante pero, aunque lo hubiese sido, no hubiera contestado, no le apetecía hablar con nadie, no después de la pelea que había tenido la noche anterior con Aomine.

 

Aún le parecía increíble que Aomine hubiese cambiado tanto. No reconocía a la persona que vio anoche frente a él, físicamente era igual a Aomine, a la persona que amó, pero por todo lo demás, era un auténtico desconocido. En eso sí tenía que darle la razón, no sabía nada de su vida, había quedado más que demostrado con la sorpresa que había sido enterarse que su novio era Kagami y tenían un hijo en común, que había dejado el baloncesto para practicar Slamball lesionándose en el proceso y, por último, que no solamente se había convertido en alguien que engañaba a su pareja, sino que lo hacía por dinero.

 

Se dedicaba a trabajar en un bar por las noches pero se sacaba un sobresueldo dejándose follar por cualquiera que le diera unos cuantos billetes. Bueno, tenía que rectificar, cualquiera excepto él. Apretó los dientes enfadado al recordar las palabras que le había soltado Aomine cuando le rechazó, había atacado su hombría, su capacidad de hacer disfrutar a otros en la cama. Recordó con satisfacción que Daiki nunca se había quejado del sexo con él, sus orgasmos demostraban que disfrutaba con él, era algo que no podía fingir, pero no había caído en la cuenta de algo hasta ahora... Cuando eran pareja, no tenían a nadie más con quien comparar, todas sus primeras veces las tuvieron juntos, por lo que cuando rompieron y Aomine probó a Kagami, pudo comprobar que había otros hombres mejores que él en la cama.

 

Apretó los dientes enfadado, no podía ser cierto, él sabía qué hacer para darle el máximo placer a sus acompañantes en la cama. Nunca había tenido quejas de las personas con las que se había acostado, aunque... también era cierto que nunca repetía con la misma persona y tras terminar ambos, solía marcharse o echar a su amante de una noche, dependía de dónde hubiesen tenido sexo. Gruñó, no podía creerse que estuviera cuestionándose por culpa de las palabras de Aomine, no podía dejar que le afectase tanto lo que... una zorra opinase sobre él. ¿Con tantos hombres se había acostado como para ponerle en lo más bajo de la lista?

 

Volvió a girarse malhumorado cuando sintió su móvil vibrar de nuevo pero, como había ocurrido la vez anterior, ni lo cogió, dejó que siguiera vibrando. En cambio sí se fijó en la hora que era y vio que había dormido hasta tarde. Hacía horas que había pasado mediodía pero no le apetecía levantarse de la cama, no estaba de humor para hacer nada, ni siquiera le apetecía practicar en su propia cancha, sentía que ni jugar al deporte que amaba le iba a quitar aquella opresión en el pecho y esa sensación de malestar.

 

No podía creer que hubiera una pequeña parte de él que se arrepintiese de su comportamiento de anoche, sobre todo de la bofetada que le había propinado a Aomine, pero es que estaba tan cabreado, tan celoso y tan... dolido, que había actuado en un impulso provocado por el rencor. Le había puesto furioso descubrir tantas cosas esa noche, pero la gota que había colmado el vaso había sido la humillación recibida por parte de la persona que amaba, porque sí, pese a saber que Aomine se había rebajado a convertirse en una simple zorra, le seguía amando.

 

No pudo evitar que sus pensamientos se desviaran hacia los ''y si...'', imaginándose los diferentes caminos que su vida y la de Aomine pudieron tomar si hubiesen tomado distintas decisiones. ¿Qué hubiese pasado si hubiese elegido quedarse en Japón y haber rechazado el contrato con la NBA para luchar por ganarse el perdón de Aomine y recuperarle? ¿O si no se hubiese dejado manipular por su padre y hubiese jugado limpio en el torneo? ¿O si simplemente hubiese vuelto antes de Estados Unidos y hubiese podido evitar que Aomine tomara un rumbo en su vida que no era la que más le convenía?

 

Bufó irritado. No le iba a servir de nada darle vueltas a esos posibles escenarios porque lo hecho, hecho estaba y no se podía dar marcha atrás en el tiempo para cambiarlo. Aunque no podía evitar tener una espina clavada, creía que si hubiese estado junto a Aomine, sus vidas serían muy distintas ahora, serían mejores y, casi con total seguridad, serían más felices.

 

Tuvo que dejar la autocompasión a un lado cuando su estómago rugió con fuerza clamando por comida. No había tomado ni un bocado desde el día anterior y su cuerpo ya protestaba por tal descuido. Se levantó con pesadez de la cama y se fue hacia la cocina en calzoncillos. Por suerte tenía la calefacción puesta por lo que no pasaría frío.

 

Encendió la cafetera, colocó una cápsula dentro y le dio al botón. Se apoyó de espaldas en la encimera mientras esperaba que la taza de café se llenara. De repente, el timbre de su casa sonó extrañándole, no esperaba ninguna visita aunque tampoco es que soliese recibir muchas, de hecho la única persona aparte de él que había estado en casa desde que volvió había sido... su padre.

 

Un gruñido de molestia salió de sus labios al darse cuenta de quién estaba al otro lado de la puerta, se imaginaba el motivo de su visita y estuvo tentado de fingir que no estaba en casa. Seguramente las llamadas que había recibido eran de su padre también, debía de estar muy enfadado para llamarle tantas veces y tomarse la molestia de presentarse en su casa. Pensó que lo mejor era dejarle que le gritase ahora y así quitárselo de encima cuanto antes, porque estaba convencido de que seguiría insistiendo hasta dar con él.

 

Caminó con parsimonia hacia la entrada sin ni siquiera ponerse algo encima, en ese momento ni le importaba que algún paparazzi pudiera fotografiarle con esa pinta. Abrió la puerta con indiferencia encontrándose con la dura mirada de su padre, que al verle sólo con ropa interior, mostró su desaprobación acentuando la dureza con la que le miraba.

 

- ¿Así recibes a todos tus invitados o lo guardas especialmente para mí con tal de sacarme aún más de mis casillas? - le preguntó Masaomi.

 

- Oh, no te creas tan especial, es la bienvenida que le doy a todo el mundo – le soltó echándose a un lado para que pasase. El aire helado que entraba de la calle comenzaba a darle frío.

 

- Apestas – le dijo Masaomi al pasar por su lado, arrugando la nariz por el mal olor que desprendía su hijo.

 

Akashi le ignoró y se encaminó hacia la cocina siendo seguido por Masaomi.

 

- ¿Para qué demonios quieres un móvil si no contestas cuando te llaman? - le soltó malhumorado mientras veía a su hijo tomar un sorbo del café recién hecho.

 

- Para comprobar cuán lejos puedes llegar cuando alguno de tus negocios está en peligro.

 

- Me alegra saber que al menos sabes por qué he tenido que posponer reuniones importantes para venir a verte.

 

- Eso te pasa por usarme para hacer negocios que sólo te benefician a ti.

 

- No sólo a mí, a ambos. Te había encontrado la perfecta esposa y vas y lo tiras por la borda por un don nadie  – alzó la voz molesto – ¿Crees que aceptaría en la familia a alguien que se acuesta con su jefe por dinero?

 

Los ojos de Akashi se abrieron tanto por la sorpresa que parecía que estaban a punto de salir de sus órbitas. Ahora todo en encajaba, había tenido razón al sospechar que su padre tenía que ver con la aparición de Aomine en el restaurante justo cuando le organizó aquella cita con Momoi. ¡Tenía planeado desde el principio impedir que se reconciliara con Aomine!

 

- Deja de inmiscuirte en mi vida de una maldita vez – le gritó Akashi – estoy harto de que intentes controlarme, que me digas con quién debo estar y a quién amar. No es asunto tuyo.

 

- Te equivocas. Es asunto mío porque eres mi hijo y me importas – le chilló.

 

- Si de verdad te importara, querrías lo mejor para mí y no harías lo imposible para separarme de la única persona a la que amo – bramó cabreado.

 

- ¿Cómo puedes amar a una zorra como Aomine?

 

Akashi no lo soportó más y le cogió del cuello de la camisa sorprendiendo a su padre, era la primera vez que Akashi se había atrevido a sublevarse de esa manera contra su padre, pero no iba a permitir que insultara a la persona que amaba, aunque eso le convirtiera en un hipócrita porque él había hecho exactamente lo mismo unas horas atrás. El silencio invadió la estancia y se notó enseguida la tensión en el ambiente.

 

- Lárgate de mi casa y no te atrevas a volver aparecer por aquí nunca más – siseó abriendo la puerta y soltando la camisa de su padre empujándole hacia fuera – Desde este momento no somos familia.

 

Masaomi sintió un dolor agudo en su pecho pero lo ocultó manteniendo su rostro impasible. Con la cabeza en alto y manteniendo la compostura, se dio la vuelta y salió de aquella casa viendo cómo su hijo cerraba la puerta con fuerza en sus narices.

 

Dolido por la acción de su hijo, subió a su lujosa limusina pidiéndole a su chófer que le llevase a la empresa. El coche se puso en marcha saliendo del gran jardín de la mansión de Akashi mientras Masaomi miraba su móvil buscando las citas que tenía para ese día. Por un segundo, al ver a los guardias que abrían la reja de hierro negro de la entrada principal, se dio cuenta de que siempre que buscaba escapar de las preocupaciones, se refugiaba en su trabajo, en la empresa, igual que cuando su mujer falleció. Quizá era su forma de mantenerse ocupado y no pensar en preocupaciones momentáneas. Suponía que ya se le pasaría en enfado a su hijo.

 

Al pasar una de las páginas de su móvil, la fotografía de Daisuke apareció. Aquella fotografía que había tomado él mismo el día en que decidió ir a la destartalada cancha del parque. Nunca había entendido por qué su hijo teniendo la pista que él mismo mandó construir en la mansión, prefería seguir marchándose a aquella mugrosa cancha del parque para jugar con su equipo del instituto, ahora había algo que también le llamaba a él a ir a esa cancha.

 

- He cambiado de decisión, lléveme al parque – ordenó Masaomi a su chófer.

 

- Enseguida, señor.

 

El vehículo cambió de dirección girando en la siguiente calle a la derecha y poniendo rumbo al parque. Masaomi miró por la ventana moviendo con nerviosismo la pierna con el teléfono apoyado en su muslo. Aquel chiquillo tenía algo especial, quizá su parecido a su hijo cuando era pequeño era lo que más le llamaba la atención, el poder recuperar el tiempo perdido que nunca antes había disfrutado con Akashi y que ahora… sabiendo que tenía un nieto no quería repetir sus errores del pasado. Aun así, seguía teniendo un gran problema con nombre propio, Aomine Daiki.

 

Estaba absorto mirando por la ventanilla cuando unas gotas en su cristal le hicieron salir de los pensamientos. Había empezado a llover y se veía cómo cogía cada vez más fuerza. Ni siquiera llegó al parque cuando se encontró a Daisuke corriendo por la acera contigua con la pelota de baloncesto empapándose. Ordenó a su chófer que frenase la limusina y bajó la ventanilla para hablar con el muchacho.

 

- Ey, ¿Daisuke? – le preguntó captando la atención del pequeño que sonrió enseguida al reconocerle.

 

- Eres el padre de Akashi – sonrió.

 

- Sí. ¿Qué haces por aquí solo con este mal tiempo?

 

- Estaba practicando cuando empezó a llover.

 

- Sube anda, te acercaré a casa.

 

- Gracias – comentó el muchacho mientras Masaomi abría la puerta y subía el chiquillo algo cohibido por mojar los asientos.

 

- No te preocupes, siéntate cómodo. Los asientos ya se limpiarán. ¿Te apetece tomar algo? ¿Un refresco? – preguntó Masaomi.

 

- Claro. Me gustan mucho los batidos de la hamburguesería de la esquina. Tío Taiga siempre me lleva allí.

 

- Ya has oído al chico, vamos a la hamburguesería – comentó Masaomi con una sonrisa hacia su chófer que puso rumbo al lugar.

 

En el trayecto, Masaomi aprovechó para preguntarle a Daisuke el colegio al que le llevaba su padre y varias cosas más acerca de sus estudios, del baloncesto y sobre todo sus hobbies. Quería saber todo sobre su nieto, era con el único con quien conseguía relajarse y hasta sonreír. No entendía cómo era posible que alguien tan pequeño y al que acababa de conocer consiguiera sacar aquellas emociones en él.

 

El chófer detuvo el coche no muy lejos de la hamburguesería y bajo a pedir los refrescos. Abrió la puerta trasera a su vuelta y les entregó las bebidas volviendo a subir en su puesto para conducir. Con el mal tiempo que hacía, decidieron finalmente ir a un oceanográfico que estaba en el parque del centro de la ciudad, al menos estarían a cubierto y visitarían algo nuevo donde Daisuke nunca había estado.

 

Daisuke bajó corriendo del coche empezando a mojarse y escuchando cómo Masaomi reía tras él mientras corría también buscando el interior del edificio. Masaomi compró un par de entradas para el oceanográfico y allí pasaron la tarde observando los diferentes animales marinos que allí tenían en cautividad. Era la primera vez que aquel estricto hombre disfrutaba de un rato libre y para colmo… de compañía. Aun así, no podía dejar de pensar en una cosa… ese chico seguía siendo su nieto, el hijo de Akashi Seijuro y de Aomine Daiki. Le habría encantado pasar mucho más tiempo con él pero sabía que su padre jamás lo permitiría, no después de la forma en que él le echó de su casa hacía nueve años.

 

-  Oye, Dai… ¿Qué tal están las cosas en casa?

 

- ¿Por casa? – preguntó el niño extrañado mientras daba un sorbo a la pajita para beber aquel refresco mientras veía jugar a los pingüinos al otro lado del cristal – como siempre, supongo.

 

- ¿Tu padre está bien?

 

Masaomi tenía mucha curiosidad en ese momento por saber qué habría ocurrido después de la trampa que le había organizado a su hijo con Momoi, sabía que Aomine había visto todo aquello y necesitaba saber cómo estaban las cosas.

 

- Sí. Bueno… - se calló de golpe Daisuke sin saber muy bien si tenía que contar algo como lo que había visto o no.

 

- ¿Qué ocurre?

 

- Es que… ayer llegó a casa llorando después del trabajo. Entró en mi habitación a darme un beso de buenas noches y sonreía, pero las paredes de casa son delgadas así que le escuché llorar en su dormitorio. Hacía mucho tiempo que no le escuchaba así.

 

- ¿No sabes por qué está así?

 

- Le pregunté esta mañana pero sólo me dijo que había discutido con alguien en el bar. No he querido preguntarle más para que no se pusiera peor.

 

-  ¿Y tu madre?

 

- No tengo madre – comentó volviendo a beber de la pajita.

 

- ¿Cómo puede ser eso?

 

- Papá me tuvo. Sé que suena raro pero hay fotografías de ello. Sus amigos documentaron todo el embarazo de mi padre. De mi otro padre… no sé nada sobre él. Alguna vez traté de preguntarle a mi padre por él pero su mirada siempre me indicaba que le dolía hablar de ese tema. Se quedaba paralizado con la pregunta sin saber qué decirme. Algunas veces hasta traté de preguntar a sus amigos pero siempre me decían que cuando mi padre estuviera listo, me lo contaría todo. En la época en la que solía preguntarle… no dejaba de llorar por las noches y al final dejé de preguntar, no quería escucharle llorar por mi culpa, por hacerle recordar algo que le dolía, así que ya no volví a sacar el tema.

 

- ¿Y abuelos tampoco tienes?

 

- No. Papá no se lleva bien con sus padres y a mi otro padre no lo conozco, así que estamos sólo papá y yo… bueno… y sus amigos del instituto del equipo de baloncesto – sonrió Daisuke.


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