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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Masaomi no podía creerse todo lo que aquel chico le estaba contando sobre Aomine. Siempre había pensado de él que era un chico barriobajero que buscaba el dinero de su hijo. Ese chico había jugado toda su vida en canchas callejeras como un vulgar ratero de poca monta y había terminado siendo la estrella del equipo de su hijo en el instituto.


Aquel día en que Aomine apareció en su casa para comunicarle sobre su embarazo, él ni siquiera le abrió la puerta, le dejó al otro lado de la gran reja metálica tras insultarle, tras haberle insinuado que ese hijo pudo haber sido de cualquiera en lugar de Akashi, nunca le dio la oportunidad de contactar una última vez con su hijo para decirle la verdad y ahora ya no había vuelta atrás, había hecho daño a Aomine durante esos nueve años, le había abandonado con aquel niño del que ahora se estaba encaprichando y había hecho daño a su propio hijo pese a que éste no sabía nada aún. No sabía cómo le iba a contar que ese niño era su hijo.


Tenía tantas ganas de tener a ese niño más días, de estar con él, de enseñarle su mansión, de malcriarle y comprarle sus caprichos, de ser su abuelo pero serlo… implicaría tener que decirle a su hijo toda la verdad, decirle que le ocultó durante nueve años que había sido padre, de enfrentar a Aomine y prácticamente disculparse por no haberle creído. Siempre pensó que aquel chico abortaría cuando supiera que no le darían nada del dinero, pero había tenido a ese niño pese a saber que arruinaría toda su carrera. Por un momento, Aomine le dio lástima aunque seguía sin ser de su agrado en absoluto. Quizá era saber cuánto había sufrido aquel chico, todos aquellos llantos escondiéndose de su propio hijo, todo por el amor tan grande y verdadero que había tenido por Akashi.


- Tu padre te adora, ¿verdad? – preguntó Masaomi.


- Sí – sonrió Daisuke como nunca – Me quiere mucho y yo a él. Es el mejor padre del mundo aunque a veces discutamos por alguna tontería.


Había otro asunto que le pasaba por la cabeza y era el hecho de que Aomine lo hubiera criado completamente solo, sin el apoyo de sus padres, tan sólo de sus amigos del equipo. Todo era demasiado extraño. Sonrió a Daisuke y cambió de tema volviendo de nuevo a caminar por el oceanográfico, viendo criaturas hasta que se hizo tarde. Prefería llevarse a Daisuke ya a su casa, no quería que su padre se diera cuentade que había estado en contacto con su nieto. Tras agradecerle Daisuke por todo a lo que le había invitado, se marchó de la limusina directo al portal de su casa.


El chófer sonrió, era la primera vez que veía la sonrisa de Masaomi desde que su esposa falleció. Ni siquiera con Akashi había sonreído de esa forma pero ahora ese chiquillo le estaba sacando su lado más humano. Masaomi buscó su teléfono móvil y llamó al investigador privado para que investigase a fondo toda la vida de Aomine Daiki, quería saberlo todo de ese chico, si era preciso hasta la marca y talla de sus calzoncillos, no quería perderse absolutamente nada de todo lo que había vivido. Necesitaba saberlo todo de ese chico.


No fue hasta un par de días después cuando el investigador apareció por su mansión con toda la información que había conseguido recoger. Masaomi le indicó que le acompañase a su despacho para hablar con mayor tranquilidad.


- Siéntate, por favor – comentó Masaomi sirviéndose una copa de coñac y sirviendo otra al detective.


- Gracias – agradeció el detective cogiendo la copa entre sus manos.


- ¿Qué has descubierto de ese chico?


- He reunido toda la información posible. La tengo en esta carpeta – comentó pasándosela para que pudiera leerla con detenimiento – Aunque no pensaba que me llamaría de nuevo para investigar a la misma persona, creía que ya te había conseguido toda la información que querías la primera vez que indagué en su vida. ¿no fue suficiente?


- En aquel momento sí, fuiste de gran ayuda con los datos que me proporcionaste, pero han surgido nuevas circunstancias que requerían recabar más información – le comentó con la copa en una mano mientras la otra reposaba encima de la carpeta.


El investigador pensó que se quedaría allí para exponerle lo que había averiguado y explicarle lo que necesitase, pero Masaomi, con gran educación, prácticamente lo echó de su casa comentando que tenía mucho trabajo pendiente y que leería el informe en privado cuando tuviera tiempo. Aquello tan sólo fue una excusa para leer tranquilamente todo el archivo. Kurata no tuvo más remedio que marcharse de allí con una terrible curiosidad por conocer esas circunstancias de las que hablaba y sin siquiera haber probado la copa que le había servido Masaomi.


Esa misma noche, buscó en su mesilla de noche las gafas y recostado sobre unos cojines y bien abrigado bajo las mantas, cogió la carpeta empezando a leer. Se sorprendió al enterarse de cosas que no sabía de aquel chico y mucho menos se habría imaginado. Cuando Akashi le dijo que estaba saliendo con aquel chico, jamás tuvo interés en él, no le importaba. Pensó que sería un amor de instituto, el típico que terminaría pronto pero se equivocaba, su relación cada vez se afianzaba más pero él jamás mostró ningún interés en aprender o saber algo de Aomine. Ahora descubría que había salido adelante solo, que sus padres le habían echado de casa a los dieciocho años cuando se enteraron que era homosexual y lo más importante… según su nieto, ese chico amaba a su hijo, amaba a Akashi y él les había separado.


 


Habían pasado unos días desde la pelea que había tenido con Akashi, pero parecía que, tan sólo minutos antes, había recibido la insultante proposición por parte del pelirrojo llamándole zorra sin ningún miramiento, y que él había devuelto el golpe atacando su hombría adrede sabiendo que tocaría una fibra sensible para Akashi como era su ego. El dolor que su mirada, ésa que reflejaba que le había perdido todo el respeto que una vez le tuvo, y que sus duras palabras le habían provocado aún estaba presente. Todavía podía sentir el daño que le habían causado la humillación y el desprecio por parte de la única persona que amó y aún amaba.


En todas las noches siguientes a la discusión, Aomine había derramado muchas lágrimas en la soledad de su dormitorio pese a no querer hacerlo, no quería volver a llorar por Akashi de nuevo, ya lo había hecho tras lo sucedido años atrás y le había costado mucho superar aquellas noches de tristeza. No quería volver a pasar por lo mismo, pero no podía evitarlo, el amor que tenía por Akashi seguía igual de intenso que el primer día pese a todo lo que le había hecho y por eso le dolía tanto que precisamente él le tratara como una puta.


A pesar de el llanto amenazaba con salir en cualquier momento, Aomine se tragaba las lágrimas y trataba de disimular delante de Daisuke. Fingía que todo estaba bien y le sonreía para no preocuparle sin saber que su hijo le escuchaba llorar cada noche de nuevo, lo cual le hacía sentirse impotente por ser tan pequeño y no poder o saber cómo ayudar a su padre.


Pero el antiguo jugador de la Generación de los Milagros no sólo tenía dolor emocional sino también físico, su rodilla no dejaba de molestarle desde que Akashi le apartó de la trayectoria de aquel coche. Parecía que se había calmado un poco tras el reposo que le obligaron a tomar, pero tan sólo fue un alivio momentáneo, el dolor había vuelto y con más intensidad. Eso le preocupaba a Aomine porque si comenzaba a afectarle a su vida cotidiana iba a ser un grave problema para mantener su trabajo... ambos trabajos, y realmente los necesitaba.


Aomine se apoyó en el respaldo de una silla vacía dejando la bandeja que llevaba en una mesa para masajear su rodilla a ver si se le aliviaba un poco el dolor. Takumi observó desde lejos esa acción por parte de su empleado con el ceño fruncido. Había notado que Daiki llevaba unos días mal por culpa de su lesión y sospechaba que también por culpa de Akashi. Intuía que hacía unas noches algo tuvo que pasar con él porque le vio salir del interior del almacén hecho una furia y marcharse del bar. No sabía qué hacía metido porque esa parte del bar estaba restringida para los clientes y únicamente el personal tenía autorización para estar allí.


Supo de inmediato que estaría relacionado con Aomine al no verle por ninguna parte, así que fue hasta el almacén para comprobar cómo estaba, pero al entrar no había nadie, sólo vio un par de billetes por el suelo y no tenía ni idea de qué hacían allí. Miró por el resto de estancias, incluso en su despacho, por si se había escondido allí, pero nada, no había rastro. Dudaba mucho que se hubiese marchado a casa en medio de su jornada laboral y sin avisar, por lo que la única opción que le quedaba por mirar era el callejón al que daba la salida trasera.


Al acercarse, escuchó unos sollozos ahogados por la puerta entreabierta y se asomó para asegurarse de que se trataba de Aomine. Se quedó consternado al verle allí sentado en medio de la oscuridad con lágrimas saliendo sin control de sus ojos. Se imaginaba que ya habría llorado en otros momentos difíciles de su vida como cuando se lesionó y supo que no podría volver a jugar ni al slamball ni a baloncesto, pero sí que era la primera vez desde que le conocía que le veía llorar y le había impactado demasiado.


No supo qué hacer, por un lado quería salir y consolarle, pero por el otro lado, quería darle espacio para que se desahogara porque sabía que Aomine disimularía y se guardaría el dolor que estaba sintiendo en cuanto le viera aparecer. Al final, eligió dejarle a solas sin importunarle y se dio media vuelta volviendo al trabajo pensando que Akashi no se merecía a Aomine, que solamente le hacía sufrir. Estaba muy decidido a apartar a ese pelirrojo del hombre al que amaba, por lo que aprovecharía la siguiente oportunidad que se le presentase para hacerlo.


Recordando ese pensamiento, Takumi fue hasta la silla donde estaba apoyado Aomine y nada más verle a su lado, éste se puso erguido tratando de disimular que le dolía la rodilla.


- Acompáñame a mi oficina – le dijo cogiendo la bandeja de la mesa.


Aomine le siguió con cierto temor, creía que le iba a despedir por el trabajo mal hecho que había realizado los últimos días pero es que su mente y su cuerpo le ponían trabas para hacerlo correctamente. Vio a su jefe dejar la bandeja con los vasos sucios encima de la barra cuando pasaron por el lado y después se adentró por el pasillo que llevaba a su despacho. Takumi le abrió la puerta y dejó que pasara al interior.


- Toma asiento, por favor – le indicó con seriedad.


El miedo recorrió el cuerpo de Aomine al pensar lo peor, no quería que le despidiese, necesitaba el dinero. Lleno de nerviosismo, se sentó en la silla frente al escritorio que le separaba en ese instante de su jefe. Esperó a que Takumi dijera algo pero al ver que pasaban los minutos y el hombre le miraba con el semblante serio sin soltar ni una palabra, abrió la boca para hablar primero.


- Soy consciente de los errores que he cometido estos días pero no tienes que preocuparte de que vuelva a suceder, te prometo que no se volverá a repetir. Tendré más cuidado de ahora en adelante – le dijo poniéndose en pie para inclinarse a modo de disculpa.


Takumi le miró sorprendido durante los segundos que tardó en comprender que Aomine se había hecho una idea equivocada al pensar que se iba a quedar de patitas en la calle.


- Puedes calmarte, no voy a despedirte – le tranquilizó enseguida.


Todos los tensos músculos del cuerpo de Aomine se relajaron al escuchar esas palabras, se había quitado un enorme peso de encima. Volvió a tomar asiento asumiendo que si su pésimo trabajo en el bar no era el tema a tratar en esa reunión, debía serlo su otro empleo. Quizás Takumi quería hablar sobre los detalles de su próximo encuentro en el hotel.


- Quería saber si has considerado mi oferta de casarte conmigo – le dijo Takumi sin más dilación.


Aomine le miró sorprendido, pensaba que su jefe se había olvidado del tema al no recibir una respuesta por su parte, ya que no lo había sacado a relucir en las últimas semanas.


- Sabes que no te quiero y que lo que hay entre nosotros tan sólo son negocios.


- Puede que lo sea ahora, pero puedes llegar a aprender a amarme con el tiempo. Sería lo mejor para ti. No terminaste el tratamiento para recuperarte al cien por cien de tu lesión ni te sometiste a la operación que necesitabas para volver a jugar a baloncesto porque no podías permitírtela. Como la rodilla dejó de molestarte y podías realizar actividades cotidianas, decidiste que podías vivir sin ella aunque eso te impidiera volver a jugar a baloncesto pero – hizo una pausa para levantarse de la silla y sentarse al borde de la mesa para estar más cerca de Aomine – sabes tan bien como yo que desde que empezó a darte problemas de nuevo, el dolor va cada día a peor y no tendrás más remedio que someterte a cirugía si no quieres perder la movilidad por completo. Si te casas conmigo, no tendrás que preocuparte del dinero, podrás centrarte en recuperarte – continuó sin darle opción a replicar.


Aomine no supo qué contestar. Takumi tenía razón en que si su lesión iba a peor... no quería ni imaginarse los problemas que ello supondría.


- No debes darme una respuesta ahora, puedes pensártelo pero no tardes demasiado, porque mi oferta no durará para siempre.


Takumi pensó que si le daba un ultimatum aunque fuese un farol, tomaría en consideración su propuesta. Aomine era el que perdía más si no aceptaba, él seguiría igual y solamente tendría que pensar en otra estrategia para conseguir retenerle a su lado.


- Vete a casa a descansar por hoy, ya no puedes ni sostenerte en pie. Llamaré a un taxi para que te recoja y te lleve a casa – comentó dando por terminada aquella reunión.


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