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Baloncesto callejero por Fullbuster

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El ruido del temblor de las elegantes copas resonaba por la estancia. Los allí presentes miraban a la gran figura del baloncesto temblar síntoma de la incredulidad, la impotencia y el alcohol tras el escándalo que había montado. Uno de los camareros había corrido a llamar a su superior para indicarle el gran problema que se había formado en el comedor principal pero cuando bajó, no podía creerse que de verdad fuera el hijo de una persona tan importante como lo era el apellido Akashi. No podía echarle del lugar así sin más, pero tampoco podía dejarle allí.


Las manos de Akashi se sujetaban con fuerza a la mesa mientras perdía su mirada en el suelo, confuso por la idea de que era padre, era padre de ese chiquillo que le idolatraba, padre con el amor de su vida. Las lágrimas se desbordaron y llevó una de sus manos ensangrentada por el corte que se había hecho con el cristal de una copa hasta sus ojos. Intentó limpiar las lágrimas pero era imposible, salían más, la impotencia que sentía en aquel momento no le dejaba ver con claridad.


Había llamado zorra a Aomine, había pensado que era un cualquiera, que traicionaba a su novio con su jefe pero no, ahora se enteraba que era un hombre libre, lo había sido desde el momento en que ambos rompieron hacía nueve años. Seguía sin excusarle que lo hiciera por dinero, pero al menos… un peso se quitaba de su angustiado corazón, no era el amante de nadie, no engañaba a nadie, seguía siendo ese Daiki honesto que conoció pese a las mentiras que había artificiado en su contra.


Al darse cuenta de la cantidad de mentiras que había en torno a Daiki, el enfado se hizo presente de nuevo. Quizá era el alcohol quien no le dejaba pensar con claridad o quizá tenía las ideas demasiado claras, pero eso no iba a quedarse así, Aomine tendría que responderle unas cuantas preguntas y sobre todo… no podía alejar a su hijo de él. No tenía derecho a apartarlo de su vida. Él era el padre, quería y tenía derecho a conocerle por mucho que Aomine se opusiera a ello.


Tetsu aún con lágrimas en los ojos, veía consternado la imagen deshecha de lo que una vez fue el altanero Akashi. Temblando, devastado, asimilando que era padre con el amor de su vida, asimilando las mentiras en su contra. Sintió tanta lástima en aquel momento que trató de acercar su mano hasta el hombro de Akashi para indicarle que estaba allí, que podía apoyarle pero éste se apartó con violencia al sentir la yema de los dedos de Tetsu sobre el hombro.


- No me toques – le gritó Akashi – no te atrevas a tocarme, tú… tú y tu novio que armasteis todo este plan en mi contra. Era padre y me lo ocultasteis, ayudasteis a Daiki a ocultármelo con vuestras mentiras – les gritó.


- Aomine tenía sus motivos.


- ¿Sus motivos? ¿Le justificáis? – gritó Akashi - ¿Y yo qué, Tetsu? ¿No tenía derecho a conocer a mi hijo?


- Abandonaste a Daiki – le dijo Tetsu – no sabes por lo que ha pasado.


- Vosotros tampoco sabéis por lo que he pasado yo y me habéis arrebatado entre todos la oportunidad de conocer a mi hijo. Todos vosotros me lo quitasteis, me lo arrancasteis y os callasteis. Sabíais la verdad y nadie me lo dijo. Os maldigo a todos, pero esto no va a quedar así, Aomine va a escucharme, quiera o no quiera.


- No hagas locuras, Akashi – le comentó Kagami desde el otro extremo de la mesa – estás demasiado borracho para pensar, no vayas ahora o podrás decir algo de lo que te arrepientas el resto de tu vida.


Akashi se separó de la mesa con tanta fuerza que volcó las copas tirando una al suelo. El ruido del cristal al romperse sacó un sonido ahogado de asombro y miedo por parte del resto de comensales que veían consternados aquella escena de ira de la gran estrella del baloncesto. Movido por la ira, Akashi cogió del cuello de la camisa esta vez a Kagami aunque no podía levantarle, era demasiado alto y robusto para él.


- Escúchame bien – le dijo colocando aquellos ojos de ira que Tetsu conocía tan bien en su amigo – no vais a arrebatarme ni un segundo más de la vida de mi hijo. ¿Os queda claro?


Akashi soltó el cuello de la camisa de aquel pelirrojo y caminó hacia la salida tambaleándose. Escuchó al jefe de seguridad pedirle que por favor abandonase el local y así lo hizo, no sin antes pasar por la barra a recoger su americana y la botella que estaba bebiendo. Dejó un par de billetes encima de la barra por los desperfectos y el espectáculo que había montado y se marchó de allí. Sólo quería ir a un sitio… la casa de Daiki.


Aún tambaleándose por la calle, continuó bebiendo. Necesitaba beber más que nunca porque todo aquello era demasiado para que su mente lo afrontase. Siempre había pensado que era él quien controlaba su propia vida pero ahora se daba cuenta de que sólo había sido un juguete en manos ajenas, una marioneta de su padre, de Daiki, de toda aquella gente que consideraba sus amigos, todos le habían engañado, traicionado, manipulado, de una u otra forma todos habían jugado con él.


Al llegar hasta la casa de Daiki, miró la pared del edificio hasta alcanzar con su vista la ventana de la casa de Aomine. Las luces estaban apagadas pero era normal, era tarde y seguramente hasta su hijo se habría ido ya a dormir. Pese a ello, esperó a que alguien saliera del portal y corrió como pudo hasta la puerta entrando. En el ascensor aún pensaba cómo iba a enfrentarse a Aomine, no lo sabía, pero esperaba que las palabras fluyeran cuando le tuviera frente a él.


Dio un par de toques en la puerta, ni siquiera quería tocar al timbre por no despertar a su hijo, él no tenía la culpa de las traiciones de su padre. Aomine al escuchar tanto escándalo al otro lado, abrió la puerta encontrándose con el pestazo que desprendía Akashi a whisky. Se tapó la nariz asqueado y luego miró sus pintas. Aún traía su elegante corbata y americana, pero sus pintas le hacían parecer sólo lo que veía… un pobre borracho con una botella casi vacía en la mano.


- Joder, estás borracho.


- Tú – sonrió Akashi acusándole con el dedo mientras se tambaleaba y caía su espalda contra la pared de atrás. Aomine trató de cogerle pero al ver que se golpeaba contra la pared retiró la mano – tú eres el culpable de todas mis penas y desgracias.


- ¿De qué hablas?


- Tú tienes a mi hijo – sonrió Akashi incrédulo.


- Akashi… vete a casa y duerme. Sabes que odio aguantar a los borrachos – Aomine trató de cerrar la puerta pero Akashi se incorporó con rapidez frenando con su mano el cierre de la puerta.


- No se te ocurra cerrarme la puerta otra vez en las narices, Daiki – le dijo con aquella mirada fuera de sí que Aomine conocía tan bien - ¿Dónde lo tienes? Ya sé que es mi hijo.


- Está durmiendo y no creo que os convenga a ninguno de los dos que te vea en este estado tan deprimente. Por favor… vuelve mañana cuando te calmes y hablaremos.


- ¿Hablar? Tú no sabes hablar, Aomine, sólo escucho mentiras salir de tu preciosa boca – le dijo acariciando con la yema del dedo índice los labios de Aomine. Éste apartó su mano con brusquedad de él – no te hagas ahora el digno conmigo. Podemos ser una gran familia.


- ¿En serio? – sonrió Aomine - ¿Con tu padre siempre en medio diciéndote lo que tienes que hacer? Escúchame bien, Akashi, mi hijo no tiene nada que ver con tu asquerosa familia.


- Tiene mis genes – le gritó Akashi – es mío también.


- No, no es tuyo – le susurró Aomine cogiéndole del cuello de la destartalada camisa para acercarle hacia su rostro – es mi hijo. Yo lo llevé nueve meses dentro de mí, le crié, le alimenté, le he vestido y le he dado una educación mientras su supuesto padre se revolcaba con a saber quién en Estados Unidos ganando millones por encestar una pelota a través de un aro.


- Debiste decírmelo. Tenía derecho a ser padre, a elegir si quería estar aquí con vosotros pero no dijiste nada.


- Oh, no, Akashi, no fui yo quien no te dijo nada – le dijo Aomine enfadado – Mi hijo no tendrá nada que ver con tu familia. ¿Me oyes? – le gritó.


- No vas a separarme de él – le gritó Akashi – haré lo que sea para estar con él, así tenga que contratar mil abogados, así tenga que llevarte a juicio, no vas a separarme de mi hijo.


- Eres igual que tu padre – le susurró Aomine – harás lo que sea con ese sucio dinero por conseguir lo que quieres. Lárgate de mi casa.


Ambos iban a llegar a algo más que simples palabras cuando Tetsu y Kagami aparecieron tras ellos. Los dos chicos se quedaron helados al ver la discusión que mantenían ambos. No sabían si debían intervenir o no en todo aquello.


- Qué bien que estéis aquí – comentó Aomine al verles – hacedme el favor de llevarle a su casa. Está demasiado borracho para conducir y yo no quiero que entre en mi casa en estas condiciones. Lo menos que necesita Daisuke es ver a… “su padre” en ese estado.


- Voy a volver – le amenazó Akashi mientras Kagami y Tetsu se lo llevaban – me ocultaste a mi hijo y te arrepentirás de eso.


- Yo no te oculté nada – le gritó Aomine.


Kagami y Tetsu bajaron a un sorprendido Akashi en el ascensor para llevarle a su casa. Una vez en el coche, Akashi se tumbó en el asiento de atrás cerrando los ojos mareado como estaba. Para Tetsu no pasaba desapercibido la ansiedad que llevaba Akashi al descubrir todo aquel asunto, algo le hacía sentirse mal y recostando su cabeza contra el asiento, hizo lo que nunca debió hacer, hablar.


- Aomine sólo te lo ha ocultado ahora. El día en que se enteró que estaba embarazado fue a buscar a tu padre para que le diera tu nuevo número de teléfono y contactar contigo. Ni siquiera le abrió la puerta, le dejó en la calle como un chucho callejero, le dijo que ese hijo podía ser de cualquiera. Aomine ha estado solo desde entonces. Detesta a tu familia, Akashi, se prometió a él mismo que jamás mezclaría a su hijo con alguien de tu familia.


Al escuchar ese importante detalle que acababa de contarle Tetsu, Akashi abrió los ojos sorprendido y se incorporó tan rápido que acabó más mareado de lo que estaba, por lo que tuvo que volver a tumbarse casi de inmediato para refrenar las terribles ganas de vomitar que le entraron. Sus párpados se cerraron y colocó el brazo sobre ellos concentrándose en detener las náuseas que le invadían. Notó un extraño calor recorrer sus entrañas que no tenían nada que ver con todo el alcohol que había ingerido, sino más bien con la ira que comenzaba a sentir hacia su padre. Ahora sabía sobre qué había ido la discusión que tuvieron su padre y Aomine al poco tiempo de marcharse a Estados Unidos.


Su propio padre le había negado la oportunidad de saber que había dejado embarazado a Aomine, le había arrebatado esos años junto a su hijo, se había callado durante todo ese tiempo pese a tener pleno conocimiento de que era padre y había hecho todo lo posible para que no se enterase, como tratar de separarle más de Aomine. Era cierto que Daiki le había estado ocultando la verdad y pese a seguir enfadado con él por ello, podía entender el motivo si su padre le había tratado de esa manera. Él había iniciado todo aquello cuando Aomine intentó hacer lo correcto.


Pensó en las palabras de Daiki, los reproches sobre no considerarlo el padre de Daisuke porque no había estado a su lado ni había formado parte de su vida, que él lo había criado solo, y podía llegar a entender ese resentimiento que sentía hacia él y su familia. Parecía que solamente le fastidiaban la vida. Con ese último pensamiento, se quedó dormido en el asiento trasero del coche.


 


Tras ver cómo sus amigos se llevaban a Akashi, Aomine cerró la puerta del apartamento y se sentó en el sofá alterado. Ni en mil años se le hubiese ocurrido que Akashi aparecería precisamente esa noche frente a su puerta soltándole que sabía que tenían un hijo en común. Le había pillado por sorpresa pero había disimulado lo mejor que pudo y trató de mantener la calma en todo momento por el estado de embriaguez con el que había llegado su antigua pareja. Quería evitar males mayores aunque Akashi se lo había puesto difícil. Menos mal que Kagami y Tetsu habían llegado a tiempo porque había empezado a perder la paciencia y estaba convencido de que habrían terminado en muy malos términos.


Se llevó las manos a la cabeza agarrándola con angustia. No podía evitar repetir en su mente la conversación, en especial las palabras de Akashi que habían sonado a amenaza sobre que no le separaría de su hijo aunque tuviese que contratar a mil abogados y llevarle a juicio. Un miedo atroz se apoderó de él al pensar que pudiera cumplir su palabra y acabara arrebatándole a la única luz de su vida, a su pequeño Daisuke, porque estaba claro que si Akashi le contaba a un juez qué tipo de vida llevaba, lo que hacía para ganarse un dinero extra y las condiciones en las que vivían, que apenas le llegaba para lo justo para subsistir en comparación con todo lo que Akashi podía ofrecerle, le darían la custodia a él.


Sus manos comenzaron a temblar tan fuerte que las tuvo que juntar y apretar con fuerza para ver si conseguía parar el temblor, pero no lo logró sino que aumentó y recorrió todo su cuerpo. Era la primera vez que sentía tanto miedo, pensar que no podía estar junto a su hijo era la peor de las pesadillas, si aquello llegaba a ocurrir, no sabría qué hacer ni quería imaginárselo. Debía evitarlo a toda costa pero no sabía cómo, él no tenía la influencia ni los recursos que poseía la familia Akashi, apenas tenía dinero para las necesidades básicas de su hijo y las suyas propias así que mucho menos tenía para contratar a un abogado, aunque fuese el peor de la ciudad y cobrase lo mínimo.


Dejó de temblar cuando recordó la propuesta de Takumi. Ya había decidido rechazarle tras hablar con Tetsu y realmente no quería casarse con él pero tras lo ocurrido, creía que era la única solución a la situación a la que se enfrentaba. Puede que su jefe no tuviera una fortuna comparable a la de los Akashi ni tampoco sus contactos, pero tenía suficiente dinero como contratar abogados de alto nivel e impedir que le quitaran a su hijo. Además, si se casaban, dejaría de acostarse con él por dinero evitando que Akashi lo usase contra él y, por supuesto, su estilo de vida mejoraría. Se mudarían a una casa mejor que aquel apartamento y podría ofrecerle un buen futuro a Daisuke pagándole los estudios sin problemas.


Se puso en pie por el optimismo que le invadía al enumerar las ventajas de ese acuerdo. Casi todo eran puntos positivos, excepto por que tendría que atarse a un hombre que no amaba ni lograría amar y no estaba muy seguro de cómo se tomaría Dai la noticia ya que no le agradaba nada su jefe. Tomó asiento de nuevo al pensar en aquello, a su hijo no le iba a gustar nada saber que iba a tener un nuevo padre y era precisamente Takumi, pero no había más remedio, ambos deberían aprender a convivir con él porque era la única manera de permanecer juntos. Ya trataría de convencer a Daisuke de que amaba a Takumi para que no se opusiera a su futuro matrimonio.


Miró la hora que era y decidió volver a la cama y tratar de dormir. En cuanto llegase la mañana y dejase a Daisuke en el colegio, hablaría con su jefe para aceptar su propuesta. Caminó hasta su dormitorio pero antes de entrar, se dio la vuelta y abrió la habitación de enfrente donde su pequeño dormía plácidamente. Ver aquel dulce e infantil rostro fue todo lo que necesitó para darse cuenta de que no podría vivir sin su pequeño a su lado, le daba igual sacrificarse con tal de estar junto a él y hacerle feliz. Con cuidado, se metió en la cama tumbándose al lado del niño, cerró los ojos y le abrazó con fuerza por temor a que cuando despertara, hubiese desaparecido.


Horas más tarde, Daisuke se despertó con una gran sonrisa en la boca debido a la grata sorpresa que se había llevado al descubrir que su padre había dormido con él. Cuando era más pequeño, solían hacerlo con frecuencia pero desde que había empezado a trabajar en el bar por las noches, era rara la vez que podían dormir juntos. Le hacía feliz dormir junto a su padre y sentirse querido y protegido por la forma en que le abrazaba. Tras levantarse, desayunaron con normalidad aunque pudo notar que su padre actuaba un poco extraño, le había pillado en varias ocasiones mirándole con nerviosismo e indecisión, como si tratara de hablarle de algo pero no se atreviera. Y no se equivocaba. Aomine quería tantear el terreno y ver cómo podía tomarse la noticia pero no sabía cómo empezar.


- Dai – le llamó.


-  ¿Sí, papá?


- ¿Qué te parecería... - hizo una pausa al no saber cómo continuar ganándose la mirada curiosa del niño - …la idea de que rehiciera mi vida con alguien más, añadir un nuevo miembro a la familia?


- ¿Te refieres a un novio?


- Algo así.


- No sé – le contestó sincero – a pesar de que pasemos mucho tiempo con los tíos Taiga y Tetsu, siempre hemos sido nosotros dos. Pero supongo que si alguien más te hace feliz, no estaría mal tener un nuevo papá.


Aomine se alegró al ver que su hijo se preocupaba por él y su felicidad, pero sabía que su hijo no estaría nada contento cuando le contase que la persona que supuestamente le hacía feliz era Takumi. Cambió rápidamente de tema y continuaron desayunando hasta que llegó la hora de marcharse.


Tras dejar a Daisuke en la escuela, Aomine llamó a su jefe para avisarle que se pasaría por el bar para hablar con él si no estaba ocupado y Takumi le dijo que no había problema ya que no tenía entrenamiento de slamball. Nada más llegar, saludó a los pocos camareros que trabajaban en el turno de mañana y fue directo hasta el despacho de Takumi. Éste le ofreció asiento nada más entró por la puerta y Aomine se sentó en la silla frente a él.


- Deduzco que ya has tomado una decisión sobre lo que te dije y querías comunicármela cuanto antes si no podías esperar a cuando volvieras al trabajo para hablar – dijo Takumi.


- Así es.


- ¿Y bien?


- He decidido que acepto casarme contigo – le contestó.


Una sonrisa comenzó a dibujarse en los labios del otro hombre al haber conseguido lo que siempre había deseado.


- Pero tengo una condición.


Takumi se extrañó ante aquello, no se imaginaba qué más podía querer Aomine de él aparte de todas las ventajas que le indicó en su última conversación.


- ¿Cuál es? - preguntó con curiosidad.


- El padre de Daisuke ha hecho acto de presencia y amenaza con llevarme a juicio y quitármelo – le informó sin nombrar a Akashi sin saber que Takumi ya estaba al corriente – Quiero que impidas que me separen de mi hijo.


- Por supuesto, no tenías ni que ponerlo como condición. Jamás dejaría que eso pasase, sé cuánto quieres a tu hijo y deseo que también se convierta en el mío – le dijo sonriendo al pensar que iba a disfrutar mucho cuando viera la cara de Akashi al enterarse que le había arrebatado a Aomine y a Daisuke.


Por su parte, Aomine se quedó aliviado al saber que ahora tenía posibilidades de salir victorioso de todo aquello. Ya lo único que quedaba era contárselo a Daisuke y no tenía ni idea de cómo hacerlo.


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