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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Tras comprometerse a casarse con Takumi, éste quiso hablar sobre la fecha y detalles de la boda, pero Aomine le dijo que antes de planificar nada, debía contarle la noticia a su hijo logrando que su jefe aceptase posponer la charla para otro momento pese a querer fijar cuanto antes la fecha para tenerle definitivamente sólo para él y así conseguir que Akashi no pudiera arrebatárselo. Por su parte, Aomine se había sentido agobiado por la rapidez con la que Takumi quería dejar todo arreglado. Una cosa era aceptar la propuesta y otra que le bombardeara al segundo siguiente con la planificación de la boda. Escuchar a su jefe preguntarle cuándo prefería que se celebrase la ceremonia le había hecho darse cuenta de lo real que era todo, que realmente iba a convertirse en un hombre casado y no estaba preparado, todavía necesitaba asimilar que dentro de muy poco compartiría el resto de su vida con alguien al que no amaba. Necesitaba salir de allí y por eso le dijo aquello, aunque no fuese del todo una excusa ya que realmente necesitaba poner al corriente a su hijo, necesitaba su aprobación pese a saber que no iba a reaccionar bien cuando se enterase.


Aomine salió del bar y regresó a casa a preparar el almuerzo. Cocinaría el plato favorito de Daisuke para empezar con buen pie la conversación con su hijo, aunque seguramente la salsa especial de Kagami no le saldría tan buena como al propio Kagami. Las horas siguiente las pasó cocinando y practicando diferentes maneras de hacerle saber a su hijo que muy pronto Takumi formaría parte de su día a día de una manera mucho más cercana y personal.


Cuando vio que quedaba poco para que terminaran las clases en el colegio de Daisuke, salió de casa y caminó hacia la escuela lentamente por el dolor que a veces se apoderaba de su rodilla. Al llegar frente al portón, esperó con el resto de padres que aguardaban a que sus hijos salieran y en cuanto vio la cabellera pelirroja tan característica de su pequeño, levantó el brazo para llamar su atención y así se acercara a él.


- Tengo varias sorpresas para ti – le dijo Aomine sonriendo cuando Daisuke estuvo a su lado.


- ¿Sorpresas? ¿Cuáles? – le preguntó el niño con los ojos iluminados por la emoción.


- Una de ellas te espera en casa y creo que adivinarás cuál es en cuanto abras la puerta.


- Vamos rápido – le dijo entusiasmado tirando de su padre aunque sin demasiada fuerza porque sabía que Aomine no podía caminar al ritmo que le gustaría por culpa de la lesión.


Nada más abrir la puerta del departamento, un agradable olor llegó hasta las fosas nasales de Daisuke, quien lo reconoció enseguida.


- ¿Has hecho espaguetis con albóndigas y la salsa especial del tío Taiga? – le preguntó con los ojos brillantes.


- Así es, he tratado de seguir la receta de Kagami al pie de la letra. Espero que me haya salido tan buena como a él – comentó sabiendo que sus dotes culinarias no eran muy buenas.


El niño salió disparado a la cocina dejando la mochila tirada en el sofá y se sentó frente a su plato tras lavarse las manos. Aomine sonrió por la vitalidad de su pequeño y fue tras él para no hacerle esperar más. Almorzaron mientras Daisuke le contaba a su padre lo que había hecho en el colegio ese día y todo lo que había aprendido, pero cuando su plato se quedó vacío, llegó el momento que Aomine temía.


- Me has dicho que tenías varias sorpresas para mí. ¿Cuáles son las demás? – preguntó mirando a su alrededor con curiosidad.


- Sólo hay una más y espero que te haga tan feliz como a mí – sonrió fingiendo felicidad aunque por dentro se odiara en ese instante por mentirle a su hijo.


- ¿Qué es? ¿Qué es? – repetía impaciente.


- ¿Te acuerdas de las preguntas que te hice esta mañana? – le dijo y Daisuke asintió desconcertado – Pues hay una persona aparte de ti que me hace muy feliz y esa persona y yo hemos decidido casarnos.


La sonrisa del niño fue desvaneciéndose a cada palabra que su padre pronunciaba. Aquello le había pillado totalmente desprevenido, creía que la conversación de esa mañana era un supuesto que pasaría en un futuro más lejano y no que horas después le soltase esa nada agradable sorpresa. Todo era demasiado rápido, ni siquiera sabía que su padre tenía novio, nunca le había comentado nada ni le había visto arreglarse para alguna cita.


- ¿Casarte? – le preguntó atónito – ¿Con quién?


Aomine se puso nervioso, sabía que en cuanto soltara el nombre de su jefe, todo iba a ir a peor.


- Con Touya – dijo el nombre de pila de su jefe para que pareciera que había ese tipo de confianza entre ellos.


- ¿Touya? - preguntó confuso al no saber a quién se refería hasta que cayó en la cuenta - ¿Te refieres a Takumi?


- Sí.


Daisuke sabía que debía alegrarse de que su padre hubiese encontrado el amor de nuevo pero no podía hacerlo, no sabiendo que era con Takumi con quien quería casarse. Por la mirada de su pequeño, Aomine supo que el infierno estaba a punto de desatarse en la tierra.


- ¿Pero cómo puedes casarte con él? ¿Cómo puedes querer al culpable de que no puedas volver a jugar al baloncesto, de que te arruinara la vida? – alzó la voz molesto.


- Dai, él no tiene la culpa, fue otro jugador quien me lesionó – trató de tranquilizarle.


- Él te obligaba a lucirte más en la pista y te mantenía mucho más tiempo en la cancha que a los demás sabiendo que los jugadores de los equipos contrarios siempre iban a por ti con más fuerza de lo normal – le gritó cabreado.


- Lo hacía porque era el mejor jugador que tenía.


- Es un capullo egoísta que solamente le importaba ganar aunque te costara la pierna, ni siquiera te ayudó con la operación que más necesitabas, se desentendió sin importarle una mierda – gritó.


- Daisuke, no hables así de él, no es como tú crees y por supuesto, no te he educado para que insultes a la gente  – le regañó Aomine poniéndose serio – No tenía ninguna obligación a pagarme la operación.


Al niño le dolió que defendiera a ese cretino en vez de ponerse de su lado, por lo que se cruzó de brazos apartando la mirada enfadado y dolido. Sentía tanta rabia que tenía ganas de llorar.


- Dai – le llamó Aomine relajando el tono – Nos amamos y lo más importante, te quiere a ti, quiere convertirse en un padre para ti. Es importante para mí saber que estás de acuerdo con esta relación, que podrás aceptarle como otro miembro de nuestra pequeña familia.


- ¿De verdad te importa? Ni siquiera me has tenido en cuenta, has tomado la decisión por ti solo sin ni siquiera preguntarme qué me parecía – le echó en cara – ni siquiera sabía que estabas con él y de repente me sueltas que va a ser mi padre de un día para otro. En realidad te da igual lo que piense porque vas a casarte con él igualmente – le gritó llorando.


Aomine se levantó cuando Daisuke salió corriendo y se encerró en su cuarto. Trató de abrir la puerta pero le había echado el pestillo. Le llamó varias veces para que le dejara entrar y seguir hablando pero su hijo no le contestó, así que al final se dio la vuelta rindiéndose. Sabía que no iba a conseguir nada en ese momento, le dejaría desahogarse refugiado en su dormitorio y ya intentaría hablar con él de nuevo cuando se calmara. Pero lo que no sabía Aomine era que su hijo se había escapado por la ventana a través de la escalera de emergencia y en ese instante iba corriendo hacia la destartalada cancha de baloncesto.


Daisuke se pasó una hora en la misma posición, sentado sobre un banco con las piernas pegadas a su pecho siendo rodeadas por sus brazos y con la cabeza escondida entre ellas. Había llorado sin parar hasta que se quedó en aquella postura sumido en la tristeza dejando que de vez en cuando alguna lágrima solitaria cayera por su rostro.


- ¿Te encuentras bien? – escuchó que alguien le preguntaba mientras tomaba asiento a su lado.


Daisuke no contestó pese a haber reconocido la voz del padre de Akashi, no le apetecía hablar en ese momento. Masaomi le había ordenado a su chófer pasarse por esa zona de la ciudad sin darse cuenta, ya era casi un ritual pasarse por allí cada vez que se dirigía a la oficina o a su casa con la esperanza de ver a su nieto jugar desde lejos aunque no siempre lo conseguía. Que se lo encontrase a esa hora había sido fruto de la casualidad o puede que no, era posible que fuese cosa del destino al ver el estado en el que se encontraba, por eso sintió la urgente necesidad de hablar con él y saber qué le pasaba. Pero cuando no recibió respuesta por su parte, sintió un dolor agudo en el pecho.


- ¿Cómo es que no aprovechas para practicar ahora que tienes toda la pista para ti solo?


- No me apetece – le contestó desanimado – Además ni siquiera me he traído una pelota, se me ha olvidado cuando me he escapado de casa – le contó sin darse cuenta.


- Oh, vaya. ¿Y por qué te has escapado? – siguió preguntándole al haber conseguido que el chico hablase y además le contase ese detalle.


- Me he peleado con mi padre.


Esa frase hizo que Masaomi pensara directamente en su hijo y en las discusiones que últimamente tenían. Parecía que Daisuke se parecía a Seijuuro hasta en eso.


- ¿Por qué te has peleado con él? – indagó.


- Porque va a casarse.


Esa respuesta le pilló por sorpresa, no sabía en qué momento se había prometido Aomine ni con quién.


- ¿No quieres que se case?


- No me importaría tanto si no fuese por la persona con quien se casa – le contestó alzando por fin el rostro.


- ¿Tan terrible es esa persona que te cae mal?


- Sí, es su antiguo entrenador. Por su culpa es que papá tiene la pierna mal y no puede volver a jugar al baloncesto.


Masaomi se sorprendió al enterarse que se casaba con Takumi pero aún más al saber que Aomine no podía jugar al baloncesto por su culpa, esa información no estaba en el último informe que le entregó su detective de confianza. Quiso preguntarle más sobre el tema pero no se atrevió al ver las lágrimas que recorrían las mejillas de su nieto. No quería verle llorar pero no sabía cómo hacer que se detuviese, no tenía ni idea de cómo animarle.


- ¿Te apetece acompañarme a una tienda de animales? – le propuso cambiando de tema pensando que a todos los niños le gustaban los animales. Quizá si veía a algún perrito, se olvidaría del tema y se animaría.


- ¿Vas a comprarte una mascota? – le preguntó curioso calmándose un poco.


- Estoy considerándolo.


- Vale, te ayudaré a elegir la mejor – le contestó con una pequeña sonrisa.


Ambos se subieron al coche de Masaomi y éste le ordenó al conductor que les llevara a la tienda más cercana. Cuando llegaron, estuvieron mirando a los perros que había y Masaomi se alegró al ver que su nieto parecía encontrarse de mejor humor al verle acariciar a los cachorros, pero se desconcertó cuando Daisuke se alejó. Algo parecía haber llamado su atención así que le siguió para ver de qué se trataba y cuando llegó a su lado, vio que miraba entusiasmado a un pequeño minino que ronroneaba con sus caricias.


- ¿Te gusta? - le preguntó al verle con una sonrisa radiante.


- Sí, me gusta mucho.


- Pues entonces es tuyo. Te lo compraré.


- ¿Qué? No, no tienes por qué...


- Es un regalo por haberme ayudado.


- Pero no has elegido mascota aún.


- Entonces considéralo nuestra mascota. Vivirá contigo y yo lo visitaré – le dijo para convencerle – trabajo durante muchas horas y al final acabaría sintiéndose solo, es mejor que esté contigo porque tendrá un hogar mucho mejor donde será mimado y querido por ti.


- Gracias – le agradeció sonriendo.


Masaomi había conseguido animar a su nieto y de paso buscarse una excusa para verle más a menudo. Ambos salieron de aquella tienda con el pequeño gato en brazos de Daisuke.


Tras dejar a Daisuke y al gato en casa, Masaomi pensó que sería un buen momento para tratar de limar asperezas con su hijo. Sabía que lo estaba pasando mal con todo lo ocurrido entre Aomine y él, siempre se había interpuesto en la felicidad de ambos, nunca quiso darle una oportunidad a Aomine y ahora empezaba a ver que quizá todo había sido un gran error. Daisuke, su nieto… él era un encanto de niño, quería pasar tiempo con su nieto, recuperar el tiempo perdido que no pudo ofrecerle a su propio hijo, demostrar que aún podía sacarle provecho a la vida, pero había cometido tantos errores que ninguno de los dos le perdonaría.


Al subir al vehículo y ver que el conductor pensaba coger el centro de la ciudad para cruzarla hacia su mansión, le hizo girar en la primera calle y coger la circunvalación para ir en sentido contrario. Quería ir a la mansión de su hijo y como era de esperar en él… era normal que hubiera cogido la vivienda más alejada a la suya, al otro extremo de la ciudad.


Cruzar la ciudad era toda una odisea con el tránsito que había siempre, pero no podía echarle nada en cara a Akashi. Visto su comportamiento con su hijo en los últimos años, no le extrañaba que quisiera estar lo más alejado posible de él. Arreglar las cosas que durante tantos años habían estado mal, no iba a ser una tarea sencilla y Masaomi lo sabía.


El vehículo se detuvo frente a la imponente puerta principal de la mansión pero Masaomi esperó en el interior del coche hasta que el chófer le abrió la puerta. Salió decidido pese a los nervios que llevaba en su interior. Quería contarle toda la verdad a su hijo, quería decirle que aquel niño que vivía con Aomine era suyo, necesitaba soltar aquel peso que durante tantos años había cargado consigo engañándose con que sería de otra persona.


Tocó al timbre de la puerta y esperó. Nadie parecía dignarse a contestar así que volvió a tocar de nuevo y tras ésa, otra vez más hasta que Akashi abrió finalmente con cara de no haber dormido nada bien y con un pestazo a alcohol que echaba para atrás a cualquiera.


- ¿Qué narices…? – intentó hablar Masaomi acerca de aquel repulsivo olor cuando su hijo abrió los ojos por la sorpresa.


- ¿Tú? – preguntó cogiéndole del cuello de la camisa sin previo aviso - ¿Qué estás haciendo en mi casa? No quiero ver tu cara por aquí. Todo es por tu culpa.


- ¿De qué hablas ahora?


- De Daisuke – gritó Akashi sorprendiendo a su padre, quién no tenía ni idea de que ya se había enterado – Es mi hijo, tú lo sabías y me lo ocultaste, jamás me lo dijiste y eso no te lo voy a perdonar en la vida. Por tu culpa perdí a Aomine y ahora a mi hijo.


Akashi trataba de aparentar cierta fortaleza, aunque las lágrimas no tardaron en salir al pronunciar la palabra “hijo”. Tenía un hijo y se lo habían arrebatado. Nadie fue capaz de comparecerse de él y contárselo, todos habían jugado en su contra y el que más… su padre, ese hombre que ahora estaba frente a él.


- Lo siento, Seijuuro – pronunció Masaomi a punto de llorar, algo que sorprendió a Akashi quién soltó el cuello de su camisa – lo siento mucho. Querría decirte que no lo sabía pero mentiría. Aomine vino a verme casi dos meses después de que te marchases. No me creí que fuera tu hijo.


- Ni siquiera le dejaste entrar, no lo comprobaste y no me avisaste.


- Siempre me preocupé por las influencias, por que tuvieras un buen futuro, que fueras alguien importante. En Aomine sólo veía la desgracia y la deshonra para ti y lo lamento. He estado muy ciego todo este tiempo.


- No me sirven tus disculpas. He perdido ocho malditos años de la vida de mi hijo. ¿Sabes lo que es eso? ¿Sabes tan siquiera cómo me siento? No lo sabes. ¿Y sabes por qué? Porque tampoco tuviste un hijo, sólo tenías una marioneta a la que utilizar y lo hiciste genial, me has arruinado la vida, lo único que necesitaba para ser feliz era estar con ese chico, él lo era todo para mí y le traicioné por buscar tu estúpida aprobación. No debí hacerte caso jamás.


- No puedo volver el tiempo atrás, Seijuuro.


- Deja de llamarme así – le gritó enfadado Akashi – nunca me llamas por mi nombre, para ti nunca fui ni siquiera una persona, era tu negocio. Odio escuchar mi nombre en tus labios.


- Tienes razón – dijo Masaomi sorprendiendo a Akashi – no tengo derecho a llamarte por tu nombre, no he sido un buen padre ni sé cómo serlo pero quiero ser un buen abuelo, quiero mitigar un poco todo el daño y el dolor que he causado.


- No puedes. Yo no confío en ti, nadie lo hace. ¿Por qué tendría que creerte?


- Porque adoro a mi nieto tanto como tú le adoras a él. Te arrebaté a tu hijo y a mí me han arrebatado a mi nieto. Nunca creí que echaría de menos a alguien, no creí que un chiquillo pudiera hacerme feliz pero es así. No quiero que Aomine me aleje de mi nieto.


- Es egoísmo puro. Insultaste a Aomine, le echaste de tu casa sin dejarle explicarse y ahora que conoces a su hijo vienes a tratar de ganarte su corazón. ¿Qué crees que pensará mi hijo cuando sepa toda la verdad sobre ti? ¿Sobre cómo te comportaste con su padre? Te va a odiar por lo que le hiciste. Nadie puede quererte, es imposible.


- Va a casarse – soltó de golpe Masaomi.


- ¿Qué?


- He venido hasta aquí a avisarte que Aomine va a casarse con su jefe.


Aquellas palabras le cayeron como un balde de agua fría a Akashi. No podía creerse justo ahora que se enteraba que tenía un hijo, que Aomine fuera a separarle de él para siempre. Se agarró al marco de la puerta al sentir que sus piernas temblaban, al sentir cómo se mareaba y las náuseas volvían a aparecer.


- Haz algo, Akashi, porque vas a perderle si no lo haces.


- ¿Qué haga algo? – gritó enfadado - ¿Qué quieres que haga, Masaomi? – pronunció su nombre para evitar la palabra “papá”. No pensaba que se mereciese aquella palabra – Has estado malmetiendo entre nosotros desde que volví, has hecho de las tuyas y nos has separado más de lo que ya lo estábamos y vienes aquí a decirme… que haga algo. ¿Qué demonios quieres que haga? Tú te has encargado de arruinar todos mis planes con él, ya no me queda nada, soy incapaz de pensar en algo ahora mismo.


- Puedo ayudarte a recuperarle.


- Es posible, pero no confío en ti ni en tus trucos – dijo Akashi enfadado.


- Sé que no puedo cambiar nada, Akashi, sólo puedo decirte que me arrepiento de todo lo que os he hecho, tanto a ti como a él, pero no dejes que se lleve a Daisuke, no puedes permitir que lo aleje de nosotros para casarse con alguien a quien no ama. Los dos sabemos que Aomine sigue amándote a ti pese a todo el dolor que le causé, porque sé que es mi culpa. Tú sólo fuiste un adolescente que pagó los platos porque influencié sobre ti. Le traicionaste por mi culpa, siempre te puse en una mala situación teniendo que decidir entre hacer lo correcto con tu familia o hacer lo correcto con tu pareja, siempre estuviste en medio de mi guerra contra Aomine y lo lamento. Saliste herido por mi culpa y quiero arreglarlo, quiero arreglarlo todo de verdad.


- Ya es tarde para eso – Akashi cerró la puerta tras él metiéndose de nuevo en casa.


Jamás esperó escuchar algún tipo de disculpa por parte de su padre y aquello había sido mucho más que una simple disculpa, había reconocido sus errores, se había sincerado como nunca hacía pero aun así, le dolía demasiado haberse enterado de todo lo que llegó a hacer para destruir aquella relación. Quizá en otras circunstancias al escuchar algo así le habría perdonado, pero en este caso no podía, eran demasiadas cosas, demasiado tiempo… le había quitado al amor de su vida, le había ocultado la existencia de su hijo durante ocho años, no le había dejado ser padre y tratar de reconquistar a Aomine. Quizá si no se hubiera ido a Estados Unidos, si su padre le hubiera dicho que Aomine estaba embarazado todo sería muy diferente. Habría vuelto de inmediato y era posible que Aomine por terquedad no le hubiera perdonado de inmediato, pero habría tenido esos ocho años para demostrarle a Aomine que podía ser un buen padre y que le amaba, esa oportunidad que ya no podía tener.


Dejó resbalar la espalda por la robusta puerta de madera hasta que se sentó en la fría lámina de mármol que lucía el suelo de su mansión. Quería ir a ver a su hijo, quería decirle que él era su padre pero no quería ponerle en contra de Aomine. Si hacía un solo movimiento en falso perdería a Aomine definitivamente y no podía permitírselo, menos ahora con la noticia de que iba a casarse con su jefe. No era tarde todavía, podía luchar, no se había casado y se podía anular ese compromiso, pero para ello, tenía que pensar muy bien qué hacer. Vencer llevándose a su hijo pero perdiendo a Aomine no era un riesgo que estuviera dispuesto a correr, quería a los dos, los necesitaba en su vida. Era el momento de apostar todo o nada.


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