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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Tras la conversación que había mantenido con su hijo, Aomine permaneció sentado en el sillón mientras que Daisuke regresó a su dormitorio junto al gato. El niño quería estar solo tras la bomba que le había soltado su padre, necesitaba pensar y asimilar esa noticia tan importante que ponía patas arriba su mundo. Aomine le permitió hacerlo, sólo esperaba que esa vez no se escapase, empezaba a oscurecer y era peligroso que un niño anduviera solo por las calles, aunque si su hijo tenía alguna intención de hacerlo, lo escucharía ya que la puerta de su cuarto seguía sin pomo y no podía cerrarla.


Se echó hacia atrás en el sofá y reposó la cabeza cerrando los ojos con cansancio, estaba agotado tanto física como psicológicamente. Desde que Akashi había regresado, todo habían sido complicaciones, aunque tampoco podía echarle toda la culpa al pelirrojo, él también había tomado determinadas decisiones que sabía que le traerían problemas en un futuro. En algunas ocasiones deseaba volver a su juventud donde las únicas preocupaciones que tenía eran el baloncesto y los estudios, y a veces ni eso último, porque solía saltarse las clases para irse a dormir a la azotea de su instituto. Todo era más sencillo por aquel entonces.


Abrió los ojos y se sentó recto, no quería empezar a perderse en los recuerdos y rememorar su pasado con Akashi. Debía centrarse en el presente, en lo que tenía frente a él y, en ese momento, era ponerse en contacto con el padre de su hijo para decirle que ya tenía lo que quería, que le había contado la verdad y que el pequeño quería hablar con él. Colocó las manos en el sillón y las usó como apoyo para levantarse con cuidado, la maldita rodilla seguía haciéndole la vida imposible. Caminó cojeando hasta la mesita donde estaba el teléfono inalámbrico y lo cogió para llamar a Akashi y acordar un encuentro entre los tres.


Acercó el dedo índice para marcar los números pero, de repente, lo dejó suspendido a tal sólo unos milímetros de una tecla, cuando una pregunta acudió a su mente. ¿Cuál era el número de Akashi? Se acababa de dar cuenta de un detalle importante y era que no conocía el número del jugador de baloncesto ni tampoco sabía dónde vivía. Siempre había sido Akashi quien le había buscado en su trabajo o en casa, nunca al revés, y no había prestado atención a eso hasta ahora. Nunca se había preocupado por conocer esos datos ni se le había pasado por la cabeza tratar de averiguarlo porque lo último que quería era tener más contacto con él, sólo deseaba que le dejase en paz con su vida, así que no era importante para él... hasta ese momento.


Se revolvió el pelo frustrado y cabreado. Esa situación le estaba recordando demasiado a cuando quiso ponerse en contacto con él para contarle la noticia de su embarazo y no pudo por las mismas razones que en ese instante. La única diferencia era que en esa ocasión no iba a cometer el mismo error de acudir a Masaomi a por ayuda, ya trataría de averiguarlo de alguna manera.


Volvió al sillón con el teléfono aún en la mano pensando en cómo podía tratar de conseguir su número, dudaba mucho que viniera en la guía telefónica. Se le vino la imagen de sus amigos a la cabeza, quizás alguno de ellos lo tenía... no perdía nada por llamarles e intentarlo. Kise estaba descartado porque había vuelto a irse de Japón por trabajo, por lo que probaría primero con Midorima ya que él y Akashi solían pasar mucho tiempo juntos jugando a shôgi, quizás en su regreso, Akashi se había puesto en contacto con él para retomar esa antigua costumbre.


Tecleó su número y esperó a que descolgara. Cuando escuchó el quinto tono sonar, supo que no debía estar en casa así que terminó la llamada. Pasaría al siguiente candidato de la lista, Murasakibara. Repitió la operación de marcar y esperó hasta el tercer tono, en el que escuchó la aburrida voz de su antiguo compañero de equipo. Aomine no perdió tiempo y fue directo al grano preguntándole si tenía el número de Akashi y recibiendo como respuesta un no. Murasakibara ni tuvo curiosidad por saber para qué lo quería, sólo le preguntó si necesitaba algo más porque le había interrumpido cuando estaba probando una bolsa de cortezas de un nuevo sabor que había salido al mercado recientemente y quería volver a ello. Aomine entendió entonces el motivo por el que ni parecía interesado en por qué le había preguntado aquello, la comida siempre sería la debilidad de su compañero. Se despidió de él dejándole tranquilo con su bolsa de cortezas y colgó de nuevo. Ya sólo le quedaba llamar a Tetsu y preguntarle si él o Kagami tenía la información que necesitaba, aunque lo dudaba mucho. Aun así, decidió intentarlo y llamó a su mejor amigo.


- ¿Diga? - oyó la voz calmada de Tetsu al otro lado.


- Hola, Tetsu, soy Daiki – dijo pese a saber que seguramente le había reconocido antes de decir su nombre – Quería preguntarte si tenías el número de Akashi.


- No, no lo tengo – le contestó sorprendido - ¿Para qué lo necesitas? ¿Ha pasado algo más? – le preguntó preocupado.


- Le he tenido que contar a Daisuke la verdad sobre él y quiere verle para hablar con él y escuchar su versión – le dijo y Tetsu notó por el tono de voz de su amigo, que estaba pasándolo mal.


- ¿Quieres que vaya para tu casa y hablemos? - le propuso Tetsu.


- No, no hace falta. Voy a estar liado pensando cómo contactar con Akashi si no sé su número ni su dirección.


- Su dirección sí la conozco. Anoche nos la dijo cuándo le tuvimos que acercar a casa en coche – le recordó – Coge un papel y apunta.


Aomine se levantó con cuidado hasta la mesita donde estaba la base del teléfono, tomó una pequeña libreta y un bolígrafo que solía dejar para anotar los recados y escribió la dirección que le dictó Tetsu. Vio que Akashi vivía en uno de los barrios más adinerados situado en uno de los extremos de la ciudad, el viaje hasta allí en transporte público no iba a ser corto precisamente.


- Me pasaré mañana por la tarde con Dai, sólo espero que el viaje no sea en vano – comentó Aomine.


- ¿Quieres que os acerquemos Kagami y yo en coche? - le preguntó Tetsu.


- Te lo agradezco pero no, esto es algo que tengo que hacer solo. Aprovecharé el viaje para mentalizarme y prepararme – declinó su ofrecimiento.


- ¿Quieres hablar de lo ocurrido?


- Ahora no, mejor te llamo mañana tras la visita a Akashi y ya te cuento cómo ha ido. Tengo que ir preparando la cena – se excusó a modo de despedida.


- De acuerdo, como prefieras. Mañana hablamos – se despidió también al captar la indirecta.


 


Al día siguiente por la tarde, Aomine salió de casa junto a Daisuke y se dirigieron al metro para ir a casa de Akashi. Ambos iban en silencio, sumidos en sus pensamientos y sintiendo los nervios apoderarse de ellos por distintas razones, pero cuando pasaron cerca de la cancha de baloncesto, una gran limusina llamó la atención de Aomine. Era poco común ver una por ese barrio y se preguntó quién podía ir dentro de ella, pero no tuvo que esperar mucho tiempo para descubrirlo. Vio claramente, por la ventanilla bajada, a Masaomi, quien parecía mirar hacia la cancha como esperando algo y Aomine entendió enseguida que a quien esperaba era a su hijo. Así debía ser la forma en la que se había puesto en contacto con Daisuke.


Se desvió del camino que debía seguir y fue hasta donde estaba la limusina aparcada, iba a dejarle claro a ese hombre unas cuantas cosas. Daisuke se desconcertó al verle andar por donde no era y le siguió curioso viendo cómo gritaba tratando de llamar la atención de alguien. Masaomi ordenó a su chófer arrancar al no percatarse de la presencia de su nieto ni de Aomine y cuando el coche comenzó a alejarse de ellos, Daiki se enfadó al creer que estaba huyendo de él, por lo que gritó con más fuerza a la vez que aumentaba la velocidad de su paso, forzando así su rodilla.


- Papá – chilló Daisuke preocupado cuando vio que su padre caía al suelo.


Masaomi reconoció enseguida la voz angustiada de su nieto y miró por la ventanilla preocupado de que le hubiera pasado algo, entonces le vio agachado junto a Aomine que se agarraba la rodilla con dolor. Ordenó al conductor que se detuviera de inmediato y salió del coche corriendo hacia ellos.


- ¿Qué ha pasado? - le preguntó al niño.


- Es su lesión, le duele mucho la rodilla – le contestó con lágrimas en los ojos.


- Le llevaré a un hospital – le dijo tratando de levantar a Aomine para meterlo en su coche.


- No – apartó con brusquedad la mano de Masaomi rechazando su ayuda – se me pasará, sólo necesito sentarme – se dirigió a su hijo mientras trataba de incorporarse.


El pequeño le ayudó como pudo a sentarse en el suelo viendo cómo su padre sudaba por el esfuerzo y el dolor. Tras varios minutos en los que Daisuke no se separó de Aomine y en los que Masaomi se mantuvo a un lado observando al ex novio de su hijo con un poco de lástima y culpa, Aomine se puso de pie con dificultad.


- Vámonos, si no nos damos prisa, se nos hará tarde – le dijo Aomine ignorando a Masaomi. No le apetecía seguir teniéndolo cerca tras su caída, no necesitaba que se burlase de él.


- Pero, papá, no puedes caminar con la pierna así – trató de razonar con su padre.


- ¿Adónde os dirigíais? Si queréis, puedo acercaros en coche – se ofreció Masaomi señalando la limusina.


- Sí, gracias – se adelantó a responder el pequeño antes de que su padre se negara – íbamos a casa de mi otro papá, de Akashi – le dijo mirando al adulto fijamente dándole a entender que conocía quién era él en realidad.


Masaomi le miró sorprendido, no se imaginaba que el niño ya supiera que era su abuelo y se preocupó de lo que Aomine pudiera haberle contado sobre él.


- Dai – llamó Aomine a su hijo molesto al verle salir corriendo hacia el coche y meterse en él.


Al ver que no le quedaba otro remedio porque sería imposible sacar a su hijo de ahí, Aomine caminó hasta el vehículo.


- Ya hablaremos tú y yo – le advirtió a Masaomi antes de entrar en la limusina.


Masaomi trató de ayudar a Aomine a entrar al vehículo pero éste con un brusco movimiento lo apartó de él. No necesitaba su ayuda, nunca había estado allí para él y menos le iba a necesitar ahora. El viaje hasta la casa de Akashi fue tenso, tan sólo Daisuke miraba interesado hacia los edificios señalando alguno que llamaba su atención con grandes sonrisas. Masaomi aprovechó el momento en que pasaban bajo su edificio para explicarle que ahí tenía su despacho. Daisuke miró atónito el imponente edificio antes de zarandear el brazo de su padre.


- Mira, papá, qué grande es.


- Sí, a tu abuelo siempre le ha gustado la grandeza de las cosas – dijo malhumorado y aunque Daisuke no entendió a qué se refería, Masaomi lo entendió perfectamente.


El vehículo se detuvo frente a las rejas de la puerta principal al gran jardín. Uno de los sirvientes fue quien les atendió abriendo las puertas al ver que se trataba del padre de Akashi. Enseguida fueron a buscar al propietario de la casa para avisarle de que su padre venía de visita. Akashi, malhumorado aún con su padre, se puso una camiseta de manga corta informal y salió a recibirle. Seguramente se quejaría por sus formas, aún llevaba el pantalón del pijama y las zapatillas de andar por casa, pero le daba igual, no tenía pensado salir de su mansión, al menos no hoy, aún estornudaba de vez en cuando por aquella alergia aunque ya se encontraba mejor.


Abrió la puerta de forma brusca dispuesto a enfrentar a su padre. Últimamente venía demasiado de visita y ya le estaba empezando a incordiar. Había destruido toda su vida, al amor de su vida, le había ocultado que tenía un hijo, había lanzado a Aomine a los brazos de otro hombre, estaba harto de escuchar el nombre de Masaomi por todas partes involucrado en todos los malditos problemas que él tenía con Aomine.


- ¿Qué quieres ahora? – preguntó con brusquedad encontrándose a Daisuke junto a su padre.


Durante unos segundos se quedó atónito, mirando con los ojos muy abiertos a su hijo porque eso era, ahora lo sabía, era su hijo. Su mente y su corazón le pedían con fuerza que se lanzase a abrazarle pero su cuerpo se negaba a moverse por la emoción del momento. ¿Y si Daisuke no quería saber nada de él? ¿Y si no le habían dicho nada aún sobre aquella terrible verdad? Todas sus dudas se disiparon al escuchar la voz de su hijo.


- ¿Papá? – preguntó extrañado el niño al ver la reacción de Akashi.


Akashi se agachó para tenerlo a la altura abrazándole con fuerza, dejando que las lágrimas brotasen de sus ojos. El niño sólo pudo tratar de explicarle que no podía respirar si le apretaba tan fuerte, pero aun así, Akashi había hundido su rostro en la clavícula del pequeño llorando por la emoción de tenerle allí, la emoción de saber que era su hijo, porque era suyo.


- Deja que te vea bien – sonrió Akashi aún con lágrimas en los ojos pero mirarle sólo hizo que llorase con más fuerza.


- ¿Qué ocurre? – preguntó Daisuke confundido.


- Lo siento. Es que… ¡Dios! Siempre soñé con tener un hijo con Aomine y ahora estás aquí. ¿Qué estás haciendo aquí? Quiero decir… me alegro que estés aquí conmigo pero…


- Papá me trajo. Quería hablar contigo, necesito saber algunas cosas – dijo el niño algo entristecido.


Akashi se incorporó viendo cómo Aomine salía con dificultad del coche de su padre. Aquello no se lo habría esperado en la vida. Miró hacia su padre confundido antes de indicarle a Daisuke que entrase en la casa y siguiera a la sirvienta hacia la cocina, le darían un zumo mientras ellos hablaban. Daisuke se marchó enseguida mirando hacia atrás. Sabía que aquel momento sería tenso para todos.


- No esperaba que trajeras a Aomine – dijo Akashi.


- No iba a traerlo, ni siquiera iba a venir yo. Aomine tenía previsto venir a verte, me lo encontré en la calle. Su lesión está empeorando pero a mí no me deja ayudarle. Quizá tú consigas algo más, tienes más labia.


- ¿Labia? – preguntó Akashi con una sonrisa de incredulidad – la labia no funciona con ese chico. Si crees que me dejará ayudarle, es que no le conoces.


- A mí seguro que no me dejará ayudarle – dijo Masaomi entrando hacia la mansión para seguir a su nieto.


Akashi suspiró mirando a Aomine todavía apoyado contra el coche con el rostro apoyado contra la puerta tratando de calmarse, tratando de mentalizarse de que debía caminar. Akashi estaba convencido de que el dolor debía ser demasiado fuerte para verle así.


- Déjame ayudarte – dijo Akashi recibiendo un empujón de Aomine.


- No necesito ni tu ayuda ni tu caridad y mucho menos la de tu padre. ¿Me escuchas? – le preguntó enfadado.


- Ahora escúchame tú a mí – le amenazó Akashi cogiéndole con fuerza del cuello de la camiseta – tu lesión empeora, no puedes ni mantenerte en pie por ti mismo. ¿Quieres seguir preocupando a nuestro hijo? Si es así puedes apañarte solo pero te recomiendo que me dejes ayudarte. Llamaré a un médico para que venga a revisar esa lesión – soltó la camiseta de Aomine cogiendo su brazo con fuerza para colocarlo tras sus hombros y ayudarle a caminar hacia el interior.


- Sigues siendo un maldito y cabronazo tapón – le dijo Aomine haciendo sonreír a Akashi - ¿De qué te ríes?


- Nunca esperé volver a escucharte decir ese insulto de mí, lo echaba de menos – dijo Akashi sonrojando a Aomine, haciéndole recordar aquellos años en los que salieron y Aomine siempre le decía el mismo insulto.


Akashi dejó a Aomine tumbado en el sofá llevándose una sonrisa irónica por parte del moreno. Supo enseguida lo que pensaba al tocar el sofá.


- Ya lo sé, muy incómodo – dijo Akashi – te aseguro que me he roto la espalda más de una vez cuando me he quedado dormido en él.


- Nunca supiste comprar cosas cómodas, sólo seguías tu instinto de “lo más caro es lo mejor” – se burló imitando la voz de Akashi sorprendiéndose cuando Akashi también pronunció aquella frase.


Por primera vez, ambos rieron. Hacía mucho tiempo que no se sentían tan cómodos el uno con el otro. Aun así, al darse cuenta Aomine de ese debilidad momentánea que había sentido con su ex novio, enseguida volvió a su semblante frío.


- Deberías ir con Daisuke.


- ¿Qué le has contado? – preguntó preocupado Akashi.


- Sólo que eres su padre.


- Gracias – escuchó a Akashi cuando se iba hacia la puerta – gracias por no decirle lo imbécil que fui contigo y por contarle la verdad.


- Eres su padre al fin y al cabo. Me guste o no tienes derecho a conocerle pero… no te atrevas a hacerle daño porque no te lo perdonaría jamás.


- No se lo haré, Aomine.


- ¿Vas a contarle la verdad?


- Sí. Necesita saber todo, no quiero secretos entre nosotros. – Akashi iba a salir por la puerta cuando se detuvo una última vez – si lo hubiera sabido… - empezó Akashi a hablar – si hubiera sabido lo de tu embarazo, habría vuelto de inmediato. Nunca te olvidé, Aomine. Sólo quería que lo supieras.


Akashi se marchó hacia la cocina indicándole al médico que traía la sirvienta dónde se encontraba Aomine. Una vez solo en el pasillo, suspiró antes de entrar a la cocina. Allí no había nadie pero la risa de su hijo le hizo mirar hacia la gran cristalera que daba a la terraza, seguramente por el buen día que estaba haciendo, su padre y su hijo habrían salido fuera al jardín. Al acercarse, se quedó unos instantes apoyado en el marco de la puerta sonriendo, viendo aquella sonrisa en los labios de su hijo mientras se bebía un vaso de leche.


- Papá – sonrió Daisuke al verle.


- Yo… os dejo a solas – comentó Masaomi al ver a su hijo en la puerta.


Akashi aprovechó que su padre se marchaba hacia dentro de la cocina para ir a la mesa del jardín y sentarse junto a su hijo acariciando su rojizo cabello. Había llegado a pensar que podía ser hijo de Kagami y ahora que lo miraba mejor, se sentía imbécil al no haber apreciado el gran parecido con él.


- ¿Quieres preguntar algo o empiezo yo a contar lo que ocurrió? – preguntó Akashi.


- ¿Por qué no vives con nosotros? – preguntó directo Daisuke sorprendiendo a su padre quien sólo pudo suspirar y dejar que los recuerdos de aquellos días volvieran a él.


- Yo… amé a tu padre, aún lo hago – sonrió Akashi – en aquel tiempo éramos muy jóvenes, ni siquiera habíamos hablado de tener niños. Hacíamos todo juntos, hasta entrenar, tu padre era muy bueno, tenía talento natural para el baloncesto y mejoraba cada día más mientras yo me estancaba en lo que ya sabía. Se adaptó a mi estilo de juego – se detuvo un segundo antes de seguir – Los dos nos presentamos a una prueba, unos ojeadores que elegirían a alguien para ir a Estados Unidos a jugar a la NBA.


- ¿No vives con él porque te eligieron? – preguntó Daisuke.


- No me eligieron, Daisuke – le dijo su padre derramando una lágrima – yo le hice daño a tu padre. Vi la posibilidad de que él me venciera y obtuviera la plaza, fui yo quien le forcé hasta que se lesionó, obligué a los ojeadores a fijarse en mí quitando a tu padre del medio. Jamás podré perdonarme aquello, esa plaza habría sido suya si yo no me hubiera metido en medio, si no le hubiera hecho trampas – lloró Akashi dejando a Daisuke confundido.


- ¿Tú…?


- Daría cualquier cosa por volver atrás, por enterarme de que estaba embarazado, por estar con vosotros. Le hice daño a tu padre pero sigo amándole y a ti te adoro, eres mi hijo y pese a que acabo de enterarme, te quiero.


- Fue tu culpa… - se asustó Daisuke – tú le hiciste daño a papá, nos dejaste solos por una plaza en la NBA… - se levantó Daisuke de la silla alejándose de Akashi.


- Lo siento – pronunció Akashi llorando sin levantarse, sabía que su hijo le odiaría por aquello pero no podía ocultárselo, no algo así.


- No fue él – se escuchó a Masaomi de fondo – yo le oculté la verdad a Akashi, yo le obligué a hacer trampas, quizá no directamente pero le presioné demasiado. Si tienes que culpar a alguien es a mí – pronunció hacia Daisuke – no pagues esto con tu padre, Seijuuro no sabía nada sobre ti. Ha cargado con ese dolor todos estos años. Aún ama a tu padre.


- ¿Tú? – preguntó Daisuke confundido viendo cómo Akashi se confundía también, quizá no esperaba que su padre dijera algo así.


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