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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Takumi se quedó boquiabierto viendo cómo Aomine salía de su despacho muy enfadado. Conocía el fuerte carácter que tenía, pero nunca se había cabreado con él de aquella manera. No se habría imaginado que podía reaccionar así, creía que, como le necesitaba para que no le quitasen la custodia de Daisuke y por el dinero para su operación, le tendría más o menos controlado y que estaría más dócil, pero ya veía que se había equivocado.


Un suspiro salió de sus labios. Por muchas excusas que pusiera, sabía que había sido su culpa por haberle provocado, no debería haberle ordenado que no se fuera a vivir con Akashi, le conocía demasiado bien para saber que no le gustaba, pero... es que no se había podido controlar, se le había escapado al darse cuenta que todo se estaba desmoronando ante él, de que aquella convivencia ponía en grave peligro el avance que había logrado con Aomine.


Su matrimonio con él se iba a ir a pique incluso antes de que comenzara, incluso antes de celebrar la boda y no era algo a lo que estaba dispuesto a dejar suceder, aunque no sabía qué podía hacer para evitar que Aomine se fuera a vivir con Akashi, sabía que haría lo que fuera por su hijo y parecía que éste lo que quería era estar con su otro padre. Lo peor era que lo entendía, comprendía que un niño quisiera pasar tiempo con el padre que no conoció y no le acompañó durante su infancia, y él no quería arrebatárselo. Por eso se sentía tan frustrado, no quería herir a Daisuke.


- Si tan sólo consiguiera que Aomine no le acompañase... - murmuró abatido.


Pero sabía que era una misión imposible. No sabía qué hacer sin meter al niño en todo aquello. En ese momento, su cerebro parecía que se había quedado sin ideas por mucho que pensase, por eso, creyó que era momento de volver a pedir ayuda a su compañero de crimen en toda esa historia. Era hora de llamar a Masaomi y que él se encargara de evitar aquella tragedia que ponía en peligro los planes de ambos.


Cogió su móvil, buscó en la agenda el nombre de Masaomi y le dio al botón de llamar. Mientras esperaba a que le contestara, pensaba que esperaba no pillarle trabajando o en medio de una importante reunión, pero teniendo en cuenta cuán importante era, seguramente estaría ocupado en aquel instante. Apoyó los codos sobre el escritorio a la vez que se masajeaba la sien al creer que seguramente se enfadaría por su llamada. No le conocía demasiado personalmente, pero parecía del tipo de hombre que se cabreaba si le interrumpían cuando estaba trabajando o tenía entre manos valiosos negocios.


Tras bastantes segundos escuchando esos pitidos, supo que no le iba a contestar, debía estar ocupado como se había imaginado y no tenía tiempo para él en ese momento. Cortó la llamada esperando que Masaomi se la devolviera cuanto antes ya que necesitaban poner remedio a lo que estaba a punto de ocurrir en casa de Akashi Seijuuro.


Masaomi acababa de salir de una reunión de la junta de accionistas de su empresa cuando vio que la pantalla de su teléfono, que aún estaba sobre la enorme mesa, se encendía mostrando el nombre del jefe de Aomine. Con todo lo ocurrido los últimos días, se había olvidado por completo de ese hombre y del trato que hicieron. Dudaba que le llamase para saber cuál sería su siguiente paso ya que parecía que ese hombre había conseguido lo que quería, iba a casarse con Aomine, o al menos por ahora. Lo más probable era que quisiera avisarle de que ya no necesitaba su ayuda, por lo que su alianza llegaba a su fin.


Se había ensimismado tanto en sus pensamientos, que la llamada finalizó antes de que pudiera descolgar. A Masaomi tampoco le preocupó demasiado, no iba a hablar de esos asuntos en medio de la sala de reuniones, prefería llamarle cuando estuviera en su despacho o en su coche donde nadie les interrumpiría. Se metió el teléfono en el bolsillo interior de su americana y, tras guardar todos los informes y documentos presentados en la reunión, salió de la estancia en dirección a su despacho.


Antes de encerrarse en él, le ordenó a su secretaria que nadie le molestase, lo que significaba que nadie podía entrar en ese despacho ni debía pasarle llamadas hasta nuevo aviso. Se sentó en su cómoda y carísima silla reclinándose hacia atrás a la vez que sacaba el móvil y llamaba a Takumi para averiguar el motivo por el que se había puesto en contacto con él.


- Me alegra que me hayas devuelto la llamada tan rápido. Hay algo importante que debemos discutir – oyó que el otro hombre le decía impaciente.


Masaomi no se imaginaba qué podía tener tan alterado a ese hombre que apenas había tardado un tono en descolgar, pero por el tono desesperado con el que hablaba, debía ser importante para él.


- ¿De qué se trata? - le preguntó Masaomi.


- Debemos impedir que Aomine se vaya a vivir con tu hijo.


El magnate enmudeció de inmediato ante tal noticia ya que le había pillado por sorpresa. No tenía ni idea de que su hijo hubiese movido ficha tan rápido ni de que hubiera conseguido convencer a Aomine para vivir juntos, por eso prefirió cerciorarse de que era verdad y conseguir más detalles.


- ¿Van a irse a vivir juntos? ¿Cómo lo sabes? - le preguntó.


- Aomine se ha pasado por aquí hace unos minutos para contármelo. Al parecer, Daisuke quiere pasar tiempo con tu hijo y vivir con él y Aomine no se lo ha podido negar, pero no quiere dejarlo solo con Seijuuro, así que les va a acompañar.


La sonrisa que se dibujó en los labios de Masaomi sin que pudiera evitarlo era tan grande que apenas le cabía en la cara. Estaba feliz y orgulloso de lo listo que era su nieto, porque estaba seguro de que aquello era un plan ideado por el niño para acercar a sus padres. Odiaba tanto la idea de que su padre se casase con un hombre al que odiaba, que no había perdido el tiempo y había trazado un plan para evitar que se llevara a cabo esa boda.


- ¿Y exactamente qué quieres que haga con esta información? - le preguntó Masaomi.


- Que hagas algo para evitarlo, que te entrometas de alguna forma para que Aomine deje a Daisuke con tu hijo pero no vaya con ellos. Si viven juntos, es más que probable que la chispa entre Seijuuro y Daiki resurja, lo cual puede llevar a que hablen, aclaren malentendidos y se perdonen. Si eso pasa, ninguno de los dos conseguirá lo que quiere – le contestó estresado por la situación.


- Lo siento, pero no voy a hacerlo – le afirmó con rotundidad Masaomi.


- ¿Cómo? - exclamó perplejo Takumi.


- No voy a volver a entrometerme en la relación entre mi hijo y Aomine.


- ¿Por qué? Decías que no te gustaba Daiki para Seijuuro, que no querías que estuvieran juntos, ¿es que acaso has cambiado de opinión?


- Es posible. Puede que Aomine no sea del todo santo de mi devoción, pero... le juzgué mal y ama a Sei profundamente. Yo fui el problema entre ellos y no voy a volver a serlo, quiero enmendar mis errores y por eso mismo, me voy a hacer a un lado y no les voy a perjudicar nunca más – le explicó – Entiendo que tú te opongas y quieras hacer algo al respecto porque quieres a Aomine, pero a mí me dejas fuera de tus planes... estás solo en esto. Si quieres conquistar su amor, deberás hacerlo por tus propios medios y esfuerzos, aunque te recomendaría usar otros métodos porque, en mi opinión, no lo estás haciendo bien, si quieres que se fije en ti y que pueda llegar a quererte, no lo vas a conseguir pagándole por sexo o usando artimañas para alejarlo de Sei. Sin embargo, aunque lo hicieras correctamente, tienes todas las de perder teniendo en cuenta quién es tu oponente. Sei acabará volviendo con el amor de su vida y los tres serán por fin una familia... sólo espero que me dejen formar parte de ella – murmuró lo último decaído.


Al otro lado de la línea, Takumi estaba estupefacto, tanto que era incapaz de articular palabra, siendo aprovechado ese silencio por Masaomi para terminar la llamada.


- Bien, como he dejado claro que tú y yo ya no compartimos el mismo fin, te aconsejo que no vuelvas a llamarme, a menos que sea para hablar sobre otro tipo de negocios más interesantes y rentables. Que tengas un buen día – se despidió.


Dicho esto, colgó dejando a Takumi con la boca abierta de la impresión.


Aquella noche, pese a que Akashi había insistido en que el gato dormía en una de las habitaciones del fondo del pasillo bien alejado de él, Aomine había decidido pasar a ver cómo de acondicionada la había dejado Akashi. Para su sorpresa, no podía quejarse, había mandado comprar hasta juguetes para gato, tenía una cama mullida y no había excusa alguna que pudiera utilizar para fastidiar a Akashi sacando al gato. Una luz se encendió entonces en su brillante cerebro, él se sentía solo y no pensaba dormir al lado del cuarto de Akashi sin protección. Conocía a Akashi y era capaz de aparecer en mitad de la noche y meterse en su cama, así que se llevó al gato a la habitación.


Durmió abrazado al pequeño gato que se acurrucaba entre los fuertes brazos del moreno y ronroneaba de vez en cuando acariciándose él mismo contra la mejilla del joven. Aomine llevaba años sin dormir tan bien como aquel día, quizá porque los remordimientos, la tristeza y los secretos habían desaparecido de su vida, por primera vez estaba tranquilo, relajado, sin secretos ni mentiras. Akashi estaba allí, el amor de su vida. Él le protegía, le daba el afecto que por años le fue negado, su hijo sabía la verdad, todo parecía estar en calma y volviendo a la normalidad. Aquella noche, soñó si realmente podría o no darle la oportunidad a Akashi, si realmente podrían ser una familia de nuevo. Un estornudo le sacó de aquel maravilloso sueño donde todo estaba en perfecto orden, como si el tiempo jamás hubiera pasado para ellos y nunca se hubieran separado.


Se incorporó con brusquedad al escuchar el estornudo golpeando con su frente la nariz de un Akashi que estaba sentado a su lado tratando de despertarle. El quejido se hizo presente en ambos al momento. Akashi se cogió con rapidez la dolorida nariz y Aomine se dejó caer una vez más sobre la almohada tocando su frente.


- Joder, qué cabeza más dura tienes – se quejó Akashi.


- ¿Se puede saber qué haces en mi habitación?


- Son las once de la mañana – se quejó Akashi – venía a despertarte para desayunar contigo.


- ¿Las once? Mierda. ¿Por qué no me has despertado antes? Dai llega tarde a clase.


- Le he llevado yo – aclaró Akashi – ambos pensamos que sería mejor dejarte descansar, parecías necesitarlo.


Aomine, que había saltado de la cama como un loco, trastabilló cuando se colocaba los pantalones, la pierna le dolía como nunca, quizá por la carrera que se había pegado ayer para alcanzar a Akashi y descubrir su gran secreto del papel higiénico. Por suerte, Akashi consiguió cogerle antes de que cayese al suelo, acabando los dos encima del colchón con Akashi sobre el moreno.


El rubor llegó a las mejillas de ambos al verse tan cerca, pero ninguno habló. Ambos simplemente empezaron a acercar sus rostros, cerrando sus párpados para el inminente y deseado beso cuando otro estornudo llenó de saliva la cara de un ahora enfadado Aomine.


- Joder, Akashi – se quejó Aomine - ¿Cómo se te ocurre escupirme?


- Lo siento, no sé qué me pasa. Desde que he entrado no paro de estornudar. No debería ser la alergia, el gato está en la habitación que acomodé para él.


Aomine tras limpiarse la cara con la sábana se sonrojó el doble. Akashi iba a descubrir su trampa mortal. Se quedó inmóvil un segundo sin saber qué responder a Akashi, algo que hizo que el pelirrojo reaccionase enseguida entendiendo que aquel tenso silencio de su pareja, era síntoma de que ocultaba algo.


- Porque está en su cuarto, ¿verdad? -  preguntó Akashi con incisión.


- Pues…


- Aomine – se quejó Akashi al ver la indecisión de Aomine para hablar. Al mover la sábana, destapó al gato que dormía acurrucado en un rincón – Eres increíble, Aomine. ¿Te creías que iba a venir o qué?


- Me sentía solo.


- Pues haberme llamado, o haber ido con Daisuke – comentó Akashi - ¿En serio me traes al gato? No voy a venir si no quieres. Ya te lo dije.


- Lo siento – escuchó de golpe Akashi sorprendiéndose.


- ¿Qué? – preguntó dudando que hubiera escuchado aquellas palabras del terco y arrogante Aomine Daiki, el que jamás de los jamases se disculparía.


- Que lo siento, no volveré a hacerlo. Dejaré al gato en la habitación que le has creado para él.


- ¿Qué has hecho con Aomine Daiki? – preguntó Akashi sorprendido.


- Cuando tienes razón, la tienes. No voy a discutirte eso.


- Pero si lo discutes todo siempre, ésa es nuestra relación, yo te regaño por tu desorden, tú me llamas maníaco del orden o tapón insoportable – sonrió Akashi haciendo sonreír a Aomine.


- Sigues siendo un tapón insoportable. Me gustó verte encima de aquella banqueta lanzando el papel higiénico por la ventana – empezó a reírse Aomine.


- De ésa me vengaré – de golpe, Akashi se puso serio y se sentó en el colchón al lado de Aomine tras limpiarse con un pañuelo los mocos que producía su alergia – echaba de menos cómo nos divertíamos estando juntos.


- Creo que yo también lo echaba de menos – sonrió Aomine al final - ¿Dónde está el gato? – preguntó de golpe Aomine rompiendo aquella escena sentimental, no podía caer en las garras de Akashi una vez más.


Los dos chicos miraron al instante hacia la almohada, allí debería estar el gato pero no estaba. Un ruido les extrañó a ambos, venía de la planta baja y Akashi fue el primero en incorporarse ayudando a Aomine a ponerse en pie. Al llegar a la planta baja, Akashi vio horrorizado cómo el gato afilaba sus uñas en su elegante y caro sofá, destrozando toda la tapicería, jugando con las plumas y el algodón que salía de sus mullidos cojines blancos. Aomine, al ver cómo se le inflaba la vena de la frente a Akashi lleno de ira, intentó relajar la situación.


- Veo que tampoco le gustaba tu sofá – susurró Aomine – me ha dado la excusa perfecta para convencerte de encontrar uno más cómodo.


- Espera… - susurró Akashi - ¿Me vas a buscar tú un sofá nuevo?


- ¿Por qué no?


- Porque eso sólo lo hacíamos cuando vivíamos juntos.


- Y ahora estamos viviendo juntos. Por el momento… - matizó Aomine – ¿O es que no quieres que te encuentre un sofá cómodo que no te destroce la espalda?


- Sí, claro que quiero, pero pensé… que no querías pasar mucho tiempo conmigo y como Dai está en el colegio…


- Soportaré unas horas a tu lado – sonrió Aomine – eso sí… conduces tú.


- No pensaba dejar que condujeses con esa rodilla – le aclaró Akashi cogiendo las llaves del coche.


Akashi aparcó su Aston Martin cerca de la puerta principal y ambos chicos entraron por el gran almacén de muebles. Los dependientes al ver a Akashi empezaron a susurrar y a acercarse a él para tratar de venderle algo, pero Akashi no estaba dispuesto esta vez a comprar nada porque sí.


- Lo lamento, hoy no decido yo – comentó Akashi al dependiente – tendréis que convencerle a él y es mucho más exigente que yo – sonrió Akashi marchándose por la tienda mirando muebles. Aomine sonrió caminando por otro pasillo.


El dependiente se quedó atónito, Akashi siempre era fácil de complacer, le enseñaban el mueble más caro de la tienda y era el que se llevaba, pero hoy… todo se les había complicado. Aomine pasó por detrás de Akashi que observaba un lujoso sofá de cuatro plazas de cuero negro.


- ¿Qué te parece éste? – preguntó Akashi.


- ¿Cuero? – preguntó Aomine – muy frío en invierno y muy pegajoso en verano – le aclaró – ¿Además… cómo vas a saber si te gusta o no si nunca te sientas en él? Tienes que probarlos antes.


Akashi sonrió viendo cómo Aomine se fijaba en un sofá del fondo de tres plazas con cheslong. Se sentó en él y se relajó unos segundos pese a que Akashi le miraba extrañado.


- Ven aquí a sentarte, no puedo decidirlo solo. Al fin y al cabo el sofá es para ti.


Akashi al final acabó accediendo y se sentó a su lado asombrando al resto de los dependientes que miraban atónitos cómo el pelirrojo accedía a todo lo que aquel moreno le decía. Nunca le habían visto probar nada, ni sentarse en un lugar público sólo por “probar” la comodidad de un sofá.


- Es cómodo – comentó Akashi.


- Sí, ¿verdad? Y todos los asientos son abatibles, puedes sacar cheslong de todos ellos para tener las piernas en alto.


- ¿En serio?


- Creo que éste es el que más me ha gustado de los que he visto.


- Pero el precio… - comentó Akashi.


- ¿Le ocurre algo?


- No es el más caro de la tienda.


- Ya empiezas con esas tonterías, ya te lo he dicho muchas veces, Akashi, lo más cómodo no siempre es lo más caro.


El dependiente se acercó hacia los chicos mirándoles atónito. Preguntó qué les parecía y Aomine simplemente mantuvo su silencio, la decisión final no era suya. Akashi tras ver lo relajado que estaba Aomine en aquel sofá con las piernas sobre el cheslong, sonrió.


- Si lo tienen en otro color, me lo llevo – le aclaró Akashi.


- Por supuesto, señor, el color que usted elija. Hoy mismo puede tenerlo en casa. Les diré a los del camión que se lo lleven de inmediato.


- Gracias.


Aomine esperó cerca del mostrador a que Akashi pagase cuando una niña de cuatro añitos se acercó hacia ellos. Su madre miraba un mueble para el salón y se había distraído tan sólo un segundo, pero la niña llegó hasta Aomine y le miró detenidamente. Al percatarse, Aomine miró a la niña extrañado.


- ¿Ocurre algo, pequeña? – preguntó Aomine con dulzura.


- ¿Sois pareja? – preguntó sorprendiendo a ambos.


- No – se apresuró a responder Aomine.


- Pues lo parecéis. ¿Quién es la mamá y quién el papá? – preguntó ruborizando a ambos.


- Verás… hay veces que en una pareja no hay una mamá y un papá, sólo hay dos papás o dos mamás – intentó explicar Akashi.


- ¿Por qué? – preguntó.


- Pues porque… Aomine explícalo tú – le pasó el problema Akashi a Aomine.


- ¿Yo? Sigue tú, ibas muy bien – sonrió Aomine.


- Pues… porque a veces se ama a otro papá – aclaró Akashi.


- ¿Por qué? – volvió a preguntar la niña y ambos chicos se miraron justo cuando se señalaban el uno al otro y contestaban al unísono.


- Él es la mamá – dijeron confundiendo más a la niña.


La madre, al ver aquel espectáculo, cogió enseguida a la niña disculpándose con los dos chicos por su despiste y por si la niña les había incomodado.


- ¿Cómo que yo soy la madre? – preguntó Aomine dudando – de eso nada.


- Tú tuviste a Dai, se supone que eres lo más parecido a una madre.


- De eso nada, tú deberías ser la madre de la relación.


- Oh, no – sonrió Akashi – yo soy muy varonil.


- ¿Y yo no? – preguntó Aomine – soy más alto que tú y más fuerte, también más valiente.


- Tonterías – dijo Akashi – puede que seas más alto pero no eres más fuerte y mucho menos… más valiente que yo. Tú serías la madre en esta relación.


Durante todo el camino, los dos discutieron sobre aquella tontería. El camión con su sofá les seguía de cerca y en cuanto llegaron a la mansión, se llevaron el destrozado e incómodo sofá de Akashi para dejar el nuevo. Ambos chicos se sentaron cómodamente para relajarse.


- Es una buena compra – dijo Akashi cerrando los ojos.


- Lo es, tanto… que no me apetece ir a buscar a Dai al colegio.


- No hace falta ir, mi padre ha ido a recogerlo. Quería ir él, me ha estado insistiendo desde la mañana temprano y no he podido negarme. Sentía que no podía negarme tras dar la cara cuando le contó la verdad a Daisuke, así que he pensado que podía concederle este capricho – le explicó al ver la cara enfurruñada de Aomine - estarán al llegar.


Aomine empezó a reír como nunca frente a un serio Akashi que abrió los ojos viendo cómo se reía.


- Deja de hacerme cosquillas, ¿quieres? Sabes que no me gusta.


- ¿De qué hablas? Yo no te estoy tocando – aclaró Akashi y ambos se miraron confundidos unos segundos antes de mirar bajo ellos y ver un pequeño ratoncito que les miraba y se movía entre los cojines.


El grito de los dos fue generalizado. Akashi saltó por encima del respaldo para salir corriendo a coger el bate de béisbol de la pared de atrás mientras Aomine salía corriendo por delante del sofá y se subía a la robusta mesa del comedor. Los incesantes gritos llamaron la atención de Masaomi y Daisuke que llegaban en aquel momento. Al entrar por la puerta, vieron aquel panorama, con los dos chicos subidos a los muebles y gritándose entre ellos.


- He cambiado de opinión, tú eres el hombre así que ve a sacar a ese ratón – le aclaró Aomine.


- Ni de coña, creo que tenías razón, yo soy más bajito, ve tú a por él.


- ¿Estás loco? ¿No eras más valiente que yo? Sé un hombre y agarra a ese bicho – le gritó Aomine viendo cómo el ratón iba hacia su mesa.


- Te prefiere a ti – gritó Akashi subido en su mueble agarrando con fuerza el bate – sácalo tú.


Masaomi empezó a reír a carcajadas viendo a aquellos dos y sus escenas. Nunca imaginó que la relación de esos dos fuera tan divertida pero empezaba a entender por qué se amaban tanto. Todos los días con ellos era una aventura. Dai miró a su abuelo y sonrió.


- Nunca pensé que mis padres eran tan divertidos cuando estaban juntos – sonrió feliz por primera vez de conocer a sus padres y verles felices pese a sus aventuras - ¿Podemos quedárnoslo? – preguntó Dai mirando a sus asustados padres y acercándose a coger al ratoncillo, aunque el gato, que estaba por allí, miraba a Dai por si soltaba el ratón y podía ir a cazarlo.


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