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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Era tarde cuando llegaron a la mansión de Akashi, pero Masaomi no había querido que Aomine entrase por aquella casa con lo afectado que estaba. Habían parado unas horas a descansar y hablar de lo sucedido a la mansión de Masaomi. Hasta los criados se sorprendieron al ver que Masaomi traía visita y ni más ni menos… que al chico al que hacía años echó de su casa de mala forma.


Masaomi dejó que Aomine llorase lo que tuviera que llorar, que sacase la presión que llevaba dentro. Él mismo preparó un té para ambos, necesitaban relajarse y hablar con calma de lo sucedido. Al menos se alegró al conocer la noticia de que Aomine había rechazado casarse con aquel hombre. Entendía por qué se había puesto así, pero no podía justificarle, al fin y al cabo, había atentado contra la dignidad del novio de su hijo, del padre de su nieto y eso no podía dejarlo pasar así sin más. Las manos de Aomine seguían temblando por el miedo y el dolor, Masaomi podía verlo cada vez que trataba de coger la taza de té. Sólo esperaba que no le hubiera hecho tanto daño como para que le salieran moratones, porque si no… daría igual cuánto se lo ocultasen a Akashi, se daría cuenta de que algo había ocurrido.


Cuando Aomine entró por la mansión de Akashi, éste dormía en el sofá tapado con una fina manta. Seguramente había estado esperándole despierto hasta que no aguantó más. Akashi siempre se preocupaba por él y más… cuando llegaba tarde. Prefirió no despertarle y subir las escaleras para arropar a su hijo.


Entró con mucho cuidado en la habitación y dejó la puerta entornada para tener algo de luz. Se sentó en un lateral del colchón y acarició con delicadeza el flequillo de su hijo. Dormía plácidamente y eso le hizo sonreír. Le tapó mejor con las mantas y se dispuso a irse cuando escuchó la dulce voz de Daisuke.


- ¿Dónde estabas? Te hemos esperado para cenar pero no has llegado.


- Me fui con Masaomi a un sitio – le aclaró Aomine – lo siento pero… ya está todo solucionado.


- ¿Solucionado? – preguntó Daisuke.


- He hablado con Takumi.


- ¿Otra vez? ¿Por qué?


- Para decirle que no voy a casarme con él.


Aquellas palabras consiguieron que Dai abriera los ojos como platos asombrado de lo que su padre le contaba. No podía creerse que de verdad hubiera rechazado el compromiso con ese hombre. Ahora se alegraba más que nunca.


- ¿En serio? – preguntó.


- Sí, pero… hazme un favor y no se lo cuentes a tu padre aún, quiero hacerlo yo cuando vea el momento oportuno.


- Vale. Pero díselo, se alegrará – acabó diciendo Daisuke volviendo a recostarse para dormir.


Estaba claro que su hijo se alegraría de aquella noticia y él en parte… también se sentía como si se hubiera quitado un gran peso de encima pese a tener su vida destruida. Tendría que encontrar un trabajo y sabía que no sería nada fácil con su pierna así. Al menos pensaba que era el momento oportuno, a su hijo no le faltaría nada al tener a Akashi a su lado, ahora tenía que mirar por él.


Bajó las escaleras una vez más para despertar a Akashi, no era conveniente que durmiera en aquel sofá pero cuando le vio dormir tan plácidamente, no pudo evitar pensar que era una mala idea. Estaba cansado y seguramente tendría entrenamiento al día siguiente, era mejor dejarle dormir. Se sentó en el sillón frente a él y le observó dormir, Akashi era como todo un ángel cuando dormía, cuando no se le veía ese carácter atemorizante que solía utilizar con todos. Estaba enamorado de él, no podía negarlo.


Pensar en subir a su habitación a dormir le hizo temblar de nuevo, no quería estar solo, no quería volver a pensar en todo lo que pudo ocurrir si Masaomi no hubiera entrado en aquel momento a detener a Takumi. Se sentía tan débil que el dolor se le hacía insoportable. Al ver allí a Akashi, no pudo evitar pensar que él era quien ahora le mantenía a salvo, se sentía protegido a su lado, así que se acercó a él y movió un poco su mano para destaparle ligeramente. Se tumbó a su lado, apoyando su espalda contra el pecho del pelirrojo y cogió de nuevo su brazo pasándolo por encima de él. Era irónico que se sintiera protegido cuando Akashi ni se había percatado de que estaba allí con él. Se acurrucó todo lo que pudo y sintiendo el calor que desprendía el cuerpo de Akashi, se quedó dormido tras derramar un par de silenciosas lágrimas por lo vivido aquella tarde.


Aquella mañana, Akashi abrió los ojos con pesadez. Miró a su alrededor dándose cuenta de que estaba en el sofá, pero cuando trató de levantarse, no pudo, su brazo estaba aprisionado por Aomine. No podía creerse que Aomine estuviera allí a su lado, durmiendo plácidamente sujeto a su brazo. Sonrió apartando con suavidad un poco del flequillo del chico hasta que sus ojos se fijaron en el recorrido que habían dejado unas lágrimas en sus mejillas. No había duda de que esa noche había llorado y él no se había dado cuenta.


- Mierda, Aomine… - susurró Akashi sin intención de despertarle – debiste despertarme si te encontrabas mal.


Akashi depositó un dulce beso en su frente tratando de mitigar así el silencioso dolor de su chico, sin embargo, cuando sus ojos se fijaron en las muñecas de Aomine, un dolor más intenso atravesó su pecho. Esas heridas no eran normales. Destapó a Aomine para ver su rodilla, estaba hinchada y amoratada, en aquel momento, no tuvo duda alguna, había ocurrido algo, algo grave para que decidiera dormir a su lado y sentirse protegido.


El pelirrojo se levantó con cuidado de no molestarle y se fue hacia la cocina a preparar algo de desayunar. No quería molestar a Aomine ahora mismo viendo lo cansado que parecía, pero iba a tener que explicarle cuando despertase qué había ocurrido para tener esas heridas. Le tapó antes de marcharse y empezó a preparar un buen desayuno para todos.


Daisuke no tardó en bajar pero aunque vio a su padre durmiendo en el sofá y quiso ir con él, Akashi le comentó que se sentase en la mesa a desayunar y dejase descansar un poco más a Aomine. Para sorpresa de ambos, Masaomi pasó muy temprano preguntando por Aomine, algo que llamó la atención de Akashi, estaba claro que su padre sabía algo, aun así, no dijo nada frente a Daisuke y simplemente, le invitó a desayunar con ellos. Cuando acabaron, Masaomi se lo llevó a jugar al parque cercano de la urbanización y Akashi decidió darse un baño en la piscina.


Había hecho unos quince largos cuando al llegar al borde y sujetarse con los brazos para sacar la cabeza, se encontró con los pies descalzos de Aomine, que bebía una taza de café sentado en una de las hamacas.


- Has madrugado – le sonrió Aomine.


- Quería hacer unos largos.


- ¿No tienes entrenamiento hoy?


- Esta tarde – le comentó Akashi saliendo de la piscina para sentarse en el bordillo con los pies en el agua – oye, Aomine…


- Lo siento – le dijo de repente el moreno – lamento haberte incomodado al haber dormido contigo en el sofá, no debí hacerlo. No podemos confundir las cosas…


- ¿De qué hablas? – preguntó dudando Akashi – sabes que no me importa.


- No me mientas, Akashi, sé perfectamente lo que piensas de mí, me llamaste zorra.


- Te estabas acostando con tu jefe por dinero y creí que salías con Kagami. ¿Qué querías que pensase?


- No salía con Kagami, pero sí me acostaba con mi jefe por dinero. Tenías razón, sólo soy una zorra y no es conveniente que te vean conmigo por ahí.


- Me da igual lo que piense la gente. No eres una zorra. Lamento lo que te dije, en serio.


- No es cierto, aún lo piensas.


- Es que no entiendo por qué te acuestas con él por dinero. Ahora vas a arreglarlo… vas a casarte con él pero… dios, Aomine… ¿Cómo has podido caer tan bajo como para dejarte follar por dinero? Es que no me entra en la cabeza.


- No lo entenderías – susurró Aomine apartando su mirada de Akashi.


- ¿Cómo te has hecho esos moratones? Tu pierna no estaba tan mal ayer cuando saliste de casa.


- No importa.


- Cuéntamelo, Aomine, quiero saberlo.


- ¿Para qué? ¿Por qué te intereso tanto si sólo soy una puta? – preguntó enfadado Aomine levantándose pero perdiendo el equilibrio por el dolor de su pierna.


Aquella perdida de equilibrio hizo que Akashi se levantase con rapidez para coger al chico, pero ambos acabaron cayendo en la piscina. Aun así, Akashi no soltó sus brazos de la cintura de Aomine y le ayudó a salir a la superficie sosteniéndole él mismo contra la pared del borde, quedándose Akashi frente a él agarrándose con ambos manos al bordillo, dejando el rostro de Aomine muy cerca del suyo y sin escapatoria.


- Te quiero – le dijo Akashi con seriedad – me da igual lo que hicieras, me da igual todo, sólo sé que te quiero y no soporto que alguien te haga daño.


- Las facturas me estaban ahogando – aclaró Aomine casi llorando – tenía que pensar en Daisuke, en darle de comer, en pagar el agua, el gas, la luz… eran muchas cosas y mi sueldo no daba para todo así que…


- Aceptaste acostarte con él.


- Parecía algo fácil, ni siquiera tenía que quererle, sólo darle mi cuerpo. Me siento asqueado cada vez que me miro al espejo.


Akashi unió sus labios a los de Aomine sin poder evitarlo. Sabía que le había prometido no hacerlo hasta que él se lo pidiese pero no podía aguantarlo, no podía permitir que Aomine se sintiera asqueado cuando sólo se había preocupado por su familia.


- Te amo, Aomine, a mí jamás me darás asco. Siempre has tenido y tendrás mi respeto. Eres esa pantera de la que me enamoré, ese chico fuerte que soluciona los problemas y sale adelante, eres mucho mejor que yo.


Por un segundo, el pelirrojo se paralizó observando algunas gotas de agua resbalar desde el mojado cabello de Aomine por su rostro. Su mirada estaba perdida y entonces entendió lo que ocurría.


- Lo siento, no debí besarte. Estás comprometido y… joder, lo siento – dijo Akashi intentando marcharse, pero Aomine pasó su mano agarrando la nuca del pelirrojo para obligarle a mirarle de nuevo.


- No estoy comprometido. Ayer rompí con él. Bésame… una vez más, por favor – casi suplicó el moreno consiguiendo que Akashi, sorprendido de aquello, volviera a unir sus labios a los de Aomine una vez más, esta vez, mucho más pasional que antes.


Akashi había deseado que Daiki le pidiera un beso desde hacía tiempo y por fin lo hacía. Se sentía tan pleno que no cabía en sí de la felicidad, pero se desvaneció pronto al darse cuenta de que algo andaba mal cuando Aomine comenzó a besarle y tratar de desnudarle con desesperación. Conocía su lado pasional y sabía que esas caricias no eran de deseo, eran diferentes y si a eso le sumaba los extraños moratones que tenía en sus muñecas, sólo podía llegar a una conjetura: algo muy malo le había pasado durante las horas que estuvo fuera, algo tan grave como para que usara el sexo para olvidarse de ello.


Akashi detuvo a Aomine justo cuando su mano derecha se iba a colar dentro del bañador que llevaba puesto. Se separó lo suficiente para romper el beso y poder ver su rostro, ése que ahora le miraba desconcertado.


- ¿Qué te pasa, Dai? - le llamó por su diminutivo - ¿De qué forma están relacionados esos moretones con tu comportamiento?


- A mí no me pasa nada – le mintió a la vez que liberaba su brazo del agarre del pelirrojo con más fuerza de la que pretendía – Quizás es a ti al que le ocurre algo. Puede que me sigas viendo como una zorra o puede que no quieras acostarte conmigo porque tienes novia, no lo sé, lo único que sé es que acabas de rechazarme  – se puso a la defensiva.


- No te veo como una zorra ni tengo novia, no es por eso por lo que...


- Entonces, ¿quién era la chica con la que tuviste una cita hace unas noches? - le interrumpió – Te vi, Akashi, no era una simple amiga.


- Fue una trampa de mi padre. Se llama Momoi y es la ayudante de mi equipo. Masaomi le hizo creer que me gustaba, incluso que me iba a casar con ella, por eso se comportaba así conmigo.


Aomine se dio cuenta entonces de que ahí Takumi ya debía estar colaborando con Masaomi y por eso le había insistido en ir a cenar justo esa noche, pero prefirió no profundizar más en el tema sino centrarse en lo que ocurrió entre Akashi y Momoi, porque no quería pensar en su antiguo jefe.


- Pues no parecía importarte demasiado que te manoseara – le echó en cara sin poder controlar sus celos.


- Si te refieres al beso, me pilló desprevenido. En cuanto a otra cosa que pudieras ver, sólo trataba de no herirla. Ella no tenía la culpa de que Masaomi la usara para sus planes, pero tras aquella cena, le dejé claro que no podía haber nada entre los dos porque seguía enamorado de ti, Daiki. Tú eres el único al que amo y amaré, que te entre de una vez en esa cabeza dura que tienes.


- Entonces, no me rechaces – le susurró antes de juntar los labios de ambos de nuevo, pero Akashi posó sus dedos sobre la boca de Aomine impidiéndolo – Lo has vuelto a hacer – le dijo enfadado apartándolo de él e intentando salir de la piscina pero no lo consiguió debido al impedimento para impulsarse gracias al dolor de su rodilla.


- No te rechazo, es sólo que no me quiero aprovechar de ti ni que uses el sexo como vía de escape o como distracción para que no te haga más preguntas sobre esos moratones.


- No me toques – le gruñó Aomine cuando Akashi trató de ayudarlo a salir del agua al ver que no podía hacerlo por sí solo.


El pelirrojo resopló por lo terco y cabezota que podía llegar a ser el hombre al que amaba, pero él lo era más, así que salió de la piscina, se puso frente a Aomine y tiró de él agarrándole de las axilas logrando que Aomine, de forma instintiva, hiciera fuerza en los brazos que ya tenía colocados sobre el bordillo y se impulsara, consiguiendo sentarse sobre la dura superficie. Una vez seguro, Aomine se removió para que le soltara y cuando Akashi lo hizo, se arrastró hasta una tumbona que había cerca y agarrándose en ella, se incorporó, aunque tuvo que dejarse caer sobre ella por el dolor que sentía en la rodilla. Akashi supo por la mueca de sufrimiento que tenía Aomine en su cara, que le dolía mucho más que en anteriores ocasiones, por lo que supuso que la lesión se había agravado.


- Necesitas que te revisen esa rodilla ya – se apresuró a coger el móvil que había dejado sobre otra tumbona junto a unas toallas y un albornoz, para llamar a su médico de confianza, pero antes de que siquiera diera un paso, Aomine le agarró de la muñeca impidiéndoselo. Le había leído el pensamiento.


- No hace falta que llames a nadie, estoy bien – mintió fingiendo una sonrisa.


- ¿Que estás bien? Mírate, no puedes ni moverte y te cuesta hasta respirar del dolor. Necesitas un médico – alzó la voz enfadado por la actitud de Aomine.


- ¿Y de qué me va a servir que me vea un médico? Ya sé lo que me pasa y también el remedio, pero no puedo operarme, no tengo dinero – gritó alterado Aomine – y menos ahora que...


Se calló antes de soltar que no tenía trabajo. Si Akashi se enteraba que había ido a ver a Takumi para entregarle su renuncia, sabría que él era el culpable de sus amoratadas muñecas.


- Y menos ahora que, ¿qué? - le repitió esperando que le contara lo que estaba ocultando.


- Que nada. No tengo dinero para pagarme la operación, así que no hay nada que hacer.


- Pero yo sí lo tengo. Puedo pagártela...


- No – se negó con rotundidad.


- No es caridad, ni lástima ni te voy a pedir algo a cambio si es lo que piensas – le dijo algo más tranquilo Akashi arrodillándose frente a Aomine – Confía en mí.


- Lo hago – murmuró – pero no... no me siento cómodo. Es mi lesión y es mi obligación hallar la forma de conseguir el dinero.


- Daiki, te quiero y estoy preocupado por ti. Si sigues así... tu rodilla no va a aguantar mucho más y lo sabes. El daño puede ser permanente e irreversible si no te operas cuanto antes. Puedes verlo como un préstamo si así te hace sentir más cómodo, pese a que no quiero que me lo devuelvas. Piensa en Dai también. ¿Acaso no quieres entrenar al baloncesto con nuestro hijo o jugar con él sin que la lesión te lo impida? ¿Quieres preocuparle a él también, verle triste por tu sufrimiento? - recurrió a apelar a los sentimientos de Aomine por su hijo al ver que parecía reacio a aceptar su dinero.


- No, no quiero, pero...


- Por una vez en tu vida, no seas tan cabezota y acepta mi ayuda. Déjame ayudarte, por favor – casi le suplicó.


- De acuerdo – acabó accediendo al ver a Akashi de aquella manera, tan preocupado que hasta le rogaba que le permitiese ayudarle. Era la primera vez que hacía algo parecido, nunca se había rebajado a suplicar de rodillas por nada ni por nadie, pero ahí lo tenía frente a él haciendo eso justamente – pero te lo devolveré, aunque sea poco a poco.


- Como quieras – le dijo sonriendo aliviado aunque cuando llegase el momento, no pensaba aceptar ni un yen, pero no quería llevarle la contraria en ese momento para que Aomine se echara para atrás – Después llamaré al médico para que se pase cuanto antes por aquí.


Akashi se puso en pie y cogió una toalla para colocársela por los hombros a Aomine, quien había empezado a temblar del frío. Tras coger el albornoz y ponérselo, se sentó al lado de Aomine y se acercó a él para besarle en los labios. Ambos disfrutaron del contacto sin saber que en ese momento, Daisuke y Masaomi estaban tras la puerta que daba a la piscina. Habían ido a buscarles al no encontrarles por la mansión, pero al ver la escena prefirieron no interrumpir, sino que se miraron entre sí felices y se marcharon sin hacer ruido para dejar que siguieran besándose tranquilos.


Tras varios minutos degustando con calma los labios de Aomine, se separó de él y cogió su mano con suavidad llevándosela a su boca para depositar varios besos en la amoratada muñeca. Se acababa de dar cuenta de un detalle que se le había escapado a Aomine y al juntarlo con el resto de las piezas, había llegado a una conclusión que no le había gustado nada, así que iba a confirmar sus sospechas sonsacándole a Aomine sin que se percatara.


- ¿Ayer saliste con mi padre? - le preguntó como si iniciase una conversación trivial.


- Sí – le respondió Aomine distraído por los besos.


- ¿Para acompañarte a romper el compromiso con Takumi? - siguió con su interrogatorio.


- Sí.


- Así que, ¿fuiste a verle? - le cuestionó sin dejar de besarle.


- Sí – volvió a contestar, pero cuando se dio cuenta de lo que había dicho, trató de rectificar – quiero decir, no...


- ¿Se tomó bien la noticia? - le preguntó con tono sosegado.


- No – contestó sin pensar – digo, sí – se corrigió al percatarse de su metedura de pata cuando el pelirrojo dejó de besarle el brazo, pero era demasiado tarde porque los ojos de Akashi brillaron de forma siniestra por la furia que bullía en su interior. Había caído de lleno en su trampa.


- ¿Sí? Vaya, creía que te quería – le rebatió.


- Y me quiere...


- Entonces, ¿cómo es que se ha tomado bien que no te vayas a casar con él?


- A ver, no lo ha hecho...


- ¿No habías dicho que sí se lo había tomado bien?


- No, quiero decir, sí... primero he dicho que no, pero luego sí porque...


- Entonces, ¿estabas diciendo la verdad con el ''no''? ¿Mintiendo con el ''sí''?


- Sí. ¡No! Quiero decir... dios, me estás liando – se apartó un poco de Akashi y se cruzó de brazos girando la cara poniendo pucheros – no quiero hablar contigo. Manipulas lo que digo.


- No lo hago, sólo te estoy preguntando y tú te estás liando porque no estás siendo sincero.


- Sí lo estoy siendo – le encaró Aomine.


- Pues si es así, cuéntame la verdad.


Aomine lo miró en silencio, dudando sobre lo que hacer. Sabía que se había delatado solo, pero no quería contarle lo que realmente había pasado en la oficina de Takumi. Conocía al pelirrojo y sabía de lo que sería capaz si se enteraba de la verdad, no quería que se metiera en un problema por su culpa.


- Esto no aparece solo sin motivo – le señaló los moratones – y el único momento en que pudieron hacértelo, porque se nota que son marcas de agarre, es cuando estuviste fuera y ya sabemos adónde fuiste y para qué.


- Sólo son conjeturas – todavía estaba reacio a admitir lo evidente.


Akashi suavizó su mirada y cogió la morena mano de Aomine entrelazándola con la suya.


- Daiki, puedes contármelo.


- No puedo, sé cómo reaccionarías y no quiero que te metas en líos por mí.


- Te prometo que me controlaré y ahora no haré ninguna locura, confía en mí.


- No... no se lo ha tomado bien – acabó confesando – estaba tan cabreado que ha intentado... forzarme. Si no llega a ser por tu padre... no podía defenderme por culpa de la pierna.


La ira y furia se apoderaron del cuerpo de Akashi, tuvo el impulso de salir en ese mismo instante y hacerle pagar a Takumi por lo que había hecho, pero se controló por Aomine, por lo afectado que estaba. Estrechó a Aomine entre sus brazos para reconfortarle y hacerle sentir seguro y éste se apoyó en su hombro y le abrazó con fuerza.


- Tranquilo, ya ha pasado todo, aquí estás a salvo. Si se atreve a acercarse a ti y volver a ponerte un dedo encima, se arrepentirá.


Akashi tenía claro que Takumi iba a recibir su merecido, le había prometido a Aomine que no haría nada en ese momento, pero no había dicho nada sobre tomar represalias después.


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